Capítulo III

Eagle -  Rivalidad

 

Eagle contemplaba distraídamente las luces del techo en la sala de controles del NSX, cuando Geo atrajo su atención con una exclamación de asombro:

- ¡Es una criatura mágica!

Corriendo, Zazu se asomó a la pantalla que señalaba su alto compañero. En ella, volaba un enorme pez alado. Debía estar algo lejos de la nave, pero Geo había adaptado las cámaras exteriores al mayor aumento posible, de forma que podían observar a la criatura como si volara a escasos metros delante de ellos. Eagle también se acercó.

- Es una de las mascotas de Guru Clef. - dijo sonriendo – Solo me pregunto qué habrá pasado.

Tanto Geo como Zazu lo miraron interrogativamente, demandando una explicación.

- Guru Clef solo conjura a sus criaturas cuando son estrictamente necesarias.

Por un momento se entretuvieron observando las evoluciones aéreas del hermoso animal, que volaba en el mismo rumbo que el NSX, o sea, hacia el castillo. Y así estuvieron hasta que otra exclamación vino a perturbar la tranquilidad de la cabina, esta vez por parte de Zazu.

- ¡Es Hikaru!

- ¿Qué? – Eagle se precipitó hacia los mandos, acercándose lo más que pudo a la pantalla - ¿Estás seguro?

Geo trató de ajustar un poco más la imagen, lográndolo parcialmente.

- Creo que son las Guerreras Mágicas – dijo examinando el lomo del pez - ¿Quieres que trate de alcanzarlas?

Eagle movió la cabeza negativamente, aún examinando la pantalla con fijeza.

- No. Las maquinarias no pueden luchar contra la magia. Hace ya tiempo que aprendí eso. – hizo un gesto indefinido – Gracias a la propia Hikaru y a Lantis... él va a lamentar no haber venido con nosotros...

Zazu y Geo intercambiaron una mirada de inteligencia. Los sentimientos del espadachín de Céfiro no eran ningún secreto para la tripulación del NSX, especialmente para su Comandante. Eagle había visto sufrir a Lantis por la ausencia de la joven a la que amaba, y había tratado de apoyarlo dentro de sus posibilidades, con la ayuda de todo Autozam, que apreciaba profundamente al serio y adusto personaje que nunca reía. Sin embargo, no había sido nada fácil satisfacer la fuerte demanda de trabajo de Lantis, en su afán por distraerse de sus penas.

- Espera, Geo – había cambiado de opinión – aumenta la velocidad. Sé que no las alcanzaremos, pero llegaremos antes que Lantis.

El Sub Comandante hizo lo que le pedían. Al fin y al cabo, él también tenía deseos de poner los pies en tierra firme. El amor por los robots, naves y todos esos trastes llenos de engranajes se lo dejaba a Zazu.

- Será bueno ver de nuevo a Hikaru... – insinuó tímidamente el mecánico.

Nuevamente, una sonrisa apareció en el rostro de Eagle.

- Lo que yo quiero ver es la cara que va a poner “cierta persona” cuando la vea.

Sus dos acompañantes se miraron nuevamente y también sonrieron.

 

ºººººººººº

 

Fiura aminoró la marcha, lo que le permitió a las jóvenes volver a admirar la magnificencia del castillo de Céfiro. Las tres permanecían estrechamente abrazadas sobre el lomo de la criatura, sin atreverse a hacer ni el más mínimo movimiento por miedo a verse arrojadas al vacío. O tal vez por miedo a que la ilusión se rompiese y fueran a despertar cada una en su cama. Habían penado demasiado por aquel sueño para venir a perderlo ahora en un simple movimiento. Al fin, Fuu se decidió a hablar:

- Es Fiura, ¿no es cierto? ¿De verdad estamos en Céfiro?

- Es obvio ¿no? – Umi hizo un gesto de suficiencia, aunque su voz no sonaba muy convencida. – Además, ahí está el castillo. ¿Verdad, Hikaru?

La pelirroja no había hecho ningún comentario y se limitaba a observar el paisaje a su alrededor, como si quisiera llenarse los ojos con la belleza de Céfiro. Nunca había dudado del lugar en donde estaban, ni por un instante. Pero no dijo nada. Aún estaba impresionada por lo que había pasado y por lo que había visto.

- Pero ¿cómo? – preguntó Fuu - ¿Habrá sucedido algo grave?

- No lo sé, pero pronto lo averiguaremos – contestó Umi. – Ya estamos llegando.

En efecto, el enorme pez, después de dar unas cuantas vueltas mientras descendía, se posó suavemente sobre el césped de uno de los tantos jardines del castillo. Sin querer pasar ni un minuto más sobre el animal, Umi saltó al suelo, seguida por sus amigas. La criatura desapareció en el acto, y dos figuras bien conocidas se adelantaron a recibir a las jóvenes.

- Guerreras Mágicas del Mundo Místico...

- ¡Guru Clef! – exclamó Umi, más emocionada de lo que hubiera querido demostrar y menos de lo que ella misma había esperado – ¡Qué alegría!

- Sí, estamos encantadas de estar de vuelta. – Afirmó Fuu, inclinándose cortésmente, con una amplia sonrisa en sus labios.

- ¡Presea! – Hikaru no pudo reprimirse y corrió a los brazos de la armera, que la recibió alegremente. - ¡Todavía no puedo creerlo!

Guru Clef movió la cabeza comprensivamente. Se sentía muy contento de que las Guerreras Mágicas hubieran regresado, ya que en realidad les había tomado gran aprecio a aquellas valientes niñas... ¿niñas? El mago miró con más detenimiento a las chicas. Nada de niñas. Sus cuerpos, aunque jóvenes, habían abandonado sus formas aniñadas hacía tiempo, para adquirir unas más redondeadas y adultas. Se habían convertido en tres mujeres, y muy lindas, por cierto. Sobre todo Umi... ¿qué clase de vestimenta era aquella?

Umi se dio cuenta de la mirada del mago.

- ¿Qué? ¿Tengo algo raro?

Presea lanzó una risita. Todos se habían acostumbrado a ver a las guerreras vestidas con uniformes escolares, y el cambio les resultaba un tanto extraño.

- Probablemente nunca hayan visto un vestido como ese. – sugirió Fuu.

- ¡Es seda! – dijo Umi, profundamente ofendida – ¡Esto es lo más fino que puedes obtener con un poco de dinero!

Justo en ese instante, Caldina salía del castillo.

- ¿Alguien habló de dinero?

Todos se echaron a reír, incluyendo a la propia bailarina, que comenzó a danzar para mostrar su alegría por el regreso de “sus niñas”.

- ¡Esto hay que celebrarlo! ¡Haremos una fiesta!

Todos miraron a Caldina, pero a nadie pareció disgustarle la sugerencia, ya que todos se quedaron comentando la feliz idea, hasta que el regocijo general fue interrumpido por Hikaru.

- Y... – la pelirroja vaciló unos instantes, enrojeció un tanto y luego se decidió a preguntar - ¿dónde están los demás? ¿Ferio, Ascot, Lafarga... Lantis?

Fuu agradeció que hubiera preguntado por el príncipe, pero Umi, aunque también agradeció que preguntara por Ascot, no pudo evitar una sonrisa malévola. Su amiguita había dejado lo “mejor” para el final. Guru Clef ignoró la expresión de la guerrera del agua, no así Caldina:

- ¿Eh? ¿Lantis de último? ¿Qué no se llevaban ustedes “excelentemente” bien?

El color de las mejillas de Hikaru subió de tono, pero por suerte, Guru Clef contestó a sus preguntas antes de que pudiera decir algo.

- Ferio está en Chizeta, Ascot debe andar por ahí con sus criaturas y Lantis, pues, esperamos su regreso de Autozam desde ayer.

- Y Lafarga está en la armería del palacio. – añadió Caldina – Ahora lo voy a sacar de todos esos chismes metálicos para que me ayude con lo de la fiesta.

Y con esto se marchó riendo, dejando en los demás disímiles expresiones.

- ¿Y que hace Ferio en Chizeta? – inquirió Fuu, no sin cierta timidez.

Al parecer, tal pregunta generó cierto malestar entre los nativos de Céfiro, ya que momentáneamente ni la armera ni el mago contestaron y solo se miraron con perceptible confusión. Sin embargo, la pregunta quedó en el aire, ya que un ligero temblor  sacudió el terreno del jardín, captando de inmediato la atención de todos.

- ¿Qué fue eso? – preguntó Umi.

Guru Clef cerró los ojos y volvió a abrirlos un segundo después.

- Ha llegado la nave insignia de la flota de Autozam.

- ¿El NSX? – Hikaru se estremeció como si la hubieran pinchado.

- Exacto – afirmó el mago – es la embajada de Autozam que esperábamos.

- Lantis. – murmuró la guerrera del fuego, presta a correr hacia el lugar de donde había venido el temblor.

Pero no fue necesario. En una escalera que conducía al jardín donde todos se encontraban apareció la susodicha embajada, que se componía nada más y nada menos que del Comandante Eagle Vision, el Sub Comandante Geo Metro y el Mecánico en Jefe Zazu Torque. Venían vestidos con las ropas típicas de Autozam, aunque se veían un poco extraños entre ellos mismos, ya que no llevaban puestos los amplificadores mentales en exteriores, al no ser necesarios en Céfiro. No habían cambiado nada, excepto quizás por el hecho de que Eagle lucía mucho menos endeble que antes. Todos sus movimientos transmitían una sensación de firmeza, su físico se había desarrollado y en general lucía mucho más saludable.

Con sus ojos ambarinos buscó entre los presentes a la persona que más le interesaba. Hikaru estaba entre sus dos amigas, las otras Guerreras. El joven Comandante se asombró al verla. Estaba más crecida, aunque aún no era tan alta como él, había cambiado casi hasta el punto de resultar irreconocible. Y a la vez, seguía siendo la misma niña de antaño, con la misma decisión en su rostro y la misma inocencia brillando en sus pupilas. Desdichadamente, Eagle Vision nunca se había querido hacer ilusiones con aquella muchacha. Sabía que Lantis la amaba, lo había sabido antes que él mismo se diera cuenta de ello, y por eso había tratado de no involucrarse demasiado con ella y mantener sus sentimientos a raya. Pero también sabía que había algo latente en su alma, algo que él no podía negar ni esconder. Tal vez, de haberlo dejado crecer, aquello hubiera llegado a convertirse en amor, pero aunque no lo había hecho, seguía existiendo aquel sentimiento, que le provocaba aquella inmensa felicidad al verla. Y no podía esconderlo.

Todos se saludaron cortésmente, pero Hikaru, que no vio aparecer por ninguna parte al particular que más esperaba, desahogó toda su emoción y alegría en la persona del cabecilla de los visitantes.

- ¡Eagle! ¡Estás bien! ¡No puedo creerlo!

La última vez que habían estado en Céfiro, Eagle aún guardaba cama, convaleciente de la enfermedad que había adquirido producto de la forma de vida de su planeta. ¡Y he aquí que volvía a verlo, fuerte y lleno de vigor! Hikaru lo abrazó, en un sincero arrebato de alegría y él correspondió al gesto, ante las elocuentes miradas de los presentes. El corazón del joven se inflamó, lleno de ternura, al ver que ella no lo había olvidado después de tanto tiempo, y aunque se sintió un tanto culpable al recordar el sufrimiento de Lantis, se dijo a sí mismo que aquel momento era suyo, y que nadie en el mundo hubiera podido quitárselo.

Todos estaban tan contentos, que hubo un par de ojos que nadie tuvo en cuenta. Un par de ojos azul oscuro que contemplaban la escena desde otra de las muchas entradas que tenía el jardín.

El corcel de Lantis era capaz de galopar por el aire, así que nadie le había visto ni oído llegar. De pie ante el pórtico, había llegado junto con la comitiva de Autozam, y allí se había quedado, observando todos los acontecimientos. Al llegar al punto en que su mejor amigo y la joven a la que amaba se abrazaban, no pudo evitar un repentino movimiento de sorpresa. Eagle... mucho tiempo atrás, ella le había dicho que los amaba a los dos... a él y a Eagle... ¿sería posible que se hubiese decidido y que el favorecido hubiera sido el Comandante de Autozam? Lantis se sintió invadido por súbita cólera. ¡Eso no lo permitiría de ningún modo! Pero en todo caso... ¿qué podía hacer? No iba a pelearse con su mejor amigo, después de todo no era su culpa, si es que ella lo había preferido. No era culpa de nadie. Con una mano sobre su pecho, el espadachín acalló los latidos desenfrenados de su corazón. ¿Quién era él para destrozar la felicidad de las personas a las que más quería en el mundo? Cerró los ojos con fuerza, y al abrirlos, aspiró el aire que a todas luces le faltaba y se adentró en el jardín.

Sin embargo, no era cierto que su presencia hubiese pasado desapercibida para todos. Silenciosamente, el gran mago de Céfiro había observado como el rostro, por lo general inexpresivo, de su antiguo discípulo transitaba de la ansiedad al asombro, del asombro a la ira, de la ira al dolor y por último a la indiferencia, pasando por cortos intervalos en los que solo se detenía en la contemplación admirativa de la joven pelirroja. Clef vio todo esto, pero no hizo ningún comentario.

Fue Presea la que recibió a Lantis con una sonrisa y una pregunta:

- Bienvenido a casa, Lantis. ¿Por qué no viniste en la nave de Autozam?

Al oír el nombre del espadachín, Hikaru se volvió como un rayo, separándose de Eagle, que aún la mantenía abrazada. Un espeso silencio se cernió sobre los presentes, mientras el recién llegado avanzaba hacia ellos.

- Lantis... – murmuró Hikaru con voz temblorosa, casi sintiéndose desfallecer de felicidad.

Muy a su pesar, Eagle se sintió un poco amoscado, al darse cuenta de que la alegría que había mostrado Hikaru al verle era escasamente mencionable comparada con la radiante expresión que ahora brillaba en su rostro, mientras observaba a Lantis.

Pero este ni siquiera se dignó a dirigirle una mirada de soslayo. Cuando estuvo a una distancia prudencial del grupo, se inclinó con seca cortesía, y dijo, con voz más seca aún:

- Bienvenidas a Céfiro, Guerreras Mágicas.

Fuu y Umi se miraron, confundidas por la actitud del guerrero, excesivamente fría aún para una persona tan reservada como él. Maravillada, la armera se preguntó que estaba sucediendo. Guru Clef permaneció en silencio. Hikaru comenzó un movimiento hacia Lantis, pero sus ojos se encontraron por primera vez en mucho tiempo, y la mirada azul era tan gélida, que la joven se quedó petrificada sin saber que hacer. Eagle enarcó una ceja. No comprendía nada de nada. Geo y Zazu también se miraron, sin entender ni pizca de lo que pasaba.

- Y bien, aquí estamos. ¡Tenemos una fiesta que planear!

Caldina había regresado, trayendo de la mano a Lafarga, que movía la cabeza sonriente, pero se dejaba arrastrar por ella. Todos se quedaron mirándola como atontados, excepto Lantis, que frunció el ceño con dureza. ¿Así que la cosa era de fiesta y todo?

- ¿Acaso llegamos en mal momento? – preguntó la ilusionista, captando en un vuelo la tensión que flotaba en el aire.

El único espadachín mágico de Céfiro pasó por su lado sin dedicarle más atención a nadie. Cuando abandonaba el jardín por la misma dirección en la que habían llegado Caldina y Lafarga, se volvió a medias, tal vez creyendo que algunas personas merecían una explicación.

- Guru Clef, me retiro a mi habitación. Estoy cansado.

Y se fue, sin más palabras, dejando tras de sí unas cuantas expresiones de  estupefacción, un ceño enorme en el rostro de Eagle y una gran desilusión en el corazón de Hikaru.