X-pacum-x-pacum-che- ti-hum-ppel-ti-caa ppel coxx-zuut-tut hal-che t-alca-okoot tac-oxppel Cii liiz u-tan-a-pol- malo-ppilha-uich maa-menttic-x-ttileich tial-caa-ch'a-u-tohol A-ci-zuuzma-u-yee a huul a-ci-xaab-cheiltma-a-zumil a ppum-adzamaa-maloob yiitz-x-caatzim-tut-kuuk meel-u-yiit-u-chibil-a-hul A-ci-choimaa-u-u tzatzel-xibil-ceh-tu- muuk-a-kab-tu-muuka ouc-ta-piix-ta-tton- taa-ch'alatel-taa-tzem dzaa-u-yaak-ti-ca-sutil cch'a-a-ppum-dza-u-hul-ch ei l toh-tant-u-tzem-ma-kabeilt a-dziic-tu-lacal-a muuk-tiyal a-huul lomtci-tio lal-ma u kilic-tu-tamil u-bakel-u- tial-ca paatac-u muk-yaatic hu-hum-ppiiltil-ley-u yota ciliich celem-yum-ku- tu-caa-zuut-ca-dzaa-ti-leil ocom tum-ch'oca-zuut ca-dzal-za-hulic-tu-caaten lailo-yan-a-beiltic-xma-ma a patic a uokoot-tu-men bail-u-mentic-malo-chi- mal-h'batel uinic-tut teetal-u-tial u-dza-utz- t-yiich-yum-ku- Lail-cu-tippil-kin t-yokol-kaax-t-lakin- cu-hoppol-hul-ppum kay-leil-chimal-hba- teil-u-dzaicoob-tulacal. |
Espía, acechador que andas cazando por los montes, una vez, dos veces, vamos a cazar a orillas de la arboleda en rápida danza, hasta tres veces. Alza bien tu frente, alista bien la mirada, no hagas errores para que alcances tu premio. ¡Tienes bien afilada la punta de tu dardo? ¡Tienes bien enastada la cuerda de tu arco, has puesto buena resina de catzim en las plumas que están en la punta de la vara de tu dardo? ¿Has untado bien grasa de ciervo macho en la fuerza de tu brazo, en la fuerza de tu pie, en tus rodillas, en tus gemelos, en tus costillas, en tu tórax, en tu pecho? Da tres vueltas rápidas alrededor de la columna de piedra pintada, ahí donde está atado el viril hombre joven, virgen e inmaculado. Da la primera, a la segunda toma tu arco, ponle la flecha, apúntale al pecho, no es necesario que pongas toda tu fuerza para asaetearlo, para no herirlo profundamente en sus carnes, para que pueda sufrir un poquito, pues así lo quiso el Bello Señor Dios. Cuando des la segunda vuelta a la columna pintada de azul, cuando la des, asaetéalo de nuevo. Habrás de hacer esto sin dejar de danzar, porque asi es como lo hacen los buenos escuderos guerreros, los hombres que se escogen para dar bondad a los ojos del Señor Dios. Así como se asoma el sol sobre el bosque de oriente, comienza el arquero flechador el canto. Todo lo dan los escuderos peleadores. |