"El  TOQUE DE QUEDA"
Autor: Nelson Dávila Barrantes
         Quizás muchos no recuerden los años de dictadura. Específicamente desde Octubre de 1968 hasta Julio de 1980. Se eligió una Asamblea Constituyente para asegurar la transferencia del poder militar a un gobierno democrático. Fueron épocas muy difíciles, de mucha angustia. Se vulneraron nuestros derechos. Eran tiempos del SINAMOS y de la OCI. Los diarios y canales de televisión fueron expropiados. Vivimos el famoso TOQUE DE QUEDA que trajo como consecuencia la pérdida de muchas vidas humanas.
           En Junio del 68 había ingresado a laborar a ITT, una empresa de comunicaciones americana. Se daba inicio a la primera expansión telefónica de 150,000 líneas. El sistema usado era el "rotary", muy obsoleto. La red telefónica de países vecinos como Argentina y Chile eran de polietileno y su tecnología el "pentaconta".  Acá todavía nuestros conductos subterráneos estaban saturados por viejos cables de plomo, los cuales eran mordidos por las ratas, originando muchas averías e interrupciones en el servicio.
            En Pueblo Libre se construyó la nueva central de la avenida Sucre para atender a los pobladores de ese distrito, parte de Magdalena.y de San Miguel. Este edificio se levantó en el terreno de un viejo cementerio. Nuestras oficinas ocupaban el sótano y la central telefónica  el primer piso. Mr. Kane y Mr. Parker eran los jefes de planta externa. Los dos muy simpáticos y amables en su trato, tenían como intérprete a Manuelito Revollar un inquieto chalaco amante de la buena comida y abundante trago. En la camioneta asignada para su movilidad a la hora del refrigerio llevaba a comer a estos “gringos” a diferentes cevicherías y “huecos especiales” que como buen porteño conocía. Es por eso que ellos en su media lengua, masticando un poco de castellano decían: “Comida Peruana rica. Pica bastante. Hora de ir baño, arder culo mucho...”. Esto nos causaba mucha hilaridad.
Manuel se reía a mandíbula abierta y nos decía: “Gringos de mierda...Los estoy volviendo hombres. Si los mozos me preguntan ¿Los ceviches los traigo subido de ají? Yo les respondo: Si, bien picante...”
            Y así la pasábamos entre el trabajo y bromas a estos señores, cuando un día de Octubre, creo que fue el 3, salí de mi casa con dirección a la avenida Venezuela donde tomaba la línea 21 que me llevaba hasta mi centro de labores y vi que había ocurrido algo fuera de lo común, los tanques del ejército transitaban las calles, los soldados se movilizaban en grupos y a paso ligero . Subí al ómnibus e intrigado pregunté a un pasajero:
“¿Que está ocurriendo?”
“¿Cómo no sabe?", me respondió, "han dado golpe de estado a Belaúnde, en la madrugada lo sacaron de palacio en calzoncillos junto con su querida Violeta Correa".
“No puede ser", le respondí.
“Pues así es”, me volvió a decir, "el golpista es un general que se llama Juan Velasco Alvarado".
            Al llegar a la central telefónica vi dos tanquetas estacionadas en la puerta. Mis compañeros estaban tratando de ingresar a laborar pero los soldados no les permitían. Tenían órdenes estrictas de evitarlo, un poco más tarde nos enteraríamos que uno de los principales objetivos de este gobierno militar era nacionalizar la empresa. Regresé a mi casa y prendí el televisor. En Palacio de Gobierno estaba juramentando la Junta Militar. En su mensaje Velasco anunciaba nuevas medidas económicas, hablaba de corrupción, de la famosa página 11, de desterrar a los malos políticos, se nacionalizarían las empresas extranjeras, se entregaría a los campesinos la tierra expropiada a los terratenientes con el argumento que ellos eran los verdaderos dueños. Así mismo se les daba un plazo (no recuerdo de cuantos días) para que todo extranjero que viva en el país lo abandone. Pensé inmediatamente en estos dos amigos, Parker y Kane. Ellos se habían ganado el cariño de todos por su amabilidad y dedicación al trabajo. "¿Y ahora que nos espera?", reflexioné, "no dijeron nada referente a si los empleados como yo permaneceríamos en nuestros puestos". De manera que mi preocupación era normal. Por la noche en el noticiero “El Panamericano” se informó que ITT dejaba de funcionar como tal para llamarse en adelante Compañía Peruana de Teléfonos Limitada. El gobierno adquiría la mayoría de acciones y si bien el régimen era paraestatal, el gobierno tendría participación mayoritaria en su conducción. Indicaban también que no se despediría a ningún compatriota. El nuevo gerente era un general del ejército apellidado Becerra y se otorgaba, como dije anteriormente, un plazo determinado para que los funcionarios extranjeros entreguen sus cargos.
             Muy apenados los trabajadores creímos conveniente darles una despedida en una ceremonia especial. Pero ellos habían pensado lo mismo y nos citaron a un almuerzo que se llevaría a cabo en las instalaciones del hotel “El pueblo”. Acudimos todos. En la puerta de entrada, uniformadas secretarias nos hacían firmar un inmenso pergamino donde figuraban nuestros nombres y a la vez nos entregaban  un billete de color marrón  que llevaba la firma del Gerente General. Esto era su gesto personal de decirnos adiós. 500 soles eran un dineral. Equivalía a la mitad de mi sueldo, se podía comprar muchas cosas con esa cantidad, pero era un recuerdo que lo conservo hasta ahora. Los ejecutivos se confundían en brindis y abrazos con el personal, era una verdadera manifestación de camaradería y confraternidad.
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