Inicio



Querido, Queridísimo Luis Toledo

_______________________________Rosa Carmen Angeles.

Querido queridísimo Luis Toledo, escribo estos apuntes mientras te espero en un café:

Cuando te vi por primera vez era yo una bobalicona que escaso tiempo atrás había abandonado su labor de andar malcriando muñecas y tú un joven, hermoso y gallardo muñecote, de esos de los que cualquier niña (ya fuera despabilada o idiota) podría enamorarse hasta el vodka'n'tonic.

Sabes, nunca fui la adolescente que alucina por ser actriz o por rastrear las huellas de fatuos galanes de la pantalla y, aun así, en aquella etapa de mi vida asomé las narices por los estudios de televisión debido a que acompañaba a una de las amigas de mi madre que trabajaba allí. Fue entonces cuando mi vida abandonó el lugar común y te descubrí: te encontrabas muy afanoso en tu trabajo de camarógrafo de televisión, ¡tan guapote que estabas!

"...muy afanoso en tu trabajo de camarógrafo de televisión "

No sé exactamente en que momento se inició mi fantasía de ser amada por ti, pero desde el primer instante te coloqué como el hombre más atractivo que había visto hasta ese momento de mi vida. Y comencé a llevar, como si fuese un broche, el recuerdo de tus ojos, de tu forma de usar el cabello y hasta la manera en que tomabas el volante de tu carro cuando pasabas cerca de mí, sin mirarme. "¡Salve, oh, tú, dios de las ensoñaciones femeninas!".

En aquel tiempo, según la psicóloga práctica que era yo, tu rostro dejaba ver que experimentabas una vida afligida y eso producía en mí unas emociones que hasta la fecha no sé cómo clasificarlas. Entonces, para que no sufrieras, me imaginaba poner mis brazos alrededor de tu cuello y te ofrecía mi corazón para que le contaras todo.

Exactamente como sonámbula ilustrada, me la pasaba infiriendo sobre tus preferencias: "¿Le gustará el vino dulce? ¡Sí! ¡Estoy segura de que le gusta el vino dulce! ¿Y qué tal si le gustan el ajo y el queso rancio? No importa, me acostumbraré, yo también, a comer ajo y queso rancio."

Te diré, Luis, que por aquellos años habría aceptado, fueran cuales fueran, tu lógica y tu filosofía, empeñado la buena fe de mi existencia, con tal de verte dichoso y, si te hubiese visto enfermo o afligido, habría estado, como suele decirse, pegada al la cabecera de tu cama de latón, sin importar que falleciera de insomnio. Sabes, hasta busqué los nombres con los que bautizaríamos a nuestros hijos porque, aunque todavía no tenía la edad reglamentaria para el matrimonio formal, estaba segura de que nos casaríamos y llevaríamos una vida llena de aventuras. Caray, si tan siquiera ese amor me hubiese dejado tranquila por dos minutos.

¡Ay, Luis! Quizá si te hubieras enterado de todo lo que en mi interior germinaba, de todos los sueños que en mí ibas sembrando, acaso te habrías compadecido: "¡Pobre! ¡Cómo sufre! ¡Tal vez la deba querer un poquito para que no se vaya a morir!" Pero nada, siempre te mantuviste impasible, sin inquietudes ni penas. ¡Qué lástima! Mientras yo me gastaba las horas absurda, estrafalariamente, intentando llamar tu atención, paseando frente a ti de una manera acaso inofensiva, acaso inútil. Incluso estuve a punto de lanzarte un zapato a la cara. Entonces, para que aconteciera un milagro, daba comienzo a una jaculatoria que iniciaba con tu nombre: "Luis, ¡mírame! Vivir yo sólo para ti resultará como un dulce que se disuelva en la boca. Luis, ¡quiéreme! ¡Intentaré convertir tu vida en una canción jubilosa! Luis, ¡ámame! ¡Que yo, desde hace tiempo, te amo con todas mis metáforas, mis símiles y mis sinécdoques!" (Que quieres, ya se asomaba en mí la mujer de letras).

"el zapato de una mujer de letras"

Ignoro si te importe saberlo, pero si no quise continuar fue por salud mental, por ayudar a mi espíritu, porque era, ya para esos momentos, una mujer hecha cachitos que debió haber sido más responsable de sus actos. Después de aquel amor tan sin respuesta, quedé escarmentada: no volvería a amar a nadie de una manera tan sin remedio.

Sabes, todavía después, durante un larguísimo periodo, me la pasé atrapada en la telaraña de la ficción, soñando en ti en diferentes niveles de pasión, casi agotando el alfabeto griego, ambicionando que, de alguna manera, tú también me recordaras. Por muchos años busqué tu nombre en los créditos de varios programas. Por ejemplo, recuerdo que una noche, al llegar a mi casa, vi por TV cómo te otorgaban un reconocimiento por realizar un trabajo complicado y temerario. "Mira", me dije a mí misma, "ha subido de peso, pero sigue muy apuesto". En tanto, te imaginaba afortunado, contento de gastar una vida próspera al lado de una linda muchacha a la que le sobraría el amor por ti hasta el final de los tiempos. ¿Cómo podía ser de otra forma? ¡Qué envidia! ¡Qué rabia tan profunda! ¡Tú enamorado de otra, mientras que en mí no habías reparado ni por error!

Y todavía volví a encontrarte de nuevo, en un sitio al que acudiste para filmar lo que se llama locaciones. Y no sé si fue por que había mucha gente o porque estabas muy atareado, pero en aquella oportunidad tampoco se te ocurrió verme. ¡Caray! ¡Qué amor tan sin fortuna! ¡Tan estéril! ¡Era como si me hubiera lanzado al vacío y se me olvidara cuál era el cordón para abrir el paracaídas! A tal grado me llegué a sentir frustrada que entonces di rienda suelta a la experimentación de un rencor desmesurado, de un resentimiento de veras rencoroso. Porque nunca, ni así de poquito, te resulté importante. Naturalmente, ahora me doy cuenta, tú no eras culpable. ¿Cómo lo ibas a ser? Jamás fue tu intención dar motivo para ello. Pero eso a mí no me conformaba. ¡Tú eras culpable por omisión!

Sabes, Luis, este fue un amor anterior a mi trato con las letras, a mi descubrimiento de Rimbaud y de Baudelaire. Y aunque el día de hoy tú crees estar a punto de encontrarte con una cita a ciegas, yo estoy segura de que no es así. ¡Ay, Luis! ¿Qué te diré cuando nos veamos dentro de media hora? ¿Me reconocerás? ¡No lo creo! Pero ahora sí que me vas a ver, porque no tendrás más remedio. Por las dudas, ya me quité un zapato.

"Por las dudas, ya me quité un zapato"

Separator Bar





Regresar al IndiceSiguiente

Separator Bar