"Razones para construir juntos"
Revista electrónica semanal, Puebla, México, año 1, núm. 5, 19 de septiembre de 2004
Política - Sociedad - Cultura
Editorial
INCAPACIDAD PARA PENSAR

Muchas objeciones se han hecho al pensamiento -y al ejercicio de pensar- ya que se le ha visto como algo inútil, abstracto y sin sentido para la vida "real" y para el mundo "real"; lo abstracto, lo teórico, si no tiene "aterrizaje", si no sigue la premisa de lo utilitario, carece de valor, sobre todo en un ambiente y en una cultura donde todo tiene un precio.
En una mentalidad donde el éxito consiste en "ganar tiempo", pensar viene a ser "perder el tiempo" y, por tanto, no tener éxito. Esta mentalidad -que no pensamiento- ha inundado también los espacios del arte y la literatura, en donde, como señala el filósofo posmoderno Lyotard, prevalece el "kitsch": "El artista, el galerista, el crítico y el público se complacen conjuntamente en el qué-más-da, y lo actual es el relajamiento. Pero este realismo del qué-más-da es el realismo del dinero: a falta de criterios estéticos, sigue siendo posible y útil medir el valor de las obras por la ganancia que se puede sacar de ellas." Y no sólo se inunda de este qué-más-da el arte y la literatura, también la política y la educación son absorbidos por ese "kitsch" en donde lo que define y conduce es el dinero. Se gana porque hay dinero y sólo con dinero, y no por lo que se ofrece o lo que se necesita; podríamos decir lo mismo que Lyotard, sólo que en el ámbito de la política y de la educación: "a falta de criterios políticos o de criterios educativos, sigue siendo posible y útil medir el valor de la política y de la educación por la ganancia que de ellas se puede sacar." Esto trae como resultado, sin duda alguna, que así como en el arte y la literatura se producen obras sin valores y hasta obras pésimas, en la política y la educación el resultado también sea una pésima política y una pésima educación. Precisamente -pésima política y pésima educación- son éstas las que representan el "talón de Aquiles" de un país como el nuestro y de un estado como el nuestro poblano.
El "kitsch" es la banalización y la reducción al qué-más-da, a donde se ha llegado por la falta del pensamiento y la absolutización del dinero. ¿Pero qué significa la incapacidad para pensar? No sólo -como reza el lema del Partido totalitario dibujado por Orwell en 1984- que la ignorancia signifique poder [¡cuántos ignorantes hay que detentan el poder!], sino que -como sostiene Arendt- que dicha incapacidad de pensar está en el origen mismo de la banalización del mal.
En efecto, en The life of the mind, Arendt propone una nueva tesis sobre el origen del mal. No ya el mal como la encarnación del demonio y todos los vicios a que da origen, sino la superficialidad del juicio sobre las cosas. A propósito del proceso de juicio a Eichmann en Jerusalén -a causa de su participación en el holocausto judío-, Arendt constata que el individuo sometido al tribunal, lejos de una ideología autojustificatoria y de motivos demoniacos, se encuentra incapaz para pensar, es decir, para juzgar. Sus actos atroces, junto con otros más como él, tuvieron como consecuencia una objetividad innegable: los millones de muertes de personas. Algo "demoníaco" y maligno, dice la filósofa política, se deriva de la incapacidad para pensar. Eichmann simplemente sigue un lenguaje estereotipado, de frases hechas, como en su vida de oficial nazi.
Las preguntas de Arendt son: ¿Es posible cometer el mal sin motivos reprensibles -en términos jurídicos- o sin el más mínimo destello de interés o volición? ¿Puede haber mal sin que haya intención de hacerlo? El señalar que "simplemente cumplía órdenes", ¿cómo se relaciona con el mal objetivo cometido? [Algo muy similar al caso de la "guerra sucia" mexicana, tanto en el caso del militar que "cumplía órdenes", como en el caso del guerrillero que hacía lo mismo por motivos ideológicos].
La respuesta de Arentd es directa: el origen de la banalización del mal es la ausencia de juicio, o sea, la incapacidad para pensar.
Y pensar, en la tradición clásica de la filosofía, es "vita contemplativa", diversa de la "vita activa". Pensar es contemplar y, siguiendo esa misma tradición, la contemplación es sobre todo pasividad, no actividad. Es precisamente en la Modernidad donde el pensamiento comienza a verse como actividad, no sólo con la Ilustración, sino sobre todo con Marx, al grado de que el pensamiento -y la filosofía misma- no tiene razón de ser si no es para volverse acción transformadora del mundo y de las condiciones históricas y económicas: pensar es hacer la revolución. La "vita contemplativa" no es sino "vita activa", la síntesis hegeliana que terminó por englobar a la Modernidad ilustrada.
Pero esa misma Modernidad hoy ha fracasado; sus referentes -la Ciencia, la Razón, el Estado, la Revolución- hoy han caído frente a un poderoso enemigo cuya estrategia es no tener referentes: el relativismo antropológico. El único que triunfa en este relativismo [el qué-más-da] es el dinero y la ideología del éxito.
El pensamiento ha muerto o se vuelve débil, es decir, renuncia a buscar referentes y fundamentos: se le banaliza.
Pero la banalización impide el juicio, incluso ante tragedias como la que vivimos el 19 de septiembre de 1985, con un gobierno inepto y orgulloso [la ignorancia es poder]. Todo esto debería de alertarnos para no perder el juicio, sobre todo en dos ámbitos de vital importancia para la vida social: la política y la educación.
En este número de Alternativa, presentamos el artículo de Carlos Ramos sobre el movimiento del 68, para desmitificarlo y aclarar buena parte de su errónea aprensión. Jorge Navarro toca un problema central para el pensamiento contemporáneo -que sufre estertores de parto en el ámbito educativo- para hablar de la paternidad. Sergio Rivas nos acerca a la agricultura para abrir horizontes de desarrollo. Arturo Villanueva cumple con la segunda parte de su comentario a la obra de Orwell, 1984, desde el ángulo propio -y único- de CulturMedia. José R. vuelve de nuevo a El parnaso para hacer de la experiencia humana la "Magna quaestio" agustiniana.
La pluma internacional, alojada en pleno centro de Puebla, es la de José Prats y su Pretensión cubana. No podía faltar el humor con ojo de "grilla" en la política local: el cartonista ahora describe a Paco Fraile… y promete un final "para Ripley".
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