Atlas of population & environment

Asociación Americana para el Avance de la Ciencia

Respuestas políticas

 

Respuestas políticas.

Un ecosistema tras otro, en un ciclo planetario tras otro, nuestro impacto excede lo que es sostenible a largo término. No sólo dañamos la diversidad y belleza de nuestro entorno natural, sino que ponemos en peligro los recursos y servicios ambientales en los que se basa nuestro bienestar y supervivencia.

Los retos que hay por delante son decisivos. Críticamente dependen de lo que pase con la población, el consumo y la tecnología, así como de todos los factores políticos, sociales y económicos que los influyen.

En la próxima mitad de siglo, está previsto que la población mundial crezca en la mitad. El consumo per cápita medio, de seguir el ritmo de estas décadas pasadas, se doblará aproximadamente. Así que el tamaño general de la economía mundial, la suma de nuestras demandas de productos y servicios, es probable que se multiplique por tres. Si nuestro nivel de eficiencia en el uso de recursos y generación de residuos se mantiene sin cambio, nuestro impacto sobre el medio ambiente será en el año 2050 tres veces mayor que el actual, aunque no pasáramos ningún umbral crítico relacionado con los océanos y la atmósfera.

Será preciso mostrar determinación clara para reducir nuestro impacto a un nivel sostenible. Y será preciso que se manifieste en sus tres elementos (población, consumo y tecnología), así como en las políticas, instituciones y valores que lo afectan.

 

Población.

Los días en los que la fertilidad de cientos de millones de mujeres podía ser usada como una herramienta de la política medioambiental ya pasaron. Las mujeres y sus compañeros toman sus propias decisiones acerca de cuántos hijos quieren tener.

Aun y con todo, los gobiernos pueden ayudar a crear las condiciones necesarias en las que tener menos niños resulte sensato, y donde la población tenga los medios de lograr su fertilidad preferida. Y si la fertilidad puede ser reducida, normalmente habrá beneficios ambientales.

Se ha logrado considerables progresos en la década pasada en reducir la fertilidad y en desacelerar el crecimiento de la población. El campo más amplio para progresos adicionales está en los países y zonas en los que la fertilidad es todavía alta (en la parte septentrional del Sur de Asia, la mayoría de Oriente Medio, y el África Subsahariana). Mientras que el 60% de las mujeres asiáticas y latinoamericanas usaban algún tipo de medida contraceptiva en los años 90, la cifra correspondiente en África era de sólo el 20%).

Con diferencia, los países donde hay mayor margen para un progreso más rápido son también aquellos que es probable que deban afrontar problemas humanos y medioambientales serios debido a un rápido crecimiento de la población (degradación del suelo en el África subsahariana, escasez de agua en el mundo árabe, y escasez de tierras cultivables en el sur de Asia).

La disponibilidad efectiva de una planificación familiar de calidad con opción de los métodos a emplear puede tener un impacto considerable en la fertilidad femenina, pero el mayor resultado se obtiene cuando se combina con un abanico amplio de medidas para mejorar la salud de la madre y los hijos, la alfabetización y educación, y, de un modo más general, los derechos de las mujeres. Estas medidas son de gane-gane. Todas son valiosas en sí mismas. La mejora de vida de las personas será siempre el primer motivo para conseguirlas, pero los resultados ambientales aparecen como bonos adicionales.

 

Consumo.

El consumo es quizás el factor más difícil de atajar. Los pobres de la tierra desesperadamente necesitan aumentar sus ingresos. En 1997 los dos miliardos de personas más pobres tenían un ingreso medio anual de 1400 USD, menos de una cuarta parte de la media mundial y apenas un 6% del promedio de los países ricos.

Pero incluso en los países con rentas medias y altas la población ha llegado a esperar aumentos sostenidos de su prosperidad. Ningún político puede esperar ser elegido con un programa que proponga reducir el consumo: los dirigentes que rigen en períodos de menor crecimiento económico rara vez son reelegidos.

Una aproximación más realista sería la de encauzar el consumo hacia menores costes ambientales, mientras se asegura que la población sigue disfrutando de los bienes finales o servicios que necesitan para su dignidad y confort. El nivel de impuestos y subsidios puede ser cambiado para hacer que los “malos” medioambientales, como el uso excesivo de automóviles o de combustibles fósiles, sean menos atractivos para los consumidores, y los “buenos” ambientales, como las tecnologías de ahorro energético, resulten más favorecidos.

Internet, al permitir a más gente trabajar desde sus casas o intercambiar información o servicios de un modo virtual más que físico, está reduciendo las necesidades de recursos de la industria, y especialmente de los servicios. Los cambios en los valores y la cultura, como la búsqueda de un modo de vida más sencillo, más respetuoso con el entorno, también están teniendo efecto en las pautas de consumo.

 

Tecnología.

Inevitablemente, la mayor parte de la carga caerá en el último término de la ecuación: la tecnología. Si, como es bastante probable, el tamaño de la economía del mundo se multiplica por tres de aquí al 2050, los cambios tecnológicos deberán reducir el impacto ambiental de nuestras actividades en dos tercios sólo para evitar que las tasas actuales de daño ambiental crezcan.

Comoquiera que nuestro impacto ya es insostenible, el Club de Roma ha propuesto una mejora en la eficiencia de los recursos por un factor de cuatro (esto es, una reducción del 75% en el uso de recursos y generación de residuos por unidad de producción).

Sin embargo, a largo plazo esto produciría un impacto de apenas un 25% inferior al actual nivel insostenible, y quizás sea un objetivo demasiado modesto. Más probablemente sea necesario un factor de diez (esto es, deberíamos reducir en un 90% la cantidad de recursos y residuos producidos por cada unidad consumida, al tiempo que se reduce la pobreza y se proporcionan estándares razonables para todos). Para alcanzar este objetivo en 2050 sería necesaria una reducción del 4.5% anual. Si se quisiera alcanzar en el año 2100 el cambio necesario anual sería del 2.3%.

Aunque estas tasas son mayores que las actualmente conseguidas con las mejoras en el uso de combustibles de las décadas recientes, sabemos que en tiempos de ruptura tecnológica o crisis son posibles tasas de cambio mucho mayores. Por ejemplo, la densidad de transistores en los circuitos integrados se dobla cada dos años, a un ritmo anualizado del 41%. La tecnología de refrigeración cambió muy rápidamente, dejando de lado los clorofluocarbonos, con una reducción media en la producción de CFC de al menos el 23% anual entre 1986 y 1995.

Se requiere un amplio espectro de políticas para promover tecnologías ambientalmente respetuosas. Muchas son específicas de cada ámbito o zona específica y la mayoría está más allá del alcance de este libro. Las aproximaciones más generales incluyen:

* cambios impositivos para favorecer los “buenos” ambientales,

* endurecimiento de las regulaciones medioambientales,

* definición de objetivos mínimos para la mejora del uso de recursos o reducción de residuos,

* aumentar la proporción de residuos a reciclar,

* promoción gubernamental o subsidio de la investigación y desarrollo de tecnologías de punta aún no económicamente viables,

Todas estas medidas estarían encaminadas a asegurar de algún modo que los precios de los bienes y servicios reflejen los costes verdaderos ambientales, promoviendo de este modo aproximaciones más sostenibles del desarrollo tecnológico y el consumo.

 

Relaciones población-entorno.

Ya que la ecuación población, consumo y tecnología es una multiplicación, se requieren acciones que reduzcan cualquiera de los términos aislados. Sin embargo, hay también una serie de medidas que se dirigen a la población y el ambiente de un modo conjunto.

Hubo un tiempo en el que las conferencias internacionales evitaban toda relación explícita entre la población y el entorno. Las conferencias de los años 90, a partir de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Medioambiente y el Desarrollo de 1992, fueron mucho más abiertas a reconocer la interrelación, aunque las áreas de población y medioambiente están seriamente infrapresupuestadas, y el Programa de las Naciones Unidas para el Medioambiente es todavía una de las agencias de la ONU con menos fondos.

A nivel nacional hay aún mucho por hacer. Aunque la mayoría de los planes nacionales de desarrollo, estrategias nacionales de desarrollo sostenible y planes nacionales de acción ambiental hacen alguna mención a la población, se trata por lo general de un gesto hueco: la contribución potencial de las medidas de control de la población para reducir los efectos ambientales no es usualmente reconocida.

A nivel local ha habido numerosos proyectos integrados, satisfactorios y que han hecho que las poblaciones locales mantengan aproximaciones sostenibles del entorno a la población. Los esfuerzos para incorporar elementos medioambientales en los programas de salud y reproducción, y al contrario,  han sido menos satisfactorios. Los mejores resultados para el entorno se consiguen cuando estos programas se centran en desarrollar lo mejor posible los aspectos clave; cargarlos con responsabilidades secundarias adicionales puede impedir este primer objetivo.

Finalmente, la investigación de las relaciones población-ambiente en todos los niveles, desde la aldea hasta el planeta, puede ayudar a fundamentar correctamente las políticas. Los estudios internacionales acerca de problemas globales, como los informes del Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático, deberían incluir escenarios que muestren el impacto potencial de un crecimiento decelerado de la población.

 

Instituciones.

Hay una cierta cantidad de bloqueos y cuellos de botella que pueden retardar nuestra respuesta adaptativa a los cambios ambientales y hacer que los resultados Maltusianos puedan ser más probables. Varios pasos pueden tomarse para apartar estos bloqueos.

La ciencia ambiental y las investigaciones de campo deben ser adecuadamente financiadas. Como mínimo deberíamos saber qué está pasando y comprender los procesos e interrelaciones afectados.

Las imperfecciones del mercado que empeoran las condiciones del entorno deben ser subsanadas (comenzado por las numerosas subvenciones que, en muchos países, fomentan el consumo de combustibles fósiles o la sobreexplotación de las pesquerías).

Las imperfecciones democráticas también necesitan atención: en los países menos desarrollados la parte de la población más afectada por el cambio de su entorno, usualmente los más pobres, necesitan mejor acceso a los sistemas políticos y legales, y a los medios de comunicación. En los países desarrollados la financiación estatal de los partidos políticos y un mayor control de los gastos de campaña electoral deberían reducir la influencia de los  gabinetes de relaciones (lobbies) sobre el gobierno. La libertad de información debe ser reforzada para permitir acceso pleno de los ciudadanos preocupados a información ambiental importante, ya sea del gobierno o de sociedades privadas.

Finalmente, necesitamos un cambio en los valores hacia la conservación de la naturaleza y un menor uso de los recursos. Esto está ocurriendo de un modo espontáneo al crecer los problemas ambientales, no sólo en los países ricos sino en muchos de los que están en desarrollo.

Si podemos movilizar todo el espectro de respuestas políticas será posible avanzar hacia una relación sostenible con el medio ambiente en los próximos 50 años. El calendario es crítico: hasta una sola década de retraso podría activar efectos asociados a umbrales cuyas consecuencias no podemos ni calcular.