11 REENCANTAR EL MUNDO
En la Edad Media
el hombre tenía una visión del mundo bastante distinta a la que tenemos hoy. El
hombre medieval suponía ocupar un lugar preferencial en el Universo. Ello se
debía a que, por ser el hombre una creación de Dios, y por haberse hecho hombre
el mismo Dios, no podía ocupar otro lugar que no fuera el centro del Universo. Morris Berman escribió: “La
visión del mundo que predominó en Occidente hasta la víspera de la Revolución
Científica fue la de un mundo encantado. Las rocas, los árboles, los ríos y las
nubes eran contemplados como algo maravilloso y con vida, y los seres humanos
se sentían a sus anchas en este ambiente. En breve, el cosmos era un lugar de
pertenencia, de correspondencia. Un miembro de este cosmos participaba
directamente en su drama, no era un observador alienado. Su destino personal
estaba ligado al cosmos y es esta relación la que daba significado a su vida”
(De “El reencantamiento del mundo” – Cuatro Vientos Editorial)
El primer ataque que recibe la antigua
imagen del mundo proviene del astrónomo Nicolás Copérnico,
quien propone al Sol como centro del Universo conocido. Pronto aparecen las
protestas por parte de quienes se aferran a la antigua visión. Incluso
argumentan que la Biblia afirma que “Josué ordenó al Sol que se detenga….”. Lo
que implica que es el Sol el que se mueve y no la Tierra.
Comienza una época de conflictos entre los
partidarios de Copérnico y sus opositores. Incluso Giordano Bruno termina sus días en la hoguera y Galileo Galilei debe abjurar de su postura. El propio Galileo
ofrece su telescopio para que sus adversarios puedan observar algunas pruebas
que favorecen al modelo copernicano. La negativa de éstos no se debe sólo a la
posibilidad de un posible abandono de la antigua visión del mundo, sino a
sentirse desplazados del lugar privilegiado que los aristotélicos ostentan en
el campo del conocimiento. El fanático no busca la verdad, sino que busca estar
en la cima del mundo intelectual y del conocimiento. Por ello defiende con inusitada
obcecación la veracidad absoluta del libro que mejor conoce, ya se trate de la
Biblia, de las obras de Aristóteles o de quien sea.
Luego Johannes Kepler
encuentra que los planetas describen elipses, y no círculos, como se suponía desde
la época de los griegos. Finalmente Isaac Newton fundamenta la nueva visión del
mundo que emerge con la aparición de la era científica.
En el siglo XIX otro hecho golpea nuevamente la visión del hombre de la
época. Charles Darwin propone la teoría de la evolución por selección natural.
Con ella pone en evidencia la realidad del proceso evolutivo y un alejamiento
de las interpretaciones textuales de la Biblia. El hombre primitivo no apareció
como una creación directa de Dios, sino a través de una creación indirecta,
implícita en los intrincados procesos de la materia y de la vida.
Paulatinamente se vio la necesidad de tomar como referencia a la
naturaleza, la obra de Dios, para interpretar adecuadamente las simbologías
bíblicas. De lo contrario, tomando como realidad a las propias simbologías, se
llega a una visión totalmente distorsionada de la realidad.
Pero el desencantamiento del mundo no termina ahí. En el siglo XX,
cuando Edwin Hubble y otros astrónomos descubren la
expansión de las galaxias, se llega a la conclusión de que existen unas cien
mil millones de estrellas por galaxia. Y que existen unas cien mil millones de
galaxias en el Universo. La pequeñez del hombre, de la Tierra, e incluso de
todo el sistema planetario solar, es asombrosa.
Morris Berman
escribe: “Durante más del noventa y nueve por ciento del transcurso de la
historia humana, el mundo estuvo encantado y el hombre se veía a sí mismo como
parte integral de él. El completo reverso de esta percepción en meros cuatrocientos
años, o algo así, ha destruido la continuidad de la experiencia humana y la
integridad de la psiquis humana. Al mismo tiempo, casi ha conseguido arruinar
por completo el planeta. La única esperanza, al menos así me parece a mí, yace
en el reencantamiento del mundo”.
En la actualidad es posible encontrar una visión del hombre que nos
ubica en una posición preferencial. No se debe precisamente a nuestras
dimensiones espaciales, sino a que nos podemos ubicar como la meta final aparente
del proceso evolutivo. Todo parece indicar que existe una tendencia a la
aparición de mayores niveles de complejidad y de conciencia. Somos el objetivo
de la secuencia que va desde las partículas fundamentales, átomos, moléculas,
células, organismos, hasta llegar a la vida inteligente. Incluso nuestra propia
adaptación cultural y su éxito posterior dependen enteramente de nosotros
mismos.
12
CREENCIAS, EVIDENCIAS Y RELATIVISMO
Quienes suponen
que existe un Creador exterior al mundo, un Dios trascendente, basan su creencia,
o su fe, en que este Creador interrumpe las leyes naturales que lo rigen
imponiendo su voluntad. Por lo general, consideran como una virtud personal
adoptar esta creencia. Quienes suponen, por el contrario, que existe un
universo regido por leyes naturales invariantes, no necesitan creer en un Dios
que impone orden y sentido al universo, o que impone cierta justicia natural,
sino que para ellos todo esto constituye una evidencia. De ahí que no asocian
ningún mérito de tipo ético al hecho de admitirla ni tampoco ven virtud alguna
en quienes creen en la necesidad de un Dios trascendente.
Estas posturas difieren esencialmente de
otras que descartan totalmente la existencia de un sentido asociado al
universo, incluso de un sentido asociado a la propia humanidad. En el primer
caso, asociado a ese sentido, podemos encontrar los conceptos del Bien y del
Mal absolutos. Ellos dependen de cuánto nos adaptemos, o no, a la tendencia
aparente del universo. Por el contrario,
si no se acepta la existencia de un sentido objetivo del universo,
tampoco se acepta la existencia del Bien y del Mal absolutos. De esta tendencia
surge el relativismo moral, el relativismo de la verdad e incluso el
relativismo cultural. José Ortega y Gasset escribió:
“Cada individuo posee sus propias convicciones, más o menos duraderas, que son
«para» él la verdad. En ellas enciende su hogar íntimo, que lo mantiene cálido
sobre el haz de la existencia. «La» verdad, pues, no existe: no hay más que
verdades «relativas» a la condición de cada sujeto. Tal es la doctrina
«relativista»” (Citado en “El desafío del relativismo” de Luis Arenas y otros -
Editorial Trotta).
El problema esencial del relativismo es que
no busca lograr el Bien ni tampoco la verdad, simplemente porque no se cree en
su existencia. En una entrevista al filósofo Mario Bunge,
el periodista pregunta: “De uno de sus trabajos, La Investigación Científica,
recuerdo el énfasis que usted coloca sobre la búsqueda de la verdad. ¿Cómo
afecta esa búsqueda esta nueva cultura global tan influida por las concepciones
posmodernas, de realidad fragmentaria e inasible, de relativismo, casi de
verdad imposible?”. A lo que Bunge responde: «Es una
ola oscurantista e irracionalista que afecta a algunos estudiantes que siguen
el trayecto de las ciencias sociales, y que en particular invadió a los
antropólogos –se habla ahora de etnometodología- y a
los departamentos de literatura de las universidades. Pero no hizo mella en las
ciencias naturales, que tienen una tradición establecida de búsqueda de la
verdad. No creo que haya una adhesión masiva a todas estas corrientes de
pensamiento destructoras de la cultura –la fenomenología, el existencialismo,
el decontructivismo-, creo que esto se corresponde
más con los intelectuales del subdesarrollo. En los EEUU estas corrientes no
han tocado a los politicólogos, a los economistas, a
los matemáticos o a los que hacen ciencias naturales. El posmodernismo
es un movimiento marginal cuyo impacto más negativo es que extravía a muchos
jóvenes a los que impide llegar a las ciencias. El mensaje es “no hay verdad”,
entonces no la busquen. No estudien, repitan a los charlatanes» (Entrevista del
Diario Clarín del 07/04/1994).
El tercer tipo de relativismo que aparece es
el relativismo cultural. No existiría una cultura mejor que otra, ni un pueblo
que se acerque más a la verdad, sino que todos deberían tener una misma
aceptación por diferentes que sean. Juan José Sebreli
escribió: “La virtud misma de la antropología, observar las diferencias
existentes entre los distintos pueblos, se convierte en la causa de sus
defectos, la inclinación al particularismo antiuniversalista,
al relativismo cultural. La constatación de la existencia de distintas culturas
la lleva a deducir que todas son igualmente válidas y que el antropólogo debe
mantener ante ellas una total neutralidad valorativa, pues no existe ninguna
ética universal desde la cual juzgarlas”. “Los intelectuales y artistas
nacionalistas de los países atrasados suelen transfigurar sus defectos en
virtudes, sus carencias en cualidades del «ser propio». La desigualdad y la
inferioridad ante las sociedades más avanzadas es legitimada en nombre de la
diferencia, de la peculiaridad que evita toda confrontación” (De “El asedio a
la modernidad” - Editorial Sudamericana)
Una de las formas en que se describe al
desarrollo de la humanidad, es aquella en la que se contempla la lucha entre el
Bien y el Mal, con la búsqueda del triunfo del primero. Esta lucha, tema
central de la Biblia, y en la cual aparece una última etapa simbolizada en el
Apocalipsis, es en realidad una lucha de tipo ideológico entre los que adhieren
al absolutismo del Bien, de la Verdad y de la cultura, en contra de los que
adhieren a la inexistencia de estos conceptos como valores absolutos.
El absolutismo reconoce a su adversario y
trata de vencerlo. El relativismo, por el contrario, descalifica al rival por
cuanto no acepta los conceptos que aquél pretende hacer triunfar, sino que los
asocia a una malintencionada invención para ejercer el dominio sectorial de
clases u otros fines nada aceptables.
El hombre necesita conocer la verdad para
adaptarse al mundo real. La verdad es la exacta descripción de la realidad, una
búsqueda que se acerca paulatinamente a ese objetivo, quizás sin lograrlo
nunca. De ahí que renunciar a esa búsqueda implica renunciar a la principal
tarea del hombre como ser complejo adaptativo que
tiende a la plena adaptación al orden natural.
La esencia de la ética es la valoración de
los efectos producidos por las diversas actitudes humanas. Pero los efectos en
sí mismos son hechos objetivos y evidentes, por lo que no cabe considerarlos
como subjetivos. Es decir, puede existir una distinta descripción de un mismo
fenómeno natural, como ocurre en todas las ramas de la ciencia, pero ello no
implica la ausencia de una realidad objetiva común a todos. Johannes
Hessen escribió: “El relativismo en la Ética o
positivismo moral no resiste un examen crítico. Su consecuencia es absurda,
pues anula la Ética. Si el positivismo moral tuviera razón, la Filosofía
debería borrar la Ética de entre sus disciplinas y en su lugar aparecería una
compilación de las valoraciones usuales en las diversas épocas.”. “La tesis se
estrella también ante la estructura esencial del valor. Como vimos, los valores
son algo objetivo, libres del capricho del sujeto. En el valor moral esta
objetividad se advierte con especial claridad, y en particular en el deber
incondicional que surge de él con fuerza obligatoria para el sujeto” (De
“Tratado de Filosofía” – Ed. Sudamericana)
Los vínculos que unen a los pueblos se
caracterizan por ser los aspectos comunes a todos ellos, mientras que las
diferencias son las que promueven divisiones y conflictos. De ahí que debemos
buscar lo que nos une antes que enfatizar en lo que nos aleja. También en esto
se observa que quien busca los aspectos objetivos de la realidad trata de
reforzar las fuerzas de unión, mientras que quien busca los aspectos subjetivos
trata de debilitarlas. Juan José Sebreli escribió:
“Los románticos antiiluministas oponían al
universalismo las particularidades nacionales, étnicas y culturales; a la razón
abstracta, la emoción; al progreso, la tradición; al contrato social, la
familia; a la sociedad, la comunidad. El
Iluminismo buscaba todo lo que los hombres tienen en común, en tanto que el
romanticismo antiiluminista enfatizaba todo lo que
tienen de diferente: la nacionalidad, la raza, la religión. Contra lo racional,
aquello en que todos los hombres pueden ponerse de acuerdo, los románticos antiiluministas priorizaban lo irracional, la parte
singular e incomunicable de cada hombre. La ciencia y la filosofía eran
lenguajes universales; el romanticismo antiiluminista
prefería las religiones, las artes, las costumbres, aquello que diferencia a un
pueblo de otro. El iluminismo estaba encarnado en una minoría ilustrada, los
sabios, los filósofos; el antiiluminismo romántico
pretendía ser el portavoz de las masas ingenuas y espontáneas, de los pueblos
primitivos, de los campesinos analfabetos” (De “El asedio a la modernidad” –
Editorial Sudamericana).
Podemos esquematizar las distintas posturas
tratadas a través de sus principales atributos:
|
Dios |
Orden |
Sentido del
universo |
Moral |
Verdad |
Búsqueda |
Religión
revelada |
Trascendente |
Sobrenatural |
Voluntad de Dios |
Absoluta |
Absoluta |
Bien y Verdad |
Religión natural |
Inmanente |
Natural |
Adaptación al
orden natural |
Absoluta |
Absoluta |
Bien y Verdad |
Nihilismo |
No hay |
No hay |
No hay |
Relativa |
Relativa |
La nada |
13 VIOLENCIA URBANA
La violencia
urbana, como todo hecho social, tiene causas que la producen y que la
favorecen. Como siempre, reconocemos en las ideas y creencias predominantes en
la sociedad la causa principal de todos los hechos que acontecen. Para muchos,
la violencia se origina en la marginación, o en la desigualdad social, ya que
ésta promovería su surgimiento en los menos favorecidos económicamente. De ahí
que al delincuente se lo considera como una víctima de la sociedad, mientras
que el ciudadano común termina siendo el mayor culpable por esa situación.
Jorge Bosch escribió: “Uno de los argumentos
favoritos de los ideólogos de la desestructuración en
el ámbito de la justicia, consiste en afirmar que el delincuente no es el verdadero culpable, sino que siempre hay
alguien detrás de él, alguien más poderoso y en consecuencia perteneciente a
clases sociales más altas, y además detrás de éste hay otro, y finalmente se
llega a la estructura social propiamente dicha. Así, la culpabilidad del
delincuente se diluye en el océano de un orden social supuestamente injusto”
(De “Cultura y contracultura” – Emecé Editores)
Esta postura surge en quienes consideran que
el factor económico determina completamente al individuo, quien, además, sólo
actuaría por influencia del medio social. Aceptan de esa manera la violencia y
la consideran como una justa venganza contra ese medio. Sin embargo, sabemos
que hay personas de limitados recursos económicos que poseen valores éticos
adecuados e incluso aceptables niveles intelectuales. Alentar la violencia en
la gente de menores recursos implica degradarlos e intentar marginarlos
verdaderamente de la sociedad, aunque se culpe a otros sectores por una
intención similar. Mientras que en los países avanzados se cita como ejemplo el
caso del gerente de una empresa que comenzó a trabajar en el puesto menos
jerárquico, en la Argentina se supone que el que nació pobre, ha de seguir
siéndolo durante toda su vida. De tanto escuchar que es imposible mejorar su
situación, es posible que termine convencido de ello.
Cuando el ciudadano común pide “mano dura”,
por lo general no busca venganza contra el delincuente, sino que espera que sea
separado de la sociedad para que deje de constituir un peligro para los demás.
Muchos son los que lamentan más la muerte de
un delincuente que la de un policía, incluso sienten satisfacción cuando muere
un ciudadano común, víctima de un hecho delictivo, especialmente cuando se
trata de alguien con aceptable nivel económico. Desde la justicia se apoya indirectamente
al que delinque, ya que se ha establecido que el policía, o el habitante común,
sólo pueden actuar legalmente si lo hacen en defensa propia, luego de que la
iniciativa haya sido tomada por el delincuente. Esta ventaja que le ha sido
otorgada ha favorecido notablemente su accionar.
El delincuente juvenil se va formando de a
poco, en una sociedad en que se inculca
el respeto hacia los derechos propios, aunque pocas veces se pide cumplir con
los deberes, que son los derechos de los demás. La precocidad para los vicios y
el libertinaje es por todos conocida, sin embargo, cuando se trata de un hecho
delictivo, la ley lo ampara a través de la “inimputabilidad
de los menores de edad” por el delito cometido. En lugar de hacerlos
imputables, para su propio beneficio, para que no sigan delinquiendo y
marginándose cada vez más de la sociedad, la ley promueve indirectamente ese
accionar.
Mientras que el policía debe dar una
“ventaja” al delincuente común, cuando se trata de menores que delinquen, su
accionar se ve restringido casi totalmente,
ya que cualquier exceso, o incluso una falsa denuncia, puede costarle la
pérdida de su empleo. Jorge Bosch escribió: “Llamo contrajusticia al conjunto de normas legales,
procedimientos y actuaciones que, bajo apariencia de un espíritu progresista
interesado en tratar humanitariamente a los delincuentes, conduce de hecho a la
sociedad a un estado de indefensión y propicia de este modo un trato
antihumanitario a las personas inocentes. Muchas veces este «humanitarismo»
protector de la delincuencia es una expresión de frivolidad: «queda bien» hacer
gala de humanitarismo y de preocupación por los marginados que delinquen, sin
mostrar el mismo celo en la defensa de las víctimas y sin siquiera preocuparse
por reflexionar seriamente y profundamente sobre el tema”.
La delincuencia también se ve estimulada por
los medios masivos de comunicación cuando legitiman la burla y la grosería, que
resultan ser otro factor de violencia. Los asesinatos no sólo son cometidos
junto a robos y asaltos, ya que existe un gran porcentaje de crímenes ocurridos
entre personas conocidas; hechos derivados casi siempre del trato irrespetuoso
entre seres humanos, que afecta incluso al que posee un aceptable nivel
económico.
A los alumnos secundarios se les toleran
actitudes caprichosas y exigentes, por ello no es extraña la ocurrencia de
casos como el de un docente, cuya firma fue falsificada por un alumno y que,
sin embargo, fue culpado por ese hecho por el directivo de la escuela quien adujo
que el “buen alumno” tuvo que actuar de esa forma por alguna deficiencia del
docente. Presionado a renunciar, el docente tuvo que soportar faltas de respeto
de algunos alumnos dentro y fuera del ámbito educativo ante la actitud adoptada
por el directivo mencionado. (Caso ocurrido en la Escuela G. del Mazo, de
Mendoza). La actitud “demagógica” surge del que quiere congraciarse con el
“débil” tratando de defenderlo de su “opresor”, escuchando difamaciones y
promoviéndolas por ese hecho, debilitando la capacidad del “débil” para una
posterior adaptación al medio social.
La contracultura, amparada por el
relativismo cultural y moral, y promovida a través de actitudes demagógicas, en
sus distintas formas, está llevando a la sociedad hacia la masificación y la
violencia. Desde la política, los medios de comunicación, la educación y la
justicia se trata de mostrar a los demás un verdadero interés por cada
individuo. Sin embargo, casi siempre se actúa como el padre que se muestra
exigente e intolerante ante los docentes, para mostrarles a sus hijos que se
interesa mucho por ellos, cuando en realidad está tratando de disfrazar un
profundo desinterés.
La sociedad de la virtud y de los valores va
cediendo a la sociedad de la hipocresía y del cinismo. Una parte de la
población aún acepta los valores éticos, pero opta por la simulación de su
búsqueda. Otro sector ha llegado a la etapa del cinismo, en la que ni siquiera
finge la valoración y la búsqueda mencionada.
Muchos tratan de ser “generosos” sugiriendo
distribuir los bienes ajenos, pero pocas veces buscan hacerlo con lo propio.
Pretenden que se distribuya equitativamente la cosecha antes de hacerlo con la
siembra. Adoptan como ídolos a los violentos y a los que fracasaron, dejando de
lado a quienes mostraron que con la no violencia, la fuerza del amor y la
verdad, se logra liberar a los pueblos, no sólo de la dependencia respecto de
otros pueblos, sino en relación a las actitudes erróneas que impiden la plena
realización de cada ser humano.
14 DECISIONES Y
LEYES NATURALES
El pensamiento que
sustenta a la religión tradicional es un pensamiento mágico, irracional, ya que
no es compatible con la lógica natural. Y ello proviene, seguramente, de
basarse en los Libros Sagrados antes que en la propia realidad y en las leyes
que la rigen. Se prioriza un libro escrito por hombres inspirados en Dios antes
que adoptar como referencia a las propias leyes de Dios. Ahí radica una de las
principales diferencias entre la actitud del científico y la del religioso.
En el caso de la Biblia, no habría
inconvenientes en su comprensión si tuviéramos siempre presente que está
constituida en gran parte por un lenguaje simbólico. Si tenemos puestos los
ojos en la propia realidad, las simbologías adquieren todo su significado. En
cambio, si tomamos como referencia a la Biblia y a su simbología, ésta deja de
ser una simbología para constituirse en el fundamento de un mundo paralelo,
casi mágico, que se superpone al mundo real.
Este mundo paralelo es un mundo subjetivo,
ya que existirán tantos mundos paralelos como personas adhieran a las variadas
formas posibles de contemplar la realidad. Por el contrario, cuando se toma
como referencia a la realidad única estamos en la búsqueda del conocimiento
objetivo.
En épocas pasadas, la existencia de cierta
justicia natural, o de cierto ordenamiento del universo, sólo era admisible
suponiendo intervenciones directas del Creador, o de los dioses especializados
en alguna parte de ese universo. Con el progreso del conocimiento humano se vio
la posibilidad de suponer que ese ordenamiento no estaba producido por las decisiones de un Dios personal, o de los
dioses mencionados, sino que el universo estaba ordenado en base a leyes naturales estrictas e
inmodificables. Estas leyes no son otras que las estudiadas por la ciencia
experimental.
La coincidencia de opiniones y el
entendimiento entre distintas religiones y entre religión y ciencia, sólo podrá
darse a partir de la aceptación del mundo real como la única referencia común a
todos los buscadores de la verdad.
La religión tradicional se aleja de la gente
por cuanto ésta tiende a identificarse con el pensamiento científico. Como la
religión tradicional actúa como un mediador que nos acerca a la ética y nos da
un sentido de la vida, tal alejamiento implicará también cierto distanciamiento
de la ética y cierta desorientación existencial asociada a la ausencia de un
sentido para vivir. De ahí que se hace necesario buscar un fundamento de la
religión que sea accesible al pensamiento predominante en nuestra época. Y ello
es posible a partir de aspectos observables del comportamiento humano, tal como
las actitudes básicas y los sentimientos a ellas asociados. Con ellos se
construye una ética natural, que ha de ser el verdadero fundamento de la
religión.
Podemos denominar “paganismo” a todo
intento religioso que no contempla la ley natural. Incluso la religión basada
en la existencia de leyes naturales, como el cristianismo, puede caer en un
simple y vulgar paganismo cuando se la interpreta fuera de su vínculo con dicha
ley. De ahí que, generalmente, se denomina “creyente” al que supone la
existencia de interrupciones de la ley natural asociadas a ciertas decisiones
de Dios. Por ello se lo alaba y se lo adula. El hombre se siente un títere de
Dios y a su vez Dios pasa a ser un títere imaginario del hombre, quien le
asigna decisiones, voluntad, pensamientos, sentimientos, etc. Este subjetivismo
lo traslada al Bien y a la verdad. De ahí que la “ética pagana” es totalmente
subjetiva y también es una forma encubierta de relativismo moral y de
relativismo de la verdad. Por el contrario, “creyente” debería denominarse al
que cree en la palabra de Cristo y que, por ello, cumple sus mandamientos.
Uno de los reformadores más conocidos del
cristianismo fue Johannes Calvino
(1509-1564). Se lo recuerda, entre otras cosas, por haber enviado a la hoguera
al médico y científico aragonés Miguel Servet. Lo
quemaron vivo con leña verde, durante unas dos horas, para que fuera mayor su
sufrimiento. Y todo por haber escrito algunas frases en contra de Calvino. Si nos preguntamos acerca de lo que hubiese hecho
Cristo en una circunstancia similar, sabemos que nunca habría actuado de esa
forma. De ahí que Calvino no debe ser considerado
como cristiano, sino como un usurpador del cristianismo.
El pagano cree en un Dios que, desde un
orden sobrenatural, influye sobre el visible y accesible orden natural. Luego
supone estar en la cima del conocimiento debido a esa creencia, interpretada
como un “llamado desde lo superior”. Por ello surgen expresiones como las de
Manuel M. Carreira, quien escribió: “Para el
científico que ha vivido con la fe en el poder de la razón, el libro termina
como una pesadilla. Ha escalado las montañas de la ignorancia; está a punto de
conquistar la cima más elevada; cuando se remonta sobre la última roca, le
saluda un grupo de teólogos que están sentados allí desde hace siglos” (De “El
creyente ante la ciencia”- Cuadernos BAC).
Pero esta aparente supremacía en el
conocimiento también es trasladada al nivel ético. Así, quien cree en lo
sobrenatural se siente, generalmente, un “ser sobrenatural” y mira en menos a
los simples seres naturales “carentes de fe”. La creencia en su superioridad
les hace ser autoindulgentes suponiéndose libres de
culpa por acciones y pensamientos que incluso llevan cierta maldad asociada.
En la Enciclopedia Temática Ciesa aparece lo siguiente: “”El estudio de la Carta a los
Romanos de San Pablo constituyó para Lutero un
verdadero descubrimiento. En ella creyó entender que el hombre debía salvarse
por la fe, por la fe sola, sin necesidad de obras externas”. Al respecto puede
decirse que, como el “Amarás al prójimo…..” es difícil de cumplir, se prioriza
la fe a las obras, la creencia a los sentimientos humanos, la actitud
filosófica a la actitud ética. Es la forma efectiva para llegar a la
irremediable destrucción del cristianismo.
El pagano se rebela contra Dios ya que no
acepta sus leyes y pretende incluso que Dios se adapte a sus deseos
cambiándolas con sus oportunas intervenciones. Anthony de Melo
escribió: “Milagro no significa que Dios cumpla con los deseos humanos, sino
que los hombres cumplan con los deseos de Dios”.
15 LA IMAGEN DEL HOMBRE EN EL UNIVERSO
A lo largo de la
historia, ha ido cambiando la imagen del lugar ocupado por el hombre en
relación al universo. Las opiniones extremas lo ubican
desde un ser próximo a Dios hasta un ser viviente próximo a un animal.
Los estoicos adoptan una visión bastante
cercana a la surgida del actual estado de la ciencia experimental. S. E. Frost escribe: “Para los estoicos, el hombre es parte del orden universal. Se encuentra en
él todo el universo en miniatura; su naturaleza es la misma que la del todo. En
el hombre, igual que en el universo, debe gobernar la razón, sometida siempre a
la ley del universo. Cada hombre tiene designado su lugar en el orden divino, debe
descubrirlo y adaptarse a dicho lugar; debe vivir de acuerdo con la naturaleza,
tal como le ordena la razón divina. Se ve que la filosofía de los estoicos
somete al hombre al ideal universal. Por ser una unidad del todo y estar sujeto
a las exigencias de éste, el hombre será feliz cuando comprenda y obedezca
debidamente tales exigencias”. (De “Las enseñanzas básicas de los grandes
filósofos”– Editorial Claridad).
Los primeros cristianos, por otra parte,
adoptan una postura pesimista respecto del mundo. S. E. Frost
escribe al respecto: “La
materia es el principio del mal. Por ser el hombre materia, aunque sólo en
parte, era malo y necesitaba redención. Cuando el alma se unía a la materia,
perdía la gracia divina, y el único modo de recuperarla consistía en algún acto
divino que venciera a la materia y libertara al hombre de sus garras”. “Vemos
aquí el desprecio típico de los cristianos hacia el mundo y la esperanza de
otro mundo después de la muerte”.
Para describir al hombre, podemos decir que es
un sistema complejo adaptativo, ya que, desde un
punto de vista muy general, nos parecemos a un sistema de control por
computadora. Así como una computadora dispone de un hardware (circuitos) y de
un software (programación), además del contenido y uso que queramos darle, el
hombre trae en sus genes cierta programación básica, que actúa a un nivel
inconsciente. Ello implica que disponemos de
una programación que regula los complejos procesos asociados a nuestro
cuerpo y a nuestra mente. Este marco básico permite recibir y procesar la
información que adquirimos por
influencia del medio circundante, que vendría a ser el aspecto cultural
del hombre.
Disponemos de distintos sensores
(los sentidos) que informan al cerebro de las variadas situaciones y estados del cuerpo. El cerebro
actuará luego en función de la información recibida. En todos los casos,
estamos guiados por un proceso que contempla premios y castigos, que orientan
todas nuestras decisiones cotidianas. Así, el comer en exceso provocará el disparo
de un proceso automático que nos ocasionará molestias y nos sugerirá comer
moderadamente. José Antonio Jáuregui escribió: “El hardware del cerebro
significa una programación genética mediante la cual el cerebro puede funcionar
con un software concreto, con unos programas determinados y no con otros. No
todo software puede utilizarse en cualquier ordenador. Del mismo modo el
hardware del ordenador cerebral de un mono rechaza el software de los programas
de la risa, del cocinar, de la religión, de la ética, software que puede
utilizarse en el hardware del cerebro humano. Entendemos por software del
cerebro «un programa admitido por el hardware del cerebro y que puede ser
instalado por el plan genético o por los canales sensoriales y que permite al
cerebro informar y presionar al individuo a acometer ciertos actos a tenor de
dichos programas»”. (De “El ordenador cerebral” – Editorial Labor SA).
Jáuregui describe el comportamiento humano
en función de los premios y castigos que nuestro ordenador interior nos envía
cuando acatamos, o no, sus directivas. Escribe al respecto: “Imágenes, sonidos
e incluso ideas no son fines para el ser humano; son solamente medios para
lograr un fin. «Siento, luego existo»: aquí está la clave de nuestra verdad, de
nuestro ser, de nuestra felicidad. ¿De qué le sirve a un deprimido tener ante
sus ojos el espectáculo de las cataratas del Niágara,
ni tener en su lecho a la Marylin Monroe
más irresistible, ni descubrir que acaba de ganar varios millones de dólares,
si su ordenador cerebral aquejado de depresión no puede pagarle el salario
debido?”
El control emocional del sistema digestivo,
y de otras partes del cuerpo, incluso funciona en algunos animales. Jáuregui
escribe: “El perro asistió al entierro y siguió acompañando a su amo, sin
moverse de la tumba en los días siguientes. La gente le llevaba comida a la
tumba, pero no probó bocado y murió de pena. Se trata sin duda de un caso
concreto en el que su ordenador cerebral canceló las ganas de comer a causa de
la ley que estamos analizando”. Entre las conclusiones obtenidas por José A.
Jáuregui, se citan las siguientes:
1) El hombre, a diferencia del mono y de todos los demás animales, está
equipado genéticamente con un ordenador cerebral en el que está instalado un
sentimiento específico –el sentimiento de culpabilidad- y un hardware que lleva
un disco vacío donde puede grabarse uno y aun varios programas o discos éticos.
2) Las sociedades humanas, a diferencia de las demás sociedades animales,
producen sistemas éticos –parte de la cera y de la miel de la colmena humana-
3) El cerebro humano adquiere estos códigos éticos inconsciente y
automáticamente con la información que le llega a través de sus agentes
sensoriales.
4) Una vez que este código cultural/ético de una sociedad determinada se
instala en el cerebro, se convierte en un sistema biológico y biosocial que funciona con total independencia del
individuo siguiendo sus propias leyes y disparando los mecanismos emocionales
correspondientes.
5) El individuo tiene la libertad de infringir ciertas reglas del código
ético/bioético, pero no puede sacar o arrojar de su ordenador cerebral este
«disco» bioético, ni puede evitar que su ordenador cerebral le haga pagar las
multas emocionales correspondientes (De “El ordenador cerebral”)
Desde el punto de vista adoptado, resulta
aceptablemente clara la tarea fundamental de la sociología, o de la psicología
social, tal la de establecer una ideología básica y común a todos los hombres
que les permita lograr la plena adaptación a las leyes que rigen al orden
natural. José Antonio Jáuregui escribió: “Si la labor del pensador o del
científico consiste en separar lo que podemos saber de lo que podemos creer,
lo que podemos probar/comprobar de lo
que no podemos más que suponer/presuponer,
creo que he logrado probar en esta obra (el lector verá si tengo o no razón)
que existe un sistema, el sistema emocional, que está programado en el
ordenador cerebral y que se rige por sus propias leyes y mecanismos biológicos
ineludibles. Gracias a este ingeniosísimo sistema
funcionan todos los demás sistemas (los somáticos: el respiratorio, el
digestivo, el térmico, etc.) y los sistemas sociales (el sistema culinario, el
sistema ético y todos los sistemas sociales). El ordenador cerebral tiene un
conocimiento inconsciente de todos los códigos somáticos y sociales que deben
respetarse, e informa y presiona al individuo para que su organismo y las
diversas sociedades en las que está inmerso funcionen.”
Podemos establecer el esquema básico del
proceso descripto:
SENSORES → |
PROCESADOR Hardware +
Software |
→ ACTUADORES |
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REFERENCIA Ideología de adaptación |
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