Capítulo 8.- Las Guardianas Eternas y la Valkiria.

 

-Debonair. –sentenció Lucy con seriedad.

-Tienes buena memoria niña. –dijo Debonair. –Ya antes me enfrenté a ustedes, y lograron derrotarme y salir con vida. Ésta vez no tendrán tanta suerte.

-Ya lo veremos. –dijo Marina con confianza.

-No dejaremos que sigas haciendo daño. –aseguró Anaís tratando de mostrarse segura.

-Te destruiremos, y ésta vez será permanente. –le aseguró Lucy. –Chicas…

La otras dos asintieron, alzando los brazos atacaron:

-¡¡Arco iris de Luz!!

El ataque fue bastante potente, levantando una increíble nube de humo y polvo.

Anaís hizo un ligero ademán con la mano, creando una brisa que rápidamente apartó el polvo y despejó el lugar, dejándoles ver las consecuencias de su ataque: había un gran cráter, el suelo cuarteado en algunos puntos, y en el centro de todo…Debonair estaba ilesa.

-No puede ser… -murmuraron las tres chicas.

-No le hicimos daño. –dijo Marina sorprendida.

-¿Qué vamos a hacer? –preguntó Anaís con duda. –Tenemos que destruirla de una buena vez, antes que cause más daño.

-Vamos a demostrarle nuestro verdadero poder. –replicó Lucy con decisión.

Y entonces sus compañeras entendieron a lo que se refería Lucy. Las tres se concentraron, cerrando los ojos.

-Por el mundo que adoramos… -murmuró Marina alzando los brazos, frotando ligeramente con una mano el anillo azul que Guru Clef le obsequiara a la vez que un brazalete plateado que llevaba resplandecía.

-Por aquellos que amamos… -agregó Anaís con los brazos al frente, mientras el mensaje que Paris le mandara resonaba en su mente, la joya estaba en su bolsillo, alentándola a seguir adelante, y entonces un brazalete de bronce que tenía puesto empezó a brillar.

-Por el futuro que todos deseamos… -finalizó Lucy con decisión, las manos en su pecho, aferrando el medallón que siempre llevaba al cuello, no pareció notar la luz que empezó a desprender el brazalete de oro en su muñeca.

Los brazaletes que les daban esa nueva identidad que ellas habían adquirido dos años atrás, ese poder que ellas sabían poseían pero nunca creyeron necesitar, era el momento de usarlo.

Haces de luz en sus respectivos colores las envolvieron. La magia que las rodeaba y les brindaba el poder.

Anaís quedó con un vestido que empezaba verde pálido a la altura del cuello, y terminaba en un verde oscuro al final; era amplio, y le llegaba hasta debajo de las rodillas, desmangado y de cuello redondo, con bordados de pequeñas flores en la orilla; zapatillas beige de poco tacón completaban el atuendo.

Marina lucía un vestido halter, de espalda descubierta, que parecía alternar todos los tonos posibles de azul, le llegaba casi hasta los tobillos y en las orillas tenía una línea plateada muy fina; sandalias azul oscuro de tacón alto daban el toque de elegancia a su vestimenta.

Lucy llevaba un elegante vestido rojo pálido con bordados en fucsia, sandalias doradas con cintas enlazadas en sus tobillos completaban el atuendo, además su cabello se soltó de la usual trenza, y pareció flotar con una brisa invisible.

Y como cierre tres tiaras: las de Anaís y Marina sencillos círculos de escudo con joyas de sus respectivos colores; y la de Lucy, la elegante corona dorada con la joya roja, el símbolo que la identificaba como la reina de ese mundo; el único y legítimo Pilar de Céfiro.

-No sé que hicieron. –dijo Debonair con su voz tan fría como la recordaban. –Pero no importa, porque no me vencerán.

La risa de Debonair fue grande a la vez que les lanzó lo que parecían flechas negras. Flechas que seguramente podrían atravesar el escudo que Anaís había puesto alrededor del castillo a menos que…

-¡Escudo Etéreo! –exclamó Anaís alzando las manos.

Este nuevo escudo, mucho más fuerte que el que usara Anaís normalmente, pudo resistir el ataque de Debonair sin aparentes dificultades.

-Mi turno. –dijo Marina dando un paso al frente. -¡Tormenta de granizo!

El ataque fue bastante violento, golpeando a Debonair duramente; algo que nadie en Céfiro hubiera imaginado posible algunos años antes.

-Malditas niñas… -murmuró Debonair molesta. –No me vencerán. ¡Sombras de la Muerte!

-No nos vencerás. –le aseguró Lucy. -¡Estrella Escarlata!

Ambos ataques se neutralizaron.

-Es hora de terminar con esto. –dijo Marina con seriedad.

-Es cierto. –apoyó Anaís. –No podemos dejarla que vuelva a atacar primero.

-Bien. –dijo Lucy. –Denme sus manos.

Así, las tres se tomaron de las manos, y fue como si en cuanto lo hicieran supieran exactamente lo que debían hacer. Con los ojos cerrados, alzando las manos unidas, tres palabras salieron de sus labios, el máximo ataque jamás creado por ellas:

-¡¡¡Luz de Aurora!!!

El resplandor fue muy grande. Debonair no tuvo siquiera tiempo de gritar, la luz la atrapó, disolviendo la oscuridad al instante.

Cuando la luz se aclaró, y las tres chicas pudieron ver a su alrededor pudieron también suspirar satisfechas.

-Lo logramos. –dijo Marina sin poder evitar sonreír. –La derrotamos.

-Y ésta vez fue para siempre. –agregó Lucy con seriedad, sus palabras casi parecían un reto a que Debonair se atreviera a volver a atacarlas, cosa que no iba a suceder.

-Pero no todo ha sido bueno. –les recordó Anaís, señalando a su alrededor con tristeza. –Céfiro ha sufrido mucho todo éste tiempo. Nuestra ausencia ha dañado este hermoso planeta demasiado.

-Pero con nuestro regreso se va a recuperar. –le aseguró Marina. –Por eso somos las Guardianas de Céfiro, ¿no?

-Claro que sí. –dijo Lucy con seguridad. –Nosotras vamos a salvar Céfiro, vamos a curar esta tierra.

Y fue como si sus palabras funcionaran como alguna especie de sortilegio las chicas pudieron sentir como plumas blancas empezaban a aparecer en sus espaldas.

-¿Qué es esto? –preguntó Marina confundida.

-Son alas… -dijo Anaís maravillada. –Tenemos alas…

-Entonces démosles un buen uso. –dijo Lucy con decisión.

Sus compañeras asintieron.

Y pese a que jamás antes habían siquiera imaginado tener alas, sólo con pensarlo éstas se extendieron, amplias alas de plumas blancas con las puntas de su color característico, en un tono muy claro.

Una suave brisa las envolvió y en pocos segundos ya las tres estaban volando.

-Chicas. –dijo Lucy de pronto. -¿Recuerdan el pacto que hicimos hace dos años?

-Sí, ahora lo recuerdo. –afirmó Marina.

-La promesa de compartir el máximo poder que posee un pilar. –dijo Anaís. –El de Crear y Destruir.

-Creo que es hora de usar ese poder. –les dijo Lucy.

Sus compañeras asintieron, demostrando que estaban de acuerdo.

Y entonces las tres empezaron a volar, cruzando todo el cielo de Céfiro, rezando mientras lo hacían, y mientras rezaban, sus bendiciones caían sobre la tierra.

 

En la Sala del Trono las sorpresas no parecían terminar para aquellos que atestiguaban todo desde la pantalla en la cúpula.

-¡Miren! –exclamó Presea de pronto.

Y era que en la pantalla se mostraba como, lento en un principio, y cada vez más rápido, la tierra se iba sanando. La tierra volvió a su forma, los ríos volvían a llenarse de agua, las olas en el mar llevaban el canto de las sirenas a todos en la tierra, los bosques reverdecían, las hadas bailaban en sus jardines sin parar, el viento cantaba con una fuerza nunca antes vista, y nuevamente había flores en todas partes.

En todos los pueblos y aldeas los cefirianos salían de sus hogares al ver las maravillas que ocurrían afuera. Y cubriéndose los ojos del brillante sol que ahora resplandecía, podían aún distinguir a las tres jóvenes que sobrevolaban los cielos, repartiendo bendiciones a ese mundo que tanto amaban.

Y aunque no podían escuchar lo que decían las personas, ninguno de los que ahí se encontraban tenía dificultad para imaginarse lo que decían.

-En verdad son ángeles… -murmuró Ascot.

-Son los Ángeles de Céfiro. –sentenció Lira con una amplia sonrisa.

 

Después de cruzar todo el cielo cefiriano las chicas volvieron a donde comenzaran su recorrido, las puertas del castillo. Como ya el peligro había terminado los escudos puestos por Anaís se habían desvanecido, dejando libre la entrada y salida para todos.

-Lo hicimos. –dijo Anaís con satisfacción.

Las tres observaban a la distancia, la belleza del renovado planeta.

-Salvamos Céfiro de nuevo. –agregó Marina.

-Gracias chicas. –dijo Lucy.

-¿Por qué? –preguntó Anaís con duda.

-Por estar siempre conmigo, por nunca abandonarme. –explicó Lucy.

-Esas gracias las tendríamos que dar también nosotras, porque tú también estuviste con nosotras…Scarlet. –dijo Marina, usando el nombre de la Guerrera Suicida apropósito.

-Es cierto. –convino Anaís. –Por todo éste año fuimos Ania, Nerissa y Scarlet, tres jóvenes habitantes de Céfiro, Guerreras Cefirianas.

Justo en ese momento las tres sintieron un cambio en su entorno y notaron que ya no estaban flotando un par de metros sobre la superficie, sino en el vacío. A donde iban cuando los genios las requerían.

-Tuvieron la oportunidad única de llevar la vida normal de cualquier cefiriano. –resonaron a su alrededor las voces de los tres genios a la vez que se materializaban. –Y aún así en el momento en que hubo peligro las tres volvieron a luchar por éste mundo. Aún sin magia, sin sus armas originales, sin que se les dijera que era su misión.

-La segunda vez que vinimos tampoco fue por una misión, sino porque fue nuestro deseo salvar a Céfiro. –dijo Marina en tono algo defensivo.

-Pero aún entonces cargaban sobre sus hombros el título de Guerreras Mágicas. –les recordó Ceres.

-No creo que ser una Guerrera Mágica sea una carga. –dijo Lucy con entusiasmo. –Para nosotras siempre ha sido un placer defender Céfiro.

-Quizá eso sea cierto. –asintió Windom.

-Pero en ese tiempo una parte de ustedes sentía que le debían algo a Céfiro. –les recordó Rayearth. –Que tenían que pelear por el bien del planeta para expiar sus culpas por algo que no estuvo jamás en sus manos evitar.

Las chicas permanecieron silenciosas ante ésta afirmación, ningún caso tenía tratar de negar la evidente verdad.

-Y aún cuando pudieron refugiarse en el hecho de ser simples cefirianas, no lo hicieron. –siguió diciendo Ceres.

-Cuando vieron el sufrir del planeta salieron de sus casas listas para enfrentar cualquier cosa. –agregó Windom.

-No fue ésta vez el título de Guerreras Mágicas lo que las impulsó a luchar, sino el deseo de sus propios corazones. –agregó Rayearth.

-Es obvio que íbamos a defender nuestro hogar. –dijo Anaís con su serenidad de siempre.

-Es cierto. –apoyó Marina con firmeza. –No podrían esperar que nos quedáramos sin hacer nada mientras veíamos como Céfiro se caía a pedazos.

-Además. –agregó Lucy sonriendo. –No fuimos nosotras las únicas en salir a pelear. Lira también lo hizo.

Sus compañeras asintieron.

-Lo sabemos. –dijo Ceres. –Esa niña, aún sin tener ningún deber igualmente tomó la decisión de pelear.

-Según sus propias palabras, ustedes fueron su inspiración para decidirse a luchar por Céfiro. –agregó Windom. –Ha probado tener una voluntad y valentía superior a muchos Cefirianos. 

-Creo que merece una recompensa. –opinó Lucy.

-Si así lo deseáis, sois la reina, vuestra palabra es ley. –le recordó Rayearth.

-No sólo mi palabra –negó Lucy con suavidad. –Es un poder demasiado grande para cargarlo yo sola. Pero si mis amigas están de acuerdo, realmente creo que Lira merece alguna clase de recompensa por su gran valor y entrega por Céfiro.

Anaís y Marina de inmediato asintieron, dando su completa aprobación para lo que su amiga deseaba.

-Bien. –dijo Lucy. –Lira…

 

-Lira…

El llamado cruzó dimensiones y llegó hasta la Sala del Trono, donde pareció un murmullo llevado por una brisa inexistente.

Todos los presentes en la sala estaban algo tensos por la inesperada desaparición de las tres chicas, aunque Guru Clef hacía lo imposible por convencerlos (y convencerse a sí mismo) de que ellas estaban bien y volverían pronto.

Y la situación no mejoró en lo absoluto cuando notaron algo extraño que le sucedía a Lira.

-Me están llamando. –murmuró Lira.

E inmediatamente después se escuchó un grito ahogado de Presea al notar que la chica se estaba desvaneciendo, casi como si estuviera siendo borrada del mundo.

-¡Lira! –gritó Ascot espantado, tratando de sujetarla pero atravesándola por completo.

-No se preocupen, estoy bien. –les aseguró Lira. –No creo estar en peligro.

-No crees estar… -murmuró Caldina. -¡Te estás desvaneciendo niña!

-No se preocupen por mí. –les insistió Lira. –Siento que alguien me llama, voy a estar bien.

Y fue lo último que dijo antes de desaparecer por completo, dejando detrás a unos confundidos cefirianos y a un muy desesperado aprendiz de hechicero, que ni él mismo comprendía que lo hacía ponerse tan tenso por una chica que no tenía ni tres meses de conocer.

-Lira… -sólo atinó a repetir su nombre hacia el espacio vacío que ocupara apenas segundos antes la joven.

 

Y en ese preciso momento la mencionada joven apareció flotando en la nada, en medio del círculo formado por las Guardianas Eternas aún con sus trajes elegantes y alas y los genios que combatían con ellas desde que eran Guerreras Mágicas.

“¿Dónde estoy?” se preguntó Lira con duda, sin atreverse a hablar.

-Estás en el Plano Sagrado Cefiriana. –le dijo Rayearth como si hubiera leído sus pensamientos. –Éste es el plano donde sólo aquellos cuyas almas han sido juradas a la eterna protección de tu planeta tienen acceso.

-Aunque en tu caso se ha hecho un concesión. –agregó Windom. –Fuiste traída aquí por la voluntad de la Reina Lucy y sus compañeras, las Damas Marina y Anaís.

Lira de inmediato entendió cuán grande era el honor que se le había concedido al poder encontrarse ella ahí, y de inmediato hizo una profunda reverencia.

-No. –la voz de Anaís finalmente se escuchó.

Lira notó que todas las voces hacían eco en ese lugar.

-No te inclines. –Lucy flotó hasta el nivel de Lira y le alzó el rostro. –No te llamamos aquí para que te inclinaras ante nadie, sino para premiarte.

-¿Premiarme? –preguntó Lira. -¿Qué he hecho para ser merecedora de un premio de parte de tan honorables personas?

-No hace falta que te dirijas a nosotras de esa forma. –intervino Marina con más calma que normalmente. –Míranos, somos humanos, sentimos, pensamos, amamos, todo igual que tú.

-No queremos ningún trato diferente. –agregó Anaís.

-Pero, yo aún no entiendo. –dijo Lira tímidamente, aunque ya sin bajar la mirada.

Las tres chicas dejaron que uno de los genios fuera quien le explicara las cosas.

-Las Guerreras Mágicas tienen escrito su destino de luchar por Céfiro. –explicó Ceres. –Aunque en el caso de estas tres, ellas probaron que aún sin llevar el título en su corazón permanece el deseo de luchar por nuestro planeta, probándose así como merecedoras del título de Guardianas Eternas. Y el nuevo título que les han dado los habitantes de éste mundo…el de Ángeles de Céfiro.

Las tres amigas voltearon a verse en silencio, no estaban enteradas de ese nuevo título, aunque les agradaba bastante, y les quedaba bien con las alas que lucían en la espalda.

-Sin embargo tú eres diferente. –agregó Windom. –Pues habiendo nacido como cualquier hija de Céfiro, fue tu voluntad tomar las armas y luchar cuando éste mundo más lo necesitó. Respondiste a un llamado que jamás recibiste directamente, sin miedo a lo que esa decisión pudiera traerte como resultado.

-Eso no es verdad. –dijo Lira con el mayor respeto posible. –Es cierto que me convertí en Guerrera por mi voluntad, impulsada por el recuerdo de aquellas tres jóvenes que salvaron mi vida años atrás. Pero no es cierto que no tuviera miedo, siempre lo he tenido, mucho, pero de alguna forma siempre sentí que prefería mil veces morir luchando por mi mundo y la gente que lo habita, que escondida en una casa lamentándome por morir joven.

-Una sabia respuesta has dado sin duda. –dijo Rayearth. –Has demostrado ser una guerrera honesta, pura, sin soberbia ni deseos de obtener ganancias personales. Eso es muy loable. Y es la razón por la que has sido llamada aquí.

-Yo sólo cumplí con lo que creí era mi deber como Cefiriana. –dijo Lira humildemente. –Y agradezco de corazón que piensen que sólo por eso merezco alguna clase de recompensa, cualquiera que ésta sea.

Lucy sonrió mientras escuchaba a Lira, desde que la vio la primera vez supo que era una niña muy especial, con un corazón de oro, voluntad de hierro y un gran destino por delante. Y ahora ese destino las volvía a unir. En verdad que qué vueltas daba la vida.

-Lira. –declaró Lucy seriamente. –Yo te nombro desde éste día en adelante como Dama Lira, la Valkiria , un título que ha de traer honor a ti y a toda tu descendencia mientras éstos muestren el mismo valor y entrega que has demostrado tú ante nosotros.

-Me siento muy honrada. –dijo Lira con una ligera inclinación.

Y entonces las ropas de la chica cambiaron, llevaba ahora un vestido de un color crema cruzado sobre el hombro derecho y con una manga triangular ¾ translúcida (el hombro izquierdo descubierto), un listón amarillo pálido hacia las veces de cinto, del lado derecho le llegaba hasta un poco arriba de la rodilla, y tenía una caída en triángulo haciendo que del lado izquierdo le llegara hasta un poco arriba del tobillo, cubriendo sus pies estaban lo que parecían zapatillas de tela del mismo tono del cinto y su cabello estaba sujeto en dos ‘cebollas’ una a cada lado de la cabeza con listones igualmente amarillos y mechones cayendo; una tiara de escudo con un cristal en la frente completaba el atuendo. Además en su muñeca izquierda un brazalete de lo que parecía una aleación entre oro, plata y bronce, cuyo símbolo era una estrella de seis picos.

Lucy sonrió, satisfecha con lo que habían logrado.

-Desde hoy posees el poder del calor y energía, el poder de la vida y el crecimiento. –le informó Anaís. –Todo aquello que tú toques con cariño será infundido con esa energía y crecerá, más si tus sentimientos son opuestos al cariño podrá decaer igualmente. Más no llegará a morir. Ese poder sólo nos corresponde a nosotras.

Lira sonrió ampliamente, parecía muy emocionada por sus nuevos poderes.

-Por último yo te entrego esto. –habló Marina.

La Guardiana del Agua le entregó lo que parecía una esfera de metal, pero al contacto de ésta con Lira de inmediato se transformó en una vara.

-Es tu nueva arma. –le explicó Marina. –Cambiará de tamaño y forma según tus deseos, está formada de una pequeña parte de escudo de cada una de nuestras espadas, lo cual significa que lleva las bendiciones de las tres.

Lira sentía que ya no podía más, tantos regalos la habían dejado sin palabras. Ella esperaba una felicitación, quizá incluso un título, pero jamás todo lo que estaba recibiendo, parecía un sueño, el sueño más grande y maravilloso que jamás hubiera tenido.

-Ya has recibido los tres regalos de las Guardianas Eternas. –anunció Ceres. –Y nosotros como genios podemos ver que cualquier otro regalo que pudiera serte otorgado ya lo posees, pues tienes valor, sabiduría, humildad y un gran sentido de justicia, todo lo que debe poseer una verdadera guerrera.

-Eres un orgullo para Céfiro y la gente que lo habita, Valkiria. –la nombró Windom por su título por primera vez. –Todo el mundo sabrá de tus logros, y los honores que te fueron otorgados, y quizá algún día tu nombre sea una leyenda tan recordada como la de las Guardianas Eternas que te han recompensado.

Lira hizo una leve inclinación de nuevo, no tenía palabras para describir todo lo que estaba sintiendo en éste momento.

-Eso ha sido todo. –anunció Rayearth. –Es hora de que vuelvan a Céfiro, y se preparen para el nuevo amanecer.

-Una nueva vida les espera a las cuatro en Céfiro ahora que han logrado derrotar a Debonair definitivamente. –agregó Ceres.

-Es probable que sus cuerpos permanezcan en la inconciencia por un tiempo, -les informó Windom. -El necesario para reponer las energías físicas y mágicas perdidas en la batalla así como las mentales perdidas al estar en éste plano sagrado.

-Buena suerte en su futuro, y recuerden que siempre que nos necesiten estaremos aquí esperando que pronuncien nuestro nombre. –les recordó Rayearth.

Ésta vez las cuatro jóvenes hicieron una ligera reverencia, y un instante después se desvanecieron de ese plano, como si nunca hubieran estado ahí.

 

Paris, Latis, Guru Clef, Ascot, y el resto de los que se encontraran antes en la Sala del Trono estaban ahora recorriendo los alrededores del castillo, buscando cualquier rastro que les indicara el paradero de las cuatro Guerreras que habían desaparecido.

-Es que ya pasaron 3 horas y… -se quejaba Paris cuando fue interrumpido por un grito.

-¡Aquí están! –era Caldina la que gritaba.

De inmediato corrieron y encontraron a las cuatro chicas en el suelo, llevando las ropas con las que las vieran antes que diera inicio la última batalla, aunque los brazaletes prevalecían, así como los guantes mágicos.

Ascot pareció extrañarse al ver que Lira también portaba un brazalete y un guante mágico (amarillo), pero prefirió no comentar nada al respecto, al menos por el momento.

-Están bien. –dijo Guru Clef. –Se desmayaron por falta de energía.

-Hay que llevarlas adentro a que descansen. –opinó Ráfaga.

Todos estuvieron de acuerdo. Latis de inmediato alzó a Lucy en brazos, Paris hizo lo mismo con Anaís, y Guru Clef y Ascot no tardaron en imitarlos con Marina y Lira respectivamente.

Y siendo que no deseaban mandarlas a las habitaciones de invitados en el Ala Este mandaron a Caldina a que les prepara habitaciones a las chicas en el Ala Norte o el Ala Oeste (ya saben quien en qué ala), y mientras tanto ellos las llevarían a sus respectivas habitaciones.

Así las chicas descansaron en diferentes cuartos, mientras sus respectivos enamorados velaban sus sueños.

 

***Notas de la autora***

¿Qué les pareció éste capítulo? En serio que lo de la Valkiria no estaba planeado, se me ocurrió a la mera hora que Lira se merecía una recompensa especial por pelear por Céfiro aunque no era su responsabilidad. Y sí, ya sé que algunos van a decir que por qué la recompensan tanto si no estuvo en la Batalla Final , pero lo importante es que estuvo en todas las demás, y sin esperar nada a cambio por todos los riesgos que corría. En fin, espero que les agrade lo que hice con ella y no les parezca demasiado exagerado. Ésta historia está llegando a su fin, el siguiente será el capítulo cierre, y les puedo adelantar que habrá bastante romance en él. Por último (y siendo que ya me extendí demasiado en éstas notas), ya sólo me queda preguntar si hay alguien interesado en una secuela para éste fic. Esperaré sus respuestas con ansias.