"EL GALLO COQUERO"
                         
Autor: Nelson Dávila Barrantes

            Como integrante de esta destacada promoción de  ex-alumnos quiero tener el privilegio de narrar algunas vivencias dentro de los claustros y en nuestra hermosa ciudad del Cumbe, capital del carnaval Peruano.

Recuerdo que cuando cursábamos el primer año de secundaria teníamos como profesor de educación artística
a un profesor apellidado González. Por las facciones de su perfilado rostro, mas un pequeño tumor o protuberancia en uno de sus cachetes lo conocíamos como “El gallo coquero”. Nadie sabía de su procedencia. Apareció como un fantasma y dejó de trabajar de la misma manera. Se jactaba de venir enseñando del colegio militar “Leoncio Prado”, de una institución con formación militar, no como de "niñitos engreídos" y de "mariquitas" como el nuestro. De verdad, su presentación elocuente, mas el tono severo que usaba para expresarse nos causaba un poco de temor. Mas tarde, poco a poco, iríamos descubriendo sus grandes dotes de charlatanería.
Este curso era para enseñar manualidades y algunos cursos de oficios, pero el "Gallito", sagaz y pícaro aprovechaba de la situación para sacar provecho.
Por ejemplo: nos enseñaba a colorear paisajes en losetas y mayólicas, la pintura a usar tenía que ser acuarela y cada salón debería hacerla en un color específico de mayólica . Con gran esmero dibujábamos hermosas vistas locales e imaginarias para que este "sabido" lleve los trabajos a su casa, les de una lavada y los venda a la ferretería local. Nos enseñaba a fabricar betún. El producto teníamos que usarlo en nuestro propio calzado. Con dos o tres lustradas el cuero comenzaba a resquebrajarse, malogrando nuestros zapatos que nuestros padres con gran esfuerzo nos compraban.
Para el trabajo en cartulina usaba la técnica de arena pegado con cola. Primero dibujábamos un paisaje, luego en lugar de colorearlo le pasábamos cola y lo cubríamos con arena, quedaba en alto relieve, con otra capa de pegamento encima de la arena se le pasaba escarcha plateada ó dorada.
Todo esto estaba muy bien, pero acá viene la viveza de este tipo. Pedía una cuota por aula para traer arena de la costa, por que la local no servía para este tipo de trabajo artístico.
Así, de a pocos nos pedía dinero, cuotas para fabricar radios portátiles, cocinitas eléctricas. Nos mentía que los alumnos de 5to año ya estaban fabricando televisores, hasta que las quejas de los alumnos y los padres de familia lo obligaron a poner los pies en fuga y desapareció del colegio de un día para otro.

Ahora en conversaciones con los amigos  al recordar estos episodios solo nos queda sonreir por haber sido tan ingenuos e inocentes, pero su rostro ingrato permanece vivo.

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