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"DON ALEJANDRO" | ||||||||||||||||||
pag. 2 | ||||||||||||||||||
Las mujeres sentadas alrededor de la enorme habitación esperaban que las saquen a bailar. Por lo general con una señal, con una mirada ya habían elegido a su pareja, pero tenían que esperar la aceptación de la madre para atreverse a salir con el galante invitador. Fue entonces que muy tarde ya, después de haber esperado demasiado, la mirada de mi madre se encontró con la de él. | ||||||||||||||||||
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Con una breve seña, con un movimiento de cabeza él le hizo saber que la próxima pieza sería de ellos. Así fue. Una alegre mazurca fue testigo de sus temblores, de su nerviosismo, de los agitados latidos de sus corazones. Después de esa pieza, bailaron el resto de la noche. Conversaron incansablemente. Quedaron en encontrarse al día siguiente en la plaza principal, ella acudiría allí saliendo del colegio. Él le llevaba 18 años de edad. Ella sabía de sus amores pasados. Pero aún así, conociendo de su fama, de sus amoríos, lo amaba, sabía que era el hombre de su vida. Cuando accedió a su amor, cuando ella dió el “si” a la petición de ser su enamorado habían transcurrido ya más de un año de aquella fiesta. Él comenzó a frecuentar la casa. Se fueron integrando de a pocos, se fueron conociendo como pareja. Él era muy aceptado por la familia. Saliendo del trabajo corría a verla. Doña Aurora, mamá de Manuela, la cuñada de mi madre era muy popular por preparar un rico café pasado. Gran conversadora, le gustaba la tertulia y mi padre era especialista en esas lides. Dominaba todos los temas. La política era su pasión, pero igual hablaba de literatura, de arte, de cualquier tema. En esos tiempos gobernaba el país un general, un dictador de turno, enemigo acérrimo de Víctor Raúl Haya de La Torre fundador del APRA (Alianza Popular Revolucionaria Americana). Los integrantes de ese partido eran perseguidos. Los allanamientos a sus domicilios eran constantes. Se los apresaba e inmediatamente eran conducidos al SEPA -una cárcel inaccesible en la enmarañada selva- donde morían por inanición o contagiados por la terrible lepra. Mi padre era un correligionario más, en la ciudad de Cajamarca. Era fundador de la Sede Norte. Tenía el carné Nº 03. Sesionaban clandestinamente, de casa en casa. El diario que editaban -“La Tribuna”- circulaba a escondidas, dentro de la canastas de pan, entre la cargas de leña que traían las acémilas. Por aquel tiempo hubo una revuelta aprista. El sanguinario ejército de turno se encargó de la represión. Hubo un enfrentamiento en la Plaza de Armas. Las balas cruzadas se escuchaban desde los domicilios. No sé si mi padre llegó a participar. Alguno de sus viejos amigos me confirmó que si. Pero él nunca tocó el tema, seguramente por el gran dolor que sentía al recordar a sus compañeros caídos y apresados en la lucha. |
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Esto motivó que mi madre, quien ya era su novia, le pidiera que renuncie, que se aparte de la política. La complació a medias, pues nunca lo pudo hacer. Siempre mantuvo contacto con sus compañeros. Al mismo tiempo fijaron la fecha de su boda para el mediodía del 18 de Diciembre de ese año, pero con el inconveniente que mi madre era todavía menor de edad por lo que tuvieron que adulterar su partida de nacimiento. Se cursaron las invitaciones. Todas las amistades acudieron a la ceremonia. El templo de la Catedral había abierto de par en par las enormes hojas de su pesada puerta. Se había decorado la iglesia con pompones blancos. El aroma de las azucenas y lirios perfumaban el templo. Ese día mi madre lucía radiante. Con su vestido blanco parecía una musa, una diosa del Olimpo y mi padre elegante como siempre se encontraba muy nervioso. Dicen que a la hora de aceptarla por esposa su voz se quebró y derramó algunas lágrimas. En la casa el alboroto y ajetreo era general, en la puerta de entrada habían colocado un arco de guirnaldas, el patio lucía con cadenetas de pared a pared y en el centro una enorme mesa con mantel blanco tejido a crochet, servía de base a la enorme torta de tres pisos elaborada por la esposa del tío David. Los músicos templaban las cuerdas y afinaban sus instrumentos. Desde la cocina salía el olor a lechones horneados. La comida era variada y abundante al igual que los licores. Había desde chicha de jora, un buen aguardiente, vinos y oportos españoles. En fin para todos los gustos. Al momento que llegaron los novios dos hileras de gente los esperaban. Los nuevos esposos caminaron muy altivos, sonrientes, felices, recibiendo la lluvia de arroz,una vieja costumbre para augurar felicidad. A los acordes del "Danubio Azul" bailaron con mucho donaire y gracia, ella se dejaba conducir como una pluma, como una gacela. Cuenta mi tío Fabriciano, un poco menor que mi madre pero testigo de esa boda, que la fiesta duró 8 días. Más de una semana de baile, comida y trago. Al final fueron en caravana a dejarlos a su nueva casa, a su nido de amor. Llegaron cansados. Desde ese momento vivirían su propia vida, la que duró 55 años teniendo como fruto 6 hijos: Elia, Alejandro, Augusto, Nelson, María Elena y Carlos Alfredo. Fue un hogar modelo de comprensión, de amor, donde se respiraba paz. Nunca escuchamos a mi padre levantarle la voz. Ambos siempre estaban con la sonrisa a flor de labios. Claro que hubo necesidades, pero él nos conversaba tan bonito, haciéndonos conocer los problemas de la vida, inculcándonos valores, rogándonos practicar la honradez y la sinceridad. Recuerdo que en mas de una oportunidad le propusieron que ocupara la Prefectura del departamento. Se negaba por principios. Aseguraba que ese puesto no tenía razón de ser. Que era un cargo burócrata, que no aportaba nada al pueblo ni a la sociedad. Bien hubiese podido aceptar y tener el poder que otorga el cargo. Pero nó. Él prefería ser el honrado contador, cajero y vendedor de la firma Grace y Cia Ltda. Era el hombre orquesta de la empresa. Muy estimado por sus jefes y compañeros. Estos son en conclusión algunos recuerdos que tengo de mi padre. Hablar de él es para escribir cientos de hojas. Innumerables anécdotas enriquecieron su vida. Probablemente en alguna oportunidad me anime a redactarlas, pero al momento de escribir estas líneas ya él está descansando en la gloria de Dios. Su recuerdo está intacto. Su presencia vive en mí. Siempre lo recordaré con cariño. Sé que debe de estar entreteniendo con sus amenas charlas a un auditorio desconocido. Pero desde donde se encuentre quisiera que sepa que lo amo y que nunca olvidaré sus buenos consejos.... “TE EXTRAÑO VIEJO QUERIDO” |
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