LOS HEROES SON RECORDADOS PERO...
LAS LEYENDAS VIVEN POR SIEMPRE
- Te amo.-
Un incomodo
silencio siguió a la declaración del apuesto hombre de cabellos verdes. La
chica rubia, desvió la vista y se concentro en mirar caer las gotas de lluvia.
- Lo siento...-
Murmuro escondiendo la cara en el pecho de su acompañante.
- No, yo lo
siento. Creo que no es un buen momento para....-
- No.- Lo detuvo
posando sus delicados dedos sobre los labios del apuesto hombre.- No tienes por
que disculparte soy yo... es que....son mis sueños-
- ¿Has vuelto a
soñar con ese chico que se parece a mi?. No se si
halagarme o ponerme celoso.- Dijo el hombre con dulzura, reflejada en sus ojos
esmeralda.
- Bueno... en
realidad no se parece tanto, solo tienen el mismo color de cabello.- Y enredo
sus dedos en algunas hebras del sedoso cabello verde oscuro, que caía por los
hombros de su dueño.
- Entonces la
próxima vez que se aparezca en tu sueño, has un esfuerzo por pensar que soy
yo.- Sonrió con dulzura.- Es solo un sueño, no tienes por que preocuparte por
eso...-
- Pero es que a
veces son tan reales... y siento tanta angustia...-
Él la envolvió
delicadamente en sus brazos. Quería ayudar a su “amiga”, pero no era capaz de
comprender como un sueño podía angustiarla tanto. Podría apostar que esos
sueños tenían algo que ver con su pasado. Según lo poco que sabía de ella, esos
sueños habían comenzado años antes de que se conocieran. No podía asegurarlo,
no se atrevía a preguntar nada sobre su pasado. Por que ella nunca quería
hablar de ello, y que ella le contara su historia, implicaría que el también le
contara la suya. Y ninguno de los dos, querían recordar quienes habían sido...
Pero esos sueños
le preocupaban, por lo que podía entender, últimamente esos sueños eran más
claros y más reales...tal vez un desahogo para una pena que ella no dejaba
ir...
- Tengo una
idea...¿por que no escribes los sueños que tienes?.-Le
sonrió dulcemente y ella lo miró interrogante.
- Si, tal vez si
escribes lo que sueñas, puedas descubrir por que lo haces. Freud decía que los
sueños son deseos que reprimimos en el inconsciente.-
- Tengo mis
dudas sobre las teorías de Freud... pero tal vez tengas razón.- Sonrió la mujer
y a pesar de que las nubes seguían cubriendo el cielo, para él fue como si el
sol hubiera aparecido en todo su esplendor. ¿Sabría ella el efecto que causaban
sus escasas sonrisas?, ¿Por que era tan mezquina con algo que tenía el efecto
milagroso de iluminar el día más oscuro? Preguntas que jamás se atrevería ha
hacerle.
- No creo que
pare.- La rubia miraba el filo del puente, bajo el cual se habían refugiado de
la lluvia.
- Entonces
tendremos que correr.- Con un brazo rodeo la menuda cintura y con el otro, paso
su gabardina encima de sus cabezas. Abrazados de esta forma corrieron hasta la
estación del metro que se encontraba cruzando la calle.
***
Shon miro
por la ventana, la lluvia que caía sobre Tokyo le
había recordado esa tarde compartida un año atrás. Estaba preocupado. Anais había desaparecido meses atrás, sin dejar rastro. Tal
vez había regresado con su familia, a enfrentar su pasado.
Suspiro, él
también había regresado a Tokyo a ver a su familia,
su única familia, su hermano mayor Iki, que estaba en
Tokyo por algunos días. Pero debía admitir que
también estaba ahí, por ella.
Tal vez, si los
dioses le sonreían, él podría encontrarla.
ba
- Mi pobre Guerrera Mágica, tu corazón esta tan herido, espero que
algún día puedas perdonarme...-
Escucho la voz
como en un sueño, trato de retenerla en la memoria, había escuchado esa voz
antes, hace mucho tiempo, pero la voz se desvaneció dejando tras de si,
desesperación y vació. Abrió los ojos, aun era de noche.
Trato una vez
más, de recordar la voz dulce y triste que había escuchado, indudablemente era
de una mujer. ¿Por qué le llenaba de tristeza el corazón?
Una punzada en
la cabeza le indico que se estaba forzando demasiado por recordar. Se acerco a
la ventana buscando respirar un poco de aire, la brisa nocturna logro calmar su
dolor. Permaneció un rato en la ventana, hasta que escucho pasos en el pasillo,
abrió la puerta y reconoció a la figura masculina, que un poco mareada, se
dirigía de vuelta a su habitación.
- Ve con él.-
Pudo escuchar
claramente, no supo si era la voz que escuchaba entre sueños, o era una
manifestación de su propio deseo. El ruido que hizo una puerta al cerrarse,
despertó a otra mujer, cuyos ojos castaños descubrieron en la penumbra, dos
sombras conocidas, una que casi podía asegurar, era del hombre con quien estaba
apunto de unir su vida. Cerró la puerta y se dijo que estaba teniendo un mal
sueño, antes de volver a la cama.
ba
Una hermosa
mujer pelirroja camina rápidamente por uno de los corredores del castillo,
tiene que darse prisa si quiere que Caldina la peine
con ese tocado de flores que ofreció. Si tan solo no se hubiera quedado
dormida. Se había desvelado un poco hablando con Medea, era una mujer
encantadora, y cada vez que hablaba con ella tenía la sensación de conocerla de
años. Era algo agradable, de hecho, el castillo era un lugar agradable y desde
que había llegado ahí tenía una constante sensación de deja vu.
En cada rincón de aquél hermoso palacio, había impregnada una sensación cálida,
que con el paso del tiempo se volvía cada vez más familiar, cada vez más,
sentía que su lugar estaba en aquella tierra extraña, como si ella perteneciera
a Céfiro.
Ensimismada en
sus propios pensamientos, no se dio cuenta que Latis
venía por el lado opuesto del pasillo, hasta que estuvo frente a él. Los dos se
detuvieron para observarse un instante, el hombre parecía querer decirle algo,
pero no lo hizo. Ella le sonrió dulcemente y continúo andando. Esa escena se
había repetido varias veces en lo últimos días, para diversión de Caldina. La atracción entre ellos era evidente, pero al
parecer los dos eran muy tímidos para aceptarlo, por lo menos eso pensaba la
ilusionista.
Pero si, el día
del regreso al castillo, Caldina hubiera observado
una lagrima resbalar por el rostro de Heli, cuando Alina, la pequeña hija de Lilandra y Latis, corrió a
abrazar a su padre, tal vez entendería un poco mejor la situación.
Helia no
sabía exactamente que había pasado ese día. Solo sabía que algo dentro de ella,
se había roto. No importaba que Lilandra y Latis, no fueran ahora una pareja, tenían una hija y para
ella, eran una familia. Estaba de sobra.
Aquél día Latis pudo ver la tristeza de Helia,
y algo dentro de él, le dijo que había traicionado ha alguien, a quien había
amado. No existía una razón para que él se sintiera así, Lilandra
y él se habían separado dos años atrás, y estaba seguro de que no amaba a la
madre de su hija, era libre de rehacer su vida, si así lo quería, pero desde
ese día, tenía cierta incomodidad de encontrarse con Helia,
así que trataba de evitarlo y a pesar de que la mujer hacia lo mismo, siempre
terminaban encontrándose... y uno de los dos huyendo.
ba
El castillo
bullía de actividad, todos los sirvientes, con sus mejores atuendos iban y
venían por todo el lugar colocando flores y arreglos. Mucha gente extraña iba y
venia, sin parar, las familias nobles de Céfiro no tardaría en llegar. Incluso los
representantes de los otros planetas, ya tenían diez días viviendo en el
castillo y también haciendo mil preparativos para la celebración. Y fuera del
castillo, ya se arremolinaba la gente venida desde los lugares más recónditos,
para estar presentes en la unión, conocer a su reina y desearle felicidad al
rey.
Camino hacia el
bosque tratando de evitar todo aquel aglomerado de gente, nunca había sido
afecto a las multitudes, ni a los desconocidos. Además algo le inquietaba,
mejor dicho alguien...una mujer...Mirash. Todos
habían olvidado a los prisioneros por los preparativos de la boda, él no, por
alguna razón siempre terminaba cerca del cuarto que era la prisión de Mirash. Sobre todo después de aquel incidente. El rayo que Horus utilizara contra ella, la había hecho caer en un
profundo sueño por toda la noche y parte del día, después de que recuperaran el
castillo.
El azar, lo
había llevado a estar presente en el momento en que la mujer despertara, ella
lo había reconocido y lo miro con una dulzura y una tristeza tan grande que lo
estremeció, las lágrimas inundaran sus ojos azules, parecía que el mar salía de
sus ojos. Y entonces le pidió que se marchara, y que por favor no volviera. Ascot había obedecido a medias, puesto que iba a verla de
todas formas, aunque nunca se le acercaba, ni siquiera le hablaba, la observaba
a través de la burbuja mágica que el mismo había creado. Le intrigaba el
comportamiento de esa mujer, pasaba los días mirando por la ventana de su
prisión, con la mirada perdida...y no hablaba con nadie. No concordaba con la
mujer dura y vengativa que había sido su carcelera, ni con la cruel mujer que
había intentado utilizar a Cori para huir. Era como
si fuera otra persona, muy diferente a la guerrera Mirash,
pero que se parecía cada vez más a la niña que había marcado su vida...
Había tratado de
hablarlo con Caldina esa mañana, pero la mujer lo
había sacado de la habitación alegando que tenía que arreglarse y arreglar a
las niñas para la fiesta. Además estaba histérica por que Ráfaga, no había
llegado a dormir en toda la noche, había estado con Latis,
tratando de encontrar el escondite de Osiris, pues
desde que había huido del palacio, parecía que se lo hubiera tragado la tierra.
Ambos habían salido al anochecer, con algunos hombres a rastrearlo, unos
aldeanos lo habían visto por las cercanías, con un joven de cabellos negros. Ascot debía haberle avisado a la pelirosa
que su esposo no llegaría a dormir, pero lo había olvidado, así que ahora ella
estaba molesta con él.
El pelirrojo
paso por un lado del lago, podía distinguir a la perfección el islote donde se
llevaría a cabo la ceremonia de la unión. Suspiro recordando lo que pasara en
ese lugar, hace más de 10 años. Su mirada verde, descubrió también, a Paris
sentado en una orilla cercana del lago, estaba cerca del pequeño muelle así que
tomo una barca y se dirigió a donde estaba su amigo.
El joven Rey de
Céfiro, vio acerarse al pelirrojo. Espero que su amigo se sentara junto a él,
para lanzarle una pregunta de lo más inesperada.
- ¿Has tenido
alguna vez un sueño que jurarías que fue real?-
- No. ¿A que
viene una pregunta tan filosófica?-
- Si te lo
dijera no me lo creerías.- Dijo Paris, con una extraña sonrisa en el rostro,
una mezcla extraña de alegría, ironía y tristeza.
- Esta algo
agrio tu humor para ser el día de tu Unión, ¿No crees?, ¿No se supone que
deberías estar feliz?- Ascot simplemente no entendía
el extraño comportamiento de su amigo, este día todos parecían trastornados.
- Si, lo estoy,
de verdad. Iris es una mujer maravillosa, es dulce, amable, sencilla, educada,
tierna y tan frágil... estoy seguro que será una esposa encantadora, una buena
madre y una excelente reina.-
- ¿Pero...?.-
- ¿Pero?, no, no
hay un pero. La amo, Ascot, por eso me voy a Unir ha
ella. Solo que anoche la vi...-
- ¿A Iris?.-
- No... Ha Anais.-
- ¿Que?.-
- Estuvo aquí.-
- Ya entiendo,
¿soñaste con ella?.-
- No estoy muy
seguro de que haya sido un sueño.-
- Tal vez, fue
su espíritu o tal vez, alguien quiso jugarte una broma muy pesada, creando una
ilusión.-
- Cuando las
Guerreras Mágicas murieron, tu te aferraste a que
Marina estaba viva. ¿Por que lo hiciste?, ¿Cómo podrías saberlo?- Dijo sin
prestar ninguna atención a las preguntas de su amigo.
Un incomodo
silencio siguió a estas preguntas, hace años que no hablaban sobre el tema.
Habían pasado muchos años desde que Ascot, Paris y Latis, mencionaran las palabras “Guerreras Mágicas”, siempre
las llamaban Lucy, Marina y Anais, cuando hablaban de
ellas, en las raras ocasiones en que lo hacían, que regularmente se reducía a
un día del año: el aniversario de su muerte, era un acuerdo tácito, para no
recordar que se habían sacrificado. Para no pensar que las vidas que tenían
ellos ahora, era gracias a la muerte de esas tres niñas de mundo místico, esas
tres jóvenes a las que habían amado.
- Lo sentí.-
Dijo, al fin el mago.- No lo sabía, solo lo sentía. Y me aferré a ello, no
quería dejarla ir, no podía... si no hubiera creído eso, me abría vuelto loco.-
- ¿Y si ellas no
hubieran muerto?.-
- Vamos Paris,
es algo que ya aceptamos, no podemos hacerlas volver. Ellas murieron, tu fuiste el primero en seguir con tu vida. No puedes
dejarte perturbar por un sueño, por muy real que pareciera, no te aferres a
ilusiones del pasado, créeme que te costara mucho cuando quieras volver a la
realidad, yo lo sé demasiado bien. Hoy vas a unir tu vida, con la mujer que
amas, no es momento de pensar en fantasmas.-
- Tienes
razón...- Dijo el joven rey dándose la vuelta, la hora de la ceremonia se
acercaba con rapidez y el aun no estaba listo.- ...pero
no puedes besar una ilusión, no puedes abrazar un sueño... no puedes hacerle el
amor a un fantasma.- Dijo para si mismo, mientras subía a la barca y esperaba a
su amigo.
ba
- Te vez
hermosa.- Dijo la compañera de Guru Clef, al entrar la habitación de Iris y contemplarla ya
ataviada con su vestido para la ceremonia.
- Gracias.-
Contesto Iris, con una sonrisa amable.
Se miró en el
espejo y pudo constatar que Medea tenía razón. El vestido blanco hecho con la
tela más delicada de Céfiro, se ceñía a la perfección a su cuerpo. Llevaba los
hombros al descubierto, la manga ampona ¾ , era unida con el escote en forma de
V que destacaba a la perfección su figura al igual que el corsé, resaltaba su
diminuta cintura, la falda tenía una hermosa caída hasta cubrir sus pies,
calzados con unas sandalias de tacón.. Sobre su
rostro, el discreto maquillaje resaltaba sus finas facciones, y el labial rosa
le daba una apariencia cálida. Su cabeza era adornada por una fina corona
plateada con piedras preciosas, y su largo cabello castaño, con destellos
rubios, caía detrás de ella. Parecía una nifa de los bosque de Céfiro. Se quedo algún tiempo contemplando
su imagen en el espejo, suspiro y sus bellas facciones cambiaron hasta mostrar
un rostro preocupado.
- ¿Qué te pasa?,
¿Hay algo que no te guste con el vestido?.- Pregunto
amablemente la hermana de la armera.
- No Medea, este
vestido es divino. Es... ¿Tu crees que esto sea correcto?, ¿Tu crees que Paris
y yo de verdad debemos estar juntos?.-
- Pero que dices
eso Iris, si ustedes se aman, deben estar juntos.-
- Si....- Dudo
un poco.
- No te
preocupes.- La abrazo tiernamente Medea.- Todas nos ponemos un poco nerviosas
el día de nuestra Unión. ¿No recuerdas que Caldina
dudo tanto en ello que Ráfaga la arrastro hasta el altar y la sostuvo
fuertemente del brazo hasta que termino la ceremonia?, Yo no pude dormir en
toda la noche anterior. Tenía miedo de que Clef y yo,
no fuéramos del todo el uno para el otro. Pero ya vez que las cosas salieron
bien. No temas, te aseguro que todo saldrá bien. .-
- Medea, ¿tu le
has ocultado algo a Guru Clef?.-
- No. Yo pienso
que la confianza en una pareja es uno de los pilares del amor.-
- ¿Y si eso
pudiera alejar a Guru Clef
de ti?.-
- Tendría
confianza en que nuestro amor puede superar cualquier cosa. Y estoy segura que
tu amor y el de Paris también podrán. Los he visto juntos, se que él te adora.
Paris es un hombre que se entrega por completo, nadie en Céfiro podría
separarlo de ti.- Medea la tomo de las manos y le dedico una sonrisa para
inspirarle confianza.
- Ya es hora.-
Dijo el Guru de Céfiro dando dos suaves toques a la
puerta.
- Vamos.- Dijo
la rubia dando la vuelta para salir de la habitación.
- Nadie en
Céfiro, ¿pero que tal alguien de otro mundo?.- Susurro
con tristeza, la futura reina de Céfiro, antes de salir tras Medea.
ba
Maat
entro al cuarto en el que habían acomodado a Aura. El muchacho tuvo que
reconocer que la habitación era acogedora, de hecho todo el palacio lo era.
Siempre había pensado que el castillo, era un lugar lleno de lujos y
ostentación,. pero debía
aceptar que, en efecto el castillo era lujoso, sin embargo todo el lugar era
acogedor y cálido.
El joven contemplo a la mujer
frente a él. Habían pasado diez días desde que llegaran al castillo. Guru Clef había atendido la
hemorragia de inmediato. Aura había estado débil por la perdida de sangre, pero
se recuperaba rápidamente. Podría estar presente en la unión y luego ella y Maat podrían volver a casa. Maat
hubiera preferido irse inmediatamente que Aura pudiera soportar el viaje, pero
el Rey había insistido demasiado en que se quedaran a la celebración, estaba
muy agradecido por la ayuda que le habían brindado y quería que fueran sus
invitados de honor. Pero la que realmente convenció a Maat
fue la Dr. Helia, pues
aseguro que “su hermana” podía tener una recaída en el camino. Todos en el
castillo pensaban que él y Aura eran hermanos, cosa que a él le incomodaba un
poco, pero qué ni él, ni Paris o Iris se habían molestado en aclarar.
- Buenos días hermanito.- Sonrió
Aura, a ella le encantaba la idea de tener un hermano.
- Buenos días. Te vez hermosa
Aura.- Dijo el joven amablemente.
Y era la verdad, puesto que la
mujer lucia un lujoso vestido que consistía en una túnica blanca que era
rodeada por una vaporosa tela verde, semi
transparente, que se ajustaba a la perfección a su cuerpo. Del cuello colgaba
un collar dorado con una lagrima verde esmeralda, del
mismo diseño que los aretes que llevaba. Cualquiera juraría que era una dama de
la nobleza de Céfiro.
- Tu también te vez muy bien Maat.-
- Vamos, la ceremonia esta
apunto de comenzar.-
Salieron al pasillo, estaba
atardeciendo y todo estaba listo para la gran fiesta que se daría después de la
ceremonia. La luz dorada del sol, se colaba por los enormes ventanales del
pasillo que conducía a la salida. De pronto el pasillo oscureció por completo,
un trueno le devolvió por instantes la visibilidad, la sombra de un hombre se
acercaba con pasos decididos.
- Anais, ¿que te pasa?, ¿que
estas haciendo aquí?.-
Levanto la vista
y pudo ver claramente el rostro del rey de Céfiro, pero parecía un poco más
joven.
- ¿Aura?, ¿que
te ocurre?.- La llamo Maat
que ya la había dejado atrás por unos cuantos pasos, cuando se percato de que
la mujer se había parado ha mirar por una de las ventanas.
- El me llamo Anais...- Susurro la mujer sin prestar atención a las
preguntas de Maat, comenzó a dolerle la cabeza, otra
vez ese nombre, ese nombre que había escuchado en el sueño de la noche
anterior. Se llevo la mano a la cabeza, le punzaba, pero esta vez estaba
decidida a saber que tenía que ver ese nombre con ella. Si el rey de Céfiro la
conocía, ¿por que no se lo había dicho?, El sabía de su amnesia, ¿por que Paris
no la había reconocido?.
- Y yo, soy Paris.- Se presento el joven, frente a las tres chicas
de Mundo Místico.
- Se me rompió el corazón pensando en que nos habías traicionado,
pero aun así decidí venir.-
- Tonta.-
- Nunca antes alguien me había llamado tonta.-
Los dos jóvenes se miraron, y antes de que el moustro
del desierto apareciera, supieron que ambos tenían un sentimiento muy especial
el uno por el otro...
- Extraño tanto a mi hermana mayor, todo lo que recuerdo de ella
era ese semblante triste que la invadía desde que era una pequeña....al menos,
regálame tu bella sonrisa, esa sonrisa que se me viene a la mente cada vez que
pienso en ti.-
Y ambos jóvenes, permanecieron abrazados mientras el mundo mágico
se derrumbaba fuera del castillo, por falta de su princesa.
Pequeños
párrafos de su libro que venía a su mente, un momento ¿ella había escrito un
libro?. Sí, había escrito un libro en la tierra, en su
departamento de Osaka. Había ido a parar al mundo con el que constantemente
soñaba.
- ¡No eran
sueños!, ¡Eran recuerdos... recuerdos de Céfiro!...- Exclamo sorprendida, las
lagrimas no tardaron en acudir a sus ojos, el dolor de cabeza se intensifico
tanto que no pudo soportarlo y se desplomo, Maat
estaba lo suficientemente cerca para atraparla antes de que cayera al piso.
ba
Hacia un día
precioso, soleado y cálido como la mayoría de los días en este planeta.
El enorme jardín
que había alrededor del palacio, se encontraba lleno de mesas ocupadas por las
familias nobles de Céfiro y los invitados especiales provenientes de todo el
planeta, además de los embajadores de Ziceta, Autosam y Faaren que ya se
encontraban en pequeñas barcazas para ser testigos de la ceremonia que se
llevaría a cabo en el islote. En una de las barcas, se encontraban las ahora
reinas de Ziceta, con sus respectivos reyes, los
pequeños príncipes, hijos de las gemelas eran cuidados por sus nanas en tierra.
Solo el más pequeño, que había nacido un mes antes, era cargado por su tía,
Tata, que por cierto estaba en espera de su 3 hijo, en seis meses más. En otra
barca, iba la joven Emperatriz Aska, acompañada de su
fiel consejero, San Joing, el tiempo había
transformado a los dos niños, a Aska en una joven
cuya admirable belleza reflejaba su fuerza de carácter, y a San Joing en un guapo joven, apacible y juicioso.
En la tercera barcaza,
bellamente adornada,. se encontraban, Lilandra, Comandante en Jefe de las fuerzas de Autosam, junto con su pequeña hija Alina, de apenas seis
años de edad y el Teniente Zaztron, su mano derecha y
mejor amigo, a quien cariñosamente todos llamaban Zaz.
Por fin, Iris,
Paris y Gurur Clef,
subieron a la barcaza bellamente decorada, que les correspondía, y la Ceremonia
de la Unión, dio comienzo oficialmente.
- Paris, ¿me
amas?-
- Por supuesto
que si, ¿por que me preguntas eso?, ¿dudas de lo que siento por ti?.-
- Ayer... vi a .....-
El gran
estruendo que se escucho, no dejo a Iris terminar la frase. En segundos las
personas empezaron a correr despavoridas, y los guardias se apresuraban a los
muros devastados, tratando de contener la entrada de las tropas de Osiris.
ba
Silencio...
Estaba harta del silencio...
Nunca se había llevado bien con Mirash, pero
llevaba días sin decir más de dos palabras seguidas. La ultima
vez que había hablado algo más de sus monosilábicas y escuetas respuestas fue,
el día que aquel mago estuvo en la celda.
No entendía a la que había sido su compañera de armas, no lograba
entender el porque de su silencio, el porque de las lagrimas que derramaba al
anochecer, al mirar por la ventana, al saber que aquél mago continuamente hacia
guardia detrás de la puerta.
Tueris presentía que Mirash, tenía algo que
ocultar, siempre lo había sentido así, desde que Horus
la llevara al campamento, por eso desconfiaba de ella. Pero jamas
se espero que bajo la frialdad de aquella guerrera, su rival por el amor de Osiris, existiera esa frágil mujer que ahora compartía la
celda con ella.
¡¡¡¡¡PRUUUUMMMM!!!!!,
se escucho, cuando una de las murallas que protegía el castillo calló.
- Ya están
aquí.- Dijo Mirash, para si misma e hizo, aparecer su
espada frente a ellas de un guante que llevaba en la mano. De un tajo, rompió
la burbuja que las tenía prisioneras en aquella habitación, al mismo tiempo que
una corriente de agua derribaba la puerta.
- ¿¡Por qué
diablos no hiciste eso antes!?.- Exclamo Tueris entre sorprendida y enojada.
La mujer no le
hizo el menor caso y hecho a correr por los pasillos del castillo, siguiendo
los ruidos de las explosiones de la lucha, Tueris la
siguió.
ba
París daba vueltas, como león enjaulado, escuchando los
gritos de guerra y explosiones que llegaban de fuera. Él e Iris habían sido teletransportados dentro del castillo por Guru Clef tan pronto como la
batalla había empezado. Inmediatamente el mago había vuelto a busca a Medea y a
su hijo.
El joven rey de Céfiro estaba muy tenso, daba vueltas y vueltas por
toda la habitación, Iris no se atrevía a hablarle, no sabía que decirle o como
tranquilizarlo, solo miraba preocupada su ir y venir.
Otra explosión...
Se detuvo en medio de la habitación y desabrocho su capa, ya no iba a
esperar más, saco su enorme espada del guante-joya.
- Paris, no puedes ir... tu pueblo te necesita.- Dijo la castaña
tratando de persuadirlo de que no saliera el también a combatir.
- Tu lo has dicho, mi pueblo me necesita.-
- Ten cuidado..- Dijo la mujer al ver que el hombre que amaba, se
disponía a salir de la habitación.
- Estaré bien,
lo prometo.- Regreso sobre sus pasos para darle un beso a Iris y después salir.
ba
- ¿Qué demonios
es eso?.- Dijo Helia al ver
una temible figura, de aspecto hosco sobresalir entre la gente que corría.
-
Criaturas...¡criaturas dentro del castillo!.- Dijo Caldina preocupada, detuvo su carrera y entrego a sus dos
hijas a Helia.
- Ve a dentro
con las niñas, cuídalas por favor.- Dijo la ilusionista, antes de echar a
correr en la dirección donde se veía aquella temible criatura.
Helia hizo
exactamente lo que Caldina había dicho y condujo a
las niñas dentro del castillo a un lugar seguro, un jardín que no tardo en
llenarse de cefirianos, parecía que muchos sabían que
aquel, era el lugar más seguro del castillo.
- ¡Una criatura,
viene para acá!.- Grito una bella jovencita de
cabellos naranjas y ojos castaños, la miradas de todos se clavaron en ella, que
tropezó y cayó al piso apenas cruzo la puerta del refugió.
De inmediato una
sombra siniestra apareció detrás de ella, seis pares de ojos se posaron en ella
y la criatura soltó un terrible aullido anunciado su llegada. La joven cerro los ojos, estaba perdida, por lo menos había avisado a
tiempo para que los demás pudiera correr por la otra puerta del refugio. Cerro los ojos esperando su final...
-¡¡¡¡¡¡FLECHA
FUEGO!!!!!!!!!.-
- ¡¡¡¡¿UNA
GUERRERA MAGICA?!!!!!.- Grito la joven asombrada.
ba
Ascot se
encontraba en la primera línea de defensa, tratando de contener la entrada de
los tradicionalistas al castillo, había liberado a sus criaturas y estas se encargaban
de proteger a las personas de los moustros convocados
por los otros hechiceros y por el miedo de la gente.
Un hombre de
cabello anaranjado, descubrió al mago pelirrojo, entre los soldados, no había
olvidado a ese hechicero pelirrojo que casi logro derrotarlo, eso no se lo
perdonaría nunca, su orgullo le reclamaba venganza.
- ¡Hechicero!.-
El pelirrojo no tardo en reconocer a aquél hombre como Osiris, el líder de los tradicionalistas y ultimo
descendiente de una de las familias más antiguas de Céfiro. No dudo en avanzar
hasta él, espada en mano, ese era su estilo de pelea ahora, jugarse el todo por
el todo. Sabía que si el líder caía, los seguidores no opondrían resistencia.
- Esta vez nadie
te salvara.- Amenazó el hechicero.
Ambos chocaron sus
espadas en un primer ataque, cara a cara, midiendo la fuerza de su oponente,
muchos de los guerreros a su alrededor detuvieron sus peleas para observarlos,
al sentir el enorme choque de las energías. Espadachín y Hechicero, tenían los
dos, una fuerza de voluntad sorprendente, sin lugar a dudas sería una de las
batallas decisivas.
ba
Shet
observaba la batalla a lo lejos, sintió tres poderosas presencias en el
castillo, sonrío diabólicamente...
- Han
despertado.- Dijo mientras desaparecía en las sombras del bosque.
Reapareció en la
entrada del castillo, no podía creer lo fácil que sería todo, pronto el ciclo
de Céfiro estaría concluido.
Los hombres de Osiris peleaban sin piedad contra los soldados, cefirianos contra cefirianos, una
prueba inequívoca de que el final estaba cerca....
Tres grandes
naves aparecieron en el cielo de Céfiro, la nave NSX, el Fuerte Bravada, y la nave Dragón de Faharen,
habían llegado a reforzar las defensas del castillo.
- Esto no es
asunto suyo.- Dijo el chico de cabellos negros, con su inexpresiva voz, y emitió una poderosa energía que averió las
tres naves al mismo tiempo...
De la nada, tres
enormes genios, surgieron de diferentes puntos del castillo y detuvieron la
caída de las naves aliadas...
Los guardianes
de Céfiro...
Sus negros ojos
expresaron complacencia, su misión terminaría pronto.
- Por favor
márchate, aun no es tiempo.- Hablo la voz de una joven, a sus espaldas.
El chico giró el
rostro para toparse con una jovencita de aproximadamente 14 años.
- ¿Quién eres tu?.- Pregunto amenazadoramente.
- ¿No me
reconoces?.- Dijo la joven con algo de melancolía en
su voz.
La observo
detenidamente, su cuerpo tenía formas definidas, que podían adivinarse por la
túnica amarilla ocre que llevaba puesta, sobre ella llevaba una protección que
se ajustaba a su cintura y tenía una abertura para darle movilidad en las
piernas. Era sujetada por un cinturón cuya hebilla encerraba un símbolo
extraño. Cubriendo su pecho llevaba un peto blanco adornado con piedras
amarillas, no llevaba guantes y su cabello rosa rizado, era detenido fuera de
su rostro por una diadema adornada también con una joya amarilla.
Se veía
imponente...
Sin embargo Shet, se concentro, solo en sus ojos azul claro, de una
infinita pureza, que a pesar de su seriedad reflejaban ternura.
- Eres...eres...
una enemiga.- Sentenció el joven. Sus inexpresivos ojos reflejaron tristeza por
solo un momento, pero su voz no dejo traslucir ninguna emoción.
Sin dudarlo, Shet atacó a la joven con una conjunción de rayos oscuros,
ella no contra ataco, se limito a esquivarlos, cuando el joven logro
acorralarla una burbuja de color verde protegió a la joven.
Windam, el
genio protector del viento, apareció a su derecha...
El joven no le
dio importancia y volvió a atacar, esta vez, con una especie de niebla que
comenzó a salir de su mano, fue detenida por un remolino de agua y Seres
apareció a su izquierda.
Shet
sonrío con malicia. Ataco una tercera vez, concentrando una gran cantidad de
energía oscura, que fue detenida por una muralla de fuego. Rayearht
el genio rojo, se coloco entre Windam y Seres.
- Viento, Fuego,
Agua y...por supuesto Tierra, bien hecho Nina, has despertado los cuatro
elementos fundamentales de Céfiro. La Guerra a
comenzado.-
El joven de
negros cabellos desapareció en una nube de humo negro, que se fue expandiendo
por todo el lugar.
- ¡Huracán Verde!.-
Para cuando el
viento termino de disipar el humo, Shet, Osiris y sus hombres habían desaparecido. Los cefirianos no tardaron en notar la aparición de los genios
y se arremolinaron a su alrededor.
Los imponentes
genios, desaparecieron poco a poco, tres mujeres tomaron su lugar.
- ¿Helia?.- Dijo Latis
impresionado. Apenas había podido abrirse paso entre la multitud.
- ¿Mirahs?.- Exclamo Ascot, al poderla distinguir al lado de las otras.
- ¿Aura?.- Dijo el joven Rey, demasiado impacto por la aparición de
los genios.
- ¿Quiénes son
ustedes?.- Pregunto Guru Clef, quien no podía creer lo que estaba pasando.
- Ustedes las
conocen como Lucy, Marina y Anais, “La Guerreras
Mágicas.- Hablo la jovencita de rosados cabellos. – Yo soy, Nina, la cuarta
Guerrera Mágica...-
C O N T I N U A R A…