LAS PATRULLAS DE "SAN JOSE"
Autor: Nelson Dávila Barrantes
          Al Chino Saldaña le había tocado “chantarse” esto consistía en inclinarse mas ó menos en 90º para que el resto de la patota salte por encima aplicándole un “tronador” con el taco del zapato. Cada vez que le tocaba el turno a uno de nosotros lo hacía con más fuerza y con la intención de causar daño. Este juego brusco se llamaba las “Aperis”. Se jugaba generalmente en grupo. Al principio se juntaba palitos los cuales escondíamos en la palma de las manos, uno a uno los íbamos mostrando y el que tenía el mas corto era el que se “chantaba”.
            El que arrancaba el juego mandaba: “...Un aperis por su lisura con tronador..” que ya se explicó como era, “...Un aperis con mordida de burro”consistía en que al momento de saltar se apoyaba las manos en la espalda del "chantado" y se le pellizcaba el lomo clavándole las uñas y así la imaginación iba aumentando la versatibilidad del juego y el sufrimiento del que le tocaba ser la víctima.

             De pronto el “Loco Robinson” aterrorizado señaló con el dedo la esquina de nuestra calle con el cruce del Pasaje Chanchamayo, “...Las patrullas de San José!...” gritó: “ Son las patrullas de San José, ya nos jodimos!...”. Efectivamente en la misma esquina estaba el "Clon Primero" saltando y exhibiendo amenazante su fuete. El era un adelantado de su grupo. Su labor consistía en espiar si en el recorrido de su “Patrulla” existía el peligro de encontrarse con otra. Los barrios eran inviolables. Nadie podía invadir un terreno ajeno. Cada uno cuidaba su territorio y sus mujeres, de modo que lo que estaba ocurriendo en esos instantes era  precisamente una “invasión” con el claro objetivo de buscar pelea.
Uno tras otro fuimos corriendo a pasar la voz a nuestros mayores, como era época de carnavales todos se encontraban libando y cantando en la chichería “La Fresquita” y al escuchar nuestros gritos salieron decididos a enfrentar al “enemigo”. La batalla fue en la misma esquina.
           Los del barrio “San José” -temidos por toda Cajamarca- venían disfrazados de calaveras, charros y gitanos, todos armados con sus sables y espadas de madera, látigos y palos. Querían aprovechar el factor sorpresa y al principio lo consiguieron. Nuestra gente retrocedió y se refugió en el patio de mi casa. Fue entonces que saltó el valor y coraje de don Rafael, el zapatero del barrio. “No van a venir a jodernos en nuestro sitio...van a creer que les tenemos miedo...saquémosle la mierda a estos huevones!..” gritaba a todo pulmón. Sus arengas causaron efecto y decididos salieron a la lucha sabiendo que eran minoría. Tenían que defender la soberanía del barrio "Dos de Mayo", su propia dignidad y así lo hicieron...
            Los secos golpes de las armas al chocar en las cabezas y los gritos de los dos bandos se entremezclaban con nuestros chillidos de aliento. Era increíble la fortaleza de nuestra gente. De pronto ocurrió el milagro. Se aparecieron los “shishas Villanueva” -un clan familiar integrado por casi 11 hermanos-. Su padre venía al frente con las mangas de la camisa remangadas, el cura Cubas también integraba el grupo con la sotana amarrada a la cintura. Se integraron a la pelea y emparejaron el número. Nuestra algarabía era inmensa. Nuestro júbilo inenarrable. Luego de unos 20 a 30 minutos de batalla el “Virrey” de San José ordenó la retirada. Una desbandada general y una loca huída del enemigo reconocía nuestra victoria
             Nosotros bajamos del balcón de mi casa y nos entremezclamos con los vecinos. Los abrazos eran efusivos. Yo cogía del brazo a mis héroes y lloraba de alegría al igual que mis demás amigos. Todos estaban heridos y la sangre brotaba de diferentes partes de su anatomía. Las respiraciones agitadas y los ojos llorosos de felicidad por el triunfo sellaron este episodio épico. Nunca más se atreverían a buscar camorra. La fama de valientes de la patrulla de “San José” se desvaneció como algo volátil y esto correría de boca en boca. Pero lo más importante: todos los muchachos de mi edad que contemplamos esta escena nos sentimos invadidos e inyectados por un coraje y una fuerza para enfrentar las adversidades, que lo pudimos comprobar con el correr de los años.
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