Duerme Secreto

* * *

Capítulo 9

Hermana...

 

"Te digo que te diré

sólo una cosa:

recuérdame."

(A la memoria de Miriam, Toñi y Desireé)

 

© Akemi Takada

 

 

El silencio en la habitación era cada vez más inaguantable incluso para Sora, a la que le encantaba pasar horas quieta, rodeada de calma total con la que poder escribir aquellos poemas que siempre se le ocurrían en esos momentos de silencio. Pero ahora era distinto, ése mismo silencio la ponía nerviosa, la situación no era muy acogedora: Ceres acurrucada en un rincón con los ojos vacíos de expresividad... Hien en otro rincón, con los suyos clavados en el cuerpo de la joven que yacía en la cama, dormida...

 

-¿Habéis escuchado eso? - dijo entonces, dando un respingo.

 

-¿A qué te refieres? Yo no he oido nada - Hien estaba de malhumor, no tenía muchas ganas de hablar y menos aún de escuchar las paranoias de Sora, a veces su amiga era demasiado fantasiosa...

 

Pero entonces se puso en pie de un salto.

 

-¿Quién es? - preguntó, mirando a todos lados.

 

Hien corrió al lado de Ceres y la cogió del brazo.

 

-¿No lo oyes? - la instaba a levantarse, mas era como coger el brazo de una muñeca de trapo...

 

En ese momento se dio cuenta de que Ceres estaba llorando.

 

-¿Qué te pasa? - lo dijo gritando sin darse cuenta. Esta vez no había sido su intención, estaba demasiado nerviosa y alterada con todo lo sucedido...

 

Sora se precipitó hacia el rincón donde estaban, se arrodilló y le apartó a Ceres los cabellos de la cara, queriendo limpiarle las lágrimas.

 

-Mi hermana... - murmuró Ceres con voz ronca.

 

-¿Habéis oido lo que ha dicho? ¿Qué significa eso? - Hien también se arrodilló en el suelo.

 

"He cumplido mi sueño."

 

Eso era lo que había dicho la voz, palabras llevadas por el viento...

 

"Yo siempre estaré contigo, querida hermanita."

 

Aquello era un adiós, una despedida eterna.

 

-No me dejes, no me dejes... ¡Loredana! - Ceres se tapó los oidos, no quería seguir escuchando aquella voz...

 

"No permitas que tu sueño se quede por cumplir..."

 

¿Sueño? ¿Qué sueño? ¿A qué se estaba refiriendo? ¿Qué sueño?

 

"No te duermas, despierta. Yo estaré ahí para protegerte siempre, hermanita."

 

La voz se la llevaba el viento formando torbellinos en la cabeza de Ceres... Loredana había recuperado por fin lo que perdió aquel día, lo que la Reina Amarilis le arrebató de su pecho: el amor de un hijo, el de Ferio.

 

* * * *

 

"Loredana ha desaparecido."

 

Davalia se reseguió con un dedo la línea del ojo y lo notó húmedo. Estaba llorando, pero no era ella sino...

 

-¿Lloras por ella, Primera? - preguntó en voz alta.

 

-¿Acaso tú no eres capaz de llorar por tu hermana? - intervino Pirotase.

 

-Ja... Tú mejor que nadie deberías de saber lo que opino de las lágrimas...

 

Pero Davalia se interrumpió repentinamente y miro hacia el suelo azul. Había percibido algo, un pequeño temblor: el presentimiento de que algo iba a ocurrir... Y ocurrió. Un chasquido, como una explosión de cristales, y una brecha en el suelo que se hacía cada vez más gruesa y se dirigía hacia...

 

-¡Umi! - gritó Pirotase corriendo hacia ella.

 

La brecha se había hecho más grande justo debajo de los pies de la joven, abriéndose así el suelo y tragándosela como si de una boca se tratase. A Umi no le dio ni tiempo de gritar... Y el suelo se cerró volviendo a su estado normal, el cristal azul aparecía ahora liso nuevamente...

 

-¿Lo has notado? - preguntó en ese momento, Davalia -. ¿Has reconocido el poder de quién ha hecho esto ya, hermanita?

 

Su tono de voz estaba lleno de sarcasmo...

 

-Sí, lo sé. Lo he sabido siempre... Es mejor así - cuando Pirotase se volvió hacia su hermana después de haber dicho aquéllo no la encontró aunque supo dónde estaría...

 

Sin embargo, no se movió de su sitio y esperó a que él le diera alguna señal de que debía moverse, como siempre había hecho...

 

* * * *

 

Umi caía y caía a tal velocidad que tenía la sensación que en cuanto tocase el suelo moriría del golpe.

 

-¡Ah! ¡Quién!

 

Algo se cerró alrededor de su mano, asustándola más aún... No obstante, se tranquilizó al notar la calidez humana pegada a su piel. Se había detenido, ya no caía a aquel vacío oscuro. Fuera quien fuese la había salvado...

 

-¿Umi?

 

Umi levantó la vista mirando hacia arriba. Primero se fijó en aquella mano que era un poco más grande que la suya y después en aquellos ojos verdes que la contemplaban con tanta beneración como sorpresa.

 

-¿Ascot? - preguntó, extrañada y a la vez contenta de verlo.

 

Sintió que sus pies tocaban por fin el suelo y aprovechó entonces para observarlo detenidamente, había cambiado tanto... ¿Seguro que era Ascot? Parecía tan maduro, tenía ese brillo serio en los ojos que ella siempre había encontrado cuando miraba en las profundidades de los ojos azules de Kleff.

 

-Has cambiado mucho - dijo Ascot casi extasiado.

 

-¿Yo? - Umi se miró las manos y el resto del cuerpo, desconcertada - Pero si tenía el aspecto de una niña... ¿Qué...?

 

No sabía qué decir. Había vuelto a recuperar su físico característico de una mujer ya adulta e incluso había recuperado las ropas que llevaba justo antes de desaparecer abducida por la cama de su hija Ceres.

 

-¿Qué está ocurriendo? - le preguntó a Ascot.

 

-No lo sé... Pero sí sé quién está haciendo que ocurra...

 

Las palabras de Ascot eran demasiado misteriosas y revueltas para Umi.

 

-¿A quién te refieres? ¿Quizás a la Reina Amarilis?

 

Ascot se quedó durante unos segundos perplejo... ¿Cómo podía Umi saber de la existencia de la Reina Amarilis? Aquéllo únicamente lo sabían los que formaban parte de la corte del castillo: Gurú Kleff, Lantis, Ferio, Caldina, Ráfaga, Presea... Y a ellos les estaba prohibido hablar de ella, no podían nombrarla delante de extraños, ni siguiera a las Guerreras Mágicas. Tampoco creyó que Elar se lo hubiese explicado, Umi no podía conocerlo... La Reina Amarilis debió haberse aparecido ante ella en un deseo propio.

 

-Supongo que debo acostumbrarme a no saber ciertas cosas - dijo como pensando en voz alta, resignado.

 

-¿Cómo? - Umi recibió una sonrisa de Ascot, más bien era una sonrisa triste...

 

Pensó en las veces que él le había demostrado sus sentimientos hacia ella, pero nunca le hizo caso porque en su corazón no había hueco para nadie más que no fuera Gurú Kleff. Ahora, tanto tiempo después y viendo aquella sonrisa, supo que él seguía sintiendo lo mismo, quizás hasta con más fuerza. Y eso la hizo sentirse culpable, por no haber sabido aceptarlo... Quién sabe lo que habría pasado si en vez de Gurú Kleff hubiera amado a Ascot: todo sería distinto, ya no habría ningún secreto de por medio... Puede que hasta fuera feliz.

 

-No, no es la Reina Amarilis - respondió por fin, Ascot, tratando así de hacer esfumarse los recuerdos que tanto le dolían -. Esto es obra de Gurú Elar, el nuevo Gurú de Zafiro. Gurú Kleff murió y él ocupó su lugar por orden expresa de la Reina Amarilis.

 

Y entonces Ascot la miró a los ojos de forma tan escrutadora que Umi tuvo que bajar la cabeza, temerosa de que pudiera averiguar algo... Ella sabía perfectamente que Kleff no estaba muerto, que Amarilis les había hecho creer esa mentira para su bien egoísta. Kleff vivía ahora en la Tierra con ella, se habían casado y tenían una hija. Ahora Kleff era un prestigioso científico que también daba clases en una de las universidades más importantes de Japón. Ahora Kleff sólo recordaba de su pasado su nombre y nada más...

 

-¿Crees que soy tonto? - le replicó tomándola por los hombros -. ¿Piensas que me voy a creer que tú no sabes lo que en realidad le sucedió a Kleff? ¿Crees que no sabía nada de vuestros encuentros cuando él estaba aún en Zafiro? No soy el niño ingénuo que supones, Umi; ya no.

 

Finalmente, Ascot la soltó y la tristeza volvió nuevamente a sus ojos...

 

-Sé que él está contigo, que vive contigo, que duerme contigo... Al principio creí las palabras de la Reina Amarilis, ella tiene el poder para hacer que creamos la más grande de las mentiras, incluso un mago como yo es capaz de doblegarse a su magia... Pero entonces apareció Elar y fue como si las palabras de la Reina se borrasen. Pienso que él me mostró la verdad y que soy el único que la sabe. Me gusta pensar que Elar es como un hijo mío, le he enseñado todo lo que sé... Ojalá. Ojalá él hubiese sido hijo mío y tuyo...

 

Umi se percató de su cariño y el corazón volvió a dolerle. Cerró los ojos y en su mente, como en una pizarra, apareció escrito el nombre de Elar. Intentó contener las lágrimas pues ya sabía quién era él... Hasta sin haber escuchado las palabras de Ascot, sólo conociendo su nombre, ya lo hubiera sabido.

 

-Por eso nunca me hablaste de ella, evitaste nombrarla siempre que te fue posible...

 

Umi pudo ver a un chico joven al lado de Ascot que acababa de aparecer de la nada. En un primer momento se asustó creyendo que era Kleff... Entonces él la miró y sus ojos eran como dos mares, del mismo tono que los suyos. Su cabello violeta claro como el de Kleff. Sus facciones eran una mezcla entre las de Kleff y las suyas... Habían pasado muchos años, pero por fin lo tenía delante suyo, en carne y hueso, podía abrazarlo, besarlo, acariciarlo; todo lo que siempre deseó hacerle. Sin embargo, no hizo ni dijo nada.

 

Pero Elar rompió enseguida en silencio. Se acercó a ella y le hizo una loable reverencia al tiempo que decía:

 

-Bienvenida, madre, siento no haber podido estar contigo desde el principio.

 

Su voz era suave, también resuelta: tan parecida a la de Kleff...

 

-¿Sabes quién soy yo? - preguntó a su vez, Umi, temblando.

 

-Lo supe desde el inicio de mi existencia, Amarilis con sus poderes nunca pudo evitar que supiese que la Guerrera Mágica del Agua era mi madre y que el Gran Gurú Kleff era mi padre...

 

-Pero Amarilis...

 

-Lo intente por todos los medios, Umi.

 

Umi volteó y reconoció a la Reina Amarilis, tan bella y esplendorosa como siempre, como la primera vez que la vio, a pesar de sus ojos que estaban tan tristes que a Umi se le encogió el corazón.

 

-Pero al contrario de lo que creí, yo no puedo enfrentarme a alguien a quien el planeta ha dado su poder... Construí castillos en el aire pensando que era la Gran Reina, que todo lo podía conseguir, pero sólo soy lo que el planeta quiere que sea... El sueño se ha roto, querida Umi.

 

-¿Roto?

 

Entonces Umi notó que algo cedía a sus pies y que caía, caía nuevamente en aquel vacío oscuro que parecía no tener fin...

 

-¡ELAR!

 

El grito retumbó en sus propios oidos. ¿Dónde estaba? ¿Lo había tenido durante unos pocos segundos y ya lo había vuelto a perder? ¿Qué diablos estaba ocurriendo?

 

-Elar...

 

¿Hacia dónde conduciría aquel pozo sin fondo?

 

* * * *

 

-Está... Dormida...

 

Ferio abrazó con fuerza el cuerpo de su amada Fuu y despositó un suave beso sobre su frente.

 

-¿Por qué habré tardado tanto en recordar? - se preguntó en voz alta, tenía los ojos enrojecidos más por el coraje de no querer llorar que por las lágrimas vertidas.

 

Casi se sentía como si hubiese despertado sobresaltadamente de un sueño... Todo había pasado demasiado deprisa aunque la sensación de aquel amoroso abrazo de Loredana seguía fijo en su piel.

 

-Aunque ahora me vaya de tu lado siempre estaré contigo...

 

¿Por qué diablos había tardado tanto en recordarla? Ahora veía su imagen tan clara cuando cerraba los ojos... ¡Y él la había intentado matar! ¡Había estado cegado durante todo este tiempo por culpa de la que él había creído realmente su madre!

 

Cogió a Fuu entre sus brazos y la levantó del suelo. Su cuerpo se había transformado en el mismo momento en que Loredana se había separado de él ¿por qué? Era bella, más bella que nunca. Su cabello era más largo, sus facciones más maduras y su cuerpo más estilizado... Ahora le recordaba mucho a la chica que había venido del Mundo Místico, de la Tierra... Sora era hija de Fuu y de otro hombre que no era él... Sora.. Si Fuu y él hubieran permanecido juntos la chica sería su hija...

 

-¿Mamá?

 

La voz era de ella, de la niña... Ferio la vio en medio de la gran puerta del Salón, con ella estaban las otras dos chicas, Hien y Ceres; pero fue ella la que se apresuró hasta llegar a su lado.

 

-Mamá - apretó entre sus manos la de ella y suspiró tranquila al notarla cálida y viva - Ha recuperado su forma...

 

-¿Eso significa que también Hikaru habrá recuperado su forma real? - preguntó Lantis, que había permanecido en silencio todo el rato, observando también con mirada triste a Ferio... Él también la había perdido...

 

Sus ojos se fijaron sin querer en Hien, la primera vez que la vió creyó que era ella y una inmensa felicidad le explotó en el corazón, aunque la explosión se transformó en hiel al averiguar que Hien en realidad era hija de Hikaru, su pequeña e inocente Hikaru...

 

-"¿Cuánto tiempo habrá pasado desde la última vez que la vi?" - pensó Lantis bajando la cabeza y cerrando los ojos.

 

Mucho...

 

Lantis sintió una punzada en la cabeza al oír esa voz. Rápidamente se irguió y colocó su mano derecha estratégicamente cerca de su espada. Contempló a su alrededor, cerciorándose así de que había sido el único que la había escuchado.

 

Querido Lantis, ¿tienes miedo de mí?

 

-"Davalia ¿eres tú, verdad?" - Lantis trató de concentrarse para averiguar dónde se hallaba.

 

Sí... En parte sí, soy yo.

 

Su risa le puso tenso y en ese momento percibió un poder que lo hizo descentrase: un poder enorme, casi infinito... Y tan familiar...

 

-"¿Dónde estás?"

 

Aquí, allí... En todas partes, querido Lantis...

 

-"Te encontraré."

 

No pienso esconderme... Ven...

 

Lantis salió del Salón sin que nadie deparara en él... Sólo una persona, que lo siguió a cierta distancia. Se dejó conducir por ese poder que en realidad lo desorientaba interiormente y que, sin embargo, era como un imán que lo atraía. Caminó durante varios minutos sin saber adónde iba hasta que finalmente descubrió la fuente de aquel inmenso poder en la figura brillante y desnuda de una mujer de larguísimos cabellos plateados y verdes. La mujer le sonrió y, extendiendo su fina y delicada mano, hizo un ademán para que se acercase.

 

Estaban en un espléndido jardín con un pequeño estanque de peces de colores. Lantis caminó hacia ella, se hallaba profundamente maravillado ante tanta belleza, nunca había visto nada igual... ¿Qué ser mágico sería? No obstante, la voz era sin duda de Davalia, pero se sentía incapaz de coger su espada y atacarla...¿Por qué? ¿Quién era? ¿Qué era aquel cuerpo?

 

-¿No sabes quién soy? - preguntó la mujer con una sonrisa aún más grande -. Soy una ninfa del Bosque del Silencio, la última de mi especie.

 

Lantis, casi sin darse cuenta, sostuvo la mano de aquel ser y la besó.

 

-¿Sigues sin reconocerme? - y la mujer dejó escapar una carcajada -. ¿Lantis, el Gran Espadachín Real, astuto y fuerte como ninguno, es incapaz de reconocer a la persona que más lo ama? Eso dice mucho en contra de ti, caballero...

 

Lantis cayó al suelo, sucumbiendo a la poderosa magia de aquella mujer... ¿Por qué le era tan familiar aquel poder? ¿Por qué? Estaba segurísimo que no era la primera vez que lo había percibido...

 

La ninfa se colocó frente a él y lo apuntó con un dedo.

 

-Con un simple deseo puedo hacer que tu muerte sea la más agonizante de todas - se rio y entonces, misteriosamente, sus ojos empezaron a llorar...

 

Se limpió las lágrimas y Lantis aprovechó la distracción para levantarse del suelo y sacar su espada.

 

-Lantis, no...

 

El espadachín se quedó helado... Había reconocido la voz, la voz suave y aterciopelada que cuando menos podía hacerse chirriante y pesada.

 

-¿¡Primera!? ¿Eres tú, Primera? ¿¡QUÉ LE HAS HECHO A PRIMERA, DAVALIA!?

 

La ninfa con una mano en la frente, se tambaleó. Tenía el rostro cubierto de lágrimas... Dio un grito y finalmente se precipitó al suelo.

 

-No le hagas daño por favor, Lantis... Yo la quiero, la quiero mucho: ella ha cuidado de mí... Era como mi madre antes de que la condenaran a ella y a Loredana al Sueño Eterno... Y lo sigue siendo...

 

Él se arrodilló a su lado y quiso levantarla, rodeándola con sus brazos.

 

-Por eso yo quise suicidarme cuando la apartaron de mí... Me sentía incapaz de vivir sin ella, la necesitaba... Lo que tú viste cuando viniste a salvarme era sólo la preparación de mi propia muerte... Pero entonces tú me llevaste contigo y cuidaste de mí y yo... Yo me enamoré de ti... Pero tú amas a Hikaru, nunca podrás quererme como la quieres a ella por mucho que una ninfa como yo lo desee...

 

-Y por esa razón, morirás.

 

La afilada espada hizo un trazo en la mejilla de Lantis, aunque le hubiera rebanado el cuello de no haberse movido él con tanta rapidez. La joven que lo acababa de atacar era pelirroja y vestía un traje de guerrera en color rojo y blanco. En las orejas, el cuello y los brazos colgaban alhajas doradas y en su frente llevaba una diadema adornada con piedras rojas y con un símbolo: el símbolo de Rayearth, el símbolo del Fuego. Aquélla era Davalia, la Guerrera Legendaria del Fuego; en su rostro tenía una sonrisa triunfante.

 

-He recuperado mi cuerpo - dijo -. Ahora nadie me va a evitar que cumpla por fin la venganza con la que he soñado día y noche, encerrada en esa estúpida cárcel... Primero te mataré a ti, querido Lantis, el amante tonto que es incapaz de reconocer el verdadero amor en una criatura propia de Zafiro, planeta. La herida que ya te hice fue sólo un aviso, querido mío.

 

-¡Deténte, Davalia! - Primera se echó sobre los brazos de Lantis, queriéndolo proteger con su cuerpo.

 

Y Davalia, inexplicablmente, bajó la espada...

 

-Primero fue Loredana, entregándose a un amor que la abandonó dejándola embarazada - comentó mirando hacia un punto lejano, casi sin ganas de hablar -. Después fue Pirotase, que amó y protegió a quien no debía ni amar ni proteger y ahora... - sus ojos se posaron tristemente en Primera.

 

-Davalia...

 

La Guerrera Legendaria se giró hacia la joven que acababa de pronunciar su nombre.

 

-He perdido, hemos perdido todas - dijo Davalia -. Pirotase nunca debió habernos despertado ni a mí ni a Loredana, nunca debí haberte enviado a otro tiempo... Debí haberlo dejado todo como estaba. El final ya es inevitable.

 

Ceres intentó buscarle sentido a sus palabras, pero no pudo, no tuvo tiempo. Davalia cogió la espada y volvió el filo punzante hacia sí misma...

 

-¿¿QUÉ VAS A HACER?? - gritó Ceres.

 

-¡DAVALIA! - gritó Primera.

 

La espada la atravesó de lado a lado formando un charco de sangre a sus pies casi al instante. Ceres se abalanzó sobre ella y trató de sacársela, se la había clavado justo en el punto exacto donde se encontraba el corazón. Mas Davalia la tenía bien sujeta por la empuñadura y no logró hacer que la soltara.

 

Primera quiso ir a ayudarla, pero Lantis la agarró con fuerza...

 

-Estás muy débil, Primera - susurró cerca de su oído -. Davalia ha absorvido tu poder para lograr liberar su cuerpo de la cárcel del Sueño Eterno y así recuperarlo, si haces algún esfuerzo ahora morirás tú también...

 

La bella ninfa lo miró a los ojos, halló en ellos preocupación pero siguió sin encontrar algo de amor todavía, así que quiso soltarse; sin embargo, Lantis tenía razón, aún se encontraba demasiado débil, ni siquiera era capaz de escapar de su abrazo. Primera se resignó y utilizó las pocas fuerzas que le quedaban para verter las últimas lágrimas que podría verter por su querida madre...

 

-Escúchame... Ceres... - gimió Davalia, con esfuerzo.

 

Ceres se acurrucó en su regazo, el olor a sangre era cada vez más intenso. Ella misma lo tenía impregnado en sus ropas, en sus manos y en su rostro.

 

-Hermana...

 

-Soy la culpable de que tú estés ahora pasando por lo que ya pasó Pirotase en su momento... Nosotras, tanto Pirotase, como Loredana y yo nacimos de la tierra de Zafiro... El planeta Zafiro es nuestro padre como también lo fue del Rey Zafiro y del mismísimo Gurú Kleff; Él nos creó...

 

-¿Somos todos hermanos?

 

-Ajá... Pero Pirotase, Loredana y yo fuimos creadas para salvar el planeta, al contrario que el Rey Zafiro y Kleff que nacieron para gobernarlo... Nosotras éramos las jueces que determinarían el destino de ellos dos, ese destino estaba ya prefijado por el propio planeta: tanto Kleff como l Rey Zafiro debían morir si sus sentimientos eran más fuertes por otro ser que no fuera nuestro padre: el planeta Zafiro...

 

-¿Quieres decir que si ellos se enamoraban...

 

-Si ellos se enamoraban, dejando el planeta relegado a un amor más secundario, las jueces deberían hacerlos desaparecer... Cuando el Rey Zafiro se enamoró de Amarilis nosotras, que habíamos sido enviadas a la Tierra nada más nacer, pues las jueces no pueden vivir en el mismo planeta que los juzgados... Nosotras fuimos llamadas por... El Rey Zafiro nos hizo una llamada de súplica, diciendo que estaba destruyendo el planeta, que había roto su juramento de amor al planeta; pero él no fue quien nos hizo regresar sino el propio planeta, el que es Creador del planeta... Debíamos afrontar el que era nuestro destino como jueces, como las Guerreras Legendarias...

 

Davalia exhaló un profundo suspiro. Ceres advirtió que su cuerpo empezaba a transparentarse por la zona en la que tenía la espada atravesada, Davalia estaba desapareciendo como ya lo hizo Loredana...

 

-Durante el tiempo que estuvimos viviendo en la Tierra fuímos muy pobres, teníamos muy poco para comer... Pirotase, que era la menor, siempre tenía hambre y Loredana casi siempre estaba enferma por una cosa u otra... Ni Pirotase ni Loredana recordaban quiénes éramos en realidad ni nada de Zafiro; en cambio, yo sí... Y al igual que el recuerdo conservaba también mi poder, al contrario que ellas dos, el planeta Zafiro quiso que fuera así...

 

-¿El planeta Zafiro? - preguntó Ceres.

 

-El planeta es como Dios en la Tierra, puede hacer y deshacer a su antojo, pero Él quiso que fuéramos nosotras quienes deshiciésemos lo que Él hacía... Él creó primero a Zafiro y le dio su nombre, después creó a Kleff y le dio la mitad de su poder... Y finalmente, nos creó a nosotras para que destruyéramos lo que Él había creado... (1)

 

La hierba silvestre del jardín comenzaba a dejarse ver en todo el cuerpo de Davalia, su desvanecimiento estaba ya muy próximo. Davalia lo notó y empezó a hablar más deprisa.

 

-Mi pequeñísima Ceres - acarició suavemente su mejilla -. Yo quería que no tuvieses que pasar por lo mismo que pasó Pirotase, tu otro yo... Pirotase se enamoró de quien no debía, será desgraciada eternamente a causa de ese amor que no olvida... Yo... Ojalá hubiese podido matarle cuando tuve la ocasión... No fui capaz... Yo quería demasiado a Pirotase, era la pequeña, mi niña... Me compadecí de ella y dejé vivir a ese amor ciego que ella beneraba noche y día...

 

-¿Gurú Kleff?

 

Davalia hizo un gesto con los labios tratando de sonreír, pero sentía tanto dolor en esos momentos que le fue imposible expresarse...

 

-Estás recordando, pronto lo recordarás todo y será el fin... -dijo entre gemidos.

 

Contempló su mano ya casi transparente del todo en la mejilla de Ceres. Le entristeció no poder sentir el suave tacto de su piel... Era su merecido, por querer haber ido en contra de los designios de su destinio, por haber desobedecido al planeta a quien se debía... Le esperaba la misma suerte que a sus hermanos, el Rey Zafiro y Loredana.

 

-Primera - su voz era ya un suave susurro.

 

Se recostó dificultosamente tratando de verla.

 

-Primera... Por favor... Cuéntaselo todo, yo... Yo ya no puedo...

 

-Si no te hubieses sacrificado tú misma habrías vivido más tiempo, lo sabías bien... - Primera sollozaba, las lágrimas le resbalaban por el cuello.

 

-No podría... No podría... vivir... habiéndolo per... per... dido to... do... to... do... - ya la voz de la Guerrera Legendaria era apenas un murmullo y su cuerpo casi un golpe de aire.

 

-¡¡NO!!

 

Ceres se enganchó a la cintura de su hermana pero sólo consiguió abrazarse a sí misma. Cerró los ojos con fuerza gritando el nombre de su hermana. Después, jadeando, volvió a abrirlos y clavó sus pupilas en las dos brillantes aguamarinas de la ninfa.

 

-Cuéntamelo - dijo con severidad -. Concluye la historia.

 

Continuará...

 

 

Notas de Ire:

(1) Notad que "Él" está en mayúsculas como cuando nos referimos a Dios... En este apartado no me estoy refiriendo a Él (Dios) sino a Él (el planeta Zafiro) y a partir de este momento siempre que me refiera al planeta lo haré con ese pronombre (como bien dice Davalia "el planeta es como Dios").

 

Bien, mis pequeños amigos ¿cómo os ha dejado este capítulo? Tranquilos, tranquilos, el final está cada vez más cercano, siento enrollarme tanto pero he decidido que la acción ocurra de esta manera, no seáis impacientes: la paciencia es la madre de toda ciencia ^__^.

En la imagen que insertado podéis disfrutar de una ilustración de la mágica Akemi Takada (^_^). La primera vez que la vi pensé: "La viva imagen de Davalia y Loredana". Y es verdad, cada vez que la miro es eso lo que pienso. ¿Adivinaríais cuál es cuál? Es muy fácil, teniendo en cuenta los distintos caracteres: Davalia es la de la izquierda y Loredana la de la derecha. Espero que os guste.

Besos.