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Algo Sobre Julio Ruelas

_______________________________Rosa Carmen Angeles.

Aunque Julio Ruelas para muchos resulte casi una leyenda antigua, una personalidad atormentada, fantástica y casi casi sobrenatural, no queda lugar a dudas que ha sido uno de los más brillantes artistas plásticos que ha tenido nuestro país.

A nadie le quedó nunca clara la muerte de Julio Ruelas. Hasta la fecha, ni el mas famoso detective podría descifrar o por lo menos dejar clara la forma en que aconteció el deceso del dibujante, asunto que en su momento, por las extrañas y siniestras circunstancias en las que aconteció, resultó para la sociedad mexicana tan impactante como un cañonazo.

Pintor de gran profundidad y poseedor de una técnica llena de recursos, el zacatecano Julio Ruelas fue un hombre de manos ágiles que perteneció a la elite de una minoría artística; podría decirse en unas cuantas palabras que era un dibujante genial a quien la crítica en general ha visto, por sus temas, como el último de los románticos, pero a quien también ha colocado entre los primeros de la corriente modernista.

En un loco afán de batirse con la vida, la neurótica personalidad de Julio Ruelas hizo que el artista pasase un tiempo de su existencia en los rudos muros del Colegio Militar; hasta que finalmente su auténtica vocación lo encaminó a la Escuela de Bellas Artes, de cuya época data una serie de dibujos académicos que revelan al gran dibujante que había de ser después.

Cuando el gobierno lleno de arrugas del general Porfirio Díaz se dio evidentemente cuenta de las grandes dotes de talento artístico del joven Ruelas, en un desplante de orgullo y desprendimiento consideró conveniente brindarle una beca, y así proveerlo de cuanto le fuese indispensable para mandarlo a estudiar al extranjero. Beca que ocasionó mucha rabia entre sus snobs condiscípulos, quienes, cuando se enteraron, en un arrebato de cólera, le retiraron el saludo y sintieron ganas de prenderse del cuello del artista para estrangularlo (la gente vulgar siempre esta llena de envidias).

Y así, después de un buen rato que pasó en Alemania, Ruelas se fue a Francia para finalmente quedarse a residir en París.

El presidente Díaz y todos aquellos que supieron comprender el arte de Julio Ruelas, se sentían complacidísimos de los adelantos que el muchacho conseguía en la Ciudad Luz; pero lo que nadie sabía era que el joven becario --un muchacho nervioso, muy necesitado de coñac y que desdeñaba a las mujeres decentes- aquella ciudad tan cosmopolita y tan diferente de lo que entonces era el México de principios de siglo, le resultaba inhospitalaria y fría, en ella se sentía solo y veía discurrir la vida sin alegrías.

Al principio se pensó que eran historias periodísticas de diarios amarillistas, pero poco a poco se tuvieron noticias reales acerca de la escandalosa y macabra realidad de la muerte del artista, la cual --según se dijo-- le llegó en la cama, en el momento en que se encontraba con una sonrisa radiante, llena de satisfacción y muy abrazado a una francesa chiquita, rubia y muy delgada, que era una figura obscura en el mundo de las tablas; después de haber pasado con ella una noche muy divertida, llena de champaña, de charlas, de risas y en la que ambos casi hervían de pasión, según se dedujo de declaraciones llenas de pesar que posteriormente la francesa --quien todavía se encontraba en camisón-- tuvo que hacer en la comisaría.

Amarilla y sin pestañear, la muchacha contó con voz seca y casi a regañadientes que, como había bebido mucho, hasta llegar al vértigo, por lo mismo no sintió ni supo a qué horas de la madrugada pudo haber muerto su amante: un tipo que, según declaró a la policía, le resultaba casi un desconocido.

Cuando la hermosa --quien había sido despertada por una luz tenue que se colaba en el cuarto-- sintió pesadamente el cuerpo de su amante, tierna y prudente le pidió que se hiciese a un lado. Al notar que su amado no le respondía, la muchacha, hablando un poco más fuerte, trató de despertarlo: "Julio", le decía "haste pa'lla " (todo esto dicho en un francés chillón y muy vulgar). "Julio, me apachurras", le dijo, y Julio Ruelas como si nada, nunca respondió; el único que, según dijo la misma francesa, contestó al llamado fue un gato, un gato negro que haciendo mas patético el paisaje, en ese momento se deslizaba entre los muebles y ronroneaba parando la cola, como único testigo de tan espeluznante escena (verdaderamente escalofriante).

Julio Ruelas murió a los 37 años de edad y sus restos se encuentran en el cementerio de Montparnasse, en el mismo panteón en el que años después fue a parar y estuvo mucho tiempo el cuerpo de Porfirio Díaz, el hombre que creyó en el artista que era Ruelas y en un momento dado le ayudó a realizar una esperanza.

A nadie le quedó nunca clara la muerte de Julio Ruelas
A nadie le quedó nunca clara la muerte de Julio Ruelas.

Imagen tomada de una página dedicada a Julio Ruelas
http://www.arts-history.mx/ruelas/sath.html

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