Rampova arremete con su espectáculo de Cabaret ácido contra una sociedad hipócrita, sorprendiendo dentro del aburrido panorama del espectáculo actual.

Mientras ciertos humoristas (?) dicen que hacen Cabaret, aunque su humor queda en entredicho, edificado sobre la vacuidad más absoluta, y que recurren sin rubor a la recuperación de clichés anacrónicos y archisabidos, y cuya persistencia de fórmulas ajenas al Cabaret ha llevado a éste a una arterioesclerosis fatal, Rampova por el contrario, representa el revulsivo más sorprendente en estos tiempos en que el descerebramiento más absoluto campa por sus anchas, sorprendiendo con una visión sin concesiones de ese mal llamado post-moderno, proponiendo actitudes estéticas diametralmente opuestas a esa tontería pasajera llamada drag-queen, porque "el Cabaret nunca debe ser bienintencionado con el poder y, mucho menos, etéreo en lo político".

De ahí que de Rampova emerja una fuerza telúrica que apresa el corazón de los inteligentes, como un desfile de brujas invocantes, sacando a relucir en su espectáculo la podredumbre que los imbéciles esconden bajo su hipócrita máscara social, o la burla que hace del "macho", del que asegura que "es un aspirante a ser humano del que no se puede contar su historia porque únicamente tiene prehistoria". Esa Rampova tridimensional que recorre desde el humor caústico que habla de ese virus que no conoce moral, pasando por la acidez sórdida de un tango sobre Jean Genet donde lo presenta como un ser que araña el suelo como un gato callejero, con el fin de esconder sus defecaciones, para desembocar en la crueldad metafórica de un clásico como "La Cumparsita", reconvertida en un guiño al Marqués de Sade.

La densidad de su espectáculo alcanza sus mejores hallazgos cuando desciende a los bajos fondos, con una ductilidad que se revela en la forma de dotar de historias a unas canciones que, en otros artistas, parecerían grotescas. O cuando disecciona analítica e inmisericordemente las contradicciones analfabetas sobre las que se asienta la sociedad, con un humor fino pero sin perder virulencia crítica. por eso Rampova se desmarca 180 grados de la cretinez reinante, representando el nexo de unión entre la modernidad y el Cabaret clásico.

Ella tiene sus fobias y sus filias, abomina de Lina Morgan y adora como diosas paganas a La Bella Dorita y Esperanza Roy; a ésta última la considera el máximo baluarte y la quinta esencia de la escena por los siglos de los siglos. A ella va dedicada una frase de Rampova: "Las aves nacen en un huevo, mientras que mi pluma es de nacimiento". Y es que en el espectáculo de Rampova hay un protagonismo de lo gay en directa oposición a lo esperpéntico de una sociedad sumergida en la hipocresía, la impiedad y el patetismo más absolutos.

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