Rafael Méndez DorichSelección de poemas |
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ANIMÓSFERA
“Se llega a lo ininteligible por la vía de lo sensible” Platón
Recién he descubierto que existe un ámbito brumoso en el que está encerrada el alma. Igual a todos los seres que están circundados por un halo atmosférico, hay un misterioso espacio que rodea el espíritu, un círculo secreto y luminoso, una forma indistinta de la que brotan las ideas; es la fina cubierta elemental y básica de la vida que se llama Animósfera: clara prisión de los sentidos libérrimos y trazo rápido del Caos. ¡Oh las cosas que irradian los fulgurantes pensamientos asomados al mundo de lo incógnito! Como fermentos invisibles se encuentran en continuo movimiento en una morada inviolable, en un ambiente singular, fantástico en el que el hombre se debate, el hombre siempre obscuro elemental y trágico. Y este es el verdadero y único sentido de la Eternidad: el cielo y el infierno caben en esa fórmula hipotética, en la premonición del infinito, en el nido ideal de lo perpetuo, en la inefable y mágica Animósfera.... Estridencias voraces, chirriantes decibeles procuran rodearla en vertiginosas avalanchas negras; los ruidos la torturan y la agostan, pavorosos temblores la sacuden cruelmente, olores penetrantes persiguen asfixiarla y asperezas innobles la marchitan: ¡la envenenan los agrios sabores de la Muerte! Incontrolables fuerzas de sentimientos antagónicos perforan la inocencia de su cáliz y horadan la sublime corola de su esencia; tortuosas intenciones, deseos insaciables furtivamente buscan entrada a su portal de encantamiento. ¿Cómo librarlos de la violenta furia colectiva que nos desgarra y nos destroza? ¿Para qué sirve, entonces ese arco cerrado y luminoso en el que está encerrada el alma? ¿Nada gira en el vértice radiante que yo llamo Animósfera? ¿Acaso lo han formado haces de arcos voltaicos convertidos en ondas cuya blancura borda las orillas del redondel maravilloso? Ardiente signo indescifrable ese cero lumínico, ¿es bizantina aureola de lo ignoto o ráfaga de espuma lanzada al Infinito? ¿Es la medalla del espacio en la puerta redonda de la Nada o es la forma sin forma del Espíritu? Los hombres hablan y discuten con monotonía cotidiana de las contaminaciones ambientales, de las encrucijadas sucesivas en donde acechan viles enemigos que hieren con perfidia a los mortales; de las ruines y aviesas emboscadas que asedian a la vida; de las volutas ponzoñosas que la ciudad infestan con gaseosas espirales, de las emanaciones de lo pútrido, de los ruidos acerbos que destrozan los nervios; de parques basurales y de calles letrinas; de los estercoleros militares, del torturante hedor de los cuarteles; de los faros que queman las retinas, del humo denso y sofocante que deja estrías negras en los bronquios, que corrompe los lagos y los ríos y que está matando al mar; anuncian la catástrofe biológica del social cataclismo y señalan los síntomas de enfermedades incurables y, en el viejo jardín de la esperanza, entre tormentas iracundas, discuten, alienados y tenaces, de la alquimia mortífera que se incuba en la guerra; hablan, también, de los trastornos psíquicos, de las alteraciones hereditarias, de los contagios físicos, de las tumefacciones del sufrimiento incontrolable de la carne que late flagelada y muestran todo aquello que descuaja y arranca las raíces corpóreas del hombre que no puede defenderse e invocan a sus ídolos ¡por temor a la muerte! Advierten las terribles olas cíclicas en cuyo seno caen los hombres agotados que llegan sin materia, sin sustancia a la playa final de la tiniebla. Un permanente estado patológico atrofia el desarrollo de los entes; hay un clima lloroso de agonía: es la temperatura que precede a la Muerte. ¡Ay, en esta vorágine sucumbiremos inexorablemente! ¡El cuerpo irá a la tierra de su origen! Transido de retoños helados y sombríos fomentará otras vidas igualmente fecundas, pero estériles...
¡En la sombra fermentan nuevas sombras! Pero: ¡qué poco se habla del espíritu sujeto sin piedad a los martirios de sentimientos sórdidos y ajenos, de envidias y calumnias por gratuitos rivales disparadas en la masa global con flecha indigna en fangosas trincheras apostada lanzando sus centellas y sus rayos: flechas que van al blanco de la Nada! ¿Qué habrán de conseguir si un halo firme como castillo indestructible con almenas de sueños inefables y puentes levadizos del sentido, defiende el círculo sagrado, el recinto sutil de la Animósfera, hogar iluminado, casa mística “morada de secretos y misterios y único reino del espíritu”? No queda sino un áncora posible: habrá que hundir el ser en ese círculo cuyas rizadas rayas multicolores y onduladas son a manera de arco-iris psíquicos creados por pluviosos elementos en los absurdos laberintos íntimos.
Salid de los atávicos senderos de virulencia rígida que sólo nos conducen al olvido perpetuo del silencio metafísico; penetrad en el fondo de la resplandeciente maravilla; resistid el asedio de las bestias obscuras; desterrad a la Muerte y lanzad al espacio la rueda giratoria del instinto, el aro de la vida trascendente y, en gavilla dorada de prodigios musicales, magníficos que os guíe suavemente el resplandor de la Animósfera...
Escucharéis el coro del silencio y veréis —donde ya no hay lejanías— destacarse la eterna arquitectura en los milagros del paisaje: campanas de la bruma y agujas de la lluvia en las iglesias góticas del aire Entonces, hombre de mañana, en un mundo pacífico y sereno, serás inexpugnable y para siempre volverás a la vida porque la luz te llevará en su seno Arteria de horizonte escanciará en el cáliz de oro el vino de su fuego consagrado; alzará su custodia la Animósfera en el altar del cielo inmaculado y, en la última cena de la tarde, yo diré, ante el sagrario del espíritu, sobre las flores mustias de la carne: -“Tomad y comed ¡Este es mi cuerpo!” -“Tomad y bebed ¡Este es mi sangre!”
de Globos cautivos (1973)
PROFUNDO CENTRO
Proclamo la victoria de la noche y caigo eternamente en lo más hondo; un Sísifo al revés trepa hacia abajo y está muy alto, está muy alto, el fondo... La sombra que se exhala retozando en la escala de las fibras: ¡Oh la piedra llevar asida al hombro, ser la piedra uno mismo en la vacío, descender en espasmos por la médula hasta el turbio dominio del origen! ¡Prodigio y es azul la llamarada de la esperanza y no se sabe el nombre, milagro permanente del destino, incesante bullir del protoplasma!... En el opaco coro de la tierra llamada de la sima a los desvanecidos minerales, a la sangre salida de su cauce, a la raíz que avanza con pasos paulatinos y escabrosos por la tiniebla y el silencio... Anticuerpos de duda que se forman con átomos de miedo, escollera de espantos procelosos en el mar de los íntimos espectros, monstruos de la temida superficie, formas acorraladas en el caos en mágicos colores imprevistos, percepciones que vienen y que van más allá de los sentidos; ruinas yacentes de lo que no ha sido, fría respiración de las estatuas, escombros fulminados, la negación de las figuras, sustancia de lo abstracto, imagen del instinto, en lo encendido, lo apagado, en lo apagado, lo encendido... Para la abstrusa inexistencia son en el mismo signo, el animal, el árbol y la piedra, naturaleza virgen en el profundo centro del espíritu... Siempre es lo mismo el fondo que la altura, siempre es el mismo centro: en el fondo, en el centro y en la altura siempre estará la zarza ardiendo: la Eternidad no tiene matemáticas, la Harmonía camina por el centro... Bandera de pirata y abordaje del tálamo perpetuo: la cal humilde de la propia esencia el cráneo carcelero y el fémur trashumante, el tórax galeote y el húmedo flamígero... —Del peor cataclismo moldes de libertad al maniquí de la justicia— Ficción o hechicería, pétalos de recóndita mandrágora, en lo perdido, lo encontrado, en lo encontrado, lo perdido... Para el poema inverosímil escrito con un dedo sobre el polvo, risa de fuego, llanto de ceniza donde hay alguna fórmula abolida angelical o demoníaca, en lo extinguido, lo creado, en lo creado, lo extinguido. Limbo de sentimientos clausurados, la insólita llamada de las cosas en la marchita Rosa de los Vientos, el aleteo de la sombra, el nacimiento de la estrella, el eco de los gritos contenidos, el caer de las hojas en el otoño del sueño, el choque de las miradas en el espacio, el vuelo de la paloma del Arco-Iris, las cósmicas semillas invisibles al borde de los ruidos metafísicos. El abrir y cerrarse de los párpados, la esgrima de las ideas, los temblores velados de la luz, el viaje de las cartas que no llegaron a escribirse, las últimas señales de las despedidas, el entrechocar de las evocaciones, el rumor de las lágrimas, el nacer y el morir... Espiral penetrante en resorte de círculos concéntricos las promesas no dichas en los amores escondidos. Nidadas de fantasmas que atraviesan los pasadizos trémulos del ritmo, el triunfo de los deseos, en las sinuosas líneas de la suerte: ¡la inefable caída de los ídolos! Al girar de los sueños infinitos las torres abismales erguidas hacia adentro; los portavoces del silencio donde no hay horizontes, donde no hay dimensiones, donde la soledad es absoluta. A innumerables pozos asomado quien se encuentra a sí mismo, está perdido. Espacio acabado, tiempo vencido en los recuerdos olvidado y recordado en el olvido... .......................................................... ¡Que cada cual penetre en sus angustias, que cada cual a su dolor se incline, que cada cual exprima sus racimos! ¡Que cada cual tome su luz y sígame!...
PABLO PICASSO
Cae lepra de agua Sobre los racimos grises que recorren las arañas volátiles. Las falenas dilatan el aire con los ojos Plumas brotan del reverso de las flechas heridas La tortuga de vidrio del discóbolo Injertada en pestañas de hueso irremediable crece en la verde boca que pastorea el puñal Estrepitosamente tibio de ondular a los gorriones Se descubren impactos microscópicos Desapercibidos y cercanos idénticos a la voz De la cebra enfundada en la escala de los bolsillos Tras la rejilla de miel que picotea la caricia En el vertiginoso desamparo de un caimán en reposo Se alcanza a oír la costra del mapa desgarrado Todos los picos serán curvos hasta la palma de los ojos Que arranca los vaivenes del muslo evaporado Abierto como una daga Sobre los poros negros de la estrella Que suda en los cabellos fatigados del mármol Lívidos garfios de púrpura que fermentan en el índice Del mundo al sacudir los escombros de desesperación Tierna pastilla de carne que trasplantan los pájaros Se asoman en la nieve ventanas de animales.
de Profundo centro (1972)
CÉSAR MORO
Con mudable galope
de Cantos rodados (1968)
ELEGÍA DE JACK MIKE BLACKJACK EL VIRTUOSO DEL SAXO
A Paúl Muni
AVISO
Jack Mike Black... ¡Alerta! Hoy se reprisa Jack Mike Black
El gran conejo negro del forado penal, célebre concertista, difunto original, prófugo de presidio, valiente militar
ES UN FILM ESPECIAL De la UNIVERSAL PICTURES en Manhattan Apta para menores S o. ONE
Hoy 14 de enero de 1938. — (Fecha cambiable, legal)
El héroe del día y de la noche: JACK MIKE BLACK
¡Alerta! Hoy se reprisa JACK MIKE BLACK
En salto transoceánico y embarcado en un águila, después del Armisticio voló hacia Norte América ahorcando la casaca de importado recluta porque matar es bueno para el oriundo de África. Saber del Continente sólo por los abuelos: las danzas primitivas y los gritos salvajes; bajo el gong estridente de un cielo de palmeras la sombra que le había lamido todo el cuerpo. Allá en el mar de fuego cual calamar titánico se escondía en el jugo sombrío de su miedo o, corría con gritos de aparición carnívora, rematando montones de enemigos yacentes. Pero, por esas gracias que le premió el Ejército con menciones honrosas en los cuadros de mérito, el día que el Estado decretó su retiro lo encontró, como un muerto, con los brazos cruzados. Inhibido en la lucha de propia defensiva, —la conquista lejana, peligro de su raza— tan revolucionario, que daría cien vidas si hoy perecer pudiera como soldado etíope. Con soleadas levitas y ojeriza de frailes un cortejo de cuervos invitó a su sepelio y, del buzón del nicho que le selló la firma, se dirigió a la calle como una carta anónima. Con el paso de marcha, de formación, entierro o procesión en baile con terminal de charlestón se inició el recorrido de la reprisse flamante y, Black, el trotamundos, posó fuera de foco. Al conjuro violento de un pésimo tabaco, saxofón del silencio, resaltaba la pipa y, en el tablado cóncavo, zarandeaba el humo deshojado en el cielo como flor invisible. En el pecho abolsado de filiales tatuajes, el temblequeo tinto de lejanas caderas, en el punch melodioso de un abrazo perverso con risible cadencia de canguro elegante. Lo mismo que un fantasma de apunte policiaco filmó con el tecleo de huellas digitales una serie burlesca de treinta años seguidos que se pasó en la cinta de su propio velorio. Igual a tinta nueva de un extraño tintero tintineó la mirada que rotuló la noche y, en la cámara lenta con su largometraje, enfocó su velada forma de negativo. Tras una tubería de alquitranado zócalo perfiló la armonía de su gran dentadura con misterioso filo de castrante mordisco y rictus alcalino de urinario hilarante. En la calle cortada por fantástico luto gesticuló el piteco su gutural insomnio ventilando una arcada de café en pura esencia por el ocio arrastrado del frío transeúnte. Con el compás monótono de silueta mecánica talló los estertores de su agonía inmensa y en las lúbricas curvas de su cruel pantomima discreteaba la Histeria con requiebros macabros. Los pies hollaban una delicada acrobacia patinando ligeros en el aire tardío y un traspunte de júbilo saltaba de su asiento hasta la cuerda floja de su audaz equilibrio. Borbotear los pulmones en rito genuflexo y, en ronda de babosas, la comisura elástica; por la mucosa extraña de gris embocadura el caracol de níquel reptaba a la garganta. Era la flor del danzing como un loto de fuego y un moscardón siniestro sobre el palco de un pétalo silabeaba, en contornos de aquel fangoso ruido con bacanal de insectos, un idioma académico. Jadeante mete y saca de frases inconclusas serpenteaba en las patas de fauna noctámbula y una idea dormida que se vaciaba en gestos ahuecaba sus fijas ojeras de sonámbula. Flexible donosura del oscuro aleteo aireaba el abanico de la pieza de moda y el caracol sonoro, con una voz distante arrullaba el oleaje de las locas parejas. La lengua, igual a un péndulo, vertía en un embudo el temporal acento de una luna anacrónica de la nariz pendiente como una enorme argolla y, el cuello dislocado, se prolongaba en tubos.... Arrojarle una rumba igual que una pedrada al primer papanatas que asomó la cabeza y rasgar las solapas del smocking lustroso pateando en el estrado por gritarle: “¡canalla!”. Chata y viscosa frente de saltarina rana que vibraba en el charco del cabaret redondo ondulaba una acústica cintura de serpiente hasta el húmedo bosque de pantorrillas móviles. Levantó su protesta con sangre de suburbio al sentirse enrolado de la tropa burguesa y, después de diez años de un horrible uniforme, desertó como artista que ha aprendido un oficio. De la orgía virtuoso, siendo muy aplaudido con el bufo espejuelo de tres o cuatro pesos los ojos que brillaban de futura amenaza marcaron los acordes que lo hicieron famoso. La boca rastrillada de jeta cenicienta proferir el bailable de sensual asechanza por la miseria oscura que le infló los carrillos y las manos furiosas que el ring le reclamara. Los dedos tecleadores se crispaban sangrientos, la boca resoplante pedía camaradas y en la alcahuetería del racial comparendo proclamaba con rabia — “¡Qué bailen esos blancos!” El simio filarmónico de las horas absurdas al vaivén acueducto contorsionado en venias y una añoranza de árboles salpicados de fruta para que, en el salario, se lo cargue la trampa. En los humos espesos de su gran borrachera, desgranando la noche con el pico del saxo, —hermano de Stockboro— con risa de elefante, brotaba en pensamientos su cabeza reseca. A quien dijo de pronto su color diferente, ante el coreo unánime de la atrevida frase, dejó el knock-out perfecto de un breve puñetazo aquel gigante exótico de insular procedencia. El cabeceo rítmico recordó el zapateo y el enchufe metálico de un idilio grotesco fue hacia el curvo instrumento martillando los émbolos con la farmacopea del mortal entusiasmo. A puntapiés llevaránle su marasmo de hamaca el despotismo rubio de un comandante imbécil que, rayarse las mangas, la gorra y la conciencia manifestó la solfa del primer pentagrama. Una nostalgia esclava de la caña de azúcar merodeaba en los campos de una antigua cosecha y el orgullo pateado del trasero molido conjugaba las alzas y bajas del mercado. Entre las baratijas del comercio insinuante giraba el torbellino de desnudas espaldas y triunfaba el veneno tejido de propuestas en el telar sonoro de la crespa tarántula. Como sombra de un junco cimbrado por el viento se barajó la talla del pésame arquetipo y el metal galopante se detuvo en la boca como el riel ondulante de un túnel epiléptico. Al helado contacto de sus noches en vela saltar al foso abyecto de la alegre comparsa y mostrar el prestigio, reconocido en Francia, de sus dedos, calados igual que bayonetas. En la piel charolada que lustró la tiniebla con mecidas curiosas olisqueaba la danza y un resorte lascivo frustraba los intentos del ring que flagelaba con ortigas de carne. Dibujo resentido que se lanza al abismo; en el último trazo se encrespaba una mancha y la línea correcta del frío parroquiano evidenció el volumen en un cubo de whisky.... Para el atleta de ébano que se pulió en presidio no cabía otra suerte que la recia corriente brincando en aspavientos de una vida de perros en la eléctrica silla, mal electrocutado. Carbonizar de nuevo a aquel carbón humano que, al carbón, dibujara soldados y trincheras abrochando rencores en la telegrafía que divulgó su nombre de perseguido gángster. Tan desapercibido como brea en los muelles o muy bien escondido como gota en el agua, dio con él, la porfía de un detective náufrago y servidor gratuito de la Liga Antialcohólica. Para colmo de males, a remate de fiesta, como un coche a su acera, se arrimó el bar nocturno y giró su cabeza como una enorme rueda por el raudo camino de su alegría fúnebre. Al asqueado remilgo de la humana ventosa contuvo su atavismo de cadenas en venta y pujó con las manos abatidas de música por la desnuda abuela de pública subasta. Recortó su silueta con tijeras de asfalto, desembolsó en el saxo por la calle del sueño y, en el flujo y reflujo de la umbría marea acoderó en un poste su turbulenta náusea. Traspirando petróleo balanceó reverencias y, saludando al polisman tras birlarle una multa dejándolo plantado como si fuera un árbol, desvaneció su marcha, lo mismo que una sombra...... de Dibujos animados (1936)
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