LOS HEROES SON RECORDADOS PERO...
Tantos siglos...
Tantos mundos...
Tanto espacio...
Y coincidir...
Estaba un poco retrasado, sus ocupaciones matutinas le esperaban, pero
había sido una larga noche para todos. Guru Clef se apresuro a atravesar los corredores del castillo,
hasta llegar a su estudio, mientras repasaba todos los últimos acontecimientos.
Lo que contaban esas mujeres era muy difícil de creer, incluso en un lugar como
Céfiro.
Las guerreras no habían muerto como todos creían, si no que había
regresado a su mundo, sin ningún recuerdo de batallas, criaturas, magia o de
las personas que habían conocido.
Noto más de un gesto de
incredulidad y dolor en la sala del trono, la noche pasada, cuando Marina
explicaba esa parte, que ellas habían olvidado todo, hasta que algo en su mente
empezó a guiarlas por los recuerdos cuando llegaron a Céfiro. Esa era otra de
las cosas que le preocupaba al gran mago, ¿cómo habían regresado?, ¿cómo es que
el no se había dado cuenta de su presencia?, estaba francamente preocupado.
Le costaba trabajo pensar que de
nuevo su bello mundo era amenazado.
Las Guerreras Mágicas habían regresado....
Aquellas niñas del mundo místico...
No...
Y en el fondo eso le perturbaba, todos en palacio
recordaban a tres dulces niñas que salvaron Céfiro, tres inocentes niñas que
habían sacrificado sus vidas por salvar un mundo. Las mujeres con las que
habían conversado un día antes, eran frías y formales, ni un rastro de aquella
dulzura e inocencia, ni si quiera en Nina que parecía la más pequeña.
Nina...
La cuarta
guerrera mágica...
No recordaba
haber leído nunca algo sobre una cuarta Guerrera Mágica.
Aquella de la
que no sabía nada...
No sabía que
pensar.
No quería
entender lo que esa jovencita profetizaba. Un círculo que estaba condenado a
repetirse una y otra vez; una guerra que debía cerrar el ciclo para que uno nuevo comenzara. Cuatro guerreras, cuatro elementos, una
antigua magia sellada...
Todo le daba
vueltas en la cabeza; jamás había escuchado eso, no recordaba nada parecido en
los antiguos libros de Céfiro, sin embargo, el no había leído todos los antiguos
libros, existía uno al que nunca tuvo acceso libremente, uno que registraba
todos los acontecimientos de Céfiro desde sus inicios, un libro custodiado por
una sacerdotisa....
Su hermana...
Llamaron a la
puerta.
- Pase.- Ordeno
el mago, un soldado entro.
- Hay una mujer
afuera que quiere verlo, a insistido mucho y tiene su sello señor, su nombre es
Vada.-
- Parece que la
invoque.- Mascullo el mago por lo bajo.
- Vaya
hermanito, veo que no has perdido la costumbre de hablar entre dientes.- Sonríe
la sacerdotisa.
- Y tú, aun no
eres capaz de seguir los protocolos de la Corte.-
- Por eso el Guru eres tú. Yo me aburriría mortalmente aquí.-
- ¿A que debo el
honor de tu visita?.- Dijo cortésmente el mago, su
hermana podía sacarlo de sus casillas con su sola presencia, a pesar de tener
siglos de no verse, esperaba que fuera una visita muy corta. Después de todo,
ella no podía abandonar su “puesto” como custodia del libro Sagrado de Céfiro.
- Antes de que
hablemos de asuntos serios, creo que debes saber que no vengo sola.-
Una luz púrpura
inundo por segundos el estudio de Guru Clef, al desaparecer el destello, un hombre se encontraba
parado frente a él.
- ¡¡¡Horus!!!.-
- Veo que haces
bien tu trabajo, pero tienes mala memoria, soy tu hermano Kalid.-
Dime que no es cierto...
Dime que no hemos vuelto...
Que no estamos de nuevo en el mundo detrás del espejo...
Un espejo...
Un reflejo....
El reflejo de un cuerpo...
El reflejo de un rostro...
Un rostro confundido por los recuerdos...
Una imagen en su cabeza...
La imagen de una niña pelirroja, con una mirada de dulce inocencia, de
infinita pureza...
No es esa la imagen que el espejo refleja...
- Más de diez años...Hace más de diez años que abandonamos Céfiro...
Creí que nunca volveríamos y aquí estamos....en casa- Susurro con un dejo de
melancolía en sus palabras.
La pelirroja se apartó del espejo, donde se había estado observando,
al escuchar el sonido de la puerta corrediza de la habitación que ahora
ocupaba. Ella volteo, y su cara se quedo sin expresión, sabía que pasaría, que
él vendría a buscarla, pero simplemente no sabía que debía pensar o sentir de
verlo ahí.
-Lucy.- Su nombre, sonó extraño, le costo asimilar que se dirigía a
ella.
- Ese es mi nombre en la tierra, supongo que puedes llamarme así.-
Latis asintió con la cabeza. Quería verla, pero ahora que estaba frente a
ella, no sabía a que había ido. Aun no podía creer que Lucy estaba viva, que su
linda y tierna Lucy estaba viva.
- ¿Por qué no me dijiste quien eras?.- Soltó
el hombre a bocajarro.
- Por que yo tampoco lo sabía, no recordaba nada sobre Céfiro, hasta
ayer.-
- ¿Y ahora?, que recuerdas.- Pregunto Latis,
necesitaba saber que terrenos estaba pisando.
- Todo.- Fue la escueta respuesta de la mujer.
- Yo, te amaba.- Dijo el hombre casi en un susurro, nunca se le había
hecho fácil expresar sus sentimientos.
- Yo también te amaba.- Dijo la Doctora, con franqueza y con voz
perfectamente audible, mientras le dedicaba una sonrisa confiada.
- ¿Y ahora?.- Pregunto el hombre con rostro
serio e inexpresivo, esa era la forma de ocultar todas la gama de sentimientos
que estaba experimentando en ese momento, estaba feliz de saber que las Guerreras
Mágicas no había muerto, preocupado por el ahora incierto futuro de Céfiro,
tenía un sentimiento cálido al pensar en la tierna chica pelirroja que había
amado cuando joven, y se sentía desconcertado al compararla con “Helia”, la atractiva, segura y fuerte mujer, que había
conocido hace unos meses y que ahora estaba parada frente a él. Nunca se le
hubiera ocurrido pensar que eran la misma persona a pesar de su cabello
pelirrojo, Lucy era bajita y menuda, de mirada soñadora y dulce, siempre
llevaba el cabello recogido en una trenza, era fuerte pero insegura, muy
sensible y alegre. La mujer frente a él en cambio, tenía un cuerpo con unas encantadoras curvas, acentuadas por el
ceñido vestuario que llevaba: una túnica blanca atada a su cintura por un faja
roja, y que se abría de un lado para dejar al descubierto unas tentadoras
piernas, fuertes y bien torneadas.
Era más alta que como el la recordaba, llevaba el cabello suelto, a
media espalda, como un alo de fuego que rodeaba su rostro, y sus ojos
combinaban la dulzura con una chispa de picardía, era una mujer deliciosa.
La chica sonrió traviesa, estaba perfectamente conciente del encanto
que ejercía sobre los hombres. En la Universidad no eran pocos los chicos que
se habían interesado en ella, sin
embargo, pocas veces se interesaba ella en ellos.
- ¿Y ahora?, ¿Tu puedes contestar esa
pregunta Latis?, ¿Aun sientes algo por mi.-
La habitación quedo en silenció, esas eran preguntas para las cuales
no tenían respuesta, o por lo menos no una, que sintieran que podían dar.
Una niña de ojos verdes, delicada, dulce pero muy astuta…
Su sonrisa, su cuerpo, sus mejillas sonrojadas, su calor…
Esa noche…
Antes de que ella se marchara….
Cuando murió…
No, ella no estaba muerta…
Había vuelto, una noche antes del día, en que se uniría a otra mujer…
Era ella, no quiso creer lo en su momento, pero en el fondo lo sabia…
Su olor, su calor, su voz, la dulzura de sus labios…
¿Cómo pudo pensar que era un fantasma?
- ¿Estas bien amor?.-
- Si, solo un poco sorprendido, no te preocupes.-
Le sonrió dulcemente a la mujer, con la que ya estaría Unido, de no
ser por el ataque del día anterior. Se odiaba por engañarla así, por no decir
aquello que pasaba por su cabeza, no quería herirla más, la pobre ya tenía
suficiente con que los hubieran atacado el día de su Unión, como para todavía
confesarle que había dormido con un fantasma que se había materializado en una
mujer de carne y huesos el día anterior. Esperaría a que las cosas se calmaran
un poco, a que todo estuviera mejor.
¿Podría estar todo mejor?
¿Podría volver a ser todo como antes?
- París, no importa lo que pase; yo estaré contigo.- Le dijo ella
dándole un pequeño beso sobre los labios y rodeándolo con sus brazos.
Era un abrazo calido, lleno de amor. ¡Dioses!, amaba a esa mujer,
había sido su compañera desde hace casi 10 años, cuando su ángel murió y ella
perdió a sus hermanas. Se hicieron compañeros en el dolor y con el tiempo se
volvieron amantes, la amaba…
¿Cómo podía hacerle esto?
¿Cómo podía dudar de este amor tan puro?
Pero ella estaba viva, su ángel había vuelto…
¿En realidad era ella?
¿Esa mujer de mirada
melancólica y movimientos tristes era su
ángel?
La miro a los ojos tratando de entender…
- ¿Por qué me has estado evitando?-
- No quería que este momento llegara…-
- ¿A que te refieres?.-
- Quieres hablar de nosotros ¿no?-
- En realidad quiero saber, si existe un nosotros.-
- No…-
- ¿No?-
- No existe un nosotros-
Por unos segundos, Ascot trajo a su memoria
la imagen de la guerrera mágica que había amado, sin duda físicamente era muy
parecida a la mujer, que ahora elegantemente le daba la espalda, pero en cuanto
a su comportamiento y carácter, parecía ser otra persona.
- Aun así, creo que tenemos que hablar. Tu y
yo seguimos…-
- Si, tenemos que hablar.-
Los dos continuaron caminando hasta perderse en el corredor.
- ¡Mami!, ¡Mami!,
¡Maaaaaaaamiiiiiiiiii!.-
- ¿Qué ocurre?, ¿Por qué gritas de esa forma?.-
La comandante utilizo un ligero tono de autoridad al cuestionar a su hija.
- Es que no me hacías caso.-
- Lo lamento Alina, tengo muchas cosas en la cabeza.-
- ¿Estas triste Mami?-
- No, ve a jugar.- Dedico una pequeña sonrisa a la niña, y la condujo hasta
la salida de uno de los jardines
interiores del palacio, y se quedo observando a su hija, mientras trataba de
subir a un árbol.
- ¡Aquí vamos!.-
Una horda de chiquillos, prácticamente la atropello para pasar al
jardín.
- ¡Tengan cuidado!.- Grito una hermosa mujer
de trenza pelirroja y provocador atuendo.
- Tu hijos y tus sobrinos tienen mucha
energía.- Comento Lilandra.
- La suficiente para hacer volar el fuerte de Ziceta.-
Lilandra no pudo evitar imaginar a los príncipes de Ziceta,
remando para que el enorme fuete de Ziceta avanzara,
y a la Reina Tata amenazándolos con látigo en mano.
- ¿De que te estas riendo?.-
- De nada.- Se excuso Lilandra con una gota
en la cabeza.
- Crecen muy rápido.-
- Si, a veces quisiera que Alina siguiera siendo un bebe. No hacia
preguntas incomodas cuando balbuceaba. Hoy me pregunto, por que no volvía con
su padre.-
- ¿Qué le respondiste?.-
- Zaz llego a mi rescate, y le ofreció ir a
la nave por helados. Pero conociéndola, volverá a preguntar, es muy
testaruda.-
- Salio a su Madre.-
- Muy graciosa su majestad.-
- ¡Tata, olvidaste los suéteres de los niños!.-
La otra Reina de Ziceta, había hecho su aparición en
el jardín.
- ¡Por favor, deja a los niños en paz!, ¡Se van a asar con un clima
como este, y encima un suéter, además estamos en Céfiro, el clima es obra de la
voluntad de su gente y no creo que les apetezca que haga frió en pleno verano!.-
- Pero que tal, si se les ocurre que llueva, una nunca sabe. Además,
toma en cuenta que en Ziceta hace mucho más calor,
para sus pequeños cuerpos esto es un gran deceso en la temperatura.-
- ¡Estas loca!.-
Había cosas que nunca cambiaban,
y las peleas entre Tata y Tatra parecían
confirmarlo, la hermana mayor, había dejado de sobre proteger a la menor, pero
había pasado esa sobre protección a los jóvenes príncipes.
- ¿Les han dicho que hacen demasiado ruido?, sus gritos se escuchan
hasta mis habitaciones.- La joven Emperatriz Aska,
aparecía también por el jardín.
- Lamentamos, interrumpir el estudio anatómico de la Emperatriz.- Se
burlo Tata.
- No se a que se refieren.- Arrugo la nariz, indignada.
- A eso.- Dijo Lilandra divertida, mientras
señalaba la cabeza roja de San Joing, asomando desde
la habitación de la Emperatriz, para desaparecer tan pronto como se vio
descubierto.
Aska se sonrojo fuertemente.
Se hizo un silencio embarazoso.
- Las cosas han cambiado mucho.- Suspiro Tatra.
- ¿A que te refieres hermana?.-
- La última vez que estuvimos todos reunidos en este castillo, fue
hace más de diez años.-
- Si, fue cuando hicieron aquella ceremonia, por el alma de “Las
Guerreras Magicas”.- Dijo la joven emperatriz de Faharen, tocando al fin el tema que todas tenían en la
cabeza, pero sobre el que nadie se atrevía a hablar.
- ¿Las han visto?.- Pregunto Lilandra, que hasta ese momento no había participado mucho
en la conversación. Se llevaba muy bien con las Reinas de Ziceta
y la Emperatriz, pero no podía considerarlas
precisamente sus amigas.
- No, desde anoche. Cuando Anais nos invito,
“amablemente” a abandonar el salón del trono.- Dijo Tata enojada.
- No puedo creer que hayan vuelto de la muerte.- Dijo Aska
- No estaban muertas, estaban en su mundo.- Dijo Lilandra.
- Para nosotros estaban muertas.-Aclaro Tata
-¿Por qué abran vuelto?.-Dijo Tatra, más hablando
consigo misma que con las otras.
- No lo sé, pero no debe ser
bueno para este planeta. La Leyenda de las Guerreras Mágicas, dice que
ellas aparecerán siempre que Céfiro este en peligro. Si ellas han vuelto, es
por que algo muy malo esta por ocurrir aquí.-
Una ráfaga de viento frió paso por el corredor he hizo volar las hojas
del jardín. Mientras, tres mujeres se
daban cuenta, de que anatomía, no era lo único que aprendía la Emperatriz, con Sain Joing.
- ¿Qué estamos buscando?.- Refunfuño Osiris, cansado de escalar.
- Solo un poco de ayuda.- Sonrió Shet
misteriosamente mientras entraban en el Templo del Volcan,
hogar del tercero de los tres guardianes de Céfiro.
- Anais.-
- ¡Anais!, ¿nos estas escuchando?.-
- Lo siento, solo que... ¡voy a extrañarlas tanto!.-
Dijo la rubia abrazando a sus amigas que habían ido a despedirla al aeropuerto.
Lucy y Marina abrazaron a la rubia con lágrimas en los ojos, pasaría
un año hasta que pudieran verse en las vacaciones de verano, la rubia era la
primera en irse a estudiar al extranjero. Por su gran inteligencia le habían
otorgado una beca. Marina seria la siguiente, sus padres querían que estudiara
en un prestigiosa Universidad Norteamericana, del otro lado del mar.
Pronto el trío quedaría disuelto...
La pelirroja se desprendió de los brazos de sus amigas y las tomo de las manos.
- ¡No más lagrimas!, ¡Estaremos bien!- Sonrío entre sollozos que asomaban
de sus ojos.
- ¡Tienes razón amiga!, ¡Volveremos a vernos en el verano!- Aseguro la
peliazul.
- La esperanza es lo último que se pierde.- Dijo con dulzura la rubia.
El avión había despegado, dejando atrás en pocas horas la pequeña isla
del Japón. Anais miro de reojo a sus padres que
dormían plácidamente. Un inesperado brinco del avión la sobresalto. No tuvo
tiempo de recuperarse cuando una segunda sacudida la tomo por sorpresa. El
capitán dio la orden de abrocharse los cinturones, en segundos todo se volvió
un caos, perdían altura con rapidez, una explosión separo al avión en dos
partes, los pasajeros luchaban por zafarse de los cinturones mientras las
llamas los alcanzaban.
Veía como se acercaba cada vez más la tierra...
Caía...
Caía al vacío amarrada a un asiento de avión...
- ¡Dios vamos a morir!.- Era lo único que
había en su mente, mientras la cola del avión en llamas se precipitaba a
tierra. Una explosión fue lo último que escucho...
Cerró los ojos y se aferro con fuerza al asiento…
Una luz verde la envolvió…
Al abrir los ojos contemplo con horror que la cola del avión se había
estrellado en tierra, corrió hasta ella, aun había mucho humo y flamas, un
terrible hedor le penetraba la nariz, y los chillidos de ayuda y los lamentos
le taladraban los oídos, aun así paso por entre los fierros
retorcidos de las filas que quedaban más cerca de la ruptura, paso dos filas
más de asientos hasta que los vio...
Los cadáveres calcinados de sus padres...
- ¡No es verdad!, ¡No puede ser!, ¡Es una pesadilla!.-
Gritaba la rubia frente a los cuerpos calcinados que trataban de acercarse a
ella y la llamaban...
- ¡Es una pesadilla!.- Sollozaba la rubia
dando vueltas en su cama, y gritando a todo lo que podía.
- ¡Anais!.- La
llamo una voz desde fuera, segundos después, la puerta se abrió de golpe y un
hombre entro corriendo, quedaron frente a frente, ella sentada en la cama y él
parado a un lado...
La rubia se quedó paralizada al verlo...
- ¿Shon?...- Dijo suavemente la rubia.
Continuara…