Pedro Marques de Armas |
|
|||
Escribir/erosionar
o simplemente remover una sustancia blanca. Movimiento sin brecha entre la adoración del hueso y la mano: allí el sol es todavía altivo irrita la corteza de la letra espasmo de una risa que no es la del ángel sino la del enterrador. Hueso de tabique que, adelantado en su estío avanza hacia la banalidad de los elementos.
Subyacentes.
C. mostró lo irrepresentable de un Cristo de Ponce; la cabeza ‑sin duda, Zurbarán‑ engendra, si se la superpone, un vínculo que es la superstición (el nexo ‑causal‑ del que Wittgenstein habla en el Tractatus). Una emerge a la otra pero es ya ninguna: no cabeza, sino estrato, tegumento, túnica intermedia; no estrato sino hifa de alga (ocre-cianótico) como la carbónica-de-los-ahorcados. Y luego el Cristo que deviene mujer según progresa la técnica china del destazamiento ‑tajo de cuchilla o Leng Ch'é. Al resto se le ha suprimido; los pies, sobre polvorosa, penden y elongan una franja-blanca que hace aún más oclusiva su laringal. Consumida por la betunización (la cuerda, al elongarse, había quebrado una rama de abeto) alcanza su real. Al margen "encontramos otra, ya monda y reseca, un lazo amorataba el lado izquierdo del cuello..."
Leer a Büchner en aquellas condiciones era errar el tiro. Caminar, eso sí. Andar mucho y de cabeza. Caminar se podía todo el tiempo. Pero no establecer relaciones entre la tautología del paisaje ‑hilo de lábil demencia‑ y la materialidad de algunas frases. Como esta, por ejemplo: "El 20, Lenz pasó por la Sierra". En fin, que ninguna lengua es suficientemente viva. Y así como ciertos caminos están ahí para ordenar la locura, lo mejor es seguir de largo...
aunque disimulado por esa flor blanca (plumeria) que rendía su sombra aunque disimulado viste en la techumbre de la nave un hueco y, alrededor como dormida la misma gente (gente de 1844) abriendo la tierra con mandíbulas reciamente con el ángulo facial de Camper
y pensaste un hueco un hueco un hueco cuán profundo aunque disimulado
Valle de los Ingenios, mayo de 2000.
(Mandrágora)
En el borde interior de la frontera, que otros prefieren llamar callejón sin salida, —B. se mató.
Claro que todas las fronteras son mentales, y en el caso de B. mejor sería hablar de dos.
De modo que B. se mató entre el borde interior y la cresta de un pensamiento que ya no se le desviaba.
Para catapultarse, tomó aquellas raicillas de un alcaloide que había clasificado, y, echándose sobre el camastro de trozos fusiformes, al fin encontró lo que buscaba: calle de una sola dirección en la que todos los números están borrados, y los blancos pedúnculos mentales se desvanecen en una materia de sueño.
La nueva estirpe...
a J.Y
Ya viste los monos en la barcaza así el delirium de percepción animales brotan de las celdillas del cerebro, en ininterrumpida población y viste alguna roca peduncular con la vara de cedro ruso que golpea la puerta : mono, rata, lo mismo hombre oscuros tejemanejes del anti‑Dios.
CRIMEA
esa gente que como buscando apoyo walker (evans) captó no existe es pie forzado paso de la realidad al ojo del trípode a la peana de barbería
AKADEMIE
Bajo doce lamparones
(wagnerianos) Ror Wolf dice ganga ganga y yo me voy quedando dormido en la sola insoluta lengua alemana
Al salir olvido el paraguas barato
Pedro Marqués de Armas (La Habana, 1965). Ha publicado en poesía: Fondo de ojo (Ed. Extramuros, 1988); Los altos manicomios (Casa Editora Abril, 1993) y Cabezas (Ed. Unión, 2002). En ensayo: Fascículos sobre Lezama (Colección Pinos Nuevos, Letras Cubanas, 1994). Formó parte del proyecto y del equipo de redacción de la revista Diáspora(s). Actualmente reside en Italia. |