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Wiesenthal y el Fin de una Tarea

Diciembre 2001

 

Después de cincuenta años de perseguir a los principales hombres de Hitler,  Simon Wieshental dio por terminada su tarea 

Capturó mil asesinos responsables del Holocausto 

Con el retiro de Simon Wiesenthal muere uno de esos extraños oficios que engendró el siglo XX: cazador de nazis. El sabueso, nacido cuando aún reinaba el imperio austro-húngaro, anunció el adiós desde el cuartel general donde despacha hace cincuenta años, una oficina de tres cuartos y dos secretarias situada en Viena. Sentado en el sillón en el que planeó la captura y sometimiento de más de mil criminales de guerra, Wiesenthal no deja de sentirse triste a pesar de su sorprendente historial. Sus planes de jubilado no contemplan dejar de ir al Dokumentazionszentrum (Centro de documentación, nombre con el que bautizó a su comando), pero el sobreviviente a dos intentos de suicidio, trece campos de concentración e igual número de sentencias a muerte, dejará para siempre de corretear antiguos oficiales de la Luftwaffe, la S.S., la Gestapo y otros organismos de la Alemania de Hitler que tuvieron que ver con el Holocausto.

La tristeza de este nonagenario que llegó a pesar tan solo 48 kilos en 1945, año en que los norteamericanos liberaron a los prisioneros de Mauthausen -el último de los campos que visitó- tiene una sola explicación. Justo ahora que a sus 93 años tiene el dinero suficiente para montar una persecución de ensueño, con viáticos ejemplares para sus agentes y facilidades para repatriar y entregar a las autoridades a sus blancos, Weisenthal no tiene a quién arrestar. "Sobreviví a la mayoría de la gente que he buscado por cincuenta años. Todos están muertos. Ya no hay nadie a quien cazar". 

LA GRAN VICTORIA DE SU VIDA: CAPTURAR AL SANGUINARIO ADOLF EICHMANN 

A pesar de la tragedia de ya no tener presas, Wiesenthal está orgulloso de haber desempeñado un oficio que para muchos luce como exhaustiva y metódica venganza. Él nunca lo vio de esa manera. Los años en los que a su esposa Cyla le tocó compartir a Simon con un mundo de prontuarios, han sido para él una lucha por no olvidar. Así lo explicó cuando alguna vez un amigo le preguntó por su extraña profesión: "Cuando nos encontremos en el otro mundo y nos veamos con los miles de judíos que murieron en los campos, seguramente nos preguntarán qué hicimos en vida. Unos responderán me volví joyero, otros dirán que se volvieron constructores, otros vendedores de cigarrillos. Cuando me pregunten a mí, ¿sabes que les diré?: me dediqué a no olvidarlos".

Hoy más que nunca Wiesenthal vive de no olvidar. Un recuerdo recurrente en su vida es el que ocupa su caso más sonado, el plan que dio con la cabeza del impulsador de la "solución final" o exterminio total del pueblo judío.

El 11 de mayo de 1960 Ricardo Clement, domiciliado en la Calle Garibaldi del partido San Fernando de la prov. de Buenos Aires, fue arrestado por una cuadrilla de la Mossad (servicio secreto israelí) al bajarse del bus que lo traía de vuelta de su trabajo como mecánico de la Mercedes Benz. Después de ser obligado a firmar un documento reconociendo su verdadera identidad, Clement fue drogado y sacado furtivamente de Argentina rumbo a Jerusalem en un vuelo comercial de El AL, en el que sus secuestradores tuvieron que hacer las veces de auxiliares de vuelo para vigilarlo. Una vez en Israel, protegido por una urna de cristal antibalas, fue juzgado públicamente y luego ahorcado. Los agentes especiales dirigidos por Herman Arndt habían dado con el paradero del teniente coronel de la SS Adolf Eichmann -nombre real del detenido- y le pusieron fin a una extenuante cacería que comenzó en los cuarteles de Wiesenthal.

 La investigación que condujo a la captura de Eichmann partió de una información que le fue suministrada al jefe del Centro de Documentación por uno de sus múltiples colaboradores, entre los que se contaban nazis reformados y sobrevivientes de los campos. Uno de ellos, un hombre que de niño sorteó la terrible prueba de ver morir a su familia en la cámara de gas, se convirtió en ficha clave para que Eichmann fuera procesado. Por sugerencia de Weisenthal, el agente sedujo a una antigua amante del secuaz de Hitler, quien reveló su paradero y le regaló una foto del criminal posando con el infaltable largo chaquetón de cuero en uno de los campos de exterminio. Y así, por vía de una mujer, habiendo escapado a los juicios de Nuremberg para hacerse granjero en Italia y más tarde mecánico en Argentina, Eichmann cayó. 

SE LAS ARREGLÓ PARA ATRAPAR A KARL SILBERBAUER, EL OFICIAL DE LA GESTAPO QUE DETUVO A ANA FRANK 

La misma táctica fue utilizada incontables veces por el obseso Wiesenthal y sus hombres. De esa forma reunió buena parte del fichero con 90.000 nombres y sus pasados, que se halla en uno de los cuartos de su oficina junto a un afiche de The Odessa File, película de la que fue consultor, y un mapa de Alemania durante la guerra. Antes de colgar las botas, el cazador amenazó con el descomunal archivo a Rosemary, una de sus secretarias con aire de dominatriz, la que lleva más tiempo a su lado (26 años en total). La mujer tendrá que pasar todos los datos al computador, tarea que estima finalizar en tres años, deberá teclear entre otras la historia de la detención de Fritz Strangl, comandante de los campos de Treblinka y Sobidor que vivía plácidamente en Brasil antes de que Wiesenthal entrara en su vida; la de Dinko Sakic, culpable de la muerte de 85.000 personas en Croacia y otra de las joyas que ha inflado el ego del sabueso: la captura de Karl Silberbauer, el oficial de la Gestapo que arrestó a Ana Frank, la niña que pasó dos años escondida en un ático de Amsterdam escribiendo un diario cuya autenticidad se puso en duda antes de la detención del alemán.

Sólo dos manchas ensombrecen la hoja de vida de quien se opusiera a retomar su carrera de arquitecto -ejerció la profesión durante 12 años- después de sobrevivir a la guerra. De los míticos comandantes y colaboradores del régimen, el cazador no pudo arrestar a Heinrich Müller, el jefe de la Gestapo en Berlín, y a Josef Mengele, el doctor que quiso crear el perfecto ario mezclando genes y que inspiró la película “Los niños del Brasil”, protagonizada por sir Laurence Olivier, y muy cercana a esa carrera de Wiesenthal que empezó secretamente con un incidente sucedido en septiembre de 1944.

Durante esos días Wieshental fue conducido a campo abierto por un guardia de apellido Merz. Mientras recogía papas, Merz sorprendió al prisionero preguntándole qué haría si un tapete mágico lo transportara en ese mismo instante a Estados Unidos. "¿Qué les dirías? ¿Contarías cómo te tratábamos, cómo éramos con los judíos?". Wiesenthal, temeroso, respondió que diría toda la verdad si pudiera. Merz le dijo que no fuera ingenuo, que lo creerían loco y lo llevarían de inmediato a un asilo. Sucedió lo contrario. Para que el mundo supiera de la barbarie, Wiesenthal hizo relatar el infierno de su pueblo y la demencia que incluyó a sus propios captores. Lo logró con Eichmann y otros más. La transcripción del interrogatorio previo a su juicio en Israel, uno de los primeros que se transmitió por televisión, completó 3.500 páginas de horrores corregidas por el genocida en persona. Papeles que hacen parte del archivo de un hombre recientemente jubilado que se empeña en cultivar aficiones en decadencia. 

Ahora que Simon Wiesenthal ha decidido no cazar más nazis, juró dedicar el tiempo libre a ampliar su colección de estampillas. En estos tiempos un oficio tan raro como aquel por el que optó hace ya medio siglo. 

 Revista Cromos-Colombia

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