LOS HEROES SON RECORDADOS PERO...

 

 

X

Cicatrices

 

Y uno aprende

 

Después de un tiempo, uno aprende la sutil diferencia

entre sostener una mano y encadenar un alma,

y uno aprende que el amor no significa acostarse

y una compañía no significa seguridad.

 

Y uno empieza a aprender

que los besos no son contratos

y los regalos no son promesas

y uno empieza a aceptar sus derrotas

con la cabeza alta y los ojos abiertos.

 

- J.L. Borges

(Fragmento).-

 

 

- ¿Quién es Shon?-

 

La guerrera parpadeo haciendo desaparecer las imágenes que aun rondaban su cabeza. Reconoció enseguida al hombre sentado en su cama, moreno, ojos color ámbar, barba de candado y cabello verde que en ese momento llevaba suelto. Por eso lo había confundido con él.

 

- Es alguien de Mundo Místico.- Respondió ella.

 

- ¿Amigo tuyo?-

 

- Podría decirse que sí…-

 

La verdad era que nunca había sabido darle un nombre al tipo de relación que llevaban. Trabajaban juntos, salían juntos, celebraban fechas especiales. El siempre era atento y cariñoso con ella, la trataba con delicadeza, con paciencia y dulzura, respetaba su secreto, nunca preguntaba por su pasado, si ella no lo mencionaba. Con él, se sentía mimada, querida, protegida…

 

- ¿Te sientes bien?- Pregunto el Rey, al notar la mirada perdida de la rubia. Se había sentado en la cama, junto a ella.

 

- Si, no te preocupes. Solo era una pesadilla.-

 

 Una pesadilla, que se repetía constantemente, desde la muerte de sus padres. Ahora sabía, que sus poderes de Guerrera Mágica la habían salvado. 

 

- ¿Qué lo ha traído a mi habitación esta noche, su majestad?- Anais, utilizo ese tono frío, enigmático que había utilizado con él en el Bosque del Silencio. París no sabía si era solo una pregunta, una manera de darle a entender que no era bienvenido o se estaba burlando de él.

 

- Escuche que gritabas…- Dijo él, sintiéndose tonto, como un adolescente que confiesa estar espiando a la chica que le gusta.

 

- Y viniste a salvarme, ¿aun vas por los bosques salvado chiquillas en peligro? Lamento decirte que hace años que aprendí a cuidar de mi misma.-

 

Le guiño un ojo coquetamente y la habitación quedó en silencio a excepción de sus respiraciones entrecortadas por un beso.

 

¿Quién comenzó?, ¿por qué no se detuvieron?, jamás lo sabrían.

 

Cayeron sobre el colchón mientras sus lenguas seguían entrelazadas en una danza salvaje.

 

Unas manos grandes y morenas, vagaron libremente reconociendo un cuerpo que ya les había pertenecido, una vez en su adolescencia, una más, unos cuantos días atrás, pero aun estaban ansiosas de tocar la piel que se escondía bajo las sabanas y el camisón.

 

Pero por ahora, la dueña de aquel cuerpo, tenía otros planes, girando se coloco sobre él quedando sentada sobre su vientre, ejerciendo una deliciosa presión sobre su miembro. Las manos, pequeñas y blancas, desabrocharon la capa, y bajaron despacio por el pecho hasta encontrar el final de la camisa que lo cubría para después apartarla de su dueño.

 

Acaricio la piel bronceada y pasó sus dedos por una línea irregular de piel sobre el pecho bronceado, una cicatriz muy cerca del corazón. Lo interrogo con los ojos, parecía que la herida había sido muy grave, una herida que quizás, pudo haberlo matado.

 

Por algunos segundos, los ojos dorados del Rey de Céfiro, se perdieron en la nada. Tal vez recordaba, tal vez trataba de olvidar, quizás ambas cosas…

 

El coloco su mano morena, sobre la blanca que estaba en su pecho y la retiro con delicadeza, la llevo hasta su boca y la beso. No tenía importancia ahora.

En respuesta a la caricia, ella se lanzo sobre su cuello y comenzó a besarlo, dejando un rastro húmedo que termino en el lóbulo de la oreja, mordisqueo la piel suave provocando un estremecimiento en su amante.

 

Las manos de París en cambio, habían logrado realizar su deseo colándose debajo del camisón, acariciado las piernas delgadas pero fuertes, y ahora presionaban los glúteos de la mujer sobre él.

 

Volvieron a rodar, ahora, el estaba sobre de ella, y la besaba con desenfreno, la tocaba con locura, ella lo abrazaba y acariciaba su espalda, una de sus manos pequeñas y delicadas, tomo de la muñeca a una de las grandes y toscas de él para guiarla a su seno. La caricia la estremeció, y la hizo gemir, aun sobre la tela del camisón.

 

El tomo el seno con su mano, y lo sobo suavemente, ella abrazo sus caderas con sus piernas. La otra mano morena, logro quedarse dentro del camisón, sobando el glúteo, aprovechando esta ventaja estratégica, comenzó a jalar la tela, desnudando a su dueña. Esta se dejo hacer, y levanto los brazos para acabar solo cubierta por sus pantaletas. Lo miro con lujuria en los ojos, y el volvió a abalanzarse sobre ella, la beso de nuevo, sus manos bajaron tocando la piel.

 

Ella le sujeto la cabeza con ambas manos, y la bajo hasta su pecho, él capturo el pezón con su boca, lo lamió y succiono mientras acariciaba el otro con la mano, ella pego su cadera a la de él, acariciando así, la parte más sensible de la anatomía de su acompañante, él gimió, y puso mayor ímpetu a sus caricias.

Abandono el seno, para bajar besando su estomago, su cintura, su vientre, se topo con la prenda intima y la retiro con su boca para besar el monte de Venus, nuevos quejidos de placer, salieron de la boca de su compañera.

 

Comenzó a reconocer el área dentro de ella con su lengua hasta encontrar un pequeño nudo de carne al que dirigió toda su atención, ella levantaba la cadera respondiendo la caricia. El se retiro un poco para despojarse de sus pantalones, tomo la mano de la rubia y la acerco a su entre pierna, ella pareció dudar un poco pero tomo entre sus manos el miembro palpitante, lo acaricio asía arriba y así abajo, el paso una mano por detrás de su cuello y la acerco hasta él, juntando sus cuerpos completamente desnudos. La abrazo y la beso, de nuevo en el colchón, su excitación estaba al límite.

 

Ella lo recibió abrazándolo con las piernas, él se despego un poco acomodo su miembro en la entrada de ella, y empujo suavemente.

 

Siguieron besándose, mientras el la penetraba, el ritmo fue subiendo de intensidad, trataban de moverse a un mismo tiempo, aunque no siempre lo lograban. Se detuvieron un momento para cambiar de posición, París se recargo en la cabecera de la cama y Anais se sentó sobre él quedando cara a cara.

 

Ella comenzó a subir y bajar sus caderas, abrazada a su cuello, el la tomo de la cintura para tenerla cerca y ayudarla a moverse. Ella comenzó a hacerlo con mayor rapidez, restregando su vientre contra su acompañante, las contracciones en su sexo le indicaron que pronto alcanzaría el clímax., él la dejo hacer, cuando parecía desvanecerse en sus brazos, volvió a tumbarla en la cama y comenzó a mover su miembro dentro de ella hasta que el también calló rendido.

 

Se hizo a un lado, aun disfrutando del calor del cuerpo junto a él.

 

Quedaron cara a cara, en silencio.

 

Anais se mordía el labio en señal de ansiedad, sus ojos delataban que estaba apunto de llorar. París la acerco a su pecho y dejo que se desahogara, odiaba ver llorar a una mujer, pero no sabía que decir para consolarla, se quedo acariciándole la dorada cabellera hasta que se durmió en sus brazos.

 

Cuando el día entro aquella mañana por la ventana, encontró únicamente una mujer sola, abrazada a una almohada, y con rastros secos de lágrimas en las mejillas.

 

***

 

París había salido, casi al despuntar el alba de la habitación.

 

Acababa de cerrar la puerta, suavemente para no despertarla, cuando sintió el golpe. Fue tan rápido y tan inesperado, que no pudo hacer nada para detenerlo, su real cuerpo fue estrellado contra la pared. Se incorporo, un hilillo de sangre corría por su boca, vaya que el chico pegaba fuerte.

 

Un segundo puñetazo.

 

El Rey lo esquivo, y detuvo el tercero con su mano. Miró directo a los ojos de su atacante, sostuvieron un duelo de miradas hasta que Maat se soltó y retrocedió.

 

- Eres un canalla.- Escupió Maat, para después marcharse y desquitar su furia contra cualquier otra cosa o personas que se cruzara en su camino.

 

París lo observo alejarse y tomo el camino contrario, su cabeza era un remolino de recriminaciones, culpas, y sentimientos encontrados. Lo de esa noche, no debía pasar, pero paso, Maat no debía verlo salir del cuarto de Anais, pero lo vio, él no debería de estar pensando en romper el compromiso con la mujer que amaba, pero lo estaba haciendo. Se dirigió con pasos rápidos a las caballerizas, ensillo un caballo y salio del castillo acompañado por los primeros rayos de sol, de la mañana.

 

eeeee
 

 

 


Sin embargo, no era el único a quien sus pensamientos atormentaban, el mago más poderoso de Céfiro, libraba con su peor pesadilla:

 

Incertidumbre…

 

Ese no saber…

 

La sensación de caminar en un pasillo oscuro sin saber que hay delante…

 

Odiaba sentirse así cuando era él, quien regularmente tenía todas las respuestas…

 

La visita de su hermana, y la aparición inesperada de un hermano que no recordaba, no lograban aclarar nada…

 

Más bien habían cambiado el pasillo por una cueva en penumbra, cuyas rocas lo hacían tropezar y cuyos abismos se abrían peligrosamente bajo sus pies.

 

- ¿Te sientes bien?, No has probado nada de tu desayuno.- Lo miro angustiada, su mujer.

 

- Disculpa Medea, no tengo apetito.- Contesto cortésmente.

 

Recorrió el salón comedor, con la mirada. Una gran habitación con cinco enormes mesas rectangulares y unas 25 sillas en cada una, casi nunca se usaba, solo en eventos diplomáticos con embajadores de otros planetas o en las reuniones con la nobleza de Céfiro. Fuera de eso, él Medea y su hijo, desayunaban en una pequeña habitación junto a la cocina, a Medea le gustaba preparar el desayuno aunque no tenía que hacerlo, a veces los acompañaban París e Iris cuando no desayunaban fuera, o en su habitación, Latis, prefería desayunar en un mesón de alguno de los pueblos cercanos, aunque de vez en cuando aceptaba la invitación de Ráfaga y desayunaba en casa de Caldina, en donde se quedaba Ascot cuando se encontraba en Céfiro.

 

Sin embargo, las ultimas semanas todos, incluyendo a los embajadores de los otros planetas, habían estado desayunando, comiendo y cenando en el salón comedor cuando no tenían otras ocupaciones. Había sido bastante agradable, hasta hace dos días en que se revelaron las identidades de las Guerreras Mágicas.

 

Desde entonces las amenas charlas, se habían convertido en incomodo silencio y miradas furtivas. Miradas que iban principalmente dirigidas a las Guerreras Mágicas, pero en ausencia de ellas, todos estaban pendientes de él, querían respuestas, respuestas que por lo pronto él no podía darles, por que no las tenía.

 

No estaba de humor para comer nada, solo se había presentado a desayunar, para convocar la reunión que tendría lugar esa tarde, por instrucciones de sus hermanos, “Ahí, hablaremos”, había dicho Vada como única contestación a sus preguntas.

 

- Tendremos una reunión esta tarde en el salón del trono.- Anuncio finalmente, para después retirarse.

 

El comedor se lleno de susurros después de la salida del mago. Los embajadores de otros planetas, se mostraban tensos y recelosos, demasiado secretismo para su gusto. ¿Por qué las Guerreras Mágicas permanecían ocultas?, ¿Qué es lo que Guru Clef tendría que decirles ahora, si los habían excluido en la primera reunión?, ¿Por qué el Rey de Céfiro tampoco se había presentado a desayunar?

 

Había una persona en especial, que estaba realmente perturbada por eso, no solo por su ausencia en el desayuno, también por que sabia que Paris, no había dormido en su habitación esa noche.

 

Lo sabía, por que había ido a buscarlo, pensando que se había quedado dormido, como en tantas otras ocasiones. Sin embargo, esta vez no encontró el desorden habitual con el que siempre se topaba por lo descuidado que era el joven monarca, y tampoco encontró el cuerpo cubierto por las colchas reales de los pies a la cabeza, que tantas veces había tenido que arrastrar fuera de la cama como si fuera un chiquillo.

 

No, esta vez, encontró una cama sin deshacer y una habitación impecable, muestras de que el monarca, no la había utilizado, desde que las mucamas la arreglaran la mañana anterior.

El descubrimiento le cubrió los ojos de lágrimas. Se obligo a pensar, que Paris, jamás le había dado motivos para dudar de él, había desafiado a toda la nobleza del planeta para poder hacerla su reina, tenía una cicatriz en el pecho que lo atestiguaba, la amaba.

 

Con dolor, recordó, una etérea silueta femenina, que vio pasar a lo lejos por un oscuro corredor, la noche antes del día que supuestamente se llevaría a cabo su Unión, con el monarca.

 

- ¡NO!.- Se dijo a si misma, y se obligo a repetir las palabras que Medea la había dicho.- ¡Nadie en Céfiro podría separarnos!- Pero, el mismo pensamiento que cruzo aquella mañana por su mente, volvió a traicionarla:

 

“Nadie en Céfiro, pero que tal alguien de otro mundo”

 

Iris se levanto y también se marcho, tampoco tenia ánimos de desayunar. Había estado tan absorta en sus pensamientos, que no se había dado cuenta, de que el comedor estaba casi vació. Al parecer, todos estaban algo inapetentes esa mañana.

 

eeeee
 

 

 


No muy lejos de ahí, otra mujer se sumía en sus propias reflexiones, intentando entender el camino que había recorrido y que la había conducido a donde se encontraba.

 

¿Qué llevaba a una mujer a entregarse aun hombre que no ama?

 

Lujuria, deseo, ambición, dinero, poder, amenaza…

 

Muchos habían intentado utilizar cualquiera de esos métodos con ella, pero ninguno pudo tenerla. Estaba muy bien protegida por un orgullo de acero, que desdeñaba a los pretendientes que intentaban llevarla a la cama con promesas de placer, ser hija de una de las familias más ricas del Japón, y la creciente influencia de su padre en la política del país, la protegieron del resto, que se resignaban a lanzarle miradas lascivas, al saberla fuera de sus influencias, poder y dinero.

 

Fue una funesta combinación lo que la hizo caer al fin:

 

Soledad y Sake

 

Eso era lo que la había hecho entregarse al joven abogado protegido de su padre, de cabellos negros, tez blanca y astutos ojos azules. Desde el momento en que su progenitor los presentó, en una reunión, había leído en sus ojos, la gran impresión que le había causado, conocía esa mirada embelesada, por que la había visto en los ojos de muchos otros hombres.

 

El comenzó a cortejarla y ella no lo detuvo, por que le divertían sus ocurrencias, aceptaba su compañía y sus regalos, como un favor especial a su padre, a quien le simpatizaba mucho por su gran ambición y su noble corazón, una combinación extraña en un abogado.

 

Sin embargo, ella nunca pensó en serio en él, era algo así, como una distracción, un flirteó inocente, que mantenía a raya a los otros fastidiosos que la asediaban. Nunca pensó que las cosas llegarían tan lejos.

 

Ocurrió en su departamento, regresaban de una fiesta y la prensa había tomado al fin, fotos del “romance de la joven diva”, de quien ya se comenzaba a rumorar que era lesbiana, por que ya había rechazado a la mitad de los hombres más atractivos del Japón, y algunos extranjeros, ni que decir de los poderosos. No se le conocía un solo hombre en su vida, aparte de su padre.

 

Cuando comenzó a salir con Akira, el rumos corrió como pólvora, pero antes de esa noche, los tabloides no tenían ni una foto de ellos juntos, ella era extremadamente cuidadosa con eso. Pero ese día, había tomado demasiado como para notar a los fotógrafos, que lograron una excelente fotografía de la pareja, saliendo de un concurrido antro VIP.

 

Llegaron al departamento de Marina, riendo por el incidente, con esa alegría entupida que produce el exceso de alcohol. Pero tan pronto como Akira cerro la puerta, el humor de su compañera de jerga, dio un giro de 180 grados.

 

Lloraba desesperadamente. El reloj acababa de cruzar la media noche, ya era otro día.

 

No era un día cualquiera, se había cumplido un año más de que ella viniera al mundo.

 

Eso quería decir, que ya había pasado poco más de un año, de que Akira llegara a su vida, y su constante compañía, le había despertado un extraño presentimiento de que le faltaba la mitad de su vida. Dos desde que viera por última vez a Lucy, gracias a su absorbente carrera de matasanos, tres desde que Anais huyera de su casa sin dejar rastro. Ocho de que se conocieran, en la Torre de Tokio.

 

Cumplía 22 años, pero algunas veces, como esa noche, le pesaban como 50. Su carrera como actriz estaba en asenso, tenía aun a sus padres apoyándola, pero ninguna amiga verdadera, ni un amor sincero.

 

Aturdido como estaba por el sake, el protegido de su padre, tardo un poco en darse cuenta de lo que pasaba.

 

- ¿Qué puedo hacer por ti?- Atino a decir, mientras se acercaba a ella, dando traspiés.

 

- No me dejes sola esta noche.-

 

Se le colgó del cuello y lo abrazo, el sake y la soledad la empujaron a besarlo, a llevarlo a su alcoba, y hacerle el amor, a decirle te quiero, te amo, si quiero y acepto.

 

El sake y la soledad, la arrastraron a dos años de matrimonio sin hijos, rutinas, apariencias, gritos, reproches, reconciliaciones, fríos silencios y portadas de tabloides amarillistas.

 

Hasta que decidió dejar de engañarse, y de hacerle daño a ese hombre.

 

- Ya no puedo seguir con esto, quiero el divorcio.-

 

- Puedo cambiar, se que podemos lograrlo.-

 

- No quiero que cambies. Quiero que dejemos de engañarnos, de hacernos daño, quiero terminar con esto ahora.-

 

- ¿Qué, no me quieres?.-

 

- No. Admite que tú tampoco me querías.-

 

- Estas equivocada.-

 

Y se marcho del departamento que compartían, con lágrimas en los ojos.

 

El sake y la soledad, le habían costado a Marina, una cicatriz en la memoria, impresa vividamente por la culpa, de un hombre de ojos color cielo, que la miraron con lágrimas de rabia y tristeza profunda, antes de salir de su vida.

 

Cuando los recuerdos volvieron a su memoria, en aquel cautiverio que compartía con Tueris, descubrió por que se sentía incompleta, por que cuando se entregaba a Akira, sentía que le daba algo que no le pertenecía.

 

Su tristeza, su silencio y sus lágrimas, era por que entendía que el sake y la soledad le costarían dos matrimonios, uno con un hombre al que no amaba, y el otro, a quien a pesar de no recordar durante diez años, había estado presente de alguna forma en su corazón. A quien no soportaría hacer daño. Por eso le había dicho que ya no había nada entre ellos, que el pasado no volvería. Que quería divorciarse de él, o lo que fuera que se le pareciera en Céfiro.

 

Ascot lo tomo con calma, con excesiva calma. Ni reproches, ni reclamos, ni suplicas, ni le pidió explicaciones. Lo único que le dijo, es que los matrimonios en Céfiro, eran eternos.

 

- ¿Marina?, ¿Marina?.-

 

Una voz familiar la saco de su mutismo.

 

Las guerreras habían coincidido en el pequeño comedor, al lado de la cocina, no tenían animo para soportar las miradas sobre ellas, así que las tres tuvieron la misma idea de refugiarse en aquél pequeño espacio, al lado de la cocina, que conocían de sus anteriores visitas a Céfiro.

 

No habían hablado nada entre ellas, no parecían aquellas tres jovencitas que eran entrañables amigas, cuya amistad había salvado el mundo mágico en el que ahora se encontraban. Lucy intentaba aligerar la cargada atmósfera, entablando conversación con Mariana, después de todo, ellas habían seguido en contacto por algún tiempo, después de que Anais desapareciera; y se llamaban de vez en cuando.

 

- Disculpa Lucy, estaba distraída, ¿me decías?.-

 

- Te pregunte por Akira, no lo he visto desde la boda.-

 

Ante la pregunta, Anais arqueo las cejas escandalizada, hasta ella se había enterado de la situación de Marina, a través de revistas y T.V.

 

Marina parpadeo perpleja, o Lucy conservaba aquella ingenua inocencia que la caracterizaba a los 14 años, o estaba tan metida en sus estudios que no se enteraba de lo que pasaba en el mundo. Apostó por lo segundo.

 

- Nos estamos divorciando.-

 

- Lo lamento.- dijo la doctora apenada.-No lo sabía.-

 

- Salió en todos los programas de chismes de Japón y en casi todas las revistas de mala fama.-

 

- Paso tanto tiempo en la clínica y en los libros que no veo TV y nunca me han gustado esas publicaciones.-

 

- ¿Clínica?- La rubia levanto la cara de su tazón de cereales y les dirigió la palabra por primera vez desde que habían recobrado la memoria. Se le veía cansada, y tenía los ojos hinchados, como si hubiera estado llorando.

 

- Si, estudio medicina.- Contesto alegre la pelirroja.

 

- No me lo hubiera imaginado.- Sonrió la rubia.

 

- ¿Verdad que no?.- Dijo la peliazul.- Yo hubiera jurado que llevaría el Dojo junto con sus hermanos, o pondría un refugio de animales.-

 

- Cierto. En cambio cuando tú comenzaste a salir en las revistas no me sorprendí demasiado, siempre pensé que serías modelo.-

 

- Soy actriz.- Contesto la aludida, recargando la palabra.- Interpreto, me caracterizo, estudio personajes diferentes, no solo soy una cara bonita y un cuerpo hermoso.-

 

- Es verdad, de niña, ya hacías drama por todo, y eras algo engreída.-

 

- ¡¡¡¿Qué?!!!!.- Marina lanzo una mirada furiosa a Anais.

 

- Se te olvido mencionar que ya tenía mal carácter desde entonces.- Completo Lucy

 

- ¡Yo no tengo mal carácter!.- Exploto Marina, pegando con las manos sobre la mesa.

 

Las tres mujeres rieron, la rubia y la pelirroja aplaudían mientras Marina hacia reverencias, había sido una buena actuación de una chica berrinchuda de 14 años.

 

- Bueno, Marina es actriz, yo pronto seré doctora, ¿a que te dedicas tu Anais?-

 

- Soy escritora, realizo algunos artículos de investigación para revistas, y hace poco publique un libro.-

 

- Mundo Místico.- Aseguro Marina

 

- ¡Si!- Dijo la rubia

 

- Mundo Místico.- Susurro Lucy, y dolorosos recuerdos, acudieron a su mente.

 

Recordó aquél invierno, dos años atrás, la nieve era de un blanco inmaculado, como las batas de los jóvenes estudiantes de medicina y tan fría como sus corazones.

 

Podía recordar muchos detalles de ese día, tal vez por que se había atormentado volviendo una y otra vez a él, pensando como hubiera podido cambiar el destino de esa pequeña.

 

Aquél no había sido de sus mejores días; los profesores parecían haberse alterado por el clima y habían estado más irritables que de costumbre y sus compañeros habían dado por sentado que estaba loca, cuando les arrebato aquél indefenso animalito al que intentaban torturar. Ya era suficiente dolor para ella tener que sacrificar a aquellos inocentes seres, a favor de la ciencia, como para que todavía encima tuviera que sufrir la agonía de ver como torturaban a un cachorro antes de su muerte.

No podía dejar de preguntarse, ¿Qué harían aquellos aspirantes de matasanos con la frágil vida de un niño si trataban así a sus “pacientes de entrenamiento”?.

 

Había salido de la Universidad sintiendo la cabeza pesada, y un frió que nada tenía que ver con el clima. Se dirigió al Hospital Civil, donde tenía que dar sus prácticas. Era un lugar deprimente, con las paredes pintadas de un verde enfermizo, personal insuficiente para atender a todas las personas que acudían, y siempre con falta de medicamentos y materiales. Por eso había escogido ese lugar, sentía que aunque fuera poco, podía ayudar en algo.

 

La primera vez que había visitado el hospital, no había podido contener las lagrimas al contemplar la miseria del mundo y los estragos del hambre, el frío, la insalubridad, la miseria en general. Ella no era rica, pero comparada con esas personas tan necesitadas, lo tenía todo.

 

Con el tiempo se acostumbro a las conmovedoras escenas, pero se había propuesto no ser como sus compañeros, que volteaban la cara y se alejaban, con pasos apresurados y fría mirada, ignorando a aquella pobre gente. Sin embargo, y a su pesar, debía admitir que sus ojos ya no reflejaban aquella alegría e inocencia de años atrás. La pequeña y tierna Lucy, se había convertido en una mujer que atendía a sus pacientes con amabilidad y cariño,  además de con profesionalismo y entereza. Había sido muy caro el precio, que tuvo que pagar para adquirir dominio de si misma.

 

El viejo galeno los conducía por el pabellón infantil, una serie de cuartos amplios con varias camitas acomodadas a los lados, ocupadas por niños menores de 15 años. Muchos de los pequeños sufrían de enfermedades de las vías respiratorias, otros presentaban serios cuadros de desnutrición. Una de esos niños ere Joyce, una pequeña de aproximadamente 10 años, de cabellos rubios y grandes ojos azules, acentuados por su delgadez., ahora sabía que le recordaba a la Princesa Esmeralda.

 

La niña, según decía el catedrático, sufría de anemia, pertenecía a una familia de inmigrantes, que a pesar de sus esfuerzos, habían perdido todo en su país y se habían ido al Japón, a probar suerte.

 

Los grandes y melancólicos ojos de la niña, despertaban la ternura de cualquiera que la veía, a excepción de aquellos aprendices de matasanos y su experimentado maestro para quien era tan solo un caso más. Para Lucy no, aquella delicada niña, se convirtió en algo así como su hermana menor.

 

Solía visitar a menudo el pabellón infantil, para llevar un poco de cariño y alegría a los pequeños, no mostraba favoritismo por ninguno de ellos, pero su sensible corazón se encariño rápidamente con ella.

 

Pasaba mucho tiempo contándole cuentos, le llevaba dulces a escondidas de las enfermeras, como a todos los otros niños, pero guardaba un chocolate para ella y de vez en cuando le dejaba escoger la historia. Un día al salir de la Universidad, fue a la enorme librería donde adquiría los caros y pesados libros de medicina, que sus hermanos le ayudaban a pagar, cuando la portada de un libro le llamo la atención.

 

Una niña abrazaba el volumen, no constaba de demasiadas hojas, pero tenía una hermosa ilustración de tres adolescentes sosteniendo enormes espadas en un mundo de exuberante vegetación. Lo compro y lo llevo a casa junto con el otro volumen enciclopédico que ya había pedido.

Comenzó a leerles un poco a los niños del pabellón de Joyce todas las tardes, al hacerlo se emocionaba tanto o más que los pequeños y casi podía verse claramente como una de aquellas “Luchadoras de Leyenda”, a veces incluso les actuaba las batallas, para gran diversión de sus oyentes y una que otra enfermera.

 

Su pequeña “hermanita” le hizo prometer, que la llevaría a ver la película basada en ese libro, tan pronto como esta se estrenara. Ese era uno de sus mayores pesares, nunca podría cumplir esa promesa.

 

Joyce murió.

 

Su anemia, resulto ser en realidad cáncer en la sangre, que se esparció con una rapidez fulminante por todo su organismo. Ella no podía dejar de culparse, con todo el tiempo que paso con ella, ¿Por qué nunca se dio cuenta de que el diagnostico estaba equivocado?

 

Se había dado cuenta de cómo la niña no mejoraba, de cómo cada día perdía más peso, de cómo los sueros y los medicamentos no parecían hacer ningún efecto. No fue si no hasta los quintos análisis sanguíneos, que pudieron darse cuenta de lo que en realidad pasaba, ya era muy tarde, el cáncer estaba alojado en cada uno de sus órganos, solo quedaba esperar.

 

Fue testigo de cómo el anciano doctor se lo informaba a los padres con toda la sobriedad y profesionalismo que se requería, vio como la madre, sacaba un collar de cuentas que tenía al final una cruz y comenzaba a murmurar mientras lloraba en silencio, mientras el padre la abrazaba.

Se acerco a ellos, pero no entendía lo que decían.

 

Corrió por el pabellón infantil hasta encontrar la camita de Joyce, la niña se veía más pálida y delgada que nunca.  

 

“Ella me ha dicho que viene por mi, que ya no me dolerá el cuerpo y podré correr, jugar y saltar”

 

- ¿Quién te ha dicho eso?- Pregunto la joven pelirroja

 

- Una señora muy bonita, mi mamá me hablaba de ella, creo que se llamaba Maria.-

 

La pequeña murió tranquila, sin dolor y con una ligera sonrisa en los labios, acompañada de sus padres, con su pequeño hermanito sosteniéndole la mano y con los llorosos ojos de una aprendiz de medicina observándola desde la puerta. 

 

Lucia Shidou, no entendía la extraña fe de esa familia, quien le hablaba de un mundo después de este, y de un hombre que se había sacrificado por toda la humanidad. Pero si entendía el amor que se profesaban, y gracias a ellos entendió que las despedidas, ya fueran definitivas o no, serían una constante en su vida como medico, y que tendría que aprender a dejar ir a las personas, por mucho que se llegara a encariñar con ellas o por mucho que las amara. Esa era la lección que la pequeña Joyce, le había regalado aquella Navidad.

 

- La autora tenía un nombre extranjero.- Dijo la pelirroja con la mirada perdida

 

- Si, firmaba con un seudónimo, Aura Wind, no quería que me encontraran.-

 

Cuando la rubia soltó la ultima frase, un pesado silencio se instalo en el pequeño comedor.

 

- ¿Por qué no?, ¿Por qué te fuiste Anais?, ¿Por qué así? Le partiste el corazón a tu hermana, ella te necesitaba. Nunca dejo de buscarte. Todas estábamos tan preocupadas por ti. ¡Demonios!, escogiste el peor momento para irte de casa.- Reclamo Marina

 

Ahí estaba, sabía que tarde o temprano llegaría, el momento de dar explicaciones. 

 

- Nuca quise lastimar a mi hermana, Pero tenía que irme, constantemente soñaba con el accidente y los recuerdos de Céfiro comenzaron a volver a mi cabeza, me estaba volviendo loca. Necesitaba alejarme de lo que me lastimaba,  volver a empezar, pero sobre todo, encontrarme a mi misma.-

 

- Pudiste decírnoslo, dejar que te ayudáramos.- Expreso la pelirroja.

 

- No, no quería involucrarlas, era algo que tenia que hacer sola.-

 

- ¡Mentira!, estabas huyendo.- Estallo Marina

 

- Es posible. Lo único que quería en ese momento era alejarme de todo, y volver a empezar.-

 

- La Anais que yo recordaba no huía de los problemas. ¡No era una cobarde que le daba la espalda a su familia y amigas!- El genio de Marina había salido a flote y esta vez no era una actuación.

 

- ¿Cuál Anais, Marina?, ¿La chiquilla de 14 años que dependía de todos?,  ¿La de 18 que vio morir a sus padres?, No soy la persona que tu recuerdas, no tienes derecho a juzgarme. No sabes lo que viví, no sabes la angustia que pase dudando de mi propia cordura. No quería involucrarlas, no me hubieran creído.-

 

-¡Éramos tus amigas!,  ¡por supuesto que te hubiéramos creído!-

 

- ¿Estas segura Marina?, ¿Me hubieran creído a los 18, ustedes sin recordar nada, y sabiendo que había sufrido un grave trauma por la muerte de mis padres?, ¿Hubieras creído que yo soñaba con Céfiro?- Anais había subido también el tono de su voz y sus ojos verdes centellaban.

 

- ¡Pero...- Marina estaba apunto de replicar, cuando Lucy intervino.

 

- ¡Basta!, no tiene sentido pelear por el pasado, por lo que pudo o no pudo ser. Estamos de nuevo en Céfiro, tenemos nuestros recuerdos y una misión que cumplir. Eso es lo único que importa, si queremos regresar a casa, debemos permanecer unidas.-

 

- ¿Cómo la primera vez?, ¿Cómo antes?, ¿Crees que aun podemos hacerlo?, ¿Crees que aun podemos ser amigas?.- Marina la miraba esperando una respuesta. Fue Anais quien se la dio.

 

- No, pero ella tiene razón, no debemos pelear entre nosotros, ya hemos pasado por esto, es solo una misión más.- Dijo Anais en un tono helado, se levanto de la mesa y salió del pequeño comedor.

 

- No puedo creer que sea la misma persona.- Se aventuro a decir la peliazul, cuando la rubia abandono el comedor.

 

- Si lo es. Ha sufrido mucho y no quiere sufrir más, por eso no permite que nadie se le acerque demasiado. El amor y el dolor, tienen el poder de transformar a las personas.-

 

- Una observación muy aguda, doctora.- replico la actriz, después de haber peleado de esa manera con Anais, no le sorprendía que Lucy fuera capaz de analizarla así, después de todo, era cierto, las tres habían cambiado.

 

Mientras tanto, la otra guerrera se alejaba por el corredor lentamente, sumida en sus pensamientos. Se sentía algo sola y confundida, como si hubiera vuelto a tener 18 años y un caos en la cabeza. Se sorprendió a si misma, pensando en Shon, quien siempre lograba reconfortarla. Paso el resto del día caminando por el bosque cercano, eso siempre le ayudaba a despejar la mente, y aunque en esta ocasión no le ayudo mucho, por lo menos la relajo, y le evito más encuentros “molestos”.

eeeee
 

 

 


Dentro del palacio, se respiraba un aire tenso, que hizo que el día trascurriera con mucha lentitud. A la hora de la comida el gran comedor, estaba solo, los visitantes de los otros planetas habían preferido replegarse a sus naves, Lucy y Marina, habían compartido el pequeño comedorcito con Guru Clef, Presea y su hijo, Latis había llevado a Alina a un  pueblo cercano, para pasar tiempo con ella, Caldina, sus hijas y Ascot, se habían ido con ellos, por que Ráfaga tenía a toda la guardia en alerta y se negó a dejar su puesto y nadie sabía donde estaban Paris, Iris, Maat y Anais.

 

Bajo otras circunstancias Guru Clef ya estuviera rastreando al soberano, con su magia, por todo el planeta. Pero entendía, que esta vez su “escapada”, tenía motivos más personales, y que si bien era rey, también era un hombre que en esos momentos pasaba por una terrible encrucijada. Nadie tenía que decírselo, no se viven siglos para nada, se había percatado de la forma en que miraba a la guerrera, aun antes de que ella revelara su identidad, además no por nada era el mago más poderoso de Céfiro, y al rey algunas veces se le olvidaba que el castillo tenía “ojos y oídos”. Había decidido no intervenir, Paris, ya no era un niño, y entendía perfectamente sus deberes para con Céfiro, todo lo que esperaba es que nadie saliera demasiado lastimado de aquél asunto.

 

Lo que el no sabía, es que era tarde para eso…

 

París regreso al castillo una hora después de la comida, su ropa estaba rasgada y llena de polvo, había estado cabalgando a todo galope por horas. Tanto el caballo como él, estaban agotados. Ordeno que no lo molestaran, pasó a las cocinas por algo de comer, y se dirigió a su habitación.

 

Una mujer lo esperaba ahí.

 

 

C O N T I N U A R A…

 

Notas de Autora:

 

Me excedí en lo de Anais con Paris, lo se. Esta escena suscito un pequeño debate entre mi editora (esa eres tu Ángel), yo y mi conciencia. A fin de cuentas, decidí dejarla, a pesar de que se, que hay muchas chicas adolescentes leyendo el fic. ¿Por qué?, por que la mayoría tienen una idea muy “rosa” de lo que es el sexo, y mi intención no es dañar susceptibilidades, si no hacerles entender, que no es tan “bonito” como se los platican, es algo serio, que debe pensarse con cuidado y que por más “chochos” y “globitos” que hallan inventado, no hay nada 100% seguro, metanse eso en su cabecita ;).

 

Y como también, parece que a todo el mundo le da por creer que ya por irse a la cama, dos personas se aman, están totalmente equivocados, el amor es mucho más que eso. Puede haber sexo sin amor, y amor sin sexo.

 

En fin, solo quería dejarlo en claro y que analicen bien, lo que va a pasar con esta parejita de aquí al final ;).    

 

Su amiga

Anais

alix2cool@hotmail.com