21 FELICIDAD Y ÉTICA

 

Podemos decir que el objetivo de todos los seres humanos es el logro de la felicidad. Sin embargo, generalmente no nos ponemos de acuerdo respecto de cuál es el camino adecuado para ese logro.

 

   Una vez que hemos elegido, individualmente, ese camino, descubriremos que existen causas que permiten alcanzarlo, y a esas causas las denominamos el Bien. También habrá causas que impiden llegar a nuestra meta, y a esas causas las denominamos el Mal. De esto podemos decir que, asociada a toda meta, aparece vinculada una ética particular. Por lo que habrá tantas éticas posibles como distintos caminos hacia la felicidad existan.

 

   Lo que distingue a una sociedad humana de un simple agrupamiento de seres humanos, es la existencia de metas comunes y, sobre todo, de metas que contemplen la felicidad de todos los integrantes del grupo social.

 

   Esta igualdad de derechos a la vida y a la felicidad restringe la existencia de varias metas y éticas individuales y sectoriales, por cuanto, por lo general, excluyen a grandes sectores de la sociedad. Resulta evidente que ha de existir un camino mejor que otro, un grado de felicidad mayor que otros, una ética mejor que otras, un objetivo de la vida mejor que otros. El descubrimiento de una ética de generalizada aceptación proviene de una simple optimización de todas las éticas posibles.

 

   Es oportuno hacer una síntesis de las posibles metas elegidas por el hombre. En este caso seguiremos al escritor Desmond Morris quien las describe en su libro “La naturaleza de la felicidad” – Editorial Planeta SA. En la última columna se indicará un posible destino de la actitud respectiva, que puede ser la búsqueda de placeres para el cuerpo (C), para los sentimientos (S) o para la mente (M):

 

 

Clase de felicidad

Actitud predominante

Meta

Destino: Cuerpo, sentimientos,mente

Felicidad de Finalidad

El emprendedor

Lograr la meta autoimpuesta

C, S, M

Felicidad competitiva

El triunfador

Ganar

C, S, M

Felicidad cooperativa

El cooperador

Ayudar

S, M

Felicidad genética

El parentesco

Amar

S

Felicidad sensual

El hedonista

Sentir placer

C

Felicidad cerebral

El intelectual

Saber

S, M

Felicidad del ritmo

El bailarín

Divertirse

C, S

Felicidad del dolor

El masoquista

           ?

   ?

Felicidad del riesgo

El temerario

Arriesgarse

C, S

Felicidad selectiva

El histérico

           ?

   ?

Felicidad contemplativa

El que medita

Pensar

S, M

Felicidad devota

El creyente

Creer

S, M

Felicidad negativa

El sufridor

            ?

    ?

Felicidad química

El drogadicto

            ?

    ?

Felicidad de la ficción

El soñador

Fantasear

S, M

Felicidad cómica

El que ríe

Reírse

C, S, M

Felicidad casual

El afortunado

No busca la felicidad, la encuentra.

C, S, M

 

Nota: las dos últimas columnas fueron hechas por el autor del presente escrito

 

   Los hombres buscamos la felicidad en varios de estos modos. Si la buscáramos en uno solo de ellos, seguramente nuestra felicidad sería incompleta, o muy pequeña. Tampoco la sociedad  funcionaría adecuadamente si todos fuéramos “espirituales” o “contemplativos”, ya que la economía colapsaría por el bajo consumo, o si todos fuésemos hedonistas, ya que los valores éticos harían de la sociedad algo caótico.

 

   Es indudable que cada persona ha de buscar la felicidad en más de una de estas posibilidades, de lo contrario se cae en una actitud obsesiva. Martín Krause escribió: “La obsesión por una única meta en la vida tiende a perturbar otras”.

 

   Los distintos objetivos propuestos producirán, en general, distintos grados de felicidad. Así, hay objetivos (consumo de drogas, por ejemplo) que produce una felicidad momentánea pero que va seguida de una profunda infelicidad posterior. Otros objetivos producen felicidad tan sólo en cada individuo, mientras que la felicidad asociada a los sentimientos humanos tiende a lograr una felicidad compartida.

 

   Es oportuno observar que Desmond Morris pasa por alto la causa de felicidad más importante que existe, el amor al prójimo, que es el amor generalizado a todas las personas, aún a las ajenas a nuestro propio ámbito familiar.

 

   Este amor generalizado es el que permite establecer una felicidad compartida a partir de todas las acciones humanas. Y la ética asociada a esta búsqueda ha de ser la ética natural. El objetivo y la ética asociada se identifican con el “Amarás al prójimo como a ti mismo”.

  

 

22 LA SOCIEDAD DE MARX

 

Podremos tener una idea aceptable de la sociedad propuesta por Marx (el socialismo) a partir de ciertas premisas básicas. Lo demás será una  consecuencia que deriva del logro de esos objetivos.

 

1)      El valor de un bien está asociado al trabajo que demandó su realización.

2)      De cada uno según su capacidad, a cada uno según su necesidad

 

Respecto del valor de un bien (ya sea su valor de uso o su valor de cambio) depende de sus propiedades y características antes que del tiempo demandado para su realización. Al menos éste es el criterio imperante en el ciudadano común. Un automóvil vale por su utilidad, por la comodidad que brinda, o por algunos aspectos subjetivos, si se quiere, pero a pocos les interesa saber que ese auto ha sido fabricado en 1.000 o en 10.000 horas-hombre.

 

   Para hacer cumplir esta premisa básica, en el socialismo, no es el individuo el que elige lo que se ha de adquirir o consumir, sino que ello viene determinado por la previa planificación de la producción y de la economía por parte del Estado. Por lo tanto, los medios de producción pertenecerán al Estado. A pocos les interesará mejorar la calidad de su producción por cuanto su valor dependerá del trabajo asociado (no de su calidad).

 

   También se sugiere “sembrar” según las distintas capacidades y aptitudes (de cada uno según su capacidad) pero “cosechar” en forma más o menos igualitaria (a cada uno según su necesidad). Esto lleva a que cada uno tienda a trabajar lo menos posible.

 

   Para establecer la estatización de los medios de producción se procede a su expropiación (robo) y la toma del poder mediante la revolución (atentados, asesinatos, etc.).

 

   Cuando el individuo tiene su vida planificada totalmente (en qué trabajará, qué consumirá, cuánto consumirá) surge en él cierta sensación de encarcelamiento. La total concentración de poder por parte de la clase dirigente (totalitarismo) resulta opresiva para el individuo. Por ello la mayoría trata de escapar de esta sociedad. Hay un sector, sin embargo, que prefiere la seguridad y la protección a cambio de su libertad. Tal es el caso del presidiario que opta por seguir viviendo en la cárcel antes que tener que enfrentarse con la inevitable lucha diaria por la subsistencia.

 

   El empresario privado no forma parte del ideal socialista, en donde el único productor es el Estado. De ahí que se lo descalifica suponiéndose que, necesariamente, se trata de alguien egoísta y “explotador” de sus empleados. Si bien casi todos concuerdan en el fracaso del comunismo, la sociedad de Marx sigue existiendo en la mente de los hombres como una utopía beneficiosa para el hombre, en lugar de ser algo negativo aún como ideal.

 

   Es notorio como al que persigue el ideal socialista se le perdonan asesinatos masivos como los ocurridos en la ex URSS, China, Camboya, etc., en donde la cantidad de víctimas superó ampliamente a las producidas por el nazismo. Tampoco se reconoce ningún mérito a las sociedades en donde prevalece la economía de mercado. Peter Drucke escribió: “En lugar del capitalista de la vieja escuela son los fondos de pensiones los que, en forma creciente, controlan la provisión y asignación del dinero”. “Los propietarios beneficiarios de los fondos de pensiones son, por supuesto, los empleados del país. Si el socialismo se define, como lo hizo Marx , como la propiedad de los medios de producción por parte de los trabajadores, entonces EEUU se ha convertido en el país más «socialista» que existe, al tiempo que sigue siendo también el más «capitalista»” (De “La sociedad poscapitalista” – Editorial Sudamericana)

 

   Las teorías sociológicas actuales tienden a suplantar a los antiguos sistemas filosóficos. Al menos deberíamos establecer sistemas descriptivos fundamentados en aspectos evidentes y observables para, luego, encontrar una sugerencia práctica que oriente al individuo en su accionar cotidiano. Todo accionar orientado hacia el bien común ha de ser una ética propuesta. Lo que el hombre y la sociedad deben ser, constituye simplemente una optimización de lo que el hombre y la sociedad son. No debemos “diseñar” un nuevo hombre y una nueva sociedad, sino tan sólo mejorarlos luego de realizar una descripción básica de sus atributos fundamentales.

 

   Como se vio antes, el marxismo presenta fallas evidentes en  cuanto a los fundamentos económicos que sustentarán a la sociedad propuesta. También podemos indagar respecto de la actitud ética asociada. Para ello se citará un resumen realizado por Florencio José Arnaudo en el libro “La lucha ideológica” de EUDEBA:

 

Afirmaciones básicas del marxismo-leninismo:

 

1)      No hay normas permanentes de moral. La moral es relativa

2)      La moral depende de las condiciones económicas y es diferente para cada época histórica y para cada clase social.

3)      La verdadera moral florecerá cuando se creen óptimas condiciones económicas, una vez que se haya establecido la sociedad comunista.

4)      Mientras tanto el correcto proceder moral consiste en colaborar con la evolución histórica y procurar por todos los medios el advenimiento de la sociedad comunista.

 

Observamos que no existe una ética propuesta que toma como referencia al orden natural, sino que hace referencia principalmente al “orden artificial” propuesto por Marx.

 

   Existiría una moral relativa si diera lo mismo amar a las personas que odiarlas. Daría lo mismo compartir sus penas y alegrías que burlarse y envidiarlas. Podría ser tan feliz el niño que es amado por sus padres que el niño despreciado y maltratado. Pareciera que todo es una cuestión convencional. Imaginemos a un educador que le dice a sus alumnos: “No existe el bien ni el mal. Ninguna conducta garantiza que con ella obtendremos la felicidad. Todo depende de las convenciones sociales aceptadas por la sociedad. Hagan lo que quieran.”

 

   Si no existe un camino mejor que otro, es inútil buscarlo. Si no existe el Bien, es inútil buscarlo. Sin embargo, aún el simple perrito, que nada entiende de convenciones sociales, siente el afecto de su amo, asocia su alegría a ese afecto y su tristeza a su ausencia; incluso puede sentir celos, como si se tratara de un ser humano. Estos aspectos evidentes y observables, son desconocidos deliberadamente por los que suponen la existencia del relativismo moral, una postura defendida por los antiguos sofistas griegos.

 

   Con las profundas fallas en economía y en ética, resulta verdaderamente asombroso cómo el marxismo ha llegado a ser tan importante como ideología. De todas formas, no debemos olvidar que hace tan sólo unas décadas, las figuras influyentes en el mundo eran Hitler y Stalin, que incluso superaban en perversidad a emperadores romanos como Nerón y Calígula.

 

 

 

23 LUCHA DE CLASES

 

Es posible describir las distintas sociedades a partir de los agrupamientos, o clases, que se forman a partir de diferencias étnicas, económicas, culturales, etc. Estas clases pueden competir entre ellas debido a la frecuente tendencia del hombre a hacer prevalecer la competencia a la cooperación. De todas formas, la sociología ha de describir estos conflictos, tratando de suavizarlos, pero nunca deberá estimularlos, algo que hace, precisamente, Karl Marx. En el “Manifiesto del Partido Comunista”, escrito por K. Marx y F. Engels, aparece lo siguiente:

 

“La historia de todas las sociedades que han existido hasta nuestros días es la historia de la lucha de clases. Hombres libres y esclavos, patricios y plebeyos, señores y siervos, maestros y oficiales, en una palabra: opresores y oprimidos se enfrentaron siempre, mantuvieron una lucha constante, velada unas veces, y otras franca y abierta; lucha que terminó siempre con la transformación revolucionaria de toda la sociedad o el hundimiento de las clases beligerantes”.

 

“Nuestra época, la época de la burguesía, se distingue sin embargo, por haber simplificado las contradicciones de clases. Toda la sociedad  va dividiéndose cada vez más en dos grandes campos enemigos, en dos grandes clases, que se enfrentan directamente: la burguesía y el proletariado”.

 

    Es posible encontrar cierto paralelismo entre las ideologías de Hitler y de Marx. Para Hitler existen, en Alemania, arios y judíos, y culpa a los segundos por todos los males de su país, y promueve la lucha para que un sector elimine al otro; al que produce los males. Para Marx existen también dos grupos definidos, proletarios y burgueses, y supone que este último es el que produce todos los males, y por ello promueve su eliminación. Por ello escribe:

 

“Los comunistas consideran indigno ocultar sus ideas y propósitos. Proclaman abiertamente que sus objetivos sólo pueden ser alcanzados derrocando por la violencia todo el orden social existente. Las clases dominantes pueden temblar ante una revolución comunista. Los proletarios no tienen nada que perder en ella más que sus cadenas. Tienen, en cambio, un mundo por ganar” (De “El Manifiesto del Partido Comunista” – Editorial Anteo)

 

    Mientras que los seguidores de Hitler producen el masivo asesinato de unos 6 millones de judíos, los seguidores de Marx, sólo en la ex-URSS, provocan unas 20 millones de víctimas, según afirman varios intelectuales y científicos como A. Solyenitsin y A. Sajarov. En la China de Mao se estableció una cifra de víctimas mucho mayor aún.

 

   La empresa actual contempla el beneficio equitativo entre empresarios, accionistas, clientes y empleados. Hay veces en que se priorizan las ventajas para los empresarios y accionistas, otras veces se priorizan los clientes y algunas veces los empleados. Es evidente que la empresa no puede descuidar ninguno de estos grupos para que pueda mantenerse en el tiempo y en el mercado. Podemos citar los objetivos de una empresa tradicional como lo es Johnson & Johnson, fundada en 1886: “Tenemos una jerarquía de responsabilidades: primero los clientes, segundo los empleados, tercero la sociedad en general y cuarto los accionistas”. 

 

   Según la visión de Marx, necesariamente el empleador es un “explotador” por cuanto le paga al empleado sólo una parte de los beneficios que otorga a la empresa (plusvalía), quedándose con lo que no le corresponde. En este caso no se tiene en cuenta el valor de la información, del conocimiento, de los riesgos y demás factores necesarios para la creación de una empresa. Si un nuevo empleado significará para la empresa una pérdida de dinero o una muy leve ganancia, es posible que ni siquiera lo contrate, porque no le conviene hacerlo. Sin embargo, en cuanto el empleado muestra su efectividad, al propio empleador le convendrá mantenerlo en la empresa y favorecerlo lo más posible.

 

   La aceptación del marxismo se debe, entre otros aspectos, a la hipocresía dominante en gran parte de la sociedad. Todos tienen intención de repartir los bienes de otros, pero nunca los propios. Con ello tratan de justificar un “adecuado comportamiento ético”. Para acentuar esa justificación adoptan una actitud en contra de los empresarios, que son considerados “culpables hasta que demuestren lo contrario”. Incluso el fundamento de muchos políticos radica en el hecho de considerarse “defensores de los pobres” en contra de los “perversos empresarios”. La demagogia no es más que un aspecto de esta ideología central. Martín Krause escribió: “Un médico, un profesor, un artista, un científico merecen respeto por la actividad que desarrollan, aunque sean remunerados por ella e incluso lleguen a ser ricos; pero no sucede lo mismo con el empresario, a quien se le reconocen su iniciativa y su eficiencia pero no la acción misma: proveer de bienes y servicios a quienes los adquieren.” (De “Por el ojo de una aguja”- Editorial Aguilar). Pareciera que toda actividad laboral busca, como retribución espiritual, favorecer al prójimo, menos la acción de producir bienes y servicios de distinta índole, en la cual no puede existir ninguna satisfacción que no sea material.

 

   La lucha de clases, que en el siglo XIX se atribuía a burgueses y proletarios, por ser un concepto poco actualizado y carente de realidad, se asocia en la actualidad a una lucha entre países ricos, o desarrollados, y países pobres, o subdesarrollados, en donde a los primeros se los culpa por los todos los males de los segundos. Cuando se habla de “imperialismo” pensamos en el poder material de un país poderoso respecto de uno débil, pero imperialismo también implica un dominio mental. Así, se atribuye a Gandhi haber dicho, respecto de los ingleses: “Podrán tener nuestros cadáveres, pero jamás nuestra obediencia”. Por el contrario, el marxista no sólo trata de inculcar a la sociedad que el proletario nunca podrá dejar de serlo, que es incapaz de convertirse en empresario en una economía de mercado, sino que también debe odiar a los países capitalistas porque ellos son los culpables de todos sus males. Jorge Luis Borges dijo: “Odiando uno depende de la persona odiada. Es un poco esclavo de la otra. Es su sirviente”. De ahí que, cuando alguien trata de que un individuo no se convierta en esclavo de otros hombres a través del odio, no lo hace tratando de favorecer al “imperialismo yankee” o algo por el estilo, como muchas veces se cree.

 

    Hemos visto que Marx parte de una cuestionable teoría del valor de los bienes y servicios, que sólo tiene sentido en la sociedad por él diseñada, tal la del valor asociado al trabajo social requerido para su realización. Podemos decir que en realidad trata de adaptar a toda la sociedad a una cuestionable, y hasta absurda, medida del valor económico. La crítica a la plusvalía, imperante en las economías de mercado, no tiene en cuenta el valor de la información, la creatividad, la capacidad individual, los riesgos, las preocupaciones del que ha formado una empresa, ya que supone que el empresario debe “dar según su capacidad pero recibir según su necesidad.”. Por estas razones, los aportes de Marx a la economía son mínimos, por no decir completamente erróneos.

 

    Con la descripción de la sociedad como una simple “lucha de clases” muestra que sus aportes a la sociología son mínimos, por no decir completamente erróneos. Incluso promueve deliberadamente la lucha de clases, algo que se ha visto claramente a lo largo de más de un siglo y en varias partes del mundo. Marx escribe:

 

“¡Y es la abolición de semejante estado de cosas lo que la burguesía considera como la abolición de la personalidad y la libertad ! Y con razón. Pues se trata efectivamente de abolir la personalidad burguesa, la independencia burguesa y la libertad burguesa”.

 

    Al aceptar el relativismo moral, el marxismo rechaza la validez de la ética y de las religiones, a las que sólo considera como medios para el dominio de una clase sobre la otra. Marx escribe:

 

“En cuanto a las acusaciones lanzadas contra el comunismo, partiendo del punto de vista de la religión, de la filosofía y de la ideología en general, no merecen un examen detallado. ¿Acaso se necesita una gran perspicacia para comprender que con toda modificación sobrevenida en las condiciones de vida, en las relaciones sociales, en la existencia social, cambian también las ideas, las nociones y las concepciones, en una palabra, la conciencia del hombre?”

  

   En la abolición de la propiedad privada se encuentra el camino inmediato a la gran concentración de poder a través del Estado. El Estado pasa a ser una gran empresa que, por lo general, acentúa los errores atribuidos al capitalismo privado. Marx escribió:

 

“En este sentido los comunistas pueden resumir su teoría en esta fórmula: abolición de la propiedad privada”.

 

   Lo que resulta asombroso, y alarmante, es que un ideólogo, que fue el autor intelectual de masivos asesinatos en todo el mundo, siga siendo considerado como uno de los “fundadores de la sociología”. Si la sociología es una ciencia social general que debe abarcar, entre otras, a la economía, a la política, a la psicología social, derecho, ética, religión, etc., resulta evidente que la sociología no podrá considerarse una ciencia seria mientras personajes como Marx sean incluidos entre sus máximos hacedores.

 

 

24 LA LUCHA IDEOLOGICA

 

En lejanas etapas de la historia, cada individuo producía todos sus bienes en forma artesanal. Luego se vieron las ventajas de realizar un trabajo especializado, conocido como “división del trabajo”, con el posterior intercambio de bienes con otros productores. Este es el comienzo del mercado y de la economía de mercado.

 

Adam Smith descubre que el mercado constituye un sistema autoregulado, que puede funcionar adecuadamente a través del mecanismo de los precios y de la producción, que son regulados por la oferta y la demanda. Esto constituye, por lo tanto, una economía natural que requiere, por parte del hombre, una descripción adecuada para su mejora y para su optimización. Es posible afirmar que, para que este sistema sea efectivo, deben considerarse los siguientes aspectos:

 

       Economía natural =  Trabajo + Ahorro Productivo +  Ética

 

Si se trabaja poco, o si no hay inversiones suficientes o si existe un nivel ético muy pobre, el sistema no dará los resultados esperados.

 

En el siglo XIX, aparece una severa crítica hacia este sistema y es la establecida por Karl Marx. En lugar de aceptar la eficacia del mercado y atribuir las fallas existentes al reducido nivel ético de la sociedad, Marx supone que en realidad es el propio sistema el que falla y propone cambiarlo por otro mejor (economía planificada) lo que dará lugar a importantes cambios en toda la humanidad.

 

La sociedad propuesta por Marx, como toda sociedad, ha de tener un vínculo de unión entre los hombres. Mientras que el cristianismo promueve al amor como dicho vínculo, para Marx lo ha de constituir el trabajo. De ahí que el símbolo de la cruz habría de ser reemplazado por la hoz y el martillo. Podemos ordenar las ideas básicas de Marx numerándolas:

 

1)      El vínculo de unión entre los hombres ha de ser el trabajo

 

Henri Lefebvre escribió: “Las relaciones fundamentales de toda sociedad humana son por lo tanto las relaciones de producción. Para llegar a la estructura esencial de una sociedad, el análisis debe descartar las apariencias ideológicas, los revestimientos abigarrados, las fórmulas oficiales, todo lo que se agita en la superficie de esa sociedad, todo el decorado: debe penetrar bajo esa superficie y llegar a que las relaciones de producción sean las relaciones fundamentales del hombre con la naturaleza y de los hombres entre sí en el trabajo” (De “El marxismo” – EUDEBA)

 

La crítica de Marx a la economía de mercado, o de capitalismo privado, la realiza especialmente a través del concepto de plusvalía:

 

2)      La explotación del trabajador se realiza a través de la plusvalía

 

Vladimir Lenin escribió: “El trabajador gasta una parte del día en cubrir el coste de su manutención y el de la de su familia (salario), mientras que la otra parte del día laboral trabaja sin remuneración, creando para el capitalista plusvalía, que es la fuente del beneficio, la fuente de la riqueza de la clase capitalista” (Citado en “Curso de Economía Moderna” de P. SamuelsonEd. Aguilar)

 

Podemos decir que, si un empresario ha de repartir equitativamente las ganancias de la empresa con sus empleados, éstos en realidad no serán empleados, sino socios. Esto constituye un extremo injusto como también lo será el hecho de lograr muchas ganancias y pagar reducidos sueldos pudiendo mejorarlos. Para Marx, todos los empresarios estarían actuando de esta forma, algo totalmente falso, por cuanto no todos actúan de esa manera. A partir de esta creencia errónea, acerca de la culpabilidad de la burguesía, promueve su derrocamiento. También ve en la lucha de las clases sociales una especie de “ley de la naturaleza”, lo que tampoco está de acuerdo con la realidad.

 

3)      Existe en la sociedad una lucha de clases, entre burguesía (empresarios) y proletarios (trabajadores)

4)      Los objetivos de los trabajadores “sólo pueden ser alcanzados derrocando por la violencia todo el orden social existente”.

 

Anthony Kenny escribió: “La teoría de la plusvalía adolece de un grave fallo. Marx no ofrece ninguna razón convincente de por qué el capitalista, por grandes que sean sus beneficios, no pagará más que un salario de subsistencia. Pero esta tesis es un elemento esencial en su predicción en que el capitalismo conducirá inevitablemente a la revolución y que lo hará antes en aquellos Estados en que la tecnología, y por lo tanto la explotación, progrese más aprisa. En realidad, los empresarios de los países industrialmente avanzados empezaron pronto, y así han continuado haciendo desde entonces, a pagar salarios bien por encima del nivel de subsistencia” (De “Breve Historia de la Filosofía Occidental” – Ed. Paidos SA).

 

Ante el pretexto de que “todo empresario es explotador y le roba al trabajador parte de su salario”, justifica la expropiación (robo) de los medios de producción en forma indiscriminada. A ello apunta la revolución marxista, que es, precisamente, “el derrumbamiento violento del orden existente”. Cuando triunfa la revolución, sólo existirán los medios de producción socializados en cumplimiento de la siguiente directiva:

 

5)      Abolición de la propiedad privada, especialmente de los medios de producción.

 

Una vez que los medios de producción son expropiados, concentrándose y unificándose todo el poder económico y político en el Estado, Marx establece para el nuevo sistema de producción  una definición del valor económico de una mercancía:

 

6)      “El tiempo de trabajo que determina el valor de un producto es el tiempo socialmente necesario para producirlo” (De “El Capital” – Ed. Claridad)

 

Dentro de una economía de mercado, en la cual existe un precio de mercado, regulado por la oferta y la demanda, la definición de Marx resultaría absurda. Ello significa que, en realidad, es una definición que favorecerá la planificación económica en el socialismo, la sociedad diseñada por Marx. Mientras que la ciencia económica describe la economía natural, o de mercado, Marx se encarga de establecer las reglas de una “economía artificial”, lo que está en desacuerdo con los lineamientos básicos de la ciencia experimental.

 

Ahora imaginemos al antiguo propietario despojado de su empresa, que le ha sido robada por el Estado. Podrá seguir dirigiéndola, quizás, pero ahora sus empleados serán efectivamente sus socios. Al seguir en el puesto de directivo, podrá reclamar por cuanto habrá de realizar un trabajo que requiere mayor capacidad y responsabilidad, y aún así ha de ganar como cualquier otro empleado, lo que significará una especie de “plusvalía” desde el Estado hacia su trabajo. Para solucionar este inconveniente, Marx estableció otra regla básica para su sociedad:

 

7)      “De cada uno según su capacidad, a cada uno según su necesidad” (De “El Manifiesto Comunista”)

 

Ante esta situación conflictiva con los propietarios despojados, Marx supone que es el marco social el que crea la conducta individual, y no a la inversa, por lo que tales propietarios se adaptarán, tarde o temprano, al cambio, hasta llegar a consolidarse la “sociedad ideal”. Los intereses individuales serán idénticos a los de la sociedad y el propio Estado desaparecerá. Ello queda justificado en la creencia en que:

 

8)      La existencia colectiva determina la conciencia individual

 

Ludwig von Mises escribió: “Conforme a la concepción marxista, la existencia colectiva determina la conciencia. Las ideas que expresa un autor las ocasiona el hecho de que pertenezca a tal o cual clase social y no está en su poder salirse de su clase y liberar su pensamiento de la tendencia que le prescribe su interés de clase. Se refuta así la posibilidad de una ciencia general, válida para todos los hombres sin distinción de clase” (De “El Socialismo” – Ed. Hermes SA)

 

Como en realidad los pensamientos dependen de factores hereditarios y de todas las influencias recibidas, son ellos los que determinan la acción posterior, por lo que las consecuencias serán distintas a las esperadas por Marx. Florencio José Arnaudo escribe: “La dictadura del proletariado, en lugar de ser una etapa provisional, se transforma en la dictadura de una nueva clase, formada por dirigentes revolucionarios y los técnicos asesores, que se prolonga indefinidamente”. “La colectivización de los medios de producción transforma a la sociedad capitalista en un capitalismo de Estado y da a la nueva clase un poder absoluto frente al cual el individuo está totalmente desamparado. Los medios de producción pertenecen al pueblo sólo en la letra de las leyes” (De “La lucha ideológica” – EUDEBA).

 

Las contribuciones de Marx al conocimiento universal son muy pobres. Incluso su influencia fue muy perjudicial para la humanidad, ya que el principal enemigo del marxismo es la propia naturaleza humana. Ludwig von Mises escribió: “El observador imparcial considera la obra de Karl Marx con diferentes ojos de cómo la ven los soñadores entusiastas, que miran en él a una de las figuras heroicas de la historia y lo colocan en el rango de los grandes economistas y sociólogos, aun entre los más eminentes filósofos. Como economista, Marx no es más que un heredero sin originalidad en economía clásica; es incapaz de estudiar los elementos económicos de los problemas sin sufrir la influencia de consideraciones políticas; observa las relaciones sociales desde el punto de vista del agitador, para quien la acción sobre las masas constituye la cosa esencial”. “Como sociólogo y filósofo de la historia, Marx nunca fue sino un hábil agitador que escribía para satisfacer las necesidades cotidianas de su partido. El materialismo histórico está desprovisto de valía científica” (De “El Socialismo”).

 

A pesar de su negativa influencia y de los serios errores que presenta, el marxismo aún sigue en vigencia en muchos ámbitos universitarios, por lo que pocos dudan de su valor teórico. El fracaso del comunismo se atribuye casi siempre a la mala aplicación de la ideología marxista, pero nunca a la falsedad de la misma. Ludwig von Mises escribió: “Aquel que participa en la lucha a favor de las medidas socialistas pasa por ser amigo del bien, de lo noble, de lo moral, por campeón desinteresado de una reforma necesaria; en pocas palabras, pasa por hombre que sirve a su pueblo y a la humanidad entera y, por encima de todo, por sabio intrépido y verdadero. Aquel que llega a estudiar el socialismo con criterio científico es proscrito como defensor de malos principios, como malhechor, mercenario a sueldo de los intereses particulares, egoístas, de una clase social nociva al bien público, como ignorante. Porque –y esto es lo que hay de curioso en tal manera de pensar- las conclusiones de la indagación, esto es, si el socialismo o el capitalismo sirve mejor al bien público, están decididas desde el principio como cosa resuelta, por un acto de fe puro y simple a favor del socialismo y en reprobación del capitalismo” (De “El Socialismo”)

 

 

25 MATERIALISMO HISTORICO

 

Respecto del materialismo histórico, la idea básica del marxismo, José Ferrater Mora escribió: “El mundo material y lo que hacen los hombres con él constituyen las bases para entender la historia de los hombres como historia de las sociedades. En efecto, los cambios en las condiciones materiales de la existencia son el fundamento de los cambios sociales e históricos. Las demás actividades humanas y productos de estas actividades humanas, como las constituciones de los Estados, las leyes, los productos culturales, etc., se hallan subordinados a los modos de producción” (Del “Diccionario de Filosofía” – Ed. Ariel SA).

 

   Existiría una ley de la naturaleza por la cual la humanidad pasaría por etapas tales como el comunismo primitivo, el despotismo oriental, el esclavismo, el feudalismo y el capitalismo. Luego vendrían, en forma determinada inexorablemente por esta ley, el socialismo y el comunismo. De ahí que Marx indica que sólo podremos adelantar o atrasar los “dolores del parto”. Por ello escribe: “Aun cuando una sociedad haya encontrado el camino que por ley natural debe seguir su movimiento –y el objetivo final de esta obra es poner al descubierto la ley económica del movimiento de la sociedad moderna- no puede saltar ni suprimir por decreto las etapas naturales del desarrollo; pero puede acortar los dolores del parto” (Del prefacio de “El Capital”). Al respecto, Rubén Zorrilla escribe: “Estas palabras tienen inmensa importancia para dilucidar el problema de «la» revolución, no aquella que surge espontánea de la gente, sino la que es gestada por intelectuales, a la espera secreta de una situación histórica favorable” (De “Mercado y utopía”- Grupo Editor Latinoamericano SRL).

 

   Toda teoría sociológica debería ser compatible con la evolución biológica, para encuadrarla en un marco científico. Incluso debería partir de la descripción del ser humano a nivel individual. Al menos debería ser compatible con la psicología social. Finalmente deberá ser parte del proceso de adaptación cultural del hombre al orden natural. Por el contrario, el materialismo histórico de Marx implica un determinismo que lleva a una sociedad sin clases sociales, que habría a ser, justamente, su propio modelo de sociedad; planificada a la luz de la “revelación histórica” que se le ha otorgado por algún designio misterioso. No establece una descripción del ser humano a nivel individual ni una descripción de la sociedad que se relacione con aquélla, sino una ley general de la naturaleza sólo conocida por Marx y sus seguidores. De ahí que la humanidad no habría de adaptarse al orden natural, sino al “orden artificial” por él diseñado.

 

   Al culpar de todos los males de la sociedad a un determinado sector (la burguesía) crea las condiciones necesarias para la violencia, que aparecerá, tarde o temprano, una vez que se ha asumido tal afirmación como verdadera. Luego induce a la expropiación de los medios de producción y a la “dictadura del proletariado” con los desastrosos resultados que en todo el mundo se dieron. Rubén Zorrilla escribe: “Precisamente porque el capitalismo desarrolla en un lapso muy reducido de tiempo fuerzas productivas de altísima productividad, reduce la pobreza rápidamente, la misma que, en los inicios, se sirve de ella. En cambio, donde el capitalismo fue extirpado, o donde se impidió su éxito o penetración, la pobreza persistió o se prolongó trágicamente: ahí están para certificarlo las hambrunas de la Unión Soviética –a pesar de contar con millones de trabajadores esclavos-, o las de Etiopía, China continental (20 millones de muertos en el que debía ser el «gran salto hacia delante» de Mao), o Corea del Norte, entre otras catástrofes sociales y culturales similares”

 

   Marx escribe: “Tan pronto como los instrumentos de producción hayan dejado de transformarse en capital (en la cual se envuelve la supresión de la propiedad privada) no tendrá ya sentido el crédito como tal, lo cual han visto los mismos sansimonianos” (“El Capital” Tomo III pág. 1435). Al respecto Rubén Zorrilla escribe: “Aquí aparece una de las innumerables insinuaciones de la utopía marxista. Naturalmente, si las unidades productivas independientes y en competencia desaparecen, junto con la propiedad privada, desparece el mercado de dinero, desaparece el préstamo y el crédito no tiene sentido. Pero esto significaría una catástrofe descomunal para la especie humana, en términos de calidad de vida, de individuación, de creación y de iniciativa y libertad personales, además de la desaparición física de millones de personas, debido a la abrupta caída de la producción. Significaría una degradación evolutiva fenomenal”.

 

   Sin embargo, en otra parte Marx escribe algo opuesto a lo anterior: “Sin el sistema de fábrica, que se deriva del orden de producción capitalista, no podría desarrollarse la fábrica cooperativa ni mucho menos sin el sistema de crédito que se funda en ese mismo orden de producción” (“El Capital” Tomo III pág. 1308). Al respecto, Rubén Zorrilla escribe: “Pero en esta cita va más allá: sin la fábrica capitalista –afirma- no podría desarrollarse en el futuro (socialista) la fábrica cooperativa «y mucho menos sin el sistema de crédito» que surge de ese modo de producción capitalista. En otras palabras, Marx reconoce otra vez –y no obstante su obsesivo vilipendio-  la necesidad (lógica desde el punto de vista de su teoría, e histórico-empírica, desde el punto de vista del proceso social) del odiado capitalismo ¿Porqué entonces –por enésima vez- destruirlo antes de que se desarrolle? Es que el fervor y la rabia pueden más que la sensatez”.

 

   Resulta sorprendente que algunos pretendan ubicar al marxismo en un marco científico, por cuanto la ciencia describe leyes naturales accesibles a la observación directa de cualquier ser humano de tal manera que cualquiera puede afirmar que tal o cual enunciado es verdadero o falso o, al menos, compatible con la realidad. Marx, por el contrario, parte de una especie de revelación personal y diseña una sociedad acorde con esa creencia.

 

   Aldous Huxley escribió: “No se permite ninguna clase de oposición en Rusia. Pero allí donde la oposición se tache de ilegal, automáticamente se hace subrepticia y se transforma en conspiración. De aquí los procesos por traición y las condenas de 1936 y 1937. Se imponen, a la fuerza y en la forma más inhumana, y contra los deseos de aquellos a quienes afectan, transformaciones en gran escala de la estructura social. Varios millones de paisanos fueron muertos de hambre deliberadamente en 1933 por los encargados de proyectar los planes de los Soviets. La inhumanidad acarrea el resentimiento; el resentimiento se mantiene sofocado por la fuerza. Como siempre, el principal resultado de la violencia es la necesidad de emplear mayor violencia. Tal es pues el planteamiento de los Soviets; está bien intencionado, pero emplea medios inicuos que están produciendo resultados totalmente distintos de los que se propusieron los primeros autores de la revolución” (De “El fin y los medios” – Editorial Hermes)

 

   Esta actitud resulta alarmante, ya que, en el mismo escrito en el que denuncia la muerte de millones de personas, escribe acerca de “buenas intenciones”, como si esas muertes fuesen un detalle sin importancia en vista a los “nobles ideales del marxismo”. De ahí que tampoco faltará quien piense que Hitler también era movido por “buenas intenciones”, y sólo se equivocó en los medios, ya que dijo: “Cuando combato al judío, combato en favor de la obra del Señor”. Cuando millones de víctimas son sólo “un detalle secundario” tiene poco sentido el intercambio de ideas. El marxismo no fue mal aplicado, ya que el odio y la violencia predicados por esa ideología no pueden conducir a otra cosa. La total concentración de poder en el Estado socialista siempre llevará a situaciones peligrosas, ya que toda la sociedad dependerá de las decisiones de una sola persona, o de un grupo reducido, sin la posibilidad de establecer cambios por medio de elecciones.