Inicio



La Tragedia de Ser Tímida

_______________________________Rosa Carmen Angeles.

Reconozco que soy una mujer tímida y sufro. Siento como que me persigue un terrible cocodrilo cuando las circunstancias me obligan a estar frente a un público que pone cara de que le voy a comunicar algo muy interesante; entonces, todo el piso se cimbra, las orejas me crecen y descrecen y en esos momentos me entran unas ganas incontenibles de meterme a peluquera.

Tal vez si de niña hubiese sido reina de la primavera, o si alguien me hubiera dado algún premio como actriz en aquel festival infantil donde la hice de guajolote, mi vida sería diferente.

Ser tímida tiene sus pros y sus contras. Una persona tímida es invisible para las multitudes: nadie le pisa los talones, la policía jamás se ocupa de ella, y las meseras nunca la persiguen con la cuenta cuando se sale de un Vips sin pagar. Pero, a veces, también puede hundirse en una alcantarilla y pasarse las horas, y quizás hasta los días, sin que lleguen los bomberos con una escoba a rescatarla.

Una persona tímida reconoce en su interior una fuerza imponente, capaz de desatar diluvios o de derribar de un solo soplo al Empire State hasta dejarlo convertido en un auténtico polvorón; pero por pánico al qué dirán o tal vez a un regaño de su abuela, prefiere quedarse en su casa mirando un programa en la televisión.

( Foto tomada del sitio oficial de Shy and Free,
http://www.shyandfree.com )

En una noche de primavera, la timidez en un arranque de buen humor me consiguió un novio, pero también en uno de sus desplantes me lo quitó. Todo ocurrió en los 15 años de mi prima Chela: vestidos largos, música, abrazos... y mi tío Lalo apuraba entusiasmado un vino rojo y lanzaba unas carcajadotas. Chela, quien entonces vivía en Puebla, valsó un vals de Viena; luego se levantó muy alto el vestido y, enseñando mucho las piernas, dio un espectáculo de Can-Can (Chela era la menos tímida de la familia). Todo mundo estaba muy divertido, hasta mi prima Maye, quien siempre fue una aburrida. En aquella fiesta, uno de los chambelanes que tenía ojos bonitos, aspecto marcial y cerca de 18 años, me invitó a bailar un rock and roll en el que casi me tira; luego, en un abuso de confianza desmedida, una de los Doors, así una y después otra, hasta que el abuso llegó al extremo, y nos quedamos bailando toda la noche. Yo me sentía emocionada: por primera vez les estaba rompiendo una maceta en la cabeza a todas mis primas, quienes para m¡ tenían una mirada envidiosísima y llena de rencores. Ya casi para terminar la fiesta, el tipo lleno de una dulzura empalagosa, me regaló una flor en forma de cepillo, después dijo que ya éramos novios; tomó una de mis manos entre las suyas y con una voz bastante melosa me lanzó la pregunta: "¿Y tú cuándo cumples tus 15 años?" Ahora me doy cuenta que en esa ocasión debí mentir, pero no, por el contrario, con toda mi bocota contesté: "Dentro de 4 años. Tengo once". Con tal respuesta, el joven que tan tiernamente había estado acariciando mi mano espantado de pronto la soltó al aire abruptamente, después me arrebató la flor que me había regalado, puso una cara de máscara griega muy furiosa y se alejó de mi mesa. Aquí cabe aclarar que, para entonces, yo ya medía casi 1.70 de estatura, lo cual fue el motivo del desconcierto de mi pareja de baile y lo que sirvió para producirme a m¡ el más triste de los traumas, mismo que desde entonces me mantiene tímida y hace que yo desconfíe mucho en los hombres.

Hay quien aconseja que bebiendo agua del Tlacote se puede uno curar de los complejos que la vida le va dejando, pero mi amiga Irma asegura que lo más recomendable es consultar al psicoanalista. Antes del psicoanálisis, a Irma todas sus amigas constantemente la teníamos que estar apoyando para que resolviera sus problemas existenciales; después de su visita al psicólogo, Irma se volvió tan segura de sí misma y obtuvo tan alta autoestima, que se la pasa gritando órdenes y suspirando en ser chica de portada en una revistas para caballeros.

A mí, a veces, la timidez me desconsuela hasta ocasionarme terribles tormentas interiores: "¿Por qué seré tan tímida? ¿Por qué seré melancólica?" Caigo en crisis de lágrimas: me suelto llorando en la almohada, grito, aúllo; y esto me causa alivio. Pero he llegado a darme cuenta que con este caminar desgarbado, con este sonreír torcido y con esta carota insípida, ya los vecinos están murmurando que yo nunca he salido de Tlatelolco, que las reuniones de amigos en mi vida resultan desconocidas, y que con estas maneras antisociales mejor sería que me metiera en un convento.

Separator Bar





Regresar al IndiceSiguiente

Separator Bar