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CAILLEACH Y BRIDE Volver a Tapa |
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La Cailleach vino a nosotras en Samhain. Llegó la Víspera del día de los Espíritus y trajo con ella un amargo viento que desoló la tierra. Un crudo invierno arrojó sobre nosotros este año, los ríos se salieron de sus cauces, los caminos se convirtieron en cursos de agua. Un viento helado desde el norte nos sacudía con sus salvajes dientes si nos aventurábamos fuera de nuestras casas. La silenciosa nieve llegó y no quiso marcharse, sepultándonos a medida que se iba acumulando ante la puerta de nuestras casas. El hielo que había traído una belleza helada a nuestros bosques fue mortífero. Las ramas de los árboles se quebraron y cayeron, bloqueando nuestros caminos y robando nuestras reservas de calor. La sangre de la Cailleach se hizo fina. Sus huesos, frágiles y quebradizos. Ella tose roncamente y se envuelve con su capa, cubriendo los huesos de sus hombros. Ha llamado a sus animales para que vengan a ella. El oso duerme; el ciervo y la gacela crecen en sus ásperas pieles, la serpiente yace profundo en oscuras cuevas. La Cailleach se encoge al lado de ellos, apretujándose en busca de calor en los intestinos de la tierra. “Mi tiempo para dormir”, murmura para sí misma. “Esta estación me ha vaciado toda la sangre de vida... déjenme descansar, déjenme dormir, déjenme soñar...” Y ella soñó debajo de las nieves silenciosas... la Vieja Mujer soñando con las tierras del Verano, con brisas cálidas y rayos de sol sobre su piel desnuda, con niños sonrientes y frutas y flores. Se agita en sus sueños y sonríe. Sobre su cabeza, las semillas comienzan a conmoverse. Los narcisos y campanillas comienzan a empujar pequeños brotes verdes hacia arriba de la tierra helada. Y en sus sueños, ella recuerda que alguien ha dicho que ella es una mujer vieja e impía que mantiene presa a la Doncella de la Primavera encadenada en su fortaleza de hielo. Y alguien dijo que la doncella espera ser rescatada por Angus, el Siempre Joven, el propio hijo de la Cailleach. Pero la Cailleach sabe, incluso mientras duerme, que la doncella es otra cara de las muchas caras que ella suele usar... Y de este modo ella sueña hasta que una noche, o esta misma noche, por supuesto la víspera de Bride, ella despertará y empujará su camino hacia arriba, fuera de la cueva. Ella se ríe por encontrarse en Tir-Nan-Og, la Isla de la Juventud, y disfruta del fragante airecito de la tarde. El cielo está claro, las estrellas brillan. La Cailleach se sienta en silencio por un momento, mirando las profundas aguas del Pozo de la Juventud. Visiones e imágenes vienen a ella: ruedas dentro de ruedas, espirales dentro de espirales, círculos siempre girando. Y en el primer brillo del amanecer, antes de que ningún pájaro hubiese cantado o ningún perro hubiese ladrado, ella bebe del agua que burbujea en la grieta de las rocas. Fría y clara, ella lava su cara en ella y suavemente lava también sus manos. Y salpica su cuerpo con el agua, mientras observa cómo sus venas y sus arrugas se vuelven suaves, suaves como las mejillas de una niña joven. Ella salta y gira alrededor, su cuerpo es el de una doncella otra vez. Ella danza y juega y, a medida que danza, la tierra vuelve a la vida bajo sus pies. Los narcisos y los tréboles crecen de sus pisadas, los pajaritos recién nacidos comienzan a canturrear y la leche comienza a fluir de las ubres de las hembras. “¡Bride ha venido!” La palabra pasa desde los plantines hacia los retoños y de flor a flor. El granjero se despierta y comienza sus faenas, su hija sonríe al ver los corderitos recién nacidos. “¡Bride ha vuelto!” “¡Bride ha traído la primavera!”. |