Pinochet: Juan Pablo II, reivindicado

Ahora se sabe que en 1987 el Papa le pidió que renunciara, solicitud que el dictador desechó, al igual como sigue desaprovechando sucesivas oportunidades que Dios le da para arrepentirse. Lea impactante oración por el hermano Augusto.

 

La visita que hizo al dictador Augusto Pinochet en el Palacio de la Moneda, con quien se asomó incluso a uno de los balcones que dan a la Plaza de la Constitución, constituyó un trago amargo para millones de católicos y personas de buena voluntad que casi catorce años atrás vibraron con la visita de Juan Pablo II a Chile.

¿Por qué el Papa, el Mensajero de la Vida, tenía que contribuir a blanquear la siniestra imagen internacional de un dictador que había hecho tabla rasa de los derechos humanos, ordenando o permitiendo centenares de asesinatos, torturas y tratos degradantes y enviando al exilio a decenas de miles de compatriotas?

Ahora, cuando quien es considerado, curcuncho y afectado por el Parkinson, la figura moral de mayor relieve del planeta, cierra el Jubileo 2000, surgen antecedentes que explican su conducta respecto de Pinochet. Uno de sus médicos personales ha confidenciado, sin que se lo haya desmentido, que el Papa le confidenció que en la entrevista que había sostenido en La Moneda en abril de 1987 con el dictador le pidió que renunciara.

Aunque nunca fue un católico fervoroso y sus intervenciones públicas siempre han demostrado que su formación en la fe es apenas superior a la de quien asistió a un par de charlas de catecismo, Pinochet procuró desde los inicios de su brutal dictadura explotar el sentimiento religioso. Para su desgracia, se topó con la vigorosa figura del Cardenal Raúl Silva Henríquez, que estuvo a un tris de excomulgarlo, y no lo hizo sólo porque con ello podría haber dejado en una indefensión todavía mayor a los perseguidos y a las víctimas de la dictadura.

Cegado por su orgullo, el peor de los pecados para los cristianos que algo han estudiado su fe, el dictador desechó la solicitud del Papa y le tendió la trampa de hacerlo asomarse a un balcón que daba a una plaza con algunos cuantos miles de sus partidarios. Tal vez enfurecido al comprobar de primera fuente, sin ninguna intermediación diplomática, la postura del Santo Padre, dio instrucciones a sus organismos de seguridad para que desataran graves desmanes en la multitudinaria misa en el Parque O'Higgins en la que el Papa canonizó a Santa Teresa de los Andes. De los incidentes, la CNI, con la desvergonzada complicidad de El Mercurio, culpó a la extrema izquierda, pero a poco andar la maniobra quedó al descubierto.

Para verdades el tiempo. Si el Papa concurrió al palacio a entrevistarse con el dictador no fue para rendirle la pleitesía que éste esperaba, sino para recomendarle que se fuera, que ahorrara a Chile el costo de la prolongación de su permanencia en el poder. Es una revelación que hace sentido con el audaz gesto del Pontífice de reunirse en la Nunciatura Apostólica en Santiago con representantes de todos los partidos que procuraban por entonces suscribir un Acuerdo Nacional que hiciera posible una transición pacífica del país desde una dictadura personalista a una democracia.

Demostrando que su pechoñería es más falsa que Judas, Pinochet desoyó la solicitud de quien, para un católico, es nada menos que el Vicario de Cristo en la tierra. Para colmo, 18 meses más tarde la noche en que se enteró que había perdido el plebiscito en la que tenía todas las de ganar, no trepidó en precipitar al país a un conflicto de gravísimas repercusiones, pretendiendo patear la mesa. Sólo la acción del entonces Comandante en Jefe de la Fuerza Aérea logró detener los planes de un hombre que aspiraba a toda costa a mantenerse en el poder.

Oración por el hermano Augusto
En los últimos años, el ahora anciano ex dictador ha recibido claras señales, que cualquier católico debiera interpretar como venidas del Altísimo, para ordenar sus asuntos y prepararse a comparecer a un tribunal en el que de nada servirán las maniobras de Pablo Rodríguez y otros eminentes juristas de la plaza, ni desacatos ante los tribunales con los que Pinochet no trepida en seguir tensionando a la sociedad chilena.

Desechando una y otra vez esas señales divinas, como fue la detención en Londres, se aferra a un orgullo demoníaco que torna estériles sus ostentosas muestras de piedad. Ahora que la Mesa de Diálogo ha permitido conocer una parte de las tropelías que se perpetraron bajo el régimen autoritario, violatorias incluso de las normas más elementales de la guerra, Pinochet sigue impávido sin reconocer su responsabilidad. Con su actitud, ha hecho en buena medida fracasar el esfuerzo por conocer al fin dónde están los restos de cientos de detenidos desaparecidos cuya suerte sigue en la incógnita.

Todavía tiene tiempo de arrepentirse. El Señor le ha concedido larga vida y le ha dosificado sus achaques y enfermedades para que mostrarle que le tiene paciencia y aguarda de él un sincero arrepentimiento. Podría incluso engrandecerse si pidiera perdón al país y rogara a quienes le profesan una fidelidad digna de mejor causa que en el secreto de la confesión dieran a conocer los datos que manejan acerca de los crímenes cometidos.

Para quienes son cristianos, pese a la santa indignación que les provoca tanta contumacia, no hay otro camino que perseverar en la oración por Augusto Pinochet.

Señor, Dios nuestro, Tú que perdonaste el crimen que cometió el Rey David porque viste la sinceridad de su arrepentimiento, haz que Augusto, hermano nuestro por el bautismo, descubra la inmensidad de su pecado. Que se reconcilie con los familiares de las víctimas de sus terribles pecados y que se ponga en paz contigo, aprovechando el tiempo de gracia que Tú le has concedido. Que si no quiso hacerlo durante el Jubileo 2000, período privilegiado para el arrepentimiento, lo haga ahora, en el ocaso de su existencia, a la brevedad, antes de que se le agote la vida. Porque si tú eres clemente y misericordioso, también eres un Dios justo que castiga con el infierno eterno al hombre perverso e inicuo. (08/01/01)

 

Archivo traido desde www.granvalparaiso.cl/iglesia/iglesia.htm

Enero 8, 2001

Vuelves