LOS HEROES SON RECORDADOS PERO...
EXILIO
Eterna soledad, el tiempo danza
en la madrugada
Y no podes dormir, si están todas las luces apagadas
Ya se fue el tren, Y esta calle nunca mas será igual
Aprendiste a tener miedo, pero hay que correr el riesgo
De levantarse y seguir cayendo
No hay nada que perder, cuando
ya nada queda en el vaso
Y no podes saber, que fuerte es el poder de un abrazo
Ya se fue el tren, Y esta calle nunca mas será igual
Aprendiste a tener miedo, pero hay que correr el riesgo
De levantarse y seguir cayendo
Yo lo se, que nadie te dijo
para que todos están aquí
Yo se que la soledad,
te da un cierto confort, no te deja mirar
Eterna soledad, Eterna soledad
Se que la gente busca tu consejo
Pero hay que correr el riesgo,
de levantarse y seguir cayendo
-Eterna Soledad, Enanitos Verdes.-
Se dice que nunca es más oscura la noche,
que cuando esta por amanecer. Sin embargo, aquél día el sol nunca apareció. El
cielo estaba lleno de negras nubes que no dejaban que el astro bañara con sus
calidos rayos la tierra de Céfiro. En un planeta donde el clima es obra del
humor de sus habitantes, los gruesos nubarrones armonizaban a la perfección con
el sombrío estado de ánimo generalizado.
El castillo había permanecido abierto toda
la noche, recibiendo extranjeros que en otro tiempo habían decidido abandonar
su planeta natal para establecerse en Céfiro. Tenían que ser exiliados para no
ser envueltos en una guerra que no entendían, de la cuál se decía, no sobrevivirían. Las naves partirían de regreso a su planeta,
tan pronto como el último inmigrante subiera a ellas.
Por otro lado, la población civil del
planeta, había sido sacada de sus ciudades y pueblos en medio de la noche, para
ser conducidos a refugios provisionales en los bosques y las montañas, ninguno
de ellos fue llevado al castillo a diferencia de cuando desapareciera el
antiguo pilar, por la simple razón, de que el castillo, era de suponerse, seria
uno de los primeros blancos a atacar, nadie estaría a salvo ahí. Incluso el
consejo formado por las nobles familias de Céfiro, había decidido que el Rey
fuera sacado del castillo junto con su prometida, el Guru
y su familia. Paris decidió quedarse, y pese a lo mucho que protesto y se
indigno, Iris fue llevada prácticamente a la fuerza a uno de los refugios en
las montañas. Caldina, Medea y sus hijos, también se
fueron, atrás quedaban los días en que ellas también combatían, ahora tenían
que velar por la seguridad de un tesoro mayor: sus pequeños. Ascot se quedó, prometiéndole a Caldina
que cuidaría de que nada le pasara a su esposo. Las despedidas fueron conmovedoras. No sabían
con seguridad si volverían a verse.
El ejército nunca se había enfrentado a
una batalla real, en la época del pilar, se concentraban en entrenar, cosa que
no se tomaban demasiado en serio por que sabían que la magia del pilar mantenía
su mundo a salvo. Cuando Esmeralda murió, su trabajo fue transportar a los
civiles al castillo y mantenerlos a salvo de las criaturas mágicas y después de
la última aparición de las guerreras mágicas su principal misión era mantener a
salvo al nuevo Rey, cosa que hubiera sido en extremo sencilla si no hubieran
aparecido los tradicionalistas. Habían lidiado con ellos por más de siete años,
eran astutos y algunos muy sanguinarios, pero nada los había preparado para lo
que se pronosticaba. Según los espías que Ráfaga había enviado, el ejército de Osiris crecía día con día, cada vez tenía más guerreros y
hechiceros, provenientes de todo el planeta. Sería una batalla realmente
difícil, especialmente por que las Legendarias Guerreras Mágicas se habían
negado a participar en ella. Marina y Anais, se
habían marchado a los refugios, solo Lucy permaneció en el castillo, después de
todo, su profesión consistía en salvar vidas, y exactamente eso es lo que iba a
hacer.
La nave Dragón de Faharen
fue la primera en despegar, y en unos segundos salió de la atmósfera del
planeta, El fuerte de Ziceta, le siguió, aun no
ganaba suficiente altura cuando el castillo recibió el primer ataque del
ejercito de Osiris. Desde el fuerte, las Reinas de Ziceta, pudieron observar la gran mancha humana que
avanzaba a través del bosque y se acercaba al castillo. Un enorme ejercito
conformado por hechiceros, guerreros y criaturas. Tata dio un gritito de
sorpresa, escoltando al implacable ejercito, podían distinguirse cuatro sombras
gigantescas.
Una de ellas, creó una enorme bola de
oscuridad entre sus manos y la lanzo contra el fuerte. El impacto fue brutal,
la barrera mágica que protegía el fuerte, apenas si logro adsorber el poderosos
ataque, otro igual y serían derribados. Tata quería convocar a sus genios, pero
su hermana le indico con la mirada que no era prudente hacerlo, si lo hacían,
toda su magia seria empleada en ello, desapareciendo la barrea que protegía el
fuerte.
La sombra gesto una nueva bola de energía
y volvió a dirigirla contra ellas, les impacto de lleno y el fuerte comenzó a
caer. Un hombre pájaro detuvo la caída del fuerte.
- ¿Están bien?.-
Pregunto un rostro conocido a través de la pantalla.
- Si, gracias, solo un poco mareadas.- Le
sonrió la reina Tata, al rostro de Ascot que se podía
ver en la pantalla principal del fuerte.
- Eleven de nuevo el fuerte, yo los
escoltare hasta salir de Céfiro.-
Las reinas de Ziceta
no perdieron el tiempo e hicieron un esfuerzo considerable, para volver a poner
el fuerte ha flote, el marido de cada una, sostenía a su esposa para que el
poder invocado no las hiciera desfallecer, antes de poder salir al espacio.
El hombre pájaro, volaba al lado del
fuerte, previniendo el ataque, la misma sombra volvió ha atacar, pero esta vez Ascot lo estaba esperando, lanzo un poderoso hechizo,
creando un “escudo-reflejo”, que devolvió la magia del lugar de donde había
salido. La sombra esquivo la magia que regresaba, y arremetió a toda velocidad,
contra el hombre pájaro, que trasportaba a Ascot, en
su cabeza.
Desde el fuerte, las reinas de Ziceta, contemplaron al gigante que atacaba a Ascot, un genio, sin duda, de color azul oscuro y con unas
líneas negras serpenteando alrededor del cuerpo y la cabeza semejante a la de
una anguila. Se extrañaron, según lo que ellas sabían, solo las guerreras
mágicas, podían convocar a los genios.
- ¿Qué esperan?, ¡Váyanse!- Grito Ascot, cuando se dio
cuenta de que el fuerte había dejado de ganar altura, a unos cuantos metros de
atravesar la niebla que cubría el planeta e indicaba la frontera de Céfiro. Tata
y Tatra no perdieron más tiempo y condujeron el
fuerte a toda velocidad al espació. Miraron el planeta que abandonaban, y un
funesto pensamiento se apodero de sus
corazones. ¿Qué tal si era la ultima vez que contemplaban Céfiro?
Dentro del genio que peleaba con Ascot, Osiris su ocupante,
enfureció al ver como su presa lograba escapar, así que se alejo del hombre
pájaro, para atacarlo desde lejos con una descarga eléctrica, que le pego de
lleno. El hechicero, y su amigo, el hombre pájaro, cayeron al vació.
Apenas reacciono, Ascot
trazo en el aire una estrella de seis picos que adsorbió a su amigo, y convoco
en su lugar, una especie de enorme manta voladora, que lo atrapo en su lomo,
antes de caer a tierra. Osiris, continuó persiguiéndolo, arrojando descargas de
energía. El hechicero se dio cuenta de que su enemigo era poderoso, y que
necesitaba incrementar su poder, si quería vencerlo. Se levanto sobre el lomo
del animal en el que volaba y recito un conjuro.
- Bestia Sagrada con la que yo hago un
pacto, hagámonos uno, para defender Céfiro.-
Las enormes aletas del animal envolvieron
a Ascot, y la criatura comenzó a crecer hasta tener
la altura del genio de Osiris y una figura humanoide. Sobre el pecho de aquél extraño ser, tenia una
piedra que protegía la humanidad de Ascot y una
enorme espada apareció en su mano.
El genio azul marino, invoco su espada de
una da las piedras sobre sus manos y se dispuso a atacar a Ascot.
Hubo un tiempo, en que Ascot
no sabía pelear con la espada, le había llevado años, dominarla, pero gracias a
la paciencia de Ráfaga y su perseverancia, se había vuelto un buen espadachín,
sin embargo, su fuerte seguía siendo la magia y no las armas.
Por eso Osiris,
que toda su vida había sido entrenado como guerrero,
le estaba poniendo en verdaderos aprietos. El filo de la espada, del líder de
los tradicionalistas, le rebano el ante brazo, provocándole una dolorosa y
profunda herida.
Desde el castillo, Guru
Clef, Kalid, Vada, y Paris, miraban el desarrollo de la batalla. La
guerra había comenzado, tan encarnizada como lo habían pronosticado, los sabios
de Céfiro y ya estaba cobrando sus primeras victimas, entre los hombre de
Ráfaga.
Kalid mantenía sus ojos fijos en las
dos enormes figuras que combatían en el cielo. Uno de esos dos hombre iba a
morir, lo sabía bien, esa era una de las batallas que influirían decisivamente
en el desarrollo de la guerra y afectaría definitivamente el futuro de Céfiro.
Los dos combatientes, que peleaban tan encarnizadamente, aun no lo sabían, pero
había algo que los unía, amaban a la misma mujer.
Y es que, ¿Cómo no amar a la hermosa
guerrera del agua?, una mujer con un cuerpo escultural, con un bellísimo
rostro, unos ojos que reflejaban las promesas y misterios del océano mismo y un
carácter tan fuerte como la tempestad.
No entendía como su hermano, nunca se había fijado en ella, vale que en
ese tiempo, Marina fuera todavía una jovencita, pero ya, en su cuerpo y en su
manera de ser, se adivinaba lo que llegaría ha ser.
Kalid, volvió de sus cavilaciones,
cuando Ascot intento un ataque frontal contra Osiris, haciéndole una herida poco profunda en el pecho, y
llevándose a cambió, una muy profunda en el hombro.
- Esos dos no van a parar hasta matarse.-
Sentencio el que fuera el segundo de Osiris alguna
vez, y salió de la habitación.
- ¿A dónde te diriges Kalid?-
Cuestiono Guru Clef.
- Es tiempo de liberar el mar, antes de
que pierda a su amor, o yo pierda a un gran amigo.-
Mientras tanto, Latis
se encontraba en el cuarto de controles, esperando que la nave NSX, la ultima
nave extranjera, despegara, para poder levantar la barreta tecno-magica, que protegería el castillo, sin drenar la vida de
nadie. La nave Dragón de Faharen, se había marchado
al despuntar el alba, el Fuerte Móvil de Ziceta, se
había marchado en segundo lugar, con algunos contratiempos, pero ya estaba
fuera de la atmósfera de Céfiro. Sin embargo, la NSX aun no despegaba, eso lo
tenía preocupado, ¿Por qué Lilandra habría demorado
tanto la partida? si todos los autosamitas, que
tenían registrados como inmigrantes, ya estaban dentro de la nave.
Suspiro aliviado, cuando vio que la NSX
encendía sus turbinas y flotaba lentamente hasta salir del castillo, para
después desaparecer como un rayo en el cielo, hasta salir de la atmósfera,
ellos no tendrían problema de ser atacados, si viajaban a la velocidad de la
luz, una de las grandes ventajas de la tecnología de Autosam.
Se alegro de que Lilandra y su hija, ya se encontraban lejos de la cruel batalla, que se desarrollaba
en ese momento en el planeta.
- ¡Nuestra hija!, ¡Alina no esta!- No pudo ni terminar el pensamiento, cuando Lilandra habían entrado al salón gritando.
La NSX, debía marcharse antes de que
amaneciera, pero cuando Lilandra fue a despertar a la
niña, que había dormido en una de las habitaciones del palacio, la niña no
estaba, la había buscado por todos lados, incluso utilizo el complejo sistema
de rastreo que tenían en la nave, para tan solo descubrir que Alina no estaba
en el castillo. Por eso había ido en busca de Latis.
- Le ordene a Zaz
que despegara sin mi, tiene que poner a salvo a los civiles de la nave, pero
yo no me voy de aquí sin Alina.-
Latis sabía por experiencia, que no
tenía caso discutir con la que había sido su mujer, así que ni siquiera se le
cruzo por la cabeza, intentar convencerla de alcanzar la nave. Así que apretó
un par de botones y el castillo fue protegido por una barrera de prismas
transparentes que adsorbía los ataques externos.
- La encontraremos, te lo prometo.- Le
dijo Latis a Lilandra con
ternura, a pesar de que el también estaba preocupado, le extendió los brazos y la mujer se refugio
en ellos.
La comandante de Autosam,
era una mujer en extremo fuerte, no solamente físicamente si no emocionalmente,
los que la habían conocido en batalla, sabían que era astuta, fría y
calculadora al dar ordenes, siempre tenía un absoluto control de sus emociones.
Los que la conocían como civil sabían que era una persona muy tenaz, optimista
y alegre.
Sin embargo, Latis
que la conocía como su mujer, sabía que había cosas con las que Lilandra no podía lidiar sola, que sus miedos y sus necesidades
solo los había compartido con él, en la intimidad de su hogar, al igual que
ella había estado con él, en los momentos más difíciles que tuvo que pasar. Se
conocían bien, y ambos sabían que compartían la misma debilidad: su hija.
Sin soltar a Lilandra,
y utilizando el vínculo que unía a la madre con la hija y con el mismo, se
concentro para poder sentir la presencia de Alina en Céfiro. Siguió su esencia
por el planeta y no tardo mucho tiempo en encontrarla, tuvo que abrir los ojos
por la sorpresa, al entender que su hija estaba en la línea enemiga.
- ¡No pude ser posible!- A su pesar,
estaba asustado, se separo bruscamente de Lilandra.
- ¿Qué ocurre?, ¿Le paso algo a Alina?,
¡Dime algo Latis!- Demando la comandante.
- Iré por ella, pero no creo que sea fácil
traerla de vuelta. ¡Tu ve al salón del trono e intenta averiguar, por que
nuestra hija esta en uno de esos genios!- Le ordeno Latis a Lilandra, quien casi podría apostar que solo había visto
tan enojado y tan preocupado a Latis, dos veces en su
vida y esta era la segunda.
En otras circunstancias, Lilandra habría insistido en ir con él, pero esta vez, hizo
exactamente lo que Latis le había pedido que hiciera.
- Mamá, Papá, he venido a despedirme.-
Hablo la bella jovencita de ojos tan puros como el cielo y cabellos rosados.
- ¿Por qué dices eso pequeña?- La miró
Esmeralda preocupada.
Puede que ella no fuera realmente su
madre, pero la amaba como si en verdad fuera su hija, había cuidado de ella,
desde que el espíritu de la diosa la despertara del eterno sueño y los
nombrara, a ella y a Zagato, guardianes de la cuarta
guerrera mágica, hasta que esta completara su desarrollo.
Luego les había obsequiado, esa especie de
limbo, donde los tres habían vivido un poco más de diez años, como una
autentica familia.
- No importa lo que pase, aunque ganemos o
perdamos esta batalla, yo no podré volver a este lugar.-
- Y nosotros tampoco ¿verdad?, volveremos
al sueño eterno.- Replico el apuesto hombre, de cabellos negros que Nina, había
conocido como su padre.
- ¡Mamá!, ¡Papa!- Exclamó la jovencita
mientras sus ojos se llenaban de lagrimas y se abrazo a aquellas dos figuras.
- Nina, eres nuestro tesoro, no importa si
hemos de dormir nuevamente para siempre, siempre serás nuestra hija.- Hablo Esmeralda,
mientras lagrimas brotaban de sus verdes ojos.
- Somos felices de que la diosa, nos
otorgara la oportunidad, de haber vivido la vida que soñamos, aunque fuera por
poco tiempo.- Hablo Zagato, mientras acariciaba las
finas hembras rosadas, del cabello de su hija.
- Tengo que irme ya.-
Se coloco en el centro del jardín en el
que había jugado tantas veces, de niña. Esmeralda se arrodillo junto a ella, y
comenzó a murmurar un conjuro. Nina fue rodeada por una especie de enredadera
que broto de la tierra y comenzó a brillar cada vez con mayor intensidad.
Luego, poco a poco, la luz fue desvaneciéndose hasta que Nina desapareció con
ella,
En Céfiro, la batalla se detuvo, cuando la
tierra bajo los pies de los combatientes, comenzó a agrietarse y ha abrirse.
Una enorme montaña, estaba surgiendo de la nada, específicamente, en el lugar
donde se encontrara el Bosque del Silencio.
La montaña se partió por la mitad, dentro
de sus entrañas, había un genio amarillo, con una figura vagamente femenina y orejas
de conejo. Una burbuja de luz, del mismo color que el genio, entro por el pecho
de este, sus ojos brillaron por unos segundos, apareció una espada en su mano y
tomo posición de combate.
- El espíritu de tierra ha despertado.-
Menciono Shet, dentro de su propio genio, que era de
color rojo oscuro y daba la impresión de ser un hombre zorro. Se lanzo
inmediatamente a atacar al genio, que recién había salido de la tierra y la
batalla se reanudo.
- ¡Están todos bien!- Pregunto uno de los
hombres de la guardia, que estaba encargado del refugio, después de sentir el
temblor que había azotado todo Céfiro, apenas unos minutos atrás. .
Incrustado en un valle, solo se podía
acceder al refugió, a través del único camino que había entre las montañas, era
casi imposible escalar he intentar llegar por arriba, incluso para entrar
volando, la neblina y los filosos picos en los que terminaban las montañas, hacían
a cualquiera pensárselo hasta tres veces antes de arriesgarse a hacerlo y la
barrera magia que había alrededor de la fortaleza, impedía que cualquiera
intentara, simplemente aparecerse ahí.
La mujer de cabellos azules, paso revista
con una mirada. Si, al parecer todos estaban bien, por lo menos en esa sala. Se
escabullo por un corredor, hasta salir a uno de los balcones, a pesar de que la
orden que les habían dado, era permanecer todos juntos.
Afuera, todo estaba tranquilo, la batalla
se desarrollaba muy lejos de ahí. Una batalla en la que le habían dicho estaba
destinada a participar. No sabía cuales eran las verdaderas razones por las que
Lucy y Anais se habían negado ha participar. Las tres
habían estado de acuerdo en no entrometerse en una batalla que le correspondía
librar, solo a los habitantes de ese planeta, bastante daño, les había hecho ya
eso de actuar de “niñeras” de los cefirianos. Era
hora, de que ellos mismos aprendieran a librar sus batallas, eran lo
suficientemente poderosos para ello.
Pero sabía también que cada una de ellas,
tenía un motivo más personal, para negarse a participar en la batalla, tanto
tiempo en el medio del espectáculo, le había enseñado que aunque siempre hay un
motivo que pude pesar más que otros, por lo regular, las personas necesitan más
motivos en los cuales respaldar sus decisiones, para poder convencerse de que
están haciendo lo correcto.
En su caso, su otro motivo, era bastante
egoísta y cruel: venganza. Quería vengarse de Esmeralda, por haberla separado
de Ascot y con ello, deshacer un hermosos futuro,
algo que ahora, nunca seria posible, por el daño que le había hecho. ¿Estaría
bien?, ¿La batalla ya habría comenzado?
No había vuelto a verlo, desde que le
confesara lo que había pasado con Akira, estaba
preocupada por él.
- ¿Estas preocupada por tu amor, guerrera
del agua?, pues tienes razones para estarlo.-
- Horus.-
Identifico sin ninguna emoción aparente, al hombre detrás de ella.
- Kalid.-
Corrigió él, y su faz se torno seria.
Así se parecía más a Clef,
Horus, es decir Kalid, casi
siempre tenía una mirada socarrona, como diciendo “yo se algo que tu no sabes”,
casi burlándose, pero en ese momento, con su cara seria y preocupada, era casi
idéntico a su hermano menor. Lo cual le trajo añejos recuerdos a la guerrera
del agua.
- Como sea, ¿Qué haces aquí?, ¿no se
supone que deberías de estar ayudando en la batalla?- Le dijo la mujer
cortantemente.
-Eso es lo que estoy haciendo, he venido a
despertar al espíritu del agua.-
- Pierdes tu tiempo, ya les he dicho que
no pienso participar en esta guerra.- Dijo la guerrera dando el asunto por
terminado.
- Espera, quiero mostrarte algo. Querías
saber como se encuentra Ascot, ¿no?-
Al escuchar el nombre del hechicero,
Marina fue incapaz de dar un paso más y enojada consigo misma, regreso hasta
quedar frente al hechicero, este sin tardanza, creo una burbuja entre sus manos
y le dejo ver la sangrienta batalla que se llevaba acabo entre un genio y la
bestia sagrada con al que Ascot había pactado.
- El se ha vuelto muy poderoso, lo
vencerá.- Dijo Marina confiada.
- Es muy probable, pero veamos, ¿Quién
esta dentro del genio?- Kalid cambio la imagen de la
burbuja, para mostrarle el rostro enajenado de Osiris,
dentro del genio.
- ¿Osiris esta dentro del genio?-
- Si, un instrumento más en toda esta gran
farsa. Uno de los dos va a morir en esta batalla.-
- ¿Y a ti que más te da?- Pregunto la
guerrera intrigada.
- Osiris es mi
amigo y se lo mucho que Ascot significa para ti, no
podemos dejar que ninguno de los dos perezca.-
- Si uno de los dos esta destinado a
morir, ¿Qué podemos hacer nosotros?- Pregunto Marina, con amargura.
- No se puede huir del destino, ahora lo
sé, pero si podemos cambiarlo. Yo estaba destinado a convertirme en el Guru de Céfiro, por ser el mayor de los tres, pero huí y Clef se convirtió en Guru. Pensé
que había logrado escapar a mi destino, hasta que comencé a tener
“premoniciones”, comencé a ver pequeños fragmentos del futuro del planeta y
entonces entendí, que me había convertido en “El Profeta”. Cambie mi nombre y
por siglos, viví resentido e ignorando las premoniciones que tenía. Sabía lo
que pasaría con Esmeralda, lo que pasaría con ustedes cuando llegaron a Céfiro.
La princesa se equivoco, al aceptar el
destino que debía seguir sin luchar, sin intentar otra solución como hizo Lucy.
Esa fue mi venganza para con la fuerza que me obligo a mí a aceptar mi propio
destino, no advertirle a Esmeralda que había otra forma de que Céfiro siguiera
con vida. Me uní a Osiris, como una forma de seguir
peleando contra mi destino y de seguir huyendo, pero una vez más el destino me
encontró. Te encontré cerca del campamento, con aquella ropa extraña y la
sombra de Esmeralda me ordeno cuidar de ti, protegerte y evitar que Shet pudiera encontrarte. Me negué, pero ella me hecho en
cara su muerte y todos los años que le debía de servicio al planeta. Despotrique
contra la diosa y estuve muy tentado a entregarte a Osiris,
como venganza, pero entendí, que en realidad tu eras la oportunidad de
reconciliarme con la diosa. Busque a mi hermana, a quien también le habían
entregado en custodia a otra de las guerreras mágicas y ella consulto en el
libro sagrado de Céfiro, para revelarnos el inminente cataclismos por el que
esta pasando el planeta.
No se puede huir del destino, mi querida
guerrera del agua, pero puedes
cambiarlo, yo debía ser Guru y no lo fui, Esmeralda
podría seguir viva, si yo le hubiera advertido a tiempo, tendré que vivir con
eso en mi conciencia, y estaba destinado a ser un cobarde y un traidor por el
resto de mi vida, pero en vez de entregarte a Shet
decidí hacerme cargo de ti, hasta que tu tiempo de despertar llegara. La
venganza no traerá más que muerte ha este planeta Marina, incluso si Ascot sobreviviera a la batalla que libra, morirá cuando
Céfiro desaparezca y todos nosotros con el. Tu volverás a tu mundo, pero
¿podrás vivir con eso?- Termino al fin el hechicero.
- No…- Acepto por fin Marina.
- Eso pensé. Adelante Legendaria Guerrera
del Agua, cambia nuestros destinos y arroja la venganza de tu corazón- Dijo Kalid, mientras le colocaba las manos en los hombros y la
miraba directamente a los ojos. Los dos fueron envueltos por una burbuja azul
que rápidamente los condujo hasta el mar de Céfiro, que se agitaba como en
plena tempestad, por todo el planeta, las negras nubes dejaron caer agua
cristalina.
En medio del mar, apareció la figura del
gran genio de las aguas, Kalid recito un conjuro
extraño, en un idioma que Marina no entendió y todo su cuerpo comenzó a brillar
mientras el genio tomaba una figura marcadamente femenina, sin perder sus
rasgos de dragón. Marina fue adsorbida por el genio, hasta una piedra azul,
justo en medio del pecho.
- Siento a Céfiro dentro de mí, puedo
escuchar el susurro de cada gota de agua que esta cayendo del cielo, siento las
corrientes y las mareas dentro de mi y el frió de la nieve sobre los picos de
las montañas, en mi propio cuerpo, puedo
sentir cada mililitro de agua en cada rincón del planeta. Como si yo fuera
parte de todo eso y me siento más libre que nunca- Pensó Marina extasiada, por
el enorme poder que fluía en su cuerpo.
- Ahora tú eres el espíritu del agua, la
diosa Ceres.- Le hablo Kalid, directamente a su
mente, mientras contemplaba la enorme figura que sobresalía de las aguas, desde
su burbuja de energía.
Ceres fue adsorbida por el mar, en un gran
remolino, mientras en donde se libraba la batalla, las nubes descargaron toda
su furia en forma de gotas de agua. Borrosamente, por entre las gotas de
lluvia, Nina comenzó a ver una borrosa silueta frente al castillo, como que
estuviera ahí, para protegerlo, cuando la lluvia paro, pudo al fin, distinguir
al espíritu del agua, que no tardo en ir en al dirección donde Ascot, combatía con Osiris.
Había aun dos genios más, en la línea
enemiga, que no se habían movido, como si esperaran algo. Latis
se dirigía volando en su caballo, a donde se encontraba uno de esos dos genios,
se había sorprendido al contemplar el enorme poder del genio de Nina, había
pasado cerca de ellos para poder alcanzar su objetivo, y había tenido que
lidiar con un escuadrón de hechiceros que volaban sobre criaturas mágicas,
antes de que apareciera Ceres, y la sorpresa y conmoción que causo, hicieron
que él lograra abrirse paso hasta donde sentía la presencia de su hija, dentro
de un genio negro, cuya cabeza parecía la de un lobo y tenía unas marcadas
formas femeninas. Se acerco lo más que pudo hasta la piedra color rubí que
tenía la loba en el pecho.
Dentro había una joven, muy hermosa,
parecía dormir, tenia unos largos cabellos negros y las curvas de una
adolescente que se esta desarrollando rápidamente y promete ser una mujer
deliciosa. Todo esto lo pudo observar, por que la chica estaba desnuda, dentro
de esa especie de piedra.
Intento cruzar la piedra, pero apenas la
toco, recibió una especie de descarga mágica, que lo arrojo lejos de la loba.
La bella joven dentro del genio, recobro la conciencia y atrapo al caballo en
una mano y a Latis en la otra.
Miro el caballo extasiada, siempre le
había gustado pasear a caballo con su padre, sus ojos se llenaron de odio,
mientras apretaba al animal hasta que este se convirtió en un rastro de luz
azul en las manos del genio. Latis estaba lo
suficientemente cerca, para darse cuenta, que sus ojos eran claros, idénticos a
los de águila, idénticos a los de Lilandra. Al
espadachín ya no le quedo ninguna duda, de que esa joven era su hija, cuando
sintió la oleada de energía que provenía de ella y pudo sentir la esencia de
Alina en ella.
El genio lo levantó a la altura de su
rostro para verlo mejor.
- Papá.- Le dijo con una fría voz. –Papá-
Repitió mientras comenzaba a estrujarlo, como había hecho con el caballo.
- ¡AAAAAAAAAAAAAARGGGGGGGGG!!!!.- Grito el hombre del dolor que le causaba el genio,
mientras lo apretaba en su mano.
- ¡Latis!.- Grito Lucy, mientras se llevaba una mano al pecho, algo
brillaba entre ellas. Se levanto, estaba aun lado de una camilla, casi a la
entrada del castillo, vendando a un herido, al que le acababa de sacar la
astilla, de una espada del pecho. En la tierra, ese hombre ya estaría muerto,
pero en Céfiro, ella extraía la astilla y los magos se encargaban de sanar los
tejidos. Miró alrededor, sabía que la necesitaban, estaba ahí para curar, no
para matar, ese había sido su argumento para no entrar a la batalla. Pero de
golpe, le llego el remordimiento, de saber, que quizá si ella estuviera en la
batalla, abría menos heridos, y Latis no estaría
sufriendo de esa forma en ese momento.
Estaba muy molesta consigo misma, por
negarse a seguir a su corazón que le ordenaba luchar, por haberse querido
esconder en su profesión, por que no quería ver más guerras, más sangre y no
quería tener que volver a matar a nadie. Nadie podía culparla por eso, pero
ella si podía recriminarse su cobardía, su falta de fe. No sabía si podría
convertirse una vez más, en la legendaria guerrera del fuego, pero lo intentaría.
Corrió dentro del castillo, hasta llegar
al salón del trono, Paris forcejeaba con Lilandra,
que se defendía como una fiera. Mientras Clef,
intentaba atinar un hechizo de sueño sobre de ella.
- ¿Qué esta pasando?- Pregunto la
pelirroja extrañada.
- ¡Mi hija esta
dentro de ese moustro!, ¡Y VOY A IR POR ELLA.- Rugió Lilandra, dándole una patada a París, en la espinilla que
hizo que la soltara. Se dirigía directamente ha la puerta, por donde Lucy,
acababa de entrar. La comandante de Autosam, pensó que
esta la dejaría pasar sin ningún problema, en lo cual estaba equivocada.
Lucy, intento derribarla, con una patada
baja, pero la comandante adivino segundos antes la intención y por reflejo
brinco, cayendo a la espalda de la pelirroja. La sorpresa del ataque fue tal,
que se detuvo unos segundos para tomar aire, se reincorporo y estaba por seguir
su camino, cuando Lucy se le puso enfrente y volvió a cerrarle el paso.
- ¿Qué demonios te ocurre?- Increpo a
Lucy, la verdad no le interesaba saberlo, pero contó con que la pregunta la
distrajera lo suficiente para que ella pudiera pasar la puerta e ir por su
hija.
- No puedo permitir que salgas del
castillo porque…- Lucy no pudo terminar la explicación, por que Lilandra, había intentado correr, esquivándola por un lado.
La pelirroja se vio forzada a detenerla jalándola del largo cabello. Lilandra estaba desespera por salir del castillo y llegar
hasta su hija. Por lo que la acción de Lucy, si bien inocente y sin mala
intención, la enfureció. Tomo a la guerrera por el brazo, con el que había
jalado su cabello, y la lanzo contra la puerta. Lucy logro girar, antes de
estrellarse contra la puerta, a la cual pego con los pies, y tomo impulso para
ir sobre Lilandra. La comandante, apenas si logro
esquivarla, así que la pelirroja, aterrizo sobre sus dos pies, a unos metros de
ella. De pronto la que había sido la mujer de Latis,
entendió en su ofuscado estado, que si no vencía a la guerrera del fuego, no
podría salir de la habitación. Así que la ataco con patadas y puños, a los que
la doctora se defendió bastante bien, bloqueando y esquivando. Lucy se dio
cuenta, de que Lilandra tenía mucha energía y tenían
poco tiempo, ya que se negaba a escucharle, tendría que hacer que la escuchara.
- ¡Esto es estupido!,
¡Latis puede morir!- Le grito la pelirroja mientras
le lanzaba un puñetazo.
- ¡Lo se! ¡Tu eres la que no entiendes!,
¡Mi niña esta dentro de ese genio!- Le grito Lilandra,
lo cual saco de balance a la pelirroja he hizo que la comandante lograra darle
una patada en el estomago que hizo que Lucy cayera a sus pies.
- ¡No puedes ir por ella!, ¡No tienes idea
del poder del genio!, ¡Solo nos vas a estorbar!- Le grito Lucy, desde el piso, y
con una barrida, hizo que Lilandra también cayera.
- ¡No seas tonta!, ¡Que no sabes quien soy
yo!, ¡SOY LILANDRA, LA COMENDANTE EN JEFE DE LA NAVE NSX- Le dijo Lilandra, mientras se le iba encima y le detenía las manos
con las suyas propias, contra el piso a la pelirroja.
- Si. Eres la hermana de Aguila, y la madre de la persona a quien Latis ama más que a nada en el mundo.- Le dijo Lucy, con
dulzura y tristeza mezclada en su voz. Eso hizo que Lilandra
al fin reaccionara y tomara conciencia
del papelón que las dos estaban haciendo.
- Lo lamento Lucy, pero no puedo quedarme
aquí sin hacer nada.- Dijo la comandante, mientras se le quitaba de encima a la
pelirroja.
- Lo entiendo, pero si vas afuera, las
cosas podrían complicarse más.- Le dijo Lucy, reincorporándose y ayudando a
levantarse también a Lilandra.
- Creo que te abras dado cuenta, de que
puedo cuidarme sola.- Le dijo orgullosa, la hermana de Aguila.
La doctora lo medito un momento, si Alina
fuera su hija, (Y Dios sabe, como en algún momento de su vida, ella realmente
hubiera deseado serlo), tampoco podría quedarse esperando en el castillo, así
que llevo las manos a su cuello y desprendió una cadena dorada de la cual
pendía un medallón redondo, en cuyo centro había un espejo, tomo la cadena con
una mano y le ofreció el colgante a Lilandra.
- Esto te protegerá y te prometo que yo
haré hasta lo imposible por rescatar a tu hija y a Latis.-
La tregua, el pacto, que habían hecho esas
dos mujeres, fue sellado, cuando Lucy le entrego a Lilandra, el medallón mágico, que a ella tantas veces en el
pasado, la había protegido. Se miraron la una a la otra, tenían muchas cosas
mucho más importantes en la cabeza, pero no podían dejar de sentirse
satisfechas, de haber podido pelear. Había una vieja rivalidad entre ellas, por
un hombre del que las dos, en algún momento se habían enamorado, pero a pesar
de eso se respetaban.
- Fue un empate.- Dijo alegremente Lilandra.
- Si.- Acepto la pelirroja y también le
sonrió con complicidad.
Vada, Clef
y Paris, habían estado tan sorprendidos por le comportamiento de las dos
mujeres, que no se habían atrevido a decir o hacer nada hasta ese momento.
- Me imagino que eso quiere decir, que es
momento de liberar al espíritu del fuego.- Hablo al fin, el Guru de Céfiro.
- Si.- Contesto la pelirroja.
- Me adelantare.- Dijo Lilandra,
y salió corriendo hasta el hangar, donde su robot, la esperaba.
Guru Clef
y Lucy, desaparecieron en un destello para aparecer, a las afueras del volcán,
donde dormía Lexus, el espíritu del fuego. Igual que
como paso con los otros dos genios, Guru Clef recito un conjuro extraño que convirtió a Lucy en una
bola de luz roja, e hizo que el volcán hiciera erupción. La lava subió hasta la
superficie al genio de Lucy que adsorbió la bola de energía roja, en la que se
había convertido la doctora. El genio comenzó a brillar de nuevo, y adquirió
una forma más femenina, sin perder sus rasgos de león. El rugido de una
poderosa leona, se hizo escuchar por todos los confines de Céfiro y se dirigió
velozmente al lugar de la batalla, dejando estelas de fuego tras ella.
Nina miró a su alrededor aterrada,
cadáveres despedazados, heridos que pronto descansarían en el sueño eterno,
criaturas que pese a sus sangrantes heridas, intentaban seguir luchado. ¿Y para
que?, ganara quien ganara, el ciclo comenzaría una vez más y dentro de mil años
más, las sangrientas batallas comenzarían de nuevo. ¿Qué caso tenía todo esto?
Miró a Ceres peleando conjuntamente con Ascot, para vencer a Osiris,
aunque la diosa del agua, a veces parecía también proteger a su enemigo, quien
parecía más que furioso, al darse cuenta de la unión que poseían los dos seres
con los que combatía. Marina no se parecía mucho a Mirash,
la primera guerrera del agua, la recordaba vagamente como una mujer fría y
calculadora, muy noble, pero algo brusca en sus maneras. El espíritu de Mirash, era lo que le había ayudado a vivir a Marina, entre
los hombre de Osiris.
Shet volvió ha atacarla, su
distracción, le salió cara, pues obtuvo una herida más o menos profunda muy
cerca del vientre. Se llevo la mano a la herida, tratando de aliviar el dolor.
Al hacerse uno con los genios, las heridas que estos recibían también las
recibían las guerreras en su cuerpo. El genio rojo volvió ha atacarla, pero
esta vez fue detenido por una llamarada de fuego, proveniente de Lexus, el genio de Lucy.
Ella y Lilandra,
combatían con el genio que se asemejaba a una loba, aun tenía a Latis en la mano, el hombre se había sofocado por la fuerza
con que era estrujado y se había desmayado. Tanto el robot, como el genio,
trataban de arrebatárselo de las manos, pero la niña no cedía. Lilandra trataba de hablarle, pero su hija estaba como una
especie de trance que le impedía escucharla.
Nina intento concentrarse en su propia
batalla, pero no podía apartar de la cabeza, el sufrimiento por el que todos estaban
pasando. No pudo evitar recordar, las otras batallas que ya había
vivido, aquella primera, en la que no había querido formar parte. Parecía que
siempre había una de las guerreras que se negaba a entrar en batalla, esta vez,
había sido la guerrera del viento, la única en no acudir. No la culpaba, la
entendía, no la conocía mucho, pero sabía de sobra, que era una locura querer
entrar en la batalla, además, una tenía que vivir para preservar el futuro,
pasara lo que pasara.
Por lo menos, así debía de ser, pero ella
estaba harta, no quería volver a despertar, mil años después para enfrentar una
batalla más. No estaba segura de que su plan funcionara, no sabía las
consecuencias que traería, pero después de haber peleado tantas guerras y de
pasar una eternidad sola, no había mucho que perder. Se decidió al fin, y se
comunico telepáticamente con Shet.
- Quiero hablar contigo, lejos de la
batalla, en el claro donde jugábamos de niños.-
- ¿Qué te hace pensar que iré?-
- Te conozco.- se sonrió la guerrera.
- Antes del anochecer, en el puente que
cruza el riachuelo.- Termino por aceptar él.
- ¿No estas preocupada por tus amigas?-
Pregunto la Sacerdotisa Vada, a una indiferente Anais.
- Son adultas, saben lo que hacen.- Fue la
escueta respuesta de la joven.
Vada, se había teletransportado
hasta uno de los refugios, para tratar de convencer a la guerrera del viento,
de tomar parte de la batalla. Ella se había marchado, junto con un grupo de
civiles, y una pequeña guardia, hasta otra de las orillas del Bosque del
Silencio, hasta el castillo que perteneciera a la armera
Presea.
- ¿No te importa la gente que esta
muriendo, toda la que morirá si Céfiro es destruido?- Trato una vez más, Vada
- Si, pero si como dicen, el ciclo
abierto, debe ser cerrado, entonces todo esto ya esta decidido, el que yo
intervenga o no intervenga, no tiene ninguna relevancia. El ciclo se terminara,
puede que Céfiro sea destruido, pero volverá a surgir. ¿Oh
me equivoco?-
La sacerdotisa guardo silencio, asombrada
de las reflexiones de la rubia, ella también lo había pensado, pero se negaba a
creer que todo este tiempo su vida, sus estudios del cielo y el ser elegida
para cuidar del libro sagrado, fuera todo en vano.
- Es tu destino.- Hizo un ultimo intento Vada
- Si es mi destino, no importa donde este,
el me encontrara.- Sentenció la rubia, pero nunca imagino, que esto equivaldría
a una especie de invocación.
- ¡Anais!,
¡Tienes que ayudarme!- Una llorosa Princesa Esmeralda, se apareció ante sus
ojos. Le dio un vuelco el corazón, la tristeza profunda que siempre la
acompañaba siendo el pilar, había vuelto a sus ojos.
- ¿Tu también has venido a tratar de
convencerme de que entre en esta absurda guerra?- Le dijo la guerrera del
viento.
- No, vine a suplicar tu ayuda.- Le dijo
la sombra de Esmeralda, mientras millones de pequeñas lucecitas destellaban
alrededor de ella.
- ¿Qué esta pasando?- Interrogo la
Sacerdotisa.
- Estoy desapareciendo, la misión por la
que fui despertada del sueño eterno, ha sido terminada, la guerrera de tierra
se ha unido con su genio.-
- La guerrera del viento no puede hacer
nada para que no desaparezcas, nadie puede.- Le dijo tristemente Vada.
- Lo se, estoy conforme con mi destino.
Vine en busca de Anais, por que se que es la única,
que entenderá lo que voy a pedirle.-
- Te escucho.- Concedió la rubia guerrera.
- Mi hija, salva a mi hija Anais, tal vez ella consiga lo que quiere con su muerte,
pero si lo hace, su espíritu, su esencia, se perderá en la oscuridad, en vez de ser parte
del planeta.-
- No te entiendo.-
- Nina esta apunto de cometer el peor
error de su vida. Lo supe cuando al despedirse de mi y de Zagato
no fue capaz de mirarme a los ojos. Ella quiere terminar con todo.-
“Terminare con
todo”…
Recordó de pronto Anais,
haber pronunciado aquellas palabras y las circunstancias en que las había
pronunciado.
- Se que me entiendes Anais,
¡salva a mi hija, te lo ruego! - Le dijo Esmeralda, mientras volvía al eterno sueño, desapareciendo
en un millar de luces.
La guerrera del viento, se llevo
instintivamente las manos al vientre. Sin explicar nada a nadie. Tomo uno de
los caballos de los guardias, y se interno en el bosque. Vada
la seguía de cerca en otro caballo, no entendía nada de lo que aquellas dos
mujeres habían hablado, pero iba a averiguarlo.
Estaba atardeciendo, la luz dorada del
sol, había logrado filtrarse por los espesos nubarrones. En ese claro del
bosque, la batalla, la sangre, los heridos y los muertos, quedaban lejos, casi
parecían irreales. La joven de cabellos rosados, estaba parada a la mitad del
puente, esperaba pacientemente, él vendría, lo sabía, ese lugar, era su
refugió, como una tregua establecida, años atrás, cuando los dos eran niños.
- ¿Me esperas, guerrera de tierra?-
Escucho una ronca y masculina voz, dirigirse a ella.
- Este lugar no ha cambiado gran cosa.- Le
dijo ella, con voz tranquila.
Shet la miró, recargada sobre la
baranda del puente, mirando fijamente el agua que pasaba bajos sus pies, y con
algunos pocos rayos de sol, iluminando su figura, parecía un hada, de esas que
el tanto había perseguido en su niñez.
Era una broma cruel, que ellos dos se
conocieran siendo niños, los dos eran mensajeros, destinados ha arrasar el
planeta, para que el nuevo ciclo pudiera surgir, ninguno de los dos, había
elegido, ser lo que eran. El era descendiente de aquella raza que creara el
dios que había intentado apoderarse de Céfiro hace mucho más de mil años atrás.
Había nacido en mundo místico pero su
abuelo lo había raptado del lado de sus padres, cuando apenas era un recién
nacido y lo había traído a Céfiro utilizando el portal que Esmeralda abriera,
diez años atrás para regresar a las guerreras mágicas. Todos esos años, lo
había entrenado para que asumiera su “destino”, siempre solo en el bosque, con
la única compañía de su a veces cariñoso pero siempre estricto abuelo.
Nina por otro lado, había nacido en
Céfiro, cuando Nicona abandono su piel como si fuera
una mariposa. Entonces Esmeralda y Zagato había
despertado con las instrucciones de la diosa en sus conciencias y se llevaron a
la bebe, a esa especie de limbo en medio de la nada, en el que podían vivir
como una familia. Desde ahí Esmeralda y Zagato podían
proyectar sus sombras al mundo de Céfiro, pero la única que realmente podía ir
ahí, era Nina, a quien por cierto le encantaba pasear por los bosques. Fue así
como los dos se habían conocido, la niña se había perdido en la profundidad del
bosque, encontrando a Shet, que escapaba del enojo de
su abuelo.
Esmeralda había adivinado de inmediato
quien era él, pero al principio no se opuso ha que jugaran juntos, a pesar de
su descontento, amaba demasiado a su hija adoptiva, como para contrariarla,
entendía lo mucho que la pequeña ya había pasado en sus otras vidas como para
negarle esa pequeña felicidad, pero siempre estaba pendiente y recelosa de que
aquel niño de cabellos negros, quisiera dañarla. Las cosas cambiaron cuando
estaban cerca de cumplir ocho años, la princesa les prohibió seguirse
frecuentando, sabía que todo comenzaría pronto.
Y ahí estaban, parados uno frente al otro,
teniendo el cuerpo de un par de adolescentes, cuando unas cuantas semanas atrás
aun eran un par de chiquillos que jugaban en el bosque.
El espíritu maligno que su abuelo había
despertado en él, le ordenaba matarla, pero no podía hacerlo, sentía ternura
por esa niña que ahora tenía el cuerpo de una jovencita, sentía ganas de abrazarla
y de protegerla, al sentir tan cerca, la tristeza profunda que de ella emanaba.
- ¿Por qué quería que nos viéramos aquí?-
Pregunto él, acercándose hasta ella y por ende, termino parado en medio del
puente.
Nina le sonrió con ternura.
- Quería decirte algo que nunca te dije.
Te quiero mucho.- Le dijo la jovencita, mirándolo fijamente con sus puros ojos
azules. El se quedó estático al escuchar las palabras.
La joven se acerco a él, y le planto un
suave beso sobre los labios, el abrió enormemente los ojos.
- ¿Por que?- Pregunto Shet,
mientras caía sobre la madera del puente.
- Perdóname, era la única manera de parar
todo esto.- Le dijo ella con lágrimas en los ojos, mientras que con la misma
daga que lo había herido, se atravesaba el pecho y caía también sobre la madera
del puente. Sus sangres se mezclaron y tiñeron de rojo las cristalinas aguas,
que pasaban debajo del puente.
- ¡¡¡¡NOOOOO!!!!!.-
Grito una rubia guerrera, que se dirigía hasta ellos a todo galope, seguida de
una curiosa sacerdotisa. .
Pero ya era muy tarde.
C O N T I N U A R
A…
Notas de Autora: |
Esta escena del asesinato-suicidio, es más
que nada un capricho. Hace unos años, en vacaciones de verano, pasaban
películas de anime japonés en las mañanas. En una de esas, vi
esta escena, nunca he vuelto a ver ese anime, pero tengo muy presente el
recuerdo de esta escena y quería incluirla por lo mucho que me impacto.
Recuerdo que en esa película, todos mueren
al final y se convierten en algo así como en pájaros de luz. ¿Pasara eso con
Céfiro?
Las cosas están bastante complicadas.
Nos vemos en el siguiente capitulo ;).
Su amiga
Anais