A los que somos aficionados a los Madelman o a los muñecos en general, probablemente más de una vez algún profano en la materia nos ha preguntado con extrañeza o incluso con reprobación el porqué de nuestra afición. ¿Porqué no coleccionar sellos, monedas u otras cosas ‘normales’ en lugar de muñecos? ¿Cómo es posible que hombres hechos y derechos se vuelvan locos por conseguir unas simples piezas de plástico que además se pagan a precio de oro?
La respuesta no es fácil y puede variar de un aficionado a otro. Tampoco sé si mi explicación será suficiente para la gente a quien no le gustan los muñecos. De todos modos lo intentaré.
Para empezar, si bien es verdad que los muñecos son simples trozos de plástico, tampoco es menos cierto que los sellos o monedas no son más que pedazos de papel o metal. Y ya puestos a decir tonterías, un Picasso no sería más que un trozo de tela con pintura. El coleccionismo, sea del tipo que sea, es el arte de darle importancia a cosas que posiblemente no la tengan. Y eso vale para todos.
Hay gente capaz de entusiasmarse y divertirse con las pequeñas grandes cosas de la vida y gente que no. Eso es todo.
Partiendo de que la infancia es una de las mejores etapas de la vida, una de las mejores cosas de la infancia son los juguetes. Y dentro de los juguetes, para muchos, sin duda lo mejor eran los Madelman.
Puede que esté condicionado por el hecho de que fueron los muñecos con los que más jugué en mi infancia, pero para un servidor los Madelman son un punto y aparte.
Eso no quiere decir que no valore la calidad de otras líneas de figuras, es más, algunas son mejores que Madelman en determinados aspectos.
Sin embargo la media de Madelman en variedad y calidad fue muy alta, y más teniendo en cuenta la época en la que se fabricaron. Simplemente, pusieron el listón tan alto que los demás no pudieron alcanzarles.
Como decía la nostalgia suele jugar un papel determinante para empezar a coleccionar. Normalmente los coleccionistas de juguetes buscan las piezas con las que jugaron en su infancia.
Aún así existen coleccionistas de Madelman, incluso en el extranjero, que no llegaron a jugar con ellos y los han descubierto recientemente. Algo tendrán...
El primer paso para entrar en este circo suele ser la curiosidad por saber si alguien más se acuerda de esos entrañables muñecos que tantos buenos ratos nos hicieron pasar. Se empieza buscando como quien no quiere la cosa en revistas, Internet, tiendas antiguas, documentales de TV... Donde sea.
Suele suceder también que se descubre que uno no está solo en este mundo, y que hay más individuos que están tan locos por el tema como nosotros e incluso más. En ese momento un agradable sentimiento de afinidad compartida nos invade, y al mismo tiempo se reviven sensaciones que uno creía ya olvidadas. El primer paso ya está dado.
El segundo paso acostumbra a ser el quitarle el polvo a los restos de los viejos muñecos que aún nos quedan. Algunas piezas están rotas, otras simplemente han desaparecido, y siempre, siempre, aparece alguna que no se sabe de dónde ha salido.
Es en este momento cuando se pierden ya las manías y extrañas ideas empiezan a rondar por la cabeza: “Que lástima de muñeco. Con lo que me gustaba... ¿Quién le mandaría a mi madre dejárselo al sobrinito? Si tuviera unas manos nuevas... Tengo que conseguir las piezas que le faltan. “
O bien: “Siempre me gustó este modelo y nunca me lo regalaron. Quizá aún pueda encontrarlo...” Etc., etc.
En esta fase uno descubre que, sobretodo gracias a Internet, aún es posible conseguir aquellas piezas que tanto no gustó o nos hubiera gustado tener.
Llegados a este punto uno está ya tan ‘enganchado’ que ya no suele haber vuelta atrás. Ni siquiera los altos precios que hay pagar son obstáculo para empezar a coleccionar.
Uno acostumbra a autoengañarse con argumentos del tipo “Yo únicamente quiero completar los que tuve y me retiro” o “Nunca voy a pagar más de X pesetas por una pieza”. Pero la ‘droga’ del coleccionismo ya nos ha atrapado y no es tan fácil dejarlo.
El hecho de que los precios sean tan elevados frena bastante al principio, pero en el fondo no hace más que ratificar lo que en el fondo ya sospechábamos: Los Madelman ya no son únicamente un tesoro a nivel sentimental, sino que también lo son en el sentido estricto de la palabra. Esto no hace más que aumentar aún más si cabe nuestro interés por ellos.
En este punto algunos deciden abandonar, pero la mayoría continua adelante como una locomotora sin frenos.
Para colmo está el tema de las cajas y sus precios desorbitados:
“Los precios son infernales. No pienso comprar ninguna. Pero que bonitas son las condenadas. Si pudiera conseguir sólo una, aunque fuera de las ‘baratitas’, ya me daría por satisfecho” Y vuelta a empezar...
La verdad es que para los que somos aficionados a los Madelman las cajas son verdaderas obras de arte.
Estoy seguro que si eres aficionado a los ‘muñecos’ me habrás entendido perfectamente.
Si no lo eres y sigues sin comprender... tu te lo pierdes. |