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El Mito Del Macho Mexicano

_______________________________Rosa Carmen Angeles.

No es que me deje llevar por nacionalismos con sabor a aguacate, ni que tenga al nopal como muy picudo, pero la verdad es que los hombres de esta tierra son muy machos, además de guapos (aunque se vuelvan hidrófobos los gallegos y los hombres de otros países).

Tal vez el mexicano no suele ser muy alto, porque el mexicano más bien es chaparro; tal vez no tenga el ojo azul, ni un perfil de 90 grados y ande todo el día calladito, hipócrita y mosca muerta, as¡ como quien no quiere la cosa, mostrándose dócil y gentil, pero sucede que el mexicano en realidad es música, muy música, sólo que trae la música por dentro. También hay quien ha llegado a afirmar que el mexicano es lampiño, pero no es cierto: lo que pasa es que cuando hace coraje se arranca a puños el pelo del pecho, de las barbas, de las axilas y a veces hasta se vuelve director de orquesta.

El mexicano, me refiero sólo a los hombres, es todo un artífice en el arte de agarrarse a los trancazos, eso sí, como pueda, pero es un artífice; las mujeres somos otra cosa.

En tiempos de la Revolución fue cuando se notó más que un mexicano es feliz cuando hay balaceras: entraban los zapatistas y peleaban contra los carrancistas, en tanto que el ya entonces legendario Pancho Villa, quien todavía no se convertía en artista de Hollywood, sentía que la guerra era como andar de fiesta en fiesta, y soltaba tremendas carcajadotas cuando se trataba de meterle plomo en el cuerpo a algún gringo allá en Columbus.

"...un mexicano es feliz cuando hay balaceras."

En el extranjero se piensa que el mexicano es aquel indio que está sentado bajo un nopal, enzarapado y con el sombrero sobre la cara para cubrir su sueño de hombre flojo, tal como lo exhibió el director de cine soviético Serguei Eisenstein en la década de los 30; pero eso no es cierto, ya que si el mexicano se emboza por completo es para que no vean que está llenando de balas su cuerno de chivo, al cual hará escupir fuego contra todo aquel que le diga que es un güevón.

Las feministas dirán lo que quieran, pero para mí que esa manera de ser del mexicano es la que lo hace gallardo, muy varonil y le da un temple as¡ como de muy hombre, actitud que en un momento dado lo convierte en el único ser con el que se puede vivir un interesante y tórrido affaire (capaz que yo no soy de este mundo).

La única vez que realmente me dieron ganas de condenar de eterno la actitud machista, fue un día en que me enojé con un librero de La Lagunilla, al cual no le brujulié bien el ánimo y resultó que se empecinó en su idea necia de que los volúmenes que quería venderme valían más de lo que él pedía, y como no le quise pagar ese precio me arrebató los libros de manera muy toscota.

Como una vez declaró no me acuerdo quién, la vida es corta y el orgullo grande, pues aunque no falta el que diga que no todos los mexicanos son machos, y tal vez tenga razón, la verdad es que hasta ahora es dificilísimo encontrar a uno que no lo sea; tal vez lo haya, pero ese tiene una tía que es maga.

Cuando estuve en Grecia, alguien me comentó: "En México, la gente es muy educada: para todo da las gracias, saluda con mucha delicadeza y pide todo por favor" (aunque no falta quien diga: hágame el fregao favor). Y es cierto, en nuestro país actuamos con una gentileza casi casi supersticiosa, que mucho tiene que ver con el instinto de conservación, ya que de no pedirse las cosas como con pinzas cabe la posibilidad de que el otro pierda su inofensividad y terminemos con las narices semejantes a un camote... o que nos niegue el servicio que le solicitamos.

Mi amiga Laura dice que lo que más le repatea de los machos es que no son ni para lavar un jarro. Según ella, los hombres prefieren romper los trastes que lavarlos. Aunque yo conozco a uno que otro de esos machos que cuando su mujer les lanza una mirada furiosa hace lo que cualquiera haría: ir espantado a lavar los platos.

En fin, así son las cosas con los machos: golpes, pleitos, todos contra todos, cada cual para su santo y los tacos de canasta, bien sudados, con nosotros. A mí denme dos de mole verde, por favor.

"...los hombres prefieren romper los trastes que lavarlos."

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