Amor Verdadero
Un hombre de cierta edad vino a la clínica donde trabajo para hacerse
curar una herida en la mano.
Tenía bastante prisa, y mientras se curaba le pregunté qué era eso tan
urgente que tenía que hacer.
Me dijo que tenía que ir a una residencia de ancianos para desayunar con
su mujer que vivía allí.
Me contó que llevaba algún tiempo en ese lugar y que tenía un Alzeimer
muy avanzado.
Mientras acababa de vendar la herida, le pregunté si ella se alarmaría
en caso de que él llegara tarde esa mañana. -No, me dijo. Ella ya no
sabe quién soy. Hace ya casi cinco años que no me reconoce. Entonces -
le pregunté extrañado -Y si ya no sabe quién es usted, ¿por qué esa
necesidad de estar con ella todas las mañanas?.
Me sonrió y dándome una palmadita en la mano me dijo: "Ella no sabe
quién soy yo, pero yo todavía sé muy bien quién es ella".
Tuve que conternerme las lágrimas mientras salía y pensé: "Esa es la
clase de amor que quiero para mi vida.
El verdadero amor no se reduce a lo físico ni a lo romántico.
El verdadero amor es la aceptación de todo lo que el otro es, de lo que
ha sido, de lo que será y de lo que ya nunca podrá ser.
El jorobado
En un pueblo había un hombre que era todo bondad y que dedicaba su tiempo a ayudar a los demás.
Pero ocurre que ese hombre, que siempre vestía con una capa larga hasta
los tobillos, llevaba debajo de esa prenda una enorme joroba.
Su aspecto era bello pero aquella joroba lo transformaba en un ser deforme
y casi toda la gente del lugar se burlaba de él, le palmeaban la giba
entre risotadas y no lo tenían en cuenta para nada a pesar de que él tenía
en cuenta a todos y a cada uno, preocupándose y ayudándolos.
Algunos, incluso, si estaban de malhumor le arrojaban piedras porque no
les gustaba tener cerca a alguien a quien veían como una especie de
monstruo.
"Por algo será que Dios lo castigó de esa manera decían algunos que, por
supuesto, desconocían si existía ese "algo" al que hacían mención.
El hombre de la joroba, mientras tanto, bajaba la cabeza y jamás respondía
a ninguna de las agresiones o los desprecios. Seguía yendo de un lado a
otro del pueblo, bamboleando en cada paso el gran bulto que llevaba en su
espalda y ofreciéndose para lo que desearan.
Un chico solamente, uno de los chicos del pueblo, lo trataba con amor, le
sonreía, hablaba con él y lo tomaba de la mano para acompañarlo en sus
recorridas.
Un día las gentes del pueblo parecieron ponerse de acuerdo para despertar
de pésimo humor.
Como este tipo de cosas es contable, discutiendo entre ellos por
pequeñeces, empujándose, mirándose con mala cara.
De repente apareció, como siempre el hombre de la capa y la joroba.
Eso sólo les faltaba a los iracundos habitantes del lugar.
Como en casos así , los humanos, por su curiosa forma de actuar, buscan
descargar sus iras en los más indefensos, el hombre de la joroba fue de
inmediato el blanco elegido por todos.
De las agresiones verbales, que fueron creciendo cada vez más y con mayor
crueldad, pasaron casi enseguida al ataque físico.
Algunas piedras, al principio. Luego, con esa ira que es más ciega cuando
es de muchos, comenzaron a armarse con palos y algunas herramientas y lo
cercaron. Rodeándolo, se disponían ya a atacarlo cuando el chico se abrió
paso entre todos y se puso junto a su amigo jorobado.
Hubo un instante de duda.
Y fue entonces que el niño les habló y les dijo:
- "No pueden tocarlo. Gracias a él muchas desgracias que pudieron ocurrir
en nuestro pueblo no ocurrieron, muchos enemigos se amigaron, muchas
familias siguen unidas, muchos hombres conservan sus trabajos y muchas
mujeres a sus hijos. Nos trajo el bien y ustedes eligen ahora pagarle con
el mal y él no puede hacer nada para evitarlo.. Nunca me dijo quién es,
pero yo lo sé......
Y, dicho esto, tomo la capa del deforme y la arrancó de un tirón. En ese
momento quedaron al descubierto dos bellas y luminosas alas a las que
todos, hasta entonces, habían confundido con una joroba.
El ángel besó al niño en la frente y se fue en silencio, sin un reproche,
caminando en medio de los hombres del pueblo que se abrían a su paso
estupefactos, dejando caer sus armas y más de una lágrima, aun los más rudos
... lo más importante, sólo se ve con los ojos del alma.