por
Alfonso Herrera.
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Acompáñeme al Libro de Malaquías, Dios hablando a
través de éste profeta. Es una advertencia muy seria que Dios da a la tierra y
el último libro de éste cierra con un versículo por demás tremendo, con una
advertencia muy seria hablándonos a los padres y a los hijos, Dios quiere
hablar a cada uno de nosotros como padres, porque hay una seria advertencia que
el Señor nos da a través de éste profeta, Malaquías 4:5-6 dice:
5 He aquí, yo os envío el profeta Elías, antes que venga
el día de Jehová, grande y terrible.
Mire como cierra el último versículo del Antiguo
Testamento.
6 El hará volver el corazón de los padres hacia los hijos,
y el corazón de los hijos hacia los padres, no sea que yo venga y hiera la
tierra con maldición.
El último libro de la Biblia se cierra,
y pareciera ser que a partir de éste último versículo donde Dios dice: que iba
a traer una maldición en la tierra, si no iba haber una conversión de los
padres hacia los hijos y de los hijos hacia los padres, hay una conversión
mutua, hay algo que nosotros tenemos que empezar a hacer, alguien tiene que dar
el paso, primero los padres y después los hijos, pero Dios advierte que si no
hay esa conversión en la tierra entonces él traería maldición a la tierra.
Encuentro éste último versículo quizás
tremendo, porque a partir de allí hubo un silencio de Dios, por 400 años Dios
no habló hasta que se rompió ese silencio cuando Jesucristo vino a la Tierra,
pero 400 años Dios calló y es por demás asombroso ver que la última advertencia
que Dios da es que, si padre, no te vuelves a tus hijos, si tu corazón no se
vuelve hacia ellos y el corazón de ti hijo, no se vuelve a tus padres entonces
Dios iba a traer maldición a la tierra, después ese silencio se rompió.
Hoy a inicios del tercer milenio, a
inicios del siglo XXI, pareciera ser que la misma advertencia Dios la está
haciendo, Dios está llamando hoy en día a una mutua conversión, a que los
padres empecemos a tomar tiempo para escuchar a nuestros hijos, a que nosotros
como padres volvamos nuestro corazón a ellos.
Hay un clamor en los jóvenes hoy en día,
un grito interno diciendo: ¡Papá, escúchame! ¡Papá, estoy aquí! Muchos de ellos
en un comportamiento de rebeldía, más que otra cosa lo que están tratando de
decir al papá; ¡Papá, Papá, aquí estoy! por favor toma tiempo para mí, ¡Papá,
te necesito! Aunque usted papá, pudiera ver a su hijo sin deseos de pedir
ayuda, en lo más profundo de su corazón hay un gran clamor, ¡Papá, te necesito!
Estamos viviendo tiempos tan difíciles y
nosotros somos responsables de hacer que la gloria de Dios empiece a ser
derramada en nuestra casa, Dios quiere empezar a traer una renovación y una restauración,
él lo ha hecho con sus hijos y él quiere hacerlo con usted, Papá.
Quiero pedirle Papá, que abra su
corazón, yo quiero hablarle como hijo, quiero ser representante de ellos hoy y
decirles a ustedes ¡Papá, te necesito!
No importa que tan ocupado tú estés
¡Papá, yo te necesito! Por favor toma tiempo ¡Escúchame!.
Dios quiere una conversión de usted y de
mí hacia nuestros hijos, el Apóstol Pablo habló de una de las características
de los últimos tiempos y nos dice que serían tiempos peligroso 2ª Timoteo 3:1-4 vea lo que dice la
Escritura, está describiendo la sociedad en donde nos ha tocado vivir, en la
que usted y yo vivimos, dice la Escritura así:
1 También debes
saber esto: que en los postreros días vendrán tiempos peligrosos. ( y la palabra se puede traducir como:
áspero, salvaje, difícil, doloroso ) 2 Porque habrá
hombres amadores de sí mismos, avaros, vanagloriosos, soberbios, blasfemos,
desobedientes a los padres, ingratos, impíos, 3 sin
afecto natural, implacables, calumniadores, intemperantes, crueles,
aborrecedores de lo bueno, 4 traidores,
impetuosos, infatuados, amadores de los deleites más que de Dios,
Es de llamar la atención lo que dice en el versículo
2: desobedientes
a los padres, un desorden en una
familia, tiempos peligroso, tiempos difíciles y tiempos ásperos, tiempos
salvajes que estamos viviendo, pero alguien tiene que empezar a dar un paso.
Yo le decía al principio, yo quiero hablarle como hijo,
yo quiero hablarle y decirle ¡Papá, te necesito! Quiero que estés allí, en los
momentos más cruciales yo quiero que tú estés allí.
En una ocasión, en un pueblo había fallecido un
prominente personaje, por sus características había sido un gran líder que
conocía a todo el pueblo, cuando él falleció le hicieron un homenaje póstumo,
se había convertido en un gran líder, a la gente le dolió en lo más profundo de
su corazón la pérdida de éste hombre, llegó el día en que tuvieron que hacerle
ése homenaje póstumo, se reunieron en la gran plaza, pusieron el féretro de
éste hombre allí en medio.
La gente se empezó a congregar desde muy temprano y
empezó a llenar esa plaza, todos estaban allí con un solo deseo, de darle el
último adiós al que había sido el gran hombre.
Alguien se paro, tomo el micrófono y dijo: bien, hoy
estamos despidiendo y mencionó el nombre de él, antes de que lo llevemos a su
última morada yo voy a dar oportunidad para que algunos de ustedes pudieran dar
algún testimonio de lo que éste hombre hizo por ustedes. Se empezó por allá a
levantar una mano de allá atrás, pasó, tomo el micrófono y dijo: yo le doy
gracias a Dios por la vida de éste hombre aunque yo sé que no me está
escuchando, pero yo le doy gracias a Dios porque cuando yo estaba en problemas
muy serios y estuve a punto de suicidarme él estuvo allí y ahora yo estoy vivo.
Se levantaron por allá atrás dos manos más, un
matrimonio, ambos pasaron tomados de las manos y dijeron también: yo doy
gracias a Dios por la vida de éste hombre, porque un día nuestro matrimonio se
estaba haciendo pedazos pero éste hombre estuvo allí, nos habló y gracias a él
nuestro matrimonio no se destruyó.
Se acerco por allí otra jovencita y dijo: yo le doy
gracias a Dios también por la vida de éste hombre, porque alguna vez yo estaba
deprimida, yo me sentía mal y no sabía que hacer, alguien me dijo que podía
acudir a él y lo hice, el me dio unas palabras como un padre y me animó y me
levantó y así por esa tónica todos estaban levantando sus manos y decían: yo le
doy gracias a Dios por éste hombre, porque él estuvo allí cuando yo le
necesitaba, pasaron unos minutos, después de un rato se levantó por allí una
mano, hasta allá atrás, era la mano de un joven que parecía que tenía años, más
de los que parecía tener.
Con su cabello todo desaliñado, su ropa sucia, hecha
pedazos, oliendo mal, con una barba muy larga, con una apariencia de
pordiosero, y cuando el pasó, levantó la mano, empezó a caminar lentamente por
ése pasillo, casi empezó a arrastrarse, algunos de los que estaban allí
trataron de reconocerlo ¿por qué no sabían quién era?
Empezaron a murmurar unos a otros y decían ¿quién es? Y
nadie sabía.
Cuando este joven llegó hasta enfrente, se paró, abrió
el féretro y dijo: ahora yo sé dónde estabas, ahora yo sé que tú estabas ahí,
ahí, ahí, ahora yo sé papá, ¿porqué no estuviste conmigo cuándo yo más te
necesité? Cerró el féretro y se fue.
Muchos de nosotros estamos tan ocupados, en nuestro
éxito, muchos de nosotros estamos ocupados a veces por la necesidad del mundo,
algunos somos tan sensibles al escuchar el clamor de la necesidad de allá
afuera, y nos duele, y nos lastima, y nos sentimos mal porque hay un mundo que
está allá afuera que se pierde, que está hundiéndose sin Dios y sin esperanza,
pero lo más triste es que estamos perdiendo a los que estamos cerca, podemos
escuchar el clamor de allá afuera pero no escuchamos el clamor de nuestros
hijos que nos dicen: ¡Papá, aquí estoy! ¡te necesito! Y cuando nosotros tenemos
tiempo, el tiempo que tenemos es para nosotros, menos para ellos, damos por
sentado que por el hecho de que ellos están en la misma casa donde estamos,
damos por sentado que porque nosotros les damos alimento, estamos cubriendo
todas sus necesidades.
Papá, hay un clamor en sus hijos, muchas veces usted
puede ser el hombre de éxito, usted puede recibir una constancia por su valor
en la sociedad, usted puede ser la persona que esté dispuesta para todo, pero
sus hijos tengan que sacar una cita para decirle: ¿Papá, quiero hablar
contigo?.
Dios dice en el último versículo, que él haría volver el
corazón de los padres hacía los hijos, y los primeros que tenemos que empezar a
dar el paso somos usted y yo, Papá.
Acompáñeme al
evangelio Según San Marcos capítulo 7, hay un principio que quiero dejar
sentado en su corazón y que nos habla de toda esta prioridad que nosotros
tenemos, Marcos 7:24-27,
24 Levantándose
de allí, se fue a la región de Tiro y de Sidón; y entrando en una casa, no
quiso que nadie lo supiese; pero no pudo esconderse. 25 Porque una
mujer, cuya hija tenía un espíritu inmundo, luego que oyó de él, vino y se
postró a sus pies. 26 La
mujer era griega, y sirofenicia de nación; y le rogaba que echase fuera de su
hija al demonio. 27 Pero Jesús le dijo: Deja primero que se sacien los
hijos, porque no está bien tomar el pan de los hijos y echarlo a los perrillos.
Por principio de cuentas, cuando está hablando aquí de
los hijos, Jesucristo está hablando de los judíos, de la nación de Israel ¿por
qué ésta mujer que venía no pertenecía a los judíos? Era de nación sirofenicia,
ella viene a Jesús y le pide un milagro, le dice: por favor, ¡Sana a mi hija! O
libérala, ella está atormentada y lo primero que Jesús le dice: mira, lo
primero que quiero enseñarte, que el pan es solamente para los hijos y tú no
eres hijo.
Aquí hay un principio muy importante que quiero dejarle
en su corazón.
El pan es para los hijos, y quiero que lo aplique a su
vida personal, ¿tiene usted pan para darlo a sus hijos? O cuando usted llega a
casa, llega tan cansado porque escuchó problemas aquí, escuchó problemas allá,
que cuando usted llega a casa, simple y sencillamente no tiene tiempo, está
cansado y dice: ¿sabes qué? ¡no tengo tiempo! Y se mete y se sube.
Papá le dice a su esposa, no quiero que mis hijos me
molesten ¡estoy muy cansado! Y la mamá dice: no hagan ruido porque tú Papá está
cansado.
Yo tengo dos hijas, la menor es de 10 años; un día ella
vino a la congregación, traía su pelota y yo iba saliendo de la oficina, así
que cuando ella vino me dijo de lejos: ¿Papá, juegas conmigo? Yo vi el reloj y
le dije: hija, se me hace tarde, ahorita regreso y se quedó con su pelota, yo
di 3 pasos pero algo me movió y me voltee y ella no se había vuelto de su
lugar, ella esperaba que su Papá jugara con ella, pero Papá estaba ocupado.
Yo me di la vuelta y le dije: hija, no hay otra cosa más
importante que tú.
Muchos de los hijos necesitan escuchar que ellos son
importantes para usted, lo necesitan, no lo dé por sentado, necesitan escuchar
de usted que no hay otra cosa más importante que sus hijos, a fin de cuentas
usted y yo decidimos traerlos, así que empecemos a tomar este principio, el pan
es para los hijos.
Mire, a veces estamos subiendo y bajando aquí y allá y
llegamos tan cansados que no tenemos pan para darle a nuestros hijos, no
tenemos, lo único que ellos reciben de nosotros son simple y sencillamente
migajas, nada más, migajas de nuestro tiempo.
Papá, ¡Reserva tiempo para tu hijo! Reserva tiempo,
reserva fuerzas, yo sé que muchas veces vienes del trabajo, yo se que muchas
veces vienes absorto de escuchar problemas aquí, aquí, allí y allá, pero tus
hijos te necesitan a ti y necesitan sentir que ellos son valorados, que no son
un estorbo, porque muchos de los hijos se sienten como que: ¡estorbo a mi Papá!
¡Para que vine a esta tierra! Si soy un estorbo, soy la vergüenza de él.
Papá, dale pan a tus hijos, no le des migajas, no le des
migajas de tu tiempo, no le des migajas aún de tu vida, dale lo mejor, dale lo
mejor, de hecho si usted va a las Escrituras la Biblia nos enseña en 1ª Timoteo
5:8, donde el Apóstol Pablo nos dice: que si alguno no provee para los
suyos es peor que un incrédulo, yo quiero que subraye éstos versículos, Papá.
Ha escuchado ese dicho que dice: ¿Candil de la calle,
oscuridad de su casa? ¿Cuánto tiempo tenemos para poder hablar con la demás
gente? ¿cuánto tiempo tenemos? El tiempo nos sobra, el reloj no nos apura.
Una niña, una ocasión vino delante de su mamá y le dice:
¿Mamí, quiero pedirte un favor? Yo quiero que me pongas el vestido que me pones
el domingo, yo quiero que me pongas bonita, yo quiero que tú me peines y la
mamá le dijo: ¿por qué? péiname como si fuera domingo, vísteme con el mejor
vestido ¿y después yo te quiero pedir un favor? Yo quiero que tú me des permiso
de salir, mira, voy a dar la vuelta a la calle, y después yo quiero regresar, y
quiero tocar, y cuando yo toque, yo quiero que tú abras y que cuando yo te
diga: ¿mamá, puedes tener tiempo para mí? ¿estas ocupada? Yo quiero que tú me
digas: lo mismo que tú le dices a las vecinas, porque cada vez que yo me acerco
a ti y te digo: ¿Mamá, quiero hablar contigo? Tú me dices que estás ocupada, y
que no tienes tiempo porque tienes que hacer la comida, porque tienes que
planchar, tienes muchas cosas que hacer, pero yo me doy cuenta que cuando
tienes eso y viene la vecina, te toca y te pregunta ¿vecina, puedo hablar con
usted? ¿tiene tiempo? Tú le dices: sí ¿cómo no?
Mamá, yo quiero ser visita un día en tu casa.
¿Qué haría si su hijo se lo dijera?
¿Qué haría si un día su hijo le dijera? Papá, dame el
tiempo, como le das el tiempo a fulano.
A veces somos muy buenos consejeros para las demás
familias y damos excelentes consejos ¿Y nuestros hijos? Como que también ellos
quieren levantar las manos y decir: ¿Papá, me puedes dar una ficha con el
número para pedir consejo?
Pablo hablando a Timoteo le dice: porque si alguno no
provee para los suyos y mayormente para los de su casa, es peor que un
incrédulo.
La desgracia más terrible que podemos nosotros tener, es
una sensibilidad y un corazón sensible para el clamor de allá afuera, pero no
escuchar el grito que nosotros tenemos a nuestro alrededor de nuestros hijos,
no escucharlos a ellos y no porveerles, porque para eso nosotros los trajimos,
para proveerles.
Quiero hacerle una pregunta ¿Qué tan valorados se
sienten sus hijos en su casa? Pregunto otra vez ¿Qué tan valorados se sienten
sus hijos en su casa? Porque los jóvenes no nada mas están esperando llegar a
la mayoría de edad para volar, algunos ni esperan ese tiempo, simple y
sencillamente salen huyendo, porque no les hacemos sentir que éstos, mi hijos,
son como tesoro que Dios me dio, son herencia del Señor y como herencia yo soy
responsable, soy mayordomo y yo voy a dar cuentas un día delante de Dios de eso
que Dios me dio.
Y eso que Dios me dio, también tienen dos pies como yo,
tienen un corazón que siente, tienen un corazón que pide y que clama por
tiempo, así que yo soy responsable de esa herencia; la pregunta que le hice es:
¿Qué tan valorados se sienten sus hijos en su casa? ¿Se sienten de valor?
Dos jovencitas la semana pasada llegaron llorando a mi
oficina, me hablaron por teléfono ¿puedo hablar contigo Alfonso? ¡Sí!
Llegaron, se sentaron y se vieron mutuamente y dijeron:
tú dile primero ¿no, yo? Así que les dije:
díganme de una vez.
Y me dijeron: mi Papá nos corrió.
¿Por qué? ¿qué hicieron?
¡Nada! Nosotros le dijimos que queríamos que él se
comportara en casa.
Porque ellas descubrieron que su Papá, andaba engañando
a su Mamá, andaba en adulterio, así que ellas lo llamaron aparte y le dijeron:
Papá, nosotros queremos un padre honesto.
Y él les dijo: así soy yo, está es mi casa y si alguien
se tiene que ir, son ustedes ¡váyanse!
Y las corrió.
Dos jovencitas que llegaron ¿Qué tanto valen ellas en
casa? ¿Qué tanto se sienten?
Y la hora, hora y media que estuve platicando con ellas,
lo único que me repitieron fue: es que es la casa de mi Papá, lo que mi Papá ha
hecho ¡su casa! ¡su casa! lo que es de él.
¿No cree que es tiempo de que usted le diga a su hijo
qué tanto vale? ¿No cree que es tiempo de que usted le diga a su hijo, cuánto
le ama?
Vamos a una historia en el Antiguo Testamento, al Libro
de los Jueces 11, es el nombre de uno de los jueces ¿su nombre? Jefté, quizás aquí empiece el problema de nosotros,
en no valorar a nuestros hijos, en no hacer frente, en no decirles que tan importante
ellos son para nosotros Jueces 11:1-2
1 Jefté
galaadita era esforzado y valeroso; era hijo de una mujer ramera, y el padre de
Jefté era Galaad. 2 Pero
la mujer de Galaad le dio hijos, los cuales, cuando crecieron, echaron fuera a
Jefté, diciéndole: No heredarás en la casa de nuestro padre, porque eres hijo
de otra mujer.
Su nombre era Galaad, un día él teniendo su
familia, teniendo su esposa, teniendo sus hijos, sale y fornica y adúltera,
nace un hijo de esa relación y la Biblia dice allí, el hijo de una mujer
ramera.
Yo quiero que piense por favor ¿Cómo se ha de
haber sentido éste hombre valeroso que menciona aquí? Pero a fin de cuentas era
hijo de una mujer ramera, no importa que tanto valor haya tenido éste hombre,
había algo en su vida que le avergonzaba, cada vez que él salía a la calle
sabían quien era Jefté y sabían quién era su mamá, así que aunque era un hombre
valeroso había algo que lastimaba su corazón, había algo que le hería, pero el
tiempo pasó.
Jefté llegó a vivir a casa de sus hermanos, pero
allí, sus hermanos le empezaron a rechazar, le empezaron a despreciar y ellos
se encargaban todos los días de recordarle y de decirle: tú no eres nuestro
hermano, tú eres hijo de la otra, tú no tienes lugar aquí, así que vete, vete.
Todos los días alguno de ellos se encargaba en
decírselo, si usted ve la Escritura, desaparece Galaad, desaparece el padre,
simple y sencillamente hizo su gracia, hizo su pecado, trae al hijo a Jefté, lo
mete en su casa y se acabó, allí en casa Jefté nunca recibe la valoración.
En la calle era el hijo de la mujer ramera, en
la casa era el hijo de la otra ¿hacia dónde puede ir alguien así? ¿cuál era el
corazón que tenía Jefté? A pesar de ser un hombre valeroso era el hijo de la
otra, era eso, yo sí sé porque yo soy hijo de la otra.
Yo provengo de un lugar donde simple y
sencillamente fui hijo de la otra.
Papá no te imaginas lo que es llegar a la
escuela y que mencionen tu apellido y que cuando lo estén escribiendo y levanten sus ojos digan: ¿tu Papá, es
fulano? Sí.
Yo
estudié en un colegio religioso, y cada vez que teníamos que estar en ese
colegio religioso participando de la ceremonia, estabamos en fila y llegaba una
de las religiosas y de entre la fila me sacaba y me decía, tú no puedes pasar,
y me decía ¿sabes porqué? Porque tú eres un bastardo, así.
Y yo me quedaba al frente viendo como todos mis
amigos pasaban, algunos se volteaban con una sonrisa burlona y quizás lo que yo
te estoy contando no sea una historia extraordinaria porque muchos ¿Quizás?
vivimos esa historia, ¿o no? Pareciera que en México es normal y común, pero
cuánto dolor provoca en el corazón.
Jefté era valeroso, era esforzado pero era hijo
de una mujer ramera, salía a la calle y la gente sabía quién era Jefté, entraba
a casa y estaban sus hermanos y la esposa de su padre diciéndole, tú no tienes
lugar aquí, tú no eres de éste lugar, se acuerda que le preguntaba ¿Qué tanto
valor nosotros le damos a nuestros hijos? ¿Nuestros hijos saben que ellos son
tan importantes para nosotros? ¿Qué ellos tienen un lugar? Sus hermanos le
decían: tú no vales y los años pasaron, así es que un día Jefté se hartó y no
sólo se hartó, entendió que él no tenía un lugar en casa y qué dice el
versículo 3 ¿qué hizo Jefté? 3 Huyó, Huyó, huyó, huyó.
Hay jóvenes que sólo están esperando llegar a la
mayoría de edad para huir ¿porque en su casa no tienen un lugar? En su casa son
sólo una carga, muchas jovencitas se casan ¡ya! Antes de los 17, 18 años con el
primero que encuentran por una simple y sencilla razón, porque quiero que me
saques de mi casa, porque aquí a nadie le intereso, aquí a nadie le interesa lo
que yo siento, si lloro, si tengo dolor, si hay heridas en mi corazón, a nadie
le intereso.
Él hará volver el corazón de los padres hacía
los hijos ¡no pierda su visión! No pierda lo que yo quiero decirle, huyó Jefté
¿pero sabe qué? sigue diciendo éste versículo: 3 Huyó, pues, Jefté de sus hermanos, y habitó en tierra de Tob; y se
juntaron con él hombres ociosos, los cuales salían con él.
Papá, qué terrible es cuando tu ves a
tus hijos y dices: ¡ahhhh! ¿Pero que clase de amigos tienes? ¿Oye, con quien te
estás juntando? Mira, con el greñudo de aquel y empiezas allí ¿y sabe? ¿por qué
cree que ellos tienen esos amigos? ¿tendrán un amigo en casa? Jefté huyó y el
único camino que le quedó fue salir de casa y como sucede en situaciones así,
empezó a tener amistades nada deseables, hombres ociosos, hombres quizás, con
la misma situación que él pero le comprendían, comprendían su situación ¿Quizás
no le podían ayudar? Pero estaban al mismo nivel.
Muchos de los jóvenes no tienen esa
confianza en casa, no tienen esa confianza que cuando tienen alguna situación,
algún problema, no tienen la confianza de llagar a casa y decir: es que voy a
contarle a mi Papá, y empiezan a buscar amigos aquí y allá, empiezan a tener
relaciones nada favorables a su vida, que van a destruirles.
Dios intervino en la vida de Jefté y lo
levanto como un juez, a pesar del
dolor, a pesar de lo que era, a pesar de su pasado, a pesar de la mancha que él
tenía de la cual él no tenía ninguna culpa, a pesar de eso Dios lo levantó,
Dios lo usó ¿Sabe porqué? Porque la Biblia dice que de lo más vil toma para
avergonzar a aquel que se cree ser algo, así que Dios tomó a Jefté; lo que para
la sociedad era el hijo de la ramera Dios lo tomó y Dios lo levantó, Dios hizo
una vasija nueva de ése barro echo casi pedazos.
Dios lo puede hacer joven, yo quiero
decirte que Dios puede hacer una vasija de ti, cambiarte y transformarte.
Papá, yo quiero que hoy tome a sus
vasijas y empiece a tratarlas como tal, como vasijas frágiles, no importa que
usted vea a su hijo aquí Guapo y grande de tamaño y usted diga: ¡Esta grandote
mi hijo! De todos modos es igual de frágil como él siempre lo era y necesita
ser tratado como vaso frágil también, no importa todo lo que usted crea que es,
él necesita también ser tratado con mucho cuidado porque está en un proceso de
transformación, está en un proceso en el que usted puede ser indispensable,
importante para que su hijo sea el vaso que Dios quiere.
¡Sea su amigo! ¡sea su amigo!, no
importa que edad tenga su hijo, ¡sea su amigo! Siéntese con él.
Hace algunos años yo escuche el
testimonio del que fuera presidente de las Sociedades Bíblicas de Brasil, Cayo
Favio, él era hijo de un líder prominente de una organización cristiana allá en
Río de Janeiro; en su juventud le tocó vivir el tiempo del Hipismo, mientras su
padre estaba predicando en un púlpito, él estaba en la playa drogándose y a
veces él se metía a media predicación con el pelo largo, con todas las fachas
de un hipi con todos sus amigos y les decía: ¿vengan? Vamos a molestar a mi
Papá.
El llegaba a la reunión y se sentaba en
la parte de atrás, la gente volteaba y decía: mira, el hijo del que está
predicando.
Dice: ¿saben porqué lo hacía? Yo quería
molestarlo, empezó mi Papá a incomodarse y un día algo cambió mi corazón, él dijo: algo que me
quebró totalmente es que un día en el púlpito cuando yo estaba allá en la parte
de atrás, él dijo: ¡Hermanos! Yo los amo a ustedes, pero amo más a mi hijo que
está allá, así que hoy dejo el liderazgo y me bajo y me voy con él.
Dejó su Biblia, fue y volvió su corazón
hacia su hijo.
El dice: yo quise pelear, pero no pude
porque yo entendí que para mi Papá yo era muy importante, yo entendí que para
mi Papá significaba mucho, yo entendí que para mi Papá yo era más importante
que las 200 personas que estaban allí y él se hizo amigo de mis amigos, él
empezó a reunirse conmigo y se empezó a reunir con mis amigos en la playa, con
el tiempo nos convertimos, mis amigos se convirtieron y ellos actualmente son
líderes fuertes y poderosos y están ministrando.
¿Dónde empezó eso? Cuando un padre
estuvo dispuesto a convertirse a su hijo, cuando un padre estuvo dispuesto a
abrir su corazón y volcarse hacia él a decirle ¡Hijo, aquí estoy!
Una niña vino corriendo a su Papá y le
dice: ¿Papá, quiero decirte algo bien rapidito? Y el Papá dice: hija, no me lo
digas rapidito porque si no ¿no te entiendo? Y le dice: entonces escúchame
lentamente.
¿Papá tienes tiempo para escuchar a tus
hijos? ¿Tienes tiempo para abrir tu corazón a ellos? ¿Ellos se sienten
valorados? ¿Tú eres amigo de ellos? ¿Tú eres amigo de tus hijos?
¿Sabes cuándo ellos llegan en la noche
lo que les paso en el día? ¿Sabes cuándo ellos se meten a su cuarto, si ellos
tuvieron algún problema o hay dolor en su corazón?
Jefté, huyó y se junto con hombres que
no eran nada deseables, porque en su casa no se sintió valorado.
Papá, yo quiero darte una advertencia, o
aprendes a valorar a tus hijos o hay alguien allá afuera que les va a dar un
valor y te los va a robar, te los va a destruir, ellos necesitan escuchar eso
de ti.
Si alguno no provee para los suyos, es
peor que un incrédulo.
Era el 3 de agosto de 1992, se estaban
celebrando las olimpiadas en Barcelona, el estadio olímpico estaba lleno, se
estaba llevando a cabo la semifinal de los 400 metros planos, entre ellos había
un joven de origen Británico, Derek Reymont ; todos estaban formados en línea,
era la semifinal.
El público estaba expectante porque de
allí iban a salir los 10 que iban a competir en la final, uno de los favoritos
era Derek Reymont, el juez se paró en la línea, levanto su pistola ¡pum! Tronó
y salieron corriendo a todo lo que más podían, Derek a los 150 metros sufrió un
problema en la corva derecha, con la velocidad que llevaba él cayó
estrepitosamente y quedo en el piso, los demás corredores siguieron su camino,
la gente se quedó viendo al joven que estaba tirado y todos dieron un grito
¡ahhhh!
Aquel joven trato de levantarse pero no
podía, algunos jueces se acercaron tratando de ayudar y él les dijo: ¡No,
déjenme! De repente alguien de entre las gradas saltó, se acerco y lo abrazo y
le dijo: hijo, no tienes que terminar; hijo, no tienes porque sufrir ¡vamonos!
Pero este hijo le dijo: Papá, yo tengo que terminar, yo quiero llegar allá, a
eso vine.
El Papá lo abrazó, le puso las manos en
el hombro y le dijo: hijo, si eso quieres yo estoy aquí para ayudarte ¡vamos!
Todo el público vio esa escena, nadie supo quién había terminado en primero,
segundo y tercer lugar pero cuando llego padre e hijo y cruzaron la meta, la
gente irrumpió en un aplauso porque ése joven llegó a la meta, porque hubo un
padre que le dijo: ¡yo te ayudo! Si eso quieres, yo te ayudo, cuenta conmigo.
Papá, lo único que tu hijo quiere es
eso: hijo, yo te ayudo, yo sé que tu quieres llegar al otro lado, ¡cuenta
conmigo!
¿Cuántos Papás quieren tomar la decisión
de volver sus corazones hacia sus hijos? ¿Yo no sé, si tú quieres tomar la
decisión de volverte a tu hijo? Qué tu hijo sepa que tan importante es él, que
tu hijo sepa que tienes pan para él y no migajas, qué tu hijo si esta tendido
allí, tú le abraces y le digas: hijo, si tu quieres llegar allá, yo te ayudo.
¿Cuántos Papás?
¡Qué gran clamor!
Papá, yo se cuánto trabajo nos ha
costado ser Papás porque nadie nos enseñó, tú sabes cuánto trabajo nos ha
costado tratar de entender a nuestros hijos adolescentes, en la mañana amanecen
sonrientes pero 10 minutos después están con una cara que nadie los aguanta.
¿Cuánto trabajo? Y tú no sabes ni
siquiera por dónde empezar.
Yo quiero hoy, que tú hagas un
compromiso con Dios y ese compromiso tiene que empezar contigo, no con lo que
tu hijo va hacer, no con lo que tú le vas a pedir a tu hijo sino con lo que tú
ahora vas a ofrecer a tu hijo, con lo que tú le vas a decir: ¿hijo, si tu
quieres llegar al otro lado? Cuenta conmigo ¡Aquí estoy!
No importa que edad tenga, no importa si
es un pequeño, de todos modos ese pequeño usted lo ve como Superman, como el
hombre que no tiene ningún obstáculo, con el tiempo esos niños a veces van
perdiendo, porque les vamos defraudando.
Papá, yo quiero que tú hagas en éste día
un compromiso con Dios de volver tu corazón a tu hijo, aquí en el pasaje que
iniciamos habla de conversión, una conversión hacia tu hijo.
Papá, ¿lo único que tienes que hacer? es
convertirte a tu hijo.
Papá, ¡Gracias! Yo te lo digo como hijo
¡Gracias! ¡Gracias! Porque yo sé que a pesar de tus debilidades, a pesar de que
quizás no tuviste una imagen de un buen padre, tú estás dispuesto para volver
el corazón hacia tu hijo.
Yo sé Papá, que algunos de ustedes han
luchado, que algunos de ustedes no saben ni siquiera por donde empezar, yo
quiero que hoy tú le digas a Dios.
Señor, yo confieso mi falta de
habilidad, yo confieso mi falta de sensibilidad.
Papá dile: Señor, aquí estoy y quiero
que tú me cambies, que así como a mi hijo lo estás moldeando como una vasija,
también apúntame a mí, también cámbiame, algunos Papás somos tan duros que nos
cuesta trabajo decirle a nuestros hijos, ¡te amo! Y no es porque no lo sintamos
sino porque no sabemos cómo decirlo, levanta tus manos y dile: ¡Dios, aquí estoy!
¡Dios, Cámbiame! Yo quiero volver mi corazón hacia mi hijo.
Yo prometo hoy en este día delante de
ti, llegar a casa y decirle a mi hijo, a mi hija, que es mi tesoro y que voy a
pelear por ese tesoro y a luchar y guardar pan para ellos, díselo a Dios,
comprométete con Dios, has un pacto con él.
Quiero pedirte algo más Papá, si tu hijo
está cerca de ti, en una actitud de arrepentimiento acércate a él y le abrazas,
quizás no soy ni he sido lo que tú has esperado que yo fuera, pero yo quiero a partir de hoy que cuentes conmigo en
lo que sea y preséntese como su nuevo amigo, dígale su nombre y dígale, me da
gusto conocerte, amigo.
Padre, en el nombre de Jesús, en el
nombre que es sobre todo nombre, en el nombre que lo llena todo en todo, yo te
pido por cada padre de familia que está aquí, y en el nombre de Jesucristo tú
toques sus vidas, tú toques sus corazones y a partir de hoy Señor, el corazón
de cada padre se vuelva hacia sus hijos, a partir de hoy cada padre que está
aquí, éste tomando un compromiso para ti y para con sus hijos en el nombre de
Jesús, en el nombre de Jesús, Amén.
Este pasaje del que nos habla la
Escritura, habla de una conversión hacia nuestros hijos, yo quiero decirle algo
más, para poder convertirme a mi hijo, yo tengo primero que convertirme a Dios,
yo tengo que entregarle primero mi corazón a Dios, yo tengo que decirle a Dios
que él cambie mi vida, yo quiero decirle a Dios que él me toque, yo quiero
decirle a Dios que él me perdone también y que empiece a restaurarme.
Yo quiero hacerle una invitación, quizás
tú has escuchado el mensaje de que tienes que recibir a Cristo en tu vida y no
lo has hecho por miedo, por temor, por el qué dirán.
Pero hoy tú entiendes que necesitas
convertirte a Dios para poder convertirte a tus hijos.
Esto es muy importante porque mi
conversión empieza hacia Dios ¿no estas tomando un compromiso conmigo? Es algo
que tú y yo sabemos que necesitamos, sabemos que necesitamos a Dios.
Yo un día cuando tenía unos 10 años lo
hice, y dije: yo quiero entregarte mi vida Dios y él me cambio, Dios quiere
tomarnos en sus manos, Dios quiere cambiarnos, Dios quiere transformarnos.
La Biblia dice que con el corazón se
cree para justicia, pero con la boca se confiesa para salvación, lo que yo
siento tengo que expresarlo con mis labios, yo quiero guiarle en una oración
para que le entreguemos nuestro corazón a Cristo verbalmente, a que lo
invitemos a pasar a nuestro corazón, yo quiero guiarle en esta oración.
Dígale con su boca:
Señor Jesús, este día te recibo en mi
corazón como mi único y suficiente Salvador, te reconozco también como mi
Señor.
Te entregó mi vida, te entregó mi
corazón, ven y cámbiame, ven y transfórmame, dame un corazón nuevo, te doy
gracias por morir por mi y por haber derramado tu sangre.
Señor, si mi vida te sirve, úsala; me
entregó a ti.
Gracias por perdonarme, Amén.
Transcrito por: raul_rios_t@gratis1.com.mx
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