CUBA DESPUÉS DE CASTRO
Por Alfredo Ortiz García
11, enero, 2007
rinocerebro@yahoo.com
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Cuba ha pasado al siglo XXI trabajando por la superación de diferentes problemas aparecidos en las últimas dos décadas, desde que el campo socialista cayó a partir de 1987. Después del periodo especial entre 1992 y 1999, el país logra recuperarse de la crisis económica que le trajo la pérdida de socios comerciales básicamente de la Europa del este. Obstruida por un tabique económico y político de más de cuatro décadas, el país seguiría su curso normal de solidificación del socialismo si no estuviera cerca el fin de la vida del máximo líder de la Revolución cubana, Fidel Castro. A partir del 2006 Fidel ha mostrado signos de enfermedad asociados con su edad avanzada, por lo que se considera que terminaría un ciclo e iniciaría inmediatamente otra etapa en la historia de Cuba, desde cualquier ángulo en que se le vea. Este punto forma gran cantidad de especulaciones acerca de la dirección que tomará el rumbo de Cuba los próximos años, cuando Fidel Castro Ruz haya muerto.
Cuba se encuentra en una etapa en la que se ha transformado el valor principal del socialismo, por un valor antiimperialista que funge como uno de los puntales que mantiene a la Revolución. Actualmente el antiimperialismo es un valor mucho más practicado en la isla que el socialismo, este último, igual de arraigado que el antiimperialismo, tiene la diferencia de que se encuentra sobreentendido, esto quiere decir que se considera algo tan común en la vida cotidiana, que el mismo socialismo que se practica actualmente está subordinado al dogma antiimperialista que predomina en el discurso oficial. Marx y Lenin son enseñados de cajón pero no sistemáticamente sino hasta la universidad, prefiriéndose para niños y adolescentes los principios del libertador Martí, los de revolucionarios como el Ché y los discursos del líder en jefe Fidel Castro, en el cual predomina el discurso antiimperial. En la vida cotidiana el sistema es socialista, pero los dogmas del socialismo no son introyectados permanente, intensa y sistemáticamente en la sociedad, en su lugar los principios nacionalistas de Patria o muerte y antiyanqui forman parte de la conciencia política actual del cubano promedio, de modo que el cubano puede moverse dentro del espectro de actividades no políticas que socialmente puede ofrecerle la vida cotidiana, como la música y las charlas de barrio, el arte, el deporte y el trabajo comunitario.

Un indicador pues de que el socialismo y antiimperialismo se encuentran bien arraigados, son las manifestaciones multitudinarias que periódicamente son organizadas para reafirmar la presencia de un pensamiento alternativo al que viene de Washington. De esta manera es como el cubano puede entonces asistir a las manifestaciones de apoyo por diferentes motivos: a) por la profunda convicción tradicional ya adquirida y convencida de que debe apoyarse a la Revolución, b) por un instinto gregario de que tiene que apoyarse mecánicamente por la causa de la cual hablan y contra la cual todos luchan, c) por la necesidad de salir momentáneamente de una condición de cotidianeidad y/o monotonía, d) por la convicción conciente, directiva, altamente ideologizada y activista que socialmente permite mantener fortalecido al régimen, e) por un efecto de alienación social profunda, f) por una necesidad psicosocial de desfogue energético contra quien se considera el principal ente causante de los males cubanos, los E. U., que permite una reivindicación de la fortaleza y resistencia cubana.
Se trata pues de una mixtura de reacciones internas, que al exterior están homogeneizadas y no son fácilmente detectables hacia fuera de la mente del cubano, por lo tanto, este fenómeno si bien no conforma una pluralidad política real, si podría encontrarse en potencial de desembocar una, de acuerdo con el rumbo que el país decida tomar después de la muerte de Fidel, o que continúe sin grandes cambios al menos en el corto plazo como se tiene previsto. 

Por otra parte, constantemente existe una presión, casi exclusivamente fuera del país, que vehementemente desea pensar en una Cuba democratizándose progresivamente; la pregunta constante de ¿cómo se verá Cuba después de Fidel?, constantemente recurre al proceso de democratización por el cual debe pasar un régimen considerado autoritario y dictatorial por muchos, sin considerar que Cuba es uno de los países de América que menos han convivido con la democracia en su historia, pasando de una colonia prolongada por España a una dictadura precapitalista y, hasta un importante embate colonial de E. U. en lo político y económico durante buena parte del tiempo desde la independencia en 1898, que construye una obvia aversión a todo lo relacionado con la democracia liberal y plural, de modo que no sería ni fácil, pero más importante, no sería del interés inmediato implantar lo que las libertades podrían “brindarle” al cubano, aún cuando éstas fueran muy atractivas desde siempre de manera subrepticia. Los productos y servicios capitalistas siempre han sido secretamente un atractivo para muchos cubanos, pero la intensidad –que no es la misma en toda la sociedad-, del apego a sus principios frente a esta tentación materialista, constituiría una mixtura que en lo superliminal (como publicidad imperativa, es decir, aquella que directamente invita a llevar a cabo una conducta mediante una orden), si no se tiene cuidado podría formar parte de uno de los elementos detonantes de un caos económico, político y social, amén de la liberalización de este combinado de motivos por los cuales el cubano ha participado en la Revolución, y si a ello le agregamos la capacidad que el cubano pueda tener para impedir que ese caos se presente, manteniendo los progresos alcanzados en educación, salud, deporte, organización y economía, entonces la mixtura puede hacerse todavía más patente para el caso de que la presión social comience a inclinarse hacia la liberalización, de manera que es muy importante que el país tenga cuidado para no perder lo que ha ganado con tanto esfuerzo. En cambio, en caso de que se mantuviera el control que actualmente existe por parte del régimen y el socialismo se mantuviera, la generación de novedades tendría que darse desde dentro, puesto que el país podría presentar dificultades para mantener el control desde la cúpula de algo que tan bien consiguió hacer Fidel, y entonces tendría que inventar una forma de sustituir o al menos prolongar la capacidad organizadora y de convocatoria que alcanzó el comandante. De modo que quienes tienen la perspectiva democratizadora no toman en cuenta que el régimen post Castro seguirá siendo a corto plazo un régimen socialista, porque sencillamente todo el aparato de gobierno y las instituciones son de ese corte, y porque el sentimiento antiimperialista no sólo hizo raíces, sino que también gestó a un enorme árbol socialista que podría seguir floreciendo frondosamente como parte de uno de los escenarios –optimistas para muchos, pesimistas para otros-, o en cambio secarse rápidamente para sentar las bases hacia algo nuevo, pero no caer hasta que sea talado por la fuerza pluralizadora o por un fuerte movimiento generalizado más poderoso que él, lo cual aparecería hasta después de que el árbol se viera viejo. Actualmente el árbol ha estado floreciendo mecánicamente las mismas hojas y el mismo color y número de flores desde hace mucho tiempo, no se marchita pero tampoco crece, y es un hecho que no ha crecido bajo nuevas variaciones que eliminen el tedio y el cansancio crónico por el cual han pasado los cubanos al menos por veinte años. De esta manera es como pretendo hacer un equilibrio científico y con la menor cantidad de apasionamiento posible, para tratar de determinar lo podría suceder en la Cuba del futuro cercano y medio. Después de la muerte de Fidel podrá decirse, “¿ya ves?, no pasó nada”, pero no hay que olvidar que las transformaciones son más lentas que los cambios, de manera que hay que observar el giro que tomen esas transformaciones, las cuales son más posibles, no los cambios, los que considero que, a no ser por la entrada de un fuerte movimiento social –interno y/o externo-, incluso bélico contra el régimen, dudo que vayan a presentarse a corto plazo con un cambio radical.

Si a todo ello agregamos además la transición hacia el socialismo que se está generando en Venezuela, también podremos pensar que los cubanos dejarán de sentirse psicológicamente solos, ante la llegada de un nuevo país hermano con similares orientaciones, de modo que los grupos emergentes intracubanos que por supuesto también aparecerán, con la aparición del socialismo de Chávez verán aún más disminuida la posibilidad de generar una legitimidad, debiendo medir fuerzas con los fidelistas socialmente arraigados, pero sobretodo con las fuerzas tanto castrenses como castristas que constituyen un fuerte aparato de control que desborda muy bien hasta lo social. El factor Cuba-Venezuela debe pues contemplarse como una autopista de dos carriles de igual ancho, si los democratizadores cubanos iban por un lado y el carril se estaba ensanchando al menos subrepticiamente para reducir el de los fidelistas que vienen por el otro, ahora, con el reforzamiento regional de Chávez, los carriles se vuelven a igualar en ancho, de modo que la incertidumbre del futuro vuelve a hacerse presente con la muerte inminente de Fidel. Estoy seguro de que un lector querrá pensar en ensanchar más su carril de preferencia, pero también estoy seguro de que habrá otros muchos más que querrán ensanchar el otro. Tranquilos, dejen a los cubanos que decidan.

Aparecen pues una cantidad importante de actores políticos y sociales que básicamente pueden dividirse entre quienes por dentro están con el régimen por convicción, por conveniencia, por crítica subrepticia o por oposición abierta, y entre quienes desde el exterior observan, critican, apoyan, se oponen y esperan. Para el primer caso una teoría del apego indicaría que en colores más obscuros cercanos al negro se encontrarían los grupos sociales más allegados al régimen, de modo que el negro se iría aclarando por cuanto el régimen dejara de alcanzar el control del pensamiento subrepticio del cubano promedio y por cuanto los actores dejaran o ya no estuvieran identificados con el régimen, cuando él mismo con su alto control no pueda alcanzar a inspeccionar el pensamiento encubierto que existe realmente en muchos cubanos, entonces la posibilidad de pensar diferente se presenta. En grandes sociedades la posibilidad de controlar las mentes de todos los miembros es prácticamente inexistente, por cuanto la pluralidad de pensamientos es inherente al ser humano, al igual que su contrario, la actitud religiosa de seguir un mismo principio de manera uniforme, puede dar la oportunidad de mantener el statu quo por mucho tiempo como ha sucedido. Estas dos personalidades humanas cohabitan permanentemente en el ser humano y sólo el hecho de que una predomine sobre la otra es lo que marca la diferencia entre dos sociedades que se observen diferentes, el caso de Cuba frente al mundo occidental es el caso de los mismos cubanos queriendo una pluralidad al interior, como también lo es el caso de que los mismos cubanos quieran seguir manteniéndose dentro de un solo principio. Faltará ver si Venezuela, que transita hacia la implantación de una uniformidad, no estará moviéndose hacia el lado opuesto que Cuba pueda estarlo haciendo hacia la pluralidad, o que los dos mutuamente apoyados a fin de cuentas, sigan juntos un mismo camino hacia el socialismo por mucho tiempo más.

Mientras tanto, los cubanos siguen heredando el síndrome de la impronta alienada de apoyar mecánicamente y sin mucho pensamiento al fidelismo, y al mismo tiempo tienen arraigadas las fuertes convicciones a favor del socialismo y en contra de él, el número militante para cada bando actualmente es desconocido, pero está claro que todos en Cuba están esperando la llegada de un mundo que sea al menos mejor del que tienen, que les dé una nueva perspectiva para sus vidas futuras. Quien logre responder mejor a esa necesidad, habrá ganado verdaderamente la batalla.