Capítulo 7.- Las Verdaderas Guerreras Mágicas.

 

-Guerreras Mágicas. –tres voces profundas cruzaron el cielo, el mar y la tierra, siendo escuchadas hasta el último rincón del planeta. –Es hora de que despierten. Céfiro necesita a sus Guerre…no, a sus Guardianas Eternas.

 

Tanto Paris, como Latis y Guru Clef estaban bastante sorprendidos y confundidos con lo que acababa de ocurrir. El príncipe y el espadachín mágico echaron a correr a la Sala del Trono, donde sabían que encontrarían al hechicero. Presea, Caldina, Ráfaga, Ascot y Lira no tardaron en unírseles ahí.

Y justo cuando todos llegaban el palacio se sacudió violentamente.

-¡Guru Clef! –gritaron todos entrando. -¡¿Qué está sucediendo?!

-No consigo encontrar a mis compañeras. –dijo Lira entrando.

Antes de llegar ahí ella y Ascot habían estado buscándolas.

-Ania desapareció. –dijo Paris entrando.

-Scarlet también. –agregó Latis.

-¿Y Nerissa? –preguntó Ascot.

-Estuvo aquí. –respondió Guru Clef. –Me reclamó lo que sucedía con Scarlet, y poco después desapareció.

Los tres hombres se miraban en silencio, había algo que no habían dicho y que seguía dando vuelta en sus cabezas, y hacía que los tres se hicieran la misma pregunta: ¿sería posible que esas chicas fueran…?

Otro temblor sacudió violentamente el lugar.

-¡¿Qué fue eso?! –exclamó Presea espantada.

-Están atacando el castillo. –dijo Ráfaga.

-¿Pero quién? –preguntó Caldina.

Al ver que Guru Clef seguía en alguna especie de trance Ascot usó su magia para activar la pantalla en el techo de la Sala del Trono.

-¡¿Qué es eso?! –exclamaron Caldina, Presea y Lira a una voz.

-Son monstruos. –dijo Ráfaga.

-Pero miren. –Latis fue el primero en salir del trance. –Hay personas montadas sobre esos monstruos.

Reaccionando, Guru Clef hizo que la imagen en el techo se centrara en la cabeza de los tres descomunales monstruos que atacaban el palacio en ese momento.

-Son Masako, Laisha y Yaruha. –dijo Paris. –Las nuevas guerreras mágicas.

-Por eso Nerissa dijo que no confiaba en ellas. –comentó Lira. –Incluso Scarlet aseguró que ellas habían sido quienes habían ido a asesinar al príncipe esa noche.

Otro golpe a una de las torres del palacio.

-¡Malditas! –gritaron varios de los ahí presentes.

-Tenemos que hacer algo. –dijo Presea molesta.

-Las armas que nosotros tenemos no serán suficientes contra monstruos como esos. –dijo Caldina con duda.

-¡Pero es que tenemos que hacer algo! –exclamó Lira desesperada.

-Tranquila Lira. –dijo Ascot sujetándola de los hombros. –Ya verás que todo saldrá bien.

-El hechizo de protección que puse en el castillo no aguantará mucho. –les informó Guru Clef. –Un golpe más como esos y todo será destruido.

-Debe haber una manera de detenerlas. –dijo Paris con nerviosismo.

Todos pensaban lo mismo, si tan sólo ellas estuvieran ahí. Ellas…sí…las únicas con el poder de salvarlos a todos en ese momento eran…las Guerreras Mágicas.

 

-Es hora de destruir Céfiro. –dijo Masako con burla. –Yaruha…

-Claro. –dijo su compañera. –Me pregunto que sentirá ese tonto de Guru Clef al pensar que destruiremos su adorado planeta con la magia que él mismo nos entregó.

-Recuerda que no es sólo la magia de él. –intervino Laisha. –Nuestra señora amplificó nuestros poderes para que pudiéramos arrasar con todo.

-No importa. –dijo Yaruha. –Esto termina ahora: ¡Arpones de Hielo Oscuro!

El ataque iba directamente contra el castillo, tal fuerza que el escudo que Guru Clef había puesto no resistiría. Era el final…o tal vez no.

-¡Viento de Defensa!

Un escudo de aire detuvo el ataque en el último momento, dejando algo confundidas a las 3 Guerreras Negras, y sorprendidos a todos los que observaban la situación desde el interior del castillo. Y lo que siguió confirmó las sospechas…

-¡Dragón de Agua!

El ataque se precipitó contra las Guerreras Negras, quienes lograron esquivarlo en el último momento, aunque dos de los monstruos que habían estado montando no corrieron con la misma suerte.

-Buena puntería. –comentó una voz suave.

-¡¿Qué demonios está pasando aquí?! –gritó Masako.

-También el escudo fue bueno. –dijo una segunda, más firme. –Tal parece que llegamos justo a tiempo.

-Siempre supe que no eran de fiar. –dijo una tercera, su voz un poco más fría que las dos primeras. –Pero nunca imaginé que tuvieran el descaro de atacar el palacio directamente.

-¡¿Quiénes son ustedes?! –gritó Laisha. -¡Muéstrense!

-¿Por qué? –preguntó la de la voz firme. –A mí me parece interesante observar la situación desde aquí.

-¡Infierno Negro! –atacó Masako.

El ataque golpeó el mismo escudo de aire y no tuvo efecto alguno.

-No importa lo que hagas, mi escudo no caerá. –dijo la de la voz suave con calma. –No caerá porque lo sostengo con la fuerza de mi Fe, y como me dijo una vez un amigo, en este mundo nuestra Fe es nuestro mayor poder.

 

Esa última frase causó gran sorpresa en todos los que se encontraban en la Sala del Trono.

- La Fe es nuestro mayor poder. –repitió Ascot, volteó a ver a Lira. –No fue eso lo que…

-Sí. –asintió Lira. –Eso fue lo que me dijo Ania el otro día.

-Eso fue lo que yo le dije a una de las Guerreras Mágicas el día que las conocí. –intervino Guru Clef. –Se lo dije a Anaís.

 

Afuera las Guerreras Negras comenzaban a perder la paciencia.

-Les exigimos que salgan de inmediato. –dijo Yaruha molesta.

-Ustedes no tienen autoridad alguna para exigirnos algo a nosotras. –dijo la de la voz fría con gran autoridad.

-Sí la tenemos. –aseguró Masako. –Tenemos la autoridad de que somos las Guerreras Mágicas…

-¡Mentira! –gritó la voz firme. –Ustedes sólo son unas farsantes.

-Las verdaderas guerreras mágicas… -siguió la de la voz suave.

-…somos nosotras. –finalizó la de la voz fría.

Y entonces las vieron ahí, justo a la entrada del palacio.

 

Una ahogada exclamación de asombro abandonó la garganta de casi todos los presentes en la Sala del Trono. Esas ropas, esas voces, esos rostros, ellos las conocían.

-No puede ser… -murmuró Ascot en shock.

-Son Ania, Nerissa y Scarlet. –dijo Lira.

-No. –negó Paris. –Son Anaís…

-…Marina… -agregó Guru Clef.

-…y Lucy. –terminó Latis.

De pronto hubo un pequeño grito. Todos voltearon a ver a Presea.

-¿Qué ocurre? –preguntó Caldina.

-Los guantes… -comenzó Presea.

Y al girarse todos alcanzaron a ver los tres guantes mágicos que solían llevar las Guerreras Mágicas flotando fuera de la habitación.

 

Los guantes flotaron fuera del palacio y hasta las manos de sus respectivas dueñas, quienes los tomaron en silencio y se los pusieron. Al instante haces de luz de sus respectivos colores los iluminaron, y un momento después ellas estaban ahí, pero ya no se veían igual. Llevaban el elegante traje de guerreras mágicas y las armaduras evolucionadas.

-Nuestras ropas, armaduras y espadas. –dijo Lucy emocionada, sacando su espada de inmediato.

-Saben. –comentó Marina sacando su espada del guante y probándola. –Me da tanto gusto saber que aún cuando esas tres hayan podido fingir que eran Guerreras Mágicas, nunca hayan podido tocar nuestras espadas.

-Ni usar los genios. –agregó Anaís maniobrando igualmente con su espada.

Era como si sólo con mover la espada suavemente todo volviera a ellas: los movimientos, los pensamientos, los sentimientos, todo.

-Eso es porque por mucho que traten de imitarnos como Guerreras Mágicas, nunca serán como las originales. –dijo Marina con una amplia sonrisa.

-Nosotras somos únicas. –agregó Anaís.

-Hora de equilibrar esto. –dijo Lucy. -¿Listas chicas?

-¡Sí! –respondieron sus compañeras a coro.

-¡Ceres! ¡Windom! ¡Rayearth! –llamaron las tres alzando sus espadas.

-Aquí estamos, queridas niñas del Mundo Místico, Guerreras Mágicas. –las voces de los tres genios resonaron en todas partes. –Como siempre respondiendo a su llamado.

Un momento después los tres genios aparecieron frente a las chicas, quienes de un salto ingresaron en ellos.

-Hora de comenzar. –dijo Marina.

Pero para cuando ella hubo dicho eso Lucy ya se había lanzado al ataque.

-¡Lucy! –gritó Marina detrás de ella. -¡Espéranos!

-Es bueno ver que no hemos cambiado. –dijo Anaís sonriendo, yendo tras ellas.

-¡Flechas de Fuego! –atacó Lucy.

Las Guerreras Negras trataron de esquivar el violento ataque de Lucy, pero no lo lograron del todo, resultando con algunas quemaduras.

-¡Remolino Azul! –Marina atacó.

Su ataque, si bien apagó el fuego causado por Lucy, también golpeó duramente a las tres muchachas que fingieran ser las Guerreras Mágicas.

-Tengo una idea. –dijo Anaís. -¡Viento Guardián!

Su viento sujetó fácilmente a las tres muchachas.

-Marina, Lucy, ¡Destruyan al monstruo! –indicó Anaís.

Sus compañeras asintieron, pensando que el plan de su amiga era en verdad bueno.

-¡Dagas de Hielo! –atacó Marina con fiereza.

-¡Relámpago Rojo! –Lucy se agregó al ataque de inmediato.

La combinación de ataques destruyó sin gran problema el último monstruo.

-Ríndanse ahora. –dijo Marina con autoridad, dirigiéndose a sus enemigas.

-Aún no es tarde para arrepentirse de lo que han hecho. –agregó Lucy con la misma autoridad, aunque tratando de no sonar tan dura.

-¿Están locas? –gritó Masako.

-Jamás nos rendiremos. –agregó Yaruha.

-¡Ráfaga Cortante! –gritó Laisha.

El ataque rompió la prisión de viento que Anaís creara. 

-¿No les parece algo injusto que nosotras peleemos desde acá arriba, y ellas estén allá abajo? –preguntó Lucy.

-En verdad no has cambiado Lucy. –dijo Marina torciendo los ojos.

Sí, así era su amiga, siempre preocupándose porque los términos en que se enfrentaba a sus oponentes fueran justos. Marina y Anaís nunca olvidarían aquel enfrentamiento con Ráfaga cuando él estaba dominado por Zagato, como Lucy se había negado a usar su magia, limitándose a usar únicamente su espada para enfrentarlo, argumentando que su oponente era un espadachín, y por tanto no sería justo que ella usara una ventaja.

 

En el interior del castillo todos observaban la batalla detenidamente. Se veía tan bien la pantalla, que algunos casi deseaban poder atravesarla para reunirse con las jóvenes guerreras y ayudarlas.

-Es increíble. –comentó Ascot. –Pese a no haber usado su magia durante todo este tiempo, su dominio y habilidad no ha disminuido en lo más mínimo.

-Esas son ellas… -murmuró Presea.

-Las Guerreras Mágicas. –interrumpió Ráfaga.

-Niñas del Mundo Místico. –agregó Caldina.

-No. –negaron tres personas a una voz.

La sorpresa de todos los presentes fue grande al voltear a ver a quienes habían hablado: eran Latis, Paris y Guru Clef.

-¿Qué? –preguntó Lira, confundida.

-Ellas ya no son niñas. –explicó Latis. –Son mujeres.

-Muy bellas mujeres. –agregó Paris.

-¿Cómo no nos dimos cuenta antes que se trataba de ellas? –se reprendió Guru Clef molesto, aunque todos alcanzaron a escucharlo.

-No fue nuestra culpa. –dijo Ascot. –Es probable que hayamos estado tan tristes y preocupados que no nos diéramos cuenta que eran ellas quienes estaban ahí.

-Y pensar que yo acusé directamente a Scar…a Lucy de tratar de asesinar a Paris. –se lamentó Ráfaga.

-Lucy no es alguien que mantenga rencores. –dijo Latis con una pequeña sonrisa. –Ya verás que todo estará bien.

-Si tan sólo hubiera una manera de ayudarlas… -murmuró Presea.

-Pero no podemos. –negó Guru Clef. –El escudo que pusieron es muy fuerte. Aún más fuerte que el que usaban antes. Nada entra ni sale de este palacio hasta que ellas así lo decidan.

-Pero al menos debemos creer en ellas. –dijo Lira. –Aunque no podamos estar a su lado, sé que ellas sabrán que creemos en ellas, que confiamos.

-Sí hay una manera de hablar con ellas. –dijo Paris sorpresivamente.

-¿Qué? –preguntó Caldina. -¿De qué hablas Paris?

Y en verdad sus palabras habían hecho voltear a todos.

Paris empezó a rebuscar entre sus ropas hasta que finalmente dio con lo que buscaba. Sacó lo que parecía una joya del tamaño de su puño, rosa con verde, y con detalles en dorado.

-Eso es… -Guru Clef sabía que había visto una joya así antes.

-Una de las joyas gemelas que mi hermana me regaló antes que yo abandonara el palacio. –respondió Paris. –La otra se la di a Anaís. Y sé que aún la tiene. La vi. –se llevó la joya a la boca. Y habló: -¿Anaís?

 

=¿Anaís?

-¿Paris? –preguntó Anaís sorprendida, rebuscando entre sus ropas.

-¿Qué sucede Anaís? –preguntaron sus amigas.

-Es París. –respondió Anaís. –Escuché su voz.

-¿Cómo? –preguntó Marina.

-Yo… -Anaís siguió buscando, hasta que reaccionó. -¡La joya!

De inmediato ella metió la mano en su chaqueta y sacó una joya idéntica a la que Paris sostuviera en ese momento en la Sala del Trono; la misma joya que Paris le había visto apenas unos minutos atrás, cuando él pronunciara su nombre por primera vez en mucho tiempo, cuando ella finalmente entendiera toda la verdad.

=¿Anaís? =su nombre parecía hacer eco.

-¿Paris? ¿Eres tú Paris? –exclamó Anaís con una emoción que no podía ocultar. –Esto no es un sueño, ¿verdad?

=No, no es un sueño amor mío. =respondió la voz del príncipe desde la joya. =Yo soy quien no puede creer que esto sea real, que tú estés ahí.

-Pero aquí estamos, las tres estamos aquí. –le aseguró Anaís casi llorando de la dicha.

=Todos aquí les mandan saludos. =dijo Paris. =Estamos viendo toda la batalla desde el Salón del Trono. Por favor, tengan mucho cuidado.

-Lo tendremos. –le aseguró Anaís, luego bajo la voz y agregó: -Te amo Paris.

=Y yo a ti Anaís. Te amo con toda mi alma.

Y si bien Lucy no tenía manera de escuchar la voz de Latis, sólo con ver y sujetar el medallón que ella llevaba al cuello era suficiente recordatorio de que él también estaba ahí, dentro de castillo, esperándola.

-¡Mi señora!

El súbito e inesperado grito de Masako sacó a las chicas de sus pensamientos, recordándoles que una batalla estaba teniendo lugar.

-¡Henos aquí! –siguió gritando Masako. –Enfrentamos a éstas desleales por ti. Te lo imploramos, danos la fuerza para enfrentarlas.

-¿A quién está llamando? –preguntó Anaís.

Sus compañeras se encogieron de hombros, desconocían la respuesta.

Pero justo en ese momento obtuvieron su respuesta.

 

-No puede ser… -murmuraron todos en la Sala del Trono.

Podían ver una sombra extenderse desde la lejanía, llegando a tocar a las Guerreras Negras por detrás.

El grito que salió de las gargantas de Masako, Laisha y Yaruha llegó fácilmente a oídos de todos en la sala del trono aún cuando la imagen proyectada en la cúpula no les daba sonido.

-¡Oh por todos los espíritus…! –Lira murmuró espantada, sujetándose a la túnica de Ascot.

El aprendiz de hechicero la abrazó con dulzura, entendiendo perfectamente la razón de su actitud.

Y era que la sombra había invadido los cuerpos de las tres falsas Guerreras Mágicas, las cuales de alguna forma habían mutado, convirtiéndose en aberraciones; criaturas que parecían humanas pero tenían colas, o garras o colmillos, u otras características que las acercaban más a ser monstruos que seres humanos.

En definitivo no era algo muy agradable a la vista, y explicaba la actitud de Lira; lo que no explicaba era por qué Ascot de pronto sentía ese extraño sentimiento hacia la joven Guerrera de la Montaña.

 

-¿Qué demonios es esto? –preguntó Marina alzando la guardia.

-Creo que precisamente eso. –respondió Anaís tomando una pose defensiva. –Demonios.

-No importa que sea. –dijo Lucy espada en mano. –No podemos dejar que ataquen el castillo ni a nadie.

Sus amigas asintieron y se lanzaron a la batalla.

La batalla fue dura, y si bien la fuerza y el poder de las chicas eran bastante grandes quienquiera que le estuviera dando la energía a sus enemigas también debía ser bastante poderosa.

-No podemos seguir así. –murmuró Anaís respirando entrecortadamente.

-Debe haber alguna manera de terminar esto rápido, y de una vez por todas. –dijo Marina a su lado, limpiándose la sangre de un labio partido.

Anaís se vio a sí misma y a sus compañeras heridas; ya ni siquiera tenía energía para hacer hechizos curativos.

-Hay una manera. –dijo Lucy de pie entre ellas.

Tan solo con ver sus ojos sus compañeras comprendieron.

Hubo un gran resplandor y los genios de las tres se fusionaron, creando al gran Guardián de Céfiro. Con las mentes y los corazones de las tres unidos.

Las Guerreras Negras parecían bastante sorprendidas con lo que ocurría, pero las Guerreras Mágicas estaban dispuestas a no darles un solo momento para atacar, ellas serían primero.

-Por Céfiro… -Lucy dijo firmeza, volteando a ver a sus compañeras por un momento.

-Por Céfiro. –corearon Anaís y Marina con decisión.

-¡Hélice Resplandeciente! –gritaron las tres a una voz.

Sólo hay una palabra para describir la expresión de las Guerreras Negras al ver al imponente genio, la fusión de Ceres, Windom y Rayearth, alzarse frente a ellas: terror. El ataque las golpeó a las tres al mismo tiempo, sin dejarles oportunidad para defenderse o hacerse a un lado. Y el efecto fue instantáneo, las tres se desvanecieron.

-Lo hicimos… -dijo Anaís en un suspiro.

-Sí. –agregó Marina.

Las tres se dejaron caer al suelo de rodillas exhaustas, soltando las espadas mágicas en el proceso. Las espadas volvieron a las joyas de sus guantes y los genios desaparecieron, sus ropas volvieron a las anteriores, con la armadura sencilla; ellas quedaron ahí en el suelo, respirando entrecortadamente, tratando de reponerse.

Marina alcanzó a ver a sus amigos en una pequeña terraza, la única entrada al pasillo que llevaba a la Sala de la Corona que no requería una llave mágica. Se notaba en sus expresiones que realmente deseaban acercarse a ellas.

Anaís también lo notó, y se disponía a retirar el escudo que ahí había puesto, y que increíblemente seguía en pie, cuando la mano de Lucy la detuvo.

-No lo hagas. –ordenó Lucy, poniéndose en pie lentamente.

-¿Qué…? –Anaís estaba confundida.

-¿Por qué no? –preguntó Marina, ella también deseaba encontrarse con sus amigos.

-Esto todavía no se termina. –respondió Lucy.

Y entonces ellas también lo sintieron, la presencia maligna que había dado poder a las Guerreras Negras, se estaba acercando rápidamente a ellas. Y cuando finalmente vieron de quien se trataba no lo podían creer.

-No lo puedo creer… -murmuró Marina en shock.

-Es imposible… -murmuró Anaís, aún agotada sabía que debían seguir peleando.

-Debonair. –sentenció Lucy con seriedad.

 

***Notas de la autora***

Ehm… ¿Qué puedo decir? Sobre Debonair, desde un principio planee que ella fuera la ‘mente maestra’ tras todo; y sobre el otro asunto de las chicas…Aquellos que me conocen saben como me las gasto y que me gusta meter algo de angustia, pero rara vez me meto con dramas de matar a los personajes, en especial cuando se trata de las protagonistas. En fin, esto no se acaba hasta que se acaba, aún faltan dos o tres capítulos y algunas sorpresas.