LOS HEROES SON RECORDADOS PERO...

 

LAS LEYENDAS VIVEN POR SIEMPRE

 

 

VIII

La Cuarta Guerrera Mágica

 

 

 

- Te amo.-

 

Un incomodo silencio siguió a la declaración del apuesto hombre de cabellos verdes. La chica rubia, desvió la vista y se concentro en mirar caer las gotas de lluvia.

 

- Lo siento...- Murmuro escondiendo la cara en el pecho de su acompañante.

 

- No, yo lo siento. Creo que no es un buen momento para....-

 

- No.- Lo detuvo posando sus delicados dedos sobre los labios del apuesto hombre.- No tienes por que disculparte soy yo... es que....son mis sueños-

 

- ¿Has vuelto a soñar con ese chico que se parece a mi?. No se si halagarme o ponerme celoso.- Dijo el hombre con dulzura, reflejada en sus ojos esmeralda.

 

- Bueno... en realidad no se parece tanto, solo tienen el mismo color de cabello.- Y enredo sus dedos en algunas hebras del sedoso cabello verde oscuro, que caía por los hombros de su dueño.

 

- Entonces la próxima vez que se aparezca en tu sueño, has un esfuerzo por pensar que soy yo.- Sonrió con dulzura.- Es solo un sueño, no tienes por que preocuparte por eso...-

 

- Pero es que a veces son tan reales... y siento tanta angustia...-

 

Él la envolvió delicadamente en sus brazos. Quería ayudar a su “amiga”, pero no era capaz de comprender como un sueño podía angustiarla tanto. Podría apostar que esos sueños tenían algo que ver con su pasado. Según lo poco que sabía de ella, esos sueños habían comenzado años antes de que se conocieran. No podía asegurarlo, no se atrevía a preguntar nada sobre su pasado. Por que ella nunca quería hablar de ello, y que ella le contara su historia, implicaría que el también le contara la suya. Y ninguno de los dos, querían recordar quienes habían sido...

 

Pero esos sueños le preocupaban, por lo que podía entender, últimamente esos sueños eran más claros y más reales...tal vez un desahogo para una pena que ella no dejaba ir...

 

- Tengo una idea...¿por que no escribes los sueños que tienes?.-Le sonrió dulcemente y ella lo miró interrogante.

 

- Si, tal vez si escribes lo que sueñas, puedas descubrir por que lo haces. Freud decía que los sueños son deseos que reprimimos en el inconsciente.-

 

- Tengo mis dudas sobre las teorías de Freud... pero tal vez tengas razón.- Sonrió la mujer y a pesar de que las nubes seguían cubriendo el cielo, para él fue como si el sol hubiera aparecido en todo su esplendor. ¿Sabría ella el efecto que causaban sus escasas sonrisas?, ¿Por que era tan mezquina con algo que tenía el efecto milagroso de iluminar el día más oscuro? Preguntas que jamás se atrevería ha hacerle.

 

- No creo que pare.- La rubia miraba el filo del puente, bajo el cual se habían refugiado de la lluvia.

 

- Entonces tendremos que correr.- Con un brazo rodeo la menuda cintura y con el otro, paso su gabardina encima de sus cabezas. Abrazados de esta forma corrieron hasta la estación del metro que se encontraba cruzando la calle.

 

***

 

Shon miro por la ventana, la lluvia que caía sobre Tokyo le había recordado esa tarde compartida un año atrás. Estaba preocupado. Anais había desaparecido meses atrás, sin dejar rastro. Tal vez había regresado con su familia, a enfrentar su pasado.

 

Suspiro, él también había regresado a Tokyo a ver a su familia, su única familia, su hermano mayor Iki, que estaba en Tokyo por algunos días. Pero debía admitir que también estaba ahí, por ella.

 

Tal vez, si los dioses le sonreían, él podría encontrarla.

 

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- Mi pobre Guerrera Mágica, tu corazón esta tan herido, espero que algún día puedas perdonarme...-

 

Escucho la voz como en un sueño, trato de retenerla en la memoria, había escuchado esa voz antes, hace mucho tiempo, pero la voz se desvaneció dejando tras de si, desesperación y vació. Abrió los ojos, aun era de noche.

 

Trato una vez más, de recordar la voz dulce y triste que había escuchado, indudablemente era de una mujer. ¿Por qué le llenaba de tristeza el corazón?

Una punzada en la cabeza le indico que se estaba forzando demasiado por recordar. Se acerco a la ventana buscando respirar un poco de aire, la brisa nocturna logro calmar su dolor. Permaneció un rato en la ventana, hasta que escucho pasos en el pasillo, abrió la puerta y reconoció a la figura masculina, que un poco mareada, se dirigía de vuelta a su habitación.

 

- Ve con él.-

 

Pudo escuchar claramente, no supo si era la voz que escuchaba entre sueños, o era una manifestación de su propio deseo. El ruido que hizo una puerta al cerrarse, despertó a otra mujer, cuyos ojos castaños descubrieron en la penumbra, dos sombras conocidas, una que casi podía asegurar, era del hombre con quien estaba apunto de unir su vida. Cerró la puerta y se dijo que estaba teniendo un mal sueño, antes de volver a la cama.

 

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Una hermosa mujer pelirroja camina rápidamente por uno de los corredores del castillo, tiene que darse prisa si quiere que Caldina la peine con ese tocado de flores que ofreció. Si tan solo no se hubiera quedado dormida. Se había desvelado un poco hablando con Medea, era una mujer encantadora, y cada vez que hablaba con ella tenía la sensación de conocerla de años. Era algo agradable, de hecho, el castillo era un lugar agradable y desde que había llegado ahí tenía una constante sensación de deja vu. En cada rincón de aquél hermoso palacio, había impregnada una sensación cálida, que con el paso del tiempo se volvía cada vez más familiar, cada vez más, sentía que su lugar estaba en aquella tierra extraña, como si ella perteneciera a Céfiro.

 

Ensimismada en sus propios pensamientos, no se dio cuenta que Latis venía por el lado opuesto del pasillo, hasta que estuvo frente a él. Los dos se detuvieron para observarse un instante, el hombre parecía querer decirle algo, pero no lo hizo. Ella le sonrió dulcemente y continúo andando. Esa escena se había repetido varias veces en lo últimos días, para diversión de Caldina. La atracción entre ellos era evidente, pero al parecer los dos eran muy tímidos para aceptarlo, por lo menos eso pensaba la ilusionista.

 

Pero si, el día del regreso al castillo, Caldina hubiera observado una lagrima resbalar por el rostro de Heli, cuando Alina, la pequeña hija de Lilandra y Latis, corrió a abrazar a su padre, tal vez entendería un poco mejor la situación.

 

Helia no sabía exactamente que había pasado ese día. Solo sabía que algo dentro de ella, se había roto. No importaba que Lilandra y Latis, no fueran ahora una pareja, tenían una hija y para ella, eran una familia. Estaba de sobra.

 

Aquél día Latis pudo ver la tristeza de Helia, y algo dentro de él, le dijo que había traicionado ha alguien, a quien había amado. No existía una razón para que él se sintiera así, Lilandra y él se habían separado dos años atrás, y estaba seguro de que no amaba a la madre de su hija, era libre de rehacer su vida, si así lo quería, pero desde ese día, tenía cierta incomodidad de encontrarse con Helia, así que trataba de evitarlo y a pesar de que la mujer hacia lo mismo, siempre terminaban encontrándose... y uno de los dos huyendo.

 

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El castillo bullía de actividad, todos los sirvientes, con sus mejores atuendos iban y venían por todo el lugar colocando flores y arreglos. Mucha gente extraña iba y venia, sin parar, las familias nobles de Céfiro no tardaría en llegar. Incluso los representantes de los otros planetas, ya tenían diez días viviendo en el castillo y también haciendo mil preparativos para la celebración. Y fuera del castillo, ya se arremolinaba la gente venida desde los lugares más recónditos, para estar presentes en la unión, conocer a su reina y desearle felicidad al rey.

 

Camino hacia el bosque tratando de evitar todo aquel aglomerado de gente, nunca había sido afecto a las multitudes, ni a los desconocidos. Además algo le inquietaba, mejor dicho alguien...una mujer...Mirash. Todos habían olvidado a los prisioneros por los preparativos de la boda, él no, por alguna razón siempre terminaba cerca del cuarto que era la prisión de Mirash. Sobre todo después de aquel incidente. El rayo que Horus utilizara contra ella, la había hecho caer en un profundo sueño por toda la noche y parte del día, después de que recuperaran el castillo.

 

El azar, lo había llevado a estar presente en el momento en que la mujer despertara, ella lo había reconocido y lo miro con una dulzura y una tristeza tan grande que lo estremeció, las lágrimas inundaran sus ojos azules, parecía que el mar salía de sus ojos. Y entonces le pidió que se marchara, y que por favor no volviera. Ascot había obedecido a medias, puesto que iba a verla de todas formas, aunque nunca se le acercaba, ni siquiera le hablaba, la observaba a través de la burbuja mágica que el mismo había creado. Le intrigaba el comportamiento de esa mujer, pasaba los días mirando por la ventana de su prisión, con la mirada perdida...y no hablaba con nadie. No concordaba con la mujer dura y vengativa que había sido su carcelera, ni con la cruel mujer que había intentado utilizar a Cori para huir. Era como si fuera otra persona, muy diferente a la guerrera Mirash, pero que se parecía cada vez más a la niña que había marcado su vida...

 

Había tratado de hablarlo con Caldina esa mañana, pero la mujer lo había sacado de la habitación alegando que tenía que arreglarse y arreglar a las niñas para la fiesta. Además estaba histérica por que Ráfaga, no había llegado a dormir en toda la noche, había estado con Latis, tratando de encontrar el escondite de Osiris, pues desde que había huido del palacio, parecía que se lo hubiera tragado la tierra. Ambos habían salido al anochecer, con algunos hombres a rastrearlo, unos aldeanos lo habían visto por las cercanías, con un joven de cabellos negros. Ascot debía haberle avisado a la pelirosa que su esposo no llegaría a dormir, pero lo había olvidado, así que ahora ella estaba molesta con él.

 

El pelirrojo paso por un lado del lago, podía distinguir a la perfección el islote donde se llevaría a cabo la ceremonia de la unión. Suspiro recordando lo que pasara en ese lugar, hace más de 10 años. Su mirada verde, descubrió también, a Paris sentado en una orilla cercana del lago, estaba cerca del pequeño muelle así que tomo una barca y se dirigió a donde estaba su amigo.

 

El joven Rey de Céfiro, vio acerarse al pelirrojo. Espero que su amigo se sentara junto a él, para lanzarle una pregunta de lo más inesperada.

 

- ¿Has tenido alguna vez un sueño que jurarías que fue real?-

 

- No. ¿A que viene una pregunta tan filosófica?-

 

- Si te lo dijera no me lo creerías.- Dijo Paris, con una extraña sonrisa en el rostro, una mezcla extraña de alegría, ironía y tristeza.

 

- Esta algo agrio tu humor para ser el día de tu Unión, ¿No crees?, ¿No se supone que deberías estar feliz?- Ascot simplemente no entendía el extraño comportamiento de su amigo, este día todos parecían trastornados.

 

- Si, lo estoy, de verdad. Iris es una mujer maravillosa, es dulce, amable, sencilla, educada, tierna y tan frágil... estoy seguro que será una esposa encantadora, una buena madre y una excelente reina.-

 

- ¿Pero...?.-

 

- ¿Pero?, no, no hay un pero. La amo, Ascot, por eso me voy a Unir ha ella. Solo que anoche la vi...-

 

- ¿A Iris?.-

 

- No... Ha Anais.-

 

- ¿Que?.-

 

- Estuvo aquí.-

 

- Ya entiendo, ¿soñaste con ella?.-

 

- No estoy muy seguro de que haya sido un sueño.-

 

- Tal vez, fue su espíritu o tal vez, alguien quiso jugarte una broma muy pesada, creando una ilusión.-

 

- Cuando las Guerreras Mágicas murieron, tu te aferraste a que Marina estaba viva. ¿Por que lo hiciste?, ¿Cómo podrías saberlo?- Dijo sin prestar ninguna atención a las preguntas de su amigo.

 

Un incomodo silencio siguió a estas preguntas, hace años que no hablaban sobre el tema. Habían pasado muchos años desde que Ascot, Paris y Latis, mencionaran las palabras “Guerreras Mágicas”, siempre las llamaban Lucy, Marina y Anais, cuando hablaban de ellas, en las raras ocasiones en que lo hacían, que regularmente se reducía a un día del año: el aniversario de su muerte, era un acuerdo tácito, para no recordar que se habían sacrificado. Para no pensar que las vidas que tenían ellos ahora, era gracias a la muerte de esas tres niñas de mundo místico, esas tres jóvenes a las que habían amado.

 

- Lo sentí.- Dijo, al fin el mago.- No lo sabía, solo lo sentía. Y me aferré a ello, no quería dejarla ir, no podía... si no hubiera creído eso, me abría vuelto loco.-

 

- ¿Y si ellas no hubieran muerto?.-

 

- Vamos Paris, es algo que ya aceptamos, no podemos hacerlas volver. Ellas murieron, tu fuiste el primero en seguir con tu vida. No puedes dejarte perturbar por un sueño, por muy real que pareciera, no te aferres a ilusiones del pasado, créeme que te costara mucho cuando quieras volver a la realidad, yo lo sé demasiado bien. Hoy vas a unir tu vida, con la mujer que amas, no es momento de pensar en fantasmas.-

 

- Tienes razón...- Dijo el joven rey dándose la vuelta, la hora de la ceremonia se acercaba con rapidez y el aun no estaba listo.- ...pero no puedes besar una ilusión, no puedes abrazar un sueño... no puedes hacerle el amor a un fantasma.- Dijo para si mismo, mientras subía a la barca y esperaba a su amigo.

 

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- Te vez hermosa.- Dijo la compañera de Guru Clef, al entrar la habitación de Iris y contemplarla ya ataviada con su vestido para la ceremonia.

 

- Gracias.- Contesto Iris, con una sonrisa amable.

 

Se miró en el espejo y pudo constatar que Medea tenía razón. El vestido blanco hecho con la tela más delicada de Céfiro, se ceñía a la perfección a su cuerpo. Llevaba los hombros al descubierto, la manga ampona ¾ , era unida con el escote en forma de V que destacaba a la perfección su figura al igual que el corsé, resaltaba su diminuta cintura, la falda tenía una hermosa caída hasta cubrir sus pies, calzados con unas sandalias de tacón.. Sobre su rostro, el discreto maquillaje resaltaba sus finas facciones, y el labial rosa le daba una apariencia cálida. Su cabeza era adornada por una fina corona plateada con piedras preciosas, y su largo cabello castaño, con destellos rubios, caía detrás de ella. Parecía una nifa de los bosque de Céfiro. Se quedo algún tiempo contemplando su imagen en el espejo, suspiro y sus bellas facciones cambiaron hasta mostrar un rostro preocupado.

 

- ¿Qué te pasa?, ¿Hay algo que no te guste con el vestido?.- Pregunto amablemente la hermana de la armera.

 

- No Medea, este vestido es divino. Es... ¿Tu crees que esto sea correcto?, ¿Tu crees que Paris y yo de  verdad debemos estar juntos?.-

 

- Pero que dices eso Iris, si ustedes se aman, deben estar juntos.-

 

- Si....- Dudo un poco.

 

- No te preocupes.- La abrazo tiernamente Medea.- Todas nos ponemos un poco nerviosas el día de nuestra Unión. ¿No recuerdas que Caldina dudo tanto en ello que Ráfaga la arrastro hasta el altar y la sostuvo fuertemente del brazo hasta que termino la ceremonia?, Yo no pude dormir en toda la noche anterior. Tenía miedo de que Clef y yo, no fuéramos del todo el uno para el otro. Pero ya vez que las cosas salieron bien. No temas, te aseguro que todo saldrá bien. .-

 

- Medea, ¿tu le has ocultado algo a Guru Clef?.-

 

- No. Yo pienso que la confianza en una pareja es uno de los pilares del amor.-

 

- ¿Y si eso pudiera alejar a Guru Clef de ti?.-

 

- Tendría confianza en que nuestro amor puede superar cualquier cosa. Y estoy segura que tu amor y el de Paris también podrán. Los he visto juntos, se que él te adora. Paris es un hombre que se entrega por completo, nadie en Céfiro podría separarlo de ti.- Medea la tomo de las manos y le dedico una sonrisa para inspirarle confianza.

 

- Ya es hora.- Dijo el Guru de Céfiro dando dos suaves toques a la puerta.

 

- Vamos.- Dijo la rubia dando la vuelta para salir de la habitación.

- Nadie en Céfiro, ¿pero que tal alguien de otro mundo?.- Susurro con tristeza, la futura reina de Céfiro, antes de salir tras Medea.

 

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Maat entro al cuarto en el que habían acomodado a Aura. El muchacho tuvo que reconocer que la habitación era acogedora, de hecho todo el palacio lo era. Siempre había pensado que el castillo, era un lugar lleno de lujos y ostentación,. pero debía aceptar que, en efecto el castillo era lujoso, sin embargo todo el lugar era acogedor y cálido.

 

El joven contemplo a la mujer frente a él. Habían pasado diez días desde que llegaran al castillo. Guru Clef había atendido la hemorragia de inmediato. Aura había estado débil por la perdida de sangre, pero se recuperaba rápidamente. Podría estar presente en la unión y luego ella y Maat podrían volver a casa. Maat hubiera preferido irse inmediatamente que Aura pudiera soportar el viaje, pero el Rey había insistido demasiado en que se quedaran a la celebración, estaba muy agradecido por la ayuda que le habían brindado y quería que fueran sus invitados de honor. Pero la que realmente convenció a Maat fue la Dr. Helia, pues aseguro que “su hermana” podía tener una recaída en el camino. Todos en el castillo pensaban que él y Aura eran hermanos, cosa que a él le incomodaba un poco, pero qué ni él, ni Paris o Iris se habían molestado en aclarar.

 

- Buenos días hermanito.- Sonrió Aura, a ella le encantaba la idea de tener un hermano.

 

- Buenos días. Te vez hermosa Aura.- Dijo el joven amablemente.

 

Y era la verdad, puesto que la mujer lucia un lujoso vestido que consistía en una túnica blanca que era rodeada por una vaporosa tela verde, semi transparente, que se ajustaba a la perfección a su cuerpo. Del cuello colgaba un collar dorado con una lagrima verde esmeralda, del mismo diseño que los aretes que llevaba. Cualquiera juraría que era una dama de la nobleza de Céfiro.

 

- Tu también te vez muy bien Maat.-

 

- Vamos, la ceremonia esta apunto de comenzar.-

 

Salieron al pasillo, estaba atardeciendo y todo estaba listo para la gran fiesta que se daría después de la ceremonia. La luz dorada del sol, se colaba por los enormes ventanales del pasillo que conducía a la salida. De pronto el pasillo oscureció por completo, un trueno le devolvió por instantes la visibilidad, la sombra de un hombre se acercaba con pasos decididos.

 

- Anais, ¿que te pasa?, ¿que estas haciendo aquí?.-

 

Levanto la vista y pudo ver claramente el rostro del rey de Céfiro, pero parecía un poco más joven.

- ¿Aura?, ¿que te ocurre?.- La llamo Maat que ya la había dejado atrás por unos cuantos pasos, cuando se percato de que la mujer se había parado ha mirar por una de las ventanas.

 

- El me llamo Anais...- Susurro la mujer sin prestar atención a las preguntas de Maat, comenzó a dolerle la cabeza, otra vez ese nombre, ese nombre que había escuchado en el sueño de la noche anterior. Se llevo la mano a la cabeza, le punzaba, pero esta vez estaba decidida a saber que tenía que ver ese nombre con ella. Si el rey de Céfiro la conocía, ¿por que no se lo había dicho?, El sabía de su amnesia, ¿por que Paris no la había reconocido?.

 

- Y yo, soy Paris.- Se presento el joven, frente a las tres chicas de Mundo Místico.

 

- Se me rompió el corazón pensando en que nos habías traicionado, pero aun así decidí venir.-

 

- Tonta.-

 

- Nunca antes alguien me había llamado tonta.-

 

Los dos jóvenes se miraron, y antes de que el moustro del desierto apareciera, supieron que ambos tenían un sentimiento muy especial el uno por el otro...

 

- Extraño tanto a mi hermana mayor, todo lo que recuerdo de ella era ese semblante triste que la invadía desde que era una pequeña....al menos, regálame tu bella sonrisa, esa sonrisa que se me viene a la mente cada vez que pienso en ti.-

 

Y ambos jóvenes, permanecieron abrazados mientras el mundo mágico se derrumbaba fuera del castillo, por falta de su princesa.

 

 

Pequeños párrafos de su libro que venía a su mente, un momento ¿ella había escrito un libro?. Sí, había escrito un libro en la tierra, en su departamento de Osaka. Había ido a parar al mundo con el que constantemente soñaba.

 

- ¡No eran sueños!, ¡Eran recuerdos... recuerdos de Céfiro!...- Exclamo sorprendida, las lagrimas no tardaron en acudir a sus ojos, el dolor de cabeza se intensifico tanto que no pudo soportarlo y se desplomo, Maat estaba lo suficientemente cerca para atraparla antes de que cayera al piso.

 

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Hacia un día precioso, soleado y cálido como la mayoría de los días en este planeta.

El enorme jardín que había alrededor del palacio, se encontraba lleno de mesas ocupadas por las familias nobles de Céfiro y los invitados especiales provenientes de todo el planeta, además de los embajadores de Ziceta, Autosam y Faaren que ya se encontraban en pequeñas barcazas para ser testigos de la ceremonia que se llevaría a cabo en el islote. En una de las barcas, se encontraban las ahora reinas de Ziceta, con sus respectivos reyes, los pequeños príncipes, hijos de las gemelas eran cuidados por sus nanas en tierra. Solo el más pequeño, que había nacido un mes antes, era cargado por su tía, Tata, que por cierto estaba en espera de su 3 hijo, en seis meses más. En otra barca, iba la joven Emperatriz Aska, acompañada de su fiel consejero, San Joing, el tiempo había transformado a los dos niños, a Aska en una joven cuya admirable belleza reflejaba su fuerza de carácter, y a San Joing en un guapo joven, apacible y juicioso.

En la tercera barcaza, bellamente adornada,. se encontraban, Lilandra, Comandante en Jefe de las fuerzas de Autosam, junto con su pequeña hija Alina, de apenas seis años de edad y el Teniente Zaztron, su mano derecha y mejor amigo, a quien cariñosamente todos llamaban Zaz.

 

Por fin, Iris, Paris y Gurur Clef, subieron a la barcaza bellamente decorada, que les correspondía, y la Ceremonia de la Unión, dio comienzo oficialmente.

 

- Paris, ¿me amas?-

 

- Por supuesto que si, ¿por que me preguntas eso?, ¿dudas de lo que siento por ti?.-

 

- Ayer... vi a .....-

 

El gran estruendo que se escucho, no dejo a Iris terminar la frase. En segundos las personas empezaron a correr despavoridas, y los guardias se apresuraban a los muros devastados, tratando de contener la entrada de las tropas de Osiris.

 

 

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Silencio...

 

Estaba harta del silencio...

 

Nunca se había llevado bien con Mirash, pero llevaba días sin decir más de dos palabras seguidas. La ultima vez que había hablado algo más de sus monosilábicas y escuetas respuestas fue, el día que aquel mago estuvo en la celda.

 

No entendía a la que había sido su compañera de armas, no lograba entender el porque de su silencio, el porque de las lagrimas que derramaba al anochecer, al mirar por la ventana, al saber que aquél mago continuamente hacia guardia detrás de la puerta.

 

Tueris presentía que Mirash, tenía algo que ocultar, siempre lo había sentido así, desde que Horus la llevara al campamento, por eso desconfiaba de ella. Pero jamas se espero que bajo la frialdad de aquella guerrera, su rival por el amor de Osiris, existiera esa frágil mujer que ahora compartía la celda con ella.

 

¡¡¡¡¡PRUUUUMMMM!!!!!, se escucho, cuando una de las murallas que protegía el castillo calló.

- Ya están aquí.- Dijo Mirash, para si misma e hizo, aparecer su espada frente a ellas de un guante que llevaba en la mano. De un tajo, rompió la burbuja que las tenía prisioneras en aquella habitación, al mismo tiempo que una corriente de agua derribaba la puerta.

 

- ¿¡Por qué diablos no hiciste eso antes!?.- Exclamo Tueris entre sorprendida y enojada.

 

La mujer no le hizo el menor caso y hecho a correr por los pasillos del castillo, siguiendo los ruidos de las explosiones de la lucha, Tueris la siguió.

 

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París daba vueltas, como león enjaulado, escuchando los gritos de guerra y explosiones que llegaban de fuera. Él e Iris habían sido teletransportados dentro del castillo por Guru Clef tan pronto como la batalla había empezado. Inmediatamente el mago había vuelto a busca a Medea y a su hijo.

 

El joven rey de Céfiro estaba muy tenso, daba vueltas y vueltas por toda la habitación, Iris no se atrevía a hablarle, no sabía que decirle o como tranquilizarlo, solo miraba preocupada su ir y venir.

 

Otra explosión...

 

Se detuvo en medio de la habitación y desabrocho su capa, ya no iba a esperar más, saco su enorme espada del guante-joya.

 

- Paris, no puedes ir... tu pueblo te necesita.- Dijo la castaña tratando de persuadirlo de que no saliera el también a combatir.

 

- Tu lo has dicho, mi pueblo me necesita.-

 

- Ten cuidado..- Dijo la mujer al ver que el hombre que amaba, se disponía a salir de la habitación.

 

- Estaré bien, lo prometo.- Regreso sobre sus pasos para darle un beso a Iris y después salir.

 

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- ¿Qué demonios es eso?.- Dijo Helia al ver una temible figura, de aspecto hosco sobresalir entre la gente que corría.

 

- Criaturas...¡criaturas dentro del castillo!.- Dijo Caldina preocupada, detuvo su carrera y entrego a sus dos hijas a Helia.

 

- Ve a dentro con las niñas, cuídalas por favor.- Dijo la ilusionista, antes de echar a correr en la dirección donde se veía aquella temible criatura.

 

Helia hizo exactamente lo que Caldina había dicho y condujo a las niñas dentro del castillo a un lugar seguro, un jardín que no tardo en llenarse de cefirianos, parecía que muchos sabían que aquel, era el lugar más seguro del castillo.

 

- ¡Una criatura, viene para acá!.- Grito una bella jovencita de cabellos naranjas y ojos castaños, la miradas de todos se clavaron en ella, que tropezó y cayó al piso apenas cruzo la puerta del refugió.

 

De inmediato una sombra siniestra apareció detrás de ella, seis pares de ojos se posaron en ella y la criatura soltó un terrible aullido anunciado su llegada. La joven cerro los ojos, estaba perdida, por lo menos había avisado a tiempo para que los demás pudiera correr por la otra puerta del refugio. Cerro los ojos esperando su final...

 

-¡¡¡¡¡¡FLECHA FUEGO!!!!!!!!!.-

 

- ¡¡¡¡¿UNA GUERRERA MAGICA?!!!!!.- Grito la joven asombrada.

 

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Ascot se encontraba en la primera línea de defensa, tratando de contener la entrada de los tradicionalistas al castillo, había liberado a sus criaturas y estas se encargaban de proteger a las personas de los moustros convocados por los otros hechiceros y por el miedo de la gente.

 

Un hombre de cabello anaranjado, descubrió al mago pelirrojo, entre los soldados, no había olvidado a ese hechicero pelirrojo que casi logro derrotarlo, eso no se lo perdonaría nunca, su orgullo le reclamaba venganza.

 

- ¡Hechicero!.-

 

El pelirrojo no tardo en reconocer a aquél hombre como Osiris, el líder de los tradicionalistas y ultimo descendiente de una de las familias más antiguas de Céfiro. No dudo en avanzar hasta él, espada en mano, ese era su estilo de pelea ahora, jugarse el todo por el todo. Sabía que si el líder caía, los seguidores no opondrían resistencia.

 

- Esta vez nadie te salvara.- Amenazó el hechicero.

 

Ambos chocaron sus espadas en un primer ataque, cara a cara, midiendo la fuerza de su oponente, muchos de los guerreros a su alrededor detuvieron sus peleas para observarlos, al sentir el enorme choque de las energías. Espadachín y Hechicero, tenían los dos, una fuerza de voluntad sorprendente, sin lugar a dudas sería una de las batallas decisivas.

 

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Shet observaba la batalla a lo lejos, sintió tres poderosas presencias en el castillo, sonrío diabólicamente...

 

- Han despertado.- Dijo mientras desaparecía en las sombras del bosque.

 

Reapareció en la entrada del castillo, no podía creer lo fácil que sería todo, pronto el ciclo de Céfiro estaría concluido.

 

Los hombres de Osiris peleaban sin piedad contra los soldados, cefirianos contra cefirianos, una prueba inequívoca de que el final estaba cerca....

 

Tres grandes naves aparecieron en el cielo de Céfiro, la nave NSX, el Fuerte Bravada, y la nave Dragón de Faharen, habían llegado a reforzar las defensas del castillo.

 

- Esto no es asunto suyo.- Dijo el chico de cabellos negros, con su inexpresiva voz,  y emitió una poderosa energía que averió las tres naves al mismo tiempo...

 

De la nada, tres enormes genios, surgieron de diferentes puntos del castillo y detuvieron la caída de las naves aliadas...

 

Los guardianes de Céfiro...

 

Sus negros ojos expresaron complacencia, su misión terminaría pronto.

 

- Por favor márchate, aun no es tiempo.- Hablo la voz de una joven, a sus espaldas.

 

El chico giró el rostro para toparse con una jovencita de aproximadamente 14 años.

 

- ¿Quién eres tu?.- Pregunto amenazadoramente.

 

- ¿No me reconoces?.- Dijo la joven con algo de melancolía en su voz.

 

La observo detenidamente, su cuerpo tenía formas definidas, que podían adivinarse por la túnica amarilla ocre que llevaba puesta, sobre ella llevaba una protección que se ajustaba a su cintura y tenía una abertura para darle movilidad en las piernas. Era sujetada por un cinturón cuya hebilla encerraba un símbolo extraño. Cubriendo su pecho llevaba un peto blanco adornado con piedras amarillas, no llevaba guantes y su cabello rosa rizado, era detenido fuera de su rostro por una diadema adornada también con una joya amarilla.

 

Se veía imponente...

 

Sin embargo Shet, se concentro, solo en sus ojos azul claro, de una infinita pureza, que a pesar de su seriedad reflejaban ternura.

 

- Eres...eres... una enemiga.- Sentenció el joven. Sus inexpresivos ojos reflejaron tristeza por solo un momento, pero su voz no dejo traslucir ninguna emoción.

 

Sin dudarlo, Shet atacó a la joven con una conjunción de rayos oscuros, ella no contra ataco, se limito a esquivarlos, cuando el joven logro acorralarla una burbuja de color verde protegió a la joven.

 

Windam, el genio protector del viento, apareció a su derecha...

 

El joven no le dio importancia y volvió a atacar, esta vez, con una especie de niebla que comenzó a salir de su mano, fue detenida por un remolino de agua y Seres apareció a su izquierda.

 

Shet sonrío con malicia. Ataco una tercera vez, concentrando una gran cantidad de energía oscura, que fue detenida por una muralla de fuego. Rayearht el genio rojo, se coloco entre Windam y Seres.

 

- Viento, Fuego, Agua y...por supuesto Tierra, bien hecho Nina, has despertado los cuatro elementos fundamentales de Céfiro. La Guerra a comenzado.-

 

El joven de negros cabellos desapareció en una nube de humo negro, que se fue expandiendo por todo el lugar.

 

- ¡Huracán Verde!.-

 

Para cuando el viento termino de disipar el humo, Shet, Osiris y sus hombres habían desaparecido. Los cefirianos no tardaron en notar la aparición de los genios y se arremolinaron a su alrededor.

 

Los imponentes genios, desaparecieron poco a poco, tres mujeres tomaron su lugar.

 

- ¿Helia?.- Dijo Latis impresionado. Apenas había podido abrirse paso entre la multitud.

 

- ¿Mirahs?.- Exclamo Ascot, al poderla distinguir al lado de las otras.

 

- ¿Aura?.- Dijo el joven Rey, demasiado impacto por la aparición de los genios.

 

- ¿Quiénes son ustedes?.- Pregunto Guru Clef, quien no podía creer lo que estaba pasando.

 

- Ustedes las conocen como Lucy, Marina y Anais, “La Guerreras Mágicas.- Hablo la jovencita de rosados cabellos. – Yo soy, Nina, la cuarta Guerrera Mágica...-

 

 

 

C O N T I N U A R A…