71 EVOLUCIÓN Y ÉTICA

 

Además de la ética propuesta desde la religión, o desde la filosofía, existe la tendencia a buscar normas de conducta que sean derivadas de las leyes naturales que gobiernan al mundo. De esa manera, se busca una forma de gobierno superior, exterior al hombre, que evitará los conflictos asociados a la imposición de normas que surgen de algún sector de la sociedad. Es mejor aceptado el gobierno de las leyes naturales que el gobierno de hombres sobre hombres.

 

   En nuestra época, debido al significativo avance de las ciencias naturales, es esencial seguir de cerca los planteamientos hechos por los biólogos, para quienes la ética tiene una significación biológica. Al menos una ética de validez universal deberá surgir del conocimiento de nuestra propia naturaleza humana. Si la sociología pretende constituirse en una ciencia experimental, deberá fundamentarse en otras ramas de la ciencia, tal como la biología. En cuanto a los principios de la ética, provienen de tres fuentes principales:

 

a)      Introspección

b)      Autoridad

c)      Convencionalismos

 

El biólogo George G. Simpson escribió:

 

“La introspección puede llevar a resultados tan profundamente emotivos dentro de un marco afectivo, que se consideren sancionados y apoyados por alguna fuente inmaterial exterior, es decir, se les atribuyen origen e inspiración divinas: se convierten entonces en revelación”.

 

“Estas revelaciones introspectivas de algunos individuos favorecidos pueden, con el tiempo, ser aceptadas como válidas por muchos otros, como también pueden serlo las introspecciones de los filósofos, que no pretenden haber recibido revelaciones”.

 

“Los principios éticos están apoyados entonces por una autoridad, la autoridad del filósofo o la del presunto Inspirador. La aceptación a través de intermediarios de la revelación o de la introspección filosófica es, por lo general, tan intuitiva como lo fueron las introspecciones originales. La aceptación de un sistema ético dependía generalmente de la medida en que satisfacía los deseos de un individuo que cree firmemente en lo que quiere creer y de una convalidación pragmática por parte de la sociedad” (De “El sentido de la evolución” – EUDEBA).

 

   La búsqueda de una ética compatible con la teoría de la evolución por selección natural, fue una tarea emprendida por los científicos y filósofos del siglo XIX. Al interpretarse el proceso de la selección natural como una “lucha por la supervivencia”, con el triunfo de los “aptos sobre los débiles”, aparece el darwinismo social como una justificación de los abusos propios de esa época. Surge así la “teoría gladiatoria de la existencia”, según la expresión del biólogo Thomas H. Huxley. Hacía referencia a los gladiadores romanos, así denominados porque utilizaban el gladius, o pequeña espada para combates cuerpo a cuerpo. George G. Simpson escribió:

 

“Llegaron a la conclusión de que el principio ético de la evolución debía basarse, ante todo, en el concepto de cada uno para sí mismo, extendido a cada tribu, cada nación, cada clase, y así sucesivamente cada uno para sí mismo en la «lucha por la vida». Esta ética propia de «la ley de la selva» se adaptaba al principio del laissez faire a capitalistas de la época victoriana, y también, con modificaciones bastante superficiales, a la ideología opuesta del socialismo marxista”.

 

   De esta interpretación del proceso de la selección natural, aceptada como válida, surgen las éticas favorables, como la de Nietzsche, y en oposición a ella, la ética de Marx. Son estos autores, precisamente, los ideólogos de peor influencia durante el siglo XX. Nietzsche escribió: “La misericordia estorba el cumplimiento de una ley de la evolución, como es la de la selección. Ampara lo que está maduro para desaparecer, interviene a favor de los desheredados y de los sentenciados de la vida” (De “El Anticristo”). Mientras que Marx escribe: “La historia de todas las sociedades que han existido hasta nuestros días es la historia de la lucha de clases” (De “El Manifiesto comunista”, con F. Engels). Al existir, supuestamente, esta lucha de clases, Marx trata de “transformar la naturaleza” diseñando una sociedad sin clases, tal el socialismo.

 

   En esto observamos dos errores. En primer lugar, el proceso de la evolución no implica necesariamente una lucha, y menos aún entre individuos de una misma especie. Supongamos la existencia de dos variedades de cierta especie animal; en donde una de ellas presenta ventajas adaptativas respecto al medio ambiente. Luego, con el tiempo, la variedad mejor adaptada, a través de la herencia y la descendencia, tiende a reemplazar a la menos apta, sin que haya lucha de por medio.

 

   En segundo lugar, la evolución, por medio de la selección natural, es el proceso por el cual van surgiendo las distintas variedades, pero es una ley de la biología y no una ley para ser aplicada en forma directa al hombre, como una ética natural. Toda ética propuesta ha de ser compatible, o ha de contemplar la existencia de las leyes de la biología, pero éstas no han de utilizarse directamente como leyes éticas. Ya se han visto las graves consecuencias que esto produjo. Podemos hacer un resumen de las ideas dominantes en el siglo XIX:

 

1)      Evolución biológica por selección natural (mal interpretada)

2)      Éticas favorables a esa interpretación (darwinismo social, Nietzsche, etc.)

3)      Éticas desfavorables (cristianismo, Marx, etc.)

 

A partir de los errores mencionados, podemos intentar establecer la secuencia básica que debería respetar toda propuesta para una ética natural:

 

1)      Existe un proceso de adaptación cultural del hombre al orden natural

2)      Existen leyes psicológicas que rigen los comportamientos individuales

3)      A partir de cómo el hombre “es”, se ha de optimizar ese comportamiento para llegar a lo que el hombre “debe ser”.

 

En cuanto a la solución propuesta, tenemos:

 

1)      Ley psicológica básica: actitud característica

2)      Actitudes posibles: amor, odio, egoísmo, negligencia

3)      Optimización: elección de una de ellas (el amor, como sugerencia)

 

   En cuanto a las “falacias” en que incurren algunas propuestas éticas, mencionaremos primeramente la propuesta por David Hume, quien escribió:

 

“En todo sistema moral con el que me he encontrado hasta ahora, he observado siempre que, al principio, el autor sigue la línea de razonamiento ordinario y establece la existencia de un Dios, o realiza observaciones concernientes a los asuntos humanos; de repente y por sorpresa, en vez de las conjunciones usuales de proposiciones, es y no es, encuentro que toda proposición está conectada con un debe o un no debe. Este cambio es imperceptible, pero, sin embargo, conlleva profundas consecuencias. Pues dado que este debe, o no debe, expresa alguna nueva relación o afirmación, requeriría ser señalado y explicado; y, a la vez, que se diera una razón, dado que parece totalmente inconcebible deducir esta nueva relación desde las anteriores, que son de una naturaleza completamente diferente” (Del “Tratado de la Naturaleza Humana”- Ed. Orbis SA).

 

   En la solución propuesta partimos de la existencia (“es”) de las cuatro actitudes básicas del hombre. En lugar del “debe ser”, optamos simplemente por “elegir” una de ellas, optimizando nuestro comportamiento. En lugar de un “mandamiento” tenemos ahora una sugerencia ética.

 

   Otra es la “falacia naturalista”, respecto de la cual George E. Moore escribe: “Puede ser que todas las cosas que son buenas también posean algún otro atributo, al igual que es verdad que todas las cosas que son amarillas producen una cierta clase de vibración en la luz. Y es un hecho que la ética persigue el descubrimiento de todas esas propiedades pertenecientes a las cosas que son buenas. Pero demasiados filósofos han pensado que cuando nombraban esas otras propiedades estaban realmente definiendo lo bueno; que esas propiedades, de hecho, no eran simplemente «otras», sino absoluta y enteramente las mismas que la bondad” (Citado en “Tomándose a Darwin en serio” de Michael RuseEd. Salvat SA)

 

   Cuando se dice que la ética describe lo bueno y lo malo, y las causas que los producen, en realidad se está definiendo atributos (bueno, malo) en lugar de definir aquello que posee tales atributos. De ahí que convendría dejar de lado, inicialmente, tales cualidades, para evitar confusiones. Vemos que, con el uso de la actitud característica, podemos establecer una ética natural sin utilizar los conceptos «bueno» y «malo». Sólo en última instancia los podemos utilizar para clasificar los efectos del amor (lo bueno, lo deseable), y del egoísmo, el odio y la negligencia (lo malo, lo indeseable).

 

   De esta forma podemos interpretar adecuadamente al conflicto bíblico simbolizado como “la lucha entre el Bien y el Mal”, la lucha entre Cristo y los ideólogos rivales, que aparece en el Apocalipsis. Es evidente que tal lucha es, en realidad, una lucha ideológica. Depende de todos, y de cada uno de nosotros, que el final feliz que nos propone la profecía bíblica llegue a convertirse en una tangible realidad.

 

 

 

72 ÉTICA PARA TODOS

 

La función de la ética ha de ser, principalmente, orientar al ser humano en su camino por la vida, antes que disponer de un medio para juzgar las conductas individuales y colectivas. De ahí que todo conocimiento al respecto debe ser de alcance masivo, accesible a todos los hombres. Esto contrasta notablemente con la ética de tipo filosófico, accesible tan sólo a los ámbitos académicos, que no llegan a conclusiones definitivas ni siquiera vislumbrando un aceptable sentido práctico. El médico y Premio Nobel Alexis Carrel escribió:

 

“Quizá la pereza natural al hombre le hace escoger la simplicidad de lo abstracto sobre la complejidad de lo concreto. Es menos arduo salmodiar fórmulas o dejarnos llevar por la somnolencia respecto a los principios que averiguar laboriosamente cómo están hechas las cosas y con arreglo a qué principios es preciso manejarlas. Observar no es tan fácil como razonar. Como se sabe, pocas observaciones y muchos razonamientos conducen al error; muchas observaciones y pocos razonamientos, a la verdad”.

 

“Pero hay además mayor número de espíritus capaces de formular silogismos que de captar exactamente lo concreto. Por eso, la humanidad se ha complacido siempre en manejar las abstracciones, aun cuando esas abstracciones le den una visión incompleta y a veces totalmente falsa de la realidad. Una cosa lógicamente verdadera puede ser falsa en la realidad” (De “La conducta en la vida” – Ed. Guillermo Kraft Ltda.)

 

   El pensamiento establecido con “ambos pies firmemente apoyados en el aire” conduce a callejones sin salida que están lejos de llegar a una solución inmediata, mientras que el educador, o el padre de familia, deben disponer de respuestas concretas ante las circunstancias que diariamente se le presentan. La filosofía actual sigue igual, o peor, que hace algunos siglos atrás, ya que las soluciones éticas concretas no aparecen, incluso muchos han optado por suponer inexistente tal tipo de solución aduciendo que la propia realidad no ofrece una ética objetiva y natural a la que debemos intentar descubrir.

 

   Si no existe una ética objetiva, no es posible orientar al individuo hacia un sentido objetivo de la vida, siendo el vacío existencial una consecuencia inmediata. De ahí que uno de los mayores problemas que existen en la actualidad es la aceptación generalizada del relativismo moral. Al respecto,  J.L. Mackie escribe: “Una forma de sostener la tesis de que no hay valores objetivos consiste en decir que las proposiciones valorativas no son ni verdaderas ni falsas” (De “Ética” – Gedisa Ed.)

 

   Para contradecir esta postura, podemos mencionar algunas proposiciones éticas asignándoles un valor de verdad, es decir, serán V (verdadero) o F (falso). Este carácter de V o F deberá ser independiente del lugar y de la época, de lo contrario no podríamos decir que son V o F.

 

1)      La actitud de la burla produce malos (o no deseables) efectos (V)

2)      La actitud de la envidia produce malos efectos (V)

3)      La actitud del amor produce buenos efectos (V)

4)      El egoísmo produce malos efectos (V)

5)      La negligencia produce malos efectos (V)

 

Estas expresiones derivan de una propuesta ética objetiva, de validez para todos los seres humanos, de cualquier lugar y de cualquier época.

 

   Las actitudes básicas mencionadas, y sus efectos, no son convencionales, sino naturales o biológicos. De no ser así, alguien podría construir una ética opuesta en la que habría de asignar un valor F (falso) a las expresiones indicadas como V (verdadero). Seguramente, la “contra ética natural” así establecida no dará buenos resultados, pero, con seguridad podemos decir que tales resultados serán totalmente distintos a los de la ética natural propuesta.

 

   Para elegir una u otra posibilidad, no debemos recurrir demasiado a la razón, sino a la experiencia y a la observación. Quienes pensamos en la existencia de una objetividad de la ética, diremos que una ética producirá mejores resultados que su opuesta, pero el relativista moral dirá que no podemos responder a esta cuestión, ya que la validez de esas éticas dependerá del lugar de aplicación y de la época.

 

   Cuando un niño pequeño sufre algún tipo de abuso sexual, además del posible daño físico, tendrá seguramente un daño psicológico, por cuanto los efectos de las acciones humanas están más allá de los convencionalismos y de las costumbres. Aún cuando la conducta del agresor pueda formar parte de cierta “cultura”, aceptada por la población, los efectos negativos ocurren y son independientes de la aceptación, o no, de tales “cambios culturales”. En este caso hay un mal objetivo que ocurrirá en cualquier lugar y en cualquier época, porque es algo inherente a las leyes psicológicas individuales antes que a las costumbres y convencionalismos adoptados.

 

   Si no hubiese una ética objetiva, todos tendríamos el derecho a aceptar cualquier ética propuesta, sin que protesten los demás. Incluso cada uno podría crear su propia ética, que es algo que ocurre en épocas de crisis. Alguno podrá elegir la “ética nazi” y nadie debería protestar por cuanto matar judíos es “bueno” dentro de tal ética. Por el contrario, para quien existe el objetivismo moral, la ética nazi es opuesta a la ética natural y ha de producir malos efectos, o efectos indeseables.

 

   Mientras que los niños saben bastante bien lo que es bueno y lo que no lo es, incluso hasta los anímales domésticos lo saben cuando miran el rostro de sus amos, las mentes intelectualizadas a veces sostienen que no existe el Bien y el Mal más allá de los convencionalismos humanos. Podemos hacer un esquema respecto de las distintas éticas posibles:

 

 

Actitud

Tendencia

Características

Sugerencia

Ética Representativa

Egoísmo

Competitiva (desde arriba)

Rebaja al de abajo

“Que los débiles y los fracasados perezcan”

Amos y esclavos (Nietzsche, nazismo)

Amor

Igualitaria

Asciende al de abajo

“Amarás al prójimo como a ti mismo”

Natural (Cristo)

Odio

Competitiva (desde abajo)

Rebaja al de arriba

“De cada uno según su capa-cidad, a cada uno según su necesidad”

Hipócrita (Marx)

Escepticismo

Cualquiera de las anteriores

Cualquiera de las anteriores

Todo vale

Relativismo moral

 

 

   La ética de Nietzsche, si así la podemos denominar, ha sido reconocida como la ética del nazismo. Junto a la severa crítica que hace al cristianismo, parte de la cual puede ser aceptable, propone una ética de amos y esclavos que surge claramente de sus escritos. Así, Georg Lukács escribe: “Rosenberg declara que el nacionalsocialismo sólo reconoce como sus verdaderos antecesores a Richard Wagner, Nietzsche, Lagarde y Chamberlain” (De “El asalto a la razón” – Fondo de Cultura Económica).

 

   Bryan Magee escribe: “Mussolini, el fundador del fascismo, leía con avidez las obras de Nietzsche”. “La propaganda nazi, a su vez, se sirvió de varios conceptos de Nietzsche, como el de superhombre o el de «voluntad de poder». Por todo ello, se le ha considerado como el principal ideólogo de los fascismos, tanto por los propios fascistas como por sus adversarios…” (De “Historia de la Filosofía” – Ed. La Isla).

 

   Previendo la posible influencia de sus escritos sobre las futuras y aristocráticas “bestias rubias”, nos hace recordar a Nerón cuando tocaba la lira mientras ardía Roma. Nietzsche escribe: “…quienes acaso vengan de una siniestra ronda de asesinatos, incendios, violaciones y torturas, con bravatas e indiferencia moral, como si vinieran simplemente de hacer una travesura de estudiante, perfectamente convencidos de que los poetas tiene ahora un gran tema para cantar y celebrar”. Al respecto comenta Anthony Kenny: “Parece considerar esto un pecadillo, un desahogo necesario para sus elevados espíritus en ebullición. Sería antifilosófico ver la locura final de Nietzsche como una razón para descartar su filosofía, pero, por otro lado, no es fácil sentir demasiada piedad por alguien que consideraba la piedad como la más despreciable de todas las emociones” (De “Breve Historia de la Filosofía Occidental” – Ed. Paidós SA)

 

   Claude Tresmontant escribe: “Las juventudes hitlerianas se formaron precisamente dentro del ámbito intelectual que representa un texto como La genealogía de la moral”. “El pensamiento de Nietzsche dio así su fruto, cuyos resultados hemos podido apreciar todos perfectamente. Naturalmente, los resultados del nacionalsocialismo se pueden atribuir además a la intervención de otras causalidades. No obstante, el verdadero espíritu del nazismo, lo que dio forma al pensamiento de los grandes maestros del Tercer Reich, fue exactamente lo que Nietzsche formuló en sus escritos” (De “Ciencias del Universo y problemas metafísicos” – Ed. Herder SA).

 

   En el caso de Marx aparece un doble mensaje. Por una parte impulsa la violencia, ya que culpa a un sector de la sociedad por todos los males que acontecen, y por otra parte sugiere una “ética pacifista” para cuando los comunistas hayan tomado el poder. Sugiere expropiar los medios de producción, creando una total concentración de poder en el Estado y luego sugiere que el Estado debe desaparecer. Lo contradictorio e irracional no admite críticas racionales.

 

   La ética marxista (para después de la toma del poder) puede sonar a “Ama al prójimo el doble que a ti mismo” (de manera que puedas trabajar el doble de lo que te corresponde, sin protestar y con agrado, para compensar así el trabajo deficitario del negligente; todo esto con el mismo sueldo). Winston Churchill escribió: “El socialismo es la filosofía del fracaso, el credo a la ignorancia y la prédica de la envidia. Su virtud inherente es la distribución igualitaria de la miseria”.

 

   La ética debe apuntar a conceder una importancia igualitaria a cada uno de nuestros semejantes. Considerarlos superiores o inferiores, conduce a catástrofes sociales tales como las producidas por el nazismo y el comunismo. La ética para todos, la de lo cotidiano y lo evidente, debe imponerse sobre las éticas perversas que todavía son mantenidas en vigencia por los círculos intelectuales. Nótese que tanto el marxismo, como el nietzscheanismo y el relativismo moral, son propuestas “éticas” surgidas y mantenidas desde ámbitos filosóficos, los que, en general, no aceptan críticas al respecto ni reconocen su influencia negativa. Tan sólo se defienden descalificando a quienes pretenden salvar la filosofía aduciendo que “no entienden ni conocen los profundos planteos de Nietzsche y de Marx”. Como se dijo antes, lo irracional no admite críticas racionales, tampoco la negación de la realidad favorece llegar a un mínimo entendimiento.

 

 

 

73 LEY DE COMPLEJIDAD - CONCIENCIA

 

La ley de complejidad-conciencia, propuesta por Pierre Teilhard de Chardin, es un intento de abarcar, mediante un mismo principio, tanto a la teoría cosmológica de la gran explosión (big-bang), que da origen a la materia, como a la evolución biológica y a la evolución cultural. Decimos que comprendemos un aspecto de la realidad cuando podemos encontrarle un sentido más o menos definido; de ahí que podemos atribuirle un sentido aparente al universo a través de este principio tan general.

 

   A medida que la materia se va enfriando, luego del momento inicial del universo y posterior expansión, se establece un progresivo aumento de la complejidad, que va desde las partículas fundamentales hasta los núcleos, átomos y moléculas. Si bien no existe una definición exacta de lo que es la complejidad, al menos aceptada con generalidad, podemos asociarla al grado de información necesario para describir algún ente natural, o artificial. La información está descripta cuantitativamente en la teoría de la información.

 

   A partir de las moléculas de mayor tamaño y complejidad, aparece la vida y comienza a actuar la selección natural. A medida que crece la complejidad va apareciendo cierto grado de autoconciencia. La última etapa de este proceso nos lleva hacia la vida inteligente, el último peldaño de la complejidad y de la conciencia que tenemos de nosotros mismos. (Consciente: que siente, piensa, quiere y obra con conocimiento de lo que hace).

 

   Respecto de este principio, Teilhard de Chardin escribe:

 

“Abandonada a sí misma largo tiempo, bajo el juego prolongado de las probabilidades, la materia manifiesta la propiedad de ordenarse en agrupamientos cada vez más complejos y, al mismo tiempo,, cada vez más impregnados de conciencia; este doble movimiento conjugado de enrollamiento cósmico y de interiorización (o centración) psíquica prosigue, acelerándose y avanzando todo lo lejos que es posible, una vez iniciado”.

 

“Esta deriva de complejidad-conciencia (que desemboca en la formación de corpúsculos cada vez más complicados) es fácilmente reconocible desde lo atómico y se afirma en lo molecular. Pero es, evidentemente, en lo viviente donde se descubre con toda su claridad, y toda su aditividad; al mismo tiempo que se transpone en una forma cómoda y simplificada: la deriva de cerebración”.   

 

“En la perfección y la cefalización crecientes de los sistemas nerviosos, tenemos, auténticamente, según parece, un parámetro concreto y preciso que permite seguir, a través de la jungla de las formas vivientes, la variación absoluta y útil de la corpuscularidad cósmica” (Citado en “Introducción al pensamiento de Teilhard de Chardin” de Claude TresmontantTaurus Ediciones SA).

 

   La tendencia hacia el logro de mayores niveles de complejidad-conciencia es una hipótesis que se basa en los siguientes fenómenos naturales, y en las respectivas teorías que los describen:

 

1)      Expansión universal de las galaxias (teoría de Friedmann-Lemaître-Robertson-Walker)

2)      Física de partículas (teoría cuántica de campos)

3)      Evolución por selección natural (teoría de Darwin-Wallace)

4)      Evolución cultural (asociada a la vida inteligente)

 

Podemos decir que la propuesta de Teilhard de Chardin es legítima por cuanto tiene una base científica cierta. Sin embargo, en la gestación de toda ley debe cumplirse la siguiente secuencia:

 

a)      Hipótesis, o conjetura, de tipo cualitativo

b)      Hipótesis, o conjetura, de tipo cuantitativo

c)      Confirmación experimental (o no rechazo a partir de algún fenómeno crucial)

 

Cuando la Reina de Inglaterra le pregunta a Michael Faraday para qué servía la, entonces, naciente ciencia de la electricidad, éste le contesta: “para lo que sirve un recién nacido”. Podemos decir que la propuesta considerada está en las primeras etapas de su gestación y que se le debe dar tiempo para poder consolidarse.

 

   Se denomina “teleología” a la tendencia a buscar principios generales, asociados a cierta finalidad, intentando fundamentar varios fenómenos naturales. El principio en cuestión sería uno de ellos. Sin embargo, no podrá constituirse en un principio científico y causal a menos que alguna vez adopte una forma cuantitativa (o matemática) e incorpore al proceso evolutivo completo, que va desde las partículas fundamentales hasta el propio cerebro humano.

 

   Lo que resulta inaceptable es la dura oposición que surge de algunos autores contra la legítima posibilidad de establecer una interpretación del proceso evolutivo partiendo de bases científicas. Aún cuando sólo sea un principio filosófico, tiene una enorme importancia por cuanto el conocimiento científico no sólo implica brindar apoyo a futuras aplicaciones tecnológicas, ya que su mayor importancia radica en el aporte brindado a la cultura de la humanidad. Además, con un principio general se le da sentido al proceso de la aparición del universo, lo cual resulta siempre bastante ventajoso para su comprensión.

 

   Esto lo vemos en el caso de la física, ya que la utilidad de la misma no radica sólo en brindar fundamentos a la tecnología, sino para aumentar el nivel cultural de la población. Por algo surgen las interpretaciones físicas y filosóficas de las distintas teorías y no es raro leer acerca de la nueva imagen que tenemos de la realidad a partir de la verificación de tal o cual teoría.

 

   Uno de los detractores de Teilhard de Chardin, fue el Premio Nobel Peter Medawar. Rechazaba todo escrito oscuro e inaccesible, sosteniendo que “El que escribe en forma oscura…., o no sabe de lo que habla, o intenta una canallada”. Su criterio para escribir era el siguiente: “Brevedad, contundencia y claridad son las principales virtudes, y la más grande de ellas es la claridad”, algo que no estaba presente en los escritos de Teilhard.

 

   Es importante para el hombre poder vislumbrar la existencia de un sentido objetivo del universo, tal como lo sostienen Teilhard de Chardin, Hubert Reeves, Christian de Duve y otros autores. La ausencia de sentido permite la introducción de “sentidos subjetivos” o del “sinsentido”, lo cual puede desviarnos de la voluntad aparente del orden natural, en caso de que en realidad exista. De la ausencia de un sentido objetivo del universo puede inferirse la ausencia de un sentido objetivo de la vida del hombre, lo que lleva además a la ausencia de una ética objetiva y a su reemplazo por el relativismo moral y por las distintas éticas subjetivas propuestas.

 

   La ley de complejidad-conciencia es como una flecha que nos impone el universo para orientarnos en cuanto a cómo debemos adaptarnos a sus leyes. Es como una señal asociada a un camino que nos indica cuál es la mano y cuál la contramano. Podemos elegir tanto uno como el otro sentido, con la seguridad de que los resultados serán completamente distintos. La existencia de un sentido objetivo del universo, no garantiza el éxito final de la humanidad en cuanto a sus intentos de adaptación y supervivencia.

 

   Por todo lo expuesto, se supone conveniente y lícito el planteamiento de Teilhard de Chardin, más aún cuando busca algún tipo de analogía entre la tendencia evolutiva y las profecías bíblicas, como un camino que puede resultar fructífero ante una posible convergencia entre ciencia y religión.

 

   En cuanto a la postura de sus opositores, podemos decir que pecan por ser demasiado cientificistas, ya que niegan una hipótesis de trabajo que recién comienza a aparecer (o que todavía no se estudió lo suficiente), incluso pareciera que niegan la validez de todo lo que esté fuera de lo estrictamente científico. En realidad, la ciencia progresa no sólo mediante la verificación de teorías propuestas, sino también en base a las ideas que surgen a partir de  firmes fundamentos.

 

   Es necesario decir, por otra parte, que toda idea que vaya más allá de lo estrictamente científico, debe necesariamente apoyarse en las teorías científicas verificadas mediante experimentos (o no rebatidas por la experiencia). De lo contrario, se cae en una pseudofilosofía que pretende mantenerse en base al consenso impuesto por la cantidad de adherentes, pero que ignora completamente una parte importante de la realidad.

 

   Quienes se oponen a la validez de la ley de complejidad-conciencia son, por una parte, los creacionistas, que se guían estrictamente por el relato bíblico de la Creación, y los nihilistas, que suponen que la vida surgió por casualidad, sin ningún sentido ni finalidad. En ambos casos, sin embargo, se parte de la suposición de que la vida fue originada en un acontecimiento con muy baja probabilidad de ocurrencia. Tanto el acto creador, por parte del Dios bíblico, como el hecho casual que produjo la vida, sería un acontecimiento excepcional.

 

   Respecto de quienes suponen que la vida surgió por pura causalidad, surge la pregunta acerca de si suponen que esa baja probabilidad estaba implícita en una ley natural o bien se trataba en un hecho fuera de toda ley, como un “milagro”. Por lo que surge una coincidencia entre el creyente y el ateo.

 

   Por el contrario, si se afirma que la baja probabilidad, por la que se produjo el inicio de la vida, responde a una ley natural previa, entonces deja de tener un fundamento cierto la postura que supone el sinsentido de la vida, por cuanto la vida estaba implícita en las propias leyes que rigen todo lo existente.

 

   Con las probabilidades de ocurrencia se regula la cantidad de vida en el universo. La baja probabilidad es el resultado de una ley natural que así lo ha previsto. Un suceso de baja probabilidad, ocurrido por fuera de toda ley natural, o es un milagro, o es algo inexistente (al menos no es fácil imaginar un acontecimiento tan importante como el surgimiento de la vida y que se establezca al margen de una intervención divina o al margen de una ley natural).

 

   Paul Davies escribió: “El artículo [del físico Eugene Wigner] pretendía demostrar que un sistema físico no podía hacer una transición de un estado no vivo a un estado vivo sin contravenir las leyes de la física cuántica”. “Así que Wigner al menos pensaba que algo raro debió de haber ocurrido cuando la vida empezó” (De “El quinto milagro” – Ed. Planeta-DeAgostini SA). De ahí que el salto de la materia a lo viviente, que es el origen de la vida, todavía no está bien definido. De todas formas, este hueco en el conocimiento no invalida la tendencia general antes mencionada

 

 

 

 

74 LA AUSENCIA DEL BIEN

 

Algunos definen al Mal como la “ausencia del Bien”, mostrando una postura optimista por cuanto, pareciera, suponen inexistente el Mal en sí mismo. La ventaja de esta denominación radica en que permite sintetizar las distintas actitudes erróneas en función de aquello que se debe lograr, que es la actitud igualitaria del amor. A continuación se citan, y se comentan, algunas de esas actitudes:

 

La inteligencia sin amor, te hace perverso: esta expresión nos hace recordar el caso de un profesor de la Universidad de Berkeley que enviaba cartas con explosivos y que mató a dos personas e hirió a muchas más. Este caso hizo evidente la existencia de la inteligencia emocional como un atributo desvinculado de la inteligencia intelectual.

 

La justicia sin amor, te hace implacable: los tiranos y los dictadores, generalmente, no buscan la justicia sino la venganza. Lo que aceptan en sus propios seguidores será severamente castigado en sus opositores.

 

La diplomacia sin amor, te hace hipócrita: la cortesía y la amabilidad, cuando sólo se realizan para responder a una simple costumbre, son posturas inestables que muy fácilmente pueden cambiarse por la actitud opuesta, produciendo efectos bastante desagradables.

 

El éxito sin amor, te hace arrogante: ciertas personas, en lugar de intentar compartir su éxito con los demás, simplemente lo exhiben con espíritu competitivo. Generalmente, este efecto surge de un complejo de inferioridad llevado desde bastante tiempo atrás.

 

La riqueza sin amor, te hace avaro: la riqueza no compartida, o improductiva, hace que su poseedor se aleje y se proteja de la sociedad, a la cual teme o desprecia.

 

La docilidad sin amor, te hace servil: el dócil con el poderoso, deja de serlo frente al débil, por lo que deja de ser dócil para mostrar que es servil.

 

La pobreza sin amor, te hace orgulloso: quien se siente inferior a los demás por carecer de medios económicos suficientes, al no valorar los aspectos emotivos ni intelectuales, trata de compensar su debilidad con actitudes de orgullo y soberbia.

 

La belleza sin amor, te hace ridículo: cuando la belleza exterior no refleja la belleza interior y tan sólo se la exhibe con fines competitivos, tarde o temprano sus excesos terminan delatando esa ausencia.

 

La autoridad sin amor, te hace tirano: ciertos personajes, llenos de carencias morales y de todo tipo de atributos, tienen la habilidad de engañar a las masas ofreciéndoles protección ante el enemigo real o imaginario, cuando en realidad sólo buscan satisfacer una autoestima venida a menos.

 

El trabajo sin amor, te hace esclavo: cuando se vive en función del placer y de la comodidad, y no en función de la satisfacción moral, toda actividad alejada de aquellas se torna penosa y desagradable.

 

La simplicidad sin amor, te quita valor: la humildad que no proviene de la estima que se siente por los demás, a veces sólo será síntoma de una pobre autoestima.

 

La oración sin amor, te hace introvertido: cuando sólo se mira hacia lo alto, y no hacia nuestros semejantes, se pasa desde la religión real a la religión imaginaria y poco efectiva.

 

La ley sin amor, te esclaviza: todo tipo de obligación se torna una pesada carga si no tenemos el apoyo y la fortaleza que nos llega de quienes nos rodean.

 

La política sin amor, te hace egoísta: cuando el que se dedica a lo que a todos atañe pensando tan sólo en su prestigio personal y en su propio bienestar, muestra que sus ideales de cooperación social eran tan sólo un disfraz para acceder a lo que le dicta la apetencia personal.

 

La fe sin amor, te hace fanático: la creencia en un Dios personal que tan sólo escucha nuestros pedidos, hace pensar a algunos que ese mismo Dios desatiende los pedidos de otros, incluso que sus creencias no son tan legítimas como para ser merecedores de su estima.

 

La cruz sin amor, se convierte en tortura: casi siempre asociamos el sufrimiento físico de Cristo a un sufrimiento moral, aunque, en realidad, su acción liberadora de la humanidad sólo podía estar asociada a un sentimiento de gran satisfacción espiritual.

 

La vida sin amor, no tiene sentido: todos los sufrimientos y debilidades humanas se traducen en una ausencia de sentido para nuestra vida, que no es otra cosa que un alejamiento de la búsqueda del amor como actitud predominante en todas y en cada una de nuestras acciones.

 

  

 

75 POPULISMO

 

A partir de la división del trabajo, en la cual cada trabajador incrementa notablemente la productividad realizando un trabajo especializado, surge la necesidad del intercambio posterior, lo que da lugar al mercado.

 

Este proceso de intercambio se regula solo, ya que, cuando la oferta al mercado (por parte de los productores) excede a la demanda (por parte de los consumidores), tiende a bajar el precio, mientras que, cuando es la demanda la que predomina sobre la oferta, presiona el ascenso del precio de un producto particular. Luego de varios siglos de pruebas y experimentos económicos variados, se llega a la conclusión de que los mejores resultados se producen cuando se respeta este proceso siendo la participación estatal necesaria y beneficiosa mientras no  exceda de ciertos límites.

 

Cuando se busca el poder a través del Estado, se trata de lograr la adhesión de las masas. Una de las formas frecuentemente empleada es la elevación artificial de los sueldos, y del consumo, que no va acompañado de la oferta respectiva, por lo que es un proceso que tiende a subir los precios perjudicando, a la larga, a quien, aparentemente, se pretendió beneficiar.

 

Otras veces se establecen impuestos casi confiscatorios a la producción, pasando a ser el Estado un “socio” del productor en cuanto a las ganancias, pero no en cuanto a las posibles pérdidas. Se busca mejorar la “distribución de la riqueza”, según se dice. Cuando los impuestos son excesivos, las posibles ganancias del productor se ven tan reducidas que no le conviene producir ni realizar inversiones. Esto lleva nuevamente a que la demanda exceda a la oferta y la suba de precios es la consecuencia.

 

Históricamente encontramos dos tendencias políticas que se basan en el poder absoluto del Estado y ellas son el fascismo y el comunismo. Estas tendencias buscan establecer economías cerradas al intercambio con otros países y surgen como reacciones a los excesos de la libertad económica o bien a situaciones opresivas que provienen del exterior. Incluso estas causas son generalmente exageradas, a través de la propaganda y la mentira, para legitimar el mencionado poder. Octavio Carranza escribe: “El populismo se ha mostrado invariablemente hostil al capital, nacional e internacional, cultivando dos mitos deletéreos, la teoría de la explotación capitalista y la teoría del complot de extranjeros confabulados para impedir el crecimiento del país” (De “Radiografía de los populismos argentinos” – Liber Liberat)

 

Enrique Krauze escribió: “El populista utiliza de modo discrecional los fondos públicos. No tiene paciencia con las sutilezas de la economía y las finanzas. El erario es el patrimonio privado que puede utilizar para enriquecerse  y/o embarcarse en proyectos que considere importantes y gloriosos, sin tomar en cuenta los costos. El populista tiene un concepto mágico de la economía: para él, todo gasto es inversión. La ignorancia o incomprensión de los gobiernos populistas en materia económica se ha traducido en desastres descomunales de los que los países tardan decenios en recobrarse”. “El populista moviliza constantemente a los grupos sociales: apela, organiza, enardece a las masas. La plaza pública es un teatro donde aparece «Su majestad, el pueblo» para demostrar sus fuerzas y escuchar las invectivas contra los «malos» de dentro y fuera” (De “El decálogo del populismo”)   

 

Uno de estos casos lo constituyó el dictador Juan Domingo Perón, la figura más influyente en la Argentina en los últimos 70 años. Mauricio Rojas escribe al respecto: “Las figuras clave responsables del golpe del 4 de junio de 1943 incluían al Coronel Perón y un grupo secreto de jóvenes oficiales que se conocerían con el acrónimo de GOU (según se presume, la sigla de Grupo de Oficiales Unidos). Se trataba de oficiales sumamente favorables al Eje, que simpatizaban no sólo con los esfuerzos bélicos de Alemania e Italia sino también con el modelo social que Hitler y Mussolini habían introducido en esos países”. “En el fascismo europeo Perón había encontrado la fórmula mágica que, según creía, podría transformar la Argentina en una nación poderosa, capaz de afirmar su independencia contra todo y todos” (De “Historia de la Crisis Argentina” – Editorial Distal)

 

Durante su gestión en la Secretaría de Trabajo, Perón fue conquistando el apoyo masivo de los obreros, quienes le permitirían ganar las elecciones presidenciales en 1946. La búsqueda de que la Argentina se aislara del exterior fue una de sus metas. Mauricio Rojas escribe:

 

“Éste sería el objetivo central de la política económica tan agresiva que Perón aplicó entre 1946 y 1948, con la intención tanto de preparar el país para un largo aislamiento como de consolidar su propio poder basado en el apoyo organizado de los trabajadores. Con esta mira, el desarrollo a largo plazo del sector exportador revestía poca importancia, ya que en un futuro no muy lejano simplemente no existirían muchos mercados a los cuales exportar” (Suponía que habría una guerra devastadora entre capitalismo y comunismo).

 

“En forma resumida, la política que introdujo Perón presentaba los siguientes lineamientos fundamentales: una radical redistribución de los ingresos, a favor de los trabajadores; un ataque igualmente radical a los recursos del sector agrícola; fuertes inversiones en el desarrollo industrial; una extensiva política de nacionalización; y, por último, un intento de construir una sociedad corporativista estatal de claras líneas fascistas”.

 

Alberto Allende Iriarte escribe: “La reforma de 1949, redactada bajo la inspiración de José Figuerola, un ex lugarteniente de José Antonio Primo de Rivera, introdujo lacerantes ofensas a la Constitución de 1853, destinadas a fortalecer al poder ejecutivo, recortar las facultades del Congreso, y produjo así mismo, la supresión de la economía capitalista y el sometimiento de los factores económicos a un Estado totalitario. Esta reforma, redactada por un autor extranjero de extracción falangista, fue sancionada por una convención que no funcionó como tal, ya que recibió la orden de Perón de aprobar el proyecto de reforma a libro cerrado” (Del prólogo de “Radiografía de los populismos argentinos” de Octavio Carranza – Liber Liberat)

 

El primer aspecto del gobierno de Perón fue fomentar el consumo interno, que aumentó considerablemente; pero que no fue acompañado por el aumento respectivo de la producción. También las exportaciones se redujeron considerablemente, aunque esto no preocupó demasiado al gobierno ya que buscaba un aislamiento económico cada vez mayor respecto de otros países. Durante el periodo que va de 1945 hasta 1952 se produjo una notable disminución del área cultivada tanto en trigo, como en granos y avena.

 

 “El segundo componente de la política de Perón, el ataque o la expropiación masiva de los ingresos de las industrias de exportaciones, fue la viga maestra de la nueva estrategia del gobierno. De esta forma se financiaría gran parte de la redistribución de ingresos, así como la fuerte expansión del gasto público y la rápida industrialización” (Mauricio Rojas)

 

“El tercer componente que caracterizó a la administración de Perón fue la política preindustrial que, de la misma forma que la política agrícola,  tendría consecuencias muy adversas para el desarrollo futuro de la Argentina.  El desarrollo industrial bajo Perón fue guiado por una política que reducía los márgenes de ganancia como consecuencia de los fuertes aumentos salariales, pero que al mismo tiempo canalizaba abundantes recursos hacia la industria a través de créditos rápidos y baratos dados por el Banco Industrial”. “Es una suerte de ironía de la historia que ese gobierno nacionalista, que quería que la Argentina fuera más fuerte y más independiente del mundo exterior, en realidad la haya vuelto a la vez más débil y más dependiente del mundo exterior que lo que había sido en mucho tiempo”.

 

“El cuarto elemento de la política de Perón fue su intención de minimizar la influencia del capital extranjero en la Argentina”. “De esa manera el papel económico del Estado se expandió en forma considerable y así también se fundaron algunas de las empresas públicas más ineficientes que sea posible imaginar, con costos astronómicos tanto para el erario como para el pueblo argentino”.

 

“Por último, el gobierno de Perón se caracterizó por varios intentos de construir una sociedad corporativa estatal de rasgos fascistas. El control sobre los sindicatos, vital en esta cuestión, se llevó a cabo con una mezcla de recompensas y castigos que Perón había utilizado ya con tanta habilidad en ocasiones anteriores. Los líderes obstinados fueron relegados y perseguidos, mientras que los que supieron acomodarse fueron generosamente premiados” (De “Historia de la crisis argentina” – Editorial Distal)

 

Perón hizo un llamado a la guerra civil, que se sintetiza en la siguiente expresión: “A la violencia hemos de contestar con una violencia mayor. Aquél que en cualquier lugar intente alterar el orden puede ser muerto por cualquier argentino. Y cuando uno de los nuestros caiga, caerán cinco de ellos”.

 

Otro personaje histórico de gran influencia y veneración en la Argentina, es el Che Guevara, quien expresó: “El odio como factor de lucha: el odio intransigente al enemigo, que impulsamos más allá de las limitaciones naturales del ser humano y lo convierte en una efectiva, violenta, selectiva y fría máquina de matar. Nuestros soldados tienen que ser así: un pueblo sin odio no puede triunfar sobre un enemigo brutal. Hay que llevar la guerra hasta donde el enemigo la lleva: a su casa, a sus lugares de diversión; hacerla total”.

 

Con gran porcentaje de votos, la gente eligió la continuidad de los Kirchner, quienes parecen ser los herederos de Perón y del Che Guevara. Octavio Carranza escribe: “Así, pues, la Argentina pasó a ser administrada y dirigida por un grupo extremista proveniente o simpatizante de las huestes de la guerrilla vencida. En tal grupúsculo nació el síndrome del guerrillero derrotado, que explica tantas actitudes y decisiones del gobierno de Kirchner”. “En efecto, los puestos clave de la más alta conducción política pasaron a manos de trotsquistas, maoístas y de los demás terroristas que antes habían sido derrotados por las Fuerzas Armadas en la abortada guerra civil provocada por el populismo” (De “Radiografía de los populismos argentinos” – Liber Liberat)

 

Lamentablemente, en la Argentina de hoy predominan la mentira y las verdades parciales, que ocultan incluso la realidad histórica que, pareciera, estamos empecinados por volverla a vivir.