PARTE II

DE TRAIDORES Y ALIADOS

 

 

 

La Cd. de Paires, en otro tiempo un pueblo pequeño, paso obligado para cualquier viajero, puesto que estaba justo al centro de la tierra de Céfiro, siempre ofreció refugio y descanso a aquellos que cruzaban por ahí.

 

Con el intercambio comercial que había surgido entre los tres planetas, el pueblo se había convertido en una ciudad, que siempre contaba con  las novedades traídas de aquellos planetas lejanos. Por ser un lugar céntrico, había sido estratégicamente  escogida para ser la “aduana” de Céfiro. Era común entonces, ver pasearse por sus calles comerciantes, visitantes e incluso embajadores de otros planetas.

 

Había crecido mucho en los últimos años, sin embargo, como suele ocurrir. Las casas que originalmente formaban el pueblo, quedaron encerradas dentro de la gran ciudad, convertidas en el corazón de Paires. “Un pedacito del antiguo Céfiro”, era como lo llamaban los extranjeros, para los habitantes originales, aquello seguía siendo su pequeño pueblo. Y trataban con la misma hospitalidad a los extranjeros de otros planetas, como antaño trataran a los viajeros.

 

Un cantinero, cuenta que el Rey estuvo alguna vez ahí, cuando el pueblo era pequeño, en compañía de las tres jóvenes que se convertirían en las Guerreras Mágicas, que incluso habían comido y bebido en su establecimiento. Pero solo los niños, creían esa historia, incluso ahora que era una ciudad, y que tenían un millón de cosas más en que entretenerse, a los pequeños les gustaba ir a escuchar la leyenda de esas jóvenes, y preguntar curiosos la apariencia que tenían y como eran, aquellas tres chicas de leyenda. 

 

Aquella tarde el cantinero tenía un surtido publico de niños y niñas, que sentados en un rincón del establecimiento, escuchaban y hacían preguntas.

 

- ¿Eran bonitas?.- Pregunto una pequeña de ojos profundamente azules y cabello rubio.

 

- Eran las jóvenes más bellas que recuerdo haber visto, una tenia los cabellos dorados, y ensortijados, como si fueran rayos de sol, y los ojos verdes como las aguas de la laguna Esmeralda, otra tenía cabellos rojos como el fuego y la mirada de un ángel, la tercera tenía los cabellos azules como el mar, largos y sedosos, su mirada era como ver el cielo dentro de una esfera.- Contaba el hombre entusiasmado.

 

- ¿Y donde están ahora?.- Pregunto un incrédulo niño de cabello azul oscuro, ya mayor con los brazos cruzados y la mirada retadora.

 

- Han vuelto al mundo maravilloso de donde vinieron, pero no teman pequeños, ellas regresaran cuando Céfiro este en peligro.-

 

- Mamá dice que ellas mataron a la princesa Esmeralda y que por eso Céfiro casi se destruye, en uno de los ataques de los moustros murió mi papa, cuando yo aun era un bebe.- Afirmo el mismo niño, los pequeños voltearon a verlo asustados.

 

- Muchos murieron en esa batalla pequeño, pero lo verdaderamente importante es que nosotros sigamos adelante, construyendo un Céfiro donde no haya más batallas.- Dijo con voz fuerte, un impresionante hombre rubio de largos cabellos. Portaba una espada, y el uniforme de la guardia real. Los niños se asombraron.

 

- ¿Nada más cuentas leyendas a los niños?, ¿O puedes darme algo de comer y beber?.- Le dijo en broma al cantinero.

 

El dueño, contento, le ofreció una mesa, y aunque ya era algo tarde para comer, se metió a la cocina. El hombre tomo asiento, los niños lo miraban con respeto, otros incluso con espanto y no osaban acercarse.

 

 La pequeña rubia, de grandes ojos, se acercó despacio a él. Cuando estuvo parada frente al extraño, este le sonrío de una manera dulce, la niña también sonrió. Al ver esto el resto de los pequeños se acercaron llenos de curiosidad.

 

- ¿Eres un guardia?.- Pregunto un niño, admirado.

 

- Si, algo así.- Sonrió el espadachín.

 

- ¿Tu conoces al Rey?.- Pregunto una niña morena.

 

Asintió con la cabeza, y miro a la pequeña, se preocupo un poco, había tenido una pesadilla, sus dos pequeñas hijas eran atrapadas por un derrumbe.

 

Esa pesadilla lo tenía preocupado, hace un mes que él debía de haber regresado a casa, aunque había mantenido contacto con Caldina a través de los mensajeros, quería ver a las tres mujeres que más amaba pronto. Y sobre todo lo tenía un poco inquieto la presencia de esa chica, que Caldina aseguraba venia de Mundo Místico.

 

Por otro lado, ya estaba cansado. El y sus hombres esperaban un ataque que no llegaba, justo cuanto pensaban que los enemigos se acercaban. Mandaban espías para asegurarse y nada. Todo se reducía a rumores constantemente. Y lo peor de todo, es que de un tiempo acá, habían perdido contacto con el castillo.

Envió un mensajero, pero este volvió, diciendo que todo estaba bien, y que los comunicadores de Autozam estaban averiados, que esperaban la pronta visita de los autozamitas para arreglarlos.

 

No dejaba de sonarle extraña la explicación, pero tenía algo de lógica, teniendo en cuenta que el único que sabía a ciencia cierta como funcionaban esos aparatos era Latis...

 

En eso pensaba cuando un guardia de cabellos azules, entro a toda prisa al lugar. Puso una rodilla en el piso y se agacho frente a él. A Rafaga le molestaba el protocolo, pero era necesario para guardar la disciplina en sus tropas.

 

- ¡Señor, Lot es un traidor!, ¡Mithos lo sorprendió tratando de enviar un mensaje al enemigo!.-

 

Rafaga, se sorprendió al escuchar esas palabras, jamás hubiera sospechado del tímido joven de cabellos y ojos castaños, que servia de mensajero, rápidamente salió del lugar seguido del chico de cabellos azules. Los niños salieron a la puerta del establecimiento para verlos alejarse.

 

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La nave NSX, había puesto un campo de fuerza alrededor del castillo para evitar que alguien lo abandonara, el temor de los pasajeros de la nave era que tuvieran rehenes.

 

Guru Clef intentaba negociar con Osiris, pero no lograba sacarle ninguna información acerca de Paris, Latis, Ascot o Iris. Era astuto, tenía que reconocerlo.

 

Ellos no podrían atacarlos, mientras no supieran si podrían llegar a lastimar a alguno de los habitantes originales del castillo.

 

El enorme Dragón de Faaren y el fuerte móvil de Ziceta, anunciaron que se reunirían pronto con ellos. Las tres naves sin duda, podrían derrumbar el castillo en cuestión de minutos si se lo proponían, pero ese no era el objetivo. Su objetivo era esencialmente, rescatar al Rey y la gente que habitaba el castillo.

 

Dentro de la nave, se llevaba a cabo una reunión, para decidir la estrategia a seguir.

 

- ¿No hay forma de saber, donde están?.- Pregunto la Comandante Lilandra.

 

- No... me tiene muy preocupado por que no soy capaz de sentir su presencia, dentro del castillo, podrían estar desmayados, débiles incluso... muertos...- El antiguo Guru de Céfiro, escucho espantado su propia observación.

 

 

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Una silenciosa caravana se abría paso por los bosques de Céfiro, al frente iba la soberbia Mirash montando orgullosamente su caballo, y dejando pasar a toda la comitiva de vez en vez, para asegurarse de que todo estaba en orden, sus prisioneros eran demasiado valiosos, Osiris estaría feliz..

 

Amarrados por las muñecas y atados a dos caballos que cabalgaban junto a ellos, iban Latis y Heli, Latis llevaba a Cori en brazos, atada y amordazada, miraba con odio a sus captores, amarrar a una niña tan pequeña, cuando la suerte volviera ha estar de su lado cobraría semejante ofensa. Helia, iba callada, pensativa, Mirash la había dejado pasmada, era idéntica una amiga suya, en la tierra. Una amiga que había dejado de ver algunos años atrás por culpa de las muchas ocupaciones de ambas, esa mujer era como una gemela de su amiga, de no ser por el nombre y por la crueldad con que la había tratado, podría jurar que era ella.

 

Atadas, también, muy cerca de ellos, venían Iris y Caldina con la bebe Myra en brazos.

 

Los que cerraban la comitiva, eran Maat y París, escoltados por Tueris, atados al caballo de esta. París cargaba a Aura, la mujer no había despertado desde que se golpeara la cabeza en el terremoto, al parecer la hemorragia había cesado, aun así su rostro era ocultado por el preciado líquido rojo, respiraba con dificultad. Maat habría querido llevarla el mismo, lo tenía sumamente preocupado, sin embargo, astutamente, Tueris sugirió que fuera el Rey quien llevara a la rubia, no podría escapar con ella cargando y sabía que él jamas arriesgaría la vida de un inocente.

 

Paris miraba a Tueris intrigado, juraría que su rostro le era familiar, ¿de donde conocía a esa fría guerrera?. Tueris le sostuvo la mirada, y le dijo sarcásticamente:

 

- Alégrese majestad, estamos a punto de llegar a su castillo.-

 

La caravana se encontró pronto, con la gran puerta de la muralla que protegía el castillo. Esta se abrió y la comitiva se introdujo rápidamente dentro. Apenas el caballo de Tueris, junto con sus dos prisioneros cruzara la entrada la puerta se cerro tras de ellos tres decenas de soldados de la guardia de Céfiro los rodearon.

 

El castillo había sido recuperado, por una conjunción de fuerzas entre las naves de Ziceta. Autosam y Faharen, tanto por la guardia al mando de Ráfaga.

 

- ¡QUE!.- Fue lo único que la rubia atinó a gritar la sorprendida mujer rubia.

 

Mirash fue más rápida y arrebato a Cori de los brazos de Latis, para poner su espada sobre su garganta. Fue cuestión de unos instantes para que Ráfaga sacara su espada y fuera contra ella, pero un rayo de color morado paso por un lado de él, y se impacto en la cabeza de Mirash, sus ojos azules quedaron en blanco y se desmayo.

 

- ¡ERES UN TRAIDOR HORUS!.- Grito Tueris con furia, su hermano gemelo la sostuvo por los hombros, seria un suicidio atacar al mago frente a la guardia de Céfiro. Estaban perdidos, lo único que podían hacer era rendirse. Todos los hombres de Osiris tiraron sus armas al piso. Los prisioneros fueron liberados y los heridos atendidos en el acto.

 

- ¡Papa!, ¡Papa!.- La pequeña Alina corrió asía su Padre extendiéndole los brazos.

 

Él alto espadachín mágico de Céfiro, se agacho un poco y recibió a su pequeña también con los brazo abiertos y la cargo. Una sonrisa de alegría y orgullo se dibujo en los regularmente inexpresivos labios de Latis.

 

Helia, sin motivo aparente dejo caer dos gruesas lagrima de sus ojos.

 

 

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Un joven de cabellos castaños atravesó corriendo la oscuridad del bosque, se paro delante de un hombre que estaba sentado bajo un árbol mirando el piso.

 

- ¡HE DICHO QUE NO ME MOLESTEN!.- Dijo el hombre incorporándose y estampando su puño contra la mejilla del chico, el golpe fue dado con tal fuerza que el chico cayo al piso.

 

- Lo siento Osiris, pero Mirash y Tueris fueron capturadas al igual que los hombres que estaban con ellas.- Dijo el chico desde el piso.

 

- ¡ESO ES LOGICO IMBECIL, ELLAS SE DIRIGIAN AL CASTILLO!.-  Estaba a punto de patear al chico cuando una risa sarcástica lo detuvo.

 

- Jajajajajaja, no deberías usar a tus hombres para liberar tus tensiones Osiris.- La voz parecía salir de algún lugar de la oscuridad del bosque, pero Osiris no podría decir exactamente de donde.

 

- ¿Quién eres?, ¡Muéstrate!.- Ordeno el moreno

 

- Si que estamos tensos ¿verdad?.- Dijo un hombre joven, que apareció detrás de él. Su cabellera, ojos y atuendo eran negros.- Me presento: Soy Shet, y soy tu aliado en esta guerra...-

 

 

 

C O N T I N U A R A . . .