| EUROPA. DEL ESTADO MONÁRQUICO AL REPUBLICANO LIBERAL. ELEMENTOS DE TRANSFORMACIÓN MÁS IMPORTANTES EN HOBBES, LOCKE Y ROUSSEAU. Por Alfredo Ortiz García. Marzo de 2005 (Prohibida su repoducción sin el consentimiento el autor. Derechos Reservados) APROXIMACIÓN La historia del moderno Estado liberal puede concebirse como el resultado de un interesante proceso de transformación de la sociedad, de las formas de gobierno, de la actividad económica y de las teorías filosóficas que fueron representadas por los más influyentes filósofos europeos que vivieron a la par de la aparición de un nuevo orden moderno, y cuya importancia fue determinante para el desarrollo de esas nuevas formas de organización social y una nueva cultura occidental en los siglos XVII y XVIII. Los orígenes de este Estado moderno pueden ser entendidos desde diferentes perspectivas, ya sea por medio de un estudio de la historia social, o realizando un trabajo de identificación de corrientes de pensamiento que iban apareciendo en la historia de las ideas filosóficas. Este último es el caso del presente trabajo. Con el fin de conocer estas transformaciones históricas, se habrá de realizar un ejercicio de rastreo de esas modificaciones más importantes, enfocada en detectar las ideas imperantes que se iban desarrollando en los principales pensadores de la época: Hobbes, Locke y Rousseau. Así por ejemplo, tenemos el caso de los momentos en que se observan seguidores de corrientes tradicionales como los individualistas monárquicos, así como de partidarios renovadores como los republicanos y luego los liberales revolucionarios. Pero antes de realizar este estudio, y para precisar mejor nuestro tema, que es la identificación de los principales pasos de un momento monárquico a uno liberal visto a través de los autores ya mencionados, es necesario realizar esta introducción desde una perspectiva histórica para ubicarnos en el espacio y en el tiempo, así como en las circunstancias de lo que entendemos por momentos de transformación que la cultura occidental europea experimentó entre los siglos XVII y XVIII. Para empezar, con el surgimiento de las nacionalidades europeas entre los siglos XI y XV, se estaban gestando también las primeras identidades unificadoras de Europa que desembocarían en el surgimiento de las primeras naciones, y con ellas la figura de una entidad unificadora, el rey. Así entonces, si se entiende que desde el siglo IX al XI comenzaron a aparecer entre el vulgo las primeras nacionalidades diferenciadas entre sí (por ejemplo los pueblos latinos como Francia, Italia, España y Portugal que comenzaron a separarse lingüística e identitariamente), luego del fin del imperio romano de occidente carolingio. Estas diferenciaciones se mantendrían culturalmente unidas por la iglesia y luego por la aparición de los Estados monárquicos, unificación que a la postre estaría directamente relacionada con los sucesos posteriores del renacimiento y el absolutismo. Estas nacionalidades desde el siglo XI comenzarán a añadir progresivamente elementos que habrán de formar luego al Estado moderno, primero una identidad común dentro de los pueblos que fuera diferenciando cada vez más culturalmente a los pueblos entre sí, luego el asentamiento de esos pueblos en un territorio específico y después los primeros hombres libres que desarrollaran una actividad comercial independiente. Así entonces tenemos algunos ejemplos de estas transformaciones: por un lado la península escandinava y Dinamarca habían dejado atrás la influencia vikinga directa, al comenzar a crear diferenciaciones entre ellos mismos, pueblos que ahora comenzaban a ser vistos como descendientes de los vikingos y que habían disuelto los clanes. Se trataba de relaciones que si bien históricamente eran estrechas, a partir del surgimiento de la territorialidad diferenciatoria (es decir el territorio que era de unos vikingos, pero ya no de otros), la nueva situación ya no permitió el libre tránsito como antes sí sucedía con los antiguos vikingos; las nuevas nacionalidades ya mostraban rasgos peculiares lingüística, territorial y gubernativamente, aun cuando su identidad cultural todavía era muy estrecha. No hay que olvidar que Dinamarca, Noruega y Suecia en ciertos momentos históricos tendrán el mismo rey y se habrán unificado en varias etapas de su historia, incluyendo etapas tan cercanas como el siglo XX. Por otra parte, Inglaterra se encontraba avanzada en su unificación y organización política desde el siglo XIII, permitiendo la coexistencia con ciertas subnacionalidades galesas, escocesas e irlandesas, que fungirán hasta cierto punto como aliadas entre sí, pero a la vez manteniendo su propia identidad cultural y un sometimiento político monárquico de los ingleses. El desarrollo del Reino Unido era tal, que desde el siglo XIII Inglaterra mostraba ya un incipiente cuerpo legislativo coparticipante de las decisiones monárquicas, y que comenzó a ser relativamente autónomo a las decisiones del rey. Por otro lado, en Francia, Portugal y España, las identidades culturales se encontraban ya claramente diferenciadas para el siglo XIII, cuando ya habían tomado fuerza las lenguas romances y un rumbo independiente culturalmente hablando, en que el vulgo había dejado de mantenerse unificado –controlado- desde el siglo XI por el latín que profesaba la Iglesia y el imperio Carolingio, dejado atrás ya varios siglos antes. Por su parte, en el norte de Italia, algunas ciudades-estado –Venecia-, se habían mantenido relativamente independientes del sistema feudal imperante y además de ayudar a crear un modelo de hombres libres, sirvieron como prototipo para que más adelante nuevos renacentistas y estudiosos de la política clásica como Maquiavelo, tomaran elementos griegos y sobre todo de la Roma clásica, que al entrar en contacto con la Florencia del siglo XVI, comenzaran a sentar las bases para conformar al Estado nacional que habría de ir apareciendo a partir del siglo XIV. Por una parte, la independencia legislativa inglesa, y por otra la republicana del norte de Italia, darían dos de las primeras aportaciones directamente relacionadas con nuestro tema de estudio. Pero este nuevo Estado-nación no mostraría cambios inmediatos, luego de la conformación de las nacionalidades que dieron salto a la nación, antes tendría que radicalizarse el control del territorio por parte de los reyes, que solidificarán la unidad de los estados, para que entonces llegara la implosión burguesa que viniera a modificar progresivamente o cambiar de golpe, según el caso, el orden existente después del desmantelamiento de la monarquía y el absolutismo. Este paso llevó alrededor de cuatrocientos años, arbitrariamente desde 1400 a 1800. Primero la identidad cultural diferenciada y la nacionalidad entre los siglos XI y XV, luego la decadencia del feudo a partir de los siglos XIV y XV, sustituido por el control central del rey en tercero y apareciendo un nuevo tipo de sociedad en cuarto: los comerciantes libres en el siglo XV, tendría que dar paso por una parte al florecimiento de un nuevo pensamiento renacentista basado en la antigüedad clásica, que luego diera paso a la modernidad, y por otro al reforzamiento de ese poder unificado en la figura del rey, que después habrá de radicalizarse en el absolutismo del siglo XVIII para mantener su poder y entonces dar paso a la Ilustración revolucionaria que se le contrapusiera. La figura que en un principio fungió como representante y unificador de las nacionalidades fue la monarquía en varios de estos estados occidentales: España, Reino Unido y Francia, por ejemplo. Antes del Estado moderno la figura del Estado monárquico se encontraba ya perfectamente cimentada desde una larga tradición que en varios casos ya llevaba cientos de años; era necesario que cierta identidad social reflejada en una nación se asentara en un determinado territorio de manera estable y permanente, para que el rey pudiera gobernar sin grandes perturbaciones. Pero además, y sobretodo, era necesario que cierta mentalidad económica se desarrollara y generalizara progresivamente a la par de las monarquías y las identidades de nación para que se abriera el paso al renacimiento y luego al Estado moderno. Así es como quedaron unificadas Reino Unido, Francia, Italia del norte, España y Portugal entre otros, los cuales en sentido estricto podrían ya ser consideradas Estado-nación, pero no todavía en sentido moderno, porque debían aún cargar con el prefijo pre que los caracterizaba como Estados monárquicos nacionales sin una influencia social que incidiera directamente en esa monarquía. Como veremos en Hobbes, el Estado moderno tuvo su germen en el Estado monárquico absolutista, pudiéndose afirmar que es en estas naciones con rey, un cuerpo legislativo autónomo y una identidad nacional fuerte donde sería más propicia la toma de ventaja en dirección al Estado-nación occidental que devendría más adelante. En otros puntos donde el poder no estuviera originalmente centralizado –monarquía feudal baja, nacionalidades sin nación-, o donde no se desarrollara la burguesía –hombres libres en acción y pensamiento y hombres económicos-el moderno estado occidental no podría desarrollarse; esas podrían considerarse las dos condiciones para el desarrollo de la nueva cultura occidental: centralización del poder y desarrollo de una nueva sociedad burguesa. Mientras tanto, esta forma de organización Estado-nación monárquica aparece justo antes e interrelacionada con la entrada del Estado republicano aproximadamente entre los años 1650 y 1790. Es en este punto en que las ideas políticas tendrían que experimentar ciertos cambios que analizaremos con algunos de sus principales exponentes paradigmáticos: Hobbes, Locke y Rousseau. Como veremos, tampoco es coincidencia que los principales exponentes del Estado burgués y republicano sean igualmente pertenecientes a los Estados que finalmente tomaron la vanguardia: Gran Bretaña y Francia específicamente. La mentalidad economicista del primero y de creación de influencia cultural y política por parte del segundo, darán cuenta de la explicación de porqué estas naciones se harían tan importantes. Así pues, sólo cuando la figura del rey se radicaliza en su forma absoluta, mueve entonces a la aparición de los primeros grandes opositores. Por un lado, desde el interior de la política, el Estado monárquico se mueve hacia el absolutismo del rey, en el cual se depositarán no sólo todas las decisiones, sino además la soberanía del Estado; por otro lado devendrán entonces derrocamientos monárquicos pacíficos y violentos que terminarán con el Estado absolutista, además de que permitirán el ascenso de la vida pública burguesa que habrá de dar paso posterior a las primeras sociedades civiles liberales de Reino Unido, Francia y en menor medida España y Alemania. Lo último que diferencia a esta sociedad ascendente de otras también en ascenso (como por ejemplo los liberales españoles de principios del siglo XIX), es que tanto en Gran Bretaña como en Francia, surge una mentalidad liberal democrática fuertemente cohesionada y generalizada, una identidad especialmente organizada en sus líderes y que fueron seguidas por una propensión al seguimiento por parte del grueso poblacional hacia el desarrollo económico, político, social, cultural y militar. Si los mismos emigrantes ingleses de todas las clases que viajaban a las colonias inglesas en América tenían mentalidad de progreso demostrado, era porque esa propensión se había ya arraigado en la identidad social –incluso religiosa-, y sobre todo en la mentalidad de la nueva burguesía inglesa y franco-canadiense. Así pues, con todo este rápido antecedente estamos en cierta posibilidad de hacer un ensayo de análisis con relativa minuciosidad de los puntos donde los autores intervienen en lo anteriormente mencionado, para aportar sostén teórico al moderno Estado-nación occidental europeo, pudiendo bocetar a partir de la idea de Estado monárquico a Estado republicano liberal, algunas características de esta transformación en las transiciones de súbdito a ciudadano, de estado estamental de derecho a estado de derecho de igualdad legal, de estado de naturaleza a la sociedad política y civil, o de la unidad público-privado al individualismo particular diferenciado de una vida pública civil. Veremos que estas transformaciones no son del todo contrapuestas o del todo puras, notaremos que muchas veces ellas estarán interrelacionadas o incluso interdependientes, además de observar a la historia nos inclinaremos sobretodo al analizar a los autores que vivieron en ella, pero de lo que si nos daremos cuenta es que cada una de las posturas mostrarán no sólo indicios sino grandes movimientos de transformación para la conformación de ese nuevo orden europeo que ayudará a la aparición de un nuevo orden occidental: el moderno Estado-nación de occidente. I. REPUBLICANISMO FRENTE A MONARQUÍA La primera y más importante de las transformaciones que podemos observar en el periodo histórico que va desde Maquiavelo hasta Rousseau es el paso de la monarquía tradicional al absolutismo y luego al republicanismo. Pero para poder reconocer las diferencias frontales entre el republicanismo y la monarquía, es necesario clarificar que el republicanismo muestra cuatro corrientes que podrían caracterizarlo y que alcanzan cierto consenso entre los teóricos. En primer lugar el comunitarismo (no en el sentido actual de comunidad supranacional como la UE, sino en el de el reconocimiento de la participación política desinteresada en la comunidad, no más allá del lugar en el que se vive), para algunos más cercano a la tradición de la Atenas de Aristóteles, para otros la primera forma, aunque limitada, de republicanismo (no hay que perder de vista que la república comienza con Roma). En segundo lugar el republicanismo a secas, donde Maquiavelo es el representante renacentista en estado más puro de esta corriente, quien a su vez se basa en la Roma clásica y la tradición ciceroniana. En tercer lugar el individualismo como una forma de liberalismo primero instrumental1 y muy observable en Hobbes (que puede estar estrechamente relacionado con el liberalismo político2, pero que, como veremos, no podrá equipararse a éste cuando introduzcamos por ejemplo la idea de ciudadanía basada en el liberalismo político) y luego en el individualismo político liberal de Locke. En cuarto lugar el liberalismo como aportación de la modernidad y el desarrollo del liberalismo político y económico, y que ya puede ser observable en cierta forma en Hobbes pero mucho más patente en Locke. Y en quinto lugar el liberalismo comunitarista de Rousseau que basa su postura en una visión holista de la sociedad pero que se diferencia del comunitarismo clásico porque si bien el suyo parte de él, busca que su alcance llegue a una amplitud nacional como Francia3. ______________ 1. De acuerdo con Philip Petit, y Will Kymlicka, el énfasis en una concepción instrumental de la participación, se distancia del comunitarismo y se acerca al liberalismo individualista, entendido como enclaustrado en sí mismo y sin necesidad de integrarse a una totalidad superior o identificarse con ella, llevando este énfasis al énfasis también de un republicanismo instrumental. Véase Renato Cristi, Participación, representación y republicanismo, pp. 55 y ss. 2. El liberalismo político se funda a su vez en el individualismo político, el cual se entiende como la libertad del individuo para “decidir su propio futuro en asuntos económicos y éticos”. Véase Nigel Ashford y Stephen Davis, Diccionario del pensamiento… p. 159. 3. Como veremos también, el comunitarismo funcionaba en la Suiza de los cantones de su época, pero no podría aplicarse a toda la Francia que él estaba pensando, por eso acudiría magistralmente a la solución de la idea de voluntad general. De esta manera, como hemos visto en los cursos de filosofía política, el común que caracteriza a los tres autores es que es observable en ellos su carácter contractual, basado en una relación legal entre individuos bajo la observancia de un tercero, el Estado, pero mientras que para Hobbes este contrato tiene un carácter individualista, con un republicanismo de participación cuando mucho instrumental, en Locke tiene un carácter liberal basado en un individuo participativo de los asuntos públicos en la sociedad política, mientras que en Rousseau este carácter contractual es un pacto general que pide la obligación a cada miembro de seguir designios tomados libremente por la sociedad en su conjunto. Con estas bases arribamos a la siguiente pregunta: ¿cómo es que se presenta esta corriente de la variable republicana liberal al momento de interrelacionarse con la variable monárquica? La respuesta para cada uno de los casos es diferente a pesar de que los tres sean contractualistas. Para empezar, la monarquía se encuentra en su momento absolutista, punto en el que el poder soberano está considerado como de origen divino, desligándose de cualquier instancia de poder temporal. En el Estado absolutista el gobierno, el Estado y el monarca se consideraban como una única entidad regulada sólo por sus mismas leyes, mismas que eran determinadas por el rey y cuando mucho sus cortes; el concepto de derecho divino de los reyes era la justificación que legitimaba la pretensión de soberanía indivisible. Sin dejar de observar que los tres autores son contractualistas, podemos ver que la postura de los teóricos va desde proabsolutista –Hobbes-, hasta francamente contraria a ella –Locke- o pragmática –Rousseau-. Pero mientras que Hobbes es promonárquico e individualista instrumental, Locke es antimonárquico e individualista y además liberal representativo y republicano, mientras que Rousseau es liberal radical. La postura de Hobbes se basa en la única pero fundamental obligación del soberano para garantizar la seguridad de sus súbditos, dejando a éstos como un mero instrumento del rey para mediar entre ellos, mientras que para Locke ya es necesaria cierta forma de participación política por lo menos representativa (los lores representaban a los individuos en el Commowealth, que era la república), para pedirle cuentas al soberano y al parlamento inglés. Locke, como el teórico de la revolución inglesa de 1688 que acabo con los Estuardos, dio origen al liberalismo de la democracia constitutiva, primero refutando la doctrina absolutista de Filmer, segundo refutando a Hobbes como teórico del absolutismo, y tercero otorgándole facultades políticas a los individuos para que éstos, al participar activamente en decisiones más allá de lo económico, se convirtieran en auténticos ciudadanos. Cabe aclarar que Hobbes si tolera la existencia de un legislativo –lores- y un cuerpo judicial para dirimir controversias, pero éstas son dos instituciones que tienen poderes y atribuciones ligadas al monarca, no tienen la autonomía que conoceríamos más adelante. Por su parte, Rousseau muestra una conexión con la corriente liberal de Hobbes y Locke, al punto en que en él la libertad del hombre es un derecho de cada miembro, en que cada uno nace libre y su libertad en el estado de naturaleza tiene como límites las fuerzas del individuo, pero cuando pasa a la libertad civil por medio del contrato gana en alcanzar sólo los límites que le permita la voluntad general, pero además gana una tercera libertad en el estado civil: la moral como dueño de sí mismo, donde la única condición es obedecer la ley, la cual a su vez también lo hará libre4. Todo esto podría considerarse como el republicanismo más liberal de todos, pero además Rousseau va más allá al introducir la categoría de voluntad general que es la voluntad universalmente humana y la cual se contrapone a la voluntad particular que es el deseo de recibir un privilegio. Esta es la diferencia con respecto a los demás, el comunitarismo como nueva corriente se mira a desagusto frente al individualismo preconizado por el liberalismo anglosajón de su época. Para algunos autores como Kymlika “la figura del ciudadano exaltada por el republicanismo se relaciona, por una parte, con la idea liberal de los derechos individuales, y por otra parte, con la concepción comunitaria que señala la imposibilidad de pensar al ciudadano sin identificarlo con una determinada [comunidad]. […] Podría conciliarse en su interior la disyuntiva que ve en la participación ya sea un bien intrínseco [o sea el comunitarismo], ya sea un bien instrumental [o sea la participación instrumental, que hoy podríamos ejemplificarla en el sufragio, en el voto]. Pero el proyecto de Kymlicka no puede prosperar porque escinde al republicanismo de acuerdo a este criterio valórico en dos variantes, y se decide por una de ellas, el republicanismo instrumental“4 Esta es una afirmación desde mi punto de vista correcta, puesto que si observamos el comunitarismo de Rousseau que se enfoca en otorgar un poder amplio a la voluntad de todos, no podemos ver por qué Rousseau podría haber sido partidario de un republicanismo instrumental, cuando de lo que se trata en él es de valorar de manera liberal a la voluntad general, más allá de usarla como un instrumento; Rousseau quiere para cada miembro de la comunidad una participación activa en los asuntos que atañen a todos por igual, no una participación eventual de la misma. La voluntad general está pensada en el fortalecimiento de la sociedad civil, pero además está pensada en el fortalecimiento de la participación frente a las decisiones de gobierno. Un punto es la creación de un Estado basado en la voluntad general que fortalezca la sociedad civil, y otro punto es la determinación del tipo de gobierno ______________ 4. Renato Cristi, pp. 54, haciendo observaciones sobre la postura de Kymlika en http://dspace.unav.es/retrieve/154/ECristi.pdf necesario para que la soberanía del pueblo se deposite en un gobernante5. Rousseau prefiere fortalecer –de manera comunitaria- a la sociedad civil y mostrarse pragmático para decidir el tipo de gobierno de acuerdo con las dimensiones del Estado: democrático para los Estados pequeños, aristócrata, entre otras características, “para los pueblos sencillos”6, y monárquico para los grandes Estados. Ahora bien, ¿cuál es la posición de Rousseau con respecto a la tradición monárquica de la que estamos hablando? Como se acaba de mencionar, una posición pragmática basada en la crítica no sólo al mal gobernante, sino en la búsqueda de uno bueno. Rousseau está conciente de los defectos de las formas de gobierno señaladas, y está conciente de que por lo menos la monarquía no es la mejor forma de gobierno, pero la solución no es criticarla sino proponer alternativas novedosas como la división del gobierno o los magistrados intermedios, de modo que las ineficacias del gobierno sean superadas con nuevas alternativas7. En última instancia el soberano que es el pueblo, puede designar al más conciente gobernante pero bajo la única condición de que esté sujeto completamente a la voluntad general. En suma, no encontramos, hasta donde la investigación no hizo llegar, un punto contundente que le otorgara a Rousseau la posibilidad de optar por una posición política hacia un tipo de gobierno. Pero lo que sí podemos concluir parcialmente es que Rousseau opta por una postura más prospectiva que retrospectiva en su posición política. En resumen, podemos entonces entender a los autores por las cualidades que puedan identificarlos en sus variantes precisas: Hobbes puede ser visto como un individualista instrumental y además promonárquico, es decir, que considera el desarrollo de los individuos más en lo económico que en lo político, por eso no admite una participación política plena en el Estado, y además por eso apoya el tipo de gobierno absolutista que usará a los individuos sólo como súbditos pertenecientes a la soberanía del monarca y que sólo necesitan del rey la seguridad que éste pueda brindarles. Locke por su parte ya es entendido como liberal individualista pero además liberal político y republicano instrumental, esto quiere decir que ______________ 5. Clase del 8 de marzo de 2005. Esta es la importancia fundamental que encontramos en Rousseau, porque él es, junto con Locke, quien convierte al liberalismo en político, más allá del liberalismo económico y apolítico de Hobbes. 6. Ver El Contrato… p. 67, Libro tercero, capítulo V, de la aristocracia. “Así, auque el gobierno pueda reglamentar su política interior como le plazca, nunca puede hablar al pueblo sino en nombre del soberano, es decir, en nombre del pueblo mismo. 7. Ibid., p. 68 Locke apoya un tipo de liberalismo económico -de ahí el individualismo-, pero además uno político -de ahí la ciudadanía-, pero sólo a nivel instrumental, es decir, que sólo permita legitimar a las instituciones de gobierno cuando éstas lo necesiten y no en una participación política masiva de manera directa en la república -de ahí lo republicano instrumental representativo-. Por último Rousseau, que puede identificarse como un liberal comunitarista a nivel nacional y además prágmático a nivel político, esto quiere decir que el comunitarismo, como un tipo de liberalismo pre-revolucionario, permite la participación democrática por igual de parte de todos los miembros de una comunidad, mismo que al alcanzar dimensiones nacionales, se vuelve un tipo de comunitarismo nacional y ya no sólo a nivel local de la comunidad más inmediata, que es la forma clásica de comunitarismo democrático suizo. La porción pragmática radica en el ideal de gobierno basado no en quien gobierna, tampoco en preferir una forma determinada de gobierno, sino en cómo gobernar de la mejor manera. De esta manera, ya podemos entender que ninguno de los tres autores está mirando en forma pura hacia la tradición proveniente del medioevo, ello parecería lógico por tratarse del tiempo de transformaciones en el que están viviendo, pero al observar a Hobbes como el único exponente teórico del promonarquismo en nuestros tres autores, necesitamos entonces recomponer nuestras afirmaciones, entendiendo que Hobbes está eminentemente a favor de la reinstalación de los Estuardos en el poder, lo cual quería decir que sólo desde los contratos individuales y privados se puede ser libre, pero no ante la condición política de abandonar el poder tradicional del rey para mantenerse permanente e incondicionalmente ligado a él en calidad de súbdito al estilo tradicional. Sin embargo a ello hay que agregarle otra precisión, ni aun el mismo Hobbes se encuentra mirando a la tradición en sentido estricto a pesar de ser promonárquico, porque el filósofo está mirando ya al componente moderno que significa el individualismo y que no podría reivindicar tan fácilmente si por ejemplo hubiese vivido trescientos años atrás en un caso hipotético o, por otro lado, si no hubiera considerado la posibilidad científica de la razón, misma que ya no tenía nada que ver con una postura metafísica religiosa; entonces nuestro autor no podía ser más monárquico de lo que en realidad era, la diferencia es el desarrollo del individualismo de su época, por tal motivo estaba ya pensando también en la situación de su época, el individualismo en Gran Bretaña estaba generalizándose antes que otros países de Europa continental y ese desarrollo Hobbes lo estaba mirando al apoyar la legitimidad de dos individuos por medio de un contrato. Por último, nuevamente es necesario mantener la prudencia al observar el tipo de individualismo que apoyaba Hobbes y que, como veremos, es en cierta forma parecido al de Locke, pero diferente en atención y orden. Mientras que en Hobbes el individualismo se refiere al económico, en Locke además será también político. El punto último por ahora, es definir a Hobbes como liberal en el sentido estrecho: “Aunque difícilmente cabe calificar de liberales a sus conclusiones, sus postulados fueron un cambio altamente individualistas” (La teoría política… p. 15) Para el caso de Locke también debemos ser prudentes, porque si bien podría considerarse al autor como uno de los fundadores del liberalismo, hay que observar que la tradición también se encuentra en él desde la forma del derecho natural como ley divina, inmutable y universal. Al partir del estado de naturaleza, para pasar al contrato y arribar al commonwealth (República), va intrínsecamente nombrada la porción religiosa tradicional del protestantismo individualista, y este es el parecido con Hobbes. Como habíamos mencionado, si Hobbes es individualista y promonárquico, Locke es individualista y liberal también, la porción tradicionalista de Locke se encuentra en el individualismo religioso que también compartió con Hobbes, pero, para arribar al liberalismo se tiene que legitimar el individualismo político además del religioso y económico, y ese individualismo consiste en la participación del individuo hasta los asuntos del gobierno. Este es el gran salto de Locke hacia la modernidad que dejaría atrás el absolutismo que Hobbes no quiso dejar. Locke establece en ese orden los derechos a la vida, la libertad –plena por primera vez-, la igualdad, la posesión y la administración de la justicia (también por primera vez, de ahí el liberalismo constitutivo que habíamos mencionado). Así pues, la cercanía con la tradición en Locke –si bien no monárquica, si religiosa individualista-, continúa con la consecuencia que puede tener el que trasgreda y se salga del orden humano. El trasgresor que se salga del orden, además trasgredirá las normas de Dios8. Para Rousseau la perspectiva también tiene sus matices. El miembro no puede entenderse completamente como individuo en el sentido inglés, sino como miembro perteneciente al pueblo, como un miembro que puede realizar su individualidad, pero primero como un miembro perteneciente al corpus democrático: “En el Contrato social, Rousseau trata de mostrar cómo es posible construir una sociedad que permita a cada uno de sus miembros desarrollar su propia personalidad individual de forma que armonice con las necesidades e intereses de la comunidad” (Teoría política… p.56), aunque también “debe hacer suyo el bien público y estar preparado para sacrificar su propio interés en beneficio del bienestar común [el autor lo toma de Emile, p. 437]” (Teoría política… p. 57). ______________ 8. Clase del 22 de febrero de 2005 Por último, no sólo el contractualismo es lo que caracteriza comúnmente a los tres autores, existe una segunda corriente filosófica que los caracteriza, y ella es el iusnaturalismo. Sin embargo, está observado que las grandes corrientes de pensamiento contienen en sus matices variantes suficientemente importantes como contraponer incluso a los autores de una misma corriente. Este vuelve a ser el caso de nuestros autores analizados. Como es sabido, en Hobbes y Locke el hombre proviene de un estado de naturaleza, pero una de las diferencias entre ellos es que en Hobbes el estado de naturaleza es un estado de guerra, mientras que en Locke es un estado de paz, además, en Hobbes se deja el estado de naturaleza por medio de un contrato para arribar a la seguridad mediadora del Leviatán (el rey que es el soberano del Estado), mientras que en Locke se parte del estado de naturaleza para arribar con el contrato a una sociedad política con una ley común, un juez indiferente, un poder judicial ejecutivo –coercitivo-, un poder federativo –internacional- y un poder ejecutivo –de cara ya al establecimiento del Primer ministro-, esto es lo novedoso en el autor y superado de la tradición monárquica. El iusnaturalismo, como seguiremos tocando en algunos momentos, también significa un paso importante de la tradición a la modernidad de la cultura occidental. II. EL CIUDADANO FRENTE AL SÚBDITO Toda la historia moderna de las naciones de occidente está basada en un proceso de transformación del estatus social de los integrantes de una nación frente a la figura de poder en turno, de modo que en casi todos los casos nos podemos dar cuenta de que si cambia el tipo de gobierno, cambia el estatus social y la personalidad jurídico-política de quienes forman parte de una sociedad. Cuando la sociedad posee cierto nivel de libertad, la manera como se configurará esta sociedad política moderna será la que determine su tipo de gobierno. Así por ejemplo, la figura de súbdito es clásica de la relación del monarca con los pobladores de sus dominios. Ella surge en el feudalismo de la edad media europea donde las figuras de poder son el rey y la iglesia, el súbdito lo será frente a estas dos figuras que aquí se encuentran en muchos sentidos fusionadas. El rey como depositario del poder temporal y la iglesia como el poder de la ciudad de dios en la tierra. En la Europa medieval los súbditos se denominan vasallos y sólo los nobles, aristócratas y altos religiosos se diferencian de aquellos, aunque permaneciendo como súbditos favoritos del rey, en que sólo la alta nobleza de sangre real queda excluida de esta distinción. A pesar de sus grandes transformaciones históricas, esta situación permanece alrededor de unos quinientos años –alrededor del año 1000 al 1500 de nuestra era-, hasta el comienzo progresivo por una parte del endurecimiento de la figura del rey hacia el absolutismo, por otra de la aparición de grupos sociales autónomos relacionados con la vida mercantil y que luego serán identificados como hombres libres, y por otra parte la partición religiosa y eclesiástica de las reformas surgidas a partir del años 1500 por ejemplo en Inglaterra.. En este punto es donde se insertará más adelante la figura de ciudadano. Contrario a lo que se piensa, en la cultura occidental esta figura también es muy lejana en el tiempo. La ciudadanía aparece en las etapas democrática y republicana de Grecia y Roma respectivamente, entre los siglos V y II a. de C. La libertad es inherente a la ciudadanía en Grecia, la cual será condición necesaria pero no suficiente para ser ciudadano, los extranjeros podrían ser libres, pero no ciudadanos porque sólo los nacidos libres en la Polis griega podían ser ciudadanos. Al igual que los hombres libres los esclavos nacieron en ellas, pero por causa de su misma condición de esclavitud tampoco podían ser ciudadanos. Las mujeres, aunque libres y nativas de la Polis tampoco podían serlo porque su lugar no era el ágora donde se deliberaba sobre lo público, sino el oikos privado de la casa consagrada al cuidado de los hijos9. Cabe diferenciar que la ciudadanía de la Polis griega estaba más relacionada con la participación comunitaria (era, pues, una democracia primero comunitaria), mientras que Roma contenía la cualidad de democracia instrumental, representativa y republicana por su extensión de dominio e influencia. De acuerdo con Aristóteles10, sólo los individuos activamente participantes en las decisiones judiciales y de gobierno podían ser ciudadanos de la Polis. Los auténticos ciudadanos eran los que practicaban la buena virtud, la de una vida perfecta y en amistad en la comunidad de la Polis en que vivieran. Así pues, si todo esto correspondía al sentido de ciudadanía antiguo, ¿dónde estaba la figura de súbdito que se ha mencionado como contraparte? Podría afirmarse que en la antigüedad los súbditos serían todos los que no eran ciudadanos, pero entonces es necesario aclarar que en las antiguas Grecia y Roma no se podía hablar en sentido estricto de súbdito en el sentido moderno porque no existía una división social estricta entre ciudadano y un poder superior que lo subordinara; sólo cuando históricamente apareciera un emperador entonces los mismos ciudadanos adquirían además un estatus mixto de ciudadano y súbdito, pero esta modalidad no es de la que nos habla Aristóteles. De hecho, la figura de ciudadano antiguo era la figura de poder principal, misma que sólo era superada por la del emperador, el dictador en turno o el senado; pero estos últimos eran más bien considerados como primus inter paris que como un poder supremo por encima de los ciudadanos. Ni aun cuando el senado tomara la dirección de la república podía llamar súbditos a los ciudadanos que gobernaba. En el feudalismo de la edad media acontece exactamente lo contrario. Aparece la figura del súbdito entendida como vasallo y desaparece la ciudadanía, en que la distinción romana de público y privado se ve desdibujada con el tiempo, convirtiendo a la religión en la única práctica pública permanente y permitida, y acotando la esfera privada de la conciencia independiente al máximo. Por otra parte, al mismo tiempo en que se observa la transformación del concepto carolingio de rey imperial, al concepto de rey feudal aparece entonces simultáneamente el concepto de súbdito tal y como nos toca analizar a partir de ahora. Este concepto será el que tendrá que ver con Hobbes y del que querrán separarse Locke y Rousseau más adelante. ______________ 9. Ver La Política, en Aristóteles 10. Aristóteles. La Política. 1997. pág. 21-30 Si esto es así, ¿cómo puede detectarse el regreso de la figura de ciudadano de manera concreta en la historia moderna occidental? La respuesta indiscutible por lo menos teóricamente es Maquiavelo. En éste, el ciudadano está basado en la ciudadanía estable y virtuosa de Roma, pero observando al mismo tiempo la Italia norteña de su época que es la que debe seguir nuevos rumbos de transformación, por lo menos utópicamente. Es el momento en que la figura de súbdito y la de ciudadano vuelven a encontrarse y sobretodo a contraponerse, una figura que viene del pasado feudal anterior, y otra que proviene de la antigua república romana pero que además comienza a coincidir con la nueva realidad de las ciudades libres como Venecia. Aunque en el momento en que Maquiavelo vive, las dos instituciones más fuertes –Rey e Iglesia-, prevalecían en forma consolidada, la noción del Príncipe florentino era la forma de mantener al súbdito como tal pero de forma que no se viera inconformado por éste ante su mal actuar en el gobierno. Se trataba de la primera consideración real que un noble podía tener frente a sus súbditos para conservar adecuadamente el poder11. La clave de la transformación social de la época recae por un lado en la aparición progresiva de la ciudadanía y por el otro del endurecimiento de la figura de súbdito. Habermas tratará el estudio de la primera en su Historia y crítica de la opinión pública. A partir de estos estudios podemos afirmar que la ciudadanía se desarrolla a la par de la aparición de las tertulias entre personas privadas que se reunían en calidad de público. Habermas observa que lo privado se contrapone a lo común y a lo estatal. La oposición entre interés común e interés privado o particular –obsérvese a Hobbes-, le otorga autoridad al Estado absolutista como garante de aquel interés común. La Publicidad, entendido como lo público, se circunscribe en el ámbito del poder político y de las personas públicas, léase aquéllas que ejercen cargos o empleos públicos. Habermas observa ya una publicidad representativa. Es entonces cuando observamos que nuevos factores sociales se insertan en la concepción absolutista: la primera y más importante es la Reforma protestante, y la siguiente con el progresivo aumento del intercambio de información mercantilizada en los primeros pasquines que coadyuvarían para la creación del Publikum alemán, The public inglés o Le public francés como expresión de la opinión de personas privadas, cuyos contenidos implican elementos de carácter económico y político. Habermas observa la crisis reformista del cristianismo, la cual supone una ruptura importantísima con la concepción público-autoritaria de la iglesia, en la que se identificaba el ______________ 11. Ver. El Príncipe, en Nicolás Maquiavelo interés de ésta con el interés público y el interés privado. "La posición de la Iglesia se transforma con la Reforma; el vínculo con la autoridad divina que ella representaba, la religión, se convierte en un asunto privado. La llamada libertad religiosa caracteriza históricamente la primera esfera de autonomía privada; la Iglesia misma prolonga su existencia como una corporación de Derecho público"12. A esto añadiríamos que mientras la iglesia y su religión, antes pública, es presionada a convertirse en actividad privada en sus prácticas, la opinión civil de personas privadas se va convirtiendo en actividad pública; se verifica pues, una vuelta a la tuerca de 180º en que la religión de vuelve privada, y la opinión pública se vuelve políticamente pública. En segundo lugar la vida en las ciudades observa la intensificación del intercambio de mercancías, la creación de bancos y negocios requieren cada vez más del manejo de informaciones inequívocas de lo que acontece en distintos lugares. Según Habermas, hay un tráfico epistolar que se desarrolla a partir del siglo XIV como sistema profesional de correspondencia. Surgen los correos ordinarios como agencias de noticias, que actúan con discreción y privacidad. No es sino hasta fines del siglo XVII cuando aparecerá la actividad periodística regular que informa al público en general, momento que coincide por lo menos con dos de los tres filósofos de nuestro estudio: Locke y Rousseau. Un siglo más tarde, la información pública ya habrá logrado romper con la voluntad soberana del Estado absoluto. Finalmente, estos y otros factores llevan a un nuevo concepto de Publicidad. La ventaja nuevamente la toma Inglaterra con el desarrollo de los Cofees donde el intercambio será progresivamente intenso, Francia, siguiendo al primero desarrollará los Saloon y Alemania, con menor desarrollo y amplitud, también se dirigirá hacia el desarrollo del intercambio de ideas de carácter público en espacios también públicos. Así entonces, si todo el orden monárquico había prevalecido constante por más de setecientos años, ¿en qué momento se rompe para dar pie a la aparición del ciudadano moderno?, ¿su surgimiento era natural en caso de que la monarquía se extremara, decayera, cediera o desapareciera? La respuesta a esta última para Hobbes es negativa (está claro que él buscaba la restitución de los Estuardos en momentos en que por acciones de Cromwell se ve obligado a exiliarse), para Locke suficientemente positiva (el triunfo del Commonwealth es la demostración de ello) y para Rousseau es positiva sin duda (el pueblo ya es de su mayor ______________ 12. Ver Historia y crítica de la opinión... en Habermas atención en él). Sin embargo es necesario hacer ciertas precisiones, puesto que para los dos primeros sería necesario equiparar a la noción de ciudadanía una categoría mucho más importante, el individualismo, mientras que en Rousseau el énfasis estaba en una relación de contrato radicalmente social, donde ninguno tuviera ventajas por encima del otro. Habermas señala la privacidad de personas que se reunían en calidad de público; esa privacidad correspondía a la actividad individualista practicada en Gran Bretaña y Francia básicamente y relacionada con el factor económico, mientras que en el momento en que una persona privada se reúne en calidad de público, desea ver reflejados sus intereses particulares en las charlas públicas, de modo que el individualismo, al hacerse público y socializarse, va a entrar en contacto con el individualismo de otras personas. El salto realmente público recae en el punto en que interviene la charla político-social que va más allá de un interés puramente económico y privado, para intercambiar nuevos valores con un carácter cada vez más liberal y democrático; en el momento en que el individualismo se fusiona con los criterios político-sociales de carácter público (es decir, que pueden ser intercambiados con carácter público sin que estén de por medio los negocios económicos privados), entonces es el punto donde puede arribarse a la noción de ciudadanía. Se trata pues del momento en que las personas públicas hablan de cuestiones comunes a todas las personas privadas13. La noción institucional de ciudadano moderno no pertenece en sentido estricto a ninguno de los tres autores de nuestro estudio, tendría que ser un producto posterior de la revolución francesa y la independencia de las colonias británicas de Norteamérica el mérito real. De acuerdo con Alan Ryan “los defensores de la virtud ciudadana [léase por ejemplo Maquiavelo, Locke y Rousseau, por lo menos teóricamente], tardaron todavía algún tiempo para adaptarse a las cualidades positivas de la sociedad comercial e individualista que comenzaba a existir en la Europa occidental” (1987: 80). Teóricamente Hobbes y Locke ignoraron los ideales del republicanismo clásico de Maquiavelo desde el punto de vista de que ellos consideraban al individualismo antes que a la ciudadanía, mientras que Rousseau, si bien no era fiel partidario del individualismo de su época y eran Esparta y Roma sus ideales políticos antiguos, tampoco mostró interés profundo hacia el sentido de ciudadanía que nos interesa, sino hacia el sentido comunitario que hemos mencionado antes, entre otras razones porque sus referentes teóricos y de la realidad eran Ginebra y los cantones de democracia directa Suiza. Rousseau se inclinaba más hacia el establecimiento de una igualdad ______________ 13. En este sentido Habermas habla de las personas menos ricas que podían ya hablar de tú a tú con personas económicamente mucho más pudientes que ellas. generalizada y hasta cierto punto radical: Cada miembro de la comunidad se entrega a ella en el momento en que ésta se forma tal y como se encuentra en la actualidad; se entrega con todas sus fuerzas, de las que forman parte los bienes que posee. No es que mediante este acto la posesión cambie la naturaleza al cambiar de manos, y se convierta en propiedad en las del soberano, sino que, como las fuerzas del Estado son incomparablemente mayores que las de un particular, la posesión pública es también, de hecho, más fuerte y más irrevocable, sin ser más legítima, al menos para los extranjeros, porque el Estado es dueño, con respecto a sus miembros, de todos sus bienes por el contrato social. (El Contrato… 1993: 20). La noción de miembro, con un carácter que como vimos se podría relacionar parcialmente con el equivalente al individuo inglés, está ligada en Rousseau inconmensurablemente a la comunidad. Por otra parte, debemos seguir rastreando el punto donde la idea de súbdito se encuentra con las posturas de los tres contractualistas. Está claro que a ella se refiere Hobbes y en menor medida Locke y Rousseau. En Hobbes la ciudadanía no existe porque se trata de depositar todo el poder en el Leviatán, en el rey en turno. Esto quiere decir que cada persona ya es vista como individuo y al mismo tiempo como súbdito, pero no como ciudadano. Quiere decir también que si el contrato se hace entre dos particulares, la mediación y sobretodo la vigilancia de ese contrato será hecha por el Leviatán, y además, en Hobbes también se hace un contrato directo con ese Leviatán para que éste los represente después de que ellos hayan cedido tanto sus propios derechos como el derecho a gobernarse a sí mismos. Por lo tanto, si renuncian a ese Leviatán, también renuncian a gobernarse a sí mismos y entonces regresan al estado de naturaleza, el cual a su vez también podría ser el estado de guerra14. Pero también renuncian a toda posibilidad de volverse ciudadanos, al retirarse a lo privado cuando han cedido toda su potestad al Leviatán. Lo más importante para lo que el Leviatán está obligado en Hobbes es para responder a los individuos en salvaguarda de su seguridad y cuando mucho a su salud. Por esta razón el Leviatán al que se refiere Hobbes es la figura del absolutismo del rey tradicional como la única y legítima. Si bien la soberanía en Reino Unido ya _________________ 14. Hobbes, Thomas. Leviatán. 1997, pág. 21-30. También estudiado en la clase del 17 de febrero de 2005. era desde el siglo XIII tanto del rey como de los lores y un poder judicial, era la figura del primero la que estaba siendo apoyada por Hobbes, y contra la cual estaban luchando una fracción de los lores y nobles de su tiempo, por ejemplo Cromwell. El caso de Locke es diferente por dos vías. Por una parte es el primer momento donde se busca fortalecer al Commonwealth, una forma moderna de república no basada exclusivamente en la monarquía absoluta; y por otro lado, la religión al pasar al orden particular y fortalecer el bien individual, aunque siga siendo profundamente religiosa, traslada al ámbito de lo privado toda práctica espiritual, desacreditando la figura divina del rey. Por lo tanto la noción de súbdito prácticamente se abandona porque comienzan a tomar fuerza valores como el individualismo –incluso religioso- y la fuerza recobrada de los poderes legislativo y judicial. No está claro, sin embargo, si aún Locke llamaba a los individuos súbditos aun cuando comenzaran a tener ese estatus ya no con respecto a un rey, sino en relación con un poder soberano de corte republicano, o aún mas, si las individuos estaban dejando de ser súbditos incluso del mismo cuerpo republicano, para apuntar hacia los esbozos de un tipo de ciudadanía. De acuerdo con los estudios realizados podríamos inclinarnos por la primera opción. Si en Hobbes el paso del estado de naturaleza caótico a la seguridad del Leviatán mantiene a los hombres como súbditos del rey y sólo del rey, en Locke el paso del estado de naturaleza a la sociedad política garantiza mediante el contrato que las leyes naturales -la divina, la inmutable y la universal- y los derechos -propiedad, libertad- se mantengan por encima de cualquier poder, mismos que ya estarán ahora sostenidos por una ley común, un juez imparcial, el poder judicial ejecutivo y el poder federativo mencionados anteriormente, fijando las bases primeras para la distribución o desconcentración del poder y por lo tanto abriendo paso para la división de poderes. El individualismo en Hobbes y Locke había llegado, pero sólo en Locke la ciudadanía como categoría política estaba a punto de llegar. Rousseau nos muestra un punto de vista diferente. Si en Hobbes el soberano sólo es el rey y en Locke es un poder ya dividido en cuatro, Rousseau establece la preponderancia de la ley por encima de cualquier gobierno y sobretodo traslada de manera indiscutible la soberanía a la voluntad general. Si en Maquiavelo se observa por primera vez la mención de la palabra Estado para dar inauguración a toda la tradición estatal en la filosofía política moderna, será en Rousseau donde se escuchará por primera vez la palabra Pueblo como soberano de ese Estado. Cierto tipo de ciudadanía estaba siendo propuesta pues por Rousseau, una que retomará fuerza de manera igualitaria y sin preponderancia de unos sobre otros. La palabra miembro en Rousseau con un poco más de sustento teórico, podría ser equiparada a la noción de ciudadano, y desde nuestro punto de vista se estaría alejando de la noción de individuo por el carácter social y político que el autor le confiere a ese miembro. La siguiente variable que podemos introducir para encontrar sustento a la entrada o no del concepto de ciudadanía es el Estado de derecho. No debemos confundir estado de derecho con minúsculas, con Estado de derecho con mayúsculas, puesto que el primero apareció antes que el segundo. Los pueblos pudieron haber tenido codificaciones muy avanzadas, respetadas y seguidas al pie de la letra mucho antes de convertirse en Estados, mientras que el Estado de derecho es un estado de derecho dentro del Estado, mismo que sólo se da, como es obvio, cuando el Estado ya se encuentra históricamente desarrollado. Pero el Estado de derecho es además un Estado liberal de derecho que rinde cuentas, un estado que responde. Como vimos esbozado en las clases al estudiar a Locke, la rendición de cuentas por parte del Estado es clave para entender el avance de la noción de ciudadanía, y así nuevamente observaremos que Hobbes no piensa en la rendición de cuentas por parte del Estado, la única respuesta obligada es la seguridad, mientras que Locke sí esboza la obligatoriedad del Estado para la rendición incipiente de cuentas por medio de los cuerpos de poder que él propone, y Rousseau lleva al extremo la rendición al otorgar una importante atención a la eficacia de cualquier tipo de gobierno que esté en el poder, sea democrático, aristocrático o monárquico. El último punto que nos resta por estudiar es la idea de estamento. Exactamente al mismo tiempo en que se presenta la transformación del súbdito en ciudadano, se observa también la desaparición del estamento en Europa, esto es, de la existencia de diferentes leyes en diferentes niveles y circunstancias para cada actividad y estamento social. Más aún, una de las características del paso de súbdito a ciudadano tiene como otra de sus características principales el paso de la legislación estamental a la igualdad legal. La noción de ciudadanía se puede encontrar cuando aparece la noción de igualdad legal, y más concretamente de igualdad política. Lo vemos ya en Hobbes, pero de manera más elaborada en Locke y Rousseau. En Hobbes la igualdad se establece como una relación de los potenciales de los hombres, tan guales en las facultades del cuerpo y del espíritu, pero que fácilmente pueden imponerse unos sobre otros si no existe un poder común que los atemorice a todos: el Leviatán. La igualdad aparece en el sentido de que cada contratante tendrá los mismos derechos con respecto a su objeto de contrato, el contrato será de igual a igual y será vigilado por el poder soberano independiente a ellos pero con capacidad de obligar al cumplimiento de ambos por igual. La igualdad en Hobbes es fundamental pero limitada, se presenta más entre particulares que a nivel de una igualdad de obligaciones legales generalizadas al estilo de las que preconizan Locke y Rousseau y más allá la Revolución francesa del ciudadano frente a los poderes de gobierno. En Hobbes todos los hombres tienen derecho a todas las cosas y por ende son iguales ante la ley, los hombres son libres para tener la cantidad de posesiones que deseen y son protegidos por la ley, pero la igualdad sólo se expresa por dos vías, primero porque esta igualdad sólo es válida para los que tenían posesiones, no para los que no la tenían, para quienes la ley se aplicaba de manera diferente –estamental-. El segundo sentido de igualdad era de igualdad para con la figura del soberano, porque los derechos que poseían en el estado de naturaleza se los deben otorgar a esa instancia de igualdad que representa el soberano y que es rey para todos por igual, el cual a cambio garantizará el orden y la seguridad de los individuos. Con el contrato se renuncia a la libertad ilimitada y a cualquier derecho que pudiera poner en peligro la paz. Con ello se deduce que la igualdad está sólo en función de la figura del rey, para el que todos por igual deben estar sujetos. La ley sin embargo, debe ser igual para todos en sentido educativo y de salud, precisión que es necesario hacer para establecer en Hobbes la influencia tradicional del parlamento para con el soberano, que había logrado desde varios siglos atrás alcanzar derechos de igualdad en estos rubros. Por otra parte la igualdad de Locke es más amplia. Aquí, la igualdad perfecta se da en el estado de naturaleza pacífico. “…igualdad, en el que todo poder y jurisdicción son recíprocos, y donde nadie los disfruta en mayor medida que los demás" (Locke 1998: 36). Todo poder y jurisdicción son recíprocos, este es el punto clave: "El estado de naturaleza tiene una ley de naturaleza que lo gobierna y que obliga a todos; y la razón, que es esa ley, enseña a toda la humanidad que quiera consultarla, que siendo todos los hombres iguales e independientes, ninguno debe dañar a otro en lo que atañe a su vida, salud, libertad o posesiones" (Locke 1998, 38). La ley natural, al igual que Hobbes, es para todos igual, pero la ley natural se lleva a la sociedad política en la que aquello que “atañe a su vida, salud, libertad o posesiones", es observado ya por un Estado que rinde cuentas y un gobierno con división incipiente de poderes, de modo que la igualdad ya es garantizada no solamente por un rey, sino que además por otros cuerpos políticos. Esta igualdad sin embargo, tendrá que seguir circunscrita, como lo hemos visto a todo lo largo de este ensayo, a una igualdad de los valores del individualismo, no a una igualdad general como si lo preconizaba Rousseau, y que iba más allá de la propiedad y las posesiones, sino una igualdad de un miembro frente a otro independientemente de su condición económico-social. La igualdad en Rousseau va enfocada hacia la igualdad defendida por la Revolución francesa. CONCLUSIONES Es importante precisar dónde y cómo se pierde la noción de súbdito y cómo aparece la de ciudadanía en la realidad histórica. Esta noción puede hacerse realizando algunas comparaciones últimas. Por ejemplo, para el caso español es fácil resolver el dilema, puesto que un individualismo doctrinario no se observó de manera endógena como sí en el Reino Unido (donde el paso de súbdito a ciudadano está mediado por el individualismo), y el paso de súbdito a ciudadano en España se dio de manera directa (sin intermediar la idea de individualismo, mucho más arraigada en los anglosajones), con la entrada de los diputados liberales españoles y americanos de las Cortes de Cádiz de 1812, por influencia de la Revolución y la Ilustración francesa. En el Reino Unido, la corriente del individualismo de desarrolla inmediatamente antes que la de ciudadanía, la cual vendrá cuando la publicidad se desarrolle bien entrado el siglo XVIII (de acuerdo con Habermas alrededor del año 1727). En un principio la ciudadanía no se desarrolla propiamente, ella tendrá sentido sólo si se establece primero su equivalente específico: el individualismo; la ciudadanía aparecerá cuando al individualismo liberal se le agreguen nuevas nociones liberales públicas como la libertad de expresión y pensamiento; entonces, mientras el individualismo, la libertad y la ciudadanía se generalizan y toman fuerza, la noción de súbdito prevalecerá porque tampoco desaparecerá la figura del rey en el gobierno y como soberano del Estado, aunque al final dicha figura se convertirá progresivamente en una noción nominal con el paso de un largo periodo de tiempo en que irá perdiendo fuerza, hasta el punto en que actualmente los ciudadanos ingleses sólo se identificarán como súbditos cuando miran a la figura ornamental de la reina en Inglaterra. En este sentido, desde nuestro punto de vista, Hobbes sienta las primeras bases para el individualismo contractualista liberal pero aún no el liberalismo político porque para este último no hay elección libre de los individuos para la definición de su gobierno, mientras que éste por su parte, no le otorga respuesta obligatoria, sistemática y formal a los individuos en sus acciones de gobierno. Por otra parte, el caso francés será distinto. Después de innumerable cantidad de disputas antes, durante y después de la Revolución, los liberales burgueses revolucionarios implantarán la división de poderes, e inspirados entre otros por Rousseau, el liberalismo llegará cuando los burgueses se conviertan en ciudadanos y le otorguen a la voluntad general el estatus necesario como para que los gobiernos se encuentren supeditados a esta voluntad. Con la Revolución, los miembros roussonianos adquirirán la noción de ciudadanía con los Derechos del hombre y del ciudadano, al destronar por completo el absolutismo de Luis XVI y dejar atrás la figura de súbdito casi de tajo. Si bien esta figura pretende regresar con Napoleón, el liberalismo revolucionario ya inoculado en él, habrá avanzado lo suficiente como para que la noción de ciudadano ya no se vuelva a perder. A diferencia del Reino Unido, en Francia la ciudadanía era más importante que el individualismo (en Francia el individualismo era mucho más considerado que en España, pero tal vez menos que el Reino Unido), y para este caso no es necesario crear un equivalente individualista antes que la ciudadanía. La ciudadanía en Francia es una herencia directa del renacimiento, la tradición greco-romana, el individualismo burgués liberal y sobretodo de la Ilustración que retoma, fortalece y potencia la noción de ciudadanía. El individualismo en Francia se consolidará después que la ciudadanía preconizada por la Revolución, con el ascenso de la burguesía liberal. Como vimos, los casos del Reino Unido y Francia son hasta cierto punto diferentes. La ciudadanía no puede pensarse en Hobbes, pero si lo podemos observar esbozado en Locke y Rousseau. Aún cuando Hobbes muestra los inicios tempranos de un liberalismo incipiente, se muestra contrario a la idea de desaparición del súbdito, mientras que es profundamente promonárquico. Locke es individualista, pero mucho más liberal que Hobbes, Rousseau además de liberal radical es comunitarista por ese carácter, dejando de lado el individualismo insular inglés. La respuesta inmediata de ciudadanía para España, Italia y Alemania es negativa, mientras que para E.U., Reino Unido y Francia es afirmativa. Todos los países muestran sus propias formas y tiempos de cambio de súbdito a ciudadano, pero en el momento en que aparece un cuerpo de Lores en Inglaterra, o cuando se verifican la independencia de las colonias norteamericanas y la revolución francesa, la idea de súbdito estará condenada a quedar atrás. En este trabajo nos pudimos percatar cómo la noción de individualismo, muy importante para el liberalismo adquiere forma en un mundo europeo occidental en plena transformación. Hobbes reivindica el individualismo liberal pero aún sin ciudadanía, no hay que olvidar que en Gran Bretaña se observa el surgimiento temprano de agricultores libres que experimentan una conversión temprana de nobleza a capitalismo agrario, y esa transformación en bien entendida por Hobbes con su visión monárquica. Locke permite el paso de ese individualismo liberal al fortalecimiento aún mayor de ese logro temprano de Estado unitario que había conseguido Gran Bretaña, donde el individuo tenía una relación con ese Estado mucho más asociativa que subordinada. La experiencia francesa, por su parte, estaba ya buscando en Rousseau el uso del Estado para liberar al individuo; la aportación principal de nuestro autor radica en la idea de voluntad general heredada a la Revolución, que luego estará representada de manera omnipotente por ese asambleismo revolucionario que vendrá con toda su fuerza en la Revolución francesa de 1789. La ciudadanía sólo se podrá considerar completa cuando ella esté basada en un liberalismo político, este liberalismo puede ser individualista económico, pero tendrá que ser también individualista político para poder completar la noción moderna de ciudadanía. BIBLIOGRAFÍA - Ashford, Nigel y Davis, Stephen (dir.). Diccionario del pensamiento conservador y liberal. 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