Solidaridad
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El siguiente artículo fue publicado originalmente en
Socialist Voice Núm. 8 (Otoño 1979)
“El gobierno
obrero” versus el estado obrero
El mito y la realidad del Programa De Transición
El año 1979 marca el
centenario del nacimiento de León Trotsky, y el 1978 el cuadragésimo aniversario de la fundación de la Cuarta
Internacional y su adopción del Programa De Transición. Este programa,
considerado ampliamente como el documento definitivo de trotskysmo, se ha
sometido a severas pruebas durante este
año de su aniversario: Las situaciones revolucionarias o pre-revolucionarias
que estallaron en Perú, Irán y ahora Nicaragua, e algunas de las organizaciones
nominales trotskystas en los lugares de los acontecimientos han utilizado sus
versiones del Programa De Transición a las revoluciones en proceso.
Es nuestra opinión que el programa ha sido traicioneramente
mal usado. Diseñado para la “sistemática movilización de las masas hacia la
revolución proletaria”, ha sido utilizado para propósitos puramente reformistas
por centristas disfrazados de
trotskystas. La organización principal responsable es el Secretariado Unificado
de la Cuarta Internacional (SU), cuyas dos alas son dirigidas por Ernesto
Mandel y el norteamericano Partido Socialista Obrero (PSO). Grupos bajo la
dirección de la SU han desperdiciado grandes oportunidades para el proletariado
e han arrastrado el Programa De Transición a través del lodo del parlamentarismo y pacifismo “democrático”.
La tarea más importante de los revolucionarios en
una situación revolucionaria es ganarse a
la clase trabajadora para la conquista del poder estatal, para llevar
acabo la revolución proletaria. Esto no significa simplemente propagandizar
para la dictadura del proletariado (o el estado obrero) -- aunque ciertamente
esto debe llevarse acabo; significa la utilización de todas las tácticas e
consignas políticas dirigidas a probarle a las masas de la clase trabajadora
que esta meta constituye la única forma de avanzar. Significa explicar a cada
paso e oportunidad que el poder de la clase trabajadora puede lograrse
solamente mediante medios revolucionarios, la destrucción del aparato del
estado burgués, y no mediante la acumulación de reformas democráticas e
parciales.
El parlamentarismo en Irán y Perú
La herramienta principal de
la traición del Secretariado Unificado es el “gobierno de trabajadores y
granjeros”(o simplemente el “gobierno de trabajadores”), la consigna
central del Programa De Transición que
se ocupa de la cuestión del poder estatal. Esta consigna fue creada por la
temprana Internacional Comunista como una táctica revolucionaria destinada a
arrancarle la clase trabajadora de sus dirigentes reformistas al demostrarle
los vínculos de estos dirigentes al poder estatal burgués. Fue adoptada durante
los años treinta por la Cuarta Internacional con el propósito de ganarle
trabajadores a las coaliciones del Frente Popular con la burguesía organizadas
por los partidos socialdemócratas y comunistas stalinizados. Pero también había
sido utilizado de una forma puramente “democrática” e “reformista” por el KOMINTERN de Stalin a finales de los
años veinte.
Por sí misma, la consigna “gobierno de los
trabajadores”se puede entender como un cambio en el gobierno para la ventaja de
los partidos de la clase trabajadora; los ejemplos del Partido Laborista
Británico en el poder o de la Unidad Popular de Salvador Allende en Chile son
los más prominentes. Ningún gobierno de un estado capitalista, aunque esté
compuesto enteramente por partidos de la clase trabajadora, representa un
estado obrero revolucionario. Estos regímenes no son en absoluto lo que
significa la táctica en el Programa De Transición. Utilizar la consigna por si
sola es de todos modos insuficiente; se le tiene que otorgar por obligación un
contenido revolucionario específico. Sin embargo, en manos del SU, se le ha
otorgado a la consigna un contenido específico enteramente parlamentario.
En Perú, una rebelión de masas que incluía huelgas
generales obligó a la junta militar dirigente a convocar elecciones por una asamblea constituyente en
el verano del 1978. La mayoría de los partidos “trotskystas” se combinaron en
un bloque electoral conocido como FOCEP, que incluyó al “gobierno de
trabajadores e campesinos” en su programa y continuamente fomentó la ilusión
que tal gobierno podría lograrse mediante la asamblea dominada por la
burguesía. Hugo Blanco del SU era el portavoz principal de FOCEP y el
representante de la clase trabajadora más prominente debido a su reputación de
dirigente combativo de las sublevaciones campesinas de los años sesenta. Blanco
redacto un borrador de la constitución que llamaba a un gobierno basado en
comités de trabajadores y campesinos electos en asamblea. Él enfatizó las
formas de organización democrática en su borrador, hizo un llamado a favor de una convención democrática de las
organizaciones de los trabajadores y
campesinos para enmendar y finalmente adoptar la constitución -- y le
agregó como paso final que “el borrador entonces debía ser presentado a la
asamblea constituyente por los candidatos de los trabajadores electos” (Intercontinental Press, del 19 de junio de 1978). Las masas no
fueron informadas que un gobierno de trabajadores significaba una confrontación revolucionaria con el
poder armado del estado de la burguesía. Y este documento no fue una excepción
aislada. A través de sus varios discursos, como delegado de asamblea, extensamente re-impresos y
difundidos por la prensa del SU, Blanco creó la impresión de que los “gobiernos
electos por el pueblo” son la vía para alcanzar el “poder de los trabajadores
y campesinos”.
En Irán, posterior al derrocamiento del Sha en enero,
el HKS (Partido Socialista Obrero) fue organizado conjuntamente por las dos
alas del SU y el Comité de Organización para la Reconstrucción de la Cuarta
Internacional. Los dirigentes del HKS habían explicado previamente su meta de
un gobierno de trabajadores y
campesinos de la siguiente manera:
“La
república por la cual luchamos no es el reemplazo del Sha por un presidente, ni
incluso el reemplazo de todos los elementos reaccionarios por funcionarios
progresistas y musulmanes como exige Jomeni, sino la completa democratización
desde lo más alto hasta lo más bajo del aparato estatal, basándose en elecciones y la posibilidad de
residenciamiento en cualquier momento por las exigencias de las bases.”(Inprecor, edición francesa, del 18 de
enero de 1979)
El aparato estatal, que piden“democratizar
completamente” es el aparato estatal burgués del Sha y más adelante del Ayatolá
Jomeni. A pesar de la etiqueta de “gobierno de trabajadores y campesinos” que le han dado, este llamado a
favor de una república fue en armonía, y no en
oposición, a la burguesa e previsiblemente represiva Republica islámica
de Jomeni y sus seguidores religiosos. El SU contribuyó a la ilusión de que la
república de Jomeni podía ser democratizada y que una asamblea constituyente
podía ser instalada sin la lucha de la clase trabajadora para destruir el
régimen de Jomeni. En su “Declaración
de los derechos de los trabajadores y labradores de Irán” (Intercontinental Press, del 5 de febrero de 1979), el HKS hizo un
llamado para tal asamblea constituyente a “considerar establecer” las bases
estructurales de un gobierno de trabajadores y campesinos.
La SU fue lejos como para mencionar el socialismo.
Una declaración oficial, “La tercera revolución iraní ha comenzado” (Intercontinental Press, del 7 de mayo de
1979), describió las tareas del propuesto gobierno obrero y de los campesinos:
“Tal
gobierno concretaría él vinculo entre los trabajadores y los campesinos pobres,
movilizaría a las masas a expropiar las principales sucursales bancarias e
industriales, rompería el poder de los imperialistas y sus socios menores---los capitalistas
nativos, instituiría una economía planificada, y establecería la dictadura del
proletariado, abriendo de esa manera el camino al socialismo.”
En este comprensivo documento no se mencionó que la tarea de “establecer” la dictadura
del proletariado sería violenta, requiriendo una lucha armada contra las
fuerzas armadas de Jomeni y la burguesía. Por el contrario, la declaración de
derechos del HKS indica que “el ejército debe ser democratizado”—y no
derrotado, una ilusión traidora para propagar entre las masas desarmadas.
En estas dos excepcionales
oportunidades revolucionarias, Perú e Irán, el Secretariado Unificado utiliza la meta del socialismo -- cuando
consigue ser mencionada del todo -- como cobertura destinada a apoyar la
efímera democratización de los regímenes burgueses bonapartistas. Lamenta cada inevitable traición de la
democracia de parte de estos regímenes luego de haber engañado a las masas con que la democratización era posible.
Visualiza una fraudulenta democracia burguesa que evoluciona pacíficamente a
una verdadera democracia obrera de las masas.
Evita mencionarle a las masas la necesidad de aplastar al estado burgués
y erigir un estado obrero. Esta
estrategia no solamente traiciona al socialismo pero no podrá incluso ni
siquiera alcanzar avances democráticos
reales. El SU utiliza el gobierno de los
trabajadores e campesinos como su principal herramienta de decepción,
prometiendo poder obrero pero otorgándole un significado no revolucionario
electoralista e pasivo. La consecuencia tanto en Irán como Perú, si los
trabajadores y los campesinos no están preparados para la lucha revolucionaria,
será no solamente perder oportunidades para alcanzar el socialismo sino también
un viraje hacia una reacción salvaje como en Chile.
¿Cómo es posible que el Programa De Transición sea
utilizado de esta manera? No es la mala interpretación de las palabras del
Programa De Transición que ha lanzado a los seudo trotskystas fuera de la vía
revolucionaria. Por el contrario, la degeneración de la Cuarta Internacional
hacia el centrismo ocurrió hace un cuarto de siglo bajo el impacto de la
derrota masiva de la clase trabajadora internacional durante y posterior a la
Segunda Guerra Mundial (véase nuestro análisis en Socialist Voice Núm. 2); el uso fraudulento del
Programa De Transición es solamente uno de los resultados de esa decadencia.
Hoy el resurgimiento revolucionario de las masas y, por lo tanto, de la lucha a
favor de un programa y una dirección genuinamente revolucionaria ocupa el centro
de atención. En varios artículos hemos analizado otros aspectos de las teorías
y prácticas de los seudo trotskystas.
Nuestro propósito específico en este artículo consiste en rescatar al Programa
De Transición de los mitos creados por sus intérpretes centristas, desmantelar
los gravámenes teóricos que se han construido
alrededor de la consigna del gobierno de los trabajadores en particular,
y resucitar al programa como el centro
de la política revolucionaria como fue su intención original.
El Programa De Transición (su título exacto es “La
agonía de muerte del capitalismo y las tareas de la Cuarta Internacional”) fue
escrito por Trotsky como un borrador de programa para la conferencia de
fundación de la Cuarta Internacional en el 1938. Adquirió el nombre de
“Programa De Transición” debido a que el grueso del documento está dedicado al
programa, o sistema de demandas de
Transiciones que “emanan de las condiciones de hoy y de la conciencia de hoy de
las amplias capas de la clase trabajadora y inalterablemente están dirigidas a
una conclusión final: la conquista del poder por el proletariado.” Esta cita es
tomada del libro El programa de Transición para la revolución socialista (PTRS) publicado por la Pathfinder
Press de PSO (tercera edición, p. 114), que contiene el programa junto a
muchos de los escritos e discusiones
grabadas de Trotsky en torno a su significado. Es la única edición ampliamente
disponible en los EE.UU...
El título de
este libro del PSO expresa el mito del Programa De Transición – debido a
que el propósito del Programa De
Transición es llegar hasta la revolución socialista, y no es el “programa de la
revolución socialista”. La colocación correcta del Programa De Transición en el
arsenal revolucionario debería ser evidente a partir de varias declaraciones
específicas de Trotsky. En el programa mismo, él escribió:
“Es
necesario ayudar a las masas en el proceso de la lucha diaria dirigida a
encontrar el puente entre las demandas actuales y el programa socialista de la
revolución. Este puente debería incluir un sistema de demandas transicionales...” (PTRS, p. 114)
Obviamente, el puente al programa socialista de la revolución no es lo mismo que el
programa mismo. Algunos párrafos más adelante, Trotsky hizo el mismo énfasis
con diferentes palabras:
“El
viejo programa 'mínimo' es superado por el Programa De Transición, cuya
tarea recae en la movilización
sistemática de las masas para la revolución proletaria.”(PTRS,
p. 115)
Claramente Trotsky tuvo la intención de que el Programa
De Transición fuese una substitución para el programa “mínimo” y no para el
programa “máximo” de la revolución socialista. De hecho, el programa no
contiene la consigna de la dictadura del proletariado. El programa entero va
dirigido en esta dirección, pero ése es precisamente el punto: va dirigido en
esa dirección pero no la alcanza. Trotsky estaba perfectamente consciente de
esa omisión. Como él indicó en una de las discusiones con sus seguidores sobre
el borrador del programa (del 7 de
junio de 1938, PTRS, p. 173):
“El
borrador del programa no es un programa completo.... Igualmente el
final del programa no está completo, debido a que no hablamos aquí sobre la
revolución socialista, sobre la toma del poder por la insurrección, la
transformación de la sociedad capitalista hacia la dictadura, la dictadura
hacia la sociedad socialista. Esto trae al lector solamente al umbral. Es un
programa para la acción a partir de hoy hasta el comienzo de la revolución
socialista.”
¿Por qué fue diseñado el
Programa De Transición a dirigir la lucha de clases hasta la “puerta de la
revolución socialista”? Ese es en su
esencia la razón de este artículo completo.
Pero podemos decir con confianza que Trotsky no estaba no estaba
interesado de ninguna forma en el reformismo
ultra izquierdista: no tenía la intención de dirigir a la clase trabajadora a
la revolución para que le tiraran la puerta en la cara. Sin embargo, el carácter incompleto (en el
sentido mencionado por Trotsky) le ha dado la oportunidad a los centristas a
utilizarlo como un arma contra la revolución.
La consigna del gobierno de
los trabajadores es fundamental al mal uso del programa debido a que se ha
utilizado de hecho como substituto para la consigna de estado obrero que
falta. No es ninguna coincidencia que
las organizaciones que hacen esta substitución son las mismas, que hace treinta
años, adelantaron la teoría que proponía que fuerzas pequeñas burguesas en
Europa Oriental y la China podían sustituir al proletariado a llevar acabo la
revolución socialista. Esto, como
demostraremos, es una de las claves de la mala interpretación de hoy día. En esa época la expansión del stalinismo
posterior a la Segunda guerra Mundial lanzó a la confusión la teoría de la
Cuarta internacional; hoy día, la teoría falsa se ha cristalizado en un
programa para disfrazar el reformismo tipo stalinista como trotskysmo. La
substitución del gobierno de los trabajadores por el estado obrero no es otra
cosa que la substitución de la reforma por la revolución.
La táctica del gobierno de
los trabajadores
El uso correcto de la
consigna del gobierno de los
trabajadores es una pregunta política complicada, hecha aún más por el hecho de
que los documentos principales en los cuales se expone son o contradictorios o
confusos en sí mismos (las resoluciones de la Internacional Comunista a
principios de los años veinte) o son solamente bosquejos de la teoría en su totalidad (el Programa De
Transición). Recuperar el significado de la consigna requiere una revisión de
su historia a la luz de la distinción fundamental marxista entre el estado y el
gobierno.
Al hacer esto deseamos establecer dos conclusiones
fundamentales entre otras: 1) la consigna del gobierno de los trabajadores es
táctica--- cuando es utilizada correctamente puede conducir a la revolución y
al estado obrero. Debería ser utilizada en ciertas coyunturas de la lucha de
clases y ser retirada en otras; si se utiliza como una estrategia omnipresente
se convierte en substituto para el estado obrero y sirve solamente para propósitos
reformistas. 2) la consigna es agitativa más bien que propagandista, en el
sentido que codifica la idea del poder
del estado en una forma accesible a una gran cantidad de trabajadores y en sí no envuelve su implicación revolucionaria
completa que solamente la capa más avanzada estaría preparada para aceptar.
(Por supuesto, puede ser discutido en escritos propagandistas como se es
discutido en este artículo, pero como consigna tiene solamente un significado
agitativo.) Ambas conclusiones indican el carácter limitado y coyuntural de la
consigna. No tiene nada en común con el substituto universal para el estado
obrero en el cual se ha transformado.
La codificación científica de demandas
transicionales comenzó en el Tercer Congreso de la Internacional Comunista en
1921. El resurgimiento revolucionario que arropó a Europa, inspirado por la
Revolución Bolchevique en Rusia y alimentado por las asperezas de la guerra se
terminó. Dejó a su paso en muchos países partidos comunistas que generalmente
tenían la fidelidad de solamente secciones minoritarias de la clase
trabajadora. A menudo los reformistas socialdemócratas y los centristas
tenían influencia igual o mayor en el
proletariado. El problema que encaraban
los comunistas era táctico. Debido al ejemplo de la Revolución
Bolchevique, era claramente comprendido que los partidos comunistas estaban a
favor de la estrategia de derrocar a la burguesía mediante medios
revolucionarios. Aunque la fortaleza socialdemócrata hizo evidente que no todos
los trabajadores pensaban que ese curso era necesario para lograr sus demandas.
El congreso del KOMINTERN giró hacia la táctica del frente unico con el
propósito de demostrarles a los trabajadores bajo la influencia de los
reformistas en luchas comunes que la
estrategia revolucionaria era de hecho necesaria.
El
punto fundamental en discusión
era el vínculo entre las luchas cotidianas y la victoria del socialismo. Los
socialdemócratas afirmaron que la concesión gradual de reformas, vinculada a la
fuerza electoral cada vez mayor de sus partidos, conduciría inevitablemente al
socialismo. La prosperidad irregular en Europa al final del siglo, derivado del
imperialismo, había fomentado la ilusión que las reformas eran una institución
permanente capitalista y, mas aun, que el capitalismo podía ser transformado en
socialismo mediante la presión democrática de las masas sin una revolución.
La ilusión estalló pronto, y en la época del
decaimiento capitalista el programa mínimo de posibles reformas demostró no ser
la respuesta a las realidades de la vida bajo el capitalismo. El programa
mínimo contuvo a los trabajadores de
luchar a favor de sus necesidades diarias, debido a que el capitalismo en su
crisis no podía ni siquiera
conceder éstas demandas. El KOMINTERN
encontró una alternativa al programa mínimo en la lucha a favor de las demandas
transicionales:
“En
lugar del programa mínimo de los reformistas y centristas, la Internacional
Comunista prepara una lucha por las necesidades concretas del proletariado, por
un sistema de demandas que tomadas en conjunto minan el poder de la burguesía,
organizan al proletariado y forman las etapas en la lucha por la dictadura
proletaria, y cada una de ellas expresa una necesidad de las extensas masas,
incluso si no están conscientemente a favor de la dictadura del proletariado.”
Tales demandas serían la base del acercamiento del
frente unico a los trabajadores socialdemócratas. Todas las demandas
transicionales fueron diseñadas para que los trabajadores quebrantaran sus
lazos con su liderazgo y conciencia reformista, para no nublar las diferencias entre las perspectivas
reformistas y revolucionarias. Cada vacilación y rechazo de parte de los
líderes reformistas a llevar acabo las necesidades específicas de la clase
trabajadora minarían la hegemonía de la socialdemocracia sobre sus seguidores;
por otra parte, cada paso concreto alcanzado por la lucha conjunta de los
trabajadores comunistas e socialdemócratas conjuntamente a pesar de las
vacilaciones de los reformistas para exigir lo que los capitalistas mantienen
que no pueden concederle, sería una
victoria para la clase trabajadora. En cada caso, serían los comunistas que
mantendrían los intereses de la clase trabajadora por encima de cualquier consideración
de rentabilidad capitalista y los socialdemócratas que rechazarían ir más allá
de los límites determinados por la burguesía.
Pero hubo un caso en el cual fueron los comunistas,
no los socialdemócratas, que parecieron ser el obstáculo al esfuerzo del frente
unico en nombre de los intereses comunes de los trabajadores. Los comunistas
rechazaron como cuestión de principio unirse a los gobiernos burgueses de los
varios estados capitalistas, mientras que los socialdemócratas no vacilaron en
hacerlo así, arguyendo que su participación en el gobierno les permitía ayudar
a la clase trabajadora. Los partidarios de los socialdemócratas no consideraban
a los gobiernos burgueses órganos de la clase capitalista; votaban por los
reformistas precisamente para obtener una “participación” del poder gubernamental.
Los comunistas entendían que los representantes de la clase trabajadora en los
gobiernos burgueses servían para engañar a las masas en vez de cumplir sus
intereses; pero este entendimiento tuvo que ser probado en la práctica para los
trabajadores socialdemócratas quienes consideraban tal participación una
victoria. El frente unico tuvo que ser extendido al poder gubernamental.
Los comunistas pudieron
regresar a un precedente de la Revolución Bolchevique. Durante el período de
los gobiernos provisionales que eran coaliciones entre los partidos
abiertamente burgueses y los mencheviques (socialdemócratas reformistas) y los
revolucionarios sociales (apoyados por la mayoría de los campesinos), los
bolcheviques encararon un problema táctico similar. Aquí el clima era
revolucionario en el cual el régimen zarista había sido derrocado y los
trabajadores y campesinos luchaban activamente por continuar la revolución.
Pero todavía los mencheviques y los revolucionarios sociales (RS) dominaban los
soviets, los consejos instalados por los trabajadores y campesinos, y los bolcheviques retenían
solamente una minoría de asientos. Los bolcheviques lanzaron las consignas
“Abajo con los ministros capitalistas” y “Todo el poder a los soviets”, con el
propósito de presentar la idea de un gobierno independiente de partidos obreros, basado en los órganos de
las masas, que llevarían acabo las medidas necesarias tales como ponerle fin a
la guerra imperialista, la distribución de la tierra a los campesinos, y la
organización de la distribución de los alimentos en las ciudades.
Si los mencheviques y los RSs hubiesen roto con sus socios burgueses y
hubiesen realizado las demandas bolcheviques, hubiese surgido un “gobierno de los
trabajadores y campesinos” bajo el estado burgués. Los bolcheviques no hubiesen
participado en tal gobierno debido a que el aparato estatal todavía seria de la
burguesía pero hubiesen utilizado el hecho que el gobierno estaría basado en
los soviets para luchar por el poder dentro de estos cuerpos. Estarían
esperanzados en adquirir una mayoría en los soviets al desenmascarar la
negativa de los reformistas para llevar a cabo sus propias promesas incluso
cuando no estaban restringidos por la coalición burguesa. El gobierno de los
trabajadores y campesinos de los mencheviques y RSs hubiese existido solamente por un momento histórico; su
existencia hubiese ayudado a los bolcheviques a llevar el conflicto de clases a
su maduración. Así fue cómo Lenin explicó la propuesta bolchevique:
“El
compromiso se puede explicar de la siguiente manera: los bolcheviques, sin
hacer reclamos de participar en el gobierno (que es imposible para los
internacionalistas a menos que una dictadura del proletariado y de los campesinos
pobres se haya realizado), se abstendrían de exigir la transferencia inmediata
del poder al proletariado y campesinos
pobres y de emplear métodos revolucionarios para lograr esta demanda. Una condición que es
auto-evidente en sí y por ende no nueva para los RSs y mencheviques sería la completa libertad de propaganda y la convocación de la
asamblea constituyente sin ningún retraso...
“Los
mencheviques y los RSs que constituyen el bloque del gobierno, entonces
estarían de acuerdo... para formar un gobierno completamente e exclusivamente
responsable a los soviets, el último también asumiendo todo el poder
localmente.... Pienso que los bolcheviques no adelantarían ningunas otras
condiciones, confiando que la revolución
procedería pacíficamente e la lucha partidaria
en los soviets sería pacíficamente superada gracias a la libertad verdaderamente e completa de la propaganda y
el establecimiento inmediato de una nueva democracia en la composición de los
soviets (nuevas elecciones) y en su funcionamiento....
“Los
bolcheviques ganarían la oportunidad absoluta de abogar sus puntos de vista y
de intentar ganar influencia en los soviets bajo una democracia realmente
completa. De palabra, ' todos' ahora conceden a los bolcheviques esta libertad.
En la realidad, esta libertad es imposible bajo un gobierno burgués o en el cual la burguesía participe, o bajo
cualquier gobierno, de hecho, con excepción de los soviets. Bajo un gobierno de
los soviets tal libertad sería posible (no decimos que sería una certeza, pero
todavía sería posible). Para garantizar tal posibilidad en un tiempo tan
difícil, valdría la penal comprometerse con la actual mayoría en los soviets. Nosotros no tenemos nada que temerle a
la democracia real, debido a que la realidad está de nuestro lado, e incluso la
dirección del desarrollo de las tendencias dentro de los partidos RS y menchevique, que son hostiles hacia
nosotros, prueba que nosotros estamos
en lo correcto.
“Los
mencheviques y los RSs alcanzarían adelantos que inmediatamente aprovecharían
cada oportunidad para realizar el
programa de su bloque con el
apoyo de la mayoría obviamente abrumadora de la gente y con ellos asegurarían
para sí mismos el uso 'pacífico' de las mayorías en los soviets.”(“En
compromisos”, Trabajos recogidos, volumen
25, pp. 307-8)
Se debe enfatizar un punto adicional sobre la
táctica de Lenin. Los bolcheviques retiraron la consigna “Todo el poder a los
soviets” posterior a los “días de julio” del 1917 cuando el gobierno burgués con
la ayuda de los mencheviques y los RSs acortó los poderes de los soviets y
declaró ilegal el Partido Bolchevique. Lenin mantenía que los soviets como
instituciones de la clase trabajadora habían sido comprometidos a tal grado que
incluso un “gobierno soviético” de los mencheviques y los RSs seria simplemente una herramienta mas de la burguesía.
Posteriormente, posterior a que el zarista General Kornilov había sido
derrotado durante su ataque contra Petrograd en una tentativa de derrocar el
gobierno provisional, las consignas fueron tomadas denuevo por los bolcheviques
con la condición de que su libertad de
acción fuese restaurada. El pasaje anterior de Lenin proviene de ese
período de la revolución. El hecho de que las consignas a favor del “gobierno de
los trabajadores y campesinos” fuesen enarboladas y retiradas en varias
ocasiones indica su naturaleza táctica. Lenin hizo esto explícito en el mismo
artículo mencionado anteriormente:
“Nuestro
partido, como cualquier otro partido político, se esfuerza por la dominación política para sí mismo. Nuestro objetivo es la dictadura del
proletariado revolucionario.... Podríamos ofrecer un compromiso a estos
partidos solamente a manera de una excepción, y solamente por virtud de una
situación particular, cual obviamente duraría un tiempo muy corto.”
La propuesta de Lenin a
favor de un gobierno menchevique-RS sale de un ensayo titulado “Sobre
compromisos”, y nuestra cita describe
el compromiso que Lenin propuso. Lo obvio debe ser señalado: La propuesta de
Lenin no era parte del programa fundamental bolchevique sino un compromiso táctico. Fue hecho
abiertamente ante las masas y no
secretamente, pero fue de todos modos un
acuerdo. De igual manera, Lenin
subraya que los bolcheviques conservan su derecho a criticar y hacer propaganda
durante el compromiso, como en todas las futuras ofertas genuinas de frente
unico. Ellos necesitaban esta libertad para probarles a los trabajadores la
necesidad un estado obrero, incluso cuando estaban envueltos en un compromiso
sobre un “gobierno de los
trabajadores”.
El compromiso propuesto por los bolcheviques fue rechazado. Sin embargo, los bolcheviques
lograron una mayoría en los soviets y fueron capaces de utilizar este poder
como base para la Revolución de Octubre que derrocó el estado burgués. La
táctica de frente unico fue exitosa aunque no fuese aceptada, basado en
que la negativa de los mencheviques a
expulsar a los ministros burgueses del gobierno provisional fue un elemento
importantísimo para socavar su influencia entre las masas.
Los bolcheviques ofrecieron otro compromiso a los
centristas posterior a la revolución
obrera -- una participación en el gobierno del nuevo estado obrero. Esta oferta
fue aceptada por algún tiempo por el ala izquierdista del Partido Social Revolucionario
hecho que refleja la adopción de los bolcheviques del programa del RS para la
división de la tierra entre el campesinado. Este fue en efecto un real gobierno
de trabajadores y campesinos, un bloque de un partido de la clase trabajadora
(los bolcheviques) y de un partido campesino (los RSs) en el poder. El gobierno
era un frente unico cuya tarea fundamental consistía en defender al estado
obrero contra la restauración burguesa: la cuestión de “¿Cual estado?”
permanecía todavía vigente. El bloque con la izquierda del RS también tenia el propósito de desenmascarar
a los indecisos y ganarse hacia ellos a los
revolucionarios, tarea que en su mayor parte cumplió.
Si los mencheviques y los RSs hubiesen instalado un
gobierno de los trabajadores y campesino expulsando a los ministros
capitalistas, este hubiese durado muy poco tiempo; en contraste, el gobierno de los trabajadores y campesinos se
instaló como un frente unico de los bolcheviques y los RS izquierdistas después
de que ya la revolución en principio podía sostenerse en el poder, aunque en
realidad su vida fue muy breve. La diferencia consistía en la naturaleza
clasista del aparato estatal subyacente: el gobierno menchevique, un “gobierno
de los trabajadores” en un estado burgués hubiese sido intrínsicamente
contradictorio y, por supuesto, hubiese traído al frente la pregunta de cual
clase debería gobernar. Aunque ambas formas de gobierno de los trabajadores y
campesinos tenían aspectos comunes, particularmente el frente unico, eran dos
cosas fundamentalmente diferentes.
El Cuarto Congreso del KOMINTERN
Fue con los precedentes de
la Revolución Bolchevique en mente que el Cuarto Congreso de la Internacional
Comunista recurrió a la consigna del gobierno de los trabajadores. La
declaración del KOMINTERN estaba dirigida a esos países donde el régimen
burgués era inestable y los partidos de la clase trabajadora tenían una
verdadera fuerza. Fue diseñada para separar a los trabajadores socialdemócratas
de sus líderes colaboracionistas de
clase al desenmascarar la negativa de los reformistas a romper sus lazos
con la burguesía.
“...
a la coalición, abierta o encubierta, entre la burguesía y los
socialdemócratas, los comunistas contra-plantean el frente unico de todos los
trabajadores y la coalición política y económica de todos los partidos de los
trabajadores contra el poder burgués, con el propósito de derrocar este último
de una vez por todas. En la lucha común de todos los trabajadores contra la
burguesía, el aparato estatal completo deberá caer en manos del gobierno de los
trabajadores, y de esta manera, la posición de la clase trabajadora será
reforzada.
“El
programa más elemental de un gobierno de los trabajadores debe consistir en
armar al proletariado, desarmar a las organizaciones contrarrevolucionarios
burguesas, instalar el control sobre la producción, poner la carga principal de
los impuestos sobre los ricos y romper la resistencia de la burguesía
contrarrevolucionaria.
“Un
gobierno de esta clase es posible solamente si surge de la lucha de las masas
mismas, si se basa en las organizaciones de los trabajadores adaptadas para el
combate y creadas por las capas más amplias de las masas de trabajadores
oprimidos. Un gobierno de los trabajadores que resulte de una combinación
parlamentaria podría también proporcionar una oportunidad de consolidar el
movimiento revolucionario de los trabajadores. Pero es evidente en sí que la
aparición de un gobierno de los trabajadores genuino, y la continuación de tal
gobierno con una política revolucionaria, deberá conducir a la lucha más feroz
y eventualmente a una guerra civil con la burguesía. La mera tentativa del
proletariado de formar un gobierno de los trabajadores encontrara desde su comienzo la resistencia
más violenta de la burguesía. La consigna del gobierno de los trabajadores es
por lo tanto capaz de enfocar y provocar luchas revolucionarias.”
El documento, por lo tanto, describe así claramente la naturaleza de un
gobierno de los trabajadores bajo un estado burgués como fuerza de
desestabilización que necesariamente trae la cuestión de la naturaleza clasista
del estado al frente de las luchas y de hecho precipita la guerra civil con la
burguesía, bajo condiciones de
movilizaciones en masa de la
clase trabajadora.
Pero el documento también exhibe ciertos grados de
confusión. Enumera cinco tipos posibles de “gobiernos de trabajadores” que los
comunistas tienen que anticipar:
1.
Un gobierno de trabajadores liberal. Ya existe tal gobierno en Australia; tal
vez habrá también uno muy pronto en Inglaterra.
2.
Un gobierno de trabajadores socialdemócrata (Alemania).
3. Un gobierno de los trabajadores y
campesinos. Tal posibilidad existe en los Balcanes y en Checoslovaquia, etc.
4. Un gobierno de los trabajadores en el
cual los comunistas participan.
5. Un gobierno genuino de trabajadores proletario,
que en su forma más pura solamente puede ser encarnado por un verdadero partido
comunista.
Los primeros dos tipos son despachados en el
documento como falsos gobiernos de
trabajadores que “camuflan una coalición entre la burguesía y los
dirigentes contrarrevolucionarios de los trabajadores”. Sin embargo, es
inconcebible que tales gobiernos liberales o socialdemócratas podrán llevar
acabo o aún adoptar “el programa más elemental de un gobierno obrero” (“armando
el proletariado”, etc.) que proveyó el documento. El Cuarto Congreso descartó
estos dos tipos, señalando únicamente que los comunistas no deben participar en
ellos y que estos “pueden contribuir objetivamente a la precipitación del proceso
de descomposición del régimen burgués”. Esto es cierto del gobierno
menchevique-RS de 1917 que los bolcheviques habían propuesto tácticamente, pero
no fue cierto de los gobiernos liberales y socialdemócratas de los años 20s que
el KOMINTERN cita como ejemplos. De hecho, los regímenes de Partido Laborista e
Socialdemócratas que alcanzan el poder en situaciones no-revolucionarias no son generalmente más desestabilizadores del poder burgués que
cualquier otro tipo de gobierno burgués.
Por ende, hubo ciertamente que hacer más clarificaciones, debido a que la lista
anterior encarna un número de confusiones. En primer lugar, un gobierno liberal
o socialdemócrata no contrapondría en
lo mínimo un frente unico de todos los partidos de los trabajadores contra la
“coalición”, abierta o enmascarada, de la burguesía y los socialdemócratas.
Seria de hecho una coalición tan enmascarada, dirigida contra la dictadura del
proletariado. La consigna del
gobierno de los trabajadores no hace por si misma esta distinción obviamente fundamental, e por lo tanto no
deberá utilizarse durante una situación donde sea posible un gobierno
contrarrevolucionario de partidos de
trabajadores.
En segundo lugar, de acuerdo al análisis la
distinción entre las cinco formas depende de cuales partidos participan en el
gobierno. Ése es un elemento pero no el definitivo. Por ejemplo la quinta
forma, la categoría “genuina”, fue diseñada para representar la dictadura del
proletariado debido a que está “encarnada por un partido comunista”. En la
Rusia del 1922 la dictadura proletaria, de hecho, fue encarnada solamente por
el partido comunista. Pero el primer gobierno pos-revolucionario incluyo a elementos no-comunistas. El punto
definitorio de la dictadura del proletariado no consiste en cuales partidos
componen el gobierno sino cual clase
gobierna al estado. La destrucción del aparato estatal burgués por los
trabajadores y el establecimiento de su propio aparato estatal crea el estado obrero.
Ciertamente, los comunistas serán la fuerza dirigente en el gobierno de tal
estado, pero durante un periodo de tiempo inicial su partido podrá compartir el
poder. (Ahora sabemos también que fuerzas pequeña burguesas pueden capturar el
poder gubernamental en un estado obrero en degeneración, como lo fue la URSS
gobernada por los stalinistas durante los años 20s y 30s del siglo pasado, de
tal modo que un estado obrero puede tener un gobierno que no es ni comunista y
ni de trabajadores.)
La tercera y cuarta forma de la lista son las que
mejor describen el concepto del KOMINTERN de cómo debe utilizarse la consigna
del gobierno de los trabajadores. Pero existe una tercera confusión. El
documento afirma al comienzo que “el gobierno de los trabajadores... debería
utilizarse en cualquier lugar tanto como consigna de propaganda general” como
de “actividad política corriente”. Sin embargo, a través del documento la
consigna se dirige a las utilizaciones agitacionales y no deberá confundirse
con una consigna de propaganda general sobre la cuestión del poder que
solamente podrá ser la dictadura del proletariado. El documento hace hincapié
sobre este punto precisamente al final:
“Los
comunistas están listos para hacer causa común con esos trabajadores,
socialdemócratas, cristianos, sin partido, sindicalistas, etc., que todavía no
han reconocido la necesidad de la dictadura del proletariado. Los comunistas
también están preparados, bajo ciertas circunstancias y con ciertas garantías,
a apoyar un gobierno de trabajadores
no-comunista. Pero los comunistas deberán a toda costa explicar a la
clase trabajadora que su liberación solamente podrá ser asegurada mediante la dictadura del proletariado.”
Ya que las formas de gobierno de trabajadores
pre-dictadura no consisten en etapas inevitables hacia la dictadura del
proletariado, la utilización de la consigna del “gobierno de los trabajadores”
como una consigna de propaganda general
conducirá hacia una inmensa confusión. Transformaría la consigna a una
convocatoria de gobierno de los
trabajadores en una estrategia permanente de frente unico con los reformistas
(quiénes, como los mencheviques durante los “días de julio”, son capaces de
desempeñar papeles abiertamente contrarrevolucionarios), e no el acercamiento
táctico empleado con propósitos
específicos bajo las condiciones ya descritas (“si surge de la misma lucha de
masas”, etc.). Trotsky explicó el principio detrás de la táctica del frente
único en una conexión diferente:
“La
táctica del frente único todavía conserva toda su fuerza como el método más
importante en la lucha para ganar las masas. Un principio básico de esta
táctica: ‘Con las masas -- siempre; con los líderes indecisos -- a veces, pero
solamente cuando se encuentren a la cabeza de las masas’. Es necesario hacer
uso de líderes indecisos mientras las
masas los empujen hacia adelante y ni por un solo momento abandonar la crítica
de estos dirigentes. Y es necesario romper con ellos en el momento justo cuando
giren de la vacilación a la acción hostil y a la traición. Es necesario
utilizar la ocasión de la ruptura para desenmascarar a los dirigentes traidores
e contrastar sus posiciones con la de las masas. Es en esto que
precisamente consiste la esencia
revolucionaria de la política del frente único.” (León Trotsky Sobre Gran Bretaña, en ingles, p. 255)
Ya hemos señalado que la resolución del Cuarto
Congreso le otorga demasiado peso específico a la cuestión de cuales partidos
participan en el gobierno de los trabajadores como la diferencia entre las
varias formas. Las formas de gobierno de los trabajadores pre-dictadura están
diseñadas para echar hacia el frente la cuestión de eliminar el estado burgués.
Obviamente, sí los comunistas participan en tal gobierno, se realizará un
programa revolucionario más resuelto. Pero el KOMINTERN de 1922 tomo un paso
más allá del que tomaron los bolcheviques en 1917; Lenin había afirmado en
aquel entonces que era “imposible para los internacionalistas” participar en un
gobierno de trabajadores dentro de un estado aun burgués.
¿Por cual razón se determino de principio la
no-participación de los bolcheviques en el 1917 y posible en el 1922? En 1917, los bolcheviques todavía
constituían una minoría en los soviets. Si se hubiesen unido al régimen
menchevique-RS en un rol secundario, obligatoriamente hubiesen tenido que
asumir la responsabilidad de las traiciones de la mayoría. Por el contrario, en
los países en los cuales la cuestión fue planteada en el 1922, los partidos comunistas eran lo
suficientemente fuertes en los parlamentos de modo que ningún gobierno puramente
de la clase trabajadora hubiese sido posible sin ellos. El partido busca ganar
las nuevas capas de la clase trabajadora cuya conciencia este cambiando debido
a la lucha. En la Rusia del 1917, la oferta de apoyo de los bolcheviques fue lo
suficiente para condenar a los mencheviques por no romper con la burguesía.
Pero si a principios de los años veinte
del siglo pasado, se hubiese desarrollado el momento para un gobierno de
trabajadores y los comunistas lo hubiesen rechazado, estos y no los
socialdemócratas hubiesen sido vistos como la obstrucción al poder de la clase
trabajadora.
¿Hubiese sido realmente posible tal gobierno?
Trotsky describió una coyuntura particular donde hubiese sido posible en el artículo “El gobierno de trabajadores
en Francia” escrito al poco tiempo de la discusión del KOMINTERN. (En este
artículo, los “disidentes” son los socialdemócratas.)
“¿Se
puede realizar en Francia un gobierno de trabajadores que sea de otra forma que
el de la dictadura comunista, y, si se puede, ¿de qué forma?
“En
ciertas coyunturas políticas es perfectamente realizable, e incluso constituye
una etapa inevitable en el desarrollo de la revolución.
“De
hecho, sí imaginamos que un poderoso movimiento de trabajadores, se presentase en
el país a partir de una violenta crisis política, conduciendo a unas elecciones
que le otorgan una mayoría a los disidentes y a los comunistas, incluyendo a
grupos intermedios y simpatizantes, y que la actitud de las masas de
trabajadores no le permiten a los disidentes formar un bloque con la burguesía
contra nosotros, entonces será posible bajo estas condiciones formar un
gobierno de trabajadores de coalición que constituirá una transición necesaria
hacia la dictadura proletaria revolucionaria.
“Es
muy posible, y aún probable, que tal movimiento, al desarrollarse bajo la
consigna del gobierno de trabajadores, no tenga suficiente tiempo para
expresarse como una mayoría parlamentaria, por no haber tiempo para nuevas elecciones o debido a que
el gobierno burgués intentará alejar el peligro recurriendo a los métodos de
Mussolini. Durante la resistencia al ataque fascista, el partido reformista de
la clase trabajadora puede ser inducido por el partido comunista hacia la vía
de la formación mediante medios extraparlamentarios de un gobierno de
trabajadores. Con esta hipótesis, la situación revolucionaria sería aún más
uniformemente clara que la primera.”(El movimiento comunista en Francia, pp. 215 y 216)
Podemos clarificar las posibles formas de gobiernos
de trabajadores como existieron para los comienzos del KOMINTERN enumerándolos,
de la izquierda a la derecha, como se mantuvieron en lo referente a la cuestión
del poder del estado. Incluimos cualquier forma de gobierno compuesto
exclusivamente de partidos basados en
el proletariado (y en algunos casos en el campesinado, también).
La consigna del gobierno obrero debe utilizarse
solamente como un desafío a los partidos no-revolucionarios de masas para
formar los gobiernos obreros de los tipos “desestabilización” o
“transicionales”. Para llamar para un gobierno obrero cuando el resultado sería
el tipo “estable”que dirija confortablemente para la burguesía y sirva como
freno sobre los trabajadores sería un descarado engaño de las masas. También se
elimina en situaciones inestables cuando los partidos capitulacionistas están
atacando abiertamente la clase obrera. Y para llamar por un gobierno obrero
cuando la cuestión del estado obrero está en la orden del día -- es decir, en
una situación revolucionaria donde no hay necesidad de desafiar o exponer los
partidos de masas de la clase obrera bajo el liderazgo pequeño-burgués --
suprimiría simplemente la movilización para la revolución socialista.
La consigna del gobierno obrero tiene un carácter
algebraico que Trotsky explicó en el artículo apenas mencionado:
“El
gobierno obrero es una fórmula algebraica, es decir, una fórmula que cuyos
términos no corresponden a los valores numéricos fijos. Por lo tanto sus
ventajas y también sus desventajas.
“Sus
ventajas consisten en que alcanza a los trabajadores que todavía no han
alcanzado la idea de la dictadura del proletariado o de la comprensión de la
necesidad de un partido principal.
“Sus
desventajas, derivando de su carácter algebraico, consisten en que un
significado puramente parlamentario puede dársele....”
Los stalinistas renuncian del frente unida
Su naturaleza algebraica no
significa que los revolucionarios luchan junto a trabajadores atrasados por un
“gobierno obrero” sin indicar los diversos sentidos posibles, si se asume lo que
las masas piensen el resultado será inevitablemente la dictadura proletaria.
Sin el conocimiento de las masas de qué significa el gobierno obrero bajo el
estado burgués indica que la lucha por el estado obrero inevitablemente estará
perdido. En cualquier lucha por un gobierno obrero en la forma “transicional” o
“desestabilización”, los revolucionarios deben explicar constantemente que la
formación acertada de tal gobierno causará condiciones de guerra civil por el
poder del estado; los trabajadores atrasados que desean un gobierno obrero bajo
el parlamento pueden no creer esto hasta que se prueba en la práctica, pero si
son prevenidos y pueden hacer las preparaciones necesarias los trabajadores
podrán continuar la lucha por la revolución socialista. Esto señala otra vez a
la necesidad absoluta de la libertad de la crítica. Los compromisos políticos
como el gobierno obrero son peligrosos; requieren la atención constante
advirtiendo a los trabajadores y a ganándolos de los reformistas.
Como cuestión de historia, la táctica del gobierno
obrero fue renunciada por los partidos comunistas después de 1923, en el
sentido de una campaña agitacional sistemática en la manera propagada por el
Cuarto Congreso. Ésta era una consecuencia de la degeneración de la revolución
rusa y con ella, la Internacional Comunista. Las campañas del frente único
delineadas por el Tercer Congreso y el Cuarto fueron abandonadas, para ser
substituidas por zigzags a la izquierda y a la derecha entre las campañas
sectarias que comparaban a los socialdemócratas con los fascistas y los
esfuerzos de frentes populares que promovieron alianzas con secciones grandes
de la burguesía, supuestamente contra el fascismo. Bajo estas circunstancias
cambiadas los comunistas revolucionarios, organizados como la Oposición
Izquierdista al KOMINTERN hasta 1933 y luego como la Cuarta Internacional,
tuvieron que utilizar los lemas transicionales bajo circunstancias
absolutamente diversas.
Bajo el liderazgo de Stalin
y de Bukharin a mitad de los años 20, el KOMINTERN hizo un cambio a la derecha
que dio al lema del gobierno obrero y campesino un impacto totalmente
diferente. El primer ejemplo fue la revolución china de los años 20, donde la
consigna “dictadura democrática del proletariado y campesinado” fue utilizada.
Este viejo lema bolchevique había significado una vez que las tareas
principales que encaraban la revolución rusa eran primeramente democrático
burguesas -- la abolición del zarismo, formando una república, distribuyendo la
tierra entre los campesinos, etc. -- y que solamente el proletariado y el
campesinado los llevarían acabo. Cuando el zar fue derrocado en febrero de
1917, Lenin declaró que la consigna ahora había sido desviada por la historia:
los gobiernos provisionales de la coalición de los burgueses que se apoyaron en
los soviets de los trabajadores y de los campesinos estaban tan cerca de la
“dictadura democrática” como cualquier régimen podría jamás estar. La tarea
estratégica ahora era alcanzar la dictadura del proletariado, rompiendo el
estado burgués y substituyéndolo por el estado obrero con la ayuda del
campesinado. Las tareas democrático burguesas serían logradas por la revolución
proletaria.
En China, bajo el modo de la consigna de Lenin, el
KOMINTERN realmente invertía a la posición menchevique de 1917. Él demandó que
las condiciones no eran maduras para una revolución proletaria. El programa
1928 del KOMINTERN se lee:
“La
transición a la dictadura proletaria es posible solamente después de una serie
de fases preliminares, solamente como resultado de un período entero de
convertirse de la revolución democrático burguesa a la revolución socialista.”(Trotsky, El tercer internacional después de Lenin,
pp. 195 y 196)
La perspectiva del KOMINTERN era para una etapa
burguesa bajo el liderazgo del Kuomintang, el partido burgués nacionalista que
según Stalin incorporó los intereses de los trabajadores y de los campesinos
así como la “antiimperialista” burguesía. El KOMINTERN defendió un estado
capitalista que se desarrollaría eventualmente en un estado obrero sin una
revolución proletaria. Este “gobierno obrero y campesino” no tenía nada en
común con la idea promovida por el Cuarto Congreso. Aunque la táctica original
estaba abierta al peligro de deformaciones reformistas, la nueva fórmula
significó que el KOMINTERN por sí mismo creaba ilusiones pacifistas y de tal
modo preparaba al proletariado chino para derrotas severas. Y eso era
exactamente lo qué sucedió, cuando la burgués “antiimperialista” Chiang
Kai-Shek se aprovechó de la línea capitulacionista de Stalin para masacrar los
trabajadores chinos no preparados.
La respuesta más aguda a la estrategia del KOMINTERN
fue dada por Trotsky en su folleto de 1931 La
revolución española en peligro; el
KOMINTERN había comenzado a aplicar la misma fórmula desastrosa del
“convertirse” en España después de que hubo caído la monarquía y había sido
substituida por una república burguesa.
“...esta
gente soñó en un proceso de transformación evolutiva de una burguesa a una
revolución socialista, a través de una serie de etapas orgánicas, disfrazadas
debajo de diversos seudónimos: Kuomintang, ‘dictadura democrática’, ‘revolución
obrera y campesina’, ‘revolución de las masas’ -- y cuál es más, el momento
decisivo en este proceso cuando una clase arranca el poder de la otra es
invisiblemente disuelto....
“No
es el poder burgués que se convierte al poder obrero y campesino y entonces en
un poder proletariado; no, el poder de una clase no ‘se convierte’ en el poder
de otra clase, sino que se arranca de él con rifle en mano. Pero después de que
la clase obrera haya arrancado el poder, las tareas democráticas del régimen
proletario se convierten inevitablemente en tareas socialistas. Una transición
evolutiva, orgánica de la democracia al socialismo es concebible solamente bajo
la dictadura del proletariado Ésta es la idea central de Lenin.”(La revolución española, pp. 121 y 123)
A la vez que el KOMINTERN stalinizado desarrollaba
su versión evolutiva del gobierno obrero y campesino también rechazaba abordar
las preguntas políticas que enfrentaban directamente los trabajadores
españoles. No hizo caso de las elecciones de 1931 de las cortes (el parlamento)
en el cual los partidos radical burgués y de la clase obrera dominaron el voto
y el Partido Socialista recibió el único bloque más grande de delegados.
Trotsky abogó un renacimiento de la táctica del gobierno obrero y campesino en
la misma manera como los bolcheviques de 1917. Él llamó al PC para exigir que
el Partido Socialista tomara por sí mismo el poder gubernamental y rompiera su
coalición con el gabinete burgués de Alcalá Zamora y su ministro del interior,
Maura. Él propuso la consigna “Abajo con Zamora y Maura”, el equivalente
español de los bolcheviques “Abajo con los ministros capitalistas”. Las
situaciones eran diferentes en la cual los soviets, los órganos del poder dual,
fueron establecidos ya en Rusia en 1917 mientras que no había tales cuerpos en
España en 1931. Trotsky sin embargo aconsejó aprovecharse del mayor voto dado a
los socialistas:
“Consideremos por
un momento la manera en la cual los trabajadores españoles en masas deberían
ver la situación actual. Sus líderes, los socialistas, tienen el poder. Esto
aumenta las demandas y la tenacidad de los trabajadores. Cada huelguista no
tendrá solamente ningún miedo del gobierno sino también contará con ayuda de
él. Los comunistas deben dirigir los pensamientos de los trabajadores
exactamente en esta manera: ‘Exigir todo del gobierno puesto que sus líderes
están en él’. En contestación a las delegaciones de los trabajadores, los
socialistas dirán que no tienen una mayoría todavía. La respuesta está clara:
con sufragio verdaderamente democrático y un final a la coalición con la
burguesía, una mayoría está garantizada....
“Todas
las consideraciones arriba seguirían siendo una letra muerta si nos limitáramos
solamente a los lemas democráticos en el sentido parlamentario. No puede haber
cuestión en esto. Los comunistas participan en todas las huelgas, en todas las
protestas y demostraciones, atrayendo estratos más y más numerosos de la
población. Los comunistas están con las masas y a la cabeza de las masas en
cada batalla. En base de estas batallas los comunistas proponen la consigna de
soviets y en la primera oportunidad construyen los soviets como las
organizaciones del frente único. En la actual etapa los soviets no pueden ser
ninguna otra cosa. Pero si emergen como las organizaciones del combate de
frente único del proletariado, entonces bajo el liderazgo del KOMINTERN se
convertirán inevitablemente, en cierta etapa, como órganos de insurrección y
entonces como órganos del poder.”(La
revolución española, pp. 149 y
150)
Trotsky no tenía ninguna ilusión que los socialistas
españoles formarían realmente un gobierno para crear la dictadura proletaria.
Él planteaba un acercamiento táctico a los trabajadores que crearía una
situación de desestabilización para el dominio burgués, si o no la propuesta
para un gobierno obrero del tipo socialdemócrata fue siempre puesta en
operación.
Trotsky también propuso una versión de la consigna
del gobierno obrero durante los primeros años 30 en Alemania. La campaña de la
Oposición Izquierdista para un frente único de la clase obrera para poner un
alto al bien conocido nazismo. Incluyó un programa detallado de acción de
masas: defensa de huelgas, de uniones y de organizaciones del partido, ataques
contra los cuarteles fascistas, etc. Es menos bien sabido que Trotsky también
utilizó la táctica del gobierno obrero para defender el frente único de los
partidos de la clase obrera, de los socialdemócratas y de los comunistas, en
esta lucha:
“El
partido comunista debe decir a la clase obrera: Schleicher no debe ser
derrocado por ningún juego parlamentario. Si la socialdemocracia desea derrocar
el gobierno bonapartista con otros medios, el partido comunista esta listo para
ayudar a la socialdemocracia con toda su fuerza. Al mismo tiempo, los
comunistas se obligan por adelantado para no utilizar ningunos métodos
violentos contra un gobierno socialdemócrata en cuanto el último se basa en sí
mismo sobre la mayoría de la clase obrera y en cuanto garantiza al partido
comunista la libertad de la agitación y de la organización. De tal manera
poniendo la pregunta será comprensible a todos los trabajadores
socialdemócratas y los trabajadores que no son miembros de un partido.”(“El único
camino”, La lucha contra el fascismo en
Alemania, p. 322)
El Partido Comunista Alemán, sin embargo, no pudo no
solamente luchar por el frente único de la clase obrera contra el fascismo,
pero no opuso ninguna resistencia política cuando los nazis marcharon al poder
en 1933. Por otra parte, el derrumbamiento del PC en Alemania no inspiró
ninguna reconsideración de tácticas de parte del KOMINTERN en su totalidad. Por
estas razones, Trotsky y la Oposición Izquierdista estimaban que el Tercer
Internacional no era más una fuerza potencialmente revolucionaria en el
movimiento de los trabajadores y que los nuevos partidos y un nuevo
Internacional tuvieron que ser construidos. Este cambio importante en la estrategia
mundial de los trotskystas para la revolución también engendró cambios de
táctica.
La derrota masiva sufrida
por la clase obrera en Alemania llevó Francia a la vanguardia como la situación
política europea dominante a mediados de los años 30. Los acontecimientos
alemanes causaron respuestas en Francia de la derecha y de la izquierda. El 6
de febrero de 1934, la ala derecha monárquica y pro-fascista montó una gran
demostración armada en París que forzó el gobierno a dimitir, y el bonapartista
Gastón Doumergue se convirtió en primero ministro. El 12 de febrero, la clase
obrera respondió con una huelga general y demostraciones masivas contra el
peligro del fascismo y de la guerra, en efecto causando una situación prerrevolucionaria
a través del frente único espontáneo de trabajadores socialistas y comunistas.
Esto era una gran brecha pero insuficiente: un frente único organizado tuvo que
ser formado a través de los comités de los trabajadores desde la base y a
través de un acuerdo entre los partidos de la clase obrera y las federaciones
sindicales.
Para los trotskystas el problema táctico era
particularmente agudo. Su tendencia organizada era la única tendencia que
estaba a favor de un frente único de las organizaciones de la clase obrera,
aunque ellos constituían un puñado minúsculo y no sostenían más la perspectiva
de dirigirse al partido comunista como suyo. El frente único no tenía ningún
sentido al menos que fuera formado por los dos partidos principales de la clase
obrera, con todo ni uno ni otro de ellos todavía respondían a la presión de las
masas en esa dirección. El artículo de Trotsky “Francia ahora es la llave de la
situación”, escrito en marzo (Escritos
1933-34, p. 244) resumía el programa de la Liga Comunista Internacional en
una lista de lemas dirigidos principalmente hacia las tareas del frente único
de los trabajadores:
Es obvio de la antedicha lista de las demandas que
la consigna del gobierno obrero es omitido deliberadamente. Las razones de la
omisión no se explican, pero pueden ser conjeturadas de nuestra comprensión
general de la táctica. Los lemas para la revolución, el estado obrero y el
socialismo son incluidos, no como demandas inmediatas pero sin embargo
presentes como las metas a largo plazo de la lucha. Desde el inicio de la
táctica formal del frente único en el Tercer Congreso del KOMINTERN, había sido
entendido que plantear la consigna de la dictadura proletaria no era bastante
cuando las masas no estaban listas para ello y su atención fue atraída a luchas
defensivas más inmediatas. La consigna del gobierno obrero fue ideada apenas
para tales situaciones, ¿Pero cómo iba a ser aplicada en Francia en ese
momento? ¿Hacia qué partido? Los socialistas todavía actuaban como el brazo de
la clase obrera de la burguesía; los comunistas mantenían su aislamiento de las
luchas vivas de las masas siguiendo la política burocrática del rechazo para
unirse a los frentes unicos excepto a través de ultimatums desde arriba. El PC
no tomaba el liderazgo de esos órganos del frente único desde la base y estaba
expulsando a miembros del partido que lo hicieran; así la táctica del gobierno
obrero no se podía ser formulada con el PC. Ni trabajaría con los socialistas;
la parálisis parlamentaria que el PS había contribuido había producido un
régimen semi-bonapartista, haciendo inútil la idea de una mayoría electoral de
la clase obrera. No había disponible una forma útil de la consigna del gobierno
obrero.
En junio Trotsky ayudó a redactar “El programa de la
acción para Francia” (Escrituras 1934-35, pp. 21 a 32) de la Liga Comunista
Internacional, un documento que en muchos respectos sirve como modelo para el
Programa De Transición de 1938 y elabora muchas de las mismas demandas transicionales.
Todavía en ninguna parte utiliza la consigna del gobierno obrero sino que por
el contrario confía en el estado obrero para plantear la cuestión del poder.
Así resumiendo las demandas para la nacionalización de la industria “por los
trabajadores” y por la monopolización del comercio exterior, el Programa de
Acción dice, “solamente el estado gobernado por los trabajadores, realmente
controlarían todo el comercio exterior para la ventaja de la colectividad”.
Bajo el título de la alianza de los trabajadores y de los campesinos explica
que “el estado proletario debe basarse en los campesinos explotados así como en
los trabajadores de la ciudad y del país”. Y en la sección titulada “¡Abajo con
el ‘estado autoritario’ burgués! ¡Por el poder de los trabajadores y
campesinos!” El Programa de Acción dice:
“La
tarea es sustituir el estado del capitalista que funciona para el beneficio de
los grandes explotadores, por el estado
proletario de los trabajadores y
campesinos. La tarea es establecer en este país la regla de la gente
trabajadora. A todos, nosotros declaramos que no es una cuestión de
‘modificación secundaria’, pero o mejor dicho que la dominación de la pequeña
minoría de la clase burguesa se debe sustituir por el liderazgo y el poder de
la inmensa mayoría de la gente trabajadora.”
Los lemas de los trotskystas cambiaron cuando la
situación tomó una nueva perspectiva. A finales de mayo, la convención del
Partido Socialista votó contra otros bloques gubernamentales con los radicales
burgueses e invitó a izquierdistas previamente expulsados a volver a
enlistarse. En julio, los líderes comunistas y socialistas llevaron a cabo
negociaciones sobre la posibilidad de un frente único, y un pacto contra el
fascismo fue firmado el 27 de julio. El grupo trotskysta francés se aprovechó
del cambio del PS a la izquierda y se enlistó como una tendencia bolchevique
leninista distinta para ganar la surgente ala izquierdista a la política
revolucionaria. Sus lemas programáticos cambiaron también. Para el momento en que
Trotsky publicó su artículo “¿Adónde va Francia?”en octubre, los comunistas se
iban más a la derecha. El líder Marcel Cachin del PC había hecho ya propuestas
al Partido Radical para abandonar la alianza de los trabajadores y “ampliarla”
a una alianza incluyendo las secciones de la burguesía, el frente popular.
Trotsky quería contraponerlo con el frente único de los trabajadores y por lo
tanto presentado la lucha para el poder en los términos de la táctica del
gobierno obrero vía los líderes de los dos partidos de la clase obrera: “La
puntería del frente único puede solamente ser un gobierno del frente único, es
decir, un gobierno socialista-comunista, un ministerio de Blum y Cachin” (León Trotsky en Francia, p. 59). Todavía
él por lo tanto no descuidó plantear la meta de la dictadura del proletariado
como la alternativa a Doumergue:
“La
lucha por el poder quiere decir la utilización de todas las posibilidades
proporcionadas por el régimen semi-parlamentario y bonapartista por un avance
revolucionario, para sustituir el estado burgués por un estado obrero.”
Y la consigna fue vinculada específicamente al
Programa de Acción anterior de demandas transicionales:
“La
lucha por el poder debe comenzar con la idea fundamental que si la oposición a
la provocación adicional de la situación de las masas bajo el capitalismo sigue
siendo posible, no hay mejora verdadera de su situación concebible sin una
invasión revolucionaria de la derecha de la propiedad capitalista. La campaña
política del frente único debe basarse sobre un programa de Transición bien
elaborado, es decir, en un sistema de medidas que, con el gobierno obrero y
campesino, puedan asegurar la transición del capitalismo al socialismo.”(Ibíd., p. 60)
Los trotskystas hicieron un cambio de táctica dentro
de pocos meses, pero durante un período en el cual la agitación de las masas
había forzado los partidos de la clase obrera con grandes giros y evasivas
vueltas por sus líderes. La consigna del gobierno obrero y campesino fue
presentada cuando los trabajadores habían forzado a sus líderes hacia la acción
conjunta, una vuelta que los liderazgos pro burgueses intentaron naturalmente
transformar en una coalición renovada con el ala supuestamente contra fascista
de la burguesía. Las tácticas creadas en este período merecen un examen
cuidadoso por los trotskystas hoy, cuando la consigna del gobierno obrero y
granjero se ha convertido en un substituto para la propaganda para el estado
obrero y ha sido solidificado en una línea permanente estratégica.
El Programa De Transición de 1938
Para el momento en que el
Programa De Transición fue producido, las oportunidades revolucionarias de
principios y mediados de los años 30s habían pasado. Hitler estaba en el poder,
la República Española defendida por los trabajadores perdía la guerra civil y
el frente popular francés había desviado la explosión de masas que culminó en
la huelga general de 1936 hacia medios electorales más seguros. Las fuerzas de
la Cuarta Internacional eran lamentablemente pequeñas y aisladas de partidos socialistas
y comunistas. Además, la Segunda Guerra Mundial era inminente e incluso
infligiría inevitablemente mayor miseria. La tarea de demostrar a los
trabajadores la manera de adelantar fue hecha inmensa por el equilibrio
sumamente desfavorable de fuerzas entre los revolucionarios por un lado y los
reformistas y stalinistas por el otro, que eran responsables de un extenso
ambiente desmoralizador causado por las continuas derrotas.
Ganar a los trabajadores de sus liderazgos requirió
desafiar los partidos dominantes para realizar sus propios programas, promesas
con las cuales habían engañado la masa de trabajadores a seguirlos. Las masas
todavía consideraron estas organizaciones como serviciales para propósitos
defensivos, incluso cuando entendían que eran apenas revolucionarias. (Los
trotskystas, se debe notar, no consideraron más los stalinistas ser centristas
a este punto: El Programa De Transición refiere a “el paso definitivo del
KOMINTERN al lado de la orden burguesa, su papel cínicamente contrarrevolucionario
a través del mundo – PTRS, p. 113.) Puesto que la burguesía había
probado repetidamente que estaba lista para movilizar su fuerza total contra
los trabajadores, sólo el programa revolucionario constituyó una defensa
verdadera de la clase obrera. Debido a sus lazos al capitalismo, los PCs y los
PSs eran incapaces de conducir esta defensa; fue este hecho que tuvo que ser
probado a los trabajadores en la práctica.
Trotsky definió el Programa De Transición como táctico no un programa estratégico:
“La
tarea estratégica de la Cuarta Internacional no es reformar el capitalismo sino
su derrocamiento. Su objetivo político es la conquista del poder por el
proletariado con el fin de expropiar la burguesía. Sin embargo, el logro de
esta tarea estratégica es impensable sin la atención considerada a todas, aún
las pequeñas y parciales, cuestiones de
táctica... Se distingue la actual época no porque libera el partido
revolucionario del trabajo cotidiano pero porque permite que este trabajo sea
continuado indisolublemente con las tareas reales de la revolución....
“En
cuanto las viejas demandas parciales, ‘mínimas’ de las masas chocan con las
tendencias destructivas y degradantes del capitalismo decadente -- y esto
ocurre a cada paso -- la Cuarta Internacional plantea un sistema de demandas transicionales, la esencia de la
cual es contenido en el hecho que serán dirigidas aún más abiertamente y
decisivamente contra las mismas fundaciones del régimen burgués.”(PTRS,
pp. 114 y 115, énfasis agregado)
Las demandas transicionales son esas qué permiten al
trabajo diario ser ligado muy de cerca a las tareas revolucionarias. A
diferencia de las demandas democráticas y parciales (algunas de las cuales
también se incluyen en la redacción del programa de Trotsky) las demandas
transitorias desafían la estructura de las relaciones capitalistas, el derecho
de la burguesía de explotar a los trabajadores y de gobernar el estado. Aunque
es ciertamente verdad que la sociedad burguesa en períodos particulares no es
capaz de conceder demandas parciales, eso no la hace una demanda transicional.
Las demandas transicionales son “dirigidas contra las mismas fundaciones del
régimen burgués” porque reflejan el programa del estado obrero.
El estado obrero es la fase transicional entre el
capitalismo y el socialismo en la cual el proletariado tiene poder del estado
para eliminar en un cierto plazo todas las relaciones sociales burguesas. El
programa bajo el cual se realiza esto se puede correctamente llamar el programa
socialista. El Programa De Transición refleja el programa socialista pero lo
hace a través del espejo empañado del capitalismo. La manera que una demanda
transicional parece a los trabajadores reformistas que viven bajo condiciones
del capitalismo es absolutamente diferente de su modelo socialista. Por
ejemplo, “la escala cambiante de las horas de trabajo” puede tomar la forma de
“30 por 40” (el trabajo de treinta horas por el pago de cuarenta horas) y se
puede limitar a una fábrica o a una industria; incluso una victoria de esta clase
es de una diversa orden del programa socialista que tiene como objetivo el
dividir el trabajo necesario entre los trabajadores disponibles y así el
ampliar el tiempo libre de todos los trabajadores con el fin de dirigir la
sociedad.
Así el Programa De Transición es algebraico. Las
demandas hacen el programa del estado obrero visible a través del espejo del
capitalista y por lo tanto verdadero a los trabajadores que no aceptan el
estado obrero. Tales trabajadores, todavía siguiendo líderes reformistas, darán
a las demandas un significado sectorial. La lucha por sí misma demostrará la
insuficiencia de las limitadas demandas sectoriales y probará que lo que los
revolucionarios dicen es correcto. Utilizado en esta manera, las demandas
tienden un puente sobre la brecha entre la actual conciencia de los
trabajadores y la objetiva necesidad de la unidad de la clase para alcanzar el
socialismo, y de tal modo llegar a ser transicionales.
La consigna del gobierno obrero
Los lemas del Programa De Transición
son dirigidos a los partidos de las masas y los sindicatos de la clase obrera.
Estas organizaciones bajo el liderazgo reformista no son capaces de contar con
adoptar las demandas revolucionarias para derrocar el capitalismo. Pero pueden
ser pedidas para realizar sus propias promesas y programas profesados y luchar
por ellos hasta los límites del capitalismo, puesto que el reformismo enseña
que las reformas de gran envergadura se pueden todavía ganar bajo este sistema.
Esto es lo que Trotsky quiso decir cuando, en las discusiones con los camaradas
sobre la redacción del Programa De Transición, él dijo:
“Sí,
hacemos propaganda de este programa en los sindicatos, lo proponemos como el
programa básico para el partido laborista. Para nosotros, es un Programa De
Transición; pero para ellos es el programa.” (PTRS, p. 87)
Los revolucionarios pueden acercarse a otros
trabajadores para una lucha del frente único a través de las organizaciones de
masas para las demandas transicionales, explicando que las lecciones de la
lucha probarán si las demandas se pueden alcanzar dentro de la actual sociedad.
También probarán en la práctica las limitaciones de los liderazgos reformistas.
La demanda de más grande envergadura de esta clase es el gobierno obrero, el
último programa posible de un partido reformista de la clase obrera. Después de
todo, el propósito de un partido político es asumir el control del gobierno, y
la meta natural para un partido de la clase obrera es un gobierno obrero. Como
Trotsky lo puso:
“A
todos los partidos y organizaciones que se basan en los trabajadores y los
campesinos y hablan en su nombre, exigimos separarse políticamente de la
burguesía y entrar al camino de la lucha para el gobierno obrero y granjero. En
este camino les prometemos el apoyo total contra la reacción capitalista. Al
mismo tiempo, infatigablemente desarrollamos agitación sobre esas demandas
transicionales que deben, en nuestra opinión, formar el programa del gobierno
obrero y granjero.” (PTRS, pp. 134 y 135)
La consigna del “gobierno obrero y granjero” es
transicional con una significativa distinción. Refleja no solo un aspecto del
estado obrero pero del poder en sí mismo del estado. Si tal gobierno ocurriera
significaría un desafío tan severo a la burguesía -- expulsando esta clase del
gobierno de su propio estado -- eso puede ocurrir solamente bajo condiciones
revolucionarias y entonces puede solamente tener una existencia efímera. O
conduce a la revolución proletaria o se derrota y la orden burguesa se restaura
sangrientamente. Un gobierno obrero puede solamente ser directamente
transicional al estado obrero, y el proletariado tiene que esta bien preparado
para esta transición.
¿Gobiernos obreros stalinistas?
El análisis de Trotsky en el
Programa De Transición acentuó el carácter inmediatamente transicional de la
consigna. Él citó el ejemplo bolchevique, indicando que “en el caso final
representó nada más que la dictadura ya establecida del proletariado” (PTRS,
p. 133). Él atacó la construcción menchevique y stalinista de la “dictadura
democrática”, que utilizó la alianza de los trabajadores con el campesinado
como los medios de la colaboración con la burguesía. Él puso en contraste esto
con el desafío bolchevique con los mencheviques y los RSs, el método que él
abogó para la Cuarta Internacional. “La consigna del ‘gobierno obrero y
granjero’ es así aceptable a nosotros solamente en el sentido que tenía en 1917
con los bolcheviques, es decir, como uno antiburgués y anticapitalista...”.
Trotsky no comparó su uso de la consigna con el
Cuarto Congreso del KOMINTERN, indudablemente porque las situaciones y las
tácticas necesarias eran absolutamente diferentes. Los revolucionarios en 1938
no tenían ningún peso de masas o influencia política para utilizar contra los
reformistas sino solamente la atracción de sus políticas. Las tácticas del
frente único por lo tanto no podían utilizarse directamente, porque el frente
único significa la alianza de la clase obrera entera o por lo menos de sus
secciones más grandes. El Programa De Transición no utiliza la consigna del
frente único, tan prominente en las
escrituras de Trotsky cuando él se estaba dirigiendo al KOMINTERN entero en los
años 20s y principios de los años 30s. La forma indirecta del frente único que
la Cuarta Internacional empleó era la táctica de la ayuda crítica, según lo
indicado en el párrafo anterior.
Así no había pregunta en 1938 de sí los
revolucionarios podían participar en gobiernos obreros; su tamaño pequeño
eliminó la posibilidad. La consigna del “gobierno obrero y granjero” ahora era
solamente un desafío dirigido a los partidos capitulacionistas de masas de la
clase obrera. Los socialdemócratas y stalinistas ahora tenían una historia
extensa y explícita de traiciones, y Trotsky por lo tanto estimaba que fue
“decir al lo menos, altamente improbable” que romperían su alianza con la
burguesía. Él agregó:
“Sin
embargo, uno no puede categóricamente negar por adelantado la posibilidad
teórica que, bajo la influencia de las circunstancias totalmente excepcionales
(guerra, derrota, desplome financiero, presión revolucionaria de las masas,
etc.), los partidos pequeño burgueses, incluyendo los stalinistas, pueden ir
más lejos de lo que ellos mismos desean para un rompimiento con la burguesía.
En ningún caso, una cosa no debe ser dudada: incluso si esta variante altamente
improbable se convierte en una realidad en alguna parte, en una cierta hora, y
el gobierno obrero y granjero en el sentido antedicho es establecido de hecho,
representaría simplemente un episodio corto en el camino a la dictadura real
del proletariado.”
Este pasaje ha sido citado a menudo por los seudo
trotskystas como justificación para la noción que los stalinistas podrían
conducir el camino a las revoluciones socialistas y a los estados obreros. Tal
interpretación es evidentemente falsa, puesto que “el episodio corto” que
menciona Trotsky entre el gobierno obrero y granjero y el estado obrero es de
hecho la revolución proletaria contra los
partidos pequeño burgueses es lo mismo que el desafío de los bolcheviques para
los mencheviques (véase Socialist Voice Núm.
3, p. 30).
El análisis de Trotsky en este paso sin embargo
demostró ser en parte incorrecto. Trotsky consideraba los stalinistas ser
esencialmente reformistas y por lo tanto contaba con que rompieran su conocida
coalición con la burguesía bajo la presión revolucionaria de las masas. De
hecho los PCs se habían convertido en los partidos del capitalismo de estado y
por lo tanto podrían permitirse romper con la vieja burguesía solamente después
que el levantamiento de los trabajadores había sido suprimido. (Véase nuestro
artículo sobre la naturaleza de los partidos comunistas en Socialist Voice Núm. 3 ). Los
stalinistas instalaron sus propios gobiernos en varios países después de la
Segunda Guerra Mundial, pero las sombras de la vieja burguesía fueron
mantenidas en el gobierno por un período para resaltar que los estados no
pertenecían a los trabajadores. Los regímenes fijados no eran ni siquiera
gobiernos de los trabajadores revolucionarios según lo descrito por el Cuarto
Congreso del KOMINTERN ni gobiernos mencheviques basados en los soviets según
lo propuesto por los bolcheviques; eran regímenes del capitalista de estado.
¿Qué conclusiones se pueden trazar sobre el uso de
Trotsky de la consigna del gobierno obrero? El error de Trotsky era identificar
la posible rotura de los stalinistas con la burguesía como un gobierno obrero,
no en ligar un gobierno obrero verdadero tan de cerca al estado obrero. Todas
las demandas transicionales tienen como objetivo la conclusión que los
trabajadores deben establecer su propia poder, pero la consigna del gobierno
obrero señala a esa conclusión directamente. Cuando Trotsky escribió que el gobierno
obrero y campesino “en el caso final” no significó nada sino la dictadura
establecida ya (PTRS, p. 133) él quiso decir dos cosas: una,
que el término se había convertido en una designación popular para el estado
obrero después de la revolución de 1917, que indicó claramente la alianza de
los trabajadores con el campesinado; y dos, de que el uso táctico de la
consigna en el período prerrevolucionario habían alcanzado el acertado
resultado final de dirigir las masas de trabajadores a la revolución proletaria.
Cualquier conclusión que la consigna significa “solamente” la dictadura del
proletariado es totalmente extraña al método del Programa De Transición y de su
prehistoria. La consigna es diseñada para ser un paso táctico importante
permitiendo a revolucionarios llevar una situación prerrevolucionaria con éxito
a través del “umbral” de la revolución.
Otras conclusiones trazadas en este artículo serán
resumidas en este punto.
Ésta es exactamente la situación con los partidos seudo
trotskystas en Perú e Irán. Ellos llaman en sus propias mentes como un disfraz
a los gobiernos obreros para los estados obreros, pero abandonan el
derrocamiento revolucionario de la máquina del estado burgués que viene entre
ellos. Llaman por gobiernos obreros y campesinos no como desafío contra
cualquier partido de las masas de la clase obrera (en Perú, el FOCEP de Hugo
Blanco por sí mismo ganó la ayuda más grande de la clase obrera en las
elecciones de la asamblea); así la están planteando como su propio programa. El
efecto no es ganar a los trabajadores reformistas de líderes pequeño burgueses
pues el Cuarto Congreso y el Programa Transicional intentaron, pero mantuvieron
a los trabajadores embrollados en conceptos pequeño burgueses. En efecto, no están
utilizando la consigna del gobierno obrero en ningunas de las maneras posibles
que el KOMINTERN propuso pero en “ese sentido ‘democrático’ que los imitadores
de segunda clase más adelante le dieron, transformándolo de un puente a la
revolución socialista a la principal barrera sobre su trayectoria” (PTRS,
p. 134). De todas las lecciones que un “trotskysta” pudo haber planteado de
la inmensamente rica herencia táctica del bolchevismo y trotskysmo, esta gente
ha captado firmemente el método del stalinismo menchevique.
El traicionero uso erróneo
de la consigna del gobierno obrero hoy, tan contrario a la táctica desarrollada
por el Cuarto Congreso del KOMINTERN y la Cuarta Internacional, es enteramente constante
con una teoría de los “gobiernos obreros y granjeros” hecho por los líderes
pablistas de la Cuarta Internacional en los últimos años 40s y principios de
los años 50s. Esta teoría vio los gobiernos obreros y granjeros instalados por
los stalinistas desarrollarse naturalmente en estados obreros.
Michel Pablo, el jefe del Internacional en ese
entonces, era principalmente responsable de la idea que los estados de Europa
del este conquistados por el stalinismo eran estados obreros; él los llamó
deformados, no degenerados, porque nunca habían sido estados obreros genuinos.
La teoría fue ampliada luego a China, a Corea, a Vietnam y a Cuba. Se ha
discutido si ampliarla a Argelia de Ben Bella, a Egipto de Nasser, y ahora a
Campuchea, a Angola, a Mozambique y a otros regímenes.
La noción pablista de estados obreros deformados
choca inmediatamente con el marxismo: Un estado obrero significa un estado
creado por una revolución de los trabajadores que ponga la clase obrera en
poder, pero los nuevos estados stalinistas fueron creados con las revoluciones
dirigidas por las fuerzas pequeño burguesas (los partidos stalinistas o
ejércitos campesinos). Los trabajadores tuvieron que ser machacados
generalmente por los stalinistas o la vieja burguesía antes de que los stalinistas
aprovecharan a agarrar el poder. En ningún caso era tal “estado obrero” la
creación de la clase obrera. En todos los casos los partidos revolucionarios
marxistas o trotskystas que existían fueron destruidos y sus miembros
asesinados, exiliados o encarcelados.
Los pablistas estaban dispuesto a soportar estos
problemas debido a la nacionalización stalinista de la industria, para ellos el
criterio dominante en su tentativa de sostener el análisis de Rusia como un
estado obrero. Pero había problemas adicionales. Los stalinistas no estatizaron
la economía inmediatamente; mantuvieron un cierto grado de propiedad privada e
incluso gobiernos de coalición con la burguesía por varios años. Por lo tanto
la pregunta: ¿desde cuando se convirtieron los países en estados obreros?
¿Cuándo los stalinistas tomaron inicialmente el poder, o cuándo las
nacionalizaciones fueron consolidadas?
La primera opción llevó a la dificultad que la
confiscación del poder podría invertirse sin una contrarrevolución y aún sin
sobrevivir ningunas nacionalizaciones. Por ejemplo, las tropas rusas dejaron su
sector de Austria después de que un tratado fuera firmado con las potencias
occidentales; habría Austria ya sido etiquetada un estado obrero deformado,
ningún rastro del poder “proletariado” habría seguido siendo evidente. Por otra
parte, incluso los lideres stalinistas fuertemente atrincherados
vociferadamente discutieron contra cualquier noción que hubieran hecho
revoluciones socialistas. Mao Tsetung en China, por ejemplo, insistió que
solamente una “nueva democracia” había sido creada, una forma progresiva de
sociedad burguesa que se convertiría en última instancia al socialismo.
La segunda opción planteó dificultades también. Si
los estados stalinistas llegaran a ser proletarios solamente después de un
período de años, lo hicieron sin ninguna revolución. Europa Oriental, por
ejemplo, fue tomada con la derrota del nazismo en 1944-45; después de eso, no
hubo revoluciones violentas que pudieran señalar la aparición de una nueva sociedad
de clase. China tuvo además su revolución cuando las marionetas imperialistas
del Kuomintang de Chiang Kai-Shek fueron expulsadas en 1949; en los años 50s,
cuando los pablistas decidieron que era un estado obrero, ¿dónde fue la
revolución que transformó el dominio burgués al proletario?
Para tender un puente sobre estas dificultades una
teoría retroactiva fue ideada bajo inspiración de Ernest Mandel y Joseph Hansen
del PSO. Sugirieron que las primeras tomas de posesión stalinistas crearan
“gobiernos obreros y granjeros” según las descripciones del Cuarto Congreso y
del Programa De Transición; entonces, después de un rato, estos gobiernos
transformaron los estados que gobernaron en los estados obreros. El núcleo de
la verdad en este razonamiento es que el Cuarto Congreso concibió una forma
“transicional” de gobierno obrero, todavía bajo el estado burgués, que causaría
la revolución socialista. También, Trotsky permitió “los partidos pequeño
burgueses, incluyendo los stalinistas” a ir “más lejos de lo que ellos mismos
deseaban hacia el rompimiento con la burguesía”; de hecho, tales gobiernos
obreros y granjeros “representarían simplemente un pequeño episodio en el
camino a la dictadura real del proletariado”.
Pero los precedentes condujeron exactamente a conclusiones
opuestas de los pablistas. Los gobiernos obreros y granjeros de Trotsky y del
Cuarto Congreso engendrarían la guerra civil y la revolución casi
inmediatamente. No causarían una evolución pacífica al estado obrero. Por otra
parte, un resultado victorioso no significaría la derrota del proletariado! El
Cuarto Congreso había esperado que los revolucionarios se unieran a su gobierno
obrero “transicional”, para no ser echados a la cárcel. Y según lo mencionado
antes, el Programa De Transición significó que los gobiernos stalinistas serían
conducidos fuera del poder por la revolución proletaria; no fueron descritos
como sus agentes revolucionarios.
La herencia de la teoría de Pablo y Hansen no viene
del bolchevismo o trotskysmo sino algo del stalinismo y maoísmo. Cuando los
stalinistas asumieron el control en Europa Oriental etiquetaron sus estados
“democracias de la gente”. Al principio, el concepto era que éstas eran una
forma progresiva del estado de burgués porque tenían partidos comunistas a la cabeza.
Más adelante, cuando llegó a estar claro que los stalinistas tendrían que
emprender el camino del estado capitalista para mantener su poder, la teoría
cambió y las democracias de la gente se convirtieron en “democracias de un
nuevo tipo”. El teórico soviético Varga escribió, “la estructura social de
estos estados se diferencia de todos ésos sabidos hasta ahora por nosotros; es
algo totalmente nuevo en la historia de la humanidad. Ni es una dictadura
burguesa ni una dictadura proletaria”. (Citado en A. Ross Johnson, La transformación de la ideología comunista, p. 13.)
La teoría de Mao era similar, con excepción del
hecho que él había creado la mayor parte antes de la revolución china y no tuvo
que desarrollarla gradualmente cuando las condiciones cambiaron. El Partido
Comunista Chino llamó para una “nueva democracia” a través del derrocamiento de
Chiang Kai-Shek y el control imperialista, un régimen contra-imperialista
democrático burgués dirigido por el PC. “Nosotros los comunistas no encubrimos
nuestras opiniones políticas”, Mao escribió, la imitación de Marx y Engels.
“Uniéndose al partido, cada comunista tiene ahora dos objetivos claramente
definidos en el corazón, la revolución nuevo-democrática ahora y el socialismo
y el comunismo en el futuro...” (Sobre el
gobierno de coalición, escrito en
1945). La etapa socialista significó para Mao la nacionalización (por el nuevo
estado democrático) de los medios de la producción cuando los liderazgos lo
juzgaban conveniente; no otra revolución fue necesaria.
Mao derivó su teoría de la
“dictadura democrática del proletariado y campesinado” que Stalin había pegado
al KOMINTERN a mediados del los 20s. Apenas cuando Mao estaba explicando que la
revolución de 1949 en China había instalado una “nueva democracia” y
ciertamente no el socialismo o un estado obrero, Mandel convenció
semejantemente los pablistas de que China era un “gobierno obrero y campesino”
con el mismo potencial de que alcanzar el socialismo. Para mediados de los 50s,
Mao decía que China se había convertido en una forma de dictadura proletaria, y
Mandel, Hansen y Cia. siguieron el juego. La terminología pablista era
diferente de Mao pero el contenido reformista subyacente era exactamente igual.
La distorsión del marxismo incorporada a la teoría
de Hansen es abrumadora y no es atenuada por combates ocasionales de la
honradez comparativa tales como la admisión de Hansen que “los bolcheviques
excluyeron la posibilidad de tales formaciones que establecían realmente un
estado obrero”. (El gobierno obrero y
granjero, Educación para los
socialistas folleto, p. 17.) ¿Cuál es la explicación para esta notable falta de
penetración teórica de parte de los bolcheviques? Hansen apela simplemente “a
los hechos”: Los bolcheviques estaban incorrectos porque “la experiencia en
China demostró que en por lo menos un caso la historia lo había decretado de
otra manera” (Ibíd., p. 27). La existencia de tales “estados
obreros deformados” no es un hecho sino simplemente una interpretación
incorrecta de los hechos, decretado no por “la historia” sino por Mandel,
Hansen y otros que conciben que la clase obrera es un opcional componente,
incluso excepcional de la revolución proletaria.
La historia ha decretado, sin embargo, que no vayan
las distorsiones indignantes de sí mismas sin venganza. En los primeros meses
de 1979 guerras explotaron entre los estados stalinistas de Asia sur oriental:
Vietnam invadió y asumió el control de la mayoría de Campuchea, y China invadió
posteriormente Vietnam. Los teóricos que llaman estos países socialistas o
estados obreros fueron lanzados en una confusión. Por supuesto, Rusia había
sido conocida por emprender una invasión o dos, pero no la variedad
“revolucionaria” de stalinistas que habían luchado guerras de liberación contra
el imperialismo recientemente. La Secretariado Unificado en detalle se adentró
en una confusión teorética sobre la naturaleza de la clase de Campuchea. El
PSO, que no había podido nunca antes calcular qué clase de estado era realmente
el de Campuchea de Pol Pot, ahora descubrió repentinamente que era capitalista
para justificar la toma de posesión de Vietnam. La mayoría de la SU conducido
por Mandel se opuso y llamó para el retiro de Vietnam de su “fraternal” estado
obrero deformado.
La discusión siguiente ha forzado a ambos lados a
intentar plantar postes firmes en el pantano de la teoría Pablista. Mandel, no
haciendo caso de la explicación del gobierno obrero y granjero que él ayudó a
desarrollar, insiste que Campuchea tenia que ser un estado obrero porque sus
lideres burgueses fueron expulsados en 1975, apenas como -- él ahora dice --
China tenia que ser un estado obrero tan pronto como los stalinistas expulsaron
al Kuomintang en 1949. Si el estado seguía siendo burgués solamente para hacer
derrocar al capitalismo más adelante, “¿cómo se podría utilizar un estado
burgués para suprimir el capitalismo?” (Intercontinental
Press, del 9 de abril de 1979)
Una pregunta excelente y fundamental para los marxistas. Le ha tomado al
teórico principal del “Secretariado Unificado de la Cuarta Internacional”
solamente treinta años para ver la contradicción que él mismo creó.
Por su parte, el PSO confía en ridiculizar la noción
que cualquier régimen tan brutal y subdesarrollado como el de Pol Pot podría
ser posiblemente considerado proletario por cualquier persona. Esto es
suficiente verdad, pero el PSO todavía cree que los otros estados stalinistas
son estados obreros. Para explicar la diferencia, es forzado a fabricar
retrospectivamente “movilizaciones” de la clase obrera en todas las posesiones
stalinistas (excepto la de Pol Pot) para sustituir las revoluciones de la clase
obrera que hacen falta. A pesar de estos giros, se anotan un punto contra
Mandel sobre Campuchea:
“Cuando
Rosa Luxemburgo proclamó que la opción para la humanidad sería el socialismo o
el barbarismo, nunca se le ocurrió a ella que cualquier marxista podía
confundir el uno por el otro.” (Intercontinental
Press, del 16 de julio de 1979)
Este “error” ha sido la marca registrada de todo el
movimiento pablista por un cuarto de un siglo. El PSO le ha dado en el mero
clavo.
Mientras que Mandel ha abandonado al parecer la
teoría pablista de los gobiernos obreros y granjeros, el PSO la ha llevado a
otras conquistas teóricas. Ahora afirma que los bolcheviques realmente no
instalaron un estado obrero en 1917; era solamente un gobierno obrero y
campesino, puesto que la propiedad todavía no había sido nacionalizada.
Solamente cuando las nacionalizaciones ocurrieron en 1918 era realmente un
estado obrero. Como justificación para esto él cita a Trotsky:
“No
solamente hasta la paz de Brest-Litovsk pero aún hasta el otoño de 1918, el
contenido social de la revolución fue restringido a una volcadura agraria
pequeño burgués y control de producción por los trabajadores. Esto significa
que la revolución en sus acciones todavía no había pasado los límites de la
sociedad burguesa.... Solamente hacia el otoño de 1918... los trabajadores
siguieron adelante con la nacionalización de los medios de producción.
Solamente a partir de este momento se puede hablar del inicio de una dictadura
verdadera del proletariado.” (“La naturaleza de la clase del estado soviético”, Escrituras 1933-34, p. 106)
El significado de Trotsky era que la revolución
proletaria tuvo tareas burguesas inmediatas de realizar, lo más importantemente
la distribución de la tierra entre el campesinado. Los trabajadores no tomaron
la industria hasta después de muchos meses. Cuando razonó Trotsky que la
dictadura no era “verdadera” hasta que los trabajadores hubieran comenzado las
tareas específicamente proletarias (no solo democrático-burguesas), él no
implicaba ciertamente que el estado bolchevique todavía era capitalista. Él
dijo solamente que la revolución de los trabajadores “en sus acciones” tenía
por un tiempo confinada en sí misma las tareas burguesas rezagadas e
inmediatas. Pero un estado capitalista es la implicación necesaria del nuevo
concepto del PSO, porque cree que la China de Mao se apoyó en un estado burgués
después de 1949, y además con Europa Oriental hasta 1948. El PSO se ha
retrocedido a una posición donde Rusia bolchevique era gobernada por los
trabajadores con armas en mano, pero stalinista Europa Oriental, la cual había
machacado a los trabajadores, era proletaria. Se han olvidado de que un estado
obrero significa exacto un estado obrero y nada más. Confundiendo el socialismo
por el barbarismo es una consecuencia inevitable.
Joseph Hansen está muerto ahora, pero un comentario
suyo en 1969 sobre el estado de análisis pablista al cual él contribuyó tanto
merece ser recordado: “Pienso que es justo decir que todavía no hemos alcanzado
una teoría unificada completamente satisfactoria”. (El gobierno obrero y granjero,
p. 23)
El significado verdadero de la
noción de Pablo y Hansen de los gobiernos obreros y granjeros que se convierten
en los estados obreros recae en las acciones que inspira. La Secretariado
Unificado ha tomado su escenario no como una línea excepcional de desarrollo
sino como la norma. En Perú e Irán, las secciones de la SU creen al parecer que
el camino al socialismo debe pasar a
través de la etapa del gobierno obrero y granjero. Puesto que la teoría de
Pablo y Hansen considera la transición a los estados obreros al socialismo sin
cualquier otra revolución, no hay necesidad de incluir demandas revolucionarias
en el programa pablista. El gobierno obrero y granjero será alcanzado como
gobierno “transicional” bajo el estado burgués existente; todo lo que se
requiere es la elección de una asamblea constituyente “democrática” para poner
el proceso del gobierno obrero y granjero en movimiento. Este gobierno entonces
hará la transición al estado obrero sin violencia excesiva y sin tener que
levantar a las masas, como la teoría de Pablo y Hansen supuestamente demuestra.
Separando la transición al socialismo en dos etapas, ambas evolucionarías, los
pablistas (como los stalinistas) eliminan la necesidad de la revolución
socialista real.
La coronación de la prueba de la teoría de Pablo y Hansen
vino con la victoria en julio de la revolución nicaragüense contra el régimen
asesino de Somoza. Esta victoria era el clímax de luchas de las masas bajo el
liderazgo militar del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN), un
cuerpo guerrilla nacionalista pequeño burgués inspirado por el éxito de la
revolución cubana. El ala mayoritaria de los sandinistas sigue un programa
reformista de dos etapas derivado del stalinismo y tiene conexiones
internacionales con los gobiernos liberales burgueses latino americanos; las
dos alas más pequeñas son reportadas para ser más a la izquierda pero comparten
la teoría de la etapa de la revolución. No se basa ninguna ala en un partido de
la clase obrera. Artículos en Intercontinental
Press e Inprecor de la SU en junio de 1978 discutieron
convincentemente que el FSLN no es una organización de la clase obrera.
Después del derrocamiento de Somoza, un Gobierno de
Reconstrucción Nacional abiertamente fue instalado por los sandinistas bajo
presión de los Estados Unidos con una mayoría burguesa, y ha prometido respetar
la mayoría de la propiedad privada y todas las relaciones capitalistas. Las
esperanzas inmensas en su revolución ya han comenzado a formar grupos de
trabajadores y campesinos que amenazan con competir para el poder. Un obstáculo
principal es las ilusiones de las masas en la capacidad de los sandinistas de
cumplir sus promesas. La política de FSLN del comprometimiento con el
capitalismo (y por lo tanto con el imperialismo) conducirá rápidamente a un
conflicto con las aspiraciones de las masas.
La posición de la SU hacia los sandinistas y la
revolución nicaragüense necesariamente ha sido diferente de su línea en Perú y
en Irán de Khomeini: el camino estrictamente parlamentario obviamente tiene
poco sentido en medio de una guerra civil violenta. Pero la SU no ha estado a
favor de una revolución proletaria. Mientras que apoyaba la tentativa militar
del FSLN durante la insurrección, la SU planteó demandas democráticas y
transicionales y criticó la política de los sandinistas de prometer a la
burguesía un gobierno de coalición. Su lema que culminaba, como era de esperar,
era el gobierno obrero y campesino. Pero en el contexto de apresurar a los
sandinistas para separarse de la burguesía, este lema significa un gobierno
solo de los sandinistas, un gobierno pequeño burgués. Mientras que la SU ha
tenido cuidado de no dar una descripción clara de la clase de los sandinistas
como pequeño burgueses, no debería tener ningún conflicto en hacerlo: su teoría
pablisita afirma que las fuerzas pequeño burguesas pueden hacer la revolución
socialista.
Durante la lucha anti Somoza en 1978, la SU tenía
una sección en Nicaragua que supuestamente impulsaba pasos como la formación de
los comités de huelga para tomar la dirección política de la lucha de las manos
de la burguesía liberal (Inprecor, edición francesa, del 5 de octubre de
1978). También llamó para una asamblea constituyente para propósitos similares.
Pero ahora que los sandinistas están en el poder, la SU cambió su actitud. La
sección nicaragüense no se ha publicado desde el otoño pasado, un contraste
agudo con la publicidad que da a sus secciones peruanas e iraníes. No hay
abiertamente más llamadas para los sandinistas para separarse de sus socios
burgueses y hay ninguna para una asamblea constituyente o la formación de un
partido independiente de la clase obrera. Toda la confianza se da a los
sandinistas solamente debido a “las capacidades revolucionarias de este
liderazgo”. No se advierte a las masas incluso que resistan la llamada del
gobierno para entregar sus armas y para someterse al comando militar del
gobierno. En lugar les piden movilizarse en defensa de la dirigencia sandinista
que impulsará la revolución hacia adelante. El PSO, el ala más aduladora de la
SU, advierte a las masas que no desafíen el poder de los sandinistas:
“La
opción en Nicaragua es moverse hacia adelante a la victoria de una revolución
socialista, como en Cuba -- o sufrir una derrota sangrienta, como en Chile. O
los sandinistas consolidarán el poder de los obreros y campesinos y
profundizarán la revolución en una transformación socialista, o serán abatidos
por el imperialismo....No hay ningún
tercer camino” (Militante, del 24 de agosto de 1979; énfasis agregado)
Cuba o Chile -- no hay otro camino. ¡La revolución
de la clase obrera es prohibida! Pero incluso si fuéramos a aceptar el respaldo
de la SU de Cuba, debe ser precisado que el camino cubano es una alternativa
muy inverosímil para Nicaragua. En Cuba como en Europa Oriental, era primero
necesario que los stalinistas anularan el poder de la clase obrera; esto fue
hecho asumiendo el control y disciplinando a todas las instituciones de la
clase obrera. En Nicaragua no hay un fuerte partido stalinista arraigado en la
clase obrera, y los sandinistas solos no tienen cínicamente fortalecido el
plantel de la clase obrera para lograr esta tarea. (Ni los originales
castristas; tuvieron que aliarse y después combinarse con el PC cubano para
llevar a cabo la capitalización del estado de Cuba.)
Además, los patrocinadores rusos del capitalismo de
estado cubano están reacios a adquirir otro dominio o desafiar la hegemonía de
los Estados Unidos en este hemisferio. El Bloque Oriental, aún más lleno de
crisis que el Occidente, es demasiado dependiente en la alta productividad de
los Estados Unidos y de sus aliados para tomar el riesgo (véase Socialist Voice Núm. 7 para nuestro
análisis de esta relación). Sin sorpresas, Fidel Castro ha dicho abiertamente a
los nicaragüenses no esperar por una solución cubana.
La traición “democrática” de la democracia
La única clase de
transformación que puede ser considerada es una revolucionaria que conduce a un
genuino estado obrero. Pero al PSO, la buena voluntad de los sandinistas tiene
mayor peso que consideraciones históricas y materialistas, así que elige el
camino cubano. Apoya obviamente un estado burgués contra la posibilidad de una
revolución de la clase obrera. No hay palabra para tal posición sino la
contrarrevolucionaria.
Para probar su lealtad, el PSO despreciablemente ha
traicionado sus propios camaradas de la SU que lucharon al lado del FSLN en la
brigada de Simón Bolívar. Esta agrupación fue expelida de Nicaragua en agosto
por el gobierno de la coalición, acusada de ser “forastera” que intentaba
“tomar ventaja en problemas” para exigir en Managua para las demandas de la
clase obrera. El PSO apoyó implícitamente la expulsión (Militante editorial, del 31 de agosto de 1979). Este incidente fue
la primera prueba de la democracia y del internacionalismo de los sandinistas
-- que ellos y sus admiradores en el PSO hann fallado abismalmente.
El PSO aplaude así a la policía de un estado burgués
que disciplina a sus propios camaradas. Ha regresado al principio. La SU
justifica su estrategia del gobierno obrero y campesino como defensa de la
democracia que se transformará en socialismo. Pero en realidad el estado obrero
es la única defensa de la democracia de los demócratas de burgueses que son más
burgueses que democráticos. La ayuda para el “democrático” gobierno obrero y
campesino en comparación con una rotura revolucionaria del estado burgués por
los trabajadores traiciona la democracia así como el socialismo.
Haciendo uso de la teoría de Pablo y Hansen en
Nicaragua el PSO tiene que tomarla realmente más allá de lo que lo hizo Hansen.
Cuba era el ejemplo brillante de Hansen, y él desarrolló sus nociones del
“gobierno obrero y granjero” cuando los castristas expulsaron del régimen a sus
socios burgueses de la coalición. Pero en Nicaragua la burguesía todavía está
en el gobierno. La teoría pablista tiene que ser ampliada a una etapa
transicional más. Donde Marx y Lenin habían considerado el estado obrero como
la única transición entre el capitalismo y el comunismo, Pablo y Hansen
agregaron el gobierno obrero y granjero como la transición al estado obrero. En
Nicaragua, la revolución había ocurrido ya a la satisfacción del PSO (la
pequeño burguesía radical está en el poder) y no hay gobierno obrero ni
granjero todavía, así que somos presentados con un nuevo régimen transicional.
El PSO no tiene hasta ahora una etiqueta formal para él, sino que utiliza
términos que no nombran clase como “poder revolucionario” para describirlo. La
teoría proporciona una cubierta de muchas capas para formas radicales del
dominio burgués de modo que los trabajadores y los campesinos no encuentren el
camino a su propio poder del estado. La contribución del PSO hoy hace esta
posición explícita, pero ha sido el método subyacente del pablismo desde el
comienzo.
El programa para la contrarrevolución
Para los trotskystas
genuinos, el Programa De Transición es diseñado para plantear la conciencia de
las masas para de esta forma enfrentar la burguesía. Para los stalinistas, la
conciencia revolucionaria es un peligro a su propia poder y debe ser socavada:
los programas de la “dictadura democrática del proletariado y el campesinado”,
“nueva democracia” y la “democracia de las masas” tienen exacto ese efecto. El
programa pablista de esta manera abandona la conciencia de los trabajadores: no
se requiere a ningún proletariado revolucionario para el “camino al socialismo”
siguiendo la trayectoria del “gobierno obrero y granjero”. En el pasado, los
pablistas han discutido que los procesos “objetivos” de la revolución son los
que impulsan las fuerzas pequeño burguesas para emprender esa transformación
socialista; Nicaragua indica, sin embargo, que es la conciencia de la radical
pequeño burguesía que es realmente decisiva para ellos y determina su papel
animador.
Puede aparecer extraño que el PSO habla realmente
del socialismo en el caso de Nicaragua, porque en Perú e Irán se ha concentrado
generalmente sobre demandas puramente democráticas. La diferencia es que
Nicaragua es más avanzada; tiene ya un “poder revolucionario” que el PSO cree
que puede transformarse en un gobierno obrero y granjero. El PSO está
presentando sus ideas socialistas no a las masas sino a los sandinistas -- la
gente que puede realmente hacer el trabajo. Para el PSO el camino al socialismo
recae sobre los radicales pequeño burgueses en el jefe del estado. Es seguro
para hablar del socialismo porque las masas pueden estar seguras que no se
requiere ninguna actividad revolucionaria de su parte. En otros países donde no
hay héroes pequeño burgueses apropiados todavía, los trabajadores pudieran
pensar realmente que las llamadas para la revolución están dirigidas a sí
mismos.
La llamada de la SU para una ruta pequeño burguesa
al socialismo y a su entusiasmo para la solución cubana demuestra que su
socialismo asciende en realidad al capitalismo de estado. Para esta meta no hay
programa de Transición necesario sino que por el contrario un programa que
estira el capitalismo a sus límites sin ir más allá de ellos. El Programa De Transición
de Trotsky ha sido adaptado para este propósito usando una selección de sus
lemas sin el contenido revolucionario proletario que debe acompañarlos. La
consigna del gobierno obrero y granjero sirve admirablemente, mientras se tome
en cualquier sentido democrático-parlamentario o bien como una meta que se
entregará desde arriba por los radicales que manejan el aparato del estado. En
cualquier sentido, tal “gobierno obrero”, combinado con un programa de
nacionalizaciones selectivas, representa la última aspiración del reformismo:
capitalismo del estado. Pero una transformación del capitalismo del estado
significa una revolución política para suplantar la vieja burguesía y -- como
los stalinistas bien lo saben -- una derrota decisiva de la clase obrera. El
Programa De Transición, desmembrado, mitificado y transformado en un programa
para el capitalismo del estado, así se convierte en un programa para la
contrarrevolución.
En la condenación de la substitución de la consigna
del gobierno obrero por el estado obrero, por lo tanto estamos haciendo una
distinción substantiva, no simplemente terminológica. Si hubiera partidos en
Nicaragua, Perú e Irán hoy que llaman por los “gobiernos obreros” pero
presentando el contenido de derrotar todo el aparato del estado burgués, que no
sería una capitulación política. Pero todavía sería un error peligroso. La
consigna del gobierno obrero es un desafío a los partidos reformistas de las
masas para realizar sus promesas y, separado del estado obrero, también
representa su último programa. Usar el “gobierno obrero” para significar el
estado obrero implica que el reformismo puede alcanzar la destrucción del
capitalismo -- un error fatal, literalmente.
Esta substitución no está confinada de ninguna manera
a la Secretariado Unificado. El gobierno obrero como la primera meta
revolucionaria es el sello de todas las deformaciones centristas del
trotskysmo. Y no se prescribe generalmente con el contenido real de
un estado obrero. Si otras organizaciones todavía no han hecho las mismas
traiciones rotundas como la SU en la práctica, e incluso si ellas fielmente y
constantemente propugnan las revoluciones de la clase obrera, la substitución
del gobierno obrero es un peso mortal alrededor de sus cuellos. El PSO ha
elegido claramente el lado de la burguesía en Nicaragua. Otros que comparten
los mismos conceptos teóricos y los lemas “transicionales” son obligados a
probar que no serán forzados a las mismas conclusiones.
Durante las tres últimas décadas, las capitulaciones
por los imitadores de segunda clase de Trotsky no han sido limitadas a las
situaciones revolucionarias sino han ocurrido en la práctica diaria también.
Cada lema del Programa De Transición ha sido despojado de su contenido
revolucionario y ha sido utilizado de maneras colaboracionistas. La
intransigencia bolchevique se ha convertido en adulación.
Hemos precisado que el Programa De Transición fue
diseñado para ser un puente entre las luchas inmediatas de la clase obrera y de
su destino revolucionario. Los pablistas lo han transformado en una mancha
entre las ideas reformistas y revolucionarias predicando que la lucha constante
por reformas y democracia sobrepasa a la revolución. Inevitablemente, los
imitadores de segunda clase son llevados a la conclusión que la contraposición
del liderazgo proletariado al liderazgo pequeño burgués, al corazón del
Programa De Transición, debe ser abandonado. El renegado Kautsky se convierte
en una etapa en el desarrollo del bolchevique Lenin. Los radicales pequeño burgueses
se convierten en los revolucionarios proletarios.
El marxismo del pantano no es ninguna fiebre
accidental. No refleja una tendencia en la lógica o teoría tanto como el hecho
subyacente de que los pablistas son una formación de la clase media dentro del
movimiento de trabajadores. Una vez que la Cuarta Internacional se presentó así
mismo como la vanguardia de la clase obrera del mundo. Ahora su degenerada
descendiente representa solamente su negación. Ligado por mil hilos a los otros
filamentos de demócratas pequeño burgueses, ellos prefieren cada “solución
extrema” a la agonía de la muerte del capitalismo excepto uno -- su
aniquilación por la revolución proletaria.