Love is money
Capítulo
8
A casa?... No podían ir a casa, no mientras todo aquel follón no hubiese sido
resuelto.
Se metió en su moto sujetando a Sano entre sus brazos. Le llevó a un hotel con
una preciosa vista al mar. Esa noche no volvieron hablar. Sano siguió en sus
brazos después de acostarse, sobraban las palabras.
A la mañana siguiente se despertó muy lentamente
mientras los rayos del sol se filtraban por los cristales de la ventana. Se
movió cómodamente sintiendo el calorcillo del cuerpo de Sano. Levantó
lánguidamente la cabeza del montón lujurioso de almohadas y descubrió a su
amante ya despierto. Fijaba un punto exacto en el techo sobre sus cuerpos, ajeno
a cualquier cosa que pudiese pasar en la habitación.
Saito tragó en seco era esa la misma mirada que había visto en sus ojos cuando
estaba ingresado en el hospital.
Se sentó en la cama, se recostó en las almohadas y volvió a mirar al chico,
sintiendo una inmensa culpa por su estado. ¿Podría realmente cumplir lo que le
había prometido? Se cuestionó con un cierto pánico. Hacía mucho que el
cuidar a alguien no era una responsabilidad. Respiró profundamente ignorando a
su subconsciente que le murmuraba con pura maldad que no había empezado con
buen pié. Carraspeó intentando llamar su atención pero fue en vano, los ojos
ni siquiera se movieron.
- Hola nene, ¿cómo has dormido?- le dio uun pequeño besito sobre la nariz.
Los dos ojos chocolate volvieron su mirada por primera vez al tiempo que
murmuró:
- Te has quedado sin mayordomo…
- Es verdad… Bueno contrataré a otro.- diijo con tono bajito. La aparente
fragilidad de Sano le intimidaba. Temia hacer algo sin cautela. En aquel momento
Sano era una pieza de fino cristal, podría romperse por cualquier toque.
- Necesito un baño.- Advirtió el muchachoo.
- ¿Y qué tal si yo te lo preparo y tú te relajas?
- Vale, pero antes necesito decirte una ccosa…
- ¿si? ¿Qué cosa?
- Gracias.
- ¿Por qué?- dijo sorprendido.
- Por salvarme en la casa, por sacarme dee la cárcel, por traerme aquí y por
cuidar de mi.- La expresión en el rostro de Saito cambió de asombrado a
tierno. Sano se sonrojó y apartó la mirada. Descubrió un poco su cuerpo y se
sentó también en la cama.
- No tienes por qué. Además yo soy el priincipal culpable de lo que pasó
anoche.
- ¿Por qué dices eso?- inquirió jugueteanndo con la sábana.
- Porque sí… Yo, no te mencioné nada peroo después de esa charla que tuve
con Chou hace unas semanas empecé a desconfiar de él.
- ¿De verdad? ¿Y por qué no se lo dijistee al inspector?
- No estaba seguro del todo… Tenía miedo de equivocarme, pero todo, todo me
indicaba que era él!
- Entonces, ¿por qué no hiciste nada? ¿poor qué le dejaste seguir en tu casa?
¿por qué dejaste que siguiese rondándome? ¿es que no me quieres?- encaró a
Saito con rabia- ¿Ya no te importo?
Saito extendió una mano para apartarle un mechón de pelo de su frente mientras
que una lágrima se formaba en uno de sus ojos y se deslizaba lentamente por su
cara.
- Sí que me importas, me importas demasiaado. Pero no quería creer que alguien
tan cercano pudiese dañate sabiendo lo mucho que te amo. Creo que mi amor por
ti me cegó. El intenso deseo de que te mejorases… Lo siento mucho.
- Saito… – limpió la lágrima que escurríaa.
- Tú, eres lo único que me importa.- Lo bbesó delicadamente y Sano sintió en
sus labios un sabor de un potente afrodisíaco. Abobado por el beso le rodeó el
cuello con los brazos y lo atrajo hasta su cuerpo. Saito lo besó con más
ímpetu y el chico se apretó fuerte contra su pecho, deseando descubrir de
dónde le habían llegado las ganas de sentir su piel.
El hombre más viejo deslizó sus manos entre sus cuerpos unidos hasta alcanzar
la parte inferior de la espalda morena y las bajó más hasta alcanzar su divino
trasero.
Deseando que las caricias siguiesen Sano apretó sus dedos entre el cabello
negro de Saito y separó sus labios con un gruñido de placer.
Maravillado por esta reacción el millonario introdujo su lengua en la boca que
le esperaba y al mismo tiempo presionó un poco su entrepierna que ya se
animaba. Al cabo de un momento detuvo el beso y levantó un poco la cabeza
mirando al joven en a ojos. La pasión que descubrió en ellos le tocó el alma.
-Horas…- dijo con voz ronca- Quiero amartte durante horas y horas…- suspiró
y sin más aviso bajó su cabeza para besar el lampiño pecho de Sanozuke.
El chico contuvo la respiración cuando sintió la lengua suave lamiendo la
punta de su pezón para después introducirlo por completo en la boca y chuparlo
entero.
-OH… Saito…- Murmuró extasiado.
-Eres precioso… cómo me pones…- lentamentte lo recostó.- Tú cuerpo, es tan
suave… cómo te amo…- Se deslizó suave por aquel cuerpo llenándolo de
besos al mismo tiempo que murmuraba un “te amo” con cada beso. Sobre su
garganta “te amo”, su pecho “te amo”, sobre su estómago “te amo”,
su ombligo…
Sano tembló e intentó pararle cuando Saito frotó su lengua húmeda por la
punta de su sexo. Se rindió dejándose caer sobre las almohadas sin poder
sostenerse más con los brazos. Lo lamió, marcando lentos círculos. Sano
mordió las sábanas cuando inesperadamente se encontró todo envuelto por un
húmedo calor. Su mente se nubló y su cuerpo se convulsionó bajo la boca de su
amo.
Saito se dio cuenta de que el joven llegaba al límite de su resistencia y
entonces se detuvo. Quería hacerlo durar.
- ¿Me deseas?
-Mucho…- Sintiendo el ansia que invadía aal chico entrelazó sus dedos y le
sujetó las manos sobre la cabeza al tiempo que le introdujo de nuevo la lengua
en la dulce boca y rozó su pene entumecido en su raja temblorosa.
Para Sano volver a sentir la pasión de Saito era extraordinario y a la vez
amenazador.
El pánico le invadió entonces cogiéndole de sorpresa. Un minuto antes estaba
haciendo el amor con Saito. En el siguiente eran los dos hombres desconocidos
que le sujetaban como a un animal, eran las manos de ellos las que le impedían
moverse, mientras que le obligaban a abrir la boca para ellos, eran esos hombres
los que lo forzaban abrir las piernas, era su sexo el que lo penetraría con
fuerza desgarrándolo sin piedad.
Quiso gritar que parasen, suplicar que le soltasen. Pero sabía que ellos
ignorarían sus peticiones. No le escucharían, le violarían otra vez,
abusarían de su cuerpo.
Sus dedos dejaron de responder a los de Saito, estaba inerte, ajeno, con su
mirada fija de nuevo en el techo.
-Sano?
El chico no se movió, no hizo ningún ruido, tan solo una lágrima escurrió de
sus ojos.
-Sanozuke, ¿Qué te pasa?- La sangre se lee heló en las venas cuando le tomó
por los hombros y notó que su cabeza se movía como si no tuviese vida.-
Cariño… Háblame!
Le soltó temiendo haberle hecho daño sin darse cuenta. Entonces vio que se
movía, imperceptibles sollozos de angustia estremecieron sus hombros.
-Dios mío… ¿Qué te pasa? ¿Te lastimé?- Noo había hecho nada. Aquello no
era culpa suya. Sanozuke estaba reviviendo lo sucedido en su habitación. Le
abrazó durante mucho tiempo consciente de que era crucial saber llevar la
situación para que sano pudiese superar aquello.
-¿Sano? cálmate ¿si?- susurró a su oído- Amor mío, soy yo, Saito.- Dijo
queriendo estar seguro de que él hacía la distinción entre una situación y
otra.- Te amo…- repitió las mismas palabras una infinidad de veces, quería
estar seguro de que le entendía.
Su voz penetró en la espesa niebla que cubría la mente del joven. Éste se
empezó a relajar al sentir la infinita ternura del hombre y entonces se acordó
de que aquél que le abrazaba era el cuerpo de su amante. Era Saito quien le
hablaba, su Saito.
No entendió por que pasaba aquello, ya lo habían hecho antes. Quizás la noche
anterior lo hubiese estropeado todo… empezó alejarse de él.
-¿Estás mejor?- escuchó decir a una voz ppreocupada.
-Lo siento… Lo siento mucho.- Los lagrimoones volvieron a brotar de sus ojos
sin poder impedirlo.
-Venga, no pasa nada. Que estés bien es llo único que importa.- le sujetó para
que no se marchase. Estaba aún muy confuso.- Ven aquí, déjame que te proteja,
ven a mis brazos.
Sano hizo lo que el hombre le dijo, volvió a la cama, a meterse entre los
brazos de su amante que le acarició los cabellos rebeldes y después depositó
un beso en la frente.
-Háblame…- dijo al cabo de un tiempo- quéé te pasa?
Sano se sentía tan frágil, tan abatido, allí sentado de cabeza bajada. Sabía
que le debía una explicación por lo menos.
-Yo… me entró el pánico, supongo. Porque no podía moverme…- cerró sus
puños bajo las manos de Saito.- Fue así como…-la voz empezó a flaquearle-
como pasó todo. Me sujetaban y no podía moverme, creí que me ibas a dañar.
Una de las muchas lágrimas que salían de sus ojos deslizó por su mejilla y
él se la limpió con los nudos de los dedos.
-Yo jamás te haría daño Sanozuke.
-Lo sé, lo sé, pero es inevitable que alggunas cosas me hagan recordar lo que
sentí.- Los labios le temblaron.
-Ellos ya no pueden dañarte, yo estoy aquuí. Muy pronto esos tíos estarán en
la cárcel.
-Estarán en la cárcel pero aun ejercen pooder sobre mí.- sollozó.
-No, eso no es cierto!
El muchacho se sentó con tanta brusquedad que Saito no tuvo tiempo de
reaccionar.
-SI!! – Gritó- no lo ves? Están aquí, en mi cabeza, todo el tiempo están
aquí controlándome. Nunca más volveré a la normalidad, ya no volverá a ser
como antes! No puedo estar en la cama contigo sin tener un ataque de pánico!
-Claro que puedes, ya lo estuviste, te accuerdas? Y fue la noche más maravillosa
Sanozuke!
El chico contrajo los dedos sobre los muslos.
-No puedo, no lo entiendes? No ves lo quee acaba de pasar?
-Creo que podemos superar ese miedo Sanozzuke.- Él se quedó mirándole durante
un minuto entero, respirando con agitación, con los puños cerrados. Después,
lentamente abrió las manos.
-Cómo?- preguntó.
Saito se arrodilló a su lado en la cama.
-Mírame. Aunque no puedas hacer nada más,, no dejes de mirarme.
Haciendo lo que le pedía el otro hombre dejó que se le acercase. Saito sintió
la rigidez de su cuerpo menor, vio la sombra de las dudas empezar a desvanecerse
tras aquella mirada de chocolate. Tocó su espalda con ambas manos y las movió
de arriba abajo.
-Puedes hacerlo sano. Te ayudaré. Abrázamme.
El chico llenó los pulmones de aire y expiró al tiempo en que apoyaba sus
manos sobre los hombros del otro hombre. En sus ojos distinguió emociones.
Esperanza, miedo, dudas.
-Eres muy importante para mí. Eres preciooso Sanozuke- dijo con delicadeza. El
joven bajó su rostro colorado.
-No estoy tan seguro.
Saito sujetó su barbilla y le obligó a levantar la cabeza.
-Porque lo dudas?-Antes que pudiese decirr algo añadió- Eres bellísimo! No
dejes que nada de lo que pasó te convenza de lo contrario.- Volvió abrazarle
la cintura- No, no!- Le advirtió cuando se dio cuenta de que el volvió a bajar
la mirada.- Tienes que mirarme, te acuerdas?
Sano dudó un momento pero al final volvió a mirarlo.
Conmovido por la confianza que Sano le depositó y su determinación en llegar
al final, le besó la frente.
-Sabes que eres irresistible?- Le pregunttó fijándolo- que eres increíblemente
sensual? Solo tengo que mirarte para excitarme.
El chico lo empujó por los hombros, irritado.
-Por favor! No es necesario que me mientrras! Como puedo excitarte después que
otros me hayan humillado? Hayan abusado de cada parte de mi cuerpo que ahora
dices pertenecerte?!
Saito le agarró fuertemente impidiéndole de soltarse y en ese momento cogió
una de sus manos y apoyándola en su bajo vientre la deslizó con lentitud hacia
abajo. Los ojos de sano se abrieron como platos al tocar el miembro erecto.
-Lo ves? – Dijo- No te he mentido!- Lo viio tragar en seco al mismo tiempo que
sentía como cerraba tembloroso sus dedos en su pene.
La caricia de sano era muy dulce, inocente, un suplicio delicioso.
-Si- murmuró con voz ronca cuando el chicco deslizó sus dedos por todo su sexo
erguido.- Así..
Lo besó apasionadamente y después lo cortó despacito. No quería presionarlo.
Sanozuke necesitaba tiempo y paciencia y él estaba dispuesto a darle ambas
cosas.
-Estás bien?- Sano humedeció los labios yy dijo que si.- Vale.- Deslizó sus
manos por la espalda morena y se inclinó para volver a besarle.- Tienes un
culito muy bonito…- murmuró contra sus labios, cogiendo sus nalgas con
fuerza- … del tamaño ideal. Y tu piel…- Bajó más la cabeza abriendo su
boca sobre un pezón. Lo chupó un momento y dejó escapar un gemidito de placer
al soltarlo- Perfecto.- le miró de nuevo a los ojos.- Eres perfecto en todos
los sentidos.
Los ojos de Sano se llenaron de lágrimas. Pero esta vez no era por vergüenza u
temor. Pero si por la ternura de Saito, y así creyó que ese hombre podría
hacerle olvidar de una vez por todas, todas las malos recuerdos que habían
salido a flote.
-Yo, no soy perfecto. Nadie lo es, pero ggracias.-Vio que el ambarino de los ojos
de Saito se suavizaba y que una dulce sonrisa se dibujaba en sus labios.
El hombre le cogió de la mano y le besó la palma.
-puede que no lo seas, pero estas muy cerrca- murmuró y le propinó otro besito
en la palma.- Acuérdate, abre bien tus ojos y nunca dejes de mirarme.
Manteniéndole quieto tan solo con el poder de su mirada bajó lentamente por su
cuerpo acariciando y besando su piel como si fuese seda que deslizaba
sensualmente por Sanozuke.
Después le separó las piernas muy despacio y subió su mano por ellas, rozando
con sus dedos la parte interna del muslo, acarició sus testículos y la polla
del niño que se estremeció de deseo.
Sano cerró los ojos respirando con irregularidad.
-No, Sano- susurró cuando él le desobedecció.- mírame.
El chico se forzó a hacerlo, pero cada vez que Saito le acariciaba el sexo su
capacidad para mantenerse de ojos abiertos flaqueaba, tal y como flaqueaban sus
piernas. Y cuando él se le acercó y introdujo su pene en su cálida y húmeda
boca, Sano apoyó su cabeza sobre el hombro de Saito.
-No Sano, mírame- repitió- Mírame.
Aunque solo deseaba entregarse a aquel placer y sumergirse en la ola de
sensaciones, levantó la cabeza.
Con los brazos apretados en su cuello, balanceó su cuerpo sintiendo cómo un
dedo húmedo se precipitaba en su interior haciendo círculos, excitándole,
preparando su ano de una forma deliciosa. Sano gimió, arqueando su espalda,
convulsionándose de una forma salvaje.
Saito sonrió asombrado por la pasión que aumentaba en el chico haciendo que el
rubor subiera por sus mejillas.
Percibió placer y satisfacción en el gemido que deslizó de sus labios.
-Soy yo, ‘Jime.- Dijo, intentando fijar ssu nombre en la mente de sano y atarlo
a las emociones que él estaba experimentando.- Tu Saito- repitió mientras lo
echaba hacia trás, sobre la cama y se aproximaba. Sin dejar de mirarlo a los
ojos, se abrazó más a él y rozó sus sexos frotando sus cinturas juntas al
tiempo que le besaba la mejilla bajando por su cuello.- Te amo…- tomó sus
sexos con su mano y los masturbó a la vez.
Sano no pudo reprimir un gritito de sorpresa al sentir el dedo de Saito haciendo
círculos en la zona mas sensible de la cabecita rosada de su pene. Se volvió a
retorcer entre los brazos del hombre.
-Tu Saito te ama… Quiere volver a poseertte…
-Si… penétrame…- dijo con un sollozo entrrecortado por la respiración
acelerada.
Le frotó un poco más la entradita temblorosa con su dedo mediano,
asegurándose de que estaba lo suficientemente jugosa como para permitir una
penetración casi sin dolor y prosiguió.
El chico se apretó con ferocidad contra él, las paredes de su recto
cerrándose con fuerza alrededor del pene de Saito, volviéndolo loco. Intentó
controlarse.
-Soy Saito… tu amor…- repitió con los dieentes cerrados, mientras empezaba a
subir y a bajar sus caderas sobre el chico una y otra vez.
Sano soltaba largos y lánguidos gemidos, placenteros murmullos, jadeos que
rozaban la obscenidad y que podían hacer que Saito se corriese al instante.
En su interior la tensión fue creciendo hasta convertirse en un látigo que
fustigaba su cuerpo, y comprendió que era inútil seguir conteniéndose.
Se le escapó un lento gemido, lo penetró con fueza una última vez
derritiéndose en el interior de sano. Tembló sintiendo como el espasmo del
chico le dificultó esta última estocada
Sano contemplaba a Saito mientas dormía. Estaba demasiado emocionado para
dormir y la sensación era demasiado buena, demasiado agradable, demasiado
emocionante para pensar en dormir. Deseaba subir por las paredes, trepar a los
tejados, gritar que le amaba, saciar su locura, correr desnudo por los prados.
Apretó los labios contra el hombro de Saito intentando sufocar una risita.
Contempló su perfil. “que guapo” pensó con un súbito temblor de emoción.
“tan duro y tan amable, a la vez”.
Por unos momentos se permitió recordar su vida antes de conocerle. Solo había
soledad, vació….
Saito abrió un ojo fijamente en que el chico permanecía despierto.
-No puedes dormir?-Le besó la frente y accarició su cabello rebelde.
-Sagara…
-Qué?-Saito frunció el ceño sin comprendeer nada.
-Mi nombre… Sanozuke Sagara -Murmuró juguueteando con uno de sus pezónes.
-Ajajaja te ha vuelto la memoria?
-Zi… -Cerró los ojitos, acurrucándose mimmoso.
-Me alegro, me alegro muchísimo. Te amo SSanozuke Sagara!
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