Capítulo 3.- Las Nuevas Guerreras Mágicas.

 

Los días se convirtieron en semanas, y las semanas en meses, pero el dolor no parecía disminuir, seguía ahí latente, en cada uno de ellos, y en el aire mismo, día tras día, momento tras momento, como aquel momento fatal en el que Guru Clef les diera la terrible noticia.

Paris estaba siempre deprimido, ahora menos que antes le interesaban los asuntos de gobierno, él sentía que sin su amada Anaís ya nada valía la pena. Muchos llegaron a temer que él llegaría a suicidarse, pero no, él nunca sería capaz de eso, porque sabía que donde quiera que estuviera su querida Anaís se decepcionaría mucho de él si él hiciera tal cosa.

Latis había vuelto a ser el hombre serio, cerrado y frío que era antes de conocer a Lucy. Solía abandonar el castillo en su caballo Relámpago y no volver en días, no le importaba realmente si otros se preocupaban, además que lo creí poco probable. Todos se daban cuenta que a él le afectaba bastante la ausencia de su ‘pequeña dama’ como él la llamaba; lo que nadie se daba cuenta era cuanto le afectaba realmente, nadie sabía que cuando él se iba del castillo se internaba en lo más profundo de los bosques y las montañas para poder llorar su dolor sin que lo molestaran. Si alguien algún día lo viera se daría cuenta cuan grave era la ausencia de Lucy.

Guru Clef había investigado lo ocurrido en Mundo Místico el día que las Guerreras Mágicas debían haber llegado. Fue así como se dio cuenta que a esa hora había habido lo que los humanos llamaban ‘ataque terrorista’ a la Torre de Tokio. Para las autoridades había sido una buena noticia el hecho de que ‘misteriosamente’ todas las personas habían salido de la Torre momentos antes; no estaban conscientes de que si habían habido personas ahí, tres, tres jovencitas cuya pérdida estaban lamentando muchas personas. Él mismo se sentía muy dolido, un dolor y una pena que no recordaba haber experimentado antes, y que no lo había abandonado desde el momento en que escuchó ese trueno en el cielo y vio a Céfiro desatar su furia, reclamando a gritos la ausencia de sus protectoras.

Desde ese día él se la vivía encerrado en su recámara, o en el Salón del Trono, no comía con los demás, ni paseaba ya más en el castillo, tenía miedo de traer más recuerdos; aunque, ya sin necesidad de hacer algo no podía evitar recordarla, ella estaba presente, en su mente, siempre, a cada instante, como una dulce bendición y a la vez un amargo tormento. Él tenía miedo, miedo a que otros descubrieran sus sentimientos, y lo vieran débil, él era el gran hechicero de Céfiro, no se podía dar el gusto de verse débil, simplemente no podía.

“¿Por qué?” se preguntaba él en su delirio. “¿Por qué de entre todas las personas en éste y los otros mundos, por qué me vine a enamorar de ti?”

Le dolía su ausencia, como una puñalada que se le clavaba en la piel y le atravesaba el corazón hasta entrar en lo más profundo de su alma.

 

Finalmente se cumplieron nueve meses desde la muerte de las Guerreras Mágicas. Céfiro aún seguía con continuos temblores, tormentas y otros desastres de la naturaleza.

-Es que no entiendo, ¿Por qué demonios está pasando esto? –preguntó Paris.

-Céfiro perdió a sus guerreras mágicas. –explicó Guru Clef. –De las cuales dos eran Guardianas Eternas y la otra era el pilar. En otras palabras, Céfiro se está derrumbando ya que no hay voluntad que lo sostenga.

-Pero se supone que ya fue abolido el sistema del pilar. –se quejó Caldina. –La propia Lucy lo abolió.

-En realidad no lo hizo. –intervino Latis.

Todos voltearon a verlo, extrañados.

-¿Qué? –preguntaron Caldina, Ráfaga y Ascot.

-¿De qué hablas? –preguntó Paris.

-Eso, Lucy nunca abolió el sistema realmente, sólo lo modificó. –explicó Latis. –Ella me lo dijo una vez que me visitó en sueños. Cuando la corona la llamó, ese día, le dijo que ella era la elegida a pilar. Lucy quería negarse, pero la corona le insistió, le dijo que ella sería el pilar bajo sus propias reglas y Lucy aceptó.

-¿Cuáles fueron esas reglas? –preguntó Ascot.

-Lucy conservaba todos los poderes del pilar. –explicó Latis. –Excepto uno, que es el de crear y destruir a voluntad, ese ella dijo que sería muy peligroso en ella sola, habló con Marina y Anaís, y ellas aceptaron compartir ese poder entre las tres.

-Las tres siempre fueron muy unidas. –agregó Guru Clef.

-Así es. –siguió Latis. –Ella seguiría sintiendo cuando hubiera algún problema en Céfiro, así podría ayudar. El hecho es que ella podía enamorarse y volver a su mundo, porque su voluntad era lo suficientemente fuerte para nunca olvidarse de Céfiro y de la obligación que tenía de proteger ese planeta. Sin tener que rezar por el bienestar de nuestro mundo, ella sólo tenía que recordarlo siempre con cariño y amor, eso y su fuerza de voluntad mantendrían a Céfiro a salvo.

-Pero ahora sin ella... –comenzó Ráfaga.

-Sin Lucy la corona nuevamente ha quedado sin dueño. –dijo Guru Clef. –Creemos que si ella hubiera sido el pilar más tiempo Céfiro hubiera terminado por acostumbrarse a sobrevivir sin depender de su voluntad, pero fue muy poco tiempo para provocar ese cambio satisfactoriamente. El efecto que dejó Lucy en la corona es suficiente para que Céfiro sobreviva un poco, que la destrucción del planeta sea más lenta, pero aún así necesitamos otro pilar.

-¿Esclavizaremos a otra persona al destino de mi hermana? –preguntó Paris completamente en desacuerdo con la idea.

-No, porque ahora la corona se rige por los ideales que Lucy dejó en ella. –explicó Guru Clef con calma. –No puede volver a cambiar las reglas, se necesitaría demasiado poder espiritual para ello.

-Y aún sin cambiar las reglas, será muy difícil encontrar a alguien con las características para cumplir con las nuevas reglas. –dijo Caldina pensativa. –Casi imposible.

Todos asintieron, estaban de acuerdo.

-Y es que Lucy era única... –suspiró Latis con melancolía.

Nadie lo contradijo en eso.

-¿Pero qué haremos ahora? –preguntó Ascot. –No podemos dejar que Céfiro se destruya.

-No. –dijo Guru Clef. –Pero tampoco podremos hacer eso solos, necesitaremos ayuda y...

En ese momento hubo un gran resplandor en el techo del Salón del Trono.

Un segundo después vieron a tres jovencitas. La primera de cabello negro como el ébano y corto y ojos carmesí, llevaba un pantalón negro a la cadera y una blusa vino de tirantes y escote; cayó en cuclillas en el suelo. La segunda de ojos ámbar y cabello rubio opaco en caireles hasta un poco debajo de los hombros, con un vestido verde oscuro de doble tirante y hasta arriba de las rodillas; cayó con los dos pies juntos. La tercera, de ojos amatista y cabello púrpura hasta la espalda y recogido en una trenza francesa, llevando una mini falda celeste y un top blanco; fue atrapada entre las dos primeras.

Los demás presentes estaban completamente sorprendidos.

-¿Qué pasó aquí? –preguntó Ráfaga finalmente.

-¿Qué pasó? –preguntó la primera chica.

-¿Dónde estamos? –preguntó la segunda.

-¿Y qué lugar es este? –agregó la tercera poniendo los pies en la tierra.

-Ustedes están en Céfiro señoritas. –dijo Guru Clef, aún sorprendido aunque sin olvidar sus modales. –Yo soy el máximo hechicero de éste lugar, mi nombre es Guru Clef. Ese de allá es el Príncipe Paris. A su lado está el espadachín mágico Latis. Después mi aprendiz, el hechicero y convocador de criaturas Ascot. Y por último el general del ejército Ráfaga y su esposa la ilusionista Caldina.

-Esto parece un sueño. –dijo la segunda chica.

-Yo soy Yaruha. –se presentó la tercera. –Mi amiga de cabello negro es Masako, y la rubia es Laisha.

-¿De dónde son ustedes? –preguntó Paris.

-Pues ciertamente no de éste planeta. –dijo Masako pensando en todo lo que los otros acababan de decir.

-Somos de Tokio, Japón. –dijo más amablemente Laisha.

-¡¿Tokio? ¡¿Japón?! –exclamaron los cefirianos.

-¡Eso es Mundo Místico! –exclamó Ascot recordando lo que le dijera Marina un día.

-¿Mundo Místico? –preguntó Yaruha.

-Así es como nosotros llamamos a su planeta. A la Tierra. –explicó Guru Clef.

-¿Y saben para qué están aquí? –preguntó Caldina.

-No estamos seguras. –dijo Masako. –Estábamos paseando y de pronto fue como si se parara el tiempo, una voz nos dijo que nos necesitaban para salvar otro mundo y pás, lo siguiente que supimos fue que habíamos aparecido en el techo de éste cuarto.

-Escuchamos también a alguien que nos llamó: Guerreras Mágicas. –agregó Laisha.

-¿Guerreras Mágicas? –preguntó Ráfaga.

-¿Cómo es posible? –preguntó Paris. –No hay pilar.

-Quizá la corona las llamó. –sugirió Ascot. –Para salvar Céfiro.

Guru Clef seguía ahí de pie, sin poderlo creer, todavía ellos seguían tratando de recuperarse de la pérdida de sus tres guerreras y ya Céfiro llamaba otras tres niñas.

Latis también seguía en silencio, recargado en una esquina de la habitación. Algo no estaba bien, y él lo sabía, lo que no sabía era qué.

Finalmente Guru Cef decidió que Céfiro estaba primero, y si nuevas Guerreras Mágicas habían sido invocadas debía ser porque sólo ellas podían salvar su mundo.

-Ascot. –llamó Guru Clef.

-¿Si? –preguntó Ascot.

-Quiero que vayas al Bosque del Silencio y busques a Presea. –pidió Guru Clef. –Tráela y pídele que traiga las espadas de las Guerreras Mágicas.

-¡¿Les vas a dar las espadas de ellas?! –gritó Paris indignado.

-En éste momento Céfiro está en peligro, no podemos darnos el lujo de perder el preciado tiempo enviándolas a la Fuente de Eterna. –dijo Guru Clef. –Será más fácil darles magia y las espadas ya existentes.

-¡Esto es inaudito! –gritó Paris indignado. –Yo me niego a aceptar a otras Guerreras Mágicas que no sean Marina, Lucy y Anaís.

Y con eso él abandonó la Sala.

Latis miró a Guru Clef. Su cara lo decía todo, él no confiaba. Sin decir una palabra Latis también abandonó el lugar.

-Caldina. –dijo Guru Clef. –¿Puedes por favor guiar a éstas chicas a una habitación de huéspedes?

-Enseguida Guru Clef. –asintió Caldina. –Síganme niñas.

Las tres chicas asintieron y fueron detrás de Caldina. Aparentemente sin haber entendido nada de porqué el coraje del príncipe, o por qué él y el espadachín se habían retirado de esa manera.

-Algo no encaja en todo esto. Y tú lo sabes. –dijo Ráfaga.

Guru Clef no dijo nada.

 

Esa misma tarde Presea llegó muy temprano.

-¿Me llamaste Guru Clef? –preguntó ella.

-Así fue Presea. –dijo Guru Clef.

Fue entonces que ella notó la presencia de las tres chicas.

-Ellas son... –comenzó Presea.

-Ellas son Masako, Laisha y Yaruha. Fueron convocadas para convertirse en Guerreras Mágicas. –explicó Guru Clef.

-¡¿Qué?! –exclamó Presea. -¿Convocadas? ¿Cuándo? ¿Cómo? ¿Por quién?

-Sí, fueron convocadas, hace unas horas, no estamos seguros del cómo y creemos que fue por la corona misma. –dijo Guru Clef tratando de responder a todas las preguntas. –Por eso te mandé llamar. Necesito saber si ellas pueden manejar las espadas de las chicas.

-Pero esas espadas fueron hechas específicamente para las Guerreras Mágicas, para Lucy, Marina y Anaís. –insistió Presea.

A ella también le parecía una mala idea todo esto.

Las chicas sólo observaban todo en silencio.

-Chicas, ella es Presea, Jefa Artesana y Armera de Céfiro. –la presentó Guru Clef. –Y quien les dará armas.

-Está bien, lo intentaré. –aceptó Presea.

Se concentró y extendió los brazos, se crearon tres haces de luz que rápidamente se convirtieron en las tres ya conocidas espadas. La de fuego flotó hacia Masako, la de viento hacia Laisha y la de agua hacia Yaruha.

Las chicas extendieron las manos, listas para tomar las espadas, pero en el momento en que lo hicieron algo inesperado ocurrió.

Las tres espadas se rodearon de luz de los colores de sus respectivas guerreras. Desprendieron chispas que alejaron a las nuevas chicas, y después desaparecieron.

Un segundo después en las manos de Presea aparecieron los guantes con las gemas mágicas.

-Creo que eso significa un rotundo no. –dijo Presea sosteniendo los guantes.

Guru Clef asintió.

-¿Podrías entonces prestarles otras armas que se les acomoden? –preguntó él.

-Seguro. –dijo Presea.

Se volvió a concentrar, poco a poco aparecieron otros tres haces de luz, éstos fueron hacia las chicas y una vez en sus manos se transformaron en armas. La de Masako era una guadaña, la de Laisha una ballesta con virotes, y la de Yaruha un látigo.

Todos quedaron extrañados, las armas eran tan diferentes a las de las anteriores guerreras mágicas.

-Yo ya hice lo que me correspondía. –dijo Presea dándose la vuelta.

-¿Te irás tan pronto? – preguntó Guru Clef.

-No. –respondió Presea. –Sé lo difícil que está la situación así que me quedaré para ver en que puedo ayudar.

Con eso ella abandonó la habitación.

-Ahora es mi turno. –dijo Guru Clef volteando a ver a las chicas. –Reciban...¡Un Regalo Mágico!

Haces de luces mágicas las envolvieron a las tres. A Masako le tocó el fuego, Laisha recibió el viento, y a Yaruha le correspondió el agua.

-Ya están listas para ser...las Nuevas Guerreras Mágicas. –sentenció Guru Clef.

-Será para nosotras un honor ayudarlos. –dijo Masako, quien de inmediato había tomado la posición de líder.

“Igual que Lucy lo hiciera.” Pensó Latis. “¿Será acaso por llevar el elemento fuego?” él negó con la cabeza. “No, porque sin importar la magia que tenga o que Guru Clef la llame Guerrera Mágica, ella jamás será como Lucy...como mi Lucy.”

-A partir de ahora, su deber será apoyarnos en las batallas contra los monstruos que han surgido, y ayudarnos a encontrar al nuevo pilar de Céfiro. –explicó Guru Clef.

Las tres asintieron.

“Son tan diferentes a las chicas.” Pensó Guru Clef refiriéndose obviamente a Lucy, Anaís y en especial a Marina. “Aceptan la misión sin quejas y reclamos, a diferencia de...” se interrumpió, pensar en ella sólo lo hacía sufrir más.

-Nos retiramos Guru Clef. –dijo Yaruha. –Estaremos al pendiente de cualquier problema.

Guru Clef sólo asintió.

-Con permiso. –dijo Masako dirigiéndose a todos.

Por un momento una sombra cruzó los ojos de Masako.

Latis se enderezó de golpe, pero ya no había nada anormal.

“Algo no está bien aquí.” Pensó Latis. “Y yo voy a averiguar qué es.”

Y con eso él se marchó.

 

Pasaron varios días. Las batallas se sucedían, una tras otra. Las nuevas Guerreras Mágicas siempre salían del castillo, mataban a los monstruos y regresaban a las pocas horas asegurando que habían cumplido satisfactoriamente su misión.

Las cosas iban empeorando día con día.

Guru Clef se volvió a encerrar en la Sala del Trono.

Paris prefería enterrarse en una montaña de papeles a salir y dejar que todo le recordara a Anaís.

A Latis también le seguía doliendo la ausencia de su amada, y aún así él en ese momento se propuso investigar que eran los malos presentimientos que tenía, él estaba seguro que algo no estaba bien.

 

Pasado un mes de la llegada de las nuevas Guerreras Mágicas un día se reunieron Presea, Latis, Ascot y Paris.

-¿Podrían decirme de una buena vez que hacemos aquí? –preguntó Paris fastidiado, lo habían sacado de su oficina prácticamente a la fuerza y eso no le agradaba.

-Estamos aquí porque los cuatro coincidimos en una cosa. –dijo Latis.

-¿Qué? –preguntó Paris.

-Sabemos que algo no está bien con éstas nuevas “Guerreras Mágicas”. –dijo Presea.

Al instante Paris se despabiló y puso atención. Era cierto, él también lo había notado, pero  había pensado que se debía sólo a que él extrañaba demasiado a Anaís.

-Es muy extraña la manera en que fueron convocadas. –comenzó Latis. –Y que aceptaran su misión así, tan fácilmente. Sin quejarse o preguntar el por qué.

-Desde que llegaron empezaron a actuar como si supieran exactamente lo que estaba sucediendo. –siguió Ascot.

-Las espadas las rechazaron. –siguió Presea. –Y yo he investigado, las armas que respondieron a ellas...bueno, nunca antes le habían tocado a un trío de Guerreras Mágicas, eso es muy raro.

-¿De dónde vienen esas armas? –preguntó Ascot.

-No estoy muy segura. –dijo Presea. –Yo no las hice. Pero según los escritos que hay en mi casa, esas armas fueron hechas para un grupo de guerreros sanguinarios.

-¿Por qué un armero les haría armas a gente así? –preguntó Paris.

-Porque el armero en cuestión era Fertron, y los bandidos lo amenazaron con matar a su esposa e hija si no les realizaba esas armas. –explicó Presea. –A fin de cuentas mataron a la esposa, y la hija logró escapar.

Los demás negaron con la cabeza.

-Y eso no es todo. –dijo Ascot.

-¿Qué? –preguntaron los demás.

-Esas Guerreras, mataron a uno de mis amigos. Dicen que lo confundieron con el enemigo. –dijo Ascot tristemente.

Los demás no sabían como consolarlo, sabían cuanto apreciaba él a sus amigos.

-Y yo salí a dar una vuelta hace unos días, la gente en las aldeas está intranquila. –dijo Latis. –Dicen que en efecto, han visto a las nuevas Guerreras Mágicas, pero al parecer ellas sólo se preocupan por destruir a los monstruos, no por proteger a los cefirianos.

-¡¿Qué?! –exclamó Paris. –Esto es inaudito. Las Guerreras Mágicas son convocadas para salvar Céfiro. Si se tratara sólo de los monstruos nos podríamos hacer cargo nosotros.

Los demás se limitaron a asentir.

-Además, en ese mismo viaje descubrí algo. –dijo Latis. –Al parecer éste problema ha hecho surgir a otros héroes.

Los demás lo miraron confundidos.

-Así es. –dijo Latis. –He oído hablar de ellos en varios pueblos. Hablan de guerreros que enfrentan a los monstruos sin temor alguno. Uno en especial, una mujer, no se sabe donde pueda estar, pues siempre se está cambiando de aldea, algunos la llaman la Guerrera Suicida , pues sin importar qué monstruo sea ella se lanza de frente a la batalla, y de alguna forma siempre logra salir viva y victoriosa del enfrentamiento.

Todos se sorprendieron ante esto.

-Y he oído mencionar a otros tres. –dijo Latis. –Uno que vive en los límites del Bosque del Silencio, otro en la Villa de las Montañas, y uno más cerca del mar.

-¿Del mar? –preguntó Ascot. -¿No es de ahí de donde llegaban muchos monstruos en un principio?

-Y después misteriosamente dejaron de aparecer. –completó Paris. Entonces pareció analizar lo que él mismo había dicho. -¡¿Estás insinuando que un solo guerrero ha mantenido a raya a todos los monstruos marinos?!

-Y otro ha hecho lo mismo con los del Bosque del Silencio. –agregó Presea.

-Dicen que el de la montaña no es tan fuerte, pero igualmente pelea con valor y generalmente triunfa. –completó Latis.

-¿Y cuál es el plan? –preguntó Paris. Conocía a Latis lo suficiente para saber que toda ésta plática tenía una razón.

-Debemos ir a buscar a esos guerreros. –dijo Latis.

-¿Para qué? –preguntó Presea.

-Ya les dije, las nuevas Guerreras Mágicas no están cumpliendo con su deber al cien por ciento. Necesitamos que alguien más nos ayude, y estas personas son las indicadas. –explicó Latis.

-¿Entonces tu plan es que vayamos por éstos guerreros y les pidamos que se unan a nosotros para luchar todos juntos por el bien de Céfiro? –dedujo Ascot.

-Exacto. –dijo Latis.

-Suena bien. –dijo Presea.

-¿Y qué estamos esperando? –preguntó Paris, era la primera vez que alguien lo veía ansioso por algo en mucho tiempo. –Yo iré al Bosque del Silencio, lo conozco como la palma de mi mano.

-Perfecto, yo iré a la montaña. –dijo Presea.

-Y yo al mar. –dijo Ascot.

-Me parece bien. –dijo Latis. –Yo le seguiré la huella a la Guerrera Suicida. Y recuerden, tan pronto los encuentren tráiganlos al palacio, aquí entre todos les explicaremos lo mejor que podamos la situación, y quizá para entonces tengamos un plan más preciso.

Todos asintieron y se separaron. Sentían algo, dentro, en su pecho, un sentimiento...algo estaba por suceder.

 

***Notas de la autora***

¿Qué les pareció? Parece que cada capítulo me sale más largo que el anterior, pero eso es bueno. No se despeguen de ésta historia, la verdadera acción apenas va a iniciar.