Adolfo Castañón |
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TAN CERCA DE LA VOZ
A Eugenio Montejo
Atiendo en la oscuridad la cadencia silenciosa de una vela Ante mis ojos el fuego crece La llama se eleva hasta el techo Sus formas fluidas se alimentan del mirar Miro al espejo el fuego de mis ojos Y tú preguntas: ¿quién me está mirando?
Soy la llama de una vela que alguien mira en su mirar
Soy el eco de unos pasos que alguien oye en su andar
Soy la respiración inaudita de alguien que me respira
La inspiración intacta de alguien que me ama con su caricia
Soy la hora de un péndulo que no se encuentra en ningún mapa
Soy la chispa de una llama una vela encendida entre parpadeos
Soy la palabra impresa en letra diminuta al pie de un contrato imposible
Soy la letra de un himno olvidado entre monedas sin curso
Soy la canción que hace bailar al oso que nos acompaña a hurtadillas
Soy el tambor de los desfiles pequeños de las patrias en extinción
Soy las trompetas que se aclaran la voz en las mañanas del bronce
Soy el arco del puente tendido sobre estas dos sillas
Soy la espuma espontánea y matutina
Soy lluvia de erratas y viento de vanidad
Soy luna afortunada que ilumina en la noche los senos escolares de las vírgenes
Soy el beso voraz de tu silencio
Soy el sueño que sube y baja sobre la tierra
Soy la necesidad que en la noche te despierta a patadas exigiendo una palabra
Soy el humo del cigarro que se fuma
Soy la miga del pan que te devora
Soy el blanco de mi propio salchichón
Soy el pan de mi molino
Soy la perra verdad que me espera en casa Para mover al último la cola
Soy la mariposa olvidadiza que alguna vez fue jardín
Soy la ceniza de un árbol que se columpia entre 1as sílabas
Soy el vestigio de la superstición que recuerda la costumbre de la segunda naturaleza descuidada
Soy la natura naturata la natura naturans la nature negligé
Soy el turulato nacido que no sabe dónde vive
Soy el que se va con cualquiera
Soy el lector adicto a todos los periódicos del mundo
Soy la tijera y el señor de las tijeras
Soy el cuaderno y el recorte del periódico
Soy la noticia curiosa
Soy la falsa alarma
Soy el ruido de la radio que repite las noticias y los comerciales
Soy la impávida red y la árida TV
Soy todos y cada uno de los prisioneros islámicos árabes de Guantánamo
Soy los versículos de su Corán
Soy el guatemalteco que se muere sin papeles en la tierra de la esperanza sin papeles
Soy el niño Índigo abierto a todos los marcianos
Soy el salmón que produce cáncer a los que no fuman
Soy el ganso torturado por su hígado para tu placer
Soy la marrana estéril que anda suelta por los archivos
Soy el estómago de la foca que conserva vivos los peces para que los pueda vomitar sobre su cría
Soy la energía negra que alimenta el universo
Soy la estrella cien veces más grande que el sol
Soy el guardarropa del Príncipe de Ligne
Soy Régulo, el legionario romano a quien le arrancaron los párpados para que nunca dejara de ver el sol
Soy el ojo de Turner y soy el ojo de Van Gogh
Soy los helechos de Gauguin y los insomnios de Kupka, Mondrian y Pollock
Soy el blues del jazz del tango
Soy la voz castrada del Menonita
Soy la campana de cristal
Soy la baguette amada por la panadera
Soy el horno enamorado de la garganta de la panadera
Soy la perla que le faltaba en la oreja a la muchacha que le faltaba pintar
Soy las leyes de la hospitalidad
Soy la Inmaculada y soy la Mancha del Hidalgo
Soy tres veces Anselmo y todas sus pruebas
Soy la pirámide que oculta el fuego en cada uno de los peldaños de esta pirámide de palabras encendidas como velas por el mirar de un eco que se transmite de maestro a discípulo
Soy el amor girando en redondo
Soy zig-zag haciéndome cenizas en el fuego
Soy la danza y sus caleidoscopios
Soy el vino y sus aromas
Soy la carne y su vino
Soy el caracol del Soconusco
Soy la concha habanera
Soy las manos cercenadas del Che
Soy el primero y el segundo plato
Soy grano de sal
Soy el precio que no se paga
Soy el lecho enamorado del río
Soy la edad palpitante de las arterias
Soy el espíritu caótico de la enumeración
Diciembre 2004
HORIZONTES
A la intemperie, a la intemperie En el aire abierto Bajo los cielos sin nubes Al rayo del sol Al filo del eclipse Contra el viento que aúlla como un animal Contra el látigo sucio de las lluvias Sobre la seda transparente de la brisa: Al filo de la roca que se desmorona en las aguas del sueño Al aire libre En la altura descubierta Sobre las llanuras desconcertantes Más allá de las techumbres Y de los árboles Más allá de los ríos humanos y de los bosques de letras En el eje ubicuo del silencio cierro los ojos Busco en mi interior el horizonte
PAUL GAUGUIN1
Una concentración calculada para despertar la imaginación adormecida por las brumas del invierno. Una cascada de colores y formas. Una declaración mil veces repetida del consabido odio a la civilización. Una afirmación del ocio infatigable, del trabajo encarnizado que sobre la tela, el papel y la madera practicó este bretón de rasgos toscos que buscó salvación en la pedofilia. Una búsqueda del paraíso sensual, del edén donde se purifican todas las aguas turbias. Una aventura ofrecida en el altar de la Gran Loba donde el artista civilizado se degüella. Un álbum de familia. Los ojos pasablemente indiferentes de esas familias que le ofrecieron a Gauguin tierras e hijas.
El Robinson Crusoe que va en busca de niñas púberes para renacer de sus cenizas civilizadas. El Robert Louis Stevenson de la pintura. El solitario perdido en el laberinto de sus cuadernos. El adorador inequívoco de la Virgen. El que se sabe y siente observado por El Diablo que enciende e incendia los ojos del alma. El ávido de conocimiento; el sediento de olvido. El devorador de formas y colores. El cantante silencioso de la curvatura.
El húmedo Gauguin, el hermano en verdes y amarillos del ávido Van Gogh. El atrapado en el trópico. El rechazado de los salones. El hijo pródigo. El vengativo. El resentido. El que lloró las letras de oro de los cuerpos bajo una lluvia azul. El que disimulaba su tentación abstracta en el paisaje. El niño que se comía los frutos del árbol del conocimiento y se ponía tan azul que casi se demoraba. El anti-Mallarmé. El anti-Cézanne. El discípulo de Tamayo. El Claudel que se clavó en los mares del pacífico. El árbol que crecía bosques con ramas en erecta posición. El adorador secreto de la piedra. El filósofo camuflado. El aprendiz de alquimista. El paisajista de un solo paisaje. El joyero. El que pintaba azules los caballos blancos. El pintor submarino. El que se comía la tierra a colores. El Cripto-helenista, el cazador entre los mármoles. El avaro. El insomne. El arquitecto de la siesta. El lento. El gambusino filosofal. El cocinero de las hormigas. El bebedor de agua de colores. El que nunca dejó de ser un marino bretón. El que vivía cuaderno adentro. El atrevido. El innombrable de las islas: Paul Gauguin.
14/04/04
1. Paul Gauguin, exposición en el Gran Palais en París (septiembre 2003–enero 2004) “Gauguin Tahiti, el taller de los trópicos”.
En tiempos de la trombina2
Hermano Saúl, azul hermano: dime lo que sabes y lo que sabías:
Cuántas cosas se dijeron sin que nadie interrumpiera Mira que todos en todas se pierden entre tantos enredos de la intriga sin el trigo ―la política sin ciudad.
Locutores y diaristas, agentes, comisionistas, consejeros y copistas son mirones, y relinchan el voyeur, el paparrazzi en busca de sensación:
ensucian, delatan, denuncian venden crimen sin castigo y envuelven sus margallates en insípida argamasa, sin prosodia ni gramática por artes de santería y abracadabra virtual.
Ya no es, Saúl hermano, como cuando éramos niños, y las mentiras piadosas aprendían equitación o traducían en bicicleta.
Es tal hoy la decadencia del fraude y de la mentira, tanto el híbrido apogeo que va cayendo en el vacío acróbata la verdad.
Y todos se dan al cable, de hocico caen en la Red, y por un tubo se van el decoro y la soledad por la trompina de Protrombina hacia el páramo digital.
Todo es toma y todo es daca, bobo resorte virtual: tan hechizado está todo en los hojaldres del siglo, azul, hermano Saúl, que nadie con las manos sabe siquiera una flor cortar.
Y tan escasos los plomeros andan, tan contados los carpinteros que es milagro entrevistar uno, Saúl, eslavo Saúl
Son tantos los escritores tuertos, los insidiosos copistas y los cínicos mirones, que ya nadie reconoce, Saúl, por su sano aliento azur la palabra en soledad del hombre que lee y calla.
10/03/05
2. Para Gladys y Saúl Yurkievich, escrito el 31 de diciembre de 2004 y corregido en los últimos días del invierno 2004-2005. Los versos en pie forzado calcan el poema de Alfonso Reyes: “En tiempo de Protrombina”, dedicado al Abate González de Mendoza. “Trombine” es una voz que aparece en Flaubert y en los Goncourt “trompa, hocico”. Es palabra que también sabe a radiología.
TSUNAMI
S e m a n a s
d e s p u é s
d e l
t s u n a m i
l a
t i e r r a
o s c i l a
c o m o
u n a
campana
10/03/05 Adolfo Castañón (Ciudad de México, 1952). Poeta, ensayista, narrador y traductor. Perteneció a los consejos editoriales de las revistas Plural, Vuelta y La Gaceta del Fondo de Cultura Económica, entre otras. Publicó: Fuera del aire (1978); El reyezuelo (1978, 1992); Cheque y carnaval (1978); El mito del editor y otros ensayos (1993); El jardín de los eunucos (1998); El pabellón de la límpida soledad (1988); Alfonso Reyes, caballero de la voz errante (1988, 1997); Arbitrario de literatura mexicana (1991, 2003); La gruta tiene dos entradas (1993, 2002); Sombra pido a una fuente (1994); La otra mano del tañedor (1994); La batalla perdurable (1994); Por el país de Montaigne (1995, 2000); Cielos de Antigua (1997); Recuerdos de Coyoacán (1997, 2000); Lugares que pasan (1998); Tránsito de Octavio Paz [1914-1918] (1998, 1999); Diario del Delta (1998); Grano de sal (1996, 2000); El reino y su sombra [en torno a Juan José Arreola] (1999); Había una voz (2000); Fulgor de María Zambrano (2002); Nueve del Treinta (2002); América sintaxis (2000, 2002); Dos veces Venezuela (2002); A veces prosa (2003); La campana y el tiempo [poemas 1973-2003] (2003). |