"UN  REGALO  DE  NAVIDAD"
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             Fue entonces que se vieron cara a cara con el "Doctor". Era un individuo enorme, gordo y rosado como un cerdo, su cabello lucía corto, tipo militar. Extendió sus regordetas manos para saludarlos, miró sus uñas sucias y largas, al sentir el contacto sintió un escalofrío y retiró su mano inmediatamente.
" De manera que ustedes son los amigos de Javier", les dijo, dirigiéndose a Ricardo le preguntó: "Ya sabes como es la cosa no? Como son pocos meses te saldrá barato, 100 "cocos" y asunto arreglado, hoy día estamos 15, mañana salgo a provincia, viajo con el equipo del doctor que es mi jefe, vamos a operar a  hospitales vecinos, de manera que tu caso lo vemos a mi regreso, días mas días menos ya no le hace, es igual, te parece bien el veintitrés?, es feriado largo por navidad y esto servirá para que tu novia descanse todo ese tiempo. Ese día  me traen una máquina de afeitar descartable, un paquete de pañales. Que venga sin desayuno. Si puede, que tu novia cague temprano", y escribiendo en un papel indicó: "compran estas pastillas, cualquier cosa me avisas a mi celular, el número también figura en la receta. Si se desaniman me avisan." Riéndose, se puso de pié para despedirlos: "eso les pasa por 'cacheritos'; por no usar su "poncho", su "jebe", pero para eso estoy yo, para solucionar sus problemas."
               Salieron del lugar. En la calle se despidieron de Javier indicándole que ellos caminarían un rato. Pasaron los días, esquivaba las preguntas de su madre, argumentando inexistentes males y dolores de cabeza, hasta que llegó el día esperado. Ya habían armado el árbol de navidad, el "Nacimiento" estaba en el mismo sitio del año pasado, solo con menos ovejas pues algunas se habían roto. El día anterior compraron los regalos para todos, trataba de actuar normalmente, fingir felicidad, fueron donde Sandoval el carnicero a comprar y separar el lechón. Todo estaba listo para la "Noche Buena".
                 Salió sin tomar desayuno. Ricardo lo esperaba en la esquina. Juntos caminaron con dirección a la casa del enfermero. No escuchó que le decía que había comprado todo, que las cosas estaban en la bolsa que llevaba en la mano derecha. Llegaron decididos a todo, tocaron la puerta y los recibió el dueño, los hizo pasar, Ricardo se quedó afuera en la sala, corrieron la cortina y con espanto miró el interior, una sucia camilla con cubierta de hule, un tacho de basura lleno de pañales con sangre, en la pared colgaba una pequeña vitrina con frascos de medicinas. Fue entonces que le indicó que se desvista y se recueste. Miró a la cara del verdugo, vio sus manos regordetas con las uñas sucias. En una mesa estaban las herramientas que usaba, un alambre ensangrentado la aterrorizó. Fue en esos precisos instantes que exclamó: "Dios mío que cosa voy a hacer", "Dios mío, perdóname". Empujó al individuo y salió corriendo. Cogió de la mano a Ricardo y prácticamente lo arrancó de la silla. Abrieron la puerta y salieron en loca huída. No dejaron de correr hasta que el cansancio los venció. Entonces se detuvieron y se abrazaron con desesperación. "Perdóname amor mío", le decía ella, "perdóname pero no pude hacerlo. Era un crimen lo que estábamos por cometer". El la consolaba y asentía con la cabeza. También había comprendido que lo que la estaba obligando a realizar era una canallada. Que no asumía su responsabilidad de hombre. Que la estaba exponiendo a la muerte y lloraba con ella.
                  Fueron a un parque y tomaron asiento en un banco.Allí analizarían lo que tendrían que hacer, se casarían, tendrían a su hijo, seguirían sus estudios. Pero lo principal: tendrían que enfrentarse a sus padres. Les suplicarían, pedirían su perdón. Les explicarían que se amaban lo suficiente como para formar un hogar.
Y así fue. El día 24 de Diciembre cuando todos estaban reunidos, muy temprano le había pedido a su madre que esa noche querían conversar con ellos, que deseaban darles una noticia. En broma su "Gorda" le respondió: "No será que ya se quieren casar"? Estando todos en la sala, Ricardo se levantó y explicó la situación, lentamente narró lo ocurrido el día anterior, el llanto impedía por ratos su explicación, su loca fuga del lugar, su cobardía, haber elegido el camino más fácil y peligroso, su arrepentimiento sincero, el deseo de hacer feliz a Estelita. Los padres mudos al principio se miraban entre ellos, también lloraban al igual que Estelita, no atinaban a nada, solo escuchaban el relato valiente del muchacho, fue entonces que Don Rafael se levantó y extendió sus brazos a ambos jóvenes y muy emocionado exclamó:


          
             "Hijos míos, lo que ha pasado entre ustedes no lo justifico, no lo apruebo, pero el solo hecho de haber asumido su responsabilidad, de haberle dado el verdadero valor a la vida, de haber respetado a ese pequeño ser que late en el vientre de mi hija, hace que los perdone. Jesús está por nacer, dentro de unos minutos estará con nosotros, pidámosle que los bendiga al igual que  a mi nieto o nieta. Gracias a ambos por recapacitar a tiempo. Me siento orgulloso de que hayan asimilado los valores que nosotros como padres día a día tratamos de inculcarles. Prométeme que te esforzarás en estudiar y cumplir con tus deberes de hija y de madre. No te preocupes de que el amor que siento por ti se apague, muy al contrario todos juntos enfrentaremos las dificultades que se presenten en el futuro".
                 La estrechó y la besó en la frente. Miró el iluminado "Nacimiento". Ya eran las doce. Pondrían al niño Jesús en él, simbolizando su llegada. Agradeció ese milagro de navidad:
"TENER AL LADO A  SU HIJA ADORADA, PODER ABRAZARLA., SABERLA FUERA DE PELIGRO".
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