Xavier Abril

La poesía de Rafael Méndez Dorich



 

 

El impresionismo que no se resolvió en pintura, ni en música, entre nosotros, ha dado, en cambio, un poeta, un lírico cuyo tono se confunde con la pintura, con la inquietud idealista de lograr, estéticamente, el color desconocido en el poema. Pero, al lado de esta búsqueda de lo cromático, de filiación simbolista, hay otro fenómeno aún más interesante a mi modo de ver. El poeta persigue no ya el color de la realidad, sino el color del sueño en su terrible y angustiosa fase de artista ciego, es decir, de intencionado vidente de la irrealidad que es lo que corresponde a la dimensión estética, inventiva, del arte frente a lo consabido, a lo obvio y evidente. Esta etapa de su vida y de su obra me parece la más intensa y, por lo mismo, la más sobria y ajustada. Se diría que el hombre ha visto dentro de sí mismo una imagen a la que no ha alcanzado la realidad, la vida cotidiana. Este momento de la lírica de Rafael Méndez Dorich está signado, creo, por la benéfica influencia de Pierre Reverdy, el intenso y estremecido autor de La lucarne ovale, donde me parece encontrar el antecedente y la manera de nuestro poeta. Puede deberse también a una coincidencia que no descarto.

 

               Je ne peux plus regarder ton visage

               Oú te caches-tu

               La maison s’est evanouie parmi les nuages

               Et tu as quitté la petit fenétre

               Ou tu na’apparaissais

               Reviens que vais-je devenir

               Tu me laisses seul et j’ai peur.

                       

(En Dans le monde étranger)

 

No descarto decir lo mismo de otros momentos de su producción poética, en los que las influencias fueron disímiles, predominando a la postre la tónica suprarrealista. El poeta también pagó tributo al vanguardismo. Prueba de ellos la ofrece en Dibujos animados 1936. El dadaísmo y el ultraísmo han dejado su huella en dicha obra. Pero aún reconociendo este extremo, habrá que estudiarlo, aclararlo, precisando sus verdaderos términos. Resuelta evidente el hecho de que Méndez Dorich sufrió, en un principio, el impacto del influjo de Vallejo, pero también no lo es menos la contraparte advertible en el sentido de que la última obra de éste trasunta algún eco de la de aquél, ya sea por contagio directo o por coincidencia asombrosamente fortuita. En el primer caso deberé dejar aquí estampadas las siguientes concomitancias. A saber: “¿Hasta cuándo ha de sernos útil lo que necesitamos?”; “¡que bien me has abandonado en esta tarde!”; “y vibro en una hilacha de horizonte”; “Cuando cantaba en mi Domingo de Ramos”; “La cósmica aversión a lo simétrico”; “Y siento que es la sangre en mis arterias / extraviado kerosene”; “Bravío y alveolado fulgor de las estrellas”; “Octubre de Suramérica con abrazo de arácnido”; “La muerte viene más ligera, más pálida, pero más alegre”; “Se quisiera embotellar todos los manantiales1. Si la huella del poeta de Los Heraldos negros y de Trilce descúbrese en los versos transcriptos como algo evidente de la hechura vallejiana, no lo es menos, a su vez, la sorpresa que deparará el hecho incontrovertible de que la obra de Méndez Dorich haya incidido en la obra culminante de Vallejo: Poemas humanos y España, aparta de mí este cáliz. “Señalaré el adverbio antiguamente” y “Esa tarde neumática2. Encuentro que es una coincidencia notable la que he advertido en la Quinta Parte de Dibujos animados, la cual se titula: “Sangre en Pie”, si se tiene en cuenta que Vallejo escribió en 1937 como sigue: “sangre a (caballo) pie, mural, sin diámetro3. La similitud no queda reducida a estos ejemplos, sino a alguno otro más, donde se dice: “Marx y Lenin, Social astronomía / práctica, teórica4. En Vallejo hay algo parecido en los dos casos: “Suelo teórico y práctico5 de una parte, e “injerta en la de Marx6, de un poema escrito hacia 1937, de otra. No deja de ser curioso, por último, de que en uno de los poemas de Méndez Dorich haya encontrado la palabra “bolchevique” que Vallejo también emplea: “o subiendo del pecho, bolchevique7. Esta composición está fechada “Ver 1931”, pero apareció en 1939. No deberá llamar la atención de que la crítica forastera (Checoslovaca, Sudeten) enquistada en el periodismo de nuestra patria, haya omitido, por vocación torcida y tartamuda, este reconocimiento.

 

Celebro aquí, como se merece, el poema titulado Esquema del perfume, extraordinariamente puro y que, sin vacilación alguna, se me presenta como uno de los más acabados de la lírica peruana de todos los tiempos. No postergaré su trascripción, parcial, en beneficio del placer auditivo y del gusto de los lectores más exigente:

 

Tengo treinta años dedicados

al estudio de una ciencia extraña y maravillosa:

la geometría del perfume.

.................................................................

Y, en cualquier forma,

es inusitado y espontáneo siempre   

porque todavía no se conoce

la seguridad que representan

los acontecimientos futuros;

porque el perfume es el heraldo del tiempo

y la amenaza de los desconocido;

pues, quien educa el olfato

se adelanta a la muerte

y hay una idea de la vida

en cada idea que despierta el perfume...

 

            Podría añadir estrofas de otros poemas de Méndez Dorich que considero imprescindibles y antológicos en sí mismos, pero me limitaré, en esta ocasión, a mencionar únicamente los títulos de los mismos con la intención de dilatar su percepción disfrutativa: Apunte al color desconocido, Sitio a sitio, El telegrafista muerto, Poema en la estación de los aparecidos, Chispa de armonía, Sobre el pecado de origen y Pablo Picasso.

 

            La lírica de Méndez Dorich revela en su conjunto —incluso en algunos de sus desbordes— una limpieza de ánimo y de intención cristalinas. Su culto del misterio y de lo oscuro no son desmentidos por el diamante, íntimo, de la luz incógnita, secreta. En el fuero interior del artista nada tiene que ver la realidad ambiente, la circunstancia externa. La vitalidad creadora del poeta es más fuerte, siempre, que la del medio en la que confían los fotógrafos, los periodistas, los Zola de nuevo cuño. La poesía es fluido, no eco. Sí, me olvidaba, existe una versificación festiva que no es sino comentario, anécdota, costumbrismo: verdadero consuelo de los que mitigan sus desengaños y satisfacen sus cuitas con la disculpa de un género vagamente “nacional”.

 

            En Méndez Dorich, el hombre y el artista se dan la mano; no discrepan tampoco el político y el esteta como a menudo ocurre en el panorama de nuestras letras, tan propicio a las conversiones negativas. Pocos artistas como él tiene el Perú que hayan seguido el peligroso camino de la decantación de la pureza sin desmayos, además de haber transitado por el camino propio y obstinado del conocimiento sin vértigo y sin la pedantería característica de los iniciados en la alta cultura. Méndez Dorich ha respondido al llamado del nuevo humanismo socialista de nuestra época y se ha puesto a trabajar como un humilde obrero del pensamiento. Su inquietud de poeta y de prosador, de lírico e ideólogo, se nutre de un mismo mundo, de una misma idea, de una misma esperanza. Una y otra descansan sobre el angustiado escenario de la humanidad, donde el laurel no es nunca cohibido por la presencia dignificante de la hoz y el martillo: claros símbolos de la sonrisa matinal de un mundo nuevo.

 

 

NOTAS

 

1. Citas de los poemas: Ananké; El Cristo del paisaje; Azul; Lunes flácido; Defensa de la iglesia en forma de pera; Morir de morir; Escorpio; Cuarto creciente y Splach-Gasgachau, en: Dibujos animados (Lima, 1936).

 

2. Citas de los poemas: Morpheo y El mar amarillo de los muertos, en: Dibujos animados (Lima, 1936).

 

3. Cita del poema: II, en: España, aparta de mí este cáliz.

 

4. Cita del poema: Escorpio, Op. Cit.

 

5. Cita del poema: Telúrica y magnética, en: Poemas humanos.

 

6. Poemas humanos.

 

7. Poemas humanos.


Xavier Abril (Lima, 1905Montevideo, 1990). Publicó en poesía: Hollywood: relatos contemporáneos (Madrid, 1931), Difícil trabajo (Madrid, 1935), Descubrimiento del alba (Lima, 1937) y Declaración de nuestros días (Montevideo, 1983). En crítica: Vallejo (Buenos Aires, 1958), Dos estudios. Vallejo y Mallarmé, la estética de Trilce y Una jugada de dados jamás abolirá el azar; Vigencia de Vallejo (Buenos Aires, 1960), César Vallejo o la teoría poética (Madrid, 1962 y 1963), Eguren, el obscuro: el simbolismo en América (Córdoba, 1970) y Exégesis trílcica (Lima, 1980). Como traductor publicó Antología de Mallarmé: verso y prosa (Montevideo, 1961). Póstumamente fueron publicados: Poesía inédita: 1921-1976 (Montevideo, 1994), La Rosa escrita (Lima, 1996) y Poesía soñada (Lima, 2006).


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