Capítulo 6.- Anaís…Marina…Lucy…

 

Cuando Lira, Nerissa, Ania y Scarlet fueron a desayunar al pequeño comedor del Ala Este notaron que había gran movimiento.

-¿Qué estará pasando? –preguntó Lira preocupada por la inusual actividad a esa hora.

-No lo sé. –respondió Ania.

Nerissa sólo se encogió de hombros.

-Tengo el presentimiento de que no es algo bueno. –murmuró Scarlet seriamente.

Entonces vieron a alguien conocido, era Ascot.

-Joven Ascot. –lo llamó Lira. -¿Podría decirnos qué es lo que está sucediendo?

-Ah chicas, disculpen que no las haya saludado. –dijo Ascot algo apenado. –Es que algo terrible ha sucedido.

Ania y Scarlet alzaron una ceja, cada una a su manera presentía que lo que el joven Convocador de Criaturas iba a decirles en verdad era malo.

-La corona ha desaparecido. –soltó Ascot.

-¡¿Qué?! –exclamaron Nerissa y Lira a una voz.

-Así es. –afirmó Ascot. –La corona, el símbolo que representa al pilar, ha desaparecido. Guru Clef fue como todas las mañanas a revisar si había alguna señal que indicara que el nuevo pilar estaba cerca, y entonces notó que la corona ni siquiera estaba en su sitio.

-¿Cómo es eso posible? –preguntó Lira sin poder creerlo.

-Nadie lo sabe. –dijo Ascot. –Deben saber que lo que acaba de suceder se creía imposible hasta hoy. Se supone que a esa habitación sólo se puede ingresar usando unas llaves mágicas que te tele-transportan, no hay puertas ni escaleras ni ninguna otra manera de llegar ahí. Además, a la Sala de la Corona sólo pueden entrar personas elegidas, como el Pilar, el Máximo Sacerdote, Guru Clef y las Guerreras Mágicas.

-No crees que las Guerreras Mágicas hayan… -comenzó Nerissa insegura.

-A mí no me extrañaría. –dijo Scarlet con fastidio.

-No pudieron haber sido. –negó Ascot. –Porque aunque todas esas personas pueden entrar a la Sala , la mayor parte de ésta está llena de agua, un agua mágica que únicamente el pilar puede tocar; si cualquier otro la toca muere.

-Entonces sólo hay una explicación lógica. –dijo Ania con calma.

Los demás la miraron en silencio, ella era la más inteligente de las cuatro chicas, confiaban mucho en ella, entonces si ella tenía una explicación seguramente estaba en lo cierto.

-La única persona que pudo haber entrado a este Castillo atravesando toda la seguridad, ingresado a la Sala de la Corona sin problemas, y haberse llevado la Corona del Pilar es… -Ania hizo una pausa en la que notó la muda atención de todos en ella. –El Pilar mismo.

 

Aunque en un principio todos creyeron que lo que Ania había dicho era demasiado simple e incoherente, entre más lo pensaban más creían que posible que en el fondo tuviera la razón. Después de todo, y como el propio Ascot había dicho, la única persona que podría haber hecho todo el recorrido y haber llevado a cabo tal ‘robo’ era el propio Pilar; la corona no permitiría a nadie más que se acercara, la magia que había en ella no lo permitiría.

 

Pasó una semana en medio de la confusión y la desconfianza, el castillo había dejado de ser el lugar cálido y tranquilo para convertirse en un lugar donde todos se dirigían miradas en secreto, no se podía confiar en nadie por temor a que esa persona hubiera sido quien robara la corona o hubiera tenido algo que ver.

Todos pasaban las horas tratando de encontrar la preciada corona, o a quien la tuviera; cada uno haciendo uso de sus talentos. Las únicas que no podían ayudar a buscar porque tenían como deber proteger Céfiro de los monstruos eran los dos equipos de Guerreras.

Nerissa aún desconfiaba de las Guerreras Mágicas. Ania trataba de probar que el viento en verdad confiaba en ella, pero si así era ni siquiera el viento sabía el paradero de la corona. Lira estaba bastante preocupada, sabía lo importante que era esa corona, y temía que si ésta no aparecía pronto las pocas esperanzas que les quedaban de encontrar un pilar antes que Céfiro se destruyera terminarían de desvanecerse. Mientras que Scarlet no decía nada al respecto pero se la pasaba metida en sus propios pensamientos, como si en éstos fuera a encontrar todas las respuestas que necesitaba.

 

-¡¡¿¿Cómo es posible??!! –el grito furioso de la mujer resonó entre las sombras. -¡Se suponía que serían ustedes quienes tomarían la corona y la traerían hasta mí! ¡¿Cómo es posible que haya desaparecido?!

-No lo sabemos señora. –dijo la primera figura.

-Estuvimos buscando la entrada a la Sala de la Corona , pero nunca pudimos encontrarla. –dijo la segunda figura. –O no existe o está muy bien escondida.

-Esa entrada tiene que existir. –dijo la señora. –Ustedes van a volver, la van a encontrar y me van a traer esa corona, ya. Tienen una semana, si no, las mataré.

Las tres figuras asintieron con una reverencia y se retiraron de inmediato.

 

Scarlet se levantó a medianoche más intranquila de lo normal. Sabía que algo estaba mal, lo sabía, pero no podía explicar cómo ni qué. Pensando que si se lo decía a sus compañeras ellas pensarían que había enloquecido Scarlet se puso un camisón encima de su ropa de dormir, se puso los zapatos, tomó sus cuchillos y salió de su habitación sigilosamente.

Su gran habilidad como guerrera le hizo fácil recorrer los pasillos del castillo en un absoluto silencio. Así hasta llegar al Ala Norte del palacio.

Scarlet sabía que no debía estar ahí, en esa Ala se encontraban las habitaciones de todos los miembros importantes del castillo: como el General y su esposa, la Armera Presea , el Espadachín Mágico Latis, el Convocador Ascot y el propio Príncipe Paris. El único que no dormía en esa área era Guru Clef, cuyas habitaciones se encontraban en el Ala Oeste.

Al llegar casi al final del pasillo que había estado recorriendo Scarlet pudo distinguir tres figuras que se disponían a abrir la puerta. Como no quería alertarlas de su presencia Scarlet prefirió entrar tras ellas en vez de gritarles.

Así llegó a la pequeña salita que precedía a la recámara, tan sólo por la decoración Scarlet pudo deducir quien dormía ahí.

‘Es la habitación del Príncipe Paris.’ Pensó Scarlet para si.

Las tres figuras abrieron la puerta a la recámara, y Scarlet decidió que si iba a detenerlas ese era el momento indicado. Así que sin pensarlo mucho lanzó uno de los cuchillos que, con mortal precisión, fue a clavarse justo en la puerta que habían empezado a abrir los intrusos (o intrusas).

Las tres figuras se voltearon de inmediato hacia ella. Scarlet notó que había logrado causarle un rasguño a una de ellas.

-¿Qué pretenden en las habitaciones del príncipe? –preguntó Scarlet tratando de no subir mucho el volumen de su voz.

-No es tu asunto. –dijo una de las figuras.

Scarlet se molestó bastante y trató de atacarlas, pero no se esperaba lo que hicieron.

Uno de los intrusos abrió la puerta que había detrás, para luego hacerse todas a un lado, provocando que Scarlet perdiera el equilibrio y cayera al suelo, en la recámara de Paris.

Fue tal el escándalo que hicieron los cuchillos al golpear el suelo que de inmediato empezaron a escucharse puertas abrirse y cerrarse, y luces empezaron a encenderse.

-Malditas… -comenzó Scarlet girándose. –Ya verán cuando las atrape.

-Eso nunca sucederá. –le aseguró una de las mujeres.

Y entonces pasaron tres cosas prácticamente al mismo tiempo: alguien encendió una lámpara en la habitación, Scarlet alcanzó a ver el rostro de una de las tres figuras que se encontraban de pie frente a ella, y después las tres desaparecieron.

-¿Qué fue lo que sucedió aquí? –preguntó Ráfaga entrando a la habitación, espada en mano.

Detrás de él entraron su esposa, varios soldados, así como Ascot y el propio Latis; al tiempo que el príncipe Paris se levantaba de la cama para ver que era lo que había sucedido.

-Señorita... –dijo Ráfaga acercándose a ella lentamente. -¿Qué hace usted aquí?

Scarlet se quedó pensando, ¿Cómo iba a explicar lo que acababa de suceder?

 

-¡Estaba en la recámara de Paris! –exclamó Ráfaga perdiendo la paciencia. -¡Y armada! ¿Qué pensarías tú sino que estaba ahí en un intento por asesinar al príncipe?

-¿Que estaba ahí para evitar que alguien más matara al príncipe? –sugirió Ascot.

-¿Alguien más? –preguntó Presea. -¿Cómo quién? Ráfaga y Caldina fueron los primeros que entraron, y ellos mismos pueden constatar que la única persona en esa habitación, además del príncipe, era la señorita Scarlet.

-Yo no estoy muy seguro. –insistió Ascot. –He estado cerca de ella y de las otras guerreras desde que ellas llegaron al palacio. Luchan con tal pasión por defender a los cefirianos, tú no creerías posible que fueran a querer matar al príncipe de aquellos a quienes protegen.

-A mí me desagrada ésta situación tanto como a ti Ascot. –le aseguró Caldina. –Pero debes admitir que todo resulta sospechoso. Si lo que ella dice es cierto y escuchó ruidos, ¿por qué ella fue la única que lo escuchó? ¿Por qué no alertó a sus compañeras?

-Quizá prefería primero asegurarse de que en verdad había un problema. –sugirió Paris. –Yo no lo sé. Todo esto es muy extraño.

Latis sólo escuchaba en silencio. Él era quien menos quería creer posible que Scarlet hubiera tratado de asesinar a Paris. Él había sido quien había ido a buscar a la joven cuando decidieron reunir a las guerreras, él la había visto luchar contra un monstruo aún estando mal herida sólo para poder defender a unos niños, y después cuando discutió con Masako. La Guerrera Suicida , así es como la habían nombrado los cefirianos tras verla pelear varias veces; aunque Latis más bien diría que ella era una guerrera valiente, dispuesta a dar la vida por aquellos que la rodean.

-¿Es que no se dan cuenta? –dijo Ráfaga furioso. –Ella podría ser una espía de quien trata de destruir Céfiro.

-¡No! –El grito inesperado pero firme de Latis sorprendió a todos los presentes.

El propio Latis parecía sorprendido por lo que acababa de hacer, sin pronunciar una palabra más él se giró y se marchó.

‘¿Qué demonios acabo de hacer?’ se preguntaba Latis.

 

Scarlet permanecía sentada en la cama, ya se había cansado de dar vueltas, y de todos modos no era como que tuviera mucho espacio para hacerlo. Estaba limitada a la cama, el tocador, una silla frente a él y el espacio entre ambos muebles. Un muro de magia separaba el espacio donde estaba confinada de la entrada de la recámara y el resto del castillo.

-¡Es que ya les dije que yo no traté de matar a nadie! –insistió Scarlet perdiendo la paciencia. –Me levanté en la noche, escuché ruidos y decidí salir a averiguar qué estaba sucediendo. Encontré a tres personas que se dirigían al Ala Norte y las seguí. Llegué hasta la recámara del príncipe y quise detener a las intrusas antes que fuera tarde, pero caí en su trampa, terminé en el suelo y el golpe de mis cuchillos al golpear el suelo despertó a todos.

-Cuando dices intrusas suenas muy segura. –comentó Ania. -¿Sabes de quién se trataba?

Las otras tres guerreras cefirianas se encontraban en el espacio de la recámara más allá del muro de magia, hablando con Scarlet. Le creían a su compañera, habían aprendido a confiar la una en la otra aún en el escaso tiempo que llevaban juntas. Así que ahora estaban Lira, Ania y Nerissa ahí, hablando con Scarlet de lo que había sucedido la noche previa, tratando de encontrar algo que les ayudara a probar la inocencia de la joven guerrera.

-Le vi el rostro únicamente a una. –respondió Scarlet. –Apenas la vi y desapareció junto con las otras dos, justo cuando la puerta se abrió. –hizo una pausa. –Se trataba de Masako, la supuesta Guerrera Mágica, puedo decir que las otras dos son sus compañeras, las tales Laisha y Yaruha.

-Yo por eso nunca confié en ellas. –dijo Nerissa con fastidio, cruzada de brazos.

-¿Estás segura de lo que viste? –preguntó Lira insegura.

-¡Claro que sí! –exclamó Scarlet. -¿Qué acaso no me creen?

-Claro que te creemos Scarlet. –le aseguró Ania. –Es por eso que estamos aquí, tratando de encontrar algo que te ayude. Pero debes tener en cuenta que necesitamos algo, alguna prueba para que todos en el castillo nos crean que las traidoras son esas tres y no tú.

-Perdona Lira, no quise gritarte. –dijo Scarlet. –Es que esto me desespera. He hecho todo lo que he podido para proteger Céfiro porque es un mundo que amo, y ahora resulta que estoy encerrado bajo la acusación de haber intentado asesinar al príncipe. ¡Por todos los espíritus!

 

Después de la plática las chicas decidieron separarse y tomar turnos. Dos estarían recorriendo los alrededores en busca de monstruos, mientras la otra trataba de encontrar alguna pista de lo que había sucedido.

Era en verdad un buen plan de acción, excepto por el hecho de que ahora parecían haber demasiados monstruos.

De alguna manera increíble las 3 ‘Guerreras Mágicas’ no parecían tener problemas para enfrentar a los monstruos que se les ponían enfrente. Mientras que para las otras ‘Guerreras Cefirianas’ las cosas parecían cada vez más complicadas. Era notoria la falta de Scarlet, su fuerza, su habilidad, su pasión, era muy notoria su ausencia en el campo de batalla.

Y mientras sus compañeras peleaban Scarlet daba vueltas en su pequeña prisión y maldiciendo la suerte que la había hecho ver como traidora, y el no poder convencer con sus palabras a todos que ella realmente adoraba a Céfiro, que deseaba proteger a ese mundo y a sus habitantes con todo su corazón, y primero moriría que hacerle daño a alguien.

 

Así pasaron cinco días, y nada había cambiado.

Nerissa, Ania y Scarlet se levantaron esa mañana con un extraño sentimiento, había algo en el aire, algo que les hacía pensar que algo importante había sucedido o estaba por suceder. No sabían exactamente qué era pero seguramente lo averiguarían en el transcurso del día.

Ese día había una extraña calma, no habían aparecido monstruos e incluso los terremotos parecían haberse detenido. Las Guerreras Mágicas habían salido del castillo desde temprano y nadie las había visto. Scarlet seguía en su confinamiento hasta que las autoridades de Céfiro decidieran si era culpable o inocente; juicio que había sido aplazado hasta que solucionaran el problema del robo de la corona. Ania había decidido aprovechar para volver a su cabaña en el Bosque del Silencio a recoger algunos objetos personales. Nerissa había vuelto al Ala Norte a buscar alguna pista de la inocencia de Scarlet. Y Lira caminaba por los jardines interiores del palacio, tratando de aprovechar al máximo el descanso que estaban teniendo.

 

-Buenos días. –saludó Ascot acercándose a Lira al verla en el jardín.

-Buenos días Joven Ascot. –lo saludó Lira con una sonrisa.

-Sólo Ascot por favor. –pidió el Convocador.

Lira asintió, y entonces vio a unas extrañas criaturas que se encontraban cerca de ellos.

-¿Son sus criaturas? –preguntó Lira con duda.

Ascot asintió.

Lentamente Lira se acercó a una de las criaturas, parecía un halcón enorme con brazos y manos humanas. Ella estiró la mano, la criatura se inclinó hacia ella, permitiéndole a la chica acariciarle el hocico.

-Es lindo. –dijo Lira con una pequeña sonrisa, acariciando el pelaje. –Extraño, pero lindo.

Ascot sonrió, Lira era una de las pocas personas que aceptaban a sus amigos sin preguntas ni reservas.

Lira siguió acariciando a las criaturas, y ayudándole a Ascot a alimentarlas.

-Gracias por tu ayuda. –dijo Ascot al rato. –Siento haberte quitado tu tiempo libre.

-No hay problema. –le aseguró Lira. –Prefiero entretenerme con algo a seguir pensando en lo que está pasando.

-¿Te refieres a lo de Scarlet? –adivinó Ascot.

-Sí. –asintió Lira dejándose caer en el pasto. –Me parece una injusticia que después de todo lo que ella hace por proteger Céfiro ahora la tengan ahí encerrada.

-¿Tú realmente confías en ella?

-Confío en ella, creo en ella. Aún cuando llevo poco tiempo de conocerla sé que ella sería incapaz de hacerle daño a alguien, mucho menos tratar de matarlo.

-Sí, yo tampoco lo veo muy lógico. Yo la he visto pelear y defender a los cefirianos. Pero tienes que admitir que es sospechoso.

-No sé si es sospechoso o no. Pero Ania me dijo una vez que aquí en Céfiro la Fe es nuestro mayor poder, y si no tienen Fe en Scarlet, ¿Cómo esperan que podamos salvar a Céfiro?

La Fe es nuestro mayor poder’. Esa frase le sonaba familiar a Ascot, había escuchado a alguien más en el castillo pronunciarla.

 

Ania estaba cerca de los límites del Bosque del Silencio, iba de regreso al castillo, cargando un pequeño morral a un costado con algunas cosas que había ido a recoger a su casa que, milagrosamente, seguía intacta.

Estaba por dejar el bosque cuando escuchó un ruido. Un segundo después una figura masculina cayó frente a ella apuntándole con la espada. Ania ni siquiera se inmutó.

-Sabe príncipe, si su intención era sorprenderme no hizo un muy buen trabajo. –comentó Ania pasando a su lado con calma. –Hace ya un rato que sabía su localización, de haber sido enemigos no me hubiera costado mucho esfuerzo matarlo.

-Su habilidad en verdad me sorprende señorita Ania. –comentó Paris siguiéndola. -¿Pero qué la trae por aquí?

-Decidí ir a mi casa a recoger algunas cosas. –respondió Ania sin dar muchos detalles, entonces ella decidió cambiar de tema. -¿Usted realmente cree que Scarlet trató de matarlo?

-Para ser honesto no lo sé. La situación es muy extraña y todo sucedió demasiado rápido. ¿Usted qué piensa?

-Que Scarlet dice la verdad. Ella es inocente y si estaba ahí fue porque escuchó cosas raras y quiso ayudar.

-Parece confiar mucho en lo que dice, y en la señorita Scarlet.

-Yo a ella le confiaría mi vida.

De pronto sucedió algo inesperado, ambos pudieron escuchar el corte del viento. Paris ni siquiera lo pensó, de inmediato empujó a Ania al suelo y la cubrió con su propio cuerpo.

-¡Ay! –exclamó Ania al golpear el suelo.

-Lo siento. –se disculpó Paris.

Él se levantó de un saltó, desenvainó la espalda y sin mediar palabra se lanzó contra el monstruo que se acaba de aparecer. No era muy grande ni muy poderoso, por lo que en poco tiempo ya lo había matado.

-Es bueno ver que usted también tiene habilidad príncipe. –dijo Ania enderezándose del suelo lentamente.

Paris sólo sonrió mientras ella recogía algunas cosas que se había caído de su morral. Paris notó el momento en que la mano de ella se posó en un objeto extraño: parecía una especie de joya rosa, con detalles en verde y dorado, del tamaño del puño.

Ania tomó la joya sonriendo y la llevó hacia su morral cuando la voz de Paris la detuvo.

-Esa joya… -dijo él. -¿Qué hace usted con esa joya?

-Es mía. –respondió ella. –Fue un obsequio que me dio alguien muy querido hace tiempo.

-Eso es imposible. –replicó Paris. –Sólo existen dos joyas como esa. Una la tengo yo, y la otra yo se la obsequié a…

 

Al mismo tiempo Nerissa recorría los pasillos del palacio con una expresión seria y hasta algo molesta en el rostro.

-Ya estoy harta. –murmuraba ella sin dejar de caminar. –Scarlet es inocente y la tienen ahí encerrada, y las culpables están por ahí sueltas. Si Scarlet realmente hubiera tenido la intención de asesinar a alguien no hubiera fallado; por los espíritus, una Guerrera como ella no hubiera tenido problema para hacerlo, pero no lo hizo, porque no era su deseo hacerlo. No me importa lo que los demás hayan dicho. Si ese tal Guru Clef es quien mantiene a mi amiga ahí encerrada me va a escuchar.

Nadie se atrevió a tratar de detener a la joven mujer cuando ella se dirigió fuera del Ala Este del palacio y hacia el otro lado.

Nerissa no tardó en llegar a unas grandes puertas detrás de las cuales se encontraba la Sala del Trono. ¿Cómo había obtenido esa información? Eso era algo que ni ella misma sabía, pero en ese momento estaba tan concentrada en lograr su objetivo que tampoco le importó. Sin siquiera llamar a la puerta las empujó, abriéndose éstas violentamente.

-¡Hey! –un grito masculino salió de la habitación. -¡¿Quién se atreve a interrumpirme?!

-Soy Nerissa, la Guerrera del Mar, y exijo hablar con el Hechicero Guru Clef. –dijo ella entrando en la Sala.

-Yo soy el Hechicero Guru Clef, y señorita éste es un recinto privado, no se puede entrar sin permiso. –se quejó él. –Por todos los espíritus se supone que la puerta estaba sellada.

-Pues yo únicamente empujé las puertas y éstas se abrieron. Vengo a hablar con usted de algo muy importante.

Fue hasta entonces que Guru Clef se giró para ver a la recién llegada, y lo que vio lo dejó mudo. Por alguna razón Nerissa no llevaba el cabello recogido en la coleta, sino suelto, y llevaba una falda azul y blusa blanca que Caldina le regalara semanas atrás; su expresión de molestia cambió a confusión al notar la mirada tan intensa que Guru Clef le dirigía.

-¿Por qué me mira así? –preguntó Nerissa.

Por alguna razón la mirada del hechicero la ponía nerviosa, algo que rara vez le sucedía a la Guerrera de ojos azules, pero cuando sucedía ella tendía a frotarse las manos una con otra, y a veces jugar un poco con un anillo de cristal azulado en forma romboide.

-Es imposible. –murmuró Guru Clef.

-¿Qué cosa? –preguntó Nerissa cruzándose de brazos, preguntándose qué pasaba por la cabeza del hechicero.

Y entonces él notó el anillo que ella llevaba puesto.

-Ese anillo… -murmuró Guru Clef.

-¿Qué con éste anillo? –preguntó Nerissa sujetando el anillo fuertemente. –Es mío.

-Es imposible. –negó Guru Clef. –Porque ese anillo es de…

 

Y mientras la confusión y la incertidumbre crecían en otros lugares Latis finalmente había decidido ir a visitar a Scarlet a su lugar de confinamiento. La encontró sentada en la cama, con las piernas recogidas y pegadas al cuerpo, rodeándolas con ambos brazos, su cuerpo temblaba levemente al ritmo de ligeros y casi inaudibles sollozos; el espadachín mágico notó que ella sostenía algo entre sus manos.

-¿Scarlet? –la llamó Latis con duda.

Lentamente la joven alzó la mirada, lo que Latis vio lo dejó en shock. Los ojos rojos de ella estaban hinchados, lágrimas seguían cayendo por su rostro como una lluvia sin fin.

-¿Qué te sucede? –le preguntó Latis, había una gran preocupación en su voz a la que ni siquiera él le pudo encontrar motivo.

-Tanta confusión, tanta maldad, tanto dolor… -dijo Scarlet en voz baja sin dejar de llorar. -¿Por qué no puede todo esto terminar?

-¿De qué hablas? –preguntó Latis sin entender sus palabras.

-Yo puedo sentirlo. Los sentimientos de todos yo los siento. Incluso los tuyos, tu dolor, tu confusión, tu deseo por obtener respuestas. Es demasiado.

Ella apretó con más firmeza el objeto entre sus manos, a la vez que sus sollozos parecían ir en aumento; Y entonces él pudo ver lo que sostenía ella: un medallón redondo, de un material brillante, con un espejo en el centro y joyas engarzadas alrededor.

-Ese medallón… -murmuró Latis sin poder creerlo. –No puede ser, es el que le di a…

 

-Anaís…

-Marina…

-Lucy…

Anaís…Marina…Lucy… Tres nombres que hicieron eco en el infinito.

Miradas perdidas, las nubes se apartan, el hechizo se rompe, a la vez que tres corazones vuelven a latir, tres almas que han recuperado su luz.

Tres voces profundas, un llamado rompe el silencio: -Guerreras Mágicas.

 

***Notas de la autora***

Sin comentarios. Es en serio, no sé qué decir, piensen lo que quieran pero por favor no se pierdan el siguiente capítulo, ahí encontrarán todas las respuestas.