PRINCESA
Mi hijo te está haciendo más dulce,
te hace frágil.
Suenas como la pata de la paloma al quebrarse.
Guardadora, te amparo contra todos los fantasmas,
te abrazo para que
madures en paz
-Adan y Eva XV, Jaime Sabines.-
…y la princesa crecía, en estatura, belleza, magia y
sabiduría…
El párrafo se
quedo inconcluso en el monitor, llamaban a la puerta del estudió. Segundos
después de escuchar un amable “adelante”, una hermosa jovencita de bellas
facciones y de naturaleza delicada, entro en la habitación. Con pasos cortos y
movimientos suaves, tomo asiento delante del escritorio, se aliso la falda,
coloco las manos en su regazo y espero pacientemente hasta que la mujer frente
a ella, le indicara que podía hablar, lo cual hizo con un asentimiento de cabeza.
- Lamento mucho
interrumpirte mamá, no quiero ser una molestia.-
- Tu nunca eres
una molestia.- Le sonrió la mujer, del otro lado del escritorio.
- Bueno, es solo
que… ¡Kaze ha vuelto a llenar mi mochila con arañas!-
Sollozo la adolescente.
La escritora miró
a su hija y le salió una gota en la cabeza por la pena. Midori,
tenía trece años, era apenas dos años menor que Kaze,
era la más pequeña de sus hijas y por añadidura la más pequeña de la familia.
Desde niña había sido de constitución frágil, haciéndose de una personalidad
dulce que a veces se tornaba melancólica, era una niña sumamente dulce y algo
tímida.
Kaze,
su hija mayor, era exactamente todo lo contrarío a ella. Extrovertida,
inquieta, creativa, de constitución fuerte y espíritu aventurero. Cuidaba a su hermana
con gran devoción, pero eso no quitaba que le jugara bromas de vez en cuando,
algunas muy pesadas.
- No te
preocupes Midori, hablare con ella.- Aseguro la dama
de cabellos rubios a su hija menor, aunque bien sabía que probablemente no
lograría mucho. Cuando Midori se marcho, un hombre
entro a buscarla.
- ¿De nuevo
arañas eh?- Se sonrió el hombre de cabellos verdes.
- No te burles,
pobre Midori, ya tiene suficiente con sus primos,
para que todavía Kaze le juegue bromas.-
-Tu sabes que Kaze adora a su
hermana.-
- Si, pero
también se que tiene una manera muy peculiar de demostrarlo.-
- Yo hablare con
ella.-
- No, esta vez
lo haré yo. Tú eres muy blando con ella.-
- A veces tu
eres muy dura con ella. Le exiges demasiado.-
- Es porque se
que es capaz de lograr cualquier cosa. Yo solo quiero lo mejor para ella-
- Pero ¿que hay
de lo que ella quiere?-
Anais
miró por la ventana, el tiempo volaba, su niña se transformaba rápidamente en
mujer. Quizás Shon tenía razón, le exigía demasiado,
pero a veces no podía evitarlo. Kaze era como la
versión femenina de su padre y muchas veces eso la sacaba de quicio. Solo ella
y su hermana sabían, que los mechones verdes que a veces se asomaban en su
rubio cabello, no eran por Shon, y que los ojos
dorados no los había heredado de la abuela como les habían hecho creer a todos.
Shon solo conocía la verdad a medias, él solo sabía
que no había engendrado a esa niña, pero si la había criado como si fuera su
padre y que la amaba más que a su propia vida. Ella era su adoración, y no
entendía como alguien se había podido negar a ser el padre, de esa pequeña que
parecía la perfecta combinación de un hada y un duende.
- ¡Oh por Dios!, ¡No!- Anais se
aterro, la ventana había inundado la casa con un fuerte resplandor que había
entrado por la ventana. Trato de mirar, protegiendo sus ojos con sus manos y
entonces la vio…
- Esmeralda…-
Su largo cabello
dorado y su figura delicada, resplandecía en el centro del sol.
- ¿Qué ocurre?-
Pregunto Shon. Lo único de lo que él se había dado
cuenta, es de cómo el rostro regularmente dulce de su mujer, cambiaba
drásticamente a un gesto furioso, que muy pocas veces en la vida le había
visto.
- ¿Kaze volvió de la escuela con Midori?-
Pregunto asustada.
- No, se
retraso. Fue a comprar pastelillos para su tía, sabes que le encantan.-
- ¿A la Torre de
Tokio?- Era una pregunta simple, pero en ella había angustia y preocupación.
- Si.-
- Iré a
buscarla.- Anais agarro su bolso y se dispuso a salir
lo más rápido que pudo, en busca de su hija. Shon
apenas logro alcanzarla en la reja de la mansión.
- Anais, ¿Qué te ocurre?, ¿Qué esta pasando?-
- El padre de Kaze ha venido por ella.-
-¿Por qué no me
lo dijiste?, ¿Quién es él?, ¿Por qué quiere llevársela cuando no quiso hacerse
cargo de ella en estos quince años?-
- Yo nunca le
dije que estaba embarazada, y ahora esa mujer ha venido a llevársela.-
- ¿Quién?-
- La que fuera
el Pilar de Céfiro, la Princesa Esmeralda, la tía de Kaze.-
Y así, después de
años de silencio, Shon se entero que tenía por hija,
a una princesa de otro mundo. Anais no quería dar más explicaciones, el tiempo apremiaba,
y no sabía si ella podría llegar sola a Céfiro. Dio la vuelta y trato de seguir
su camino.
- Espera, voy contigo.-
Dijo el hombre de cabellos verdes.
- Perdóname,
pero esto tengo que hacerlo sola.-
- ¿Dónde estoy?-
La joven contemplaba incrédula el hermoso paisaje a sus pies. Un mundo cubierto
de exuberante vegetación, extensos mares y montañas flotantes.
- Bienvenida,
Princesa.- La saludo un hombre, vestido de extraña manera, haciéndole una
reverencia.
- Esto debe ser
una broma.- Hablo la jovencita poniendo los ojos en blanco, al observar las vestimentas del hombre frente a ella. Parecía
sacado de uno de los infantiles cuentos que le contaba su madre cuando era
pequeña.
- Me confieso
muy aficionado a ellas, pero no princesa, esta no es una broma.- Contesto él
seriamente.
- ¿Por qué me
llamas princesa?-
- ¿Tu madre no
te lo dijo?, ¿Ella nunca te hablo de Céfiro?-
- ¿Céfiro?,
¿estas seguro que no es una broma?-
- No.-
- Entonces es un
sueño. ¡Genial, tome conciencia en un sueño!- Y sin más la chica se aventó por
el barranco.
- ¡Lestra!- Grito el hombre, y una especie de ave, que ella
nunca había visto, la atrapo, antes de que se estrellara en el piso.
- ¡Estas loca!,
¡Pudiste haberte matado!- Le grito un muy enojado mago.
- No me hubiera
pasado nada, este es mi sueño, pude haber hecho que me crecieran alas.- Explico
la joven.
- ¡No es un
sueño!, ¡Este mundo es Céfiro y ahora te necesita!, Por eso la magia del Pilar
te ha traído hasta aquí.-
- ¿Pilar?, La
princesa Esmeralda ¿no? Aquella que convocaba a las Guerreras Mágicas.-
- Si, ya nos
estamos entendiendo.-
- ¡Genial!, me
estoy soñando la continuación de los cuentos de mi madre.-
- Mírame no es
un sueño, este mundo es real, tu madre fue una Guerrera Mágica, lo que te
contaba no eran simples cuentos.- Dijo ya exasperado el mago.
- ¿Por eso
puedes hacer magia?-
- Si, soy de los
pocos que aun puede hacerlo. Vamos, tenemos un largo camino por delante.-
- ¿A dónde?-
- Al castillo.-
Señalo unas murallas blancas como la nieve con altas torres, asentado en medio
del valle.
- ¡Genial ^o^.-
- Bien, vamos.-
- ¿No vamos a ir
volando, o algo así?-
- No.-
- Que fracaso de
mago :P-
- Lo mismo
podría decir yo de la princesa.-
- ¿De cual
princesa?-
- Lo sabrás a su
momento…-
- Cuando
misterio.-
- ¿Alguna vez
guardas silencio?-
- Pocas veces.-
- Ya veo.-
- Oye, y a todo
esto. ¿Cómo te llamas?-
- Soy Kalid a, el Profeta de Céfiro.-
- Mi nombre es Kaze, así que llámame así.- Dijo la joven, haciendo una
reverencia tan rara, que Kalid se desternillo de
risa.
- De acuerdo Kaze, creo que nos vamos a llevar bien.- Dijo el mago,
mientras seguían internándose por el sendero del bosque.
- ¡Lucy!-
La doctora daba
su ronda acostumbrada por el pabellón de pediatría, cuando escucho que la
llamaban.
- ¿Anais?, ¿Qué te ocurre?-
- Esmeralda se
ha llevado a Kaze, por favor, ayúdame.- Anais estaba al
borde de las lagrimas.
- Eso es
imposible, el portal se cerró hace años y la Princesa Esmeralda esta muerta.-
- Ayúdame, por
favor.-
Al ver la
desesperación de su amiga, Lucy decidió hacer todo lo que estuviera en sus
manos para ayudarla, aunque no estaba muy segura de que ellas dos pudieran
abrir el portal.
- ¿Ya vamos a
llegar?-
- Falta poco.-
- ¿De verdad no
puedes transportarnos ahí o algo así?-
- Vuelvo a
repetirte que no.-
- ¿Ya vamos a
llegar?-
- No…-
Un heredero…
La razón por la
que un conflicto podría estallar en Céfiro. La razón por la que su esposa había
muerto. Iris había tratado de embarazarse a toda costa. Quería darle un hijo a
su esposo y un heredero al pueblo de Céfiro, lo intento, no solo a través de
los hechiceros de Céfiro si no que, recorrió los otros planetas, tratando de
realizar su deseo, pero la tristeza y la desesperación de cada fracaso, aunado
a los efectos de los tratamientos en su organismo, la debilitaron tanto, que
contrajo una extraña enfermedad que se la llevo a la tumba.
El rey pronto
anunció que no tomaría una nueva esposa, sin pensar el revuelo que eso armaría
entre los cortesanos, ¿Quién gobernaría Céfiro cuando él muriera?
No pensaba morir
pronto, pero las familias nobles de Céfiro, estaban presionando, por la
sucesión al trono. No tenían ese problema cuando había un pilar, el pilar se convertía
automáticamente en el gobernante de Céfiro. Ahora, sin pilar, ¿Cómo elegirían
al nuevo rey de Céfiro?, de eso trataba precisamente la asamblea que había
convocado Guru Clef,
representantes del pueblo, de los nobles, los tres sabios de Céfiro e incluso,
los embajadores de Ziceta, Autosam
y Faharen como observadores.
Se alejo de la
tumba de la reina, donde esperaba preocupado, a que la asamblea comenzara. Dio
un suspiro y se dirigió al salón del trono. Al traspasar las grandes puertas y
situarse en el trono, se dio cuenta de
que Kalid no estaba presente.
Maldijo en voz
baja, el profeta de Céfiro le había asegurado que el resolvería el asunto de la
mejor manera, y había decidido darle luz verde para que actuara como mejor le
pareciera y este no se había presentado. Tras escuchar todo el protocolo que
incluía la presentación de cada uno de los asistentes, dio comienzo la
interminable discusión acerca de al sucesión al trono de Céfiro.
Es curioso como
el polvo del tiempo, es capaz de borrar nuestras huellas y enterrar nuestros
recuerdos, encerrándolos en el viejo baúl del olvido, hasta que sucede algo que
nos hace tener que buscar las huellas perdidas y sacar los recuerdos del baúl.
Lucy y Anais, una doctora reconocida por su gran labor humanitaria
y una escritora que se dio a conocer por la magia de sus historias, habían
tenido que hacerlo al volver a la Torre de Tokio aquella tarde. Las dos habían
estado ahí muchas veces más, desde la última. Se había vuelto un lugar común
como cualquier otro de la ciudad. Pero al regresar ahí, con la intención ir a
Céfiro, todos los recuerdos salieron del encierro, viejos sentimientos y añejos
temores. Tenían que hacerlo, los sentimientos, eran el camino que conducía
aquel hermoso mundo de ensueño de su adolescencia. ¿Y si no funcionaba?
Ambas tenían esa
preocupación, pero Lucy en especial, por todas aquellas veces que había
intentado volver antes, sola. Abrió los ojos, y le sorprendió distinguir un
rastro de destellos dorados cerca de una ventana, tuvo una corazonada, he hizo
que las dos se acercaran y pensaran en porque querían a ir a Céfiro, la magia
residual del portal, les respondió, haciendo que la conocida luz las envolviera.
- ¿Ya llegamos?-
- Si.- Contesto
al fin Kalid, después de dos horas caminando en el
bosque, al fin lograron llegar a las puertas del castillo.
Ráfaga
conversaba con los dos guardias de la entrada, en realidad les reñía por dormir
en sus horas de servició.
- ¡No es para
tanto papa!- Grito exasperada una joven de poco más de veinte años, mientras el
chico se mantenía al margen.
- En este
momento no soy tu padre Corina, soy tu superior y tendrás una semana de
arresto, por dormir en tu guardia.- Contesto el hombre rubio, de un aspecto
maduro y severo.
- ¡Aarg!, ¡Esto es porque no aceptas que Jair
y yo nos vamos a casar!-
- ¡Esto no tiene
nada que ver con tu matrimonio con, con el hijo de Guru
Clef!.-
- ¿Vez?, ¡Ni
siquiera puedes pronuncia su nombre!- Grito Corina.
- Lamento
interrumpir la amena charla familiar, pero necesitamos entrar.- Se metió Kalid a la conversación.
- ¿No deberías
estar en la asamblea?- Se extraño Ráfaga al verlo.
- Voy para
allá.-
- ¿Y esta niña?-
- ¡No soy una
niña!- Reclamo, Kaze
- Ella es la
heredera, la futura reina de Céfiro.- Le susurro el hechicero a Ráfaga.
- Ja,ja,ja,ja,ja. Esta si es buena.-
Se rió Ráfaga de buena gana, acostumbrado como estaba, a las bromas del mago.
- ¿Entonces nos
dejas pasar?-
- Adelante.- Kalid pudo al fin, traspasar las grandes murallas, seguido
de Kaze. Corina los miró alejarse y después de
pensarlo un poco los siguió.
- ¡He!,¿ a donde vas?, ¡no he terminado contigo!- Le grito su
padre.
- ¿No entendiste
verdad?, ¡El no estaba bromeando!, ¡Esa chica no pertenece a esta dimensión!-
Ráfaga se
apresuro a seguir a su hija, Corina tenia la intuición de su esposa. Mientras se
alejaban, rumbo al salón del trono, dos mujeres llegaban hasta la entrada del
castillo e intentaban convencer al guardia, de dejarlas entrar.
La asamblea
tenía una hora, de empezada y aun no podían ni poner orden, las familias nobles
se adjudicaban el derecho de sucesión por las más variadas y algunas hasta
ridículas razones, el pueblo exigía que fuera elegida una familia común de
Céfiro lo cual había escandalizado a los nobles. Guru
Clef hacia desesperados intentos por mantener el
orden.
- Lamento llegar
tarde, pero les alegrara saber, que he resuelto el problema de la sucesión al
trono de Céfiro.- Kalid había entrado sin ser
anunciado, acompañado de una jovencita de aparentemente catorce años, de
cabellos rubios, ojos dorados y vestida de forma extraña. La sorpresa había
hecho que todos los presentes guardaran silencio.
- Kalid, te pido que tomes tu lugar en la asamblea y despidas
ha esta niña para que podamos continuar.- Le hablo Clef.
- Hermano.¿No sientes nada extraño en esta niña?- Cuestiono el
profeta al mago. Clef la observo detenidamente, no
veía nada en especial en ella, recibió energía salir de esa niña, algo que no
había sentido en años, sobre todo en una chica de su edad.
- ¿Magia?,
Ningún niño nacido después de la gran guerra, posee magia.- Se dijo admirado.
- Así es, ¿Algo
más?, Mírala bien, ¿a quien te recuerda?- Dijo feliz Kalid,
disfrutaba de sacar de quicio a su gruñón pequeño hermano, pero lo que más le
gustaba era dar sorpresas y esta iba a ser una muy grande.
El rey no le
había quitado la vista de encima a la jovencita, desde que ella y el profeta
entrarán. No le llamo la atención que vistiera un uniforme escolar, parecido al
de las guerreras, hubo un tiempo en que a las jóvenes de Céfiro les dio por
vestir así, pero había algo extrañamente familiar en esa niña,
verla le traía recuerdos y le despertaba ternura.
- ¿Quién es
ella?- Demando saber el soberano.
- Es mi hija.-
La puerta había vuelto a abrirse, dos mujeres estaban paradas en la puerta.
- ¡Mamá!- La
reconoció Kaze enseguida y corrió hasta ella.
La presencia de
las dos antiguas guerreras mágicas, despertó gran revuelo.
- ¡Desalojen la
sala!- Ordeno el rey, los guardias obedecieron enseguida, a pesar de las
protestas de todos los asistentes. El salón del trono se fue vaciando, hasta
que solo quedaron en él, las dos ex – guerreras, el rey, y los dos sabios de
Céfiro.
- ¿Esta niña es
tu hija?, ¿Qué hace en Céfiro?, ¿Cómo es que están aquí?- Cuestiono Clef, quería respuestas. Kalid
sonreía abiertamente, estaba disfrutando la confusión.
- Kaze es mi hija, y estoy aquí para llevármela de vuelta.-
Dijo firmemente la rubia.
- Mamá, pero
acabamos de llegar.- Chillo Kaze, que no entendía
para nada la situación.
- No puedes
llevártela Anais, Kaze esta
destinada a gobernar esta tierra, desde antes de que naciera- Hablo Kalid, tranquilamente.
- No quiero
escuchar nada de sus entupidas maquinaciones y no quiero que llenen la cabeza
de mi hija, con tonterías acerca de este mundo, regresamos a la tierra en este
momento.- Dijo ella tajantemente, con la mirada fría.
- Seguro que dos
guerreras mágicas y una niña podrán abrir solas el portal.- Dijo
sarcásticamente Kalid, no era malo, pero disfrutaba
enormemente la ironía.
- Encontraremos la forma.-
- Ayúdalas a
regresar Kalid. Ignoro como o porque están aquí, pero
es claro que no querían volver a Céfiro.- Ordeno el rey y miró a las dos
mujeres y la joven en el centro de la sala.
Fue entonces
cuando sus ojos se encontraron, había tensión y preocupación en los ojos de la
guerrera, tristeza e incertidumbre en los del soberano. Se observaron uno al
otro, Paris se veía casi igual que la última vez, sus cabellos ahora cortos y
la barba cuidada le daban un aspecto sereno y marcial. En el rostro de Anais, había algunas
arrugas, apenas perceptibles en su bello rostro pero conservaba la serena
belleza, que siempre la había caracterizado.
- Diles la
verdad Anais, se los debes.- Le susurro Lucy al oído
como eco de su propia conciencia. Se acerco a su hija, la tomo suavemente de la
mano y la condujo ante el rey.
- Ella es tu
hija. Kaze, Paris es tu verdadero padre, espero que
los dos puedan perdonarme.- Los puso frente a frente para que pudieran verse,
Paris contemplo a la jovencita largo rato en silencio, la misma estatura de Anais, la primera vez que llego a Céfiro, su mismo cuerpo
esbelto y sus cabellos rubios, pero no eran ondulados como los de las ex
–guerrera, eran lacios, como los suyos y tenía sus mismos ojos dorados.
- ¡No es
cierto!, ¡Yo ya tengo un padre!- Grito Kaze, gruesas
lagrimas caían por sus mejillas. Salió corriendo de la sala. Anais intento ir tras ella, pero Lucy la detuvo.
- Kaze necesita estar sola y tranquilizarse, yo la cuidare no
te preocupes, ustedes necesitan hablar.- Le dijo dulcemente Lucy a su amiga.
Después se dispuso a salir, indicando a los tres sabios de Céfiro que la
siguieran.
- ¿Pero como?-
Pudo al fin exclamar, el rey de Céfiro. Un incomodo silencio siguió a la
pregunta, hasta que Anais se decidió a contestar.
- Yo…yo quede
embarazada la última vez que estuve en Céfiro, regrese a la tierra sin decirte
nada, por que no quería que cancelaras la boda.- Gruesas lágrimas brotaron una
vez más de sus ojos.- Por favor perdóname…-
- ¿Cómo pudiste
hacer algo así?, ¿No pensabas decírmelo nunca?- Cuestiono el soberano.
- Pensé que
nunca volvería a Céfiro.- Intento justificarse la guerrera.
- Tengo una
hija.- Hablo para si mismo el soberano, estaba confundido, se sentía
traicionado y decepcionado de Anais. Pero al mismo
tiempo, el corazón le rebosaba de alegría, aquella noche, tantos años atrás,
cuando le pidió a la guerrera del viento que se quedara con él y se convirtiera
en la reina de Céfiro, soñó con como sería tener un hijo con ella y muchas
veces se pregunto, como sería. Hoy la había tenido delante de él, y le parecía la
criatura más hermosa que jamás había visto en su vida.
- Perdóname
Paris. Podría tratar de justificarme diciéndote que quería que fueras feliz,
que sabía que si te enterabas de que estaba embarazada cancelarías tu boda, que
Kaze era lo único que me quedaba de ti y no quería
perderla y muchos otros motivos, pero se que el daño esta hecho y que quizá
ahora pierda a mi hija para siempre.- Sollozo la rubia.
- Anais, no llores por favor, nunca has tenido idea de lo que
me duelen tus lagrimas.- Le dijo él y la abrazo.
Fue como si el
tiempo volviera atrás, como aquella noche en la laguna cuando se abrazaban
tiernamente. Su calor, su olor, la seguridad que él, siempre le inspiraba, era
igual. ¿Después de tantos años, aun se amaban? La respuesta es si, se amaban
dulcemente, tiernamente, aun darían la vida el uno por el otro. Su amor era
verdadero, no muere, no exige, no espera, solo existe. Se amaban de diferente
manera que como amaban o habían amado a sus cónyuges. Tenían una conexión, un
cariño, una ternura, que nunca los había aprisionado, un amor casi fraterno.
Lucy y Kaze se habían internado en el bosque, la pelirroja
entendía que la joven necesitaba espació, pero no podía simplemente dejarla
vagar sola. Caminaba detrás de ella, la había visto llorar desesperadamente,
negar con todas sus fuerzas lo que Anais le había
dicho, despotricar contra su madre, contra su padre y contra Céfiro. Por ahora,
caminaba con la cabeza baja, con los rastros secos de sus lágrimas en las
mejillas. Se detuvo y volteo a ver a la mujer pelirroja.
- ¿Tú lo
sabías?-
- Si, tu madre
me lo contó un par de años atrás. Creo que un año después de que ya no pude
regresar a Céfiro. Pienso que no me lo dijo antes, por temor a que yo se lo
contara a Paris. También me enoje mucho con ella, pero tuvo sus propias razones
para hacerlo y tuve que perdonarla.-
- ¿Mi papá lo
sabe?-
- El solo sabe,
que no te concibió. Pero te ama igual que si hubieras sido su hija. Hubieras
visto su rostro la primera vez, que te tuvo en sus brazos.-
- ¿Por qué mi
madre hizo eso?, ¿Por qué nos engaño así a todos?-
- Eso tendrás
que preguntárselo a ella. Pero no importan cuales hayan sido sus motivos, no te
olvides que ella es y seguirá siendo tu madre.-
Kaze lo
medito un momento, volvió a caminar mientras tomaba un aire pensativo.
- Yo ya tengo un
padre, no necesito otro. Así que vamos por mamá, volvamos a casa y todo seguirá
igual.- Dijo la jovencita intentando sonreír. Lucy se sorprendió de la ingenua
afirmación, pero entendió que Kaze, intentaba
desesperadamente volver a poner las cosas en su lugar y volver al mundo que
conocía, en el que se sentía segura.
- Paris es un
buen hombre, dale una oportunidad. No necesitas otro padre, pero siempre es
bueno hacer nuevos amigos.- Concluyo Lucy.
Volvieron al
castillo, con una Kaze aun enojada, pero más calmada,
podía ser una chica muy emocional, pero tenía buen juicio y más importante aun,
buen corazón. Tuvieron que quedarse en Céfiro un tiempo, necesitaban a la mayor
cantidad de magos posibles para abrir de nuevo el portal y tendrían que esperar
cerca de un mes, para que eso ocurriera, por lo menos eso es lo que les dijo Kalid.
Anais
hablo con su hija, trato de explicarle sus motivos y volvió a pedirle perdón
por haberle ocultado que Shon no era su padre. Dejo
en sus manos la decisión de si quería convivir con su padre biológico, el
estaba deseoso de acercarse a ella, pero Kaze sentía
que si se acercaba a él, traicionaba a Shon, quien
para ella era en realidad su padre. La ex- guerrera del viento, con la astucia
que la había caracterizado, apelo al buen corazón de su hija y le contó que la
reina había muerto no hace mucho tiempo atrás y que ella nunca había podido
darle un hijo, a pesar de lo mucho que los dos lo habían deseado. Eso convertía
a Kaze, en la única familia del soberano.
Pronto la joven dejo
de tratar al rey con formalidad, después poco a poco desapareció la frialdad y
comenzó la familiaridad. La jovencita traía loco al rey, que intentaba a toda
costa cumplir cualquier capricho de su hija Al principio se negaba a aceptar
los regalos, pero cuando entendió que el no intentaba comprarla, si no que los
regalos que le hacían, era por la felicidad de tenerla cerca y que al
rechazarlos le causaba tristeza a ese hombre, que tantas perdidas había pasado
a lo largo de su vida, comenzó a aceptarlos con gusto. Anais
estaba escandalizada, si se quejaba de que Shon era
muy suave con ella, Paris la malcriaba de tal manera, que no sabía si cuando
volvieran a Tokio se la haría poca cosa su propio mundo. Y por si fuera poco,
aunque trataron de evitarlo, la noticia de que el rey tenía una heredera se
filtro, y la jovencita recibía el trato de una princesa, tanto dentro como
fuera del castillo.
Guru Clef, asistido por su hijo Jair,
le estaba enseñando magia a la princesa de Céfiro, estaba francamente
emocionado, por que no había tenido nuevos estudiantes de magia en años, sabía
que Mizu también poseía grandes poderes, pero se la
habían llevado tan pequeña a Ziceta, que primero sus
padres y después los hechiceros de ese planeta se habían hecho cargo de su
educación mágica.
Kaze no
era una estudiante estrella, le costaba mucho aprender los conjuros y entender
los principios de su propia magia, pero la potencia de sus hechizos era
impresionante, tenía casi el mismo poder que esmeralda y lo que mejor se le
daba eran la magia curativa y la blanca, pero sus hechizos de ataque, principalmente
los que invocaban la luz, si que eran de temer. Jair,
quien era con quien practicaba, lo experimento en carne propia.
Esa noche, Paris
y Anais platicaban mientras tomaban el té, en una
especie de pequeña salita. El rey le hacia narrar a Anais,
una y otra vez, cualquier pequeño detalle que tuviera que ver con Kaze. Cuando nació, si lloraba mucho, a que edad le salió
su primer diente, su primer día de escuela, etc…
Entro la princesa y se dejo caer en una silla, estaba agotada, había practicado
casi todo el día un hechizo que no podía dominar. Anais
le ofreció te, pero ella tomo un vaso de la mesa y se sirvió agua de una simpática
jarrita.
- ¿Aun no lo
dominas?- Pregunto interesado Paris.
- No, Guru Clef insiste en que tengo un
“don” para la magia, pero creo que la magia no opina igual :P-
- Tomate unos
días de descanso, y vuelve a intentarlo.- Aconsejo, Anais.
- Suena como una
buena idea, ¿Por qué no dejas el
entrenamiento unos días y me acompañas a Ziceta?
tengo que tratar unos asuntos con el rey de ese planeta, tu madre me ha dicho
que te encanta viajar y creo que un planeta tan exótico como Ziceta te gustara. –
- ¿Viajaremos en
una nave espacial?-
- Si.-
- ¡Oh!, por Dios, nunca he estado en el espacio, será
increíble. ¡Gracias Paris!- Y entonces lo abrazó, bajo la mirada complacida de
su madre. Le agradaba ver que se llevaban bien, que comenzaban a construir una
relación, pero no dejaba de pensar que la partida sería muy dolorosa para
todos. Un mes, eso le había dicho Kalid, para poder
abrir el portal y regresar a Tokio, una semana más y ese plazo se cumpliría.
- ¡Mizu!, ¿¡Dónde esta tu hermano!?- Grito como fiera, la
embajadora. Una bella jovencita, aproximadamente de catorce años, de cabello
pelirrojo y ojos azules apareció detrás de las vaporosas cortinas del aposento
de sus padres.
- No lo sé,
mamá. Salió muy temprano por la mañana, dijo que llegaría a tiempo para recibir
al rey.- Dijo la dulce Mizu, siempre dispuesta a
defender a su hermano.
- ¡Un día tú
hermano va a matarme!-
Mizu
solo le sonrió a su bella y enojona madre.
Aban,
un joven impetuoso y de carácter fuerte(como su madre^^), cumplió su promesa, llego a tiempo para ver la
nave céfiriana descender y tomo su puesto al lado de
sus padres, pero vestido con tal facha, que en opinión de su madre lo
confundirían con un bandido. Tenía los cabellos azules, no claros como los de
su madre, si no oscuros como los de su abuelo, los llevaba largos y los
sujetaba con una cola baja, había heredado los verdes ojos de su padre.
La nave
descendió, la puerta se abrió, la comitiva comenzó a bajar, los embajadores
saludaban a todos amablemente, pero el protocolo se había vuelto tan rutinario
que casi lo hacían automáticamente. Por fin, sonaron las trompetas que
anunciaban al rey, los embajadores hicieron una caravana en automático, cuando
al levantar la vista, Marina distinguió dos figuras, vestidas lujosamente, que
acompañaban al rey. Una jovencita rubia como de la edad de su hija y una mujer,
a quien a pesar de los quince años que habían pasado, pudo reconocer
inmediatamente.
- ¡Anais!- Grito la dama.
- ¡Marina!- Y
ambas mujeres se abrasaron, bajo la sorpresa y el escándalo de toda la
comitiva. Paris continúo su camino, al palacio Zicetano,
dejando que las mujeres se quedaran.
- ¡Por Dios Anais!, ¡Pensé que no te vería nunca de nuevo!-
- Yo pensé lo
mismo.- Dijo la rubia. Las mujeres se pusieron al corriente de sus vidas,
caminando por la soberbia casa de la embajadora. Kaze
y los hijos de Marina se sintieron incómodos, sus madres se trataban con tal
familiaridad que cualquiera pensaría que ellas eran hermanas y ellos primos,
pero dado que no era el caso, Mizu intento charlar
con Kaze a pesar de su timidez para que no se
sintiera incomoda en su casa, mientras que Aban según
su costumbre, había desaparecido.
Pasaron la
semana entera en Ziceta. Kaze
y Mizu se hicieron grandes amigas, Aban no participaba de dicha amistad pero Kaze le agradaba, era muy diferente a las chicas que
conocía, era tan “natural”, esa era la única palabra que se le podía ocurría
para describirla. Marina y Anais, tuvieron tiempo
para hablar de sobra, Kaze se maravillo de la vegetación
y húmedo clima de Ziceta y lamento tener que irse. Se
había encariñado mucho con la dulce hija de Marina, quien le recordaba tanto a
su propia hermana pequeña. El tiempo paso demasiado
rápido.
- Es hora de
irnos.- Anunció Paris, cuando la nave estuvo lista para partir. Las dos mujeres
se dieron un efusivo abrazo, y cuando se separaron Ascot
abrazo con fuerza a su esposa, sabía cuanto había extrañado ella a sus amigas. Kaze le dio un abrazo a Mizu y un
fuerte apretón de manos a Aban. Paris se las llevo a
las dos, le ofreció a cada una un brazo para escoltarlas a la nave y se
despidió afectuosamente de los embajadores. Marina derramo un par de lágrimas al
verlos partir.
- ¿Sabes cielo?,
así es como debió de haber sido.- Le dijo Marina a su esposo, mientras veían a
la que debió haber sido “la familia real”, subir a la nave.
El mes se había
cumplido, los hechiceros más poderosos del planeta, habían sido convocados al
castillo. Las despedidas habían comenzado. Lucy había decidido quedarse, ahora
después de tantos años, por fin podía estar al lado del hombre que amaba y a
pesar de que era peligroso, se había embarazado. Quería que su hijo, naciera en
Céfiro, al lado de su padre. Cuando se lo dijeron a Alina, esta lo había tomado
con humor, dijo que tendría que apurarse para que su hermanito tuviera un
sobrinito con quien jugar, a Latis no le hizo nada de
gracia el comentario.
Kaze se
despedía de París, realmente le había tomado cariño, lo abrazo y aunque no lo
sentía aun de verdad, sabía que se lo había ganado, le llamo: Papá.
- Adiós, hija.-
Le dijo abrazándola fuertemente.
- El portal esta
abierto, su majestad.- Le dijo Kalid y los condujo a
una sala, en donde casi cincuenta magos, entre ellos Guru
Clef, potenciados por una concentración de cristales,
habían podido abrir un agujeró, apenas del tamaño de una persona, por donde se
podía observar el mundo al que las guerreras mágicas, pertenecían.
- Ve delante,
hija.- Le dijo dulcemente, Anais a su hija. Ella miró
el portal con desconfianza y se introdujo en él.
Anais y
París se abrazaron se quedaron un momento así, disfrutando uno del otro, se
miraron a los ojos y sus rostros se acercaron…
- ¡MAMAAAAAAA!!!!!!.- Grito aterrorizada, Kaze,
desde el portal.
- ¿¡QUE ESTA
OCURRIENDO!?- Demando saber el soberano. Anais se
había lanzado al portal, tratando de darla alcance a su hija. Rayos de luz
salían del portal en todas direcciones.
- El portal esta
perdiendo estabilidad, no podemos mantenerlo por mucho tiempo. Tienen que salir
de ahí, o la magia las destruirá- Grito Guru Clef aterrado.
- ¡ANAIS, TIENEN
QUE SALIR DE AHÍ, EL PORTAL NO ES SEGURO!- Grito Paris, mientras se asomaba a
través del portal e intentaba darle la mano, para ayudarlas a volver.
Anais se
aferro a la mano que le ofrecía y con la otra sujeto a su hija. Pensó en
soltarse de Paris y avanzar, pero eso pondría a Kaze
en un gran peligro.
- Solo una
lograra cruzar.- Una conocida voz, presidio a una aparición de cabellos
dorados.
- ¡Esmeralda!-
Exclamo Anais.
- Estoy tratando
de ayudar, el portal solo resistirá que una cruce, tendrás que decidir.-
- ¡Kaze, escúchame!, dile a tu padre, que lo quiero mucho, más
de lo que alguna vez pensé que lo querría y a Midori
que la amo profundamente, cuídalos mucho a los dos.- Le grito la guerrera a su
hija, he intento lanzarla, al cada vez más pequeño agujero que conducía a la
tierra.
- ¡No!, ¡Papá y Midori te necesitan!, ¡Y Céfiro me necesita a mi!- Kaze se abrazo a su madre.
- Te amo mamá y
te perdono.- Le dijo mientras tomaba ella la mano de París y hacia que su madre
se soltara, la vio ser arrastrada al otro extremo del portal que ya estaba casi
cerrado y desaparecer. Paris la tomo fuertemente de la mano y la jalo hasta
sacarla. Apenas los pies de Kaze estuvieron fuera del
portal, este se cerró.
Intentaron
muchas veces volver a abrir el Portal, pero pronto Kaze
entendió, que no podrían hacerlo, por lo menos no, hasta que ella pudiera
aprender a utilizar su magia. Entreno muy duro, estudio lo más que pudo, pero
llevaría años para que ella pudiera dominar el tipo de magia que la llevaría de
vuelta a casa. Sufría tanto, que Paris tuvo que tomar la decisión más difícil
de su vida, una por la que quizá, su hija llegaría a odiarlo. Fue entonces que
comprendió lo difícil que debieron ser los quince años que Anais
paso, ocultándoles la verdad a su hija y a él mimo.
Le pidió a Guru Clef que borrar los
recuerdos de Kaze, le hizo jurar a todos a su
alrededor, que no le dirían la verdad.
Así que una noche Kaze se fue a dormir,
llorando por no poder regresar a su casa, al lado de su familia y despertó como
la princesa de Céfiro.
Cuando su padre
murió, Kaze ascendió al trono y una anciana Marina le
pidió, a su poderosa hija quien ahora era la Guru del
planeta, que quitara el sello de su memoria. El dolor del que su padre la
protegió durante todos esos años, volvió, pero ahora tenía a Aban para consolarla y a su propio hijo. Kaze logro abrir el portal y viajo con su familia para ver
a sus ancianos padres y a su hermana.
- ¿Quién es este
niño tan lindo?- Pregunto la anciana platinada, al ver a un pequeño torbellino
de cabellos verdes, correr por la sala.
- Es tu nieto
madre.- La anciana lloro de felicidad, abrazo a su hija y a su nieto. Ahora
podía morir en paz.
F I N
N O T A S D E A
U T O R A |
Ahora si es el final final,
je!, no volveré a escribir
nada más acerca de esta historia. Este es un regalo para mi querido José Luis,
por eso, este one-shot,
solo será publicado en su pagina. ¡FELICIDADES POR
ESTOS DIEZ AÑOS!, que por cierto, es el mismo tiempo que me llevo escribir
leyendas ;).
Te quiero mucho José Chan
y muchas felicidades ^^.