RESENTIMIENTO, AMARGURA Y PERDON
Por M. Luna
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"Así como el Señor los perdonó, perdonen también ustedes" (Colosenses 3:13)
Tengo una pregunta para ti: ¿Qué debemos hacer con el resentimiento, la amargura
o el peso de un pasado lleno de desencantos y errores? Otra pregunta, ¿es
posible rehacer el pasado y comenzar de nuevo? "Resentimiento, amargura y
perdón"... grandes palabras de cuyos efectos es difícil librarse. A las
preguntas iniciales, déjame agregar otra: ¿Tienes buenos recuerdos de tu pasado? Para mucha gente, el pasado es
algo triste, una pesadilla.
¿Y que hacer con el resentimiento, la amargura o el peso de un pasado lleno de
desencantos y errores? ¿Es posible remover la tristeza del corazón después de
años de humillación y sufrimiento? No existe un remedio humano para
remover del corazón la amargura y los resentimientos dejados por la
humillación, el desprecio y los sufrimientos causados durante tantos años.
Si es difícil olvidar una simple ofensa, ¿cómo será posible olvidar días, meses
y años de sufrimiento? Remedios humanos para curar los males de nuestro
corazón, de nuestro espíritu... no existen. Pero claro, el ser humano lo
intenta todo, desde curanderos a psiquiatras y consejeros. ¡Que vamos a decir
de la multitud de guías espirituales que han salido hoy para beneficio de todos
los incautos que encontramos en nuestro tiempo!
Mas Dios nos puede curar, armar nuevamente nuestras vidas despedazadas,
eliminar las cicatrices y devolvernos la paz y la alegría de vivir. Todos
nosotros precisamos del poder de Dios para perdonar a quien nos ofende y nos
maltrata. Pero primero necesitamos el perdón de Dios en nuestras vidas, y es
necesario que aprendamos a perdonarnos a nosotros mismos. Recibir el perdón y
perdonar, éste es el remedio para nuestros resentimientos y amarguras.
Dar recetas así, a la distancia, es algo relativamente sencillo. Pero otra cosa muy distinta es estar pasando en este instante por aquellos estados depresivos que acarrean todas estas actitudes. Es ahora cuando no deseas que se te hable de tu mal. Tampoco tienes interés en leer o en buscar una solución a esa amargura que te consume lenta, pero sistemáticamente.
Entonces aparece una propuesta para un cambio. Por supuesto, tú no crees. En
realidad no crees en nada ni en nadie. La vida aquella escuela por la que todos
pasamos, te ha enseñado a no esperar nada de nadie. Para ser francos y claros,
no te ofrecemos nada que se genere humanamente, por lo que estamos en las mismas
condiciones que tú. De lo que te hablo hoy es de un poder y de una
persona que están más allá de tu comprensión y de la mía. Y esto no es un
contrasentido; porque lo que de El sabemos es lo que el ha querido revelarnos a
través de la Biblia. Y allí se habla del perdón como la primera y más
importante etapa para poder curarse del resentimiento y la amargura que
acompañan a la depresión.
¿Experimentaste ya el perdón de Dios? "... pero si confesamos nuestros pecados, podemos confiaren que Dios hará lo que es justo: nos perdonará nuestros pecados y nos limpiará de toda maldad" (1 Juan 1:9). Sin embargo, es tan difícil aceptar ese perdón, ¿no es verdad? Es difícil porque siempre pensamos que es necesario hacer algo para reparar el mal o los errores del pasado. Sin embargo, ¡perdón es perdón! ¡Es gracia de Dios! Dios nos ama y nos acepta nuevamente. Borra para siempre nuestros errores y nos da la oportunidad de comenzar una nueva vida.
¿Recuerdas a aquella mujer culpable de adulterio que fue traída a la presencia
de Jesús por los fariseos? Ella debía morir apedreada. ¡Para los casos de
adulterio, la ley de Moisés prescribía la pena de muerte! Jesús perdonó a la
mujer y la despidió diciendo: "... vete, y no vuelvas a pecar."
El recuerdo del pecado y la furia de los fariseos; la vergüenza de ser expuesta
ante el público; todo esto podría acompañar a la mujer como una pesadilla. Sin
embargo, ella, podía vencer todos estos recuerdos ruines al acordarse de las
palabras de Jesús: "Tampoco yo te condeno; ahora vete, y no vuelvas a
pecar." ¡Si Jesús ya te perdonó, levanta la cabeza y vive!
Cuando somos perdonados por Dios, encontramos fuerza y valor para perdonar a
otros. "¡Dichosos aquellos a quien Dios perdona sus maldades y pasa por
alto sus pecados!" (Romanos 4:7).
Primero somos perdonados por Dios . El perdón de Dios restaura nuestras vidas y nos capacita para perdonarnos a
nosotros mismos. Ahora estamos listos para perdonar a los demás. Perdón en
todas las dimensiones de la vida; el perdón y el remedio de Dios para curar
nuestras amarguras y resentimientos.
¿Existe la necesidad de buscar a las personas con las cuales te has disgustado?
¿Buscar a las personas que te han injuriado, te han ofendido o te han
maltratado, para pedir perdón? Esto no siempre es posible o necesario. Más aún
si consideramos que nunca se sabe cual será la reacción de estas personas. Lo
que debemos hacer es considerar nuestros más íntimos sentimientos. Cuando
alguien nos ofende, nos maltrata y viola nuestros derechos, ¿guardamos en nuestro
corazón tristeza, odio y deseo de venganza;
o aquel deseo escondido de ver a la persona pagar por lo que ha hecho?.
Si la persona va a pagar o no por lo que ha hecho es problema de Dios.
Nosotros debemos perdonar. ¿Perdonar porque la persona merece el perdón? ¡No!
Perdonar por causa del amor de Dios y con la fuerza de su Espíritu.
"Así como el Señor los perdonó, perdonen también ustedes" (Col 3:13).
Es preciso perdonar con sinceridad a quien nos maltrata y nos ofende. Perdonar
desde lo más íntimo de nuestro corazón. ¡Perdonar con el perdón de Cristo
Jesús! Tal perdón nos hace libres. Libera a la otra persona delante de
Dios. Continuaremos recordando los acontecimientos; más los
resentimientos, la amargura y los deseos de venganza serán cosa del pasado.
Ahora son reemplazados por el alivio y la paz.
¿Es posible perdonar? ¡por la voluntad y las fuerzas humanas, no! ¡Mas por el poder de Cristo sí! Así como el nos perdonó, somos desafiados a perdonar a los demás. Cristo Jesús nos perdona y nos ayuda a perdonar a los demás. Los principios de Cristo nos traen vida.
Pero esos principios no son sólo un ejercicio teórico, sino que deben aplicarse
de una manera real y eficaz en nuestra existencia. El conocer la verdad del
Evangelio es lo que posibilita en nosotros el perdón hacia los demás. Porque ya
no nos vemos sólo desde nuestra humana perspectiva, sino de la de Dios. Perdón
es igual a libertad, aquélla con la que Cristo nos prometió nos haría libres de
una vez y para siempre.
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