Año de mil novecientos, presente lo tengo yo,
en un barrio de Saltillo, Rosita Alvírez murió.
Su mamá se lo decía: -Rosa, esta noche no sales.
-Mamá no tengo la culpa que a mí me gusten los bailes.
Hipólito fue a la fiesta y a Rosa se dirigió,
como era la más bonita, Rosita lo desairó.
-Rosita no me desaires, la gente lo va a notar.
-Pues que digan lo que quieran, contigo no he de bailar.
Echo mano a la cintura y una pistola sacó
y a la pobre de Rosita nomás tres tiros le dió.
La noche que la mataron, Rosita estaba de suerte:
de tres tiros que le dieron, nomas uno era de muerte.
Rosita ya está en el cielo, dándole cuenta al Creador,
Hipólito en el juzgado, dando su declaración.