"Un viaje inolvidable  -  2da. Parte"
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              La promesa de visitar al tío Segundo se cumplió. El trayecto fue corto. Sólo descansamos en “Las Aguas Calientes” -agradables emanaciones termales donde tomamos un reconfortante baño-, lamentablemente gozamos poco. No había muchachos de nuestra edad. El bondadoso tío se esforzaba en alegrarnos la estadía. De todas maneras el lugar nos pareció bello, era un paraíso. Visitamos el trapiche, donde molían la caña y hervían el jugo para elaborar la chancaca y destilar el cañazo.
              A los pocos días mi hermano enfermó. Fuertes fiebres hacían temer que se trataba del paludismo, afortunadamente no fue así. Yo estuve a punto de caer al río al momento de cruzar en el caballo de una orilla a otra y cuyas aguas estaban cargadas, de manera que le pedimos al tío que nos regrese a Ichocán. Argumentamos que ya teníamos que volver a casa. Entendió la situación y cumplió  nuestro deseo.
              Tres burros con carga y nuestras monturas integraron la comitiva. Felipe el capataz cumpliría el encargo de entregarnos a la tía. Sacos de naranjas, yuca, limas, latas de huarapo, calabazas con miel de caña, tres cabritos eran parte del equipaje. En silencio, mirando el paisaje marchamos lentamente de regreso. En la semana que duró nuestra ausencia habían pasado muchas cosas. Nos enteramos que el luto remeció la familia. Por cosas de amores a un primo lejano lo habían envenenado. Al loquito Robinson Velásquez lo mataron en San Marcos a donde había acudido a vender su ganado, lo encontraron flotando en una acequia. Todo eran lamentos, parecía que la mala suerte se había ensañado con el pueblo. Mi tía nos comunicó que mi padre había telegrafiado. Ya era tiempo de regresar. Compraría los pasajes para dentro de una semana.
               Esos últimos días tratamos de pasarla de lo mejor. Mi hermano Alejandro estaba inquieto, desesperado y no quería retornar. Nosotros aceptábamos la orden del "viejo" con mucha disciplina. Habíamos vivido días inolvidables, probablemente el próximo año lo haríamos de nuevo. Seguro que sí. Entonces volvería a montar a Flash. Madrugaríamos a traer la leche. Conversaría nuevamente con el tío José. Sentados en la plazuelita ó en la glorieta les narraría nuevos episodios a los amigos. Contaría las 21 vigas de mi habitación....


“UN SINCERO HOMENAJE A  ICHOCAN, VALLE DE CONDEBAMBA Y PUEBLOS ALEDAÑOS”
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