José R.
Mujer, en tu mirada barrunta
sin palabras, pero hondamente inquieta,
la llama de una angustia -¡tan secreta!-
que hacia la hondura del Misterio apunta.
Y me miras haciendo la pregunta…
Quizá creyendo que por ser poeta
conozco acaso la Verdad completa
de aquello que en tu corazón despunta.
¡Si tú supieras que también en mi alma
asoma esa pregunta como un grito
de sed que carboniza sus despojos!
Grito de sed que se deshace en calma
cuando su angustia cruel la deposito
en la fontana virgen de tus ojos.
(Jn. 4, 7)