POETA INVITADO

 

 

 

CONSUELO HERNANDEZ J.

 

Nacida en Antioquia, Colombia, actualmente reside en los Estados Unidos.  Es profesora de literaturas y lenguas hispánicas en la American University de Washington.  Fue finalista del certamen literario Letras de Oro en 1988 y del Concurso Internacional de Poesía "Ciudad de Melilla" (España) en 1997. Tiene a su haber dos libros de poesía Voces de la soledad (1982), Solo de violín (1997) y Manual de peregrina. Consuelo Hernández ha realizado lecturas de sus poemas en distintos lugares del mundo.  Su libro de investigación Álvaro Mutis: una estética del deterioro fue publicado por Monte Ávila (Venezuela) en 1996.

 

 

PAISAJE DE FUEGO

 

                                      A María Mater O'Neill

 

Yo también soy un paisaje de fuego

soy una zona que habitan los volcanes

mis manos florecen llamas

y mi cabeza de Medusa en vez de serpientes

la pueblan explosiones de lumbres encendidas.

 

Mi cuerpo entre las aguas se abre paso

se agiganta como isla

y no olvida la razón de la culebrea

que se desliza por la tierra

y vigila los muertos

que en mi paisaje crecen

rodeados de estridentes matices de mi trópico

y de todas las plantas de este paraíso

que no cabe en mi poema.

 

 

 

 

MI TIERRA

   

                     A Beatriz González

 

Este no es el infierno de Dante

es peor,

nos lo ofrecieron

como el mejor de los mundos existentes

¡pero ya sabes!

ni la sagrada familia

ni los cuchicheos de las monjas

ni las oraciones de los curas

nos salvaron del naufragio.

 

Nuestra patria se vuelve añicos

en todas sus galerías subterráneas

y no sabemos hasta cuándo...

 

Quizás el retorno al sostén de los mayores

o esa cuna en que ha enmarcado tu maternidad

prediga el nuevo nacimiento

propiciado por la madre

azul paisaje de esperanza

lejos de los ladrones de sueños.

 

 

 

 

VIENES

 

Déjame que te diga que ese temblar

que muerde mis sentidos

y trafica en mis orillas

por donde siento

que te me vas metiendo

sin carruajes ni patines

solo

así

con tus pies descalzos

pisas el barro curativo

paso a paso

mi piel

la luz que arropa

como la aurora al amanecer

de un paraíso

que tenías a tus espaldas.

 

 

 

 

SOLFERINO

 

Desde esta tristeza que retuerzo

y vuelvo pliegues de cordobán y sarga

desde este dolor del que me río

viajo hacia las cumbres

como la gran anaconda que se arrastra

en busca del aire fresco de las cimas.

 

Me entibio en la lascivia

que me queda

armo un jolgorio

celebro con cumbiamba y algaaza

derribo las paredes que me encierran

abandono quejas manidas

y solferino es el color

que al cerrar mis ojos

en mi frente se tiende

con más fuerza

y con sentido palmario y evidente

fragua otro consuelo.

 

 

 

 

Basta una mochila

 

Cuando la ira no cabe en el pecho
una se vuelve diferente
se vuela de sí misma
y rompe todas las cuerdas que la atan.

Basta una mochila resistente
y unos zapatos confortables
para bajarse del compresor de libertades
y recorrer el mundo sin desgano.

Para transfigurar los viernes dolorosos
en d
ías plenos de esperanza
como un domingo de resurrección.

 

 

 

 

El maíz de mi aldea

 

Aquí en la cocina
frente al maíz de tierra montañera
se despliegan mis nostalgias y alegrías…

Quisiera desgranar el maíz
como lo hacía mi madre
frente al fuego
Pero ¡hay! ¡qué desvarío!
Se ha extraviado mi alma de campesina
tengo que servirme de un cuchillo
ya no soy mujer-jaguar,
me ha domesticado la ciudad.

Y no puedo desgranar el maíz
con mis uñas
como cuando era niña
cuando mi abuela trazaba un caminito
para que yo corriera sin obstáculos…

Ahora me sirvo del cuchillo,
sin uñas,
sin madre,
sin abuela,
ni maíz que me oriente
en el regreso a la montaña.

 

 

 

 

Sola en Giza

 

Cuando llegues a las pirámides
entre el polvo y la arena del camino
detente y respira hondo
con el asombro de Faraona en tus ojos…

Percibirás el inquebrantable dolor en las paredes
al divisar aquellas moles silenciosas
hechas con sangre de comunes
que descansan en la cámara más baja.

Los hombres perseguirán tu andar,
tus devaneos,
como abejas zumbarán en tus oídos
atraídos por los humores de tu piel.

Sentirás desplomarse en tu cuerpo
sin guía vagarás en laberintos
los hijos de tus delirios te recorren
y no podrás huir de ellos…

Acéptalos.

Convéncete de que debes cabalgar tu camello
y palpar los papiros
para que seas digna de recuperar
el escarabajo de turquesa
que te protegía en las horas de prueba.

 

 

 

 

En la India

 

No te asombres si nadie
conoce sus propias coordenadas
si no puedes reservar un pasaje a Calcuta
si el sistema de comunicaciones se ha caído.

El día de tu llegada, siete bombas estallan
en residencias, en templos y en mercados…
y el dolor sella los escombros.

Serás blanco de miradas
mujer sola en cafeterías masculinas
(te delatará la apariencia occidental)
ordena salsa de coco con samosas
y desayuna junto a ellos a la usanza.

Los policías te darán informaciones inexactas
y te harán esperar inútilmente.
Sé paciente.
Con tu serenidad haz todo más ligero.
Los buses, los taxis, los hoteles…
funcionarán de modo impredecible.

Si te invaden los temores
y te espían por las rendijas
esconde tu luz, cierra las ventanas
y cubre la desnudez de tu desesperanza.
Después lánzate a las calles de Bombay,
conquista los jardines colgantes,
ve al alto de Malabar
y descansa con Ram en tu camino.

Visita las torres del silencio
y pregúntale a los parsis
por qué expusieron los cuerpos de sus muertos
a las garras de las aves de rapiña.

 

 

 

 

Paisajes de mis ojos

 

Mis ojos se han poblado
de paisajes lejanos
relumbrones de cielos en tormenta
un lento caminar sobre el cascajo
el eco perdido entre autopistas.

Llevo en mi pupila de sorpresas
el silencio de naves detenidas
un jardín sin edad
y en mi mirada asombrada
dos velas que se yerguen
cuando llega la niebla.

En mis ojos inmunes a la herrumbre
llevo ocultas interiores llamaradas,
el verde alboroto de la grama,
y la danza de hojas que presagia
el absoluto viento que me salva.

 

 

 

 

En un cuarto de hotel

 

Aunque seas peregrina
por bares y cafés desconocidos
busca la casa de la luz,
un faro, alguien que silencie
ese llamado insistente,
esta voz que afanada te indica el sur.

La paz desanda sueños
por las calles vacías,
en mercados y en penitenciarías,
en los templos donde Dios se quedó solo.

Aprovecha la soledad del hotel
y diseña un país inmenso sin fronteras
sin ojales de sangre en las camisas
sin puños apretados, sin brazos armados.

Un lugar donde las niñas no precisen vender rosas
por los ríos impredecibles de la noche.

 

 

 

 

Foggy Bottom

 

En el fondo del paisaje gris
y gente desolada
marcada por el reloj
y los largos listados de quehaceres
sigo el impulso de su carrera incesante
hacia ninguna parte.

Me detiene la música de las vírgenes del sol
con flautas y zampoñas
que se eleva en el aliento del viento.

Aquí en esta soledad
de la que me propuse huir
desde el mismo instante en que llegué
mis antepasados me acompañan.

 

 

 

 

Borderland

 

En la línea fronteriza
los hermanos de mis costas
llevan en maletas sus afectos.
Los campesinos quemados por el sol
sudan entre ropas ligeras…

Los niños vigilan ansiosos
las precarias bolsas de comidas
que guardan las mujeres
entre negros pañolones.

El fatalismo se pegó a su piel
como el polvo desértico que llevan los zapatos.

Ya me sellan la entrada
Ya tengo una visa temporal.

Con la mirada perdida inauguro el desierto
y avanzo otra jornada solitaria
sostenida en la muralla de la aurora.

 

 

                    Preparado por Alberto Martínez-Márquez