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Propuesta participante en el Concurso de ensayo Francisco I. Madero.
¿DEMÓCRATICO O DEMÓCRATA? Una propuesta de cambio de 180º
APROXIMACIÓN

MÉXICO, país que muestra comprobados contrastes, ¿quién diría que este mundo podría vivir sin él?, tal vez muchos pero no habrían disfrutado de Rulfo, del chocolate y otras riquezas de nuestra cultura. Y quién diría que a pesar de lo que México es, nos da la impresión de que siempre es un país inacabado, que algo le hace falta. Hay algo en su cultura que no le permite llegar a lo que quisiéramos, a lo que otros han llegado: un desarrollo sostenido y no sólo el crecimiento económico, una armonía de vanguardia y no sólo paz social, sólidas instituciones y no sólo que ellas estén ahí, una democracia consolidada que haga realidad nuestros potenciales y no nada más lo que esperamos de ella, lo que de ella quisiéramos.
¿Quiénes hacen la democracia en México?, ¿cómo la hacen?, ¿en verdad son democráticos y más aún, en verdad son demócratas aquellos que dicen estar haciendo democracia? Tal vez es ésta la incógnita a responder pero sobre todo, mi objetivo principal en este examen es ver si tiene sentido que el mundo pueda vivir sin la incipiente democracia mexicana, porque si se trata de un gran país en vías de cambio, también este gran país puede y debe innovar para ser ejemplo del mundo, que el mundo aprenda de él y ser realmente referente necesario para la historia de la humanidad. Quiero saber si estamos siendo creativos, si estamos siendo no sólo democráticos sino que además si estamos aprendiendo a ser demócratas, es eso lo que me propongo dilucidar y compartir en este ensayo. Con una evaluación rápida del avance de la cultura política hasta estos días, podremos ver si se está dando ese aprendizaje, si ese avance se está enfocando realmente hacia la democracia y si a partir de ahí podremos hacer una suerte de diagnóstico, para después vislumbrar posibilidades de inyección de ideales de democracia como propuesta.
¿Y qué se necesita pues para que México sea un referente necesario para la humanidad? ¿Por qué la creatividad y no sólo la iniciativa son necesarias para el cambio hacia la democracia?, la respuesta está en que primero tendríamos que darnos cuenta de la diferencia entre aquello que es cultura política y en lo que se entiende por democrático y su diferencia con el demócrata. Democrático es tener iniciativa, ser activista, tener ideales, y demócrata es además ser creativo, resolutivo, ser de vanguardia y creador de pensamiento; es ir acorde con la historia que exige novedades históricas, ideas nuevas, eso podríamos necesitar para aprender a ser demócratas de aportación y no solamente democrático. Está históricamente comprobado que quienes han aportado, quienes han tenido éxito en el desarrollo integral de sus países (Francia, Suecia, Japón, Italia, Canadá…), primero han sabido resolver lo básico (problemas de urbanidad, por ejemplo), para luego fusionar perfectamente esa iniciativa política de ideales de participación ciudadana, con la creatividad y la efectividad de resultados para la organización de sus sociedades más allá de lo político, que les da un sostén suficientemente eficaz como para impulsarlos hacia el desarrollo permanentemente en ascenso. Esas son las naciones que se han vuelto indispensables para la humanidad por su capacidad de solución, por su potencial de desarrollo y por sus resultados. Esa y otras cosas me propongo ayudar a dilucidar en las presentes líneas.

DESARROLLO

¿Entonces cómo vamos nosotros actualmente en la práctica?, en esta realidad de transición democrática, ¿estamos aprendiendo a ser demócratas? Algunos con una parte de certeza pensarán que las democracias política y electoral mexicana han sido sólo avances suficientes como para mantener esa democracia nominal, enemistar a la sociedad o polarizar a los partidos; que los gobiernos federales y locales en turno de los últimos quince años sólo han traído decepción para los mexicanos, porque ha sido casi inexistente la introducción de esos valores que en verdad tanto podrían ayudarnos, pero que han carecido del alcance suficiente no por quienes los han promovido (y que por cierto han sido pocos ONG’s, IFE…), sino porque aún faltan las instituciones pero sobretodo las actitudes masivamente necesarias como para crear demócratas hasta el último de los individuos de una colonia; desde el más nuevo de los integrantes que representan los niños, hasta el más antiguo de los miembros de una familia. 
Y está claro que además de ser democrático es necesario también ser un demócrata, y ser demócrata quiere decir que no sólo sea participativo de los problemas sociales y de su comunidad, sino que además utilice su cerebro para pensar y organizar y sus brazos para trabajar y resolver problemas; que la transformación no sólo sea organizando comités políticos ciudadanos en defensa de algo o a favor de algún principio o de un ideal, sino que esa lucha venga acompañada por cierto tipo de legitimación de acciones que demuestren la voluntad real de cambio hacia la democracia más allá de lo meramente político. Se trataría de que además de la lucha por un ideal, la participación política esté acompañada de resultados por mejorar a las comunidades, es decir, que además de promover en las calles ideales políticos, vengan el diseño de organizaciones para que en forma instituida y organizada se modifiquen actitudes, comenzando desde abajo por depurar el ambiente lo suficiente como para evitar la decadencia de las calles como por ejemplo recogiendo el excremento de los perros, los muebles viejos, los carros oxidados, los perros muertos, las bardas caídas y grafiteadas y los jardines-tiraderos de basura. Pero además continuar con el remozamiento de lugares públicos de manera permanente como para evitar su decadencia asfaltando calles, lavando y resanando banquetas, regando jardines y plantando árboles, barriendo la propia calle todos los días, y evitando que el perro descargue en la vía pública, vigilando que no escupan o tiren basura pero aún más que se concientice casa por casa previniendo para que no lo hagan. (Por ahí han comenzado los que ahora son grandes países). Y por último terminando por la realización de campañas permanentes y sistemáticas con programas educativos anticorrupción, de educación vial, solidaridad y convivencia vecinal, nuevas formas de ahorro y recolección del agua -por aquello de la crisis mundial del agua que se avecina-, y nuevas formas de ahorro de energía y eliminación de contaminación ambiental. Se trata pues de empezar por el principio, aunque parezca superficial o inútil. Se trata de trabajar en tres niveles de creación de conciencia, el primero: trabajo directo en las comunidades para resolver lo apremiante; el segundo: concientización educativa, y el tercero: vigilancia con posibilidad de sanción como último recurso. El primero organizando los comités políticos también en comités de solución de problemas comunitarios, el segundo impartiendo cursos y campañas casa por casa de educación para la conciencia de mejoría comunitaria en más de un sentido, y el tercero instituyendo legalmente ciudadanos monitores en las comunidades, para que vigilen el cumplimiento de los reglamentos y tengan el poderío de sancionar en caso de que sean infringidos y que los dos primeros puntos hayan fallado en algún momento. Esto es parte de lo que podemos llamar demócrata además de democrático y más adelante voy a concluir con mayor detalle la propuesta de esta actitud con proposiciones más puntuales. Por lo pronto, está claro que esto es parte de lo que han pedido los ciudadanos a sus gobiernos, y si los partidos que actualmente organizan comités ciudadanos a favor de una aspiración política, reaccionan además en la solución de esos y otros problemas que han pedido los ciudadanos, entonces se habrán legitimado aún más en sus acciones al mostrarles a ellos sus deseos de mejoría comunitaria, aumentado a su vez la preferencia política por el partido que los impulsa, pero sobre todo, estarán haciendo gran parte de la verdadera democracia que se requiere en México. Es en este punto donde México podría ser necesario para el resto del mundo por sus ejemplos de cambio real.
Politización y formación. Falta también por explicar que si los mexicanos actualmente nos encontramos tan politizados, entonces debemos tener cuidado de no politizar la formación que queramos impartir para promover la democracia; y puesto que los ciudadanos se han visto atraídos por los políticos para subir a ese nivel que está allá, arriba de la vida cotidiana, es importante considerar que los programas de desarrollo y formación estén diseñados para preveer la posible politización que puedan atraer ciertos temas incluso no necesariamente políticos. De esta manera, al tratar por ejemplo el tema de los taxis irregulares, los autos chocolate, los asentamientos irregulares, los en su momento controvertidos Arcos del milenio de Guadalajara o los diablitos que toman ilegalmente la corriente eléctrica, al tratar estos temas la educación cívica tiene antes que detectar los intereses y la preferencia partidista que predomina en la zona, para que, de esta manera se observe una suerte de negociación entre partidos, instituciones, gobiernos y ciudadanos, de modo que se imparta formación cívica acordada y consensuada, que promueva la eliminación de esas prácticas irregulares o ilícitas.

Por qué aún no hay democracia en México. Por otra parte, al realizar sus estudios por conocer a la sociedad, algunos analistas han pensado que en el momento en que México está dejando atrás el autoritarismo, lo que tiene que seguir casi por añadidura, producto de esta democratización que estamos viviendo, es que los actores políticos quieran arribar a la democracia por objetivo, que sea su objetivo buscar la cultura democrática. Esta suposición y que también muchos quisiéramos, desafortunadamente puede ser falsa. La cultura política que está surgiendo en México no puede confundirse con cultura democrática como lo han mostrado varios estudios de analistas políticos, porque en muchos aspectos la nueva cultura política que está surgiendo en México por ahora no está siguiendo el objetivo de ser auténticamente democrática aunque así lo proclame, y menos aún muestra visos de querer ser demócrata, como lo empezamos a proponer arriba. Pero ello tampoco quiere decir que la nueva cultura política que está surgiendo en México esté retrocediendo al autoritarismo, aún cuando muestra características de él, como por ejemplo el clientelismo. Esta diferencia debemos tenerla presente. Como ya hemos comenzado a distinguir, no es lo mismo cultura democrática que cultura demócrata, como hemos de explicar con mayor profundidad más adelante, pero tampoco es lo mismo cultura política a secas, que cultura política democrática. La cultura política en este sentido es la que se practica en cualquier sistema político, sea dictadura, socialismo, democracia directa, liberalismo, comunitarismo, y aún en el primitivismo, mientras que la cultura democrática es la que por ejemplo actualmente comienza a observarse en las democracias políticas que empiezan a consolidarse como México, pero sobretodo en las democracias occidentales que ya están consolidadas y que necesariamente cuentan con el componente de pluralidad; son pues culturas democráticas plurales, no sólo democracias liberales como antes lo eran solamente, y como también podría confundirse, sino que son democracias originalmente liberales que ahora también puede coexistir con la socialdemocracia, por ejemplo y aún con modelos ideológicos muy diferentes como el comunismo. Se trata pues de dos o más proyectos de democracia, que juntos crean una democracia plural. Por lo tanto, la cultura democrática puede ser la democracia liberal histórica, la socialdemocracia o las dos juntas como se presenta actualmente, mientras que la cultura política es más general, y tiene por característica esencial que puede darse en cualquier contexto público e histórico de poder (de ahí que haya habido incluso cultura política en el primitivismo), mientras que cultura democrática sólo se da en un contexto donde predomina la democracia o se está transitando hacia ella, como en nuestro caso.
Por otra parte, no es tampoco lo mismo mostrar indicios de que se está practicando una cultura democrática en México, a promover una cultura demócrata. La primera, en México está mucho más asociada con una democracia política, mientras que la segunda es la cultura de la democracia en todos sus niveles. Y aún cuando se sabe que los partidos muestran prácticas no democráticas, como los populismos de derecha y de izquierda, el clientelismo priísta y no priísta, el conservadurismo de derecha o la escasa simpatía de la legalidad por parte de la izquierda, son componentes no sólo no demócratas sino que tampoco son democráticos, lo cual indica que en ciertos sentidos estos partidos no se están inclinando hacia la democracia como nosotros pudiéramos suponernos, aún cuando se autoproclamen democráticos.

Diferencia entre democrático y demócrata. El punto anterior nos ha servido para conocer la diferencia entre cultura política y cultura política democrática. Pero aún nos falta conocer la diferencia entre el democrático que en cierta medida somos ahora y el demócrata que podemos ser en un futuro no lejano. Al salir a la calle podemos ser testigos de nuestros problemas, pero hacemos muy poco o nada por resolverlos, mientras que dentro de nuestras casas tenemos adquiridas ciertas costumbres que afuera vamos a poner en práctica. De esta manera, ciudadanos de todos los partidos se proclaman democráticos para enaltecer las virtudes que consigo puede traer la democracia, haciendo lo que más pueden por su país, pero nunca logrando pasar de democrático a demócrata ni en sus casa, ni fuera de ellas. ¿Y cuál es en definitiva la verdadera diferencia entre ambas? Esta es la propuesta: que el democrático participa en los problemas de su comunidad, en las asambleas de barrio, emite también opiniones, y el demócrata además participa y ayuda a resolver con sus propias manos los problemas y se asegura de que sean resueltos. El democrático sería aquel que está de acuerdo con los valores de la democracia, el demócrata aquel que además los practica y cambia a la sociedad con ellos. El ciudadano democrático lo es por el hecho de que puede ejercer su libertad de expresión y de voto, pero se es ciudadano demócrata porque no acostumbra prácticas demagógicas o irracionales en esa libertad de expresión. El primero es democrático porque en tolerancia permite la existencia del otro; el segundo es demócrata porque al permitir que exista el otro, no lo anatemiza y no quisiera jamás destruirlo cuando piensa en él sin que él esté presente.
Estas serían las primeras diferencias pero además hay otras. Por ejemplo, el democrático promueve y practica la igualdad social, económica y de oportunidades como valor supremo, el demócrata la aplica aún cuando sabe que tiene una ventaja o que la puede obtener por su situación laboral, física, social, circunstancial, de autoridad o estatus económico; pero además aplica la igualdad desde la familia sin discriminación, hasta llevarla no sólo a lo legal, sino que la ejerce al encontrarse frente a una situación de elección de igualdad o desigualdad, y sin tapujos se decide por mantenerse en la primera.
El democrático tiene libertad de elección, se decide por el mejor representante  y por un proyecto que podrá ayudar al país; el demócrata elige libremente y sin confundir libertad de elección con alienación, con autoengaño de que cierto líder va a ayudarnos a mejorar sin tener bases reales para afirmarlo; elige por conocimiento de los resultados de un representante, no sólo por su cara, su simpatía, su idealismo o sus buenas intenciones, es más objetivo y reflexivo, trata de elegir más por los resultados aún cuando el líder no fuera del partido de su preferencia.
El democrático es plural, tolera el disenso y sabe y promueve que hay muchos que son y piensan diferente a él. El demócrata además de enaltecer el pluralismo, resalta las inconsistencias de esa pluralidad de manera que alerta para que no se radicalicen, polaricen o idealicen en extremo, no las deja pasar por alto cuando encuentra grandes defectos ideológicos, anomalías de grupos, apasionamientos; tolera su existencia, pero demuestra pacífica, frontal y propositivamente sus inconsistencias y hace ver sus probables riesgos.
El democrático respeta los derechos de las minorías, pero además pudiendo disentir, debate con ellas para ser demócrata y demostrar sus inconsistencias. El democrático es ciudadano nacido de la conciencia de sus derechos, pero también los ejerce y los depura, los perfecciona, los innova como demócrata. El democrático defiende la soberanía popular como un principio, pero además de defenderlas con su persona, con sus ideas, lo hace con la conciencia de pluralidad y el potencial de cada estado de la república de apoyar mutuamente a cada estado del interior, como si se tratara de una globalización al interior en intercambio mutuo de ideas y fortalezas estatales y regionales, para entonces poder entrar a la competencia directa y sin tapujos con el exterior.
El democrático fomenta el estado de derecho, la rendición de cuentas y los derechos individuales; tal vez combate las injusticias y también puede levantarse en armas, pero antes bien deja en claro que hacer prevalecer al máximo posible la gobernabilidad o en su caso retornar a la legalidad si se ha presentado un movimiento armado, mejor es regresar a la elección periódica de representantes para presionarlos a que rindan cuentas permanentemente, incluso hasta llegar a la sanción legal si no lo hacen y entonces hacer que les garanticen sus derechos sociales e individuales. Ello es mucho mejor que vivir en un estado de excepción, de impostación de dictadores o de autoritarismos no completamente eficaces.

CONCLUSIÓN A MANERA DE PROPUESTA

Estas y otras diferencias son las que podemos aportar a la democracia occidental, y como estamos en el momento justo de cambio democrático, es el justo momento histórico de aportarlas. Estas y otras más podrían ser contribuciones para incluirse en los planes de desarrollo democrático, para de una vez por todas inducir en la sociedad de la necesidad de mejorar su situación con ayuda de la vía democrática. Pero para que haya una auténtica democracia debemos aprender a ser demócratas, se debe fomentar una educación cívica que a su vez promueva una democracia económica, cultural, educativa, social e identitaria, es decir, una democracia integral y no sólo política como hasta ahora. Esto queda claro, pero además debemos eliminar el riesgo de que no hemos puesto eso en práctica todavía, eso podrá dejar de ser lo preocupante cuando pongamos manos a la obra. Ese algo en su cultura que le impide llegar a donde quisiera el mexicano, es la falla invisible de la apatía, pero falla que se siente, se respira. La respuesta a ella está en el paso de la teoría a la práctica. La solución está en la convocatoria al concurso de los mejores resultados después de las propuestas plasmadas en palabras.
Necesitamos salir a las calles y encontrar todo transformado, pero antes tenemos que transformarlo, ese es el final último de la auténtica democracia, podemos quitarnos la inactividad de seguir con desarrollo medio, o pasar al grado de supercivilizarnos; podemos seguir caminando dormidos sin darnos cuenta, o gustar del cambio y de abrir ampliamente bocas de sorpresa para el mundo. Lo que al final estoy proponiendo en estas líneas es que México se convierta en necesario como ejemplo de cambio para el mundo, y si no lo es, su papel en la historia contemporánea de la humanidad habrá fracasado. Ahora que tenemos la oportunidad estamos en el fondo verdaderamente preparados para iniciar la democratización, comencemos, comencemos ya y ahora mismo, que la gran vuelta de esta transición nos está dando una oportunidad histórica y todavía nadie ha emprendido ese honor, ¿quién quiere aprovecharla?, yo me sumaré a ella…



Mayo de 2005
Alfredo Ortiz García
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