Capítulo 9. Despertar.

 

Lucy fue la primera en despertar. Notó que se encontraba en una cama, que no era la del cuarto de invitados que le habían asignado cuando llegara al castillo con la identidad de Scarlet, semanas atrás. Además, podía sentir otra presencia en el cuarto, la de un cierto espadachín mágico de cabellos negros y ojos azules profundos que se encontraba en el balcón, observando el cielo.

Silenciosamente Lucy se levantó de la cama, aún llevaba puestas las mismas ropas y de su cuello pendía el medallón. Lo único que ella había conservado siempre de su verdadera persona, aún cuando hasta su memoria le había fallado, ese medallón siempre había estado ahí, como un eterno recordatorio de que no estaba sola.

Con mucho cuidado para que él no notara que ella estaba despierta Lucy caminó hasta la puerta de cristal que daba al balcón. Ahí pudo ver a su querido Latis recargado en el barandal del balcón, observando el amanecer; y además de eso, por los poderes que ella tenía, pudo sentir también la profunda tristeza, el temor que tenía…de perderla a ella.

-Oh Latis… -murmuró Lucy.

Su voz fue apenas superior a un suspiro, y eso fue suficiente para que él la escuchara y volteara.

El silencio que se cernió sobre ambos fue casi ensordecedor. Ninguno se movió por unos momentos que parecieron eternos hasta que…

De pronto Lucy sintió como sus pies se despegaban del suelo, era casi como si flotara, casi como cuando era un ángel, excepto que Latis era quien la estaba sosteniendo, girando con ella en brazos.

-No me vuelvas a asustar así. –le repetía él una y otra vez. –Te amo demasiado, no quiero volver a sentir que te pierdo.

-No lo haré. –le prometió Lucy. –Creo que lo que ha pasado en el último año ha sido bastante difícil, pero es la máxima prueba de que nuestro amor puede superarlo todo.

-Sí. –asintió Latis. –Pero aún así creo que me sentiría más seguro si supiera que estás a mi lado, siempre.

-No me volveré a ir. –le aseguró Lucy. –Fue una promesa que hicimos hace dos años, ¿recuerdas? Es cierto que nos tardamos un poco más en cumplirla de lo que habíamos planeado pero…

-¿Llamas un poco más a un año de creerlas muertas?

-Tienes razón. Sé que fue difícil, ustedes no fueron los únicos que sufrieron. Pero al menos ahora sabemos que podremos quedarnos aquí para siempre.

-¿Para siempre?

-Sí, te lo prometo Latis, para siempre.

-Esa es una promesa a la que te voy a sujetar Lucy.

Lucy sólo rió. Pero su risa no duró mucho, pues fue interrumpida por una boca cubriendo la suya, la de Latis. Lucy sólo pudo sonreír en el beso a la vez que lo correspondía con todo el sentimiento de su corazón.

 

Cuando Anaís despertó descubrió, al igual que Lucy, que se encontraba en una cama que no era en la que había dormido las últimas semanas; aunque debía admitir que tampoco le era del todo desconocida, ya una vez antes había estado ahí, en la recámara del príncipe de Céfiro, del amor de su vida…

-¿Paris? –preguntó Anaís abriendo sus ojos lentamente.

Al mirar a su lado pudo notar los ojos miel que la observaban atentamente, ahí estaba Paris, sentado en una orilla de la cama, sosteniendo su mano suavemente.

-Hola ángel mío. –saludó Paris pasando su mano libre por unos mechones del cabello de Anaís, despejándole el rostro.

-¿Estoy soñando? –preguntó Anaís aún sin enderezarse.

-No Anaís, no estás soñando. –le respondió él remarcando su nombre con dulzura. –Esto es real, vencieron a Debonair, salvaron Céfiro, otra vez, y ahora yo te estoy cuidando a ti.

-Todo es tan extraño, casi como si hubiera estado viendo todo a través de los ojos de otra persona… -murmuró Anaís, parecía estar tratando de comprender las cosas.

-Quizá a través de los ojos de Ania. –le dijo Paris.

Y fue como si en ese momento Anaís terminara de despertar y su mente se aclarara, lo entendió todo.

-Es cierto. –asintió ella comprendiendo. – La Torre de Tokio, la explosión, el Bosque del Silencio, yo tenía amnesia.

-¿Amnesia? –preguntó Paris.

-No podía recordar nada de lo que había sucedido. –le explicó Anaís. –Era como si toda mi vida se hubiera borrado de mi mente. De alguna manera me quedé convencida que había vivido siempre ahí, conocía el bosque bastante bien, me hice de un hogar y un estilo de vida, y estuve viviendo así hasta que los monstruos comenzaron a aparecer. Por alguna razón sentí que tenía que actuar, que no podía quedarme simplemente mirando las cosas; así que hice mi arco, mis flechas, y me lancé a cazar a los monstruos que aparecían en el Bosque del Silencio.

-Y así fue como te conocí, o te volví a conocer. –dijo Paris. –No puedo creer que no me diera cuenta desde un principio quien eras tú.

-Eso fue porque no debías. –le dijo Anaís con calma.

-¿De qué hablas? 

-Todo era una prueba; o al menos eso fue lo que nos explicaron los genios. Una prueba para ver si lucharíamos igual por Céfiro aún sin llevar el título de Guerreras Mágicas.

-Y lo hicieron.

-Sí. Creo que las tres pensamos igual que no podíamos dejar que Céfiro se destruyera, no si nosotras podíamos hacer algo para evitarlo.

-Y lo hicieron.

-Ajá. Aunque además esta prueba trajo otro resultado no esperado.

-¿Lira?

-Exacto. Ni siquiera los genios esperaban que alguien más actuara de la misma manera que lo hicimos nosotras, peleando por Céfiro sin dudarlo, aún arriesgando su propia vida. Eso era más de lo que cualquiera de ellos hubiera podido esperar.

-¿Y ustedes?

-Creo que Lucy siempre supo que Lira era capaz de hacer algo así; después de todo y si lo miras en cierto modo ambas son muy parecidas, casi como hermanas.

Paris tenía que admitirse que tenía razón.

Nuevamente el silencio reinó por unos momentos.

Anaís se enderezó en la cama y se empezó a estirar, por lo entumida que estaba era obvio que llevaba un buen rato dormida, algo que debía haberse imaginado en realidad.

-¿Volverán a Mundo Místico? –la voz de Paris sonaba vacilante, casi temerosa al hacer esa pregunta.

-No. –respondió Anaís sin titubear.

Paris sintió como Anaís lo tomaba del mentón y le giraba el rostro para que ambos pudieran mirarse a los ojos.

-Mi hogar está aquí, contigo. –le dijo ella con una suave sonrisa.

Paris no necesitó más, atrajo a Anaís hacia sí y de inmediato la besó.

 

Cuando Lira despertó estuvo a punto de entrar en pánico ya que notó que no se encontraba en el cuarto que le había sido asignado y definitivamente no reconocía el lugar donde se encontraba.

-Tranquila. –escuchó una voz a su izquierda. –Estás a salvo.

Por alguna razón Lira notó que la voz tuvo un efecto relajante en ella, y aunque aún no sabía donde estaba realmente ya no se sentía nerviosa ni asustada.

-¿Te sientes bien? –le preguntó la misma voz a Lira.

Era una voz masculina, y fue entonces que ella la reconoció.

-Joven Ascot… -murmuró ella.

-Ya te lo había dicho antes Lira, llámame sólo Ascot. –le dijo el convocador de criaturas con una sonrisa. -¿Estás bien?

-Sí. –respondió Lira finalmente. –Me siento algo desubicada, y entumida, pero fuera de eso estoy de maravilla.

-Te puedo ayudar a ubicarte diciéndote que estás en mi habitación. –le dijo Ascot. –Te traje aquí después de que las encontramos a ti y a las otras chicas inconscientes afuera del castillo; me pareció que aquí me sería más fácil cuidarte que en el cuarto de huéspedes. Y lo de entumida puede deberse quizá al hecho de que pasaste un día entero inconsciente.

-Oh, siento mucho las molestias ocasionadas. –dijo Lira de inmediato poniéndose de pie.

Casi de inmediato Lira se arrepintió de lo que había hecho con el fuerte mareo que asaltó sus sentidos.

-No fue molestia alguna. –le aseguró Ascot al tiempo que la tomaba de los hombros y la ayudaba a volver a sentarse. –Era lo menos que podía hacer. Todos en Céfiro les debemos mucho a ustedes cuatro.

-No, a mí no. –Lira negó fervientemente. –Yo no soy una Guerrera Mágica, no merezco los mismos honores que ellas.

-Me atrevo a diferir con esa creencia. –le dijo Ascot con calma. –Y por lo que puedo ver no soy el único.

Lira notó que él estaba señalando el guante en la mesita a un lado y el brazalete que aún llevaba puesto.

-No soy precisamente un experto en el asunto, pero estoy segura que no es casualidad que se te haya otorgado eso. –le dijo Ascot. –Además de que cuando te desvaneciste de la Sala del Trono, tu presencia desapareció por completo de la faz de Céfiro, igual que la de ellas tres, la única posible explicación para esto es que hubieran viajado a otro mundo o a otro plano; y yo creo que fue lo segundo.

-Así fue. –asintió Lira finalmente. –Me llevaron al Plano Sagrado.

-¿Qué? –Ascot mostraba una expresión de genuino shock ante esa respuesta. –Pero ese lugar es donde…

-Donde sólo aquellos cuyas almas están juradas a Céfiro, como el Pilar o las Guerreras Mágicas, tienen acceso. –finalizó Lira por él. –Donde ‘duermen’ los tres genios esperando el llamado de las guerreras.

-Es increíble. –dijo Ascot sin reducir su asombro. –Se te dio el honor más grande que puede tener un habitante de Céfiro.

-Y la verdad es que aún no estoy segura si lo merezco. –dijo Lira.

-Vamos, no seas tan insegura, claro que lo mereces. –le aseguró él. –No cualquiera se lanza a la batalla contra monstruos sólo por el bien de otros y poniendo su propia vida en la línea más veces de las que se pueden contar.

-Las Guerreras Mágicas lo hacen, todos los guerreros en Céfiro lo hacen.

-Ahí es donde estás en un error, que probablemente fue el objetivo de todo lo que sucedió. Las Guerreras Mágicas y los guerreros lo hacen, pues ese es su deber, ya sea porque lo hayan escogido en un principio o simplemente fue su destino; no pueden arrepentirse a la larga, no pueden echarse para atrás. Sin embargo tú, sin tener obligación alguna, te lanzaste a la batalla, igual que hicieron ellas. Si mis suposiciones son correctas fue por eso que decidieron darte tales honores, y coincido en que los mereces.

Lira ya no dijo nada, estaba algo apenada con tantos halagos.

-¿Qué te parece si vamos al comedor? –propuso Ascot. –Ya es casi la hora de la comida, debes estar hambrienta.

Lira tenía que admitir que así era, se limitó a asentir.

Ascot se levantó y ayudó a Lira a ponerse en pie, pero por accidente ella dio un paso en falso y se resbaló, en el intento Ascot de evitar que ella cayera al suelo terminó sujetándola entre sus brazos, en un profundo abrazo.

Lira se sonrojó aún más con ese hecho; mientras que Ascot no pudo evitar sonreír.

 

Marina se levantó con lentitud de la cama en que había estado descansando para ahorrarse cualquier posible mareo. Cuando no sintió que hubiera inconveniente finalmente se puso en pie. No reconocía la recámara donde se encontraba, pero aún llevaba la misma ropa que antes de la pelea, y eso no le agradaba mucho.

Discretamente Marina salió de la recámara donde estaba y volvió hasta el ala de invitados, desde que recuperara sus recuerdos ya no le extrañaba el poder ubicarse en el castillo. Una vez en el que fuera su cuarto las últimas semanas tomó un vestido largo hasta los tobillos, vaporoso y de tirantes gruesos que combinaba diversos tonos claros de azul.

Mientras Marina se bañaba no podía evitar rememorar lo sucedido en los últimos dos meses desde que llegara al castillo con la identidad de Nerissa, y en el transcurso de todo el año en que ella llevara vida de Cefiriana.

‘Me pregunto qué deberé hacer ahora…’ pensaba Marina. ‘Quedarme aquí, volver a la casa en la playa o…a la Tierra …’

Marina salió finalmente de la ducha, se vistió; y después, como no tenía algo que hacer decidió vagar por un rato por los pasillos. No iba a buscar a Anaís y Lucy porque estaba no estaba segura si ya habrían despertado, y si así había sido seguramente iban a querer estar con sus respectivos amores, y ella no quería interrumpirlas.

Después de un rato caminando llegó hasta las puertas del Salón del Trono, no estaba muy segura como había llegado ahí, era como si inconscientemente sus pies la hubieran guiado hasta ese lugar.

Aún podía ella recordar lo sucedido el día previo, justo antes de la batalla, la manera tan violenta en que había ingresado en esa misma sala, con toda la intención de reclamarle al hechicero que liberara a su amiga, ‘Scarlet’; y sin embargo no había llegado a decirle nada de eso, su atención se había visto distraída con la manera en que Guru Clef la había mirado, y después el comentario que había hecho acerca del anillo.

Al pensar en ese Marina frotó involuntariamente el anillo que aún llevaba en el dedo anular de su mano izquierda. Aún y cuando había olvidado todo, incluso que era una Guerrera Mágica, de Mundo Místico, hasta que su verdadero nombre era Marina; nunca había podido olvidar lo importante que era ese anillo, que aunque no podía precisar quien se lo había dado, sabía que tenía un significado muy importante para ella.

Ese anillo siempre significaría algo muy importante para ella, no por su valor material, sino por su valor sentimental, por el hecho de quien se lo había dado.

‘Me pregunto qué pensará él de haberme dado este anillo…’ se dijo Marina pensativa.

-Clef… -no pudo evitar suspirar en voz alta.

-¿Marina? –escuchó una voz preguntar a un lado.

Marina giró bruscamente y lo pudo ver; ahí, a apenas un par de metros de ella se encontraba él, el mismo hechicero en quien no podía dejar de pensar ni un momento: Clef.

El silencio se mantuvo por unos segundos que parecieron eternos hasta que finalmente Marina hizo lo que le pareció era lo más prudente en ese momento, una ligera caravana al hechicero y se dio la vuelta para marcharse.

-Espera… -la llamó Clef, su voz casi directamente en el oído de ella.

Y sin embargo no fue la voz de él lo que la detuvo realmente, sino la mano del hechicero, sujetando la muñeca de ella, con firmeza pero a la vez delicadeza.

-No te vayas…por favor… -pidió Clef directamente detrás de ella, su voz apenas superior a un suspiro, y aún así el tono de súplica era evidente. –No me dejes otra vez…

Había algo en su manera de hablar, en la manera en que le tomaba la mano, en la manera en que su aliento parecía hacerle cosquillas a Marina en el cuello, se sentía como hipnotizada. Era como si se estuviera perdiendo en la profundidad de todos sus sentimientos, lo que sentía cada vez que lo veía a los ojos, excepto que ahora no hacía falta eso, ahora tan sólo el tenerlo cerca le provocaba esas mariposas en el estómago, ese sonrojo en sus mejillas, la respiración entrecortada, la aceleración en el latir de su corazón…no cabía duda alguna, ella amaba a ese hechicero más que a su propia vida.

-Clef… -murmuró Marina girándose lentamente.

Ella no sabía qué decirle, sólo deseaba que de alguna manera con sólo verla a los ojos él entendiera todo lo que estaba sucediendo dentro de ella.

Y al parecer así fue porque en ese preciso momento Clef le rodeó la cintura con un brazo, la espalda con otro, atrayéndola contra sí; Marina quedó con una mano en la nuca de él, la segunda recargada en su pecho.

Hubo un silencio entre ambos que duró por unos momentos, sin embargo no era un silencio incómodo, sino más un silencio como de ensoñación, un momento para detenerse a imaginar, el futuro más maravilloso que alguien puede desear.

-Clef…yo… -Marina sabía que tenía que decirlo, tenía que expresar lo que sentía, pero no lograba pronunciar las palabras.

-Te amo Marina… -murmuró el hechicero al mismo tiempo.

La Guerrera del agua sólo encontró una manera de responder a eso, se paró de puntas y rozó los labios de Clef con los suyos, era un beso breve, vacilante.

Pero Guru Clef no iba a permitir vacilaciones, no cuando finalmente tenía la chica de ojos como el mar donde la quería, en sus brazos; apretándola aún más hacia el cuerpo de él Guru Clef capturó los labios de ella en un beso largo y tierno, que ella no tardó en responder. El resultado fue obvio: la más increíble demostración de sentimientos, de su gran amor.

 

Las cuatro chicas y sus respectivas parejas se reunieron un rato después en el Comedor; donde se encontraron con Presea, Caldina y Ráfaga, que ya los esperaban.

-¡Mis niñas! –exclamó Caldina, de inmediato corriendo a abrazarlas.

-Eh…Caldina…no podemos respirar… -murmuró Marina en voz baja.

Caldina de inmediato las soltó al tiempo que dejó salir una risita nerviosa.

Lo que realmente dejó a todos sorprendidos fue cuando Ráfaga fue a arrodillarse frente a Lucy, quien no entendía lo que sucedía.

-Ráfaga… -murmuró Lucy en shock. -¿Por qué…?

-He cometido la mayor falta posible. –dijo Ráfaga sin alzar la vista. –He dudado de vos, mi lady. Eso es algo imperdonable.

-No, no lo hiciste. –respondió Lucy con resolución.

-¿Perdón? –incluso Ráfaga estaba confundido, no esperaba esa respuesta.

-No dudaste de mí Ráfaga. –le dijo Lucy con convicción. –Dudaste de Scarlet.

-Pero tú eres Scarlet, o eras. –le recordó Caldina.

-Pero eso ustedes no lo sabían hasta el día de ayer. –puntualizó Lucy. –Igual que yo no sabía que mi verdadero nombre era Lucy Shidou, era una Guerrera Mágica y el Pilar de Céfiro; y que Marina y Anaís tampoco recordaban quienes eran. –hizo una pausa. –Ráfaga no dudó de mí, él dudó de una muchacha a quien no conocía más que por el título que le daban los cefirianos de ‘Guerrera Suicida’, aún cuando su nombre ‘real’ era Scarlet. Él habló y actuó pensando en el bienestar de una persona que sí conocía, que era el Príncipe Paris; es por eso por lo que más que molestarme sus actos me parecen de lo más lógicos en la situación que se presentó. Yo en su lugar hubiera hecho lo mismo.

Los demás parecieron entender de lo que hablaba.

-Ahora levántate por favor Ráfaga. –le dijo Lucy. –Quiero que sepas que sin importar los títulos y lo que pueda pasar siempre serás un gran amigo. Eso nunca va a cambiar.

Ráfaga asintió.

Al ver a Lucy ahí frente a ellos vieron en verdad a su Dama, aún ataviada con un sencillo vestido rosa, el cabello algo revuelto por andar corriendo por los pasillos y el hecho de que no llevaba la corona, nadie se atrevería a dudar que ella era el Pilar de Céfiro.

-Si no recordabas, ¿Cómo fue que recuperaste la corona entonces? –preguntó Ascot picado de la curiosidad.

-Sabes, -comentó Lucy. –Esa es una buena pregunta, aunque no estoy del todo segura de la respuesta. Supongo que una parte de mí sí sabía quien era yo, los poderes que me habían sido concedidos, lo que necesitaba hacer para salvar Céfiro y lo hice, aún cuando no fui del todo consciente de ello.

-Es como aquel día que desapareciste. –observó Lira. –Cuando te encontré en aquel árbol, aferrada al medallón y dijiste que no podías dejar de llorar.

Esas palabras llamaron la atención de todos, en especial de Latis.

-¿No podías dejar de llorar? –preguntó el espadachín mágico.

-Fue igual que el día de ayer, cuando me encontraste en la cama llorando. –le dijo Lucy. –Mi poder como el pilar estaba activo, lo cual significa que yo aún sentía el dolor, el miedo de todas las personas; pero al no estar consciente de ello no sabía que hacer. Sentía que la gente me estaba pidiendo ayuda a gritos, y yo no sabía que hacer para ayudarlos. Eso me ponía muy mal emocionalmente. –suspiró. –A decir verdad eso fue lo que llevó a ser la ‘Guerrera Suicida’, el sentir las súplicas de la gente por ayuda, empecé a responder a ellas de la manera que mejor se me ocurrió, y así acabé lanzándome a batallas que parecían ser inútiles; pero esos mismos sentimientos me daban fuerzas para seguir, para ganar. Además, cuando la gente me felicitaba, aunque fuera por unos momentos, los gritos y las súplicas en mi cabeza se acallaban; era como si por un rato la gente quedara satisfecha.

-Pues parece que todo salió bien al final. –comentó Presea.

-Claro que salió bien. –dijo Paris. –No estaríamos aquí si no hubiera salido bien.

El resto tuvo que admitirse que tenía razón. 

Así pues el grupo se dispuso a comer. Después tendrían tiempo para platicar, enterarse de lo que habían hecho las chicas durante esos meses antes de llegar al castillo; y para ellas de enterarse lo que habían hecho sus amigos.

También habían planeado para el día siguiente una celebración, que todo Céfiro supiera que ellas habían vuelto para quedarse definitivamente.

Definitivamente todo iba a cambiar a partir de ese día…

 

***Notas de la autora***

Por fin conseguí terminar de escribir éste capítulo. En verdad que me costó trabajo, pues cuando lo empecé no tenía ni idea de lo que iba a escribir. Sabía que quería romance con todas las parejas, pero no sabía como conseguirlo, espero al final haberlo logrado. En el siguiente capítulo todavía habrá algo más de romance y un desenlace definitivo a todas las situaciones planteadas. Después de mucho pensarlo he decidido no escribir una secuela para ésta historia, ya tengo otras secuelas prometidas que aún no escribo, no quiero prometer más cosas que no pueda cumplir. Así que el siguiente será ya el última capi de éste fanfic. Espero lo disfruten.