El patrimonio perdido de las naciones, por Sir Partha Dasgupta.
Aparecido en Le Monde, 26 de Abril de 2005.
La expresión “desarrollo sostenible” es ya un lugar común, pero los expertos económicos no ofrecen apenas criterios acerca del modo como debe juzgarse el desarrollo económico de una nación para ver si es sostenible o no. El informe de la comisión Brudtland publicado en 1987 define el desarrollo sostenible como “un desarrollo que responde a las necesidades del presente sin hipotecar la capacidad de las generaciones futuras de responder a sus propias necesidades”, lo que viene a querer decir que cada generación lega a la siguiente una base de producción tan importante al menos como la que ella recibió.
Los economistas explican que la medida apropiada de la base de la producción de una economía es su patrimonio, que incluye no sólo el valor de los bienes producidos (edificios, máquinas, carreteras), sino también el capital “humano” (conocimientos, aptitudes, salud), el capital natural (ecosistemas, los minerales y los combustibles fósiles) y las instituciones (gobierno, sociedad civil, estado de derecho). El desarrollo es sostenible en tanto que una economía conserva a lo largo del tiempo su patrimonio económico en relación a su población. Dicho de otro modo, el desarrollo económico debería considerarse como un crecimiento del patrimonio y no como un mero aumento del producto interior bruto (PIB).
Sin embargo en numerosas ocasiones el PIB per cápita de un país aumenta aun si su patrimonio per cápita declina, por ejemplo cuando los mercados de bienes y servicios que consumen abundantes recursos naturales crecen en ausencia de políticas públicas para la preservación del capital natural. Por añadidura, los problemas ambientales mundiales crean restricciones adicionales sobre los recursos de los pueblos más pobres del planeta: en este caso es el crecimiento del PIB de los países ricos el que causa una degradación del patrimonio de los países pobres.
Si se usan los datos del Banco Mundial acerca de la depreciación de un cierto numero de recursos naturales en la India, los economistas estiman que a pesar del incremento del PIB per cápita durante estos últimos treinta años, el patrimonio natural se ha reducido un poco. La inversión en capital fijo, en conocimientos y aptitudes, y la mejora de las instituciones no han compensado la degradación del capital natural.
En el caso del África subsahariana, el declinar afecta a la vez al PIB per cápita y al patrimonio. Los economistas han constatado igualmente que en las regiones más pobres del mundo, África y el subcontinente indio, las zonas con un crecimiento demográfico más acusado han sufrido un fuerte descenso de su patrimonio per cápita.
Las economías de China y de los países de la OCDE, por contra, han tenido un crecimiento de su PIB y de su patrimonio per cápita. Estas regiones han más que compensado el descenso en su capital natural con la acumulación de otros bienes y capitales. Dicho de otro modo, durante estos tres últimos decenios, los países ricos parece que han disfrutado de un “desarrollo sostenible” mientras que el desarrollo de los países pobres (aparte China) se ha mostrado como no sostenible.
No estamos sino al comienzo de los estudios cuantitativos acerca del desarrollo sostenible. Hay numerosos capitales naturales que aún no son tenidos en cuenta. Así, el Banco Mundial se ha restringido hasta el presente a la atmósfera (al medir su degradación por el dióxido de carbono), al petróleo, el gas natural y a los bosques en tanto que fuentes de madera para construcción. No incluye en sus cálculos el agua dulce, los suelos, los bosques en tanto que ecosistemas, o la atmósfera (midiendo su degradación por otros contaminantes). Si se incluyeran estos aspectos los rendimientos económicos de los países pobres, incluida China, parecerían mucho peores.
Cuando se alcanzan sus capacidades de absorción los sistemas naturales pueden colapsar y devenir estériles. Su recuperación es costosa, tanto en tiempo como en recursos materiales. En resumen, sabemos que hasta un nivel indeterminado los conocimientos, las instituciones y los recursos creados por el hombre pueden sustituir a los recursos naturales, de manera que incluso si una economía pierde algunas de sus capacidades en capital natural, ya sea en cantidad o en calidad, su riqueza puede aumentar si invierte en otros bienes. El crecimiento de la productividad agrícola de los dos siglos pasados lo demuestra claramente.
Pero los costes de compensación pueden aumentar de manera insoportable cuando los recursos esenciales se dilapidan – y así lo muestra claramente el calentamiento del planeta. Cuando los riesgos de pérdida asociados a tales umbrales se incluyen en las evaluaciones económicas, el crecimiento del patrimonio de los países ricos se mostrará, también, probablemente menos importante de lo que creemos.